La caravana huseinita atravesaba lentamente el árido y tórrido desierto. El Imam Al-Husein (a.s.) marchaba en frente de la caravana. Les esperaba un arduo y difícil camino por delante, y las mujeres y niños soportaban las mayores presiones. Aún así, no se quejaban y eran pacientes. El Imam Al-Husein se había negado a dar la bai„ah o juramento de fidelidad a Iazid a fin de no aceptar la humillación. Por lo tanto, durante la noche había abandonado la ciudad de Medina. Sus leales seguidores dijeron: “¡No dejaremos solo a nuestro Imam y líder! ¡Nosotros también iremos con él!”. El Imam Zein Al-„Abidín (a.s.) también acompañaba a su padre junto a su esposa Fátima, la hija del Imam Al-Hasan (a.s.), y su pequeño hijo Al-Baquir. Ellos no podían dejar solo al Imam Al-Husein (a.s.). Ellos querían acompañarlo y ayudarlo en todas las dificultades por las que pudiera atravesar. Fátima quería mucho a su tío Al-Husein (a.s.), y pocas mujeres la igualaban en cuanto a sumisión a la autoridad divina. Fátima iba sentada junto con su hijo Al-Baquir (a.s.) en la litera del camello, y de vez en cuando corría un poco la cortina que caía sobre la litera para observar el paisaje a su alrededor. Ella quería mucho también a su tío Al-„Abbás (a.s.), y cada vez que sentían sed en medio del camino, Fátima lo llamaba para que les llevase agua. Cada día que pasaba la situación política y social de la ciudad de Kufa empeoraba y la familia del Imam Al-Husein (a.s.) se sentía cada vez más hostigada. Fátima veía cómo en esos momentos tan cruciales la gente de Kufa había dejado de apoyar a su Imam y líder y se unía a los hombres de Iazid. Tras escuchar la noticia del martirio de los emisarios y mensajeros del Imam Al-Husein, se percató aún más de lo solo que se encontraba el Imam (a.s.). Fátima, la hija del Imam Al-Hasan (a.s.), tenía un abuelo como el Imam „Ali, tíos como el Imam Al-Husein y Al-„Abbás, un esposo como el Imam „Ali ibn Al-Husein Zein Al-„Abidín , y un hijo como el Imam Al-Baquir -la paz sea con todos ellos-. Muy pocas mujeres la igualaban en cuanto a nobleza, pureza, castidad y pudor. Tras el martirio de su padre AlHasan Al-Múytaba, el Imam Husein (a.s.) se había encargado de cuidarla, y tras él su honorable esposo. Finalmente, tras días y semanas de marcha, la caravana de Al-Husein (a.s.) llegó al territorio de Karbalá. En ese momento, el Imam Al-Husein (a.s.) les dijo a sus compañeros y parientes: “Acamparemos aquí. Éste es el lugar donde descansarán nuestros camellos y donde nuestra sangre será derramada”. Por órdenes del Imam (a.s.), todos los integrantes de la caravana descendieron de sus monturas y levantaron sus tiendas en aquel tórrido y abrasador desierto. Fátima se ubicó en la tienda de las mujeres junto con su querido hijo Al-Baquir y quedó a la espera de los más amargos sucesos. Ella estaba preocupada por su Imam y líder; no pensaba tanto en sus propios problemas como en la seguridad del Imam. Fátima quería estar al lado del Imam Al Husein en todos los sucesos, tantos en los amargos como en los placenteros, y ayudarle tanto como pudiese. Cuando el Imam Zein Al-„Abidín (a.s.) observaba el buen juicio de su esposa y la atención y cariño que ella le propinaba al Imam Al-Husein (a.s.), se alegraba y agradecía a Dios por aquella bendición. Tras darse una cruda batalla entre los combatientes de cada ejército el día de „Ashurá, un gran número de compañeros y parientes del Imam Al-Husein (a.s.) fueron martirizados. En aquellos momentos tan tristes, Fátima lloraba al observar la soledad y sed de su Imam (a.s.). Ella veía cómo el Imam (a.s.) defendía las tiendas de las mujeres y los niños, y suplicaba por él. Ella no tenía permiso de salir de su tienda porque el celo y hombría del Imam Al-Husein (a.s.) no aceptaba que las mujeres ingresaran al campo de batalla. Pero Fátima deseaba tomar una lanza y defender la sacralidad del Imamato y de la Wiláiah de Ahl-ul Bait (a.s.). Ella quería ofrendar su vida por ayudar al hijo del Mensajero de Dios (s.a.w.), pero no podía. Fátima, la esposa del Imam Zein Al-„Abidín (a.s.), fue testigo de las peores tragedias en aquel territorio repleto de aflicción y calamidad, pero, al igual que Zeinab Al-Kubra (a.s.), se limitó a tener paciencia y a llorar. Después de que el Imam Al Husein (a.s.) fuera martirizado cruelmente, las fuerzas enemigas atacaron las tiendas de las mujeres y niños, tomándolos a todos prisioneros. Entretanto, Fátima, su querido hijo Al-Baquir y su esposo enfermo, también fueron capturados por los hombres de Iazid. Fátima, que estaba desolada por la muerte de su tío el Imam Al-Husein, había sido tomada prisionera mientras veía a su querido esposo atado y encadenado. Sin embargo, ella seguía siendo paciente al igual que la gran dama Zeinab Al-Kubra (a.s.). El nombre de esta pura y libre dama quedó grabado en la historia de „Ashurá. Ella es una de las mujeres más honorables de la historia del Islam. El Imam Al -Baquir (a.s.) dijo respecto a su respetable madre: “Cierto día, mi madre se hallaba sentada junto a una pared cuando de repente la pared se agrietó y se oyó un ruido estridente. Ella señaló a la pared con su mano y dijo: “¡Por Muhammad Al-Mústafa! ¡Que Dios no te permita derrumbarte!”. En ese momento la pared quedó suspendida en el aire y mi madre se alejó, y recién entonces la pared se derrumbó y cayó”. Y el Imam As-Sadiq (a.s.) dijo sobre ella: “Fátima, la hija de Al-Hasan, era una mujer virtuosa y bienhechora, y Dios ama a los bienhechores”. Fátima fue la confidente de los secretos; una mujer pura, amante de la libertad, una dama paciente y una madre excelente…