25 años: cada hogar es un templo

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Cartilla N°° 260
Septiembre de 2007
25 años: cada hogar es un templo
“Saluden a Prisca y Aquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron su cabeza por salvarme. Y
no sólo les estoy agradecido yo, sino también todas las Iglesias; saluden también a la Iglesia que se reúne en su casa”
(Rom 16,3-5)
P. Ricardo E. Facci
Una característica muy importante de la Obra, que tendremos que insistir en toda su dimensión, para que brille,
más y más, nuestra amada Iglesia, es presentar a cada hogar como un verdadero templo eclesial. A la luz de Familiaris
Consortio siempre hemos pregonado la familia como verdadero Santuario Doméstico. Como en ese Santuario habita la
Iglesia doméstica y por su misión se proyecta, también hacia afuera, debemos darle todo el peso a la palabra
eclesialidad. Cada casa en la que habita una familia cristiana es un templo eclesial. Más aún, en la primitiva Iglesia, la
casa de familia, era el templo de la comunidad. Allí se reunían, oraban, celebraban la Eucaristía, compartían todo lo
que tenían.
Desde los inicios del Movimiento, la reunión bastón fue pensada para un grupo de matrimonios en una casa de
familia. Al no mantenerse como única forma, sino al tener la alternativa de juntarse todos los miembros de la
comunidad, y luego trabajar en pequeños grupos, es que se fue eligiendo la casa o el salón parroquial para esas
reuniones, por espacio o por posible presencia del sacerdote, de hecho es más difícil para él hacerse presente en varios
lugares. La practicidad, y un profundo sentido de comunión eclesial, han sobresalido al hecho de descubrir el hogar
como templo vivo del Espíritu. Es interesante profundizar este tema. Vamos a valernos de la iluminación de una
catequesis del Papa Benedicto XVI.
Elegimos a los esposos Priscila y Aquila, que se encuentran en la órbita de los numerosos colaboradores en
torno al apóstol Pablo y desempeñaron un papel muy activo en el tiempo de los orígenes de la Iglesia.
Los nombres de Aquila y Priscila son latinos, pero tanto el hombre como la mujer eran de origen judío; al
menos Aquila procedía de la actual Turquía; mientras que Priscila, era probablemente una judía procedente de Roma
(cf. Hec 18,2).
San Pablo se encontró con ellos, en Corinto, en los años cincuenta; allí se unió a ellos, dado que, ejercían el
mismo oficio de fabricantes de tiendas para uso doméstico; incluso fue acogido en su casa (cf. Hec 18,3).
Como había discordias dentro de la comunidad judía, de Roma, en torno a la cuestión de si Jesús era el Cristo.
Y para el emperador estos problemas eran motivo suficiente para expulsar a todos los judíos de Roma, se deduce que
estos dos esposos ya habían abrazado la fe cristiana en Roma, en los años cuarenta, y que ahora habían encontrado en
san Pablo a alguien que no solo compartía con ellos la fe, sino que además era apóstol, llamado personalmente por el
Señor resucitado. Por tanto, el primer encuentro tiene lugar en Corinto, donde lo acogen en su casa y trabajaban juntos
en la fabricación de tiendas.
Luego se trasladaron a Éfeso. Allí desempeñaron un papel decisivo para completar la formación cristiana del
judío alejandrino Apolo. Dado que este sólo conocía someramente la fe cristiana, “al oírle Aquila y Priscila, lo
tomaron consigo y le expusieron más exactamente el camino de Dios” (Hec 18,26). Cuando en Éfeso el apóstol san
Pablo escribe su primera carta a los Corintios, además de sus saludos personales, envía explícitamente también los de
“Aquila y Priscila, junto con la iglesia que se reúne en su casa” (1Cor 16,19).
Así conocemos el papel importantísimo que desempeñaron estos esposos en el ámbito de la Iglesia primitiva:
acogían en su propia casa al grupo de los cristianos del lugar, cuando se reunían para escuchar la palabra de Dios y
para celebrar la Eucaristía. Ese tipo de reunión se llamaba “iglesia”, que quiere decir convocación, asamblea, reunión.
Así, en la casa de Aquila y Priscila se reunía la Iglesia, para celebrar los sagrados misterios. De este modo,
podemos ver cómo nace la realidad de la Iglesia en las casas de los creyentes. De hecho, hasta el siglo III los cristianos
no tenían lugares propios de culto, se reunían en las casas, que así se convierten en “Iglesia”. En el siglo III, surgen los
edificios del culto cristiano. En el principio, las casas de los cristianos se transformaban en auténtica “iglesia”. Juntos
leían la Palabra y celebraban la Eucaristía. Es lo que sucedía, por ejemplo, en Corinto, donde san Pablo menciona a un
cierto “Gayo”, que “me hospeda a mí y a toda la comunidad” (Rom 16,23), o en Laodicea, donde la comunidad se
reunía en la casa de una cierta Ninfas (cf. Col 4,15), o en Colosas, donde la reunión tenía lugar en la casa de un tal
Arquito (cf. Filem 2).
Al regresar posteriormente a Roma, Aquila y Priscila, siguieron desempeñando esta función importantísima
también en la capital del imperio. En efecto, San Pablo, en su carta a los Romanos, les envía este saludo particular:
“Saluden a Priscila y Aquila, colaboradores míos en Cristo Jesús. Ellos expusieron su cabeza por salvarme. Y no sólo
les estoy agradecido yo, sino también todas las Iglesias; saluden también a la Iglesia que se reúne en su casa” (Rom
16,3-5).
¡Qué extraordinario elogio de esos dos esposos encierran esas palabras! Lo hace nada más y nada menos que el
apóstol Pablo, el cual define explícitamente a los dos como verdaderos e importantes colaboradores de su apostolado.
El hecho de que san Pablo manifieste la gratitud de todas las Iglesias, da a entender lo amplio que era su influjo en
beneficio del Evangelio.
Priscila, una mujer, que seguramente fue una persona activa y de gran valor en la historia del cristianismo
romano. Ciertamente, también nosotros debemos ser agradecidos porque gracias a la fe y al compromiso apostólico de
fieles laicos, de familias, de esposos como Priscila y Aquila, el cristianismo ha llegado a nuestra generación y,
salvando las diferencias, Hogares Nuevos ha llegado a miles de hogares con la Buena Nueva del matrimonio y la
familia. La primitiva Iglesia, no creció solamente gracias a la predicación de los Apóstoles, Hogares Nuevos no debe
su existencia solamente a algún sacerdote o consagrada, sino como en aquellos tiempos, era necesario el compromiso
de familias, de esposos, de comunidades cristianas, de laicos que ofrecieron la tierra fértil al crecimiento de la fe, a la
predicación de la Buena Nueva sobre el matrimonio y la familia. Sólo así crece la Iglesia. Esta pareja demuestra, en
particular, la importancia de la acción de los esposos cristianos. Cuando están sostenidos por la fe y por una intensa
espiritualidad, su compromiso valiente por y en la Iglesia resulta natural. La comunión diaria de su vida se prolonga y
en cierto sentido se sublima al asumir una responsabilidad común a favor de las demás familias, de la Iglesia, aunque
sólo sea de una pequeña parte de esta. Así sucedió en la primera generación y así seguirá sucediendo.
De su ejemplo podemos sacar una lección importante: toda casa puede transformarse en pequeña iglesia.
No sólo en el sentido de que en ella tiene que reinar el típico amor cristiano, sino en el sentido de que toda la
vida familiar, en virtud de la fe, está llamada a girar en torno al único reinado de Jesucristo. Por eso, san Pablo
compara la relación matrimonial con la comunión esponsal que existe entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,25-33). Más
aún, podríamos decir que el Apóstol indirectamente configura la vida de la Iglesia con la de la familia. Aquila y
Priscila, modelos de una vida conyugal responsablemente comprometida al servicio de toda la comunidad
cristiana.
Hogares Nuevos debe subrayar la casa familiar donde la comunidad pueda encontrarse para compartir la
Palabra, orar juntos, poner en común sus bienes, promover la amistad entre los miembros, claro, no aislada, sino con
un gran compromiso de presencia, de afecto y apostólico en la Iglesia grande, concretada en el ámbito parroquial.
Oración
Señor Jesús,
te pedimos la gracia para tomar cada vez más conciencia,
de que nuestra casa es un templo, santuario doméstico.
En nuestro Santuario tenemos el regalo de tu presencia,
construyendo con nosotros el Sacramento del Matrimonio,
y además, es centro de evangelización hacia adentro y hacia afuera,
realizando su misión eclesial.
Deseamos que se note que nuestra casa no es sólo una edificación de ladrillos,
sino un verdadero templo del Señor,
que la torre que hace que se divise,
sea el testimonio del amor entre los miembros, proyectado a todos los que necesiten de nuestro amor.
Gracias Señor, por hacer de nuestro humilde y sencillo hogar tu templo,
Que muchos podamos encontrarte allí. Amén.
Trabajo Alianza (Dialogar esta cartilla con los hijos)
1.- ¿Vivimos y compartimos nuestro hogar como un verdadero santuario?
2.- ¿Ofrecemos nuestro hogar para encontrarnos los miembros de la comunidad para leer la Palabra, para orar y para compartir?
3.- ¿Existe en nuestro hogar un clima de santuario, de respeto y acogida?
Trabajo Bastón
1.- ¿En nuestra comunidad hemos experimentado el realizar los bastones en casas de familias?
2.- ¿Nos hemos encontrado en las casas familiares, ingresando a ellas como a un lugar sagrado?
3.- ¿Nos animamos a organizar, en nuestra comunidad, encuentros en los templos familiares, para reflexionar, orar, compartir la
Palabra, la Cartilla? ¿Cómo lo concretaríamos?
Celebrando las Bodas de Plata.
Seguí todo lo referente al Congreso Internacional de Roma a través de www.hogaresnuevos.com
11 de noviembre. Gran Encuentro Nacional,
nos enlazaremos tecnológicamente todos los miembros de la Obra,
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desde Luján (Argentina) hacia todos los demás países.
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