nuevas especies, aun en lugaresque se daban por bien estudiados

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BOLETÍN
DE
LA R E A L
SOCIEDAD
ESPAÑOLA
nuevas especies, aun en l u g a r e s q u e se daban por bien estudiados.
Al ya largo Catálogo publicado por el eximio Costa, siguió el p r e ciado contingente de las Plantas notables, de Vayreda, s i n g u l a r mente el comprendido en su trabajo postumo.
Desde entonces h a n sido m u c h a s las especies descubiertas: n u e vas u n a s para nuestra Flora, y desconocidas, por tanto, en la Península; otras, por suerte, que h a n venido á enriquecer la Floraeuropea y la propia ciencia fitográñca.
. No hay q u e creer, sin embargo, que el c a m p e de exploraciónesté agotado, porque existen todavía extensas comarcas que apenas h a n recibido la visita de n i n g ú n botánico. No cabe duda d e
que la m a y o r parte de la provincia de T a r r a g o n a , en sus confines
con los reinos de Aragón y "Valencia, y sobre todo la de Lérida en
su límite occidental-y extremidad pirenaica, brindan todavía al
fltógrafo excursionista con seductoras promesas y halagadoras esperanzas.
Nuestras modestas excursiones, que, en cuanto lo han permitido nuestros deberes profesionales, se h a n sucedido sin interrupción'
desde el año 1870, se dirigieron principalmente, por razón d e
nuestra residencia, á las provincias de Barcelona y Gerona, y p a r te oriental de T a r r a g o n a y Lérida. Lo m i s m o puede decirse q u e '
hicieron, salvo contadas excepciones, todos los botánicas residentes en la capital del Principado. Y a u n dentro del territorio explorado por Costa, Texidor, Masferrer, P u i g g a r í , Tremols y V a y r e da, queda mucho por escudriñar, si es que queremos poseer u n
conocimiento exacto de nuestra Flora. ¡Calcúlese, pues, c u á n t a
queda por hacer en los restantes puntos antes mencionados!
Mas no es la extensión del campo, objeto de tan vasta exploración, lo que precisamente nos preocupa y aflige nuestro ánimo: lo
peor está todavía en el reducido n ú m e r o de los que se prestan á
cultivarlo.
Murió e l i n s i g n e Costa, profesor nuestro, querido y v e n e r a d o ,
que conocía teórica y prácticamente la ciencia de las plantas, q u e
la sentía h o n d a m e n t e , y que con palabra noble y persuasiva s a bía inculcarla—condición indispensable si había de e n t u s i a s m a r
á sus. discípulos y debía formar escuela—escuela de la cual había
de salir aquella pléyade de botánicos, que difícilmente hallaran
sustitución por espacio de muchos a ñ o s . ¡Lástima g r a n d e fué q u e
los talentos del maestro y la generosa iniciativa de los b e n e m é r i tos fundadores de aquella Sociedad botánica Barcelonesa no fue-
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