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Revista de Filología Española, vol. LV nº 3/4 (1972)
' RELIGIOSA DEL LAZARILLO
LA INTENCION
La intención religiosa del Lazarillo ha sido investigada hasta ahora,
de manera sistemática, desde supuestos ideológicos preestablecidos y
siempre al servicio de un objetivo particular: el desenmascaramiento
de la anonimia. Las tesis de un autor converso -A. Castro 1, Gilman 2_,
ilrtminista -M. J. Asensio 3_, o erasmista-ilumiuista -Márquez Villanueva 4- , por citar sólo las clasificaciones y autores más representativos, han sido ya sustancialmente cuestionadas en su dimensión
socio-histórica por críticos tan autorizados como Marcel Bataillon 5
o Eugenio Asensio 6 • Consideradas desde una perspectiva estrictamente
lingüística, se advierte en seguida que se apoyan, invariablemente,
en segmentos extractados del contexto general -a veces, incluso, del
parcial- e interpretados por referencia comparativa con muy escasos
textos de autores contemporáneos. Tal metodología, además de ser
acrítica, conduce a palmarias extrapolaciones en relación con la estructura orgánica de la obra, y a no pocas contradicciones internas respecto
de las tesis sustentadas.
Perspectiva de la novela picaresca. RBAJYI, 1935, XII,
pp. 123-138; recogido, cmt adiciones, en Hacia Cervantes. Madrid, Taurus, 3·" edic.,
1967, pp. n8-q2.-Adición en 1957 al prólogo de la edic. del Lazarillo por HEssE
y WILI,IAMS .(1948); recogida, igualmente, en Hacia Cervantes, pp. 143-166.
2
STEPimN GII.li-IAN, Tlie Deat/1 of Lazarillo de Tormes. PJ11LA, 1966, LXXXI,
pp. 149-166.
a M. J. ASENSIO, La intención religiosa del Lazarillo de Tormes. H R, 1959,
XXVII, pp. 78-102.-Mds sobre el Lazarillo de Tormes. H R, 1960, XXVIII, pp.
1
Ali!ÉRICO CASTRO,
245-250.
FRANCISCO MÁRQUEZ VILLANUEVA, La actitud espiritual del Lazarillo de
Tormes en Espiritualidad y Literatura en el Siglo XVI. Madrid, Alfaguara, 1968,
pp. Ó7-I37·
6
MARCEI, BATAll,I,ON, Erasmo y Espa1ia. México, Fondo de Cultura Económica, 2." edic., 1966, pp. 6og-6u.-Novedad y fecundidad del Lazarillo de Tormes
Salamanca Auaya, 1968, pp. 1-25. Los cristianos nuevos en el auge de la literatura
picaresca, recogido en Picaros y Picaresca. Madrid, l'aurus, 1969, pp. 215-243.
a EUGENIO ASENSIO, El erasmismo y las corrientes espirituales afines. RFE,
1952, XXXVI, pp. 31-99.-La peculiaridad literaria de los conversos. AEM, 1967,
IV, pp. 339-343·
4
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Se impone, pues, ante todo, precisar, ntediante un amplio cotejo
de autores y fuentes, el sentido de uso del léxico religioso y moral del
Lazarillo. Mi estudio abarca, íntegras, las siguientes obras: La Celestina 1,
la Pro-palladia 2 , La Lozat~ A1,daluza a y el Viaje de Turquía'· Obras
todas ellas que el anónimo autor tuvo que conocer y que reflejan diversos estratos del habla popular. La confrontación de los segmentos
religiosos del Lazarillo entre sí contribuirá a determinar los matices
morfosemánticos de presentación del material tópico y defiuirá, a la
vez, las líneas de convergencia hacia el núcleo significativo centr;Ll
de la obra (' bis).
El hombre y su caso
La preexistencia folklórica de un personaje denominado Lazarillo
no está en ¡nodo alguno documentada. E11 efecto, casi todos los críticos
desechan couto irrelevante la alusión obscena de La Lozana andaluza 6 •
El 1101nbre de Lázaro evoca, indudablemente, resonaucias bíblicas.
Conto se recordará, en el evangelio aparecen dos: el hermano de Marta
y María (Jo. II, 1-45) y el mendigo lacerado (Luc. r6, 19-31). Yakov
Malkiel ha puesto de relieve cómo el primero, que desempeña un papel
muy importante en la temática de la pintura occidental, apenas si deja
huella en la literatura. Del mendigo, por el contrario, se detectan bastrultcs muestras, sobre todo en la fraseología y parenriología españolas 8•
El maestro Correas recoge en su Vocabulario los dichos «Por Lázaro
lazera¡.nos, por los Ra¡.nos bien andamos& y <~Más pobre que Lázaro, 7•
En este contexto de fijación semántica folklórica, el bautizo onomástico
Sigo la edic. de ]uuo CEJADOR. Clásicos Castellanos. Madrid, 1968.
z Sigo la edic. de ]OSEPII E. GIU.E1', Propalladia and other Works of Bartolomi de Torres Naharro. 3 vols, Bryn Mawr, Pennsylvania, 1943·
3
Sigo la edic. de BRUNO DAMIANI. Clásicos Castalia, 1969.
' Sigo la edic. de ANTONIO G. SOI.AI.INDE. Colecci6l1 Universal de Calpe,
1
1919.
'bl' Utilizo como base de cotejo la edición crítica de ]OSÉ CAso GoNZÁI.EZ
(A.nejo XVII del BRAE. Madrid, 1967).
' Cf.llARfA ROSA LIDA, Función del etunto popular en el tLazarillo de Tormest.
Actas dtl I Congreso l1Jfer1Jacional de Hispa11istas, Oxford, 1964, p. 350; y FRA.N-·
CISCO Rico. Introducción a la t'dic. del Lazarillo. La Novela picaresca española.
Darcelou.a, Pl:u1eta, 1967, p. XXV y s.
• YAKov l!AI.KIEL, La familia li:rica lazerar, laz(d)rar, lazeria. NRFH,
1952, VI, lUÍlll. 3, p. 273 y ss.
7
G. CoRREAS, Vocalmlari-' de refranes. Madrid, 1924, pp. 403 y 296.
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INTENCIÓN
RELIGIOSA DE LAZARILLO
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del protagonista de nuestra novela puede connotar, ya de entrada, una
triste suerte de indigencia. Sólo eso. Quiero decir que, a mi juicio, no
cabe ampliar la interpretación en el sentido de adecuarla con la narración eva11gélica. Esta, de mayor alcance social, contrasta la pobreza
del mendigo con la indiferencia egoísta del rico epulón, al que ni de lejos
se parece ninguno de los amos de Lázaro. Pero el propio Vakov Malkiel
apunta, además, que, en el folklore español por descuido y deliberadamente en la literatura del XVII, hubo mucha confusión entre los dos
Lázaros. Góngora, por ejemplo, en un texto que hace mucho a nuestro
caso, escribe: <<Fue mi resurrección la maravilla 1qtte de Lázaro fue la
vuelta al mmtdo; 1de suerte q1~e ya soy otro segundo f Lazarillo de T armes
en Castilla>> 1 • ¿Da pie el Lazarillo a esta doble tipificación? Sin ir tan
remotamente lejos como Gilman quiere llevarnos 2 , pienso que sí. No
me parece, en efecto, insignificante que el autor haga que los días que
Lazaril~o pasa inconsciente, medio muerto tras el garrotazo del cura de
Maqueda, sean precisamente tres, y lo exprese, en concreto, por boca
de Lázaro, haciendo alusión al mito de Jonás y la ballena, uno de los
símbolos prefigurativos utilizados en el V. '1'. para referirse a la resurrección de Cristo 3 • La novela seria, según eso, la historia de un hombre
constantemente lacerado, en cuerpo y alma 4 , que resucita de las sucesivas lacerías hasta afirmarse en la cumbre de toda fortuna. En seguida
veremos qué papel desempeña esta primera conclusión parcial en la
integración de signos de convergencia.
Lázaro Carrcter ha documentado distintas versiones literarias del
tema del n1arido complaciente, con un clérigo como tercero en concordia: desde el punto de vista de la mujer adúltera (Rodrigo de Reinosa),
del clérigo (Diego Sánchez de Badajoz), del autor, en fin, (Sebastián
de ~orozco) 6 • Todos estos casos recortan mucho el alcance intencional
del <<CaSO>> concreto que Lázaro de Tormes relata por extenso a «"\ruestra
merced>>. En Torres Naharro encuentro precedentes temáticos que
1
Obras completas, Edic. de FOULCHÉ-DELDOSC, Vol. I, p. 176 (Cf. Y. 1Lu.KlEL,
op. cit., p. 211, nota ad calcem).
2
Segím él, los tres primeros capítulos constituyen una parodia del mito
cristiano de muerte y resurrección. E. ASENSIO califica la interpretación de Gilman
como el juego del <•adivina adivinanza•> (Cf. La peculiaridad ... >•, p. 341).
3
Mat. I2-4o.
' Según Y. ~1ALKinL, en la gran mayoría de los casos observados <•laz(d)ran
sigxtifica sufrir en el alma o en el cuerpo; en particular, sufrir un castigo infligido
por Dios o los hombres. Otras veces significa, sencillamente, trabajar. Todos estos
usos se dan en el Lazarillo. Op. cit., p. 267 y s.
6
FJ.o:.RNANDO LÁZARO CAiffiE'.rllR, Conslmcci6n y sentido del Lazarillo de Tormes.
Abaco, I, I969, p. 51 y s.
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vienen a completar más de cerca, puesto que el «caso• aparece visto
desde la perspectiva del cornudo, el cuadro de topoi esbozado. En el
Introyto de la comedia Ymenea dice el protagonista:
................................
Casém~
dend' a poguito ,·
mi mujeY luego pMw
'n aquellotra Navidad
un diablo de hijito
fJfl~ dell OYa que ntlSCW
todo semeja all A bad.
Harto, soncas, gano en ello:
que sabrá por maraujella
repicar la pistoliella
y entona,- el dauangello.
Tras d'aqueste
guiéro her un arcipresú (Gillet•. II 272).
:Más flagrante aún es el «caso• relatado en la Comedia Calamita. Jusquino, que quiere aprovecharse de la mujer de Torcazo, un semibobo
con1placicute, tras prcse11társcle como pariente, le pide:
Torcazo:
Torcazo:
Solamente le dirás
a Libina, tu mugeY,
qtee me ll.aga algun prazer.
11-fás qtce t1í le pedirás.
Es de tal c'!'sta y compás
y maner",
ta.n debota y lismonera,
tan corrida y amorosa,
tat' risue;ia y bolliciosa
que /¡az prazer a quienquiera
y es del cura toda entera
Jusquino: De ay te puede vtmir
poca renta
¿111ás por qué
Torcazo:
Porque
a
mi
cteent.a
Jusquino:
mmca de abades ·me flo.
Por Dios, nunca allá la emblo
Torcazo:
que no torne recontenta.
Jusquiuo: Pttes quiera Dios que yo mienta.
Torcazo: Sé que es tal,
que 11.0 le liará más mal
que si fuesse muger suya,
y abé::a/e el a/leluya,
muéstrale el ciri pascual ...
Jusquiuo: (¡QI4é ciervo está el animal¡). (Gillet, II. 379-381).
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Al hablar de un tema tópico, no pretendo negar la abundancia de
clérigos concubinas. El que la literatura lo aborde con tranquilidad y
buena dosis de desparpajo indica que se trata de un hecho aceptado
con tal serenidad, tan encajado, diría, en la mentalidad y convenciones
de la época, que lo que hoy nos suena a denuncia irritada era leído y
escuchado entonces con exultante regocijo. Claro que el autor del Lazarillo marca un paso adelante, señalando con el dedo un lugar y un
tiempo bien concretos: Toledo, I525-I550. Andrea Navaggero visitóla ciudad imperial en 1525 y testifica en su Viaje por Esparza que «los
amos de Toledo, y de las mujeres precipue, son los clérigos, que tienen
hennosas casas y gastan y triumpha11 dándose la mejor vida del mundo,
sin que nadie les reprenda» l. Parece que el testimonio coincide en su
planteamiento, y hasta en el tono verbal, con el Lazarillo. Pero conviene
no precipitarse. De hecho, la Inquisición no se inmuta y deja sustancialmente intacto el Tratado VII. Los .coetáneos devoran el libro y se
desternillan de risa. Pienso, por ejemplo, en fray José de Sigüenza que,
más que la novedad de la materia, admira en la obra <1el sing1elar artificio y d01~aire¡>, <da propiedad de la le11gua castellana y el decoro de la.S
personas que introduce» 2 ; o en Bartolomé Jiménez Patón, humanista
riguroso, que vitupera el «lenguaje ca~ero y comúm, al que, según él,
se reducen <<los librillos de entretenimiento y d®aire, como el de Carnestolendas, Lazarillo de Tormes .. ;~ 3 • Recomiendo, a quien desee comprender
un poco lo que hoy nos resulta tamaña incongruencia, la lectura de los.
capítulos que los Sínodos y Concilios Provinciales del xvr dedican a.
la vida y costumbres de los clérigos. En ellos la atención se centra,
preferente, en evitar que las barraganas vivan bajo el mismo techo o
que los hijos adulterinos sean empleados en oficios de la misma parroquia. Sólo con la Reforma Tridentina empezarán a cambiar las cosas.
