Jesús con People Meter

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La Palabra Israelita
VIERNES 8 DE DICIEMBRE DE 2006
• El Jesús que erige
Mailer en "El evangelio
según el hijo" no es el
líder abnegado que
aparece en los
evangelios, sino un ser
ordinario, petulante,
revanchista y hasta
prostituido. Pero lejos de
ser un intento de poner
en duda la naturaleza
divina de Jesús, su
lectura puede reafirmar
la fe del más conservador
de los cristianos.
POR JOYCE
VENTURA
En 1997, el escritor norteamericano
Norman Mailer se aventuró en la
reescritura en primera persona de la
vida de Jesucristo que tituló "El evangelio según el hijo" (Emecé, 2006), una
obra tan indulgente como para convertir este evangelio apócrifo en un documento perfectamente compatible con la
fe católica. Tanto, que bien podría ser
dado a leer en algún seminario del
Opus Dei. Tal como la recién estrenada
película "El nacimiento", que cuenta la
historia de María y José con tal simpleza y fidelidad que los astutos cerebros
del Vaticano la usaron como marketing
y la autentificaron exhibiéndola nada
menos que en la Santa Sede, y eso que
la directora tenía a su haber la feroz "A
los trece", donde un par de adolescentes se droga y tiene sexo todo lo que
dura la película. Por alguna razón, últimamente nadie quiere contradecir a
la Iglesia. Y no estamos hablando de
católicos recalcitrantes como Mel
Gibson, sino de judíos escépticos, como
Mailer; casado seis veces, la última vez
con una top model.
Aunque su obra es fiel a las escrituras y no pone en duda ni siquiera la
virginidad de María, Mailer es malicioso y serpenteante. Al estilo de Poncio
Pilatos, que al declarar a Jesús "rey de
Jesús con People Meter
los judíos" sabía que estaba pasando
automáticamente a la historia, tanto si
en el futuro se le consideraba el Mesías
(pues en ese caso era el primero en darlo a conocer) como si se lo declaraba
un loco más (pues su sarcasmo lo haría
admirado). Porque aunque "El evangelio según el hijo" contiene la visión del
autor de la naturaleza humana (egoísta, vengativa y utilitaria), Mailer prefiere mantenerse en la ambigüedad en
lo que respecta a lo que opina sobre la
religión. ¿Conveniencia? ¿Un modo de
no ser descalificado por sus lectores católicos? Como sea, cualquiera puede
oler su cobardía. Al fin y al cabo, el dios
Mammón (dios del dinero) como él
mismo denuncia al final de la novela,
sigue rigiendo y compitiendo con Jesús
por la atención de los hombres, de
modo que la idolatría no ha sido exterminada.
Es cierto que Mailer minimiza algunos milagros, como el episodio en que
Jesús hace alcanzar para miles de fieles dos hogazas de pan, pues la hazaña
es planteada más como el triunfo del
espíritu que como el milagroso incremento de la materia. Pero esta visión
escéptica no se aplica a otras de sus facultades divinas, como su capacidad
curativa y de devolver la vida a los
muertos, actos que son relatados con
el mismo tono realista de la Biblia.
¿Qué pretende Mailer con tal candidez? Tal vez sólo quiera jugar con sus
lectores. Aunque, por cierto, en el equipo participan sólo judíos y escépticos.
A los católicos los deja en la banca. Y el
juego consiste en descubrir las sutilezas que salvan al escritor de ser un traidor; leído por un judío, el Jesús de
Mailer no puede ser otra cosa que un
farsante o un loco pues, tal como lo
describe, no cumple las condiciones
con que la Torá define al Mesías; un
verdadero tzadik es alguien que no conoce el mal y que, por lo tanto, tampoco es capaz de verlo en los demás. Pero
este Jesús no sólo lo advierte en exceso
sino que lo tiene radicado en su inte-
rior, y cuando le declara la guerra, la
serpiente le gana. "Si ellos me amaban,
era por mi poder de obrar milagros, no
porque yo pudiera
enseñarles a amar
al prójimo. Deseaban predicar como
yo, pero sólo para
incrementar su propio poder, no para
predicar
con
amor"…"Yo quería
llevarlos a la fe,
pero ahora me di
cuenta de que yo
tampoco actuaba
por amor a los demás sino que buscaba poder para convencerlos. Así que
suspiré por la
intrincación del corazón".
Por otra parte,
su comunicación
con D-os es prácticamente inexistente. Mejor parece llevarse con Satán con
quien
dialoga
largamente.
Conflictuado en su identidad, Jesús es
como una estrella de rock; caprichosa
y voluble; nunca está seguro de lo que
dice, menos de lo que hace y sólo actúa
como por instinto: "Me sentía como si
lo hubiera llamado y él me hubiera dejado solo. Mis palabras debían hacer lo
mejor posible para llegarles al corazón.
Pues cada palabra podía llegar a ser tan
valiosa como la madera de un barco,
capaz de mantener a un hombre a flote
en un hosco mar". De ahí que este Jesús sea también un Maquiavelo con
People Meter; que se acomoda a lo que
se espera de él. Su rasgo primordial es
la empatía; no tiene idea de cuál es la
verdad que debe predicar, pero comprende perfectamente las aspiraciones
de los demás; sabe que la gente quiere
escuchar hechos extraordinarios, y aunque hablar de amor es lo correcto, muchas veces elige
asuntos
más
impactantes como
la predicción del futuro, los castigos divinos, los desastres
naturales y los milagros que ha realizado. A la gente debe
dársele lo que pide,
piensa este Jesús
prostituido.
Fuera de esto, lo
cierto es que a grandes rasgos el libro
parece ser el resultado de un innecesario desafío de
Mailer de escribir
su propia versión
de la vida de Jesús,
que a la postre resulta ser una iniciativa inútil porque
de personal no tiene nada. Además, la
mayor parte de la obra trasunta la celeridad de una pluma impaciente, que
no se ocupa del lugar donde presiona
sino que apunta a llegar al final. Lo peor
no es la flojera en el lenguaje sino la
ausencia absoluta de ideas y teorías, lo
cual sin duda responde a su cobardía.
Aunque con ello Mailer busca no desmoralizar a nadie, acaba defraudando
a sus lectores incondicionales. La ausencia de cualquier novedad es tal que,
si alguien tiene algún interés en la vida
de Jesús, es preferible que lea directamente los evangelios. Aunque si se
cuenta con algún amigo cristiano, no es
un mal libro para regalarle en Navidad.
Los defectos de Jesús sólo los verá si
desea encontrarlos, lo cual, si tiene fe,
es poco probable.
CARTA ENVIADA A «EL MERCURIO»
"Judíos en Chile"
Completando mi anterior carta sobre los judíos en Chile, quiero salvar
algunas omisiones en las que yo mismo incurrí y que deben ser recordadas
por los relevantes servicios prestados al país. En primer término me refiero
al señor Alejandro Lipchutz, Premio Nacional de Ciencias, al señor David
Stitchkin, eminente abogado, Profesor de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile y Rector de la Universidad de Concepción donde
realizó una extensa labor educacional y artística y fue el creador de la valiosa
Pinacoteca que existe en esa casa de estudios Superiores y don Benjamín
Cohen, brillante periodista que derivó en la diplomacia siendo Embajador
de Chile en Bolivia y Subsecretario de Naciones Unidas.
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