Sólo para hombres

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Luis Valdez Castellanos, S.J.
Sólo para hombres
La liberación masculina
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Índice
Mi experiencia .................................................................... 5
Los años recientes .............................................................. 9
¿Por qué sufren los hombres? ........................................... 13
Para que seas muy hombrecito ......................................... 17
¿Cómo nace un modelo? ............................................. 21
Las semejanzas y diferencias y de la naturaleza
humana .................................................................. 24
El género ..................................................................... 28
¿Cómo nos hacemos varones? .................................... 31
Cuando perdimos muchos sentimientos ........................... 39
El coraje y la violencia ..................................................... 45
Ayudas para combatir la violencia .............................. 48
¿Buenos en la cama? ........................................................ 51
Lo que nos lleva al silencio y a la incomunicación ........... 57
1. Deficiente formación afectiva ................................. 57
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2. El miedo a la intimidad ........................................... 59
3. No argumentar sino dialogar ................................... 64
¿Cómo ayuda Dios a los hombres? .................................. 67
1. Algo básico sobre Dios ........................................... 68
2. Jesús comunicaba su intimidad............................... 69
3. Jesús y su libertad ................................................... 71
4. Ante la cultura machista ......................................... 74
5. Una parábola ........................................................... 75
Anexo 1 Adanes convocados ......................................... 77
Anexo 2 Contemplativos en la acción ............................ 81
Bibliografía ...................................................................... 83
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Mi experiencia
Soy varón y sacerdote. Y me ha costado mucho trabajo aprender a decir: “te quiero”, “necesito que me escuches”, “te pido
que me perdones”. Fui entrenado, como la mayoría de los
hombres, para no pedir a los demás, para callarme, para competir, para no expresar mis sentimientos de fragilidad, de
debilidad, de gozo y placer. Me ha llevado mucho tiempo
“desaprender” todo esto. Y en mi trabajo de escuchar (Acompañamiento espiritual y de desarrollo humano), me ha dolido mucho conocer a varones muy atorados en la vida, así
como yo vivía. Hombres con éxitos profesionales y en otros
campos pero con una vida no plena, sin sentirse valorados
por su familia, sin muchas ilusiones por delante, con una
máscara bien puesta ante los demás (y ante su esposa1) para
no ser lastimados. Me duelen como me dolía yo mismo.
Recuerdo todavía con sentimientos de pena y arrepentimiento, mi presentación en una dinámica de grupo en la
maestría de Desarrollo Humano. Hablé de un Luis perfecto,
que tenía todo en orden, todo en armonía, pues así me quería
ver a mí mismo. Creía sinceramente que yo estaba bien. Y el
grupo por más que picaba por un lado tratando de pinchar el
globo que veía enfrente, no lo pudo hacer. Terminé la sesión
con la idea de haber superado la prueba. Esto sucedió en
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En adelante, en lugar de usar la palabra esposa, usaré la palabra pareja para dar un
sentido más amplio.
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Sólo para hombres
septiembre de 1992 en el primer semestre de la maestría.
Por supuesto que la realidad era otra y no la aceptaba.
Como el programa de la maestría pedía como requisito
llevar un año de terapia individual, la acepté solamente por
la obligación pues no veía la necesidad de trabajar con mi
persona. Me veía completo sin permitirme sentir que estaba
medio vacío. Esto se debía a que no contactaba con mis sentimientos y sólo estaba conectado a la razón.
Ante mis ganas de sacar provecho de la terapia escogí un
terapeuta que no me permitiera esconderme en las cavernas
de la razón. Ahí empezó mi despertar, ahí se inició la caída
de la venda que llevé por años en los ojos. Empecé a ver que
era una persona inteligente y, a la vez, muy reprimida afectivamente. Que era demasiado responsable y, a la vez, poco
libre. Y así, con miedos y titubeos, me enfrenté a mis problemas y empecé un camino desconocido para mí.
Otra experiencia que tuve hace pocos años fue muy iluminadora. Casualmente me encontré con un amigo de la escuela que hacía unos 30 años que no veía. Él tenía mucho
interés de saber qué había sido de mi vida. Al compartirle lo
que había hecho, los lugares donde había vivido, fui cayendo en la cuenta de que a lo largo de tantas experiencias, cambios de ciudades, de trabajos, de comunidades, hubo una
buena dosis de sufrimiento en mi vida. Y esto fue muy importante para mí pues se cayó otra falsa imagen que tenía de
mí mismo: que no había sufrido en la vida y que había sido
siempre muy feliz. Inconscientemente, había hablado siempre del lado luminoso de mi vida, de los logros, los triunfos,
etcétera, y había puesto sordina al sufrimiento, a los fracasos, a lo oscuro de mi historia.
Otro aprendizaje importante fue cuando visité a un matrimonio muy amigo, que por su fe, decidió vivir entre los
pobres y colaborar profesionalmente en un proyecto de promoción campesina. Cuando llegué, los saludé con mucho
cariño. Y enseguida ella, con la felicidad en el rostro, me
invitó a saludar a su pequeño hijo de 3 años que estaba por
ahí. Con gusto lo saludé como acostumbraba saludar y le di
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Mi experiencia
la mano quedándome de pie. Ella, al verme, me dijo que ésa
no era la manera de saludar a un niño pequeño y me pidió
que me pusiera en cuclillas, a su altura, y entonces le diera la
mano. Me sonrojé, pues me sentí reprobado, pero después
de hacerlo comprendí la importancia de ese aprendizaje. Mi
amiga me había dado una oportunidad increíble de aprender
que si quiero tener una buena relación con la otra persona es
necesario adaptarme al otro, en mi caso como soy una persona alta (1.90 mts), bajarme a la altura del otro. Las pocas
ocasiones en que he estado frente a personas más altas que
yo enseguida he sentido la incomodidad de voltear hacia arriba y experimento una sensación desagradable de inferioridad, de no igualdad. Y desde entonces, estoy alerta para adaptarme a las personas, especialmente con aquellas de baja
estatura y con los niños. Eso mismo hizo Jesús, como lo
describió san Pablo que se abajó, y por eso pudo ser alguien
muy cercano a todas las personas. Siendo rico se hizo pobre,
para que cualquiera se pudiera acercar a él.
De niño experimenté dolor en mi vida y como no sabía
cómo enfrentarlo y no recibí la ayuda, me dedique a tratar
de evitarlo. Mi mecanismo de defensa fue la racionalidad,
arreglar todo con la cabeza. Ahora he aprendido a conocer el
dolor del crecimiento, de la autoaceptación, del sufrimiento
compartido, de la dureza de la vida.
Aprendí a recibir y a regalar la intimidad con mis grandes amigos y amigas, que ha sido la fuente de mi amor. La
relación de amistad con Jesucristo ha sido mucho más intensa, no sólo desde la cabeza, sino una relación que incluye
también los afectos, la imaginación, los deseos…
No he terminado mis tareas. Me cuesta mucho trabajo ser
asertivo con varias personas; he avanzado poco en la expresión verbal de mis corajes, y termino actuando el coraje y
lastimando a algunas personas; no he logrado aceptarme en
mi perfeccionismo; me cuesta trabajo aceptar completamente
a varias personas; he tenido que superar, no sin dificultad, la
homofobia y los miedos a la homosexualidad.
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Sin embargo, ahora me siento más vital, más despierto
pues vivía dormido a muchas emociones y realidades. Veo y
siento que estoy dando y recibiendo mucha vida.
A mi alrededor he visto que la educación dada a los varones nos ha hecho creer que tienen muy poco que aprender, revisar, trabajar, etcétera. Que nacieron fuertes y que
los sentimientos son inútiles y nos confunden. Por eso ser
muy racionales es lo mejor. Esto y otras experiencias a lo
largo de la vida generan hombres-enanos con una gran cabeza, pobres en expresividad y en el amor. Van por la vida
con mucha insatisfacción y causan sufrimiento a los hijos
y a muchas mujeres. Quiero con este libro ofrecer nutrición y elementos de cambio a los varones.
Si quieres escribirme, te doy mi correo electrónico:
[email protected]
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