Dios en el Lazarillo·
Se puede sospechar a priori que el uso frecuentísimo del nombre
·de Dios en un libro de tantos quiebros -66 veces Dios; I5 Señor; r
Señor Dios; I Su Majestad- no tiene un sentido intencional unívoco.
Viajes por Espaiia, Libros de Antruio, VII, :Ma<lrid. IB¡g, p. 256 y s.
Cit. por M. BATAir.LON, Novedad ... , p. 59 y s.
3
BARTOI,OMÉ ]IMÉNiiZ PATÓN, Elocuencia Espa¡iola m Arte. Toledo, I604,.
Cit. por ANTONIO VILANOVA, P1·eceptistas de los siglos XVI y XVII. Historia.
General de las L~teraturas Hispánicas, Vol. III. Barcelona, 1953, p. 664.
1
2
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En efecto, las generalizaciones de diverso signo --«usado siempre con
respeto• (Castro), <<carente de significación religiosa& (Jones 1 ), etc.:Se desmoronan en cuanto se inicia una clasificación de textos. Antes de
-entrar en ella y sobre la base de la confrontación total de las obras
citadas, hay que descartar cualquier pertinencia significativa que pudiera derivar del dato numérico de uso: el lenguaje coloquial de la época
estaba punteado a cada paso por referenCias a la Divinidad.
A)
Lexicalización
Un primer criterio de discernimiento analítico podría constituirlo
la catalogación de expresiones o segmentos lingüísticos sociológicamente
lexicalizados. La tarea no es fácil, puesto que el proceso de desemantización de una frase admite muchos grados y es, además, reversible,
total o parcialmente. Se trata, por otra parte, de matices afectivos,
perceptibles a veces con claridad en el contexto lingüístico, a veces
· sólo traducidos en la entonación oracional. Cualquiera de las exclamaciones «¡ay, Dios!», o¡por Dios!», «¡por amor de Dioslo, o¡Dios me libre!•
·O locuciones del tipo de <<Si Dios quiere», «Dios mediante» ... , se registrrut habitualmente en el lenguaje coloquial de hoy con un grado casi
absoluto de lexicalización; pero todas ellas conser-Van la potencialidad
-de ser utilizadas según su propio contenido semántico. En el LazariUo
encontramos, desde luego, bastantes casos de lexicalización absoluta:
a) exclamaciones: <<¡Oh gran Dios quién estuviera en aquella hora
sepultado ... )) (I. 78); <<no me fatigo mucho por comer, betJdito Dios»
(III. 104). El escudero repite a cada paso, como una muletilla, «por
Dios»: «Sabrosísimo pan está -dixo- por Dios!» (III. 105), <<Por Dios,.
que me ha sabido como si no hobiera comido hoy bocado» (III. 114),
~Por nuestro Se,ior, cuanto ha que en ella vivo ... » (III. II7), «Por Dios,
si con él topasse (III. 123). <<Por Dios, que está bueno el negocio», dicen,
·también, el alguacil y el escribano (V. 126).
b) juramentos: «Juraré yo a Dios que tú has comido las uvas tres
a tres•>, dice el ciego (l. 75). He de poner aquí de relieve cómo Lazarillo
no utiliza en sus juramentos esta fórmula; así, poco antes ha dicho:
«y, aunque yo juraba no lo hazer con malicia» (I. 74). El escudero, a su
vez, exclama: <<... mas, ¡vótotc a Dt:os'> (III. 120). Lazarillo utiliza solamente «Dios es testigo ... ,> (III. IIS)· Contrasta tal actitud del 1úüo y
R. O. joNr~. [¡¡froductiou a oLa Vida de Lazarillo de Tormes•, Col. Spanish
'Te~ts. lll:w.chester Uuiversity Press. p. X.."'L"'C.V y s.
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adolescente con la de Lázaro adulto que jurará con menos miramientos.
e) <<si a Dios plaze,>: es, en sus distintas formas conjugadas, la expresión lexicalizada más frecuente. A veces tiene un sentido- equivalente a <<ojalá,>. <<Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho,>, dice Lázaro
refiriéndose al haberle trincado las narices al ciego (I. 79); <plugm'era
a Dios'que me demediara'> (II. 84). Con significación propia, pero lexicalizada: <<Pues estando en tal aflicción, cual plega al SMíor librar de
ella a todo fiel cristiano'> (II. 88), <<Plega a Dios que no me muerda,
decía yo1> (II. g6), <<Pues ha tornado en su acuerdo, placerá a Dios no
será nada'> (II. g8), <<Agora, pues, come pecador, que, si a Dios plaze,
presto nos veremos sin necesidad'> (III. II3), <<Assí plega a Dt'os,>, añade
el escudero (III. ro6).
d) <<id con Dios>>; <por amor de Dios>>: son expresiones que, como la
de <<manténgaos Dios'> que en seguida estudiaremos, analizadas en su
objetiva significación directa, podrían parecer cargadas de intencionalidad crítica. Pero entran de lleno en el grupo de usos tópicos. Con un
<<Busca a¡no y vete con Dios>> despide el ciego a Lazarillo (II. 99); <•andá
con Dios1> es, según el escudero, la frase habitual de despedida de un
servidor (III. 122). <<Por amor de Dios» y <por Dios1> van siempre referidos a la limosna y caridad: <<le damos de comer lo que podemos --dicen
las buenas vecinas- por amor de Dios1> (III. 126); <<saqué unos pedazos
de pan del seno, que me habían quedado de los de por Dios» (III. 104);
<<más vale pedillo por Dios que no hurtall01> (III. rr2). En el sentido de
caridad lo utilizan los feligreses del tratado V, dirigiéndose al buldero:
<por amor de Dios lo hiciesse>> (V. r36).
En el empleo y frecuencia de estas fórmulas, aisladas o en su conjunto, no alcanzo a ver intencionalidad alguna estructural. Dicho de
otro modo: no se trata de segmentos convergentes hacia el núcleo significativo de la obra, sino marginales a su desarrollo.
B) Deslexicalizaet'ó1J
A lo largo de la novela el lector se encuentra con una serie de segmentos que, pertenecientes, de suyo, al acervo de lexicalizaciones coloquiales del xvr, están sometidos a un proceso de deslexicalización y
recobran, total o parcialmente, su significado directo. Aquí nos movemos
ya por el entramado de la construcción novelística.
a) las frases <<confío en Dios,>, <<espero en Dios>> -como cercanas
al <•si a Dios plaze>>-, y <<Dios te guíe>>, como deseo de despedida, eran
de uso tópico en la época. Pero, sin duda, en el Lazarillo acu¡nulan
indirectamente, por su situación, y aportan al contexto una carga espe(c) Consejo Superior de Investigaciones Cientificas
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cHica de intención. A propósito de su padre, ladrón, dice Lazarillo:
«Espero en Dios que está en la gloria& (I. 63). Por su parte, la ;madre
.q.conjiaba en Dios no saldría peor hombre que ~ padre& (I. 66} y, en
el momento del adiós, le da su bendición diciendo: (!Procura de ser
bueno y Dios te guíe. (I. 66). ¿Cómo no adivinar aquí uno de los polos
de simetría 1 que se va a cerrar con la referencia final al oficio regio
4etl el cual el día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de vuestra
merced& (VI~. 142) y la situación de marido complaciente, a quien con
su mujer «hace Dios mü mercedes'> (VII. HS)? Por algo la Inquisic~ón,
que, como he apuntado, respeta en sustancia el tratado, suprime, precisamente, la expresión (la servicio de Dios&, que vendría a indicar: hasta
aquí me ha guiado El, cumpliendo la confiada esperanza de mi ;madre.
b) «¡Mantenga Dios a vuestra merced!&. El escudero no acepta el
saludo y Lázaro, deslexicalizáudolo, pregunta: «¿Y no es buena manera
de saludar un hombre a otro ... decirle que le mantenga Dios.,.? ... ; por
eso tiene tan poco cuidado de mantenerte, pues no sufres que nadie
se lo pida• {III. 121). A los teA-tos aducidos por A. Castro 2 , María Rosa·
Lida a, y !". Rico 4 en prueba del carácter tópico de este J,ltotivo y del
juego de deslexicalización, quisiera añadir, por el interés de la fecha,
los que se encuentran en el Viaje de T"rquía. Allí dice Mátalascallando:
<tPues el Dios te aytule, ¿yo de quién lo aprendí sino de vos, que en mi
tierra a solos los que esternudan se les dice esa salutación?& (I. I9);
Pedro de UrdeJnalas afirma: «Yo no pido, por cierto, limosna; y a trueco
de no oir uu «Dios te ay,ule& de quien sé Jue puede dar, lo hurtaría si
pudiesse& {I. 40).
e) Las frases «Dios .te (me) ayude&, «Dios haya lástima de ...», (l.Dios
te lo dé&, «Buenas nt'evas te dé Dios& aparecen deslexicalizadas: (l Y ansí
El (Dios) me ayude, como ello me parece bien& {III. II2), (ly mejor
les ayude Dios, que ellos dicen la verdad& (VII. 143), (¡Tanta lástima
haya Dios de mí, como yo había de él& (III. 113); cTal te la dé Dios&,
replicaba Lázaro al clérigo que le decía: «mejor vida tienes que el Papa&
(II, 85); y al mismo clérigo que contaba nueve bodigos: muevas malas
te dé Dios& (II. 8g).
Podemos preguntamos ya qué tipo de función .estructural desempeñan estas deslexicalizaciones. A mi juicio, es clara: tratan de introducir
a Dios en la escena y acción de la novela como actor principal: la intervención divina se convierte, así, en U11o de los ejes de desarrollo.
Cf. LAZARO CA.luunER, Co11strucci6n ...• , pp. 64-69.
ll
llaciCJ C(n•anles, p. 99·
a Fuucióll del cuento ... , p. 357·
• 1ntrod21cci6"• p. 6o, nota 86.
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C)
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Dios ad usmn Lazari
Dios aparece como cooperador, in prosperis et adversis, a favor de
Lázaro. Para cun1plir el deseo de la madre -<<Dios te guíe))-, llevándolo
al buen puerto de <<SU servicim>, no duda en remover obstáculos e inspirarle soluciones, aunque aquellas signifiquen la vida de una persona
y éstas consistan en descalabrar, por apetito de venganza, a un ciego.
Así, Lázaro atribuye la ofuscación del astuto ciego, que le hace ir de
bruces contra el poste, a la prisa que llevaban <<y, lo más principal, .
porque Dios le ceg6 aquella hora el entendimiento (fue por darme dél
venganza)>> (I. 8r). En los seis meses que pasa con el cura de :M:aqued.a
«veinte personas fallecieron ... porque viendo el Sefwr mi rabiosa y continua muerte, pienso que holgaba de matarlos por darme a mí la vida>>
(II. 87). La ayuda divina le asiste de continuo. El calderero se convierte en un ángel enviado por Dios (II. 88), el Espíritu Santo le ilumina
para robar (II. 87) y el :mismo Dios hace que el cura, a la hora del recuento, no mH:e la oblada (II. 8g). <<Dios, que socorre a los afligidoS>>,
le sugiere la treta de los ratones como «Un pequeño remedio>>(II.gr).
<<La merced de Dios)) le sana del descalabro del clérigo (III. ror) y le
hace topar con el escttdero (III. ro2). Por eso, Lázaro da gracias al
Señor (ibid.). Si teme una reprimenda del escudero por la tardanza,
<<más mejor lo hizo Dios>> (III. II2). Sabe que en el abismo de estrechez
en que está sumido en la casa lóbrega y oscura, es Dios quien cumple
su deseo de saciar el hambre (III. II3} y El quien abre la mano (III.
rr7). La protección de lo alto alcanza su :mayor intensidad en el tratado
VII. Lázaro confiesa paladinamente que se halla asentado en su <<caso&,
po~que <<quiso Dios alumbrarme y ponerme en camino y :manera provechosa>> (VII. I4I}; ha sido Dios el que le ha guiado a la <<cumbre de
toda buená fortuna>>: la holgada posición del ínfimo de los oficios, condicionada y honrada por la aceptación del juego de marido co;mplaciente.
Nos apresuraríamos a calificar de blasfemo todo esto, si no conociéramos precedentes que docu;mentan una cierta topicidad. Pienso,
fundamentalmente, en La Celestina. La vieja tercera presume de que,
<<a Dios gracias», ella ha sido la <<corredora del primer hilado de las vírgenes de la ciudad>> (I. Auto III. I33) y confía en que, <<SÍ a Dios Iza
plazido>>, no será :M:elibea la primera que se le escape>> (I. Auto III. r38).
