Hey Anise, hey John

Anuncio
Hey Anise, hey John
Sentada y con la mirada perdida en nada, tras un momento de reflexión al recordar que el
día del año en el que había nacido se acercaba peligrosamente, levantó la mirada e intentó
comenzar una conversación.
-Hey John…
Dijo Anise con voz débil.
-¿Qué pasa?
-¿Por qué crees que cuando lo toco las personas se convierten en un montón de paja?
-¿Por qué me preguntas a mí? Ya te había dicho que no se me ocurre algún motivo. ¿En
verdad estás completamente segura de que no naciste así o algo parecido?
-¡Claro que no tonto! Un día solamente pasó… ya te había dicho que en mi onceavo
cumpleaños, un día como cualquier otro, tomé el brazo de mamá para preguntarle algo y sin
ningún aviso se convirtió en un montón de hebras de fina paja con forma humana y en la
desesperación en que papá que se encontraba junto a nosotras, y mientras no dejaba de
agitarme, también lo toque a él y le pasó lo mismo.
-Lo sé, lo sé, esta es como la quinta o sexta vez que me lo cuentas por lo menos, lo escucho
una vez al año al parecer por estas mismas fechas y me lo contaste el día que nos
conocimos.
-¿Y no te da miedo que te pueda pasar lo mismo a ti también?
-¡Qué va! ¿No hemos estado aquí juntos ya varios años desde que tus padres no están?
Nada ha pasado ni pasará, nada cambiaría de todas formas, no me iré a ninguna lado sin ti,
lo sabes ¿cierto?
Impuso John con voz valerosa y confiable que hizo que Anise se sonrojara un poco
mientras lo miraba fijamente sin decir nada.
-Hey Anise…
Preguntó John con voz desconcertada.
-¿Qué pasa?
-¿No se supone que hoy cenaríamos ese maíz del que tanto te habías vanagloriado de su
belleza y calidad? Ya viene siendo hora de preparar la cena y no veo nada parecido a
doradas piezas de belleza ni calidad por ningún lado.
La cara de Anise cambió sorpresivamente a una de enfado un tanto linda.
-¡Oh John! Aun no te he contado lo que pasó cuando fui al sembradío esta mañana…
cuando llegue casi me rompo en llanto, los hermosos elotes que quería traer a casa estaban
arruinados de forma irreparable… y no eran los únicos…
-¿Qué? ¿Pero qué paso?
-Cuervos John, cuervos, horrendos y negros cuervos picotearon todo a su paso…
-¡Pero Anise!, debiste contármelo en el momento, podríamos haber hecho algo de
inmediato.
-Lo sé, pero estaba tan choqueada en ese momento como para decirte algo y más para
pedirte ayuda, cuando te encontré despierto aquí en casa ya estaba más tranquila y al verte
lo olvidé por completo.
-Qué tonta que eres, ahora habrá que ver qué hacemos para salvar algo de lo sembrado y
resguardar lo queda, ¿no crees? Ya no queda nada más por hacer con los elotes picados y
demás cosas, por lo que me dices, no hay nada más.
-¿Entonces qué propone usted, “Señor Listo”?
-Antes que todo sería bueno ir a mirar por esos lugares, tu poca clara historia no me deja
imaginar mucho de lo que ha pasado.
-Bien...
A pesar de que estaba un poco molesta por el comentario de John ambos se dirigieron
hacia el sembradío lentamente con la luz naranja de esas horas pegando a sus espaldas hasta
llegar a su destino.
-Bueno Anise, tenías razón, esto se ve terrible…
Dijo John al llegar.
-Te lo dije, arrasaron con todo.
-Casi todo, siempre dejan algo para volver más tarde. Solo mira.
Anise levantó la mirada y en el cielo sobre su cabeza, dando vueltas en el aire y acechantes
como nunca los había visto, una gran parvada de cuervos parecía tener la intención de
volver a atacar.
-Son muchos John…
-Así es como es, pero si te das cuenta mientras estemos aquí no se acercarán.
-Acaso quieres que nos quedemos aquí para siempre a cuidar lo poco que queda de lo que
hemos sembrado. No podemos hacer eso tampoco.
-Yo no tengo problema en quedarme aquí el tiempo que sea necesario.
-¡No! ¡Tú te vienes a casa conmigo ahora mismo, ya no me importa si los cuervos se comen
todo!
Exclamó Anise exaltada ante tal sugerencia.
-No seas tonta Anise, esto que sembraste ha dado su fruto luego de tanto tiempo, no puedo
dejar que se pierda así como así y supongo que tú tampoco quieres eso en verdad.
-Entonces… ¿qué quieres hacer?
-Lo obvio, me quedaré aquí mientras aun oiga a los cuervos quejarse del hambre. El tiempo
que sea necesario.
-¡No, no, no, dijiste que no te irías a ninguna lado! ¡Eres un mentiroso John!
-No me voy a ningún lado Anise, yo me quedaré aquí y tú te irás, ¿te das cuenta?
-Pero John…
-Ya, vete a casa antes de que se haga de noche que de otras cosas además de cuervos no
creo ser capaz de cuidarte, solo déjame aquí y luego de un tiempo volveré a casa junto a ti,
te lo prometo.
Anise asintió con su cabeza lentamente y sin ningún ánimo.
-Si no vuelves pronto en verdad me enojaré…
-Como tú digas, además si no vuelvo solo tienes que venir por mí y ya, ahora mientras me
quedo aquí con mis brazos estirados seré de más utilidad que cualquier otro día, ya vete,
vete, no seas desobediente.
Anise se quedó junto a él un tiempo más sin siquiera hablarle ni mirarlo hasta que
comenzaba a hacerse de noche.
-Anise… suelta mi mano de una vez, ya déjame trabajar.
Con lágrimas en sus ojos Anise soltó la mano de John aun sin decir nada. Finalmente, le dio
un rápido y tímido vistazo mientras comenzaba a caminar en la dirección donde se
encontraba su hogar, paseándose por aquel rústico camino con un rostro que jamás había
parecido tener emoción alguna.
Ya habiendo llegado por fin y siendo de noche, aun sin mostrar mueca alguna, se dirigió al
cobertizo con una manta que había sacado de debajo de su cama, tomo un monto de paja
hasta donde sus delgados brazos le habían permitido y la llevó a casa. Luego de dejarla en
la sala, reunió un poco de ropa de su padre que aún quedaba en esa fría habitación donde ya
no entraba jamás y en medio del silencio comenzó a rellenar cada parte de ella con las finas
hebras de paja, una tras otra dentro de la vestimenta hasta que no le quedaba más y volvía
al cobertizo a abastecerse. Así hasta estar satisfecha.
Tras horas de darle forma al muñeco para luego sentarlo en la primera silla que pudo
encontrar y tras haberle fabricado una cabeza con un rostro un tanto familiar dio su trabajo
por terminado con una sonrisa llena de calidez al ver el fruto de su obra.
Junto saliva y se relamió los labios suavemente.
-Hey John...
Dijo Anise con voz débil.
-¿Qué pasa?
-…Nada, no es nada... solo tengo un poco de sueño.
Y se sentó junto a él como cada noche antes de ir a dormir.
Descargar