camino a finisterre

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Camino de Fisterra-Muxía.
Es la única ruta con origen en Santiago. Su meta es Fisterra o Muxía, dos lugares de gran simbolismo
y vinculaciones jacobeas donde antaño se situaba el fin del mundo conocido. En la actualidad es uno de los
trazados que gana más peregrinos y ritos.
Los antiguos Peregrinos realizaban tres ritos de purificación, muerte y resurrección.
1º.-BAÑARSE: Purificación del cuerpo. Se hace en la playa da Langosteira, dos kilómetros antes de entrar
en el pueblo. El peregrino se quitaba así el polvo de toda su ruta y limpio comenzaba su cuenta atrás para
alcanzar ese final del camino tan duro y a la vez importante para todo peregrino.
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2º QUEMAR LA ROPA: Por medio de este rito, el peregrino se deshace de todo lo material y con el fuego
intenta quemar todo aquello de lo que se quiere deshacer y que no le beneficiará para comenzar una nueva
vida.
3º.- VER LA PUESTA DE SOL: Muerte y Resurrección, la muerte del sol en el mar y la resurrección al
otro día, como la resurrección del peregrino en el día a día de su caminar.
El Camino de Santiago no siempre termina en Compostela. Desde la Edad Media fueron muchos los
peregrinos –algunos ilustres, como el erudito clérigo boloñés Doménico Laffi- que, alcanzada la meta
apostólica, decidieron continuar travesía hacia el lugar que simbolizaba, hasta el fin del Medievo, el último
reducto de la tierra conocida, la punta más occidental de la Europa continental, el tramo final de ese
itinerario mítico-simbólico que seguía el rastro marcado por la Vía Láctea y que tenía en el actual Finisterre
(antiguo “Finis Terrae”) su rincón más extremo. Muchos caminantes sumaban a esta atracción por el fin del
mundo la seducción y/o devoción de peregrinar a aquellos lugares donde la tradición situaba prédicas del
Apóstol y, la leyenda, alguno de los milagros vinculados a la “traslatio jacobea”.Ya desde época romana el
cabo de Fisterra era un paraje cargado de todo tipo de creencias, relacionadas en muchos casos con el
«milagro» del sol. Por algo se ubicaba en esta costa, según la tradición, el legendario “Ara Solis”, altar de
adoración al sol ligado a ancestrales ritos de fecundidad y a donde llegaban cada tarde las legiones romanas
para ver apagarse al astro rey en el mar. La leyenda apunta que fue el Apóstol quien destruyó ese sitio de
culto pagano para levantar en su lugar la ermita de San Guillermo, ahora desaparecida.
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Otra vinculación jacobea de Fisterra se incorpora al célebre Códice Calixtino, la primera guía de
peregrinación hacia Santiago, que, en su Libro III recuerda cómo los discípulos del Apóstol viajaron a la
ciudad de Dugium -en la actualidad, sumergida- para solicitar una autorización de un gobernador romano con
la que poder enterrar los restos de su maestro en la actual Compostela. El legado, receloso, les encarcela.
Sin embargo, según reza la tradición, ellos lograron huir.
Pero no solo Fisterra guardaba significaciones jacobeas. Muxía, con su majestuoso Santuario da
Barca, auténtico monumento de piedra abierto al mar, se convertía también en otro hito final de este
recorrido. En la Edad Media se extendió la creencia de que la Virgen María había acudido al lugar en una
barca de piedra para dar ánimos al Apóstol Santiago en su predicación por el noroeste de la Península.
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Éxito de peregrinación desde el siglo XIII
A pesar de que la prolongación cristiana desde Compostela a estos dos importantes focos de espiritualidad
arranca poco después del descubrimiento del Apóstol, es a partir del siglo XIII, cuando, sobre todo
Fisterra, se convierte en meca de peregrinación, en una travesía, en algunos casos, penitencial. Y es que, de
aquella, los tribunales europeos comenzaron a imponer como penitencia a ciertos reos viajar a lugares santos
o remotos en condiciones precarias para saldar sus deudas. San Andrés de Teixido, también en la provincia
de A Coruña, o Fisterra, son dos de esos destinos. Pero más allá de esta particularidad, el apogeo jacobeo se
extiende, como en el resto de las rutas, hasta mediados del siglo XVI, cuando comienza su lento declinar.
Es ahora, en pleno siglo XXI, cuando la ruta recupera progresivamente caminantes y se convierte en
una de las más reclamadas. Los reclamos son diversos. Hay muchos caminantes que deciden proseguir camino
atraídos por la circunstancia de terminar travesía en el mar y por el apetito de conocer la Costa da Morte,
una de las franjas costeras más majestuosas de la Península Ibérica, con tiempo impetuoso y mar bravío, y
en la que se alternan grandes y tranquilos arenales con abruptas formaciones rocosas. El nombre de este
litoral se vincula a su peligrosidad. Y es que en esta zona han naufragado a lo largo de la historia un sinfín de
barcos. Como otros valedores del itinerario se hallan lo legendario del destino, la belleza del recorrido –uno
de los más excelsos en territorio gallego, tanto a nivel natural como patrimonial, con bellísimos ejemplos de
arte románica-, o las diversas tradiciones aún conservadas.
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