Aunque es vieja, ella nunca se ha cansado de hacer el amor, y <<Sabe
Dios mi buen desseo>> (I. Auto III. r38): <<Dios conoce nüs limpias entrañas, mi verdadero amon> (I. Auto V. r62). Cuando la brava :M:elibea
se escandaliza y rebela ante las proposiciones que Celestina medio le
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VÍCTOR G, I1E LA CONC:HA
hl'E, LV,
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sugiere, ésta contesta rápida: «Por Dios, señora, que me de:x:es concluyr
mi dicho ... E verás cómo es todo más servicio de Dios que passos deshonestoso (I. Auto IV. I79). -Recuérdese que Lázaro califica su última
situación como servicio de Dios-: Celestina incita a Areúsa a prostituirse, con el argumento de que «Por Dios, pecado ganas en 110 dar
parte destas gracias a todos los que bien te quieren. Que no te las .di6
Dios para que pasasen en balde por la frescor de tu juveutudo (I. Auto
VII. 250). Calisto, por su parte, dice al oir tañer las caxnpanas: «tañen
a· missa. Dáca mis ropas, yré a la Madalena. Rogaré a Dios aderece a
Celestina e ponga en coraf(51~ a Melibea mi remedio& (II Auto VIII. I9)·
Por fin, el movido diálogo del Auto XII plantea abiertamente el tema.
Exclama Calisto: «Pues, o alto Dios, «¿cómo te podré ser ingrato que
tan milagrosame1~te has obrado· conmigo tus singulares maravillas?o.
Y añade dirigiéndose a Melibca:o ¡O mi señora e mi bien todo!. ¿Por
qué llamas yerro aquello que por los sanctos de Dios me fue concedido?
Rezando oy ante el altar de la Madalena,.u1e vino con tU: mensaje alegre
aquella solícita 1nujcn. Pármeuo interrumpe: «¡Desvariar, Calisto,
desvariar!. Por fé tengo, hermano, que "o es cristiano. Lo que la vieja
traydora con sus pestíferos hechizos ha rodeado e fecho dize que los sanctos
de Dios se lo han concedido e impetradoo (II. Auto XII. 85-88). Idéntico
procedimiento aparece utilizado en La Lozana andaluza. En los comienzos de la novela nos encontramos con uua escena de despedida que,
aunque estructurada de n1odo diferente, in extenso, anticipa la del Lazarillo de su 1nadre. Aquí la tía de Aldonza le recomienda: «Hija, sed
buena, que ventura n'os faltará& (I. 38); y añade poco después: <mo os
tiene Dios olvidada& (II. 39). Al igual que Lázaro tras el coscorrón, Aldonza se siente sola y piensa: «Yo sé muncho; si agora non me ayudo en
que sepan todos mi saber, será ninguno& (V. 45 y s.). Al final de su vida
se mantiene segura de que u1o me faltará la merced del Señon (XLI.
I73)· Podrían añadirse otros lugares literarios en que se atribuye a Dios
la imaginación de un recurso de éxito en medio de la dificultad. Cito,
por su semejanza léxica con el Lazarillo, el caso del Viaje de T1-1rquía
donde Pedro de Urdemalas cuenta que, ante la amenaza de· muerte
si no se hacía turco, << ... volvíme ai verdugo, alumbrado del Espíritu
Sancto, que ya era la muerte tragada, y díjele: «Haz lo que te han mandado)> (I. II5)· El gesto de estoicismo le salva de la ejecución. Todos
estos lugares han de condicionar la valoración de aquellos textps del
Lazarillo en que Dios aparece «ad usum Lazari», como jefe de la familia
picaresca, según la apreciación de Hans Jauss 1 •
l
tDas mystiche Vokabuliir rückt ue11 Schclluenstrcich ill den Aspekt eiuca
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
253
Lázaro orante
Conviene precisar aquí el grado de trascendencia de este Dios. Hablemos de la oración en el Lazarillo y de Lázaro orante. Son muchos los
críticos que, siguiendo la lectura de las interpretaciones judaizante,
erasmista o iluminista, adivinan en la novela un buscado contraste
entre la oración de los estamentos populares, formulista, vocal, fuertemente impregnada de superstición, y la más pura, mental, interior
de Lázaro. Ejemplos expresivos del primer modo abundan, sin duda,
en el II tratado. El ciego tenía como <coficim> recitar oraciones por encargo estipendiado y a fé que en esto <cera un águila: ciento y tantas
oraciones sabía de coro ... Decía saber oraciones para muchos y diversos
efectos ... >> (I. 68). Lázaro elogia el empaque exterior con que el ciego
cumple su cometido, horro de cualquier vibración religiosa y en fraude
continuo. La verdad es que la descripción de esta religiosidad meramente
oracional no constituye nada nuevo. So pretexto de ir a pedirle <cuna
oración ... que le dixeron que sabías de sanct.1. Polonia para el dolor de
muelas>> (I. Auto IV. r8r y rgr), conecta la vieja Celestina con Melibea.
Muy devotas son, también, en este sentido, según la Lozana, las putas
de Zocodóver (XX. ror). Las alusiones se tornan denuncias explícitas
en el Viaje de Turquía. Habla Mátalascallando de los mendigos que
<ccon sus voces ordinarias son a la puerta de la iglesia en la inisa mayor y
en las menores de persona en persona, que aún de la devoción que quitan
tienen bien que restituin> (I. zr). Todos estos casos y otros muchos que
podrían aducirse, reflejan la conciencia social deformada de lo que vengo
llamando un <cDios ad usum>>, al que puede manipularse mediante determinadas fórmulas eficaces -superstición mágica-: un Dios, en suma,
escasamente trascendente. En el Viaje de Turquía encontramos repetidas
veces defendida la actitud contraria. Es la que, por ejemplo, encarna
Pedro de Urdemalas cuando confiesa que, en peligro de ser descubierto
por los jenízaros, no tuvo <cninguna cuenta con los pater nostres que
rezaba, sino con solo estar atento a lo que decía>>; y añade: <<¿Luego
pensais que para con Dios es menester rezar sobre taja?>> I. 233 y ss.).
¿Se da algo semejante en el caso del Lazarillo? No alcanzo a verlo.
Seis veces alude Lázaro a su propia oración. Durante su permanencia con el clérigo, como quiera que en los mortuorios saciaba el hambre,
<<rogaba a Dios que cada día matasse el suyo>> y así especifica que, al
Gna<lcrwicscs umlliisst Gott glcichsam als Komplizcm <les Schclmcn crschcincm.
H. R. ]AUSS. Ursprung mrd lledetttzmg der Ich-Form in Lazarillo. R], 1~57,
p. 299. Cf. GII.MAN, op. cit., p. 158.
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dar la extreJUaunción, <<no era el postrero en la oración, y con todo. nü
corac;ón y buena volw1tad rogaba al Señor no que le echasse a la parte
que más servido fuesse, como se suele decir; mas que lo llevasse de este
mundo» (II. 86 y s.). Cuando el calderero inicia su tarea, Lázaro le
ayuda con sus dlncas oraciones» (II. 88) y, en tanto el clérigo cuenta
y recuenta los bodigos, en (lmi secreta oración y devocioues y plegarias
decía: ¡Sant Juan y ciégaleh> (II. 8g). Por dos veces su oración es de
acción de gracias: en el momento de topar con el escudero (III. :toS) y
cuando éste logra un real (III .. u8). Por último, al comprobar que el
hidalgo, lejos de remediar su angustiada situación, la empeora, pide
oa Dios muchas veces la muerte» (III. :ro8). Hay que añadir a esto dos
soliloquios oracionales. Uno referido a la brevedad de los placeres de
la vida y a las continuas asechanzas que padecemos (II. g:r) y el otro
de reflexión sobre los padecimientos de la honra: (!cuántos de aquestos ...
padecen ... lo que por Vos no sufriríatu (III. no). Pues bien, sólo en
este últhuo Lázaro sale fuera de la órbita de concepción de uu «Dios ad
usum&. liu el resto <le los casos, incluso en la acción de gracias, el impulso
oracional revierte y se cierra sobre el yo y sus necesidades inmediatas
concretas. A esto le empujaba la vida misma. Era, también, lo que le
enseñaban sus maestros. Lo revela el propio Lázaro al contar su· destreza
e11 el pordioseo: (!Con baxa y enferma voz y inclinadas mis manos en
los senos, puesto Dios ante mis ojos y la lengua en su nombre, comienc;o
a pedir pan ...» (III. :rr2). Podría pensarse en una vivencia religiosa.
Pero no nos deje1nos engañar: está iJUitando al ciego, quien, <<después
de Dios&, le dio la vida (I. 67) 1 • El mismo nos lo descubre: (!Como yo
este oficio le hubiese mamado e11 la leche, quiero decir que con el gran
maestro, el ciego, lo aprendí, tan suficiente discípulo salí que ... & {loe.
cit.).
La devoción o el engaño a los ojos
·Por fuerza debo referirme aquí, en un análisis del plano léxico, a
los argumentos sobre los que suele alzarse la tesis de un Lázaro orante
espiritual, interior. La afinnación de :Márquez Villanueva de que, a
lo largo de los tres primeros tratados, vemos a Lazarillo «en sufrida y
piadosa conuuúcación co11 Dios,>, ·no aparece documentada. Sin duda
él no ignora la enor¡uc fluctuación semántica del léxico religioso del XVI,
1
Qlúsiera notar que esta expresión es tópica. La vieja Celestina dice: •Yo
le fize hombre, de Dios en ayusot (I, Auto VII, 233).
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puesta de manifiesto por Margherita Morreale 1 . Ni una sola vez se
encuentra en la novela el vocablo <•piedad>> que, por lo demás, es usado
en la época con significación casi exclusiva de caridad, compasión y
lástima, ligado, sobre todo, con la voluntad y el afecto 2 • Pero, lo que
es más importante, tampoco se hallan datos de asimilación de la <<pietas1>
erasn1iana, la piedad ilustrada, que, según Alfonso de Valdés, co11siste
en un conocimiento de Dios no por ciencia, sino por experiencia y revelación 3 • Márquez, además de aludir al desinterés de Lázaro por los
actos de culto -punto que contemplaré más adelante-, aduce como
prueba clara de una <<bien definida oració11 mental de Lázaro)> el texto:
<•Y en mi secreta oración y devociones y plegarias)> (II. Sg), <<cuyo uso
-añade- contrasta con el que se hace de la vocal como simple artificio
para medir el tiempo --<ry en dos credos le hice invisible~~~> (II. 8g).
He de notar que esto último constituye un to-pos coloquial, aún hoy,
para indicar la rapidez de una acción; en _la literatura del xvr se da
abundante casuística: en la TiHcllaria, por ejemplo, leemos: <<q1tcriéndolo
vos pagar/ c·nantcs qttc 1m credo passe1> 4 • En cuanto al texto del tratado II,
¿es lícito interpretar como . mental una oración que -léase íntegra la
frase- desemboca en una petición tan concreta como <•¡Sant Juan, y
ciégale!» (II. 8g)? Desde luego que 110. El adjetivo <<Secreta>> que parece
sugerir interioridad, lo encontramos aplicado en La Celestina a las
prácticas piadosas. Dice Celestina: <•E aquestas en tiempo onesto, como
estaciones, processiones de noche, missas del gallo, missas del alua é
otras secretas deuociones. Muchas encubiertas ví entrar en su casa1> (I.
Auto I. 7r). Melchor Cano destaca en su Censura de los Comentarios
de Carranza el carácter quietista y aún fatalista de la oración de ·los
· alumbrados, quienes <<no pedían cosa particular a Dios sino jiat voluntas
iua y entendían que así en los males como en los bienes, porque tenían
por perfection conformarse con la voluntad de Dios, aunque los quisiese
llevar al infierno>> 5• Estamos en los antípodas del texto del Lazarillo
¿Devoción o piedadi' Apmztaciones sobre el léxico de Alfonso y }ua1z de Valdés,
RP F, 1956, VII, pp. 365-388.
2
«Usando vos de piedad y misericordia>>, dice Pedro de Urdemalas al fraile
del Monte Athos (Viaje. I. 248). Y Celestina: «Que, pues en tu mucha virtud
me faltó piedad ... Pero ya sabes que el deleyte de la venganza dura un momento
y el de la misericordia para siempre• (I, Auto IV, r8r y s.).
a Cf. M. MoRREAI.E, Op. cit., p. 377·
' Gn..I,4"'T, Il, 252.
6
FERMÍN CADAI.LERO, Vida del Ilmo. Melcllor Cano. Madrid, r87r, Apéndice
58, p. 558 (Cf: ANTONIO MÁRQUEZ. Origen del iluminismo. Revista de Occidente,
jmtio 1968, p. 328. En prensa este articulo, aparece el libro del mismo autor,
Los alumbrados. Orígenes y filosofía (rs:z5-1559). Madrid, Taurus).
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que_ comentamos. Más todavía. Entiendo que es· precisamente en él
donde se confirma de manera expresa la inserción del protagonista en
el mw1do oracional inmanente de un <cDios ad usu¡m. En virtud de la
aludida fluidez semántica, Lázaro yuxtapo11c, en identidad, los térntinos;
q.secrcta oracwn, devociones y plegarias&. Se trata de una expresión- de
redundancia, gemela en la estructura a aquella de Calixto: .Sin dubda
encomparablen1ente es mayor tal galardón, que el seruicio, sacrificio,
deuoción é obras pías, que por este lugar alcan~ar tengo yo a Dios.
offrescido& (I. Auto I. 32). Margherita Morreale afirma en su monografía que, durante «las décadas más agitadas del XVI y en los ámbitos.
de mayor fermentación espiritual, el término devoción padece un oscu-recimiento: le acompañan voces peyorativas como ceremonias y cere-·
moniático, superstición, escrúpulo». ¿Qué ocurre en los estratos menos.
cultivados espiritualmente?. Una búsqueda minuciosa en las cinco
fuentes que constituyen la base de mi estudio, permite fijar las siguientes.
conclusiones semasiológicas: r. DEVOCIÓN, siugula.r. Poco usado: A)
sentido de fervor: los mendigos <<aun de la devoción que quitan tienen
bien que restituin (Viaje. I. 21); si los peregrinos de Sant Juan de·
Ortega no obtienen gracia, «Será por la poca devoción que llevan» (Viaje ..
I. 78). B) it~tensidad de sentimiento o afectos: se utilizaba constante-,
mente en sentido profano; así leemos en la II de las Epístolas familiares
de la Propalladia: «Y es razón 1pues c01' tanta devoción tu querer en mí"
se pinta 1que quédasse el cora fÓn 1de la color de la tinta& 1 (Gillet I. r8g).
Con la llegada de la <<devotio utoderna& a España, según frase de Ortega~
«la religión se hizo devoción&. Como es natural, la Pasión de Cristo constituía una fuente segura de conmoción espiritual y afectos." Torres Naharro exclama en la Contemplación al CrucifixQ: «Dame tu gratia, Seiior,l
por tal s01~, 1y ta1' cierta devoció11/ y tal parte en tus enojos; 1que, pensatzdo tm tt~ passión 1se me salga el cora fÓn 1estilado por los ojos» (Gillet
I. 204). C) sentido actual de devoció1' a un satlto o lugar: <<gran devoció" tienen todas estas naciones extranjeras (a Santiago) (Viaje. I. 22).
D) religiosidad en general: << ... y si por sen1ejante quisiere escrebir .la
bondad, honestidad, devociótl, caridad, castidad .. ·'> (La Lozana. Apolog_
247) .-2. DEVOCIONES, plural: significa <<oraciones» o, en un sentido
más amplio, prácticas piadosas. Alicia pide a Celestina: «ruega en tus
dettoci01'es por su salud a Dios1> (I. Auto IV. r63); Pármeno dice: «•••
porque nos entremos por la yglesia e ueremos si ouiesse ac3;bado Celes-tina sus deuocioues& (II. Auto IX. 24). En el Bando con que Cupido
convoca al «Concilio de los galanes y cortesanas de Ronta&, ·dice a estas.
últimas: «Y si vuestras devociones os haceu en Roma estar, 1en Bolonia.
ay estaci01~es, / ind11lgentt"as y perdones 1qt4antos quisierdes ganar» (Gi(c) Consejo Superior de Investigaciones Cientificas
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
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llet. I. 253). Bien se aprecia que el término <<devociones)>, aunque de
suyo tiene un significado objetivo -oraciones o prácticas-, acumula
frecuentemente en el contexto, por la persona a que se refiere, una dimensión degradada, peyorativa. Es el caso de los textos citados. Por el
contrario, en el tratatlo II del Lazarillo el vocablo está usado en el sentido directo objetivo.-3. DEVOTO: A) con significación de <ifervorosOI>
o <<cargado de afecto11, es aplicado a las oraciones: Celestina pide a Melibea <<Una oración que ella sabía, 1mty deuota1> (I. Auto VI. 219); el
buldero <ccomienc;a una oración no menos larga que devota con la cual
hizo llorar a toda la gente, como suelen hacer en los sermones de Passión (V. 137). (Recuérdese el texto de Torres Naharro que acabo de
citar). B) <<actitud recogida)> que traduce externamente el fervor: Lázaro
admira en el ciego << ... un rostro humilde y devoto que con muy buen
continente ponía cuando rezaba, sin hazer gestos ni visajes con boca
ni ojos1> (II. 68). C) <piadoso)>, aplicado a personas: <<que muchos viejos
dcttotos hauía -reconoce la Celestina- con quien yo poco medraua1>
(II. Auto IX. 4ú); Sosias rccomic11tla <cyr lllUY callando, porcptc suelen
leuantarsc a esta hora ... los deuotos de templos, monesterios e yglesias1>
(II. XIV. 121). D) es frecuente el uso en sentido irónico peyorativo:
Sempronio recomienda a Calisto: <<Por Dios, que huygas de ser traydo
en lenguas, que al muy deuoto llaman ypócritm> (II. Auto XI. 66). En
esta línea parece inscribirse, como veremos, el calificativo que Lázaro
otorga al buldero: <<el devoto señor mío1> (V. 136). Ocurre, sobre todo,
en femenino y estrechamente vinculado a las cortesanas, a las cuales
Francisco Delicado llama paródicamente <<devoto femíneo sexm> (Epíst.
257). Celestina habla de cómo los clérigos de todas dignidades, <<cada
qual, como lo recebía de aquellos diezmos de Dios, así lo venían luego
a registrar para que comiesse yo é aquellas sus dcuotas1> (II. Auto IX.
47); antecedente claro de la recomendación de Lázaro: <cno nos maravillemos de un clérigo ni ele un fraile, porque el uno hurta de los pobres
y el otro de casa para sus devotas)> (II. 65).-4) DEVOTAMENTE: A)
<fervorosamente)>, con intensidad de afecto: el buldero encomienda a los
fieles <<a que muy devotamente suplicassen>> (V. 136); B) <<recogimiento
exterion>, que traduce el fervor interno: <<muy devotamente le ví oir rnissa
y los otros oficios divinos1>, dice Lázaro del escudero (III. 102).
Confirmado el carácter común e inmanente de la oración de Lázaro, tratemos ahora de apresar en el tratado V, apoyándonos en estos
datos semánticos, el significado propio de los vocablos pertenecientes
a la familia léxica <cdcvocióll>), así como su alcance dentro de la estructura
general de la novela. Existe, a mi entender, un paralelismo de estructura
léxica entre los engaños del ciego rezador y el que el buldero lleva a
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cabo. Lázaro habla allí de «oficio& (I. 68) y aquí de megocio» (V. 131);
alaba en aquél su compostura de rostro devoto, que él mismo imita cuando ·
tiene que pedir lin1osna -((Con baxa y enferma voz y inclinadas mis
manos en los senos puesto Dios ante mis ojos y la leugua en su nombre•
(III. II2)-, en actitud muy semejante a la del buldero, quien (ISe
hincó de rodillas en el púlpito, y puestas las manos y mirando al cielo,
dixo...t (V. 134). La atención que en sus descripciones presta Lázaro
al aspecto externo y, en concreto, a las manos y a los ojos -dos veces
aún volverá a pintar al buldero «con las manos y los ojos puestos en el
cielo• (V. 155), ~uestas las manos al cielo y 'los ojos que casi nada se
le parecía sino un poco de blanco» (V. 137)- no parece casual ni desprovista de intencionalidad. Hay, viene a decir, un aspecto de devoción
engañoso. El del ciego rezador, cuyo rostro «humilde y devoto• y grave
voz (I. 68) aseguran un éxito, también probado por Lázaro. El del
buldero -«devoto señor núo._ que engaña a las gentes con la apariencia
de sufrida humildad y divina contcn1plación. Igual el del escudero,
al que Lázaro juzga persona de bien por su apariencia de honor, porque
ha atribuído a la Providencia el que el muchacho topara con él -«Seguíle, dando gracias a Dios por lo que le oí• (III. 102)- y porque «muy
devotamente le vi oír missa• (III. · 102), y el cual, más tarde, se mostrará
capaz de toda ruindad, con tal de salvar su porte externo (III. 135).
La ligazón estructural, en esta veta temática, entre el hidalgo y ellbuldero aparece clara en los respectivos soliloquios de consideración· generalizadora: a) «¿A quién no engañará --dice a propósito del tercer
amo- aquella disposición? ... ¡Oh Señor, y cuántos de aquestos debeis
vos tener por el mundo derramados.. .!& (III. no); b} «¡Cuántas de
estas deben de hacer estos burladores entre la inocente gente!&, exclama
al final de la farsa· de las bulas (V. 138). Todos tres -ciego, escudero y
buldero- coinciden en poseer una habilidad o astucia para el engaño,
que Lázaro admira como eficaz instrumento en orden a abrirse paso
en la vida. Varias veces califica al ciego de astuto {I. 68, 71 y 74),
y le alaba como sagaz (I. 68), sagadsimo (I. 75), mn águila en su oficio1>
(I. 68), de gran entendimiento (I. 74), ingenioso (I. 75), prudente
(ibid.). Del escudero afirma que <<quien no le conociera, pensara ser.
muy cercano pariente al conde de Arcos1> (III. rog), y, a renglón seguido, plantea la pregunta transcrita: «¿a quién no engañará aquella
buena. disposicióu y razonable capa y sayo?»; el propio hidalgo, por
su parte, se confiesa presto a formar· con éxito en el gremio de los astutos (III. I24)· Por lo que se refiere al buldero, Lázaro le exalta entre
todos los ·echacuervos como <cel más desenvuelto y desvergonc;ado y
el mayor echador de ellas (bulas) ... porque tenía y buscaba modos y
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
maneras y muy sotiles invenciones& (V. IJI); y cuenta uno de sus
<<mil mañosos artificioS•>, <<muy sutil•>, precisamente para probar <<bien
la suficiencia>> (V. I32) del «industrioso y inventivo de mi amo>> (V.
I38). He de aclarar, de paso, la inexactitud de la apreciación de don
Américo, según el cual el buldero utiliza <<la sacra ocasión de la misa&para sus artimañas. Según el texto, el pueblo es convocado a la misa
y, como acción distinta, al sermón-despedida de la bula (V. IJJ). El
recurso, en suma, a una explicación de tipo coyuntural -iluminismo
o erasmismo adversus religiosidad tradicional-, además de no encontrar
un apoyo positivo, se queda corta. Lázaro no era un espíritu nuevo.
Y al autor de la novela, adscrito por Bataillon a la <<gran familia de los
espíritus libres>> 1 , no le interesan las anécdotas en sí mismas -.-picardía
de los ciegos mendigos, fatuidad de los hidalgos arruinados, intolerables
abusos en la mercancía de las bulas- sino en cuanto, engarzadas, estmcturadas en convergencia léxica, contribuyen a esclarecer el <<caso•>
de su criatura, clave de la novela. Así pues, aunque con distinto planteamiento de motivación y desarrollo, los ircs episodios rcspoJ1dcn a
una filosofía común: la del engaño a los ojos. El inocente Lazarillo del
conlienzo del relato se convierte en el desengañado Lázaro del Tratado VII, porque la vida le ha enseñado que los valores más altos -religión, honor- son muchas veces pura apariencia.
Inquisición sobre la ortodoxia
Hablamos del Dios de Lázaro. Pero, ¿es El, realmente, el Dios de
los cristianos? Américo Castro anota la ausencia, en un lenguaje tan
popular como el del Lazarillo, de los no.mbres de Jesús, La Trinidad y
María, así éomo la escasez del santoral. Esto significaría, según él,
<<dejar en hueco lo que en el cristianismo no es común con la religión
mosaica•>. He rastreado cuidadosamente La Celesti?za, La Lozana y la
Propalladia; descarto en esta ocasión el Viaje, porque, al describir la
vida lllOllástica y cristiana en general del área mediterránea, forzosamente ha de utilizar a cada paso dichos nombres. Pues bien, el nombre
de Jesús sólo aparece en La Celestina en forma de excla;mación, simple,
duplicada o triplicada,· y es usado: una vez por la vieja (I. Auto I. gS)
y por Elicia (II. Auto VIII. JI), dos por Melibea (I. Auto IV. I78 y s.)
y tres por Areúsa (I. Auto VII. 248, 257 y II. AutoXV. I34); no
aparece en La Lozana y se da sólo seis veces en las ocho comedias de
1
Novedad ... , p. 18.
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VÍCTOR. G. DE LA CONCHA
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Torres Naharro: cinco veces en la Jornada IV de la Calamita. (Gillet, II.
428, 429. 446 Y 454) YWla en la Jornada V de la Aquilana (Gillet, II.
557). Encontramos, además, en la Jornada I de la Seraphina «¡Per lo
ventre de Jhesul» (Gillet, II. 14), en la V de la Trophea, «¡Ho dot' al
Verbo devino!» (Gillet, II. 132), en la Tinellaria -Jornada III- «¡Voto
a Dios, si fuesse Christol» {Gillet, II. 226) y en la V de la Yme"ea, «Plega
al devino Messías» (Gillet, II. 319). No se da referencia alguna en la
Soldadesca ni en la ] acinta. Como prácticamente inexistente puede
juzgarse el vocablo «Trinidad,>, que sólo se encuentra una vez en la
Jornada V de la Seraphina; «Válame la Trinidad!& (Gillet II. 71). El
nombre de María aparece dos veces, también en forma de exclamación,
en La Ctlesti1Ja, en boca de Pármeno {I. Auto VI. 209) y de Calisto
(II. Auto XIX. 184); no se da en La Lozana y es, en cambio, relativamente usual, pero siempre en foru1a exclamatoria lexicalizada, en Torres
Naharro; «Virgen María,> aparece ocho veces en la Seraphina {Jornadas
I. S y 16; II. 25, 28, 31 y 32; IV. 64; V. 73) y una en la Tincllaria
(Jornada III. 225), }:"menea (Jornada I. 285), Calamita (Jornada
IV. 428) y Aquilana (Jornada l. 478); «la Virgen Nuestra Señora&,
una vez en la Calamita (Jomada IV. 430) No se da referencia en la
]aci1~ta ni en la Trophea. Hay que añadir dos alusiones a <1Santa María
de Agosto& como indicación temporal: Tristán, en el Auto XIV de La
Celestina (I. 121) y en el Introyto de la Soldadesca (Gillet, II. 142) 1•
Por lo que hace, finalmente, al santoral, es absolutamente reducido
en La Celestina; en ella, como en el Lazarillo, encontramos dos veces
<1Sant Juam: <<Sea lo passado questión de Sant Juan&; dice Sempronio
(II. Auto VIII. 16), frase cuyo núcleo semántico es el mismo del <<a
tercero día hacían1os Sant Juam (I. 74) 2; la vieja Celestina invoca,
sobre Areúsa, la bendición del <~ñor Sant Miguel, ange.l,> (I. Auto VII.
249). En Torres Naharro no hay Ull criterio uniforme de uso: en tanto
que en la Trophea se nombra a San Martín (Gillet, II. · 122), San Pedro
(IV. 123), San Pelayo (IV. 127) y Sant Llore.nte (V. 133), en el resto
de las comedias aparecen, sólo esporádicamente, Santo Thomás apóstol
(Ymcnca. Jornada I. 283), Sant Agustín (Jacinta. Jornada IV. 352),
Sant Rodrigo (Calamif.a. Introyto. 369) y Sant Juan y Santa Clara
( Aquilana. Introyto. 460 y Jornada II. 487)· Los datos obtenidos
Cf. GILLE'l', III, 387, núm. 30, donde se encuentra abundante documentación folklórka sobre este topos.
~ Adem{LS <le ser u11..1. fiesta riqtúsima en tradición folklórica, el dfa de San
Juan era el seiin.lmlo para pagar las re11tas y cambiar de amo o sirviente (Cf.
GILI.E'l', lll, 387, núm. 31).
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
261
en este cotejo privan de fuerza argu¡nental la advertencia de Castro.
En efecto, 110 se puede afirmar documentalmente que en todas y cada
una de las obras literarias del XVI abunde la onomástica religiosa. Desde
luego, el vocablo que con más frecuencia se utiliza es <<Dios)>; «] esús)>,
<<María)> y los santos aparecen -siempre, nótese bien, lexicalizados en
exclamaciones-- de forma esporádica ,y circw1scrita a la expresividad
coloquial concreta de algún protagonista.
A)
Lázaro ante la
E~ecaristía
He aquí un tema en el que, desde diversos ángulos interpretativos,
a veces contradictorios entre sí, los críticos quieren ver reflejada la
peculiar religiosidad de Lázaro y del Lazarillo en general. Suelen aducirse en este punto tres pruebas de falta de fe (Castro, Gilman) o de una
fe heterodoxa (M. ]. Ascnsio, Márquez Villanueva, l)ipcr, entre otros):
el desinterés de I,ázaro por la Misa, la parodia eucarística del arcaz
y el juramento sobre la hostia consagrada. Contemplemos cada una
por separado. r. La primera de ellas se condensa en la observación,
hecha en prin1er lugar por Castro y que muchos con1parten, de que cuando
Lazarillo topa con el escudero y le acompaña a la iglesia, dice <<le ví
oir Missa>>, pero no dice que la oyera él: luego no cree en la Eucaristía.
Con todos los respetos, entiendo que tal interpretación constituye una
clara extrapolación de contexto. El dato <<muy devotamente le ví oir
missa>> se iuscribe en el proceso descriptivo de observación y juicios
que Lázaro va haciendo sobre el escudero. Veamos. El diálogo de contrato ha sido muy breve. Algo le dice interiormente al muchacho que,
por fin, ha encontrado la suerte. Se lo hace sospechar de entrada, como
sugería poco· más arriba, un doble motivo: religioso y de honor. Para
Lázaro representa 1nucho el que el escudero atribuya su encuentro al
favor de la Providencia divina. El dato converge en significación hacia
el núcleo estructural de la novela, puesto que una vez más Dios protege
a Lázaro, poniéndose ~parece- <cad usum Lazari)>. La otra causa,
simultánea, de la .repentina entrega del muchacho al escudero es que,
según propias palabras de aquél, <<me parecía, segun su hábito y co1ztinente, ser el que yo había menesten> (III. roz): fuerza del aspecto de
honor. De inmediato, el hidalgo ha ordenado -nueva muestra de autoridad que la honra confiere-: <<Pues vente tras mb>; y echa a andar con
paso decidido. Lázaro dice: <<seguíle ... >>, <<llevóme tras sí gran parte de la
ciudad>>. En este punto comienza el genial proceso de observación y
juicio a que me refiero. A) <<Era de maiiana)>, acota Lázaro; pasan
4.-II
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VÍCTOR. G. l1E LA CONCHA
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las plazas del mercado y el muchacho espera que de un momento a otro
su 1mevo dueño se detenga y señale las mercancías de su preferencia, ·
pero el hidalgo sigue a su paso; B) Lázaro piensa: «por ventura no
lo ve aquí a su contento& (III. roz). A) «Et~tonces se entró en la iglesia
mayor y yo tras él, y muy devotamente le ví oir missa y los otros oficios
divinos ... &; B) No nos dice expresamente lo que pensó, más evidentemente se ratifica en la convicción de haber topado con un hombre importante, con su hombre. El proceso continúa estructurado mediante
la ilación temporal: era de 11~1ia1ta, entonces. A) «E1úmtces salimos
de la iglesia. A buen paso tendido ... &; B) «bien consideré que debía ser
hombre ... que se proveía en junto, y que ya la comida estaría a punto ... J>
(III. IO& y s.). Y así... hasta el desengaño. En todo el proceso, al autor
no le interesa poner de relieve en la acción del Lazarillo más que la atenta
observación, sin pestañeo, el atisbo del menor detalle que pueda confirmar venturosamente su esperanza. Parece que podría añadirse aquí
a nuestro favor la expresa declaración de Lázaro de que el ayudar a
misa fue una de las «ulil cosas bucuas& que le aprendió el ciego (II. 83).
El calificativo <~buenas~>, siu e1nbargo, conlleva en este caso una clara
especificación sc1nántica conte:ll..-tual de pragmatismo: cosas buenas
--cosas útiles. En todo caso, ningún gesto de presencia de Lázaro en
el culto --en el tratado VI lo vemos entrando ~n la iglesia mayor (I39)induce a pensar en falta de fe teórica o práctica.
2. No es difícil -y mucho menos debía serlo eri el siglo XVI-.
descubrir en el episodio del arcaz una relación paródica con la eucaristía:
hay \.111 arcaz-sagrario, donde están reservados los bodigos en los que
Lázaro ve la «cara de Dios& y a los que adora sin osar recibir; el clérigo
guarda celosamente la llave de este tabernáculo, pero un ángel enviado
por Dios, el calderero, abre a Lázaro las puertas del paraíso. A. C. Piper 1 va aún más lejos y estruja al máximo el contenido simbólico poten:cinl de estos y otros elementos que, a su juicio, destilan una virulenta
sátira eclesiástica. En el episodio, explica, contienden la Iglesia oficial,
representada por el clérigo, y el pueblo de los pobres'que busca a Dios
por los cauunos 1nargiuales del iluminismo. Lázaro, el pobre, está <<excomulgado& de la participación eucarística y el clérigo, falto de caridad,
le priva del pan de vida, profanando las palabras del Señor en la Ultima
Cena: <<Toma, come, triunfa, que para tí es el murido&. Dios envía su
ángel a socorrerle y Lázaro entra en el paraíso. Todo parece resuelto.
Pero la Iglesia oficial es fuerte y ve en ello un pecado de herejía: Lázaro1
T!Je Brcacily Paraclise of •Lazarillo de Tormest. Hispania, I96I, XLIV..
pp. z69-271.
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
263
será, así, expulsado del paraíso, precisamente traicionado por el silbode la llave-serpiente genesíaca. Concluye Piper: <<Once the priest has
ferreted out heretic he ba1úshes hin1 fron1 his house. Satisfied that
the arcaz is 110w safe and that the <<key to salvation» is no langer in
unauthorized hands, the priest crosses himself and shuts the door. The
«altar» is now secure, and the door has beem firmly. Closed to further
heretical movementS» (p. 271). Este maximalismo interpretativo resulta, a todas luces, infundado. No parece, en efecto, coherente el que
Dios se alíe primero con Lázaro y enseguida con sus enemigos. Tampocoson admisibles algunas de las referencias simbólicas establecidas. Fue
Cejador el primero en relacionar las palabras del clérigo de Maqueda
con las de Cristo en el Cenáculo (Mat. 26, 26 y s.) 1 • Pero ni la semejanza
textual parece estrecha ni se ajusta al contexto inmediato de la novela~
ya que la parodia eucarística comienza más adelante. En ambos sentidos.
textual y contextua!, las palabras del cruel sacerdote evocan más de
cerca aquéllas del rico avaro: <<Hombre, tienes bienes acunmlados para
muchos años: tíunbate, come, bebe y date buena viua>> (Luc. 12, rg).
'todo se relativiza más aún al comprobar que se trata de un tcrpos, señalado ya por F. Rico 2 : en La Lozana, Leonor, refiriéndose a Aldonza,
dice: <<Bien parece que come, y bebe y triumpha>> (XLVIII. rgz); poco
antes había afirmado la protagonista: <<como a mis espesas y sábeme
bien, y no tengo envidia al Papa, y gánolo, y osténtolo>> (XLIV. r8r).
Tampoco debe especularse mucho con las reiteradas anteposiciones
de <<Como dicen>>, <<ansí dicen>> al sintagma <<cara de Dios>>; se trata de
engarzar en la parodia una costumbre popular documentada por Correas y que debía de estar muy extendida ya que Pedro de Urdemalas
la observa también entre los turcos (Viaje. II. IIg). Lázaro Carreter,
por último, .ha indicado el carácter folklórico del paso de la serpiente 3 •
A pesar de estas restricciones interpretativas, ¿no nos encontramos
aquí con una sacrílega profanación, reveladora de increencia o herejía?
Digamos, ante todo, que según documenta E. Asensio 4 , el pueblo
del xvr, muy habituado a la alegorización de textos sacros, adivinaba
enseguida la relación de un hecho o situación con Cristo o la liturgia.
<<Por mucho que nos choque, afirma, raros eran los que se escandalizaban
de que el poeta calcase la Pasión de Cristo sobre el te}..-to que celebraba
1
2
3
4
Edic. del Lazarillo. Clásicos Castellanos, p. n6.
Cf. F. Rico, Introd¡¡cción, p. 33, nota 36.
Comtmcción y sentido, p. 90.
La pectlliaridad... , p. 342.
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la pasión, azotes y afrentas de un ladrón con1o Escarramám. Recordemos
que Quevedo en el Buscón teje la descripción de las novatadas de Alcalá
sobre el cañamazo de la narración evangélica de las afrentas de Cristo 1,
La glosa o doble juego paródicos con textos bíblicos o litúrgicos son
abundantisimos en las obras que vengo cotejando. Hoy nos deja atónitos, por ejemplo, aquel diálogo de Semproruo y Calisto, parodia del
Génesis 19, 4· Dice SemproxúCX<... no pensaua que hauía peor inuendón de pecado que en Sodoma&. Calisto, extrañado: c¿C6mo?&. Sempronio:
«Porque aquéllos procuraron abominable uso con los ángeles no conocidos é tú c01~ el.qf'e c01tjiessas ser Dios& (I. Auto I. 44). Pues bien, el
único efecto que tan blasfemo despropósito produce· en Calisto y en el
auditorio es la risa: «¡Maldito seas!. que fecho me has reyr, lo que no
pensé ogaño&. lA Lozana utiliza para sus chistes fálicos el cirio pascual
(XVII. 88) o la «Sede vacante)) (XXVII. 127). Pero es, quizás, Torres
Nalmrro, a quien nadie acusó de heterodoxia, quien nos brinda las
parullias lll{ls populares y atrevidas. llscogeré solamente algunas de
las eucarísticas. En la Jomada IV de la Tiuellaria, Escalco, Canavario
· y Barrabás empinan el codo hasta la borrachera con esta parodia del
«Domine non sum dignus& y del «Quid retribuanu, oraciones que el sa.cerdote ·recitaba antes de comulgar el cáliz:
Escalco:
Canavario:
beue, sús, que no ay tal cosa.
Ttí, Seiior, me redemiste
por la tu sangre preciosa;
110 soy digno
de better agua sin vino
por amor qu' es de la fragua .
mas por tl' uerbo diuino
beue1·é vino sin agua.
Darrabás: ¿Latinaris?
Calicem, pttes, salutaris
yo espero veros el cabo;
y porque estis singularis
nomen Domini i11vocabo• (Gillet. II. 262 y s.).
En la misma línea se sitúan las parodias del Introyto de la Ymenea
(Gillet, II. 273) y del Diálogo del Nascimento (Gillet, I. 267). Así, dentro
-de tal contexto general, la parodia del tratado II del Lazarillo, tejida
de elementos folklóricos, es sólo una más y bien discreta por cierto.
.c11
1
Cf. AI.EXANDI~ A. P,uu.-m~. Los picaros m la literatura. La MVcla
Espmia y Europa (I599- I75J). Madrid, Grcdos, 1971, p. II9 y s. ·
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picarc~ca
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
265-
3· El juramento de Lázaro al final de la novela ha de ser, igualmente, valorado en su precisa significación estructural y de acuerdo con
los usos del tiempo. Cuando, tras mil lacerías, se considera integrado
en la sociedad y amparado por un mÍCJ1lbro del establishment, he aquí
que, de repente, un nubarrón ennegrece su horizonte. Si Lázaro da
oídos a las habladurías sobre su ¡nujer, todo se derrumbará y él habrá
de volver a los caminos de la lacería. Ha bastado una sola palabra para
que su 111ujer echara tales improperios, <<que quisiera ser ·muerto antes
que se me hubiese soltado ... ~> (VII. I44)· De ahí la decisión de no decir
ni admitir nada que pueda poner en peligro la estabilidad. Cuando
alguien, con mejor o peor intención, aborde el tema, Lázaro le atajará
con un párrafo hecho, cuyo esquema conviene analizar. La prohibición
se desarrolla con intensidad creciente en tres tiempos temáticos, que
tienen por denominador común el engaño a los ojos: A) afirma que
«mi mujer es la cosa del mundo que yo más quiero, y la amo más que a
uú, y me hace Dios con ella mil mercedes)>, cuando, en realidad -y el
lector lo sabe-, se lm casado con ella por el interés; B) se declara
presto a poner a Dios por testigo de su absoluta convicción sobre la
honradez de su mujer, cuando más de tres veces le han certificado que
otras tantas había parido de soltera: de nuevo Lázaro se revela aquí
como un cofrade de quienes utilizan la máscara religiosa para encubrir
una turbia realidad; C) el muchacho que siempre rehuyó la violencia,
a favor de la astucia (I. 67), y despreció los litigios de honor (III. I20
y s.), desafía valentón a quien ose empañar la n1enos que dudosa honra
de su mujer: <<quien otra cosa me dixese, yo me mataré con éh>. Tres
soberanas ·mentiras, en fin, al servicio de su <<honorable)> situación. El
pecado -digámoslo ya- consiste en poner a Dios por testigo de ellas,
y nada añade en gravedad el que sea citado en forma de la hostia consagrada .. Esto constituía una fórmula usual más. En el Viaje, Juan
de Voto a' Dios, para defender la elegancia de la lengua castellana,
dice: <<Yo jttraré m el ara coHsagrada)> (I. 27). Y otro dato, de diverso
signo, más revelador. Cuando el Inquisidor General Valdés Salas se resiste a ayudar a la Hacienda Real en la cuantía económica que el Emperador le exige, Carlos V envía al contador Hernando de Ochoa para negociar. En el forcejeo de la entrevista -escribe Ochoa- el arzobispo
<<díjome delante de zm sacramento que los diablos le llevasen, si nunca
tuvo cien mil ducados juntos>> 1 . ¿No alude, con claridad, a un juramento
eucarístico? Hay que descartar, en conclusión, los pretendidos indicios
· de una incredulidad o de fe heterodoxa de Lázaro en la Eucaristía.
]osí~ J,UIS G. NovAI.fN, El Inquisidor General Fer11ando de Valdés. Su
vida y obra. Uuivcrsi<la<l <le Ovic<lo, 1968, p. 290, nota ro.
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B) ·El a·nticlericalismo del Lazarillo
María Rosa Lida ha señalado con gran lucidez cómo la sátira anti-clerical de la Celestina, que destaca «no sólo por su abundancia y rigor
·sino por ser este el único orden social criticado& e implicar a la Iglesia
conto i11Stitución hU1llana, se diferencia de la del Lazarillo por cuanto
·en esta novela se trata de sentimientos religiosos individualizados 1.
Pasemos revista a los ·diversos tipos de clérigos pro~gonizados y tratemos de precisar la función de cada uno en la estructura orgánica de
la obra.
I. El clérigo de Maqueda. Un cura rural en el últinto escalón del
esta1uento eclesiástico. No es necesario insistir en el bajo nivel cultural
y moral del clero en el XVI. «Los clérigos y curas -informa por aquellos
años el canónigo ovetense Andrés de Prada a San Francisco de Bo¡ja s_
de ordinario son idiotas porque los beneficios son muy tenues&. A pesar
de las reconocidas riquezas de las tierras toledanas 3 , no faltaban allí
iletrados ode los revcrC'udos» (V. I32), a quienes se puede sobontar
con «algunas cosillas no tampoco de mucho valor ni substancia: una
lechuga murciana, ...un par de limas o naranjas, un melocotón& (V. I3I).
El de Maqueda era un avaro de la peor especie, avaro en la sordidez.
Los calüicativos morales que Lázaro le dedica son terribles: dacerado»
(86, 8g), mentiroso (86), omezquinol) (87), «cuitado,.ruin y lacerado& (88),
<cmísero,> (8g), «bruxol) (97), <<cruel& (98), <<desventurado y núsero& (xo4),
4malaventurado mezquino& (ns). ¿Bastará el hambr~ para justificar tal.
letanía? Entiendo que no. La espolea, a mi juicio, la doble circunstancia
agravante de su coudición y de que, sieudo tambiéu él pobre, se condene
a la avaricia. La sufrida convivencia con él hace caer de los ojos de
Lazarillo una de las muchas vendas de convenciones: parecía por su
hábito uuo de los buenos a los que su ntadre le había aconsejado arrimarse; pretendía, incluso, camuflar su avaricia bajo· el manto de la
virtud de la te1nplanza (I+~ 86). Todo era engaño a los ojos. Con frecuencia ha querido verse en él nn símbolo generalizado del clero al que
un autor erasntista acusaría de avaricia con la reticenci~ de Lázaro:
«No sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía&
·
1
MARÍA. RosA LIDA, La originalidad artística de La Celestina.
Buenos Aires
Eudeba, 3.• edición, 1970, pp. 363-369.
a Cf. G. NoVAÚN, Op. cit., p. 78.
.
a o¿Por qué piensa Vuestra Alteza que hizo Dios cerca de las Asturias y
mont..'liias n Campos y al reino de Toledo, sino para que estas tierras lllal1tuviesen
los l'lObres de las otras•? FRAY DOMINGO DE SOTO, Delibe,-ación en la causa de
los pobres. :Madrid, 1965, p. 38 (Cf. P. MÁRQUEZ, Op. cit., p. I2I).
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
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(II. 83). Esta frase, sin embargo, evoca un topos. La Lozana se lamenta
de las dificultades del oficio en la .Roma de entonces: <<... nunca tan
gran estrechura se vido en Cataluña ni en Florencia como agora hay en
Roma; y si mirais en ello, entonces traían unas mangas bobas, y agora
todos las traen a la pcrladcsca (XLIV. 182). La <<manga estrecha,>, que
hoy se refiere a escrupulosidad de conciencia, significaba entonces lo
que en la actualidad se expresa por <<puño cerrado1>. En cualquier caso,
el chiste malicioso basado en la relación avaricia-manga estrecha del
hábito de los clérigos pertenecía al acervo común. En favor de su tesis
de interpretación erasmista, Márquez Villanueva acusa al pobre cura
de Maqueda de incredulidad, de ser un <<ateo práctico)). Se basa para ello
en dos pruebas concretas: el recurso a la vieja ensalmadora y la actitud
que adopta durante la celebración de la misa. Pedro Ciruelo habla en
su Reprobación de las supersticiones y hechicerías de <<dos maneras principales de ensalmos. Unos dellos son de solas palabras: que ninguna
otra cosa ponen al paciente: otros juntamente con las palabras ponen
algunas otras cosas sobre la herida o llaga1> t. En realidad, el procedimiento puro -que Juan de Valdés, entre otros, incluía en las prácticas
de hechicería- se daba muy pocas veces. Lo frecuente era el tipo de
mujer que encontramos bien definido en el autorretrato de La Lozana:
<<Yo sé ensalmar y encomendar y santiguar ... Sé quitar ahitos, sé para
lombrices, sé encantar la terciana, sé remedio para la cuartana y para
el mal de madre ... Sé hacer que no duelan los riñones y sanar los renes ...
sé ensolver los sueños, sé conocer en la frente la fisononúa, y la quiromancia en las manos, y prenostican> (XLII. 176). Idéntico esquema
utiliza Pagano en la Jornada V de la jacinta (Gillet, II. 360 y s.). La
ensalmadora del Lazarillo llega con los vecinos a vendarle la cabeza
y ponerle mejunges. ¿Falta de fe del cura? El no pertenece, desde luego,
al grupo denunciado por Fray Martín de Casteñega de <<clérigos necesitados y codiciosos que por officio toman de ser conjuradores, hechiceros,
nigron1ánticos y adevinos, por se mantener y tener de comer abundo. samente ... 1> 2 • Pienso, además, en los breviarios, misales y manuales
de la época, publicados con <<Ímprimatur>> eclesiástico y cargados, sin
embargo, de oraciones y liturgias impetratorias no menos supersticiosas
que las prácticas habituales de los ensalmos 3 . Si la presencia de la
Salamanca, 1538, fol. XXX] ro. Cf. Gillet, III, 626-628.
Tratado mtly sotil y bim fundado de las supersticiones y hechicerias. Logroño, 1529, cap. I. Sin numeración.
3
El Misal Ovetense, mandado publicar por el Inquisidor Valdés y, por consiguiente, muy depurado, atribuye especial eficacia a la misa «pro vitanda mortalitate», si se oye de rodillas, durante cinco días consecutivos y con cirios en la
mano•. Cf. NOVA.LÍN, op. cit., p. 93·
1
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vieja ensalmadora en casa 'del cura demuestra falta de. fe, hay que concluir que en la España medieval, renacentista, barroca y hasta en la
Espai1q. del XVIII -recuérdese a Feijóo- no creía casi nadie. Pero la
·incredulidad es n~go muy distinto de una fe' con adherencias· supersticiosas. Y estas fueron dcmmciadas no sólo ni en prhner lugar por Erasmo
y sus segtúdorcs: bastan los dos libros de época citados, para collfirmarlo. :Más expresiva de ausencia de fe parece, a primera vista, la escena
en que el cura de ::Maqueda, durante el ofertorio de la misa, vigila las
monedas que caen en la concha de las limosnas: «bailábanle los ojos
en el caxco como si fueran de a~gue• (II. 85). Mas también en este
caso se trata de un conocido topos. La vieja Celestina cuenta cómo
entrando ella por la iglesia, «vía derrocar bonetes en mi honor ... De
media legua que me viessen, dexaban las Horas •.. Uno a uno, dos a dos,
venían adonde yo estaua, a ver si mandaua algo, a preguntarme cada.
uno por la suya. Que hombre hauía que estando diziendo missa, en
ui~ndomc entrar, se turbaun, que no fnzía ni dezía cosa a derechas•
(II. Auto IX. 46). No es difícil determiuar en este parla¡uento w1a
estructura gradativa hiperbólica, que cul.núna en la sacrílega denwtcia y
cuyo esquenta toma prestado el autor del Lazarillo para resaltar al
má.'Ómo la a:varlcia. De nuevo es preciso, en consecuencia, aplicar aquí
el principio metodológico de que, tratándose de un recurso común,
el pasaje carece de intencionalidad específica.
2. El fraile de la Mer~ed. Los rasgos que le definen son perfectamente tópicos. Lázaro Carreter, además de sugerir el recuerdo de Apuleyo,
aduce textos de Sánchez de Badajoz, Horozco y fray Anton~o de Guevara 1 , ninguno de ellos, por cierto, sospechoso de erasmismo, y F. Rico
completa la lista con Gil Vicente, que tampoco conoció a Erasmo 1 •
Bataillon recuerda, oportunamente, que la crítica contra clérigos y
frailes disolutos era especiahnente dura entre los monjes reformados y
en el ambiente de los clérigos instruídos 3• El teatro de Torres Naharro,
por ejemplo, rebosa acusaciones durísimas de lujuria y holgazanería
(SerapMHa. Jomada I. 15), reticencias -«tu mujer se lleve un fraile.,
exclama Ca."'i:colucio en la Jomada II de la Trophea (Gillet, II. 104)-,
hasta culminar en el apóstrofe de A tambor: «¿O pensais qu' el parayso / ·
f ftte hecho para los flayres?» (Soldadesca. Jornada II. 160). Escribiendo
esto en Roma y publicándolo con todas las bendiciones eclesiásticas,
el clérigo pacense iba mucho más allá que Erasmo, a quien no había
1
1
a
Co11.dmcción y sentido, p. 1 10 y s.
1\I. BAl'.AII.I.ON, Erasmo y Espaiía, p. 613.
Novedad ... , p.
20:
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leído 1 . ¿Nada nuevo, entonces, en el tratado IV del Lazarillo?. Sí. La
tradicionalidad generalizada se individualiza en el molde de tul mercedario. Y es ~>Sto -el cuño de originalidad- lo que, paradójicamente,
despoja al tratado tic cualquier sospecha de heterotioxia. En la primera
mitad. del xvr la. ;:mimadversión contra los merccdarios era general.
En el Viaje se pronuncia contra ellos una acusación fortísima. Quejándose Pedro de Urdemalas del olvido en que la Patria tiene a los
españoles cautivos, pregunta Juan de Voto a Dios: <<Pues de las limosnas
d'España que hay para redempción de cautivos, ¿no podrán hacer conque rescatar en buen precio hartos?». A lo que Pedro responde, airado:
<<¿Qué redempción? ¿Qué cautivos? ¿Qué limosnas? Córtenme la cabeza
si nunca en Turquía entró real de limosna)> (II. I5)· La Lozana habla
de <<otra abacera, que de su tierra acá no vino mayor rabanera, villana,
tragasantos, que dice que viene aquí por una bulda para una ermita,
y traye consigo un hermano fraire de la Merced, que tiene una nariz
como asa de cántaro y el pie como remo de galera)> (VII. 50). Me parece
que se pone tic relieve el cargo de negociadores que en el Lazarillo se
fustiga, agravatio en este caso con la alusión a la nariz judía. No era
sólo ::nalevolencia popular. En I542 el Rvdmo. Marroquín, obispo de
Guatemala, se queja del contraste que en el Nuevo Mundo presentan
los mercedarios con otras órdenes misioneras y llega a decir que más
valdría haberlos expulsado de América 2 •
3· En cuanto al buldero, si un cotejo textual con Il Novelli1w
de Masuccio arroja un buen saldo de variantes, resulta innegable la
semejanza formal existente en la descripción de la fingida posesión
diabólica 3 • Teniendo en cuenta que el núcleo del relato aparece, también,
en un flamenco Líber vagatomm, hay que aceptar, como mínhno, el
origen tópico folklórico de la anécdota. ¿Qué traduce, en ese caso, la
especificación erasmista? Márquez Villanueva la aprecia en una cuidadosa distinción entre el ataque a las bulas y el reconocimiento de las
indulgencias. Me parece una sutileza innecesaria. Torres Naharro denunciaba en Roma a comienzos de siglo el comercio de indulgencias.
Escribe así en el II de los <tCapítulos diversoS¡>:
1
M. BA'tAILLON; Erasmo y Espa1ia, p. 6IJ.
C. M. BA.'tAILLON, El sentido de Lazarillo de Tormes. París, Libr. des Edit.,
cspagnolcs, 1954, p. 13, nota 14.
3
Cf. F. Rico, Introducción, p. XXXIX y s.
2
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VÍCTOR G. DE LA CONCHA
llFE, LV,
1972
H azen d4 Dios tal estima
qÍU les passan por encima
a mil cuentos de indulgencias.
Q11ie11 me entie11d11
verá qu'es Roma, por en!U,
si no fuesse puro necio,
una costumbre de allen!U,
un mercado do se vende
lo que nunca tuvo precio (Gillet, I. 164).
El interpolador de Alcalá demuestra haber entendido bien la dirección de esta crítica, cuando describe el furor con que el pueblo tomaba
a más tomar las bulas «aun para los niños de la cuna y para todos sus
defuutos, contando desde los hijos hasta el menor criado que teníantl.
Pero las bulas eran sólo un capítulo --quizás, sí, el más flagrante de la
España del XVI- de una depauperada vivencia religiosa. Y el tratado V
resulta nsi uno sólo de los mil cuentos de echa~ervos que, según Antonio
uc Fncnumyor (1595), circulaban por r!.S¡laüa a propósito de echacuervos,
g<?lllClos de los <Unill cuentos de invenciones uc írairest que,· según. JuaJ.l
de Voto a Dios corrían también por Europa. «¿Visteis Jiunca -pregunta
1\'Iátalascallando- al diablo pintado con hábitos de monje?t. «Hartas
veces&, responde aquél. Pedro de Urdemalas relata entonces el caso de
«algunos bellacos españoles&, seis, en concreto, que andaban confesando
y descubrían unos a otros los pecados de sus penitentes a firi de que,
abordándolos después, estos creyeran que los confesores gozaban del
don de discreción de espíritus. Naturalmente, todo ternúnaba en un
pingüe esquilmo de las bolsas. El esquema del truco varía, pero la esencia
de la facecia es la misma que en el tratado V: asociación de hombres
de iglesia para engañar a los fieles con fingidos dones espirituales. Queda
claro, de este modo, que el episodio del Lazarillo pertenece a Un.a precisa
corriente faceciosa y que lo único que hace el anónimo autor es circunstanciar, al hispánico modo y según patrones muy ceñidos a modelos
pree.oocistentes, un material folklórico.
4· Tras el agudísin1o · buldero, pasa fugazmente por escena un
capellál1 de la iglesia mayor de ,Toledo, dejando el rastro de la usura en
el saneadísimo negocio de concesión de aguas, que le reporta treip.ta
maravedís diarios y que, al cabo de cuatro años de trabajo y ahorro,
permite a Lázaro mercarse <<ropa vieja& y (luna espada vieja de las primeras de Cuéllan (VI. 139 y s.).
Viene discutiéndose mucho sobre la necesidad e hipotética función
estmctttral de los tratados IV-VI. Frente a Rumeau, que habla de mp.1
Edic. de Jos:é CAso, Apéndice, p. 149.
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1972
LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZAIULLO
271
tura de continuidad 1 y Willis, para quien Lázaro está moralmente
configurado al final de su aventura con el escudero 2 , Charles Minguet
<::ree que los episodios contenidos en dichos tratados cumplen una triple
fw1ción: a) orgánica, la de condicionar aún más la incredulidad de
Lázaro; b) ¡narginal, aportando indicios de tipos sociales y folklóricos
interesantes; e} conceptnal, que no es sólo la que le atribuye los defensores del erasmismo del autor 3 • Todos estos aspectos se articulan,
según el hispanista francés, sobre el doble eje de la burla y la espera
confiada en un milagro liberador de la miseria. A mi modesto entender,
aunque los tres tratados obedecen a una misma técnica narrativa --ensartado lineal de facecias 4- y coinciden en presentar un Lázaro espectador en vez de actor, no cabe homologar indistintamente sus funciones
estn1cturales. Vistas la fácil autonomía con que' Lázaro por primera
vez se produce y la distancia sicológica con que narra el episodio, se
impone afirmar que la semana vivida con el mercedario no le condiciona
moralmente. En este sentido, el relato no aporta al núcleo de la novela,
<'11 convergencia, HÍJlgttn contcniuo semántico nuevo. 'l'alllpoco se puede
decir por eso que sea absolutamente divergente, puesto que, al menos,
<::ontribuye al equilibrio de proporciones del conjunto y dentro de él
cumple una fw1ción propedéutica indicativa: el Lazarillo abandonado
por el escudero, viene a decir, ya no será en adelante abandonado por
nadie; es dueño de sí mismo y será él quien elija y abandone. Me interesa,
sin embargo, aclarar que, en esta dimensión semántica tangencial, el
contenido específico del episodio no es pertinente. Quiero decir que al
autor le interesa poner de relieve la iniciativa de Lázaro frente <<a un
amo>>; la elección particular de <<este>> amo se resuelve en pura anécdota,
deuda al tópico folklórico. Caso muy distinto es el tratado V, cuya
función semántica expliqué al tratar el tema del engaño a los ojos.
1
A. RU?.mAU, Le Lazarillo de Tormes. Essai d'interpretation, essai d'attribution. Paris, 1964, Propugna para estos capítulos la autoría intencional de un
erasmista.
ScgíUl eso, los tratados IV-VI responden a la necesidad de establecer una
transicióu eutre el tratado III y el VII, a fin de justificar la irorua universal con
que se cierra la novela. Se conseguiría, sobre todo, con el tratado V, en el que
Lázaro contempla divertido el engaño, reducir a sus j1.1stos limites la simpatía
del autor por el protagonista, hombre ya, moralmente hecho y derecho, y desembarazar, al tiempo, al propio Lázaro de la angustia que le acompaña en los tres
primeros tratados.-R. S. 'WILUS, Lazarillo and the Pardoner. The artistic necessity
. of tlle Fijth Tractado&. H R, 1959, V, pp. 267-279.
2
3
CnA.lu,ES MINGUET, Reclzerches sur les struclttres narratives dans ~Le Lazarillo
de Tormes•>. París. Centre de Recherches Hispaniques, 1970, pp. 1II-I2I.
' Cf. LÁZARO ~TER, Co1tstmcci6n y sentido, p. 72 y ss.
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1972
Lázaro es ahora espectador, pero integrado en la escena; de ahí que la
distancia psicológica respecto de lo narrado se acorte en favor de apreciaciones subjetivas. Hacia. el mismo tema del engaño gravita la segunda
·parte del tratado VI. 'l'ambién quedó insinuado. Apenas logra ahorrar
cuatro cuartos, lo primero que Ltízaro hace es vestirse «muy honradalnentco, para ocultar con un jubón de fustán viejo, uua capa rafda yuna espada orinada, la bajeza del oficio de aguador, propio de moriscos~
Es un engaño que a nadie engaña. ¿Qué importa? A fin de cuentas,.
constituye el juego del siglo.
5· Poco resta por añadir a propósito del arcipreste de San Salvador~
Analizado su carácter tópico, quizás baste con dejar constancia de que,.
· suuque él sea la causa inmediata del «caso& de Lázaro, no ha sido él
sólo el primero ni el único responsable de su ruindad moral.
En conclusión de este ya largo capítulo ·sobre el anticlericalismo,.
quiero señalar algo que me parece decisivo. Y es el hecho de que el autor
del Laz"rillo, en un momento en que la literatura satiriza al !ntcgr~
ctlcrpo cclcsidstico, desde el Papa al menor sacristán, pasando por obisposY canónigos, centre su atención exclusiva en los grados más bajos del
esta1uento, presentando unos tipos elaborados a base de material folklórico. Esto obliga a desechar cualquier interpretación trascendente.
Aparte de las acusaciones genéricas de La Celestina, pien~o, por ejemplo,
en los ataques directos de Torres Naharro al Papado: «La corte tienefatiga f y el Papa se está a sus vicios&, dice Precioso en la Jornada V de
la Jacinta (Gillet II. 358). A cada paso alude a su vida de riqueza (VIII
de las Epístolas familiares I. 203; Jornada IV de la Tinnelaria II. 240~
Jornada IV de la Aquilana II. 547). Por no citar la Sátyra, suprimida
en la edic. de 1573: «..falsarios vereis robar b~eficios, /ladrones a furfa.
comprar los officios f y a costa de Dios a1~dar a solacio& (Gillet, I. I56 y
ss.). Los reformadores católicos y los reformistas heterodoxos dirigían
los dardos más acerados de su crítica contra la cabeza y los miembros
rectores de la Iglesia. Nada de esto se encuentra· en el Lazarillo. Sería
ciego quien no viese en la novela el trasfondo de una situació11 histórica
que co11diciona la fantasía iudividual y la fisonomía estilística 1 • Hay.
sin duda, sátira anticlerical. Pero Bataillón definió certeramente su
naturaleza y filiación: anticlericalismo facecioso común.
1
Cf. Al.DERTO nr:.r. :MONTE. lti1zerario de la novela picaresca española.
Barcelona, Lwnen, 1971, p.· 53· y ss.
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA .DE LAZARILLO
C)
273
La nueva moral
El gran pecado de Lázaro consiste, según Márquez Villanueva,
en atentar contra el fixismo del orden estamental. La idea había sido,
en realidad, anticipada por Bruce W. \Vardropper, el cual ve reflejado
en la novela el seamy side de la vida española del xvr l. En ella los valores morales aparecen invertidos: se equipara a la virtud con la mejora
material -Lázaro, que, de entrada, confiesa no ser más santo que sus
vecinos (Prólogo, 63), considera mucha virtud <<saber los hombres subir
siendo baxos)> (Prólogo, 67)- y se identifica lo bueno con lo provechoso:
«No mires a lo que pueden decir -recomienda el arcipreste- sino a
lo que te toca, digo a tu provecho)>. «Señor, -contesta Lázaro- yo
determiné de arrimarme a los bHenos)> (VII. 144). Es la nueva mentalidad
de la sociedad dineraria. Márquez entiende que el anónimo autor se
opone decididamente a ella y, en consecuencia, castiga a Lázaro con el
estrepitoso fracaso de su final. Los datos objetivos parecen confirmar
tal apreciaciÓn. En efecto si el oficio de aguador era propio de lUOriscos
y apenas si permitió a Lázaro, al cabo de cuatro ailos, mercar alguna
ropa vieja, el de pregonero estaba considerado como ú1fimo en la escala
de los oficios reales y tampoco debía de permitirle gran holgura, cuando
Lázaro se muestra satisfecho con que el arcipreste le de <<en veces al
pie de una carga de trigo, por las Pascuas su came, y cuando el par de
bodigos, las calc;as viejas que dexa ... ?)> (VII. 143). Añádase a todo esto
la infamante situación familiar ... Y, sin embargo, los datos objetivos
quizás nos engañen. No se puede perder de vista la creencia común de
que cualquier oficio real bastaba para dar honra. Lázaro afirma que
<<no hay 11adie que medre, sino los que le tienem> (VII. 141) y, en la
Jornada I de la Seraphina, Lenicio dice a Floristán: <<Seiior, semirte
cobdicio; 1pero ya sabes mejor 1que para hazerse honor, 1a un hombre
basta ~m ojjicio)> (Gillet, II. 157). Pero hay más aún. <<Las conclusiones
a que llega Lázaro después de su fatal encuentro con el toro de piedra
-escribe Sicroff-, a saber, que él estaba sólo y que por sí mismo debe
abrirse paso en el mundo, parece prefigurar la idea de que el yo es la
única certidumbre>> 2 • No se trata de una ideología sistemáticamente
estructurada sino de la asimilación de una experiencia vivencia!. Sobre
esta base, F. Rico va mucho más allá e interpreta el Lazarillo como
vertebrado por el subjetivismo relativista: <<Es el yo quien da al mundo
El trastorno de la moml en «El Lazarilloo. N R FH, Igór, XV, pp. 44I-447.
Ar,nERT SICROFll, Sobre el estilo del •Lazarillo de Tormest. N R FH, 1957.
XI, 2, pp. 157-I7o.
1
2
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VÍCTOR G. DE LA CONCHA
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verdadera realidad; pero el yo es tan cambiante como el mismo mundo,
por lo que no cabe deducir de él conclusiones de valor universal: tel
relativismo en la a....¿ología --concluye- es también un hmnanismotl. ·
Y, naturahnente, añado yo, una moral. Lázaro juzga y toma sus decisiones «SCcumlum scipsum»: •Desque me vi en hábito de hombre de bien,
dixe a 111i a1no ... » (V. 140); «Y visto por mí que de tal persona (el arcipreste) no podía venir sino bien y favor, acordé...• (VII. 142). El dato
objetivo -que Lázaro ta¡nbién conoce- nos avisa, que el hábito es
engañoso, que el arcipreste le engaña. Pero Lázaro juzga constituyéndose en norma de sí mismo.
Resulta difícil co1npletar la etopeya moral del protagonista. Si en
el tratado I trasluce una conciencia y voluntad de perdón ---«yo quisiera
asentar mi corazón y perdonalle» (I. 73)-, pocas páginas más adelante
. obedece a la ley del talión: «al avariento ciego y al ¡nalaventurado mezquino clérigo ... aquellos es justo desamar» {III. 115). Tiene conciencia
de pecado en lo que se refiere a situaciones límite: «Ma.ldíxeme mil veces
(¡Dios 111e ·penlo~tcl)» (III. 108). Cuando núente, se disculpa con pretexto
de honra. o cortesía (III. 103). Por lo demás, todos los lugares en que
atribuye formalmente los infortwúos a sus pecados -({.me toparon mis
pecados con un clérigo& (II. 83), «quisieron nlis hados, o por mejor
decir, mis pecados& (II. 97), etc.- son topoi muy conocidos 2 • Idéntica
condició11 tiene el calificativo «pecadon, atribuído a personas -«hallé
al pecador del ciego» (I. 76), «y yo, pecador, a llorarlas» (II. 98) ...o cosas -<da pecadora del arca& (II. 95), •el pecador alfantar& (III .
.127)-. La ntayor parte de referencias al de¡nonio se inscriben casi
siempre en el mismo catálogo de lexicalizaciones: considerado como
tentador -<cpúsome el demonio el aparejo delante de los ojos» (I. 76)-,
aludido en fórmulas de maldición -«daba al diablo el jarro y el vino&
{I. 72)- o, simplemente, como símbolo de maldad de una cosa: «dióme
una gran calabazada en el diablo del toro& (I. 67). Sólo en el tratado V
aparecen «p~cado» y «demouioo en su sentido propio. Márquez Villanueva considera a Lázaro -y, en el fondo, al autor del Lazarilloespecialmente sensibilizados en materia de caridad, awtque, interpretando la novela como favorable a la tesis tradicionalista en la coutrov·ersia sobre la mendicidad, el propio crítico se vea forzado a ailinitir
que en este punto. el autor se aparta de las progresistas directrices eras1
FRANCISCO
Rico, La novela picaresca y el punto de vista. Barcelona, Seix
Barral, 1970, pp. 41-55.
1
GUSTAV SIEDE:t."MAN,
.
Uber sp,·ache und Stil in Lazarillo de Tormes. Berna,
1953. p. SI y SS.
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
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mianas. A nú me parece absoiutamente parcial contemplar sólo la falta
de caridad de los amos y no reconocer la que Lázaro demuestra en la
venganza del ciego o en el frío relato del fraude del buldero. Víctima
de los propios avatares, Lázaro se ha hecho tan inmisericorde como sus
amos. De otra parte, las referencias lingüísticas expresas a la falta de
caridad -Sólo tres: «comigo tenía poca caridad,> (II. 84). <<porque la caridad se subió al cielo» (III. 102), «en este pueblo no había caridad>> (III.
II2)- responden a clisés tópicos. En la Sátyra de la Propalladia se
lee: «¿Pues la caridad?. No ay d'ella memoria: /ni ay otra esperanza
si de vanagloria'> (Gillet, I. 158); idea que se repite en la Jornada III
de la Calamita: «Ya sabes en quánta afrmla 1y agonía 1bitten los hombres
oy d{a f en mundo tan sin b01tdad 1qtte no ay m él caridad,> (Gillet, II.
394)·
En conclusión hay que decir que, visto objetivamente desde la perspectiva cristiana en cuya órbita social se mueve, Lázaro aparece al.
final de la novela como un cínico amoral, si bien esta actitud puede
responuer en él a una conciencia subjetivista práctica, compatible
en la práctica con escasos y mtinarios vestigios externos -¡el engaño
a los ojos!- de la moral tradicional.
En la cumbre de la bttena fort 1ma
Aunque en el Lazarillo no encontranws un desarrollo expreso del
polémico tema de la fortuna 1 , se adivina en él el siguiente cañamazo
dialéctico: A) La fortuna es parcial y caprichosa con los hombres
(Prólogo 62). B) Con Lázaro, en concreto, ha determinado ser cmel;
cuando el muchacho se percata de la situación real del escudero, exclama:
<<estuve en,· poco de caer de mi estado, no tanto de hambre como por
conocer de todo en todo la fortmta serme adversa,> (III. roS), y después:
<<quiso mi mala fortuna, qtte de persegttirme no era satisfeclza ... ,> (III. rr6).
C) La fortuna puede, . sin embargo, ser vencida por la astucia y la
ascesis dellwmbre y, en definitiva, por el poder de Dios. Lázaro relata
su historia, precisamente, para que <<vean que vive un hombre con
tantas fortunas, peligros y adversidades'> (Prólogo. 62) 2 y para que se
admire a los que, como él mismo, <<siéndoles contraria, con fuerza (=asUlta clara exposición de la trayectoria histórica de la controversia puede
verse ell ERN.A RuTn llERNDT, Amor, muerte y fortuna en •La Celestina•>. Madrid,
Greclos, 1963, pp. II7-178.
2
«Fortunas• significa aqui *desgraciaS>!. Cf. GILLET, III, p. 192, núm. 552.
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cesis) y ma1ia (=astucia) remando, salieron a buen puerto» (Prólogo.
62). Hacia éste le ha guiado su Dios. Ahora, al poner punto final a su
carta autobiográfica, el año en que «nuestro victorioso Emperador
en esta insigne ciudad de Toledo entró» 1 , Lázaro se encuentra en prosperidad y en la cu1ubre de toda buena fortuna• (VII. 145).
eonclusiones
El cotejo detenido del Lazarillo con una serie de obras de la época
que el anónimo autor debió, sin duda, leer, permite fijar las siguientes
conclusiones:
I. El núcleo argumental de la novela e, incluso, su planteamiento
desde la perspectiva del marido complaciente, tienen un marcado carácter tópico, que obliga a descartar una espe~ica intención religiosa
inicial, de signo eramista-ilunúnista o judaizante.
2. En una larga tradición literaria, que va desde La Celestina a
obras tan dispares como La Lozana A1Ulalt~za o el Viaje de Turquía,
se inserta, también la figura de un Dios «ad usum», coadjutor de Lázaro
en el bien y en el mal. No puede, por tanto, verse en ella una critica
de la fe práctica de los cristianos viejos.
3· Las referencias expresas de Lázaro a la oración y su vivencia
de la misma contradicen la pretensión de ver en él a 1m cristiano espiritual e interior, opuesto críticamente por el autor a la mayoría religiosa oficial del país. Es clara, desde luego, la denuncia de una falsa
devoción -el engaño a los ojos-, apreciable en el mendigo, el hidalgo
y el buldero. Pero hay que notar que ei propio Lázaro incurre en ella
al servicio de sus intereses.
4· Ni la afirmación «muy devotamente le ví oir missa&, ni el episodio del arca 1ri el mismo juramento «SSbre la hostia consagrada& autoConstituye un topos el relacionar la anécdota biográfica degradada con
Wl hecho histórico sobresaliente. Asi, Divicia, cortesana amiga de La Lozana,
dice: •Por cierto que pasó, que cuando vino el rey Cario a Nápoles, que comenzó
el mal incurable el año de mil y cuatrociento y ochenta y ocho, vine yo a Italia•
(La Lozana. LIII. 202) y la propia Aldo11Za hace un chiste celebrando •el arte de
aquella mujer que fue en Salamanca en tiempo de Celestino segundo• (Dedicatoria. 33). No prejuzgo con esto las reivindicaciones de la segunda parte del .Lazarillo
(Cf. RlCliARD E. ZwEZ, Hacia la revalorización de la Segunda Parte del Lazarillo
(1555). Albatros Ediciones. 1970) o del Tratado VII de los Tedescos (Cf. El Tra~
tado VIII del Ln::nrillo, en CARI,OS RIPOLJ., La Celestina a través del Decálogo.
Y otras notas sobre la Literatura del Siglo de Oro. Las Américas Publishing Company,
1969, pp. 126-194)·
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LA INTENCIÓN RELIGIOSA DE LAZARILLO
rizan para acusar a Lázaro de falta de fe eucarística. Se trata, en efecto,
respectivamente, de un dato de observación, de una parodia comunísima en la época y de una fórmula igualmente usual que utilizan los
mismos inquisidores. Contra lo que generalmente se afirn1a, el empleo
de los nombres de Cristo y la Virgen en la literatura de la época era
1nás bien escaso. El de Dios, muy frecuente, aparece utilizado en sentidos
plurivalentes.
5· El cotejo particularizado de los rasgos anticlericales del Lazarillo con los de la literatura de la época viene a confirmar la tesis de
Bataillon de que nada añaden a la tradición medieval de los fabliaux.
Por lo delD.áS, hay que notar que la sátira no alcanza en la. novela más
que a los bajos estamentos del clero, en tanto que la crítica heterodoxa
apuntaba más bien a prelados y dirigentes.
6. Sin descartar la posibilidad de interpretar el final del Lazarillo como un castigo de la rebeldía progresiva de Lázaro frente a la
sociedad estamental, parece más coherente con el desarrollo de la obra
ver en él la encarnación de una nueva moral, relativista y subjetiva.
VICTOR
G.
DE LA CONCHA
En prensa este articulo aparece un estudio importantísimo de Alberto
Blecua, Libros de caballerías, latín macarrónico y novela picaresca: la adaptación
castellana del Baldus (Sevilla, I542). BRABL, XXXIV, I971-1972, pp. 147-239.
Remito a él al lector interesado en el problema de la tradición y originalidad
del Lazarillo.
1
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