I,a iberización de las zonas orientales de la Meseta

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I,a iberización de las zonas orientales de la Meseta
Por MART~N
ALMAGRO-GORBEA
Casi coetáneamente a la introducción tos de los Campos de Urnas, de los que
desde el norte de influjos de origen extra- han recibido el rito de la incineración,
pirenaico en la Meseta Sur comienzan a más las posteriores aportaciones de genllegar los influjos culturales de los pue- tes de origen europeo, estrechamente reblos colonizadores mediterráneos desde el lacionadas con los Campos de Urnas, de
mediodía, Su influencia en la zona coste- los que eran una continuación.
La formación de la Cultura Ibérica está
ra parece ser que se debe situar con seguridad ya hacia el siglo VII a. de J. C. ya lograda desde el siglo VI a. de J. C. Es
según las evidencias arqueológicas con ello evidente, pues a finales de este siglo
que actualmente contamos, y a fines de ya encontramos que ha producido obras
dicho siglo comienza su penetración, al de gran madurez, como el monumento de
principio muy tímida, en la zona sureste Pozo Moro, manifestaciói~cumbre de este
de la Meseta Sur, la más apta para rcci- periodo, situado geográficamente ya en
bir este influjo por la semejanza del sus- plena Meseta. Los influjos de los pueblos
trato cultural de su Bronce Final con el coloilizadores fenicios, y en estas regiones,
de las poblaciones de la costa del Sudeste también griegos, son evidentes. No sabepeninsular y por la mayor apertura y pro- rnos todavía el papel que corresponde a
ximidad geográfica que ofrece. al Medite- unos y otros con seguridad, pero en Pozo
Moro el eco orientalizante es muy evidenrráneo.
La penetración de elementos aislados te y en todo caso no clásico.
Esta cultura, iniciada plenamente andel Mediterráneo en esta región se inicia
a fines del siglo VII a. de J. C. y se hace tes del 500 a. de J. C., sufre un relativo
evidente a lo largo del siglo VI, hacia cuyo estancamiento en el siglo v a. de J. C., en
final la cultura local parece definitivamen- el que además parece evidenciarse una
te transformada, al menos en la zona del serie de destrucciones difíciles de explisureste de nuestra Meseta Sur. El sus- car. Este retroceso parece ser bastante getrato del Bronce Final Mediterráneo se ve neral en el Mediterráneo Occidental, y aunahora rápidamente modificado en lo que que pueda deberse a hechos muy diversos,
se ha denominado acertadamente Cultura es curioso señalar la casi desaparición de
Ibérica. En él se han fundido los elemen- importaciones griegas en el hinterland de
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M A R T ~ N ALM AGRO-GORBEA
Iaarsella por esta época, coincidiendo con
este mismo fenómeno en el Mediodía Peninsular; es la época del final de la Cultura Orientalizante del Suroeste, por crisis
interna o por presiones exteriores, y es la
época también de cierre de Cartago a las
importaciones extranjeras, pareciéndose
evidenciar una crisis general con nueva
toma de posiciones en el Mediterráneo
Occidental, que se tradujo en los tratados
que a partir de ahora conocemos por los
textos escritos sobre las zonas de influencia en la Periinsula, y que señalan el fin
del apogeo colonizador de la época orientalizante y arcaica. Este es también el momento de máxima tensión entre griegos
y púnicos en Sicilia.
A partir de finales del siglo v a. de J. C.,
las relaciones comerciales, al menos, y posiblemente un renacimiento cultural de
estas zonas, parecen evidentes y ofrecen
una capacidad de difusión extraordinaria
de los elementos mediterráneos, que las
vitalizan de tal modo que en los primeros
años del siglo rv a. de J. C. su influjo ha
debido alcanzar ya todas las áreas orientales de la Meseta Sur. Los elementos materiales que más caracterizan este influjo
cultural son las cerámicas a torno de tipo
ibérico, cuya difusión fue rápida y general. Con ellas aparecen las típicas fíbulas
anulares, que sustituyen a las anteriores
de resorte bilateral y de doble resorte, y
paralelamente se extienden elementos de
lujo importados, introducidos por comercio de lujo, como las cerámicas áticas, las
dc barniz rojo' y algún objeto metálico,
como las placas de cinturón tipo Osera y
las falcatas, que aparecen ahora por toda
la Meseta Sur y alcanzan incluso la Meseta Norte.
Estos elementos asimilados por los
sustratos locales precedentes dan lugar a
diversas áreas culturales más o menos
intensamente iberizadas, aún poco conocidas, pero que podemos fechar con sus
nuevas características culturales a partir
del 400 a. de J. C., por dar una fecha
general aproximada. El estudio de estas
áreas culturales y de los elementos que
las forman puede llegar a explicarnos la
ibcrización más o menos profunda y las
mutuas relaciones de los pueblos que conocemos en la Meseta a través de las
fuentes escritas y en cierto punto, cuando
los conocimientos lo permitan, puede que
se llegue a precisar sus límites geográficos, los cuales, con los datos de los
textos escritos, resultan dudosos y a veces contradictorios.
Siguiendo estas directrices, aunque se
sale del marco cronológico, se podría considerar en general a los carpetanos como
la gente de tradición de la cultura de Ecce
Homo 1, que se extiende por las áreas
centrales de esta zona de la Meseta. Los
oretanos pueden corresponder al área de
Valdepeñas, y si bien su cultura material
resulta aún poco conocida, debe estar
influida por los centros ibéricos andaluces.
Junto a estos grupos étnicos principales, el área del sureste representaría
una extensión de las gentes bastetanas
por la Meseta, muy intensamente iberizadas por influjo de la vía Heracleia, que
unía el Levante con el Valle del Guadalquivir; las tierras de la cuenca del Júcar
podrían corresponder tal vez a los olcades
y las de la Serranía de Cuenca y Alto Jalón a los pueblos celtibéricos en sentido
estricto, que mencionan hacia aquellas
regiones montañosas las fuentes escritas.
Todos estos grupos étnicos se debieron influir mutuamente a lo largo del
tiempo, hasta caer en la órbita de Cartago, a fines del siglo III, incluso algunos
bastante antes, como tal vez los basteta-
LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
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nos. Inmediatamente después con la Se- conquista romana, las culturas indígenas,
gunda Guerra Púnica y con la presencia en franca regresión, suponemos que dede Roma a finales del siglo III a. de J. C., bieron ir siendo poco a poco absorbidas
toda la Meseta Sur debió sufrir una época por el dominante influjo cultural, econóde inestabilidad y turbaciones. Tras la' mico y social que representaba Roma.
Hablar del origen de la cultura ibé- con el Sistema Central, sierra de caracrica en el borde oriental de la Meseta terísticas peculiares por un suelo ácido,
exige precisar qué se puede entender en su elevada altitud y su vegetación arbóesa zona periférica del mundo ibérico por rea que la diferencia grandemente de los
Cultura Ibérica y en todo caso definir sus páramos circundantes. Al noreste entra
límites geográficos. Por Cultura Ibérica en contacto con las serranías ibéricas, a
entendemos aquí aquellos fenómenos re- las que en parte corresponde la zona del
lacionados con el inundo ibérico que en Alto Jalón conectada con las Parameras
sentido estricto se extienden por las re- de Molina, de gran elevación, superior a
giones de la Península Ibérica más abier- 1.000 m., y de clima seco y frío y suelos
tas al Mediterráneo: desde el Languedoc pobres, principalmente a base de calizas
hasta el Valle del Guadalquivir. De esta pontienses. Esta zona enlaza hacia el sur
zona ibérica así entendida, en la Meseta con la Serranía de Cuenca, con alturas
queda excluida la Región Extremeña como que superan los 1.500 m., pero de suelos
la Meseta Norte, pues los fenómenos que calizos predominantemente, frente al prerepresentan dichas regiones, aunque en dominio silíceo del Sistema Central. Al
algún punto relacionados con la Cultura oeste de la Serranía de Cuenca pequeñas
Ibérica, no pueden propiamente ser con- alineaciones norte-sur en sentido decresiderados como tales (Maluquer de Mo- ciente marcan la transición hacia los pátes, 1957, pág. 309; Arribas, 1965, págs. 41 ramos facilitando las comunicacioi~es
en aquel sentido, mientras que las estey siguientes).
oeste se logran a través de ríos como el
El marco geográfico. -La zona a es- Alto Cigüela. Al norte queda la Alcarria,
tudiar, para atenerse a una base objetiva, de relieve accidentado por la erosión fluse podría considerar la región de los pá- vial, el cual se atenúa hacia el sur predoramos miocénicos que ocupan toda la minando cada vez más la llanura.
parte oriental de la Meseta Sur, desde el
Algo accidentada todavía la ancha
reborde montañoso que forma limite de Alta se vuelve luego cada vez más llana
la Meseta, basta las zonas de suelos silí- por total ausencia de relieve de erosión
ceos que ocupa toda la mitad occidental fluvial en fa Mancha Baja, la de mayor
de la misma (Solé Sabarís, 1952) (fig. 1). extensión y caracterizada por sus grandes
Esta zona de páramos, en su mayoría llanuras prácticamente sin relieve alguno,
del Mioceno, corresponden a la mitad su. ofreciéndonos a veces amplias áreas enperior de las cuencas del Tajo y del dorr6ica.s por este motivo. Sólo hacia el
Guadiana. Está en contacto por el norte sur vuelve a accidentarse primero tras los
Altos de Chinchilla que marcan el paso
hacia la zona del Sureste y más al oeste
en el Campo de Montiel, mancha triásica
que enlaza las llanuras de la Mancha con
la zona Bética.
Al oeste de la Alcarria queda la zona
de las Campiñas del Tajo y sus afluentes,
y las llanuras como la de la Sagra, al
sur de Madrid, que se extiende hacia el
oeste ininterrumpidamente señalando la
cuenca del Tajo y las llanuras diluviales
de tos afluentes que bajan del Sistema
Central. Estas llanuras se extienden cada
vez con menor altura hasta Navalmoral
de la Mata, que es la máxima penetración hacia occidente de los terrenos sedimentarios terciarios, aqui en su mayor
parte de tipo ácido por su formación de
arenas, señalando por ello la transición
hacia la penillanura extremeña; esta transición se nota en el clima, algo más suave
y húmedo, como sobre todo por el cambio de vegetación debido a suelos ácidos
apareciendo ya los primeros encinares y
jarales abundantes.
La altura de esta extensa región oscila sobre los 1.000 m. en los bordes de
la parte oriental: Parameras de Molina y
Alta Alcarria. zona de transición hacia la
Serranía de Cuenca, Alto de Chinchilla
y Campo de Montiel; desde esas zonas
la altura decrece hasta los 500 m. en las
zonas más bajas de la cuenca del Guadiana.
Las precipitaciones en esta amplia y
compleja área geográfica de España varían notablemente, ofreciendo las mínimas en fa Mancha Baja y las máximas en
las zonas próximas a las sierras periféricas del norte y del oeste.
Las temperaturas igualmente tienden
a ser algo inferiores en las zonas próximas a las serranías, pero este hecho se
contrarresta con la mayor oscilación anual
que ofrecen las zonas bajas, especialmente en la Mancha, que llega a alcanzar
valores próximos a los 50".
En los terrenos terciarios de caliza o
'yesos, la sequedad del clima y lo extremado del mismo hacen que la vegetación
tienda a ser escasa. En las campiñas y
vegas de los ríos los cultivos suelen ser
prósperos, pero las zonas de páramos
intermedias aparecen a menudo cubiertas
por matorrales o gramíneas de escaso
desarrollo, aunque podemos suponer con
seguridad que en épocas anteriores las
manchas de Querqus, hoy muy escaso
y degenerado, pero que a pesar de ello
aún aparece en casi todas estas áreas,
debió tener una extensión y un desarrollo
bastante superior, lo que debió producir
un paisaje bastante diferente y más acogedor que el actual. Las zonas no aptas
para el cultivo permitirían vivir abundante
ganado como principal medio de producción de alimentos.
Vías de comunicación. - Esta región
es zona obligada de paso en las comunicaciones y en los contactos culturales de
toda la Península Ibérica por su situación central. Por ello y por el papel que
la facilidad de comunicaciones ha debido
jugar en el proceso de iberización se
estudia este factor con especial detenimiento.
El esbozo de las vías naturales de comunicación que aqui se señala está basado principalmente en dos series de
datos que en parte se complementan. En
primer lugar las vías naturales empleadas aún por la ganadería transhumante
con su red de veredas y cañadas, las
cuales se nos han conservado a través de
la organización económica pecuaria de la
meseta, establecida a partir de la Edad
Media, pero con antiguas raíces de base
LA IBERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
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Fig. 1. - Mapa de la mitad driental de l a Meseta Sur con los principales ysci~nientoscitados en el texto.
(Equidistancias de curvas de si\*el 500 y 1.000 m.): 1, Col1 del Moro, T.; 2 . San Antonio de Calaceite, TE.;
3, El Puig. Benicarló, CS.: 4, $agunto, V.; 5. Liria. V.; 6. JAtiva, V.; 7, La Bastida, V.; 8, Corral d e Saus. V.;
9, Alcay. A,: 10, Villena, A,; l!, Elche. A ; 12, Saladares, A,; 13, Cástulo, J.; 14, Despeñaperros. J.: 15, Castellar de Santistebali, J.; 16, Rdllos, MU.; 17, Macalón. AB.; 18, B o g a r a , AB.; 19, Llano de la Consolación. AB.;
20, Cerro de los Santos, AB.; $1. Iioya de Santa Ana. AB.; 22, Pozo Moro. AB.; 23, Casas del Monte, AB.;
24, Abengibre. AB.; 25, Pozo Cañada. AB.; 26, E l Salobral, AB.; 27, Balazote, AB.; 28, EL Robledo, AB.; 29.
Torre de Juan Abad, CR.; 30' Valdopeñas, CR.: 31, Alarcos, CR.; 32, Munera, AB.; 33, Pedro hluñoz. CR.;
34, Consuegra, TO.; 35, ~ l g o d J r ,SO.; 36. Mora, TO.; 37, Villanueva de Bogas, TO.; 38, Toledo, TO.; 39, Ocaña,
TO.: 40. Titulcia. M.; 41, Compluturn, M.; 42, Ecce Homo, M.; 43, Driebec, GU.; 44. Scgóbriga, CU.; 45. Casas
Viejas, CU.; 46, Las Madrigueras, Carrascosa del Campo, CU.: 47. L a hluela, Palomares del Campo, CU.; 48.
Abia de la Obispalia, CU.; 49, Pillar del Horno, CU.; 50, Valeria, CU.; 51, Buenachc de Alarcón, CU.; 52, Olmedilla de Alarchn, CU.; 53. Rcipo. CU.; 64, Carboneras, CU.; 55, Pajuroncillo, CU.; 56, Cañete, CU.; 57, Santa
Cruz de Moya. CU.; 58, Griegos, TE,: 59, El Cañabate. CU.; 60, Luzaga, GU.; 61, Aguilar de Anguita, GU.;
62, Arcóbriga, 2 . ; 63, Valdenovilloc. GU.
98
M A R T ~ NALMAGRO-GORBEA
esencialmente geográfica (Klein, 1938, página 35 SS.).
Otra serie importante de datos nos
los aporta el trazado de las Vías Romanas, que en su mayoría debieron seguir
caminos anteriores de época prehistórica,
aunque este hecho no siempre es posible
demostrarlo positivamente. En todo caso
el conocimiento de las vías romanas de
la Meseta Sur, aunque aún sea incierto
y escaso de datos, sí nos es de gran utilidad para establecer la red de caminos
prerromanos o al menos las principales
vías de comunicación de la región. Una
prueba de este hecho es la coincidencia
en gran parte de las vías romanas con
los caminos de la transhumancia y se ve
que ambos coinciden con los caminos naturales que son la causa y la explicación
del trazado de ambas redes viarias. Por
ello podemos igualmente tenerlas en
cuenta para interpretar la red viaria de
estas épocas prehistóricas (Roldán Hervás, 1975; Corchado y Soriano, 1969; Almagro, 1975, f . 4).
De todas formas debemos reconocer
una vez más el carácter nada definitivo
del resumen de las vías de comunicación
que realizamos a continuación a falta de
una más abundante información arqueológica que permita confirmarla (fig. 2).
Las vías naturales de esta zona de la
Meseta Sur están condicionadas especialmente por el relieve. Señalaremos en
primer lugar que las dificultades de acceso
a través de los rebordes montañosos sólo
permiten ser flanqueados por algunos
pasos y en zonas determinadas que actúan como canalizadores, pues el resto
constituye una barrera natural.
Por el contrario, el relieve de la zona
interior ofrece facilidad de comunicación
por la zona llana. La parte norte permite
la comunicación en sentido norte-sur por
las alineaciones de su relieve y en dirección este-oeste se puede lograr a veces
con mayor facilidad a través de los ríos.
Toda la parte central de esta gran región, a partir de los Montes de Toledo,
es por el contrario de más fáciles comunicaciones en direccién este-oeste que en
dirección norte-sur, aunque es de gran
interés señalar que la serie de sierras v
terrenos abruptos al oeste de la línea de
Navalmoral-Ciudad Real dificultan grandemente la comunicación entre la mitad
oriental y la occidental de la Meseta Sur,
dividiendo de hecho la Submeseta en dos
mitades, Extremadura y Castilla la Nueva, hecho que se percibe claramente al
estudiar las culturas que nos ofrecen.
Estos factores que hemos señalado
nos permiten trazar unas vías de penetración y comunicación bastante fijas determinadas por la geografía.
De norte a sur tenemos dos vías principales,
En el centro de la Meseta Sur una vía
norte-sur muy importante viene dada
por el acceso a través de Despeñaperros
desde el Guadalquivir Medio, que alcanza
fácilmente, por Valdepeñas y Consuegra,
Ocaña o Toledo, dejando los terrenos
paleozoicos más accidentados al oeste.
Desde aquí el paso más cómodo a la Meseta Norte es por el puerto de Cebreros
hacia Avila y por los valles de los afluentes del Tajo, principalmente el Henares,
hacia las Parameras de Molina o hacia el
Alto Jalón, desde el que se alcanza el
Valle del Ebro y el Alto Duero. También
se pueden utilizar hacia tierras de Segovia los puertos de la Sierra del Guadarrama: Somosierra, Navacerrada y Alto
de los Leones, pero éstos ofrecen un camino más difícil.
Otra vía en sentido norte-sur parte de
los llanos de Albacete, donde desembocan
LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
Fig.
2.
-
99
Vías de comilnicacián ~i>&s
importantes de la mitad oriental de la Meseta Sur.
una serie de accesos a esta parte de la
Meseta: por el Jardín y Guadalmena hacia el Guadalquivir; por Hellin hacia el
Cabo de Palos o por las Hoyas de Baza
y Granada hacia la Penibética; por los
Altos de Chinchilla hacia Almansa y hacia Villena para alcanzar la región del
Sureste o hacia el Corredor de Montesa
para alcanzar el Levante. Desde los llanos
de Albacete hacia el nordeste se alcanza
por el Záncara y Cigüela la zona de la
Alcarria y desde ésta se llega por la región del Alto Jalón a la zona del Alto
Duero o al Valle del Ebro. Algo más al
oeste también se puede enlazar con la
línea que desde Despeñaperros a Ocaña
cruza el Tajo Medio y continúa hacia la
Meseta Norte.
Las vías de comunicación este-oeste
no son tan precisas.
100
M A R T ~ NALM AGRO-GORBEA
Desde el Levante, hacia la cuenca del
Tajo, el paso principal de penetración es
por el pasillo de Requena y Utiel hacia
la Mancha Alta. Desde aqui cruzando las
cuencas del Záncara y el Cigüela por
las Mesas de Ocaña se alcanza el Valle
del Tajo, que se puede seguir sin dificultad hasta los llanos de Navalmoral de la
Mata.
Otra vía este-oeste muy importante
corresponde a la vía Heracleia o Augusta.
Es la que une por el Corredor de Montesa el Levante con los llanos de Albacete y desde aqui por los ríos Jardín y
el Campo de Montiel enlaza con el Campo
de Calatrava y por el Guadalmena con el
Valle del Guadalquivir.
Existen naturalmente muchas otras
posibilidades y variantes bien diversas de
las señaladas, o en parte mixtas, pero
creemos que las vías que hemos indicado
señalan las principales zonas de penetración y comunicación dentro de la zona
oriental de la Meseta Sur. Queremos insistir de todas formas en el carácter sólo
aproximativo de estos datos.
El substrato cultural. -Un
aspecto
imprescindible y fundamental para comprender el problema de la iberización es
conocer el substrato cultural sobre el que
aparece este fenómeno cultural influyendo en su proceso de manera definitiva.
Por desgracia los periodos previos a la
iberización no son muy bien conocidos
en estas zonas de la Meseta, aunque sí
podemos esbozar en líneas generales sus
características.
La Meseta Sur durante el Bronce Medio, ya en la segunda mitad del segundo
milenio antes de Cristo, debía ofrecer un
mosaico cultural que hoy día aún apenas
conocemos, pero que debemos suponer
serka bastante más complejo de lo que
a veces se ha supuesto basándose en los
escasos hallazgos conocidos (Almagro-Gorbea, 1973).
En la parte más ,oriental se aprecia
un desarrollo paralelo al de los poblados
de la zona levantina, incltiibles dentro del
mundo de la llamada «Cultura del Bronce
Valenciano,), entendido en sentido amplio
(Tarradell, 1962, págs. 128 s.).
Alguiios elementos argáricos, sin embargo, es seguro que también penetraron
por la Meseta, no sólo objetos aislados,
como puñales, espadas y otras piezas
análogas (Almagro-Gorbea, 1972, pág. 7),
sino las inhumaciones en cistas con vasos
carenados y en grandes urnas (Delibes de
Castro, 1971). Otras zonas de mayor conservadurismo pervivieron con tradiciones
más viejos procedentes del Bronce Antiguo, como vemos en la Cultura de las
Motillas (Nájera y otros, 1975) que se
extiende por la Mancha Baja, con una
tradición arquitectónica que procede tal
vez de la cultura de Los Millares (Almagro
y Arribas, 1963). También debieron pervivir los enterramientos colectivos en cuevas, pues da la sensación de que ciertos
lugares montañosos o retirados perduraron mucho tiempo. Finalmente, por todas
las zonas aparecen elementos campaniformes de cronologia incierta, pero que es
perfectamente admisible que alcanzasen
este periodo en sus perduraciones más
tardías (Harrison, 1977, f. 38). Además,
los habitantes de las terrazas y llanuras
terciarias seguían una tradición originaria del Neolítico Reciente, pues aparecen
restos de poblados o <<fondosde cabañas»
que, en su conjunto, no parecen sufrir
grandes variaciones por lo que estos hallazgos ofrecen problemas al intentar fijar
su cronología (Pérez de Barradas, 1932
y 1935).
Sobre estos elementos del Bronce Me-
LA IBERIZACI~N DE LAS Z O NAS ORIENTALES DE LA MESETA
dio se manifiesta el Bronce Final, cuyos
elementos actuaron de estímulo unificador, matizando y alterando más o menos
rápidamente el sustrato cultural precedente.
Esta observación es de carácter ge.
neral, pues como todas las transformaciones históricas, salvo contadas excepciones, no se produce por cambios bruscos,
sino por alteraciones paulatinas, cuya intensidad y velocidad sí que se manifiestan muy variables en esta región.
Sin embargo, su resultado sobre todo
se hará notar en los contactos externos
existentes, los cuales son más marcados
que durante el Bronce Medio. Es en el
Bronce Final cuando se hacen estas aportaciones culturales extrañas mucho más
frecuentes e intensas, pudiéndose considerar este aspecto como una nueva etapa
histórica que definirá el Bronce Final y
el inicio de la Edad del Hierro. Este período ofrece en bloque una indudable
unidad, basada en esta característica que
obliga precisamente a estudiarlo y tratarlo e» conjunto.
Tres corrientes culturales básicas que
afectan a la Península Ibérica se evidencian de una manera más o menos intensa
en la Meseta durante este periodo cuyo
inicio se sitúa al finalizar el segundo mi!enio antes de Cristo, como reflejo de los
cambios y actividades surgidas de gestación más o menos larga en áreas muy
diversas. pero cuyos ecos llegan en estos
momentos a la Península, que resulta así
incorporada a las nuevas corrientes del
acontecer histórico europeo y mediterráneo.
Una es de origen atIántico y representa una continuación de la antigua tradición que se remontaba ya a varios milenios de antigüedad, evidenciada por los
contactos de la cultura megalítica espa-
101
ñola con las áreas atlánticas. Estos contactos prolongados en el Bronce Antiguo
y Medio ofrecen ahora su máximo florecimiento en el que se aprecian relaciones
culturales entre nuestra Península y toda
la Europa Atlántica, llegando incluso
hasta los países escandinavos y con relaciones particularmente estrechas con Bretasa e Irlanda (Almagro-Gorbea, 1977).
Esta corriente afecta básicamente a la
zona más occidental de la Meseta Sur y
sus influjos son primordialmente evidentes en las técnicas y tipos de los objetos
metálicos, armas, instrumentos y joyería.
La segunda gran corriente cultural
procede de más allá de los Pirineos y pe:
netra en la Península a través de los
pasos de esta cordillera.
Básicamente se inicia a partir de la
cultura de los Campos de Urnas del
Bronce Final, que a fines del segundo
milenio, desde Centroeuropa, en su expansión, alcanza también el Occidente,
llegando ii~clusoa las regiones atlánticas.
Centroeuropa constituirá a partir de ahora un conjunto de pueblos y culturas en
transformación continua que, prácticamente sin largos periodqs de estabilidad,
llegará hasta la aparición :del Imperio
Romano que supuso coh su «1.imes,, una
barrera definitiva, al menos para una
buena parte de estos fenómenos (Alinagro, 1952).
Los países ultrapirenaicos constituyen
de este modo un foco emisor de diversos
elementos culturales y en ocasiones étnicos sobre la Península, que actuarán
de manera intermitente, pero casi continua, desde el Bronce Final hasta el final
del Hierro y la conquiCta romana de las
Galias.
Su influjo en la cultura de este período de la Meseta es el más decisivo,
pues a lo largo de sucesivas y diversas
SRO-GORBEA
aportaciones transformará el sustrato
local, pasando a ser componente principal, junto con las perduraciones, muy modificadas, de la población anterior.
Una tercera corriente cultural la representa el Mediterráneo, la gran vía de
influeilcia que desde época neolítica trae
hasta la Península los elementos culturales más renovadores que se ofrecen en
las regiones más avanzadas de sus costas
orientales.
Ahora llegan por esta vía los pueblos
colonizadores, fenicios, púnicos y griegos,
y por ella llegarán igualmente, a fines
del siglo III, los romanos ' (Menéndez
Pidal, 1, 3).
Los influjos de esta vía, exclusivamente cultural, pero de enorme y cada
vez más creciente fuerza expansiva, llegan
a la Meseta Sur a través de focos locales
secundarios: Uno se ve en el occidente
de la Península, en la zona de Huelva a
Cádiz, que se puede denominar ~tartéssito,, (Almagro-Gorbea, 1977), y otro es
oriental, y que se puede denominar ibérico, hacia Alicante y Murcia (Arribas,
1965, p, 73; Almagro-Gorbea, 1974, páginas 16 5s.). Su influjo, por tanto, se hace
sentir de sur a norte, en sentido contrario al de los elementos ultrapirenaicos.
Las zonas orientalizantes de la Meseta
Sur ofrecen, en sus zo11as llanas bien
conocidas, la cultura de Ecce Homo 1, caracterizada por la continuidad de los
poblados de «fondos de cabañas>, y la
abundancia de cerámicas incisas de tipos
diversos, del grupo de Boquique, que
ahora pasan a ser las más características,
y también cerámicas excisas, que deben
aparecer en estos momentos (AlmagroGorbea y Fernández Galiano, 1978). Esta
cultura de Ecce Homo I es paralela a la
cultura de Cogotas I en los castros del
Sistema Central (Cabré, 1929) y ambas
deben representar u n ambiente de ti-adición del Bronce Medio, poco evolucionado en general, y de economía predominantemente ganadera, a juzgar por el emplazamiento de los hábitats, ofreciendo
en todos los aspectos una clara continuidad con los períodos precedentes, sólo
diferenciable por la evolución decorativa
de las cerámicas (Molina y Arteaga, 1976)
y la aparición de instrumentos y armas
típicas del Bronce Final, que se nos ofrecen sólo como elementos aislados. Sus
ritos funerarios deben ser continuidad de
los del Bronce Medio, pero son todavía
muy mal conocidos.
En este período, y en torno al inicio
del último milenio, creemos que debe
colocarse la introducción en la Meseta de
los primeros elementos culturales seguros del Bronce Final de origen ultrapirenaico, pues por esta época han penetrado los primeros Campos de Urnas
en la Península, por los pasos de los Pirineos Orientales, y sólo parecen haber
afectado seriamente a la zona noreste
peninsular, no llegando ahora a las regiones centrales (Almagro-Gorbea,1977 a).
Por desgracia es poco lo que conocemos de estos primeros influjos de la Meseta Sur, pero su interés es grande por
venir asociados a cerámicas y tal vez a
algunos tipos de armas, como la espada
de empufiadura de lengüeta de Carboneras. En cualquier caso, en unos y otros
se plantea la posibilidad de ver la llegada
de elementos indoeuropeos a estas regiones peninsulares (Almagro-Gorbea, 1973).
La cronología de estas etapas culturales no queda nluy precisa. Los elementos
metálicos de bronce, que a ellas pertenecen, ofrecen fechas que en Europa actualmente se colocan siempre por encima
del 1000 a. de J. C. Los hallazgos áureos
parecen, por el contrario, ser más tar-
dios, fechándose en conjunto, ya dentro
del último milenio. En todo caso, el elemento cronológico más seguro que tenemos es su anterioridad al horizonte de
Huelva, que representa u n primer contacto con las aportaciones culturales mediterráneas de fecha bien conocida que
podemos establecer con seguridad hacia
el siglo IX a. de J . C.
De las zonas periféricas de la Meseta,
en el reborde montañoso del este, es posible que el ambiente cultural fuera algo
diferente, pero no tenemos bases suficientes para fundamentar nuestra hipótesis.
Lo mismo ocurre con la 3ona de la
Mancha Baja, en la que da cultura de
las Motillas del Bronce Medio pudo muy
bien haber perdurado hasta' entrado el
último milenio, pero la falta de investigación arqueológica impide toda aseveración en este punto (Nájera y otros,
1975).
La zona sureste de la Meseta Sur, por
el contrario, parece ofrecer con seguridad
una tradición cultural distinta que procede del Bronce Tardío, que sucede a la
cultura del Argar en esas regiones (Mofina, 1977). La falta de yacimientos bien
conocidos también se hace notar, pero
aquí podemos inclúir las reminiscencias
culturales tan manifiestas en los niveles
inferiores de el Macalón (García Guinea,
1960) y los restos aún mal conocidos del
Poblado de Cabezo Redondo en Villena
(Soler Garcia 1965). La expansión de las
cerámicas de boquique y excisas que vemos aparecer por estas zonas, incluso por
el Levante y el Mediodía peninsular (Molina y Arteaga, 1976), hace sospechar que
la cultura de Cogotas-Ecce Homo 1 pudo
muy bien haberse extendido en una amplitud mayor de la hoy conocida, ocupando al menos buena parte de las Ilanuras de la Meseta Sur, aunque este
punto sólo futuras investigaciones lo podrán precisar. La aparición de estas cerámicas en dichas áreas hace suponer
contactos al menos culturales que dan a
estas zonas una cierta unidad y que vemos también reflejada en ciertos elementos metálicos como las hachas de muñones características del Bronce Final de
las regiones meridionales mediterráneas
y la zona no atlántica de la Meseta (Monteagudo, 1977, 1, 136 B).
Durante el desarrollo de la cultura de
Ecce Homo 1 los elementos ultrapirenaicos aumentan sin cesar. A la espada de
Carboneras y tal vez la cerámica excisa es
preciso ariadir la orfebrería tipo VillenaAbia de la Obispalia, que parece introducida a lo largo de fines del siglo IX y en
el VIII a. de J. C. La fecha de los, tesoros
de este grupo y la del casco de Caudete
parece poderse colocar en torno al 800
antes de J. C. o algo después (AlmagroGorbea, 1974 a). La dificultad mayor estriba en asociar estos elementos de orfebrería a otros restos arqueológicos para
su mejor interpretación. De momento
sólo tenemos la aparición de cerámicas
excisas en Villena y su difusión por el
borde oriental de la Meseta, lo que podría
indicar una relación con las gentes que
han traído las cerámicas excisas que vemos por esas zonas. Otra posibilidad
seria intentar asociarlas a los primeros
Campos de Urnas del Bronce Final Ilegados a la Meseta, pero no tenemos
prueba alguna en este sentido.
Tras la llegada de los elementos que
traen las cerámicas excisas y la orfebrería tipo Villena hacen su aparición diversos elementos de origen ultrapirenaico.
Su presencia se hace patente y continua por todas partes, aunque estas gentes ofrezcan fuertes variantes entre sí que
obligan a suponer focos de origen, vías y
modos de penetración y croilología muy
dispares de unos elementos a otros.
El estudio de estos diversos influjos,
culturales unas veces y otras étnicos, llegados a la Meseta Sur, nunca se ha realizado sobre bases objetivas. Aquí vamos
a procurar sintetizar lo que por ahora
sabemos.
Al final de la cultura de Eccr Homo 1,
es evidente que a la Meseta Sur llegaron
elementos de los Campos de Urnas, tal
vez no muy numerosos, pues ciertamente
lo son menos que en Cataluña, aunque su
papel cultural y tal vez étnico no puede
ser menospreciado.
La existencia de campos de urnas
como el de Munera, fechable todavia en
el siglo VIII a. de J. C., asegura esta posibilidad (Belda, 1963). Su origen, en los
Campos de Urnas de Cataluña y el Languedoc, parece evidente por su relación
con la fase 11 de Agullana, y su camino
de llegada bien pudo estar en la zona litoral por otros restos de la Cultura de
los Campos de Urnas conocidos en la región de Castellón de la Plana (AlmagroGorbea, 1977 a). Por el contrario, son
más dudosos otros elementos de los Campos de Urnas en relación con estas zonas
para los que sClo tenemos el argumento
de un fragmento aislado hallado en Galera (Sánchez Meseguer, 1969) y de las
urnas con incineración de la zona de Villaricos que podrían apoyar esta misma
hipótesis (Schubart, 1975). En todo caso,
creemos que es con la llegada de los elementos que vemos en Munera cuando la
incineración en urna se ha debido difundir por las áreas orientales de la Meseta
y desde aquí por las zonas costeras, pasando a partir de ahora a ser un elemento
característico de todas las culturas de
dichas zonas hasta el final de los tiempos
prehistóricos.
Más difícil es establecer la relación de
estos campos de urnas con otros de la
Meseta y del Occidente peninsular. Con
Munera relacionaríamos el nivel inferior
del poblado inédito de Pedro Muñoz (Ciudad Real), y también una fase anterior a
la que representa el campo de urilas que
vemos en Carrascosa 1 (Almagro-Gorbea,
1969), que cronológicamente corresponde
ya a la época de Hierro y que parece ser
una continuación de la fase de los campos de urnas que vemos en Munera. Por
el contrario, todos estos grupos pueden
ser penetraciones un tanto aisladas en la
Meseta Sur como las que vemos en la
Meseta Norteeen el poblado de Soto de
Medinilla y la necrópolis de Saldaña, aún
en gran parte inéditos, pero que se han
relacionado con los niveles inferiores de
Cortes de Navarra y parece representan
penetraciones de los campos de urnas
centroeuropeos tardíos, ya de finales del
Bronce Final y casi en contacto con el
Hierro (Palol, 1958, y 1974).
La relación de estos campos de urnas
de la Meseta Norte con los que vemos
en el Occidente y Portugal queda todavia
muy confusa y no sabemos si proceden
de un mismo foco o representan elementos llegados por vías diferentes.
La llegada de los campos de urnas no
representa todavia un cambio definitivo
en el substrato cultural de la Meseta Sur,
pues creemos que la cultura Ecce Homo 1
continuó en un área más reducida, pero
inalterado con su tradición de cerámicas
incisas. Su desaparición definitiva parece
que es mejor relacionarla con otros elementos llegados en época algo posterior,
ya en los albores de lo que se denomina
Edad del Hierro y dentro plenamente de
cste periodo.
Entre estos elementos aparecen eii
primer lugar los campos de túmulos tan
bien atestiguados en lp Serranía de Cuenca (Almagro-Gorbea, 1973). Su origen hay
que buscarlo en las poblaciones pastoriles del Languedoc y Aquitania (Almagro-Gorbea, 1973 a), que habían asimilado
algunos elementos de tradición cultural
hallstáttica, procedente del Rhin y noroeste de Suiza, con abundantes elementos todavía de los campos de urnas
(Mohen y Coffyn, 1970). Su vía de penetracién parece que debe situarse hacia
los Pirineos Centroorientales y debieron
llegar a las regiones montañosas del este
de la Meseta Sur a través del Valle del
Ebro, donde esta tradición de los túmulos parece tuvo bastante desarrollo.
La fecha de llegada de esto6 túmulos
a la Meseta no es del todo precisa, pero
suponemos que debe corresponder tal vez
al siglo VIII a. de J. C., pues en el siglo VII
antes de J. C. están establecidos ya con
toda seguridad, perviviendo aislados seguramente en su medio ambiente montañoso y en sus formas de vida peculiares,
hasta, al menos, el siglo IV a. de J. C., en
que parece que aún se pueden fechar con
seguridad algunos de sus ajuares más
modernos (Almagro-Gorbea, 1973 a).
Al sustrato cultural del Ecce Homo 1
se afiadió así la aparición de los campos
de urnas de Munera-Carrascosa 1, y la de
los túmulos de las zonas montañosas, sobre los que se evidencia la penetración de
nuevas gentes que traen necrópolis de
urnas ya con hierro y que ofrecen una
cultura derivada del Hallstatt centroeuropeo muy avanzado y con ritos, armas y
ajuares característicos, que permite identificarlos como un elemento cultural y
étnico diferente de los hasta ahora citados. A la vez parece que probablemente
fueron más numerosos.
Estas gentes seguramente proceden
también del Languedoc y la Aquitania y
se extienden algo por Cataluña, el Valle
del Ebro y Levante, pero especialmente
por la Meseta, donde darán lugar a tres
núcleos de particular vigor y que reflejan
componentes diferentes entre sí. Uno es
el de Miraveche, en los páramos de la
Meseta Norte; otro es la cultura de las
Cogotas 11, en torno al Sistema Central
y otro la cultura del Alto Jalón, en las
altas tierras de Soria-Guadalajara (Schüle, 1969).
La cultura de las Cogotas 11 se extiende en torno al Sistema Central. En
la Meseta Meridional afectará a la Alta
Extremadura y especialmente los llanos
de Piedemonte de Gredos, pudieron haber llegado a ocupar o afectar la zona de
suelos primarios de la Meseta Sur, en la
que vemos castros y cerámicas muy relacionados con esta cultura, si no pertenece
exactamente a la misma.
La cultura del Alto Jalón se extiende,
por el contrario, por las altas tierras y
páramos del Sistema Ibérico, en torno a
las altas cuencas del Jalón y el Tajo y sus
afluentes.
Estas dos culturas de las Cogotas 11
y del Alto Jalón ofrecen diversos elementos comunes, lo que hace ~ o s i b l esuponer
una llegada y procedencia común. Así es
evidente la aparición de espadas de antena y otros objetos que hacen pensar en
elementos constitutivos del circulo hallstáttico de los Alpes orientales; ciertas
fíbulas, por el contrario, parecen proceder de la zona del Rhin, y con ellas relacionaríamos la cerámica de las Cogotas 11
y, tal vez algo, las del Alto Jalón, ya más
peculiares. Por último, ambas ofrecen
con cierta frecuencia sepulturas de guerreros y a veces ajuares de jinetes que
nos hablan de una organización militar,
aunque la proporción es mínima y hay
que poner mucho cuidado en tener este
hecho en consideración para evitar falsas
interpretaciones, al considerar a estas
gentes como exc1usiv;gniente guerreras o
incluso nómadas, como se ha llegado a
suposier sin excesivo fuiidamento.
En realidad creemos que no constituyen pueblos difcrentes de los Campos dc
Urnas anteriores, ni por su origen ni por
sus elementos constituyentes, aunque,
claro está, ofrece elementos culturales
nuevos, y entre ellos, el pleno dominto
del hierro que los va a caracterizar. La
identificación de estas poblaciones con
los restos célticos entendidos en su sentido más estricto parece aconsejable por
los elementos de origen renano que vemos en algunos de ellos (Sangmeister,
1960).
Igualmente resulta tentadora la posibilidad de relacionar los elementos de
posible origen hallstáttico de las zonas
perialpinas orientales que habían asimilado y traído estas gentes con los indicios
y elementos iliricos de las lenguas célticas
de la Peninsula, pcro para ello habría que
confrontar mapas de repartición de unos
y otros restos y ampliar nuestras bases
actuales de conocimiento.
De todas formas, el origen de estas
gentes es en todo caso el resultado de
una formación cultural compleja y su
similitud con los hallazgos que nos ofrece
el Languedoc y la Aquitania, donde aparecen relacionados a veces con enterramientos en túmulos (Mohen y Coffyn,
1973; Schule, 1969), sólo permite pensar
en una homogeneización cultural de extensas zonas del sudoeste de Europa
dentro de la que se mantienen diferencias notables por pervivencias locales y
por las posibilidades de iiitercambios
y contactos que ofrecían los diversos elemeiitos constituyentes que parecen ofrecernos todas estas culturas.
La cronología de los elementos de la
Cultura del Alto Jalón, que nos ofrece
la Meseta Suroriental se debe colocar
hacia el siglo vt a. de J. C., pero en la
segunda mitad de este siglo da la sensación de que las culturas resultantes ya
estési formadas, por lo que la fecha de
la aparición de estos elementos se podría
colocar hacia el año 600 antes de J. C.
(Schüle, 1969; Almagro-Gorbea, 1977 a).
Ello no quiere decir que posteriormente
no sigan entrando elementos culturales y
étnicos, que van siendo a veces asimilados, hecho' que sucedió continuamente
hasta la conquista de las Gaiias y que
sólo con la identificación cronológica y
la filiación de origen de cada uno de estos
elementos se podrán un día llegar a
reconstruir este complejo mosaico de
culturas y grupos étnicos y atribuirles
entonces los nombres históricos que los
escritores y geógrafos de la antigüedad
han transmitido. Sin embargo, si que parece evidente que tras estos grupos ya no
aparece ninguna penetración cultural ni
étnica ultrapirenaica de intensidad semejante en la Península, pues de haber existido hubiera extendido la cultura gala de
la Téne por la Península. Los elementos
de la misma que aparecen, aunque numerosos, no dejan de ser dispersos y aislados, sobrc todo comparados con los que
llegan desde el Mediterráneo dentro del
fenómeno cultural que se conoce como
iberización y que se examina a continuación.
LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
11. PRIMEROS OBJETOS
MEOITERRÁNEOS
DE LA
INTRODUCIDOS E N
107
LA Z O N A ORIENTAL
MESETASUR
La penetración del influjo de las cul- lar, donde la Baja Extremadura pertenece
turas de los pueblos colonizadores medite- todavía culturatmei~te al foco cultural
rráneos en la Meseta Sur va a estar par- de la Andalucía Occidental, pero que,
ticularmente vinculada primero por la además, realiza el papel de intermediario
apertura geográfica que la zona surorien- en los contactos culturales hacia el intetal de la Meseta ofrece hacia la región rior de Extremadura y la Meseta Norte
del Sudeste Peninsular y en segundo lugar (Almagro-Gorbea, 1977).
No resulta fácil en la zona del Sudpor la conexión de su parte meridional
este de la Meseta precisar el momento
con el Valle del Guadalquivir.
Esta apertura geográfica hace que la de la llegada de los primeros contactos
zona más meridional de la parte oriental colonizadores y menos aun de su carácde la Meseta casi forme parte cultural- ter, pues los conocimientos que hasta
mente de la región del Sudeste, cuyo de- ahora se poseen dan la impresión de que
sarrollo histórico y cultural es paralelo se trata de u n fenómeno bastante más
al de esta zona de la Meseta, pues ade- complejo de lo hasta ahora supuesto.
más por dicha zona pasa la vía de coLa presencia de influjos del mundo
municación Guadalquivir-Levante, la vía cultural fenicio-púnico parece evidente,
Heracleia o vía Augusta, que reforzó in- como se duduce de la existencia de asendudablemente el influjo de las zonas peri- tamiento~como la colonia fenicia de ViEéricas citadas en dicha zona de la Meseta. Ilaricos, la antigua Baria, cuyo inicio se
Este hecho explica la importancia que remonta al menos al siglo V I I a. de J . C.
en estos momentos de los primeros con (Astruc, 1951, págs. 161 s.; Siret, 1889).
tactos con la cultura de los pueblos colo A estas mismas fechas hay que remontar
nizadores ha debido tener la parte sur- factorías como la de Los Saladares, desoriental de la Meseta, que, por una parte, cubierta cerca de Orihuela, junto al Separticipa del desarrollo cultural de la gura (Arteaga-Serna, 1975), o la de CreRegión del Sudeste, con lo que ello supo- villente (González Prats, 1977), de gran
ne para su propio desarrollo cultural; y, interés por reflejar en esta zona del Sudpor otra, ha jugado el papel de interme- este tempranos contactos fenicios y su
diaria al transmitir estos elementos cul- pronta asimilación por la población indíturales hacia el interior de la Meseta, gena, que los debió extender hacia el
cuyos contactos indirectos con los pue- interior. Estos hechos podrían explicar
blos colonizadores debemos suponer rea. tal vez el hallazgo de la pieza de ancla
lizados en gran parte a través de esta de plomo de Cartagena, cuyos monograzona, que por lo tanto ofrece una perso- mas se han fechado con anterioridad al
nalidad cultural que la diferencia del 800 a. de J . C. (Solá Sole, 1967; Blázquez,
resto de la Meseta.
1975, pág. 27, 1, 2), lo que supondria, de
Este fenómeno resulta bastante pa- ser cierta esta cronologia, que se trata
ralelo al que durante el Periodo Orientali- de uno de los más antiguos testimonios fezante se observa en el Sudoeste Peninsu- nicios de Occidente, contemporáneo a los
~
108
~ ~ A R T ÍALM
N
primeros viajes a esta Región del Sudeste
peninsular. Por el contrario, exceptuaildo
algún elemento aislado, faltan en esta
zona otros elementos protoorientalizantes coino escudos en V, que se conocen
iilcluso en el Valle del Ebro (Alma&oGorbea, 1977, páginas 178 y 491 SS.), así
como elementos propiamente orientalizantes, del tipo de los jarros de bronce,
joyas, marfiles, etc. (Blázquez, 1975), que
vemos en Andalucía Occidental y Extremadura, lo que constituye una diferencia
muy significativa que indica la presencia
de características especiales en la aculturación del Bajo Guadalquivir, en torno
a Tartessos y a la colonia de Cádiz.
Los elementos griegos, aunque más
tardíos, son, por el contrario, en el Sudeste, más abundantes y expresivos (Martín, 1968; Llobregat, 1969; Morel, 1976).
Las cerámicas arcaicas anteriores al 500
son escasas, salvo en Villaricos (Trías de
Arribas, 1967) y aun aquí poco significativas. Algunos fragmentos se conocen en
la zona contestana (Rouillard, 1976) y un
aribalos de Naukratis fue hallado en
Hoya de Santa Ana, ya en la Meseta
(Trías de Arribas, pág. 432; Padró, 1975,
p á e 32) y cerámica ática del final del
arcaismo se conoce en Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1975, y 1975 a). La toréutica ofrece en el siglo VI piezas tan sobresalientes como el Centauro de Rollos
(García Bellido, 1948, pág. 97), en el
reborde extremo de la Meseta, o el Sátiro
del Llano de la Consolación (Garcia Bellido, 1948, pág. 91) y el oinokoe de Pozo
Moro (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a) ya
en esta zona de estudio.
Pero además cs sobre todo un iilflujo
griego lo que resulta inás característico,
pues se aprecia indirectamente en obras
dc la escultura local como el grifo de
Redován, en Alicante (Blanco, 1960), la
Kore del Museo Arqueológico de Barcelona (Blanco, 1960 a), cuya fecha no creemos se pueda bajar del siglo VI a. de J. C.,
o la esfinge de Bogarra y la misma Bicha
de Balazote ya en la Meseta (García Bellido, 1954, págs. 574 SS.). Como complemento de estos elementos aún hay que
señalar el directo influjo griego del alfabeto jónico-oriental empleado en alguna
de las inscripciones ibéricas de esa zona
(Llobregat, 1971, págs. 117 s.), cuyo origen data muy probablemente del siglo VI
y en todo caso es anterior al 450 a. de
J. C. A este fenómeno epigráfico, único
en la Península Ibérica, hay que unir las
referencias, ya tardías, pero bastante concretas, de la existencia de colonias griegas descritas por las fuentes en las costas
del Sudeste (Martin, 1968), que desgraciadamente no han podido ser comprobadas
por la arqueología, pero que evidencian
en todo caso el fuerte influjo griego en
estas áreas. En resumen, es evidente la
existencia de una cultura local bien desarrollada con importantes influjos de
origen fenicio-púnico a partir del siglo VII
antes de J. C. y algunos griegos de manera esporádica a partir de la segunda
mitad del siglo VI a. de J. C. (Blanco,
1960 a) y de nuevo desde fines del siglo v
en adelante, aunque estos últimos seguramente indirectos a través de elementos
importados por el comercio púnico (Fernáildez Miranda, 1971) o traídos en parte
por los mercenarios que participan en
las guerras del sur de Italia y Sicilia
(Garcia Bellido, 1952, págs. 493 SS.). También existen por la Mcseia algunos esporádicos elementos de origen celto-etrusco,
como el olpe de Segóbriga (Almagro,
1975, l.), i-elacionado con el de El Cigarralejo (Cuadrado, 1952), cuya interpretación y valoración resultan más problemáticas.
Dentro de este marco cultural hay
que situar las primeras penetraciones
culturales en la Meseta de elementos de
los ~ u e b l o s colonizadores. Para mavor
brevedad se hace referencia exclusivamente a los hallazgos de la Meseta, prescindiendo de los de la Región del Sudeste,
dc los que sólo se indican las citas oportunas. Aunque esta separación es geográlica y culturalmente artificial, pues la
Meseta S u r es el hinterland económico y
cultural de la zona costera del Sudeste,
se h a aceptado metodológicamente con el
fin de dar una idea más clara y concreta
d e los fenómenos de la p e n e t r a c i h cultural en la Meseta Sur que aquí se exponcn, pues son los que expresamente intercsan en este estudio.
El fenómeno del inicio de los contactos culturales se comprende mejor coi1
la serie de objetos importados que aparecen en esta región. Por ser hallazgos
casuales o aislados no se estudian por
yacimientos, sino reunidos por tipos aíines. Todos ellos son anteriores al 500
antes de J. C., fecha que se puede considerar teóricamente como limite de este
periodo de formación e inicio de la cultura ibérica (Almagro-Gorbea, 1977, pág.
149, f. 201).
A)
Objetos tic hierro (le Villeiza.
En el famoso tesoro de Villena han
aparecido dos piezas de hierro: un brazalete y una pieza embutida en oro (Soler
Garcia, 1965, pág. 50; Almagro-Gorbea,
1974, pág. 73; Schule, 1975). La pieza embutida en oro parece ser parte de un
cetro o de otra picza de aparato; el brazalete, oval, abierto y de sección ovalada,
parece un tipo relacionable con piezas
semejantes del Hallstatt B-D (AlmagroGorbea. 1973 a, p<ss. 95-6). Pero el inte-
rés es el uso del hierro eiitre los indigenas como metal raro y junto a los
metales nobles del tesoro, oro y plata.
La preseiicia de estos objetos de hicri.o
empleado como metal noble (Schülc, 1969
y 1976; Almagro-Gorbea, 1974) rcpi-eseiila
el más antiguo testimonio del uso de este
metal hasta ahora conocido en la Peniiisula Ibérica y su rclacióii con las primeras navegiciones fenicias no p~iedc ser
descartado, tanto más cuanto que su aparición coincide en otras ái-cas del Mediterráneo Occidental con la presencia de
materiales claramente relacionables con
el muiido fenicio. como las fibulas dc
doble rcsoi-te de la fase Taffanel TI en cl
Languedoc (Almagro-Gorbea, 1974, página 73; Id, 1977 a).
Pcro la consideración de la aparición
del hierro en Villena como testimonio del
influjo fenicio aún cobra mayor interés a
la luz del influjo ejercido por la orfebrería tipo Villena en la orfebrería fenicia.
El cuenco de plata de la tumba CasteIlani, Etruria (Colonna, 1976, 1. 44, B 2),
cstá decorado con la técnica de bollitos
de los cuencos de Villena -Alstetten Cuevas de Vinromá, ofreciendo ademas
decoraciones incisas con motivos orientalizantes que confirman su elaboración
por un orfebre fenicio en fecha no alejada de inicios del siglo VII a. de J. C. y
aiiterior en todo caso a la tumba Bernardini (Colonna, 1976, pág. 219) (fig. 3).
Por ello el hierro del tesoro de Villena
comprueba la existencia de tempranas relaciones entre los fenicios y la población
del interior, que se debe remontar al siglo v i i r a. de J. C. y que se confirma por
el eco de la orfebreria de tipo Villena en
la metalistería fenicia, y así se explica sin
tlificultad la difusión del hierro desde la
costa como un fenómeno de aculturación
en relación con la colonización fenicia.
B) Figt~rnsde bronce.
Ceittat~rode Rollos. - Hallado en Rollos, cerca de Caravaca, al sur de la Sierra
de Taibilla, que separa Albacete de Murcia. En 1897 pasó a formar parte de las
colecciones del Museo Arqueológico Nacional. Se incluye en esta relación por su
interés y proximidad geográfica (Garcia
Bellido, 1948, págs. 87 SS., 1. 26).
Representa un centauro que avanza
reposadamente hacia la derecha con el
torso vuelto hacia el espectador (fig. 4).
El brazo dcrecho extendido se posa en el
cuarto trasero. Ofrece una fina barba y
el pelo eii dos largos y picudos mechones
que recuerdan tirabuzones. Este detallc
y el tratamiento de la musculatura lo
aproximan a una figura masculina de una
colección privada norteamericana, desgraciadamente sin procedencia y tambien de
taller desconocido, probablemente suditálico más que propiamente griego, según
comunicación personal de E. Kukahn. Su
fecha debe situarse hacia mediados del
siglo vr a. de J. C.
Sátiro del Llano de la Consolaciói~.Hallado en el Llano dc Nuestra SL'nora
de la Consolacióii en 1870. Pasó posteriormente al Louvre. Representa una figura
de sátiro en carrera con las piernas y
Srazos separados en actitud de correr.
Amplia barba puntiaguda. bigotes y pelo
largo que cae sobre los hombros, sobresalieiido a los lados largas orejas (García
Bellido, 1948, págs. 91, 1. 26).
Esta es una figura del arcaismo rcciente, como se deduce del tratamiento
de los volúmenes y musculatura proporcionada y cuidadosa.
Parece ser una obra griega, sin quc
se hayan podido identificar su talle con
seguridad. Su fecha puede situarse hacia
el último cuarto del siglo VI antes de Jesucristo.
Asa de jarro de Pozo Moro.- Fragmentos del asa de un jarro, tal vez de un
Snabelkanne, en forma de figura masculina desnuda agarrando del rabo a dos
leones (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a).
Aparecido en Pozo Moro, parece ser obra
griega de taller no precisable por su mal
estado de conservación (Hill, 1958). Fechable hacia el 500-490 antes de Jesucristo
por su estilo y por su contexto arqueoIúgico.
Fi:. 4. - Criitauro de Rollos (Into X I . . Z . S . l
Aribalos de la Hoya d e Satzia Arta
(Trias d e Arribas. 1967, pág. 422, 1. 176, 2).
Se halló en la sepultura 164. Es de cuerpo
globular gallonado, de pasta vidriada de
color verde. Es de Naucratis y fechable
hacia mediados del siglo 1.1 antes de J. C.
(Padró, 1975, pág. 32).
Kyli-x de P o i o Moro. - Es una pieza
ática de la forma C de Bloesch, de figuras
rojas arcaicas del Circulo del Pithos Painter (Beazley, 1968, págs. 139 s.). Sc fecha
hacia el 500 a. de J. C.
Lekythos de Pozo Moro. - Es un lekythos de buen tarnafio con una escena
dionisiaca dc figuras nesras, por lo que
se aproxima mucho a la Clase Atenas 581
(Haspels, 1936) (fig. 5).
Cerúnzica de barniz rojo.- De tipo
importado antiguo, fechable en cl si?lo V I ; sólo conoccmos en esta región los
ejemplares de Macalón, donde aparecen
desdc fines del periodo 1, por lo que se
pueden fechar tal vez a partir del año
600 antes de Jesucristo (Garcia Guinea,
1960).
Atlforas con i?larca. - Este tipo de ánforas halladas de momento sólo en Matalón carecen de paralelos peninsulares
en sus estampillas, si bien su forma de
origen oriental pasó a ser corriente en
cI mundo ibérico. Bien estudiadas por
Garcia Guinea (1960, págs. 711 s.), hay
que considerarlas como otro elemento de
origen oriental en la Península, fechable
tal vez antes de inicios del siglo vr antes
de J. C.
inédita de Carboneras (Cuenca). Su origen parece estar en Andalucía y su fecha
hacia fines del siglo VII o la primera mitad del siglo V I a. de J. C. (Schüle, página 147).
Fibrtla (le pzente roinboidal. - Procede de El Macalón (Garcia Guinea, 1960,
1. 7, 3 ) y el tipo de puente puede corresponder a una fíbula tipo Alcores, lo que
permitiría suponer su origen en Andalucía y su fecha todavía en el siglo vir antes
de J. C. (Cuadrado, 1963, f . 5).
Filxrla de doble resorte. - A este influjo mediterráneo hay que atribuir tambikn la aparición de las fíbulas de doble
resorte tan generalizadas cn toda la Meseta, seguramente desde pleno siglo VII
antes de J. C. (Schüle, 1969; Argente,
1974, pjgs. 153 SS.).
Broche de rin garfio. -Aparte de los
numerosos ejemplares de las necrópolis
del Alto Jalón (Schüle, 1969). se conoce
D) Fihrtlas .v bronces meilores.
una pieza en la Hoya de Santa Ana (AlFibirlos tle pivotrs. - Se conoce u11 bacetc) (Schüle, 1969. 1. 71, 11) y otra
cjcmplar de tipo ya evolucionado, de la inédita procede del poblado de Villar del
necrópolis de Hoya de Santa Ana (Schüle, Horiio (Cuenca), de especial interés por
1969, 1. 71, 12), que vienc a confirmar la estar decorado a punzón con un grifo, lo
cronología alta de algunds piezas del ini- que indica una relación segura con el incio de esta necrópolis. La fecha de estos flujo colonial (fig. 29). Este tipo de broche
tipos de fíbula corresponde al siglo VII debe fecharse con anterioridad a mediaantcs de J. C., pues no parece que hayan dos del si810 vr a. de J. C.
podido perdurar mucho estos tipos evoFleclras de aiizitelo. - Se conocen valucionados (Schüle, 1969, pág. 146). que
en Agullaiia (Palol, 1958) y Vinarragell rios ejemplares procedentes del poblado
(Mesado, cn prensa) parcccn siempre ir de El Macalón (Garcia Guinea, 1967, páasociados a los primeros contactos colo- ginas 69 SS.). Su origen hay que situarlo
en el Mediterráneo Oriental en relación
niales fenicios firmes.
con los cimmerios y su difusión debió
Fiblrla tipo Acebrtchal. - Sc conocen ser obra de los pueblos colonizadores,
dos ejcmplarcs, uno de El Robledo, Al- principalmente fenicios (Sánchez Mesebacete (Cuadrado, 1963, f. 7 f.), y otro gucr, 1974). Una fecha hacia el 600 a. de
LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
Fig. 5 . - Lckythos 'le la Clase Atonss 581, procedente dcl ajuar del rnonurnento funerario de Pozo Moro
J. C. o la primera mitad del siglo
rece la más probable.
VI
pa-
En su conjunto vemos como todas
estas piezas halladas en la Meseta son en
realidad objetos de escaso volumen. Su
origen parece evidenciar contactos de la
Meseta con el Mediterráneo a través de
un comercio de objetos suntuarios. En
cualquier caso se trata de piezas aisladas
que representan un primer avance de
nuevos elementos culturales traídos por
S
las colonizaciones, realizado aun de forma
tímida y sin eco en la cultura indígena,
salvo las fíbulas y tal vez el'cambio en
la moda del vestido, que a través de ellas
quedaría explicado. Sólo cabe la excepción de las ánforas de Macalón, muy numerosas y que reflejan un comercio hasta
cierto punto masivo. Sin embargo, si no
corresponden en realidad a una cronología más tardía, parecen tratarse de un
fenómeno cultural especial: el comercio
intensivo del vino como conocemos en
114
MARTÍN ALM
otras regiones de la Península Ibérica
(Almagro-Gorbea, 1977, pág. 499) y del
Mediterráneo (Benoit, 1965, páginas 56
y 202 SS.) entre indígenas y colonizadores
por la especial eficacia del alcohol como
elemento «colonizador. (Piggott, 1965, páginas 187 s.).
En conclusión, la fecha de los primeros elementos mediterráneos se sitúa,
salvo el hierro del tesoro de Villena, a
partir del siglo vrr a. de J. C. En el siglo VI a. de J. C. se acentúa para luego
desaparecer bruscamente hacia el inicio
del siglo v a. de J. C. Este fenómeno es
de gran interés y se puede comparar a
grandes rasgos con el que ofrece la parte
occidental de la Meseta, Extremadura
(Almagro-Gorbea, 1977).
En primer lugar es evidente la mayor
antigüedad que en Extremadura ofrecen
los primeros elementos llegados del Mediterráneo como consecuencia de estas
corrientes colonizadoras. Prudentemente
esté desfase puede estimarse el] más de
un siglo y prácticamente casi en dos, si se
tienen en cuenta los primeros escudos de
escotaduras en V, las fibulas de codo y
la cerámica tipo eCarambolo,> y y~retícula
bruñida., que en aquella región indican
unos contactos iniciales fechables, al menos, desde la primera mitad del siglo IX
antes de J. C. (Almagro-Gorbea, 1977).
Para estos momentos iniciales en la parte
oriental de la Meseta sólo existe el hierro
del tesoro de Villena, que indica la existencia de estos contactos, pero también
el carácter menos importante de los mismos, sobre todo desde el punto de vista
de su repercusión sobre el sustrato cultural.
No es de extrañar que estas primeras
importaciones sean en Extremadura más
numerosas y que el influjo de las colonizaciones sobre la cultura local se inicie al
menos un siglo antes en Extremadura
que en el Sudeste, hecho evidente si se
contrastan cualitativa y cuantitativamente
los elementos que ofrece el poblado de
Medellín (Almagro-Gorbea, 1977, páginas
277 s.) con los de El Macalón (García
Guinea, 1960 y 1964). Todavía resulta este
hecho más evidente al comparar las importaciones de objetos aisladas de Extremadura (Almagro-Gorbea, 1977, páginas
203 s.) con las de esta zona oriental de
la Meseta, que aquí se recogen. Ello
prueba la importancia que tuvo la relación de Extremadura con un foco cultural más importante, como era el de Tartessos y Cádiz, para la explotación del
hinterland económico y cultural que constituye la Meseta para las zonas costeras
del Bajo Guadalquivir y el Sudeste.
Otra característica de gran importancia es la diferente composición de los
influjos culturales de ambas zonas de la
Meseta. En Extremadura el predominio
del mundo semita resulta evidente y los
elementos griegos son objetos muy aislados y proporcionalmente insignificantes y
sin repercusión cultural en la práctica.
En las zonas del Sudeste, por el contrario, parece darse a partir del siglo VI
antes de J. C. una mayor apertura a elementos griegos, siempre dentro de un
predominio del mundo cultural semita,
que de todos modos es anterior y siguió
siendo influyente.
El sustrato cultural indígena resultó,
por el contrario, tanto en una zona como
en otra rápidamente absorbido, y los elementos que aportó fueron más bien pervivencias que auténticos componentes
culturales.
La diferenciación de los influjos culturales que actúan sobre cada una de
ambas zonas va a determinar en gran
medida las diferentes características cul-
LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
turales que se ofrecen a medida que dichos influjos van cristalizándose en la
cultura local que poco a poco surge de
los mismos. Estos hechos, que son del
mayor interés, dieron lugar, en esta zona
de la Meseta Sur, al surgimiento de una
plena cultura ibérica antes de fines del
siglo VI a. de J. C., como demuestra el
poblado de El Macalón (García Guinea,
1960 y 1964) y la necrópolis de Pozo
Moro (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a),
que se examinan a continuación.
DE LA CULTURA
IBÉRICAEN
111. PERIODIZACI~N
La fase Macalón I : El principal yacimiento conocido para el estudio del
influjo de los primeros contactos de la
Meseta con las culturas colonizadoras del
Mediterráneo es el poblado de El Macalón, cuya excavación, si bien no tan extensa como fuera de desear, ofrece una
interesante secuencia cultural unida a
importantes materiales. A ellos se pueden
añadir algunos de los hallazgos dispersos
que corresponden a este mismo periodo
y que se han analizado anteriormente.
El poblado de El Macalón es un hábitat fortificado de tipo castro. Está situado a 1.250 m. de altura en los rebordes montañosos del sureste de la Meseta,
a sólo dos kilómetros de Nerpio, en la
parte sureste de la actual provincia de
Albacete (Cuadrado, 1944).
Es un gran cerro de roca viva, que
domina el paso desde el Sudeste a la Meseta por el río Taibilla, afluente del Segura. Su topografía lo hace inaccesible
por el sur y el oeste, siendo su acesso
más Cácil por el este. La parte superioies una plataforma abancalada que corresponde a la zona ocupada por el hábitat
(García Guinea, 1960, págs. 711 SS.).
En su lado este existe una muralla
transversal recta que corta la plataforma
para impedir el acceso por la parte donde
éste resulta más factible. El muro es
doble con piedras unidas a hueso.
Cuadrado primero (1944), y después
115
LA
MESETA(fig. 6)
Garcia Guinea (1960 y 1964), han realizado excavaciones en la parte alta, de las
cuales se ha obtenido una secuencia cultural y una interesante serie de materiales que se intenta resumir a continuación:
Macalón 1 a : Aparece en la «Cata de
las Flechas» y en la .Cata BD, estrato 111
(García Guinea, 1964, pág. 41). Esta fase
ofrece:
A ) Cerámica tosca a mano con mamelones alargados verticales y horizontales y cordones digitales raros. Parecen
predominar en la parte inferior de los
estratos citados.
B) Cerámicas bruñidas a mano de
perfil pseudocarenado y formas redondeadas. Parece predominar en la parte
superior de dichos estratos.
C ) Platos grises a torno.
D) Cerámica de barniz rojo, un solo
fragmento. Procede de la parte superior.
E ) Flechas de anzuelo. Proceden de
la parte superior.
Macalón 1 b : Aparece en la d a t a B»,
estrato 11 y «Cata C-2.. estrato I X y tal
vez VI11 (Garcia Guinea, 1964, págs. 17 y
21 s.) y *Cata C. K.,., nivel IV.
Continúan las cerámicas a mano, pero
en menor proporción. La aparición de
ánforas, cerámica de bordes pintados y
cerámica de barniz rojo señala la llegada
de nuevos materiales. No aparece todavía
------
Fig. 6.
-
Cuadro ~ l eln scciicncia cronolhgico-cultural dc la niitad oricntsl dc la Mcscta Sur durante el últinio
iiiileiiio anterior u Cristo. Las lincas dc puiitoc indican el horizonte teórico de iberizaciiin.
cerámica de tipo ibérico con círculos
concéntricos y ondulaciones y bandas
finas, aunque éstas aparecen ya en el estrato VIII, en el que se pueden percibir
huellas de un posible incendio.
cerámica pintada de bandas finas con 011dulaciones y circulos concéntricos, junto
a cerámicas grises y de barniz rojo deleznable. Abundantes ánforas. En Cata C-K
apareció un depósito de ánforas, una de
ellas cop marca con un jinete, de tipo
oriental (Garcia Guinea 1960, págs. 725 s.).
Macalón I I a: Aparece en la «Cata
C-2,>,nivel 7 y tal vez 8 (Garcia Guinea y
San Miguel Ruiz, 1954, págs. 14 s.) en la
Macalón I I b : Aparece en la «Cata
«Cata 1-Cn, niveles V y VI, y en la <<Cata C2,,, estrato 6. Tal vez en la <<CataC-KD,
C-KD,nivel 2.
estrato 2.
Aparecen junto con cerámica a mano,
Aparece antes de una capa de incen-
LA IBERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
117
Bronce Final local, algunas de tradición
muy antigua y que llegan hasta plena
Edad del Hierro en diversos lugares de
la Meseta (Almagro-Gorbea, 1969, páginas 105 s., tablas 2-4). Con estos materiales hay que relacionar los primitivos
molinos de mano hallados.
Al final de esta fase aparecen las primeras importaciones del Mediterráneo
representadas por cerámica de barniz
Macalón I I c : Corresponde a los es- rojo y por las puntas de flecha de antratos 5 de la <Cata C-2n y al 2 de la zuelo.
-Cata C-ln. Continúan tras el incendio los
Esta fase, tal vez paralelizable con
mismos materiales que en la capa ante- Saladares 1 B (Arteaga-Serna, 1975), no
rior. En la .Cata C-22 apareció una punta se puede fechar bien, pero debe corresde flecha de anzuelo.
ponder hacia el siglo VII a. de J. C., y en
A este poblado corresponde la casa todo caso antes del 600 a. de J. C. por
aparecida en la <<CataC-2. de forma rec- dar una fecha aproximada. Ello supondría
tangular con los muros de piedra. Mide una fecha para Macalón 1 del siglo VII
once metros de largo por cuatro de ancho a. de J. C. o algo antes de modo hipotéy ofrece un muro de piedra a hueso de tico, en un ambiente que parece muy
50 cm. de ancho.
entroncado con el Bronce Final local del
Sudeste
(Molina, 1977; Sánchez Meseguer,
La puerta es lateral, y uno de los
lados menores ofrece los muros salientes 1969, pág. 40)' cuyo final parece por tanto
como para formar un pórtico exterior a ser aquí de cronología muy baja. Las punla casa. En las esquinas de los muros y tas de anzuelo parecen fecharse en este
-en las jambas de la puerta se emplean período y es a lo largo del siglo vrr
cuando las piezas cerámicas a torno y, en
sillares de piedra toba.
Tras esta fase de Macalón vienen ya las concreto, las de barniz rojo, han podido
capas de humus que parecen reflejar que llegar a estas regiones, bien desde la zona
su formación se realizó cuando el poblado de Galera, o más probablemente en penetración paralela, simultánea o algo posya había sido abandonado.
Las estratigrafías de El Macalón y los terior, desde asentamientos costeros del
materiales de este poblado permiten rc- surcste, como el citado de Los Saladares
de Orihuela, a través de la cuenca del
construir su evolución histórica.
Macalón 1 a representa la cultura de Segura.
Macalón 1 b representa el apogeo de
tradición del Bronce en el Sudeste (Molina, 1977), a la cual se han asimilado ele- estos contactos con la costa que se inimentos hallstátticos o de los Campos de cian tímidamente al final de la fase anUrnas, entre los que se señalan algunas terior y que no representan en realidad
cerámicas acanaladas (Garcia Guinea, cambio alguno en el mundo indígena,
1964, pág. 31, f. 24, 16) en todo caso no salvo la generalización de cerámica immuy evidentes, pues predominan clara- portada con la abertura comercial y culmente cerámicas toscas y bruñidas del tural que ello supone.
dios, tras la que surge un cambio en los
muros del poblado.
A este nivel corresponde el primer
poblado de habitaciones localizadas con
muros de piedras y de adobes. En una
habitación se hallaron abundantes pesas
de telar de forma prismática semejantes
a las de la Bastida, Pozo Moro y otros
yacimientos ibéricos.
AGRO-GORBEA
Este fenómeno varia en Macalón 11 a
y b en el que ya aparece la cerámica ibérica formada y probablemente de producción local. La abundancia de ánforas, de
tipo oriental (Garcia Guinea, 1960, páginas 725 s.) y las marcas que alguna ofrece
permiten fechar este período hacia el
siglo V I a. de J . C. paralelizándose a Saladares 11 A y 11 B. El poblado parece
culturalmente haberse enriquecido y ofrece casas de piedra, todo lo cual permite
suponer que ya corresponde a la cultura
ibérica incipiente.
Igualmente hacia esta fase hay que colocar el puente romboidal de una fíbula
tipo «Alcores., probablemente no fechable después del siglo V I a. de J . C. (Garcia
Guinea, 1960, 1. 7 , 3).
Macalón 111 aparece tras u n incendio,
pero no parece ofrecer discontiiluidad
con la fase anterior. A esta fase, o incluso
ya a la anterior, deben corresponder las
esculturas animalisticas halladas en el
yacimiento (Cuadrado, 1944). La cronología de esta fase, por la existencia de
cerámica de tipo ibérico aún arcaica y la
ausencia de precampaniense o ática, que
se hace frecuente en estas regiones a partir del paso del siglo v al IV a. de J. C.,
obliga a suponer una fecha en torno a1
siglo v antes de J . C., dato que parece
reforzar la aparición todavía de cerámicas a mano, que en esta parte de la Meseta desaparece definitivamente hacia esa
época.
Esta visión que da el poblado del Matalón queda perfectamente enmarcada
dentro de la secuencia cultural del mediodía de la Península Ibérica (AlmagroGorbea, 1977, f . 55). pues en ella se refleja
el importante momento de la aparición
de los primeros contactos culturales con
el Mediterráneo en este hábitat tan estratégicamente situado.
La fase Pozo Moro 1: Tras la fase
Macalón 1, que representa el inicio del
poblado de Macalón y las importaciones
aisladas, la mejor evidencia para conocer
el proceso de iberización que correspondr
aproximadamente a Macalón 11 nos la
ofrece el yacimiento de Pozo Moro en su
fase inicial o Pozo Moro 1.
La cronología del yacimiento de Pozo
Moro queda bien fijada por las piezas
importadas aparecidas en los distintos niveles correspondientes a las fases sucesivas que en él aparecen reflejadas.
De la interpretación de los estratos
arqueológicos se pueden deducir varias
fases que reflejan las vicisitudes de
este yacimiento (Almagro-Gorbea, 1975 y
1975 a ) (fig. 7 ) .
Pozo Moro 1 A : Corresponde a la
nivelación previa del suelo natural para
la construcción de un monumento funerario de tipo xheroon,,, a la construcción
de éste y al periodo transcurrido hasta la
destrucción del mismo ( f i g . 8).
Pozo Moro I B : Corresponde a la
destrucción del monumento de la fase 1 A*
y al lapso de tiempo transcurrido hasta
el inicio de la fase 11.
Pozo Moro 11: Corresponde a la existencia de una necrópolis ibérica típica del
Sudeste Peninsular asentada sobre los
restos del monumento destruido de la
fase 1 A.
Pozo Moro 111: Aún se evidencian
restos de enterramientos en sarcófagos
de madera que representan los restos
más recientes hallados en este yacimiento
de época claramente posterior a las fases anteriores, pues corresponden a u n
hábitat tardorroma~loque por tanto no
interesa aquí.
La fase 1 A, que corresponde al monumento, podemos fijarla con exactitud
en fecha posterior al 500 a. de J. C. aproximadamente, ya que esta datacibn e s la
que corresponde al ajuar del monumento.
El vaso de bronce se fecha en torno al
500 a. de J. C. o poco despues, pero sin
gran precisión. (Hill, 1958). El lekvthos,
del grupo Atenas 581 y del estilo Leagros
dcbe colocarse a inicios del primer decenio del siglo 1. a. de J. C. (Haspels, 1936)
y el kvlix poco antes dcl 500 a. de J. C.,
es decir, a fines del siglo vi o muy a ini-
cios del \. a. de J. C. (Beazley, 1968). Por
ello e s evidente quc los obJetos del aJuar
dc esta sepultura no son muy posteriores
al 500 a. de J. C.
Más dificil es conocer el lapso de
tiempo transcurrido cntrc la fabricación
de las piezas cn origen y su deposición
en una sepultura. En Centroeuropa sabemos que algunas de las piezas importadas
del norte de Italia habrían estado en uso
m6s de 50 aíios hasta ser colocadas en la
sepultura, lo que da cierta iniprecisión a
la cronologia basada en las mismas.
Pig. 8.
-
Recoiistrucciúii tchrica aproriiiiada del monumento funerario ibérico de Poro Moro.
LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS Z O N A S ORIENTALES DE LA MESETA
En Pozo Moro, aún teniendo en cuenta este posible fenómeno, no parece se
pueda admitir u n lapso de tiempo grande,
ya que las piezas son todas contemporáneas, lo cual indica en principio que no
ofrecen u n largo uso que se hubiera reflejado en la aparición de piezas de diferentes épocas colocadas sincrónicamente
en la sepultura. En segundo lugar, ninguna de las piezas, aunque en mal estado
por aparecer quemadas por la incineración, ofrece señales de largo uso o reempleo, como lañados o rotos antiguos.
De estos hechos parece deducirse que
todas estas piezas forman u n conjunto
muy homogéneo y que probablemente fue
adquirido para ser depositado en la sepultura, levantada no mucho tiempo después
de su fabricación. Con cierta prudencia
nos inclinaríamos a fechar la sepultura a
que pertenecen estas piezas entre el 500
y el 490 a. de J. C., es decir, a inicios del
siglo v a. de J . C. Dentro de este período
aún parece más lógica una fecha hacia
sus comienzos que no hacia sus fines, en
resumen no muy alejada del 500 a. de
J. C. Esta cronología corresponde bien al
estudio de los paralelos orientalizantes y
arcaicos del monumento (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a ) y por lo tanto debe
aceptarse para el mismo y para la fase 1 A, a la cual corresponde.
Para la fase 1 B, es decir, para la destrucción del monumento, se carece de
fechas precisas. Por ello hay que calcularla en relación con las fases 1 A y 11,
entre las cuales se sitúa. La 1 A es anterior al 480 a. de J. C. y el inicio de la
fase 11 se debe situar bastante antes del
400 a. de J. C. El buen estado de algunos
relieves no destruidos iiltencionadamente.
hace pensar que la destrucción se realizó
antes de que la erosión atmosférica dañara los relieves o las esculturas de los
121
leones. Por ello no debió suceder ésta
mucho después del 475 a. de J. C., pudiéndose colocar hipotéticamente antes del
450 a. de J. C.
La fase 11 corresponde a la necrópolis
que se establece sobre el monumento destruido y ya en parte enterrado. Su cronología se basa en los materiales que contiene, especialmente cerámicas áticas y
campanienses y en las superposiciones
que ofrece (fig. 9).
Entre las cerámicas áticas destaca
u n gran plato de la forma Lamboglia 22
(Lamboglia, pág. 171) de más de 30 cm.
de diámetro decorado con ovas y doble
guirnalda de palmetas entrelazadas. Su
fecha corresponde en el Atica a fines del siglo v a. de J . C. (Robinson, 1950) y en
el Cigarralejo al primer cuarto del siglo IV a. de J . C. (Cuadrado, 1963 a, página 136). A esta fecha corresponden
también dos pequeños oinokoes áticos v
dos bolsas de barniz negro (Sparkes-Talkott, 1970, págs. 58 s. y 107), que deben
fecharse igualmente antes del 400 antes
de J. C.
Al segundo cuarto del siglo rv antes
de J . C. corresponde la sepultura 4DJ3,
fechada por dos cántaros de pulgares
(Cuadrado, 1963 a, pág. 141; SparkesTalkott, 1970, págs. 113 s.) y una pátera
de forma 21, que en el Cigarralejo es particularmente abundante en dicho período
(Cuadrado, 1963 a, pág. 135). Los cántaros, por sus formas y proporciones, coinciden con los de dicha fecha, según las
observaciones de Cuadrado.
De la sepultura 4D/2 procede una pequeña copa campaniense de la forma
Lamboglia 34, que debe situarse ya en el
siglo 11 a. de J . C. y tal vez incluso en
su segunda mitad (Lamboglia, 1952, página 182).
Por último, de la tierra superficial
I
Fig. 9. - Cerámica ática de la necrópolis ibérica de Pozo Moro. Hscala, 1:1,5
LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONELS ORIENTALES DE LA MESETA
procede un cuenco de la forma Lamboglia 27 (1952, pág. 203), decorado con una
roseta circular en el fondo que obliga a
fecharlo en el siglo 111 a. de J. C.
Por ello esta fase 11 de la necrópolis
debe fecharse entre el 420 y el 100 antes
de J. C. aproximadamente, aunque carecemos de datos seguros para sus últimos
momentos, que a juzgar por un as de
Claudio, hallado dentro de una de las
urnas más superficiales, bien pudo alcanzar el siglo I de J. C.
La última etapa de este yacimiento
está representada sólo por inhumaciones
en sarcófagos de madera, a juzgar por
los clavos hallados. Estos enterramientos son de época tardorromana por las
cerámicas que los acompañan como
ajuar, aunque su tosquedad impide por
lo general precisar la fecha. Por algunos
objetos de terra sigillata clara D hallados en superficie, y que es lógico relacionar con ellos o con el hábitat correspondiente, se podría suponer una fecha de
los siglos IV al VI de J. C.
Esta etapa, de mucho menos interés,
resulta algo más imprecisa, pero siempre
muy posterior al resto del yacimiento.
Ciertamente no tiene nada que ver con la
cuItura ibérica y sólo se recoge aqui por
ser una necrópolis hallada dentro del
área del yacimiento, explicándose así la
aparición de inhumaciones, rito extraño
en si a la Cultura Ibérica, y que puede en
algún caso haber causado confusiones
en la bibliografía al aparecer ambos tipos
de enterramientos en el mismo yacimiento.
La descripción del monumento de la
fase 1 A, ya dada a conocer provisionalmente, no es preciso repetirla aqui (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a, 1978). pero
si vale la pena insistir sobre algunos
aspectos culturales de gran importancia
123
para conocer el grado de iberización de
esta parte de la Meseta y sus características principales, pues nos ofrece algunos
aspectos que en pocos yacimientos podemos llegar a conocer tan bien.
En Pozo Moro se construye un monumento sobre un lugar elegido previamente desierto. Es un cruce de caminos
importantes cerca de un pozo en una
zona endorreica (Almagro-Gorbea, 1978).
El monumento exige una complcja
técnica constructiva y decorativa al servicio del personaje enterrado, necesariamente de alto rango (Almagro-Gorbea,
1978) (fig. 8).
Por lo tanto, Pozo Moro evidencia
como a fines del siglo VI a. de J. C. la cultura ibérica, capaz en el orden material
y social de realizar tal monumento, estaba ya plenamente formada y se extendía por la zona suroriental de la Meseta.
El lugar de su emplazamiento hace
suponer el uso de una red viaria bien
definida y tal vez organizada, si tenemos
en cuenta la existencia de u11 pozo en un
cruce de vías estratégicas entre el Valle
del Guadalquivir y el Levante por la vía
Guadalmena-Jardín y entre el Sudeste y
la Meseta por los Altos de Chinchilla. El
nombre de Heracleia dado a esta vía es
significativo y hace pensar en que su
organización tuvo una explicación mitica
que encuadra perfectamente dentro del
ambiente cultural que representa Pozo
Moro.
En la arquitectura es evidente la existencia de conocimientos complejos de
tipo constructivo, si bien no muy experimentados, a juzgar por el fallo técnico
de la falta de cimentación en un edificio de sillares asentados sobre margas
que ocasionó la caída del monumento por
falta de estabilidad. Pero la existencia
de sistemas de medidas y modulacio-
ncs, de diversas técnicas especializadas
en la talla de la piedra, de aparejos de
ortostatos, molduras, etc., colas de milano de plomo para unióii de bloques,
iiica, siiio tambien cii su aspecto ruilci«nal como transmisores por medio de una
serie de imagenes iconográficas de un
contenido mitológico e ideológico de claro
marcas para diferenciar los di\,ersos sillares c indicar su situaciún, etc., evidencian un domiiiio d e la tFcnica constructiva sorprendentemente desarrollada y de
evidente origen 01-iental. Poi- ello mismo
su existencia es prueba tle una compleja
organización social, propia dc una altii
cultura, pues incluso por sus caractcristicas este monumento parece obra dc
un artesanado áulico (Almagro-Gorbea,
1978 a).
Lo mismo cabe decir de la escultura.
iio sólo eii su sorprendeiite calidad téc-
origen oriental, lo mismo que sus aspectos técnicos v estilisticos (Almagro-Gorbea. 1978 a ) (fig. 10). Entre ellos los animales dc ruiición arquitectónica y el uso
dcl friso corrido resultan y pasarán a ser
totalmente caracteristicas de la escultura
ibérica (Garcia Bellido, 1931, 1943 y
1945) (fig. 11).
Esta ibcrizaciún plena como resultado
de un fenómciio de influjo orientalizante
queda patente tambiéii eii las modas y
costumbres de la vida: uso de calzones
cortos, cinturones sefialados. túnicas lar-
1.A l i i ~ ~ ~ l D
~I?~!.AS
\ ~ ZONAS
l Ó ~ 0KIENTAI.ES I>E l..&hlRSI:T,\
12.5
yas, ctc. Lo mismo cabe decir del uso
de escudos y cascos, cuchillos afalcatados (figs. 10 y 12), y otros objetos norinalmente no conservados como mesas,
sillones, etc., que debieron iníluir sustaii-
de elementos culturales de pueblos colonizadores por poblaciones indígenas.
La ibcrización afecta tanto como a la
culiui.a material a otros aspectos que
~porlcinos dciiominar <!el campo intelcc-
cialmente en el equipo material dc los
poblados d e esta zona de la Meseta, va..
riandolo y enriquccifndolo muy considerablemente en su coniunto (Almagro.
Gorbea, 1978).
Pero el monumento de Pozo Moro aún
permite precisar detalles más siyiiificativos sobre la iberización total de esta
parte de la Meseta, cuva relevancia sobresale del ámbito local y ofrece un interés mucho más general para el conocimiento del origen d e la Cultura Ibfrica e
incluso para las normas de asimilación
iiial como los sisicnias de nicdidas, la
escritura, la rcliyión y las ideas politicosociales.
Ya se ha coincntado la existencia de
una red viaria orfanizada. El sistema
de medidas, de pi-obablc origen fenicio, y
la modulaciún o cilculo de las proporcioiics. se deducen de las características dcl
monumento. Ademis la existencia de
marcas en los sillares y la proximitlad
de la inscripción de El Salobral (Gómez
Moreno, 1961) hace suponer un conocimiento de la escritura en esta epoca, lo
126
~ Z A R T ~ALMAGRO-GORBEA
N
que si se une al origen oriental del sistema de pesas ibérico, relacionado con la
mina babilónica (Cuadrado, 1964), resulta
lógico deducir que es en este periodo
formativo cuando se debieron crear e introducir los sistemas de pesas y medidas
y la escritura en la Cultura Ibérica, que
pasó así a tener ya estos elementos característicos de toda alta cul'tura.
para el pueblo que lo adopta (AlmagroGorbea, 1977, pág. 502).
Aunque el estudio definitivo de los relieves no esté ultimado (Almagro-Gorbea,
1978 a), es evidente que hacen referencia
a ideas religiosas fundamentales relacionadas con el mundo de ultratumba, la
fecundidad, tal vez del origen de los dioses, etc. Su relación con este monumento
Fig. 12. - Gran cuchillo alalcatado de la cueva de Montgó (Jávca, Alicante). Escala, 1:3
Aparte de la evidentc aparición de construido para memoria de un persouna serie de ritos funerarios, en parte al naje obliga por sus características y su
menos de origen oriental (Almagro-Gor- contexto a suponer que éste debió ser un
bea, 1977), las escenas de los relieves de rey o régulo.
Pozo Moro, de evidente significado mitoEste detalle nos lleva a una última
lógico, tienen un claro origen oriental, conclusión. La existencia de una monardentro de cuyo marco debemos explicar quía sacralizada, de origen mitico-relila aparición de una mitología propia- gioso. En relación con el resto de la somente ibérica, en cuya transmisión los ciedad, debió tener un papel próximo al
textos, no sabemos si existentes aunque de intermediario de la divinidad, lo que
se conociera la escritura, debieron jugar puede ayudar a explicar el origen de la
escaso papel frente a la tradición oral :J dides» ibérica (Rodriguez Adrados, 1943)
la representacicn gráfica, cuyo papel, en y la práctica de la .heroizacióilo y divinipoblaciones primitivas, es mucho más im- zación de grandes personajes que conoportante que la de los textos escritos, no cemos por los textos (Blázquez, 1975 a).
sólo como transmisores sino como recreaLa existencia de una sociedad cuya
dores de la mitología. El origen oriental organización, por lo aquí indicado, resulta
del contenido de estas representaciones muy compleja, es otro de los datos que
queda probado por el de los elementos se deducen de Pozo Moro dentro del conformales a través de los que se manifies- texto de total iberización que representa.
tan, pues un elemento de cultura mate- Incluso la perduración de la memoria del
rial con contenido religioso sólo se trans- constructor del monumento explica la
mite si su contenido resulta inteligible continuidad de la necrópolis formada e11
i ORIENTALES DE LA MESETA
torno al mismo por gentes que se debían
considerar relacionadas por algún tipo de
parentesco con un antepasado heroizado
o mitificado allí enterrado. Éste resulta
ser otro aspecto evidente de implicación
social y que igualmente debemos considerar dentro del marco de la iberización.
La relación de esta iberización de
Pozo Moro con el mundo orientalizante
ya se ha indicado. Buscar un origen más
próximo en la cultura tartésica cuyo carácter orientalizante es tan evidente resulta muy tentador, más si se valoran los
restos de Pozo Moro a la luz de las referencias sobre tradiciones míticas en concreto sobre una monarquía divinizada
(Tovar-Caro Baroja, 1971) que se han
transmitido sobre tartesos y que parecen
responder a un contexto sociocultural
muy próximo (Maluquer, 1970). Ello implicaría el origen tartésico u orientalizante de la iberización en esta zona de
la Meseta.
A su vez este fenómeno quedaría explicado perfectamente desde el punto de
vista geográfico y cultural por el papel
de paso y de transición que tiene la
zona de la Meseta donde está situado
Pozo Moro entre el Valle del Guadalquivir y el Levante.
Elementos epigráfcos, como la inscripción de Salobral (Gómez Moreno,
1961) o la escritura de los platos de Abeilgibre y el plomo de la Bastida (Maluquer,
1968) y otros hallazgos arqueológicos de
significado paralelo como la necrópolis
del Corral de Saus (Aparicio, 1977), también en el Corredor de Montesa, parecen
confirmar la importancia cultural de esta
vía de comunicación, pero hay que tener
en cuenta que esta iberización, tan intensa
y antigua, sólo afectó en la Meseta a
la zona más meridional y oriental de la
misma.
.
127
La fase Cavrascosa I I : Las fases de
Macalón 1-Pozo Moro 1 se deben considerar como protoibérica u orientalizante 1
y protoibérica u orientalizante 11. Se extendieron plenamente sólo sobre la zona
más meridional y oriental de la Meseta,
al sur de Albacete y tal vez de Ciudad
Real, sin que culturalmente se vieran
afectadas las áreas más septentrionales en las que la aparición de alguna rara
pieza importada no interrumpió la evolución de los Campos de Urnas de la
Edad del Hierro (Almagro-Gorbea, 1969).
A partir de fines del siglo v a. de J. C.
y desde l'a zona del sureste de la Meseta,
se produjo un segundo proceso de iberización, que, se puede considerar secundario por su más baja cronología y por
depender del foco cultural secundario
situado ya en la Meseta. Este proceso de
iberización afectó ya a todo el resto de 12
parte oriental de la Meseta Sur, influyendo incluso en áreas más alejadas en
plena Meseta Norte. Por corresponder a
la fase 11 de la necrópolis de Las Madrigueras en Carrascosa del Campo se ha
denominado fase de Carrascosa 11.
En esta fase el cambio fundamental
en el aspecto arqueológico lo supone la
aparición de numerosos y fuertes influjos
culturales llegados ya en forma casi masiva desde las zonas costeras y desde el
sureste de la Meseta, que ya estaban plenamente aculturadas por la acción de los
pueblos coionizadores. Con estos influjos
se produce un cambio sustailcial en la
cultura material de todas estas áreas
de la Meseta realizado con gran rapidez
y que demuestra por una parte la capacidad de asimilación de su población y
especialmente la facilidad que ofrecían
los nuevos elementos a ser asimilados,
probablemente a causa de estar ya desde
largo tiempo integrados en culturas indí-
AGRO-GOKBEA
genas de las poblaciones costeras del Mediterráneo e incluso en algunas de la
misma Meseta.
Estos nuevos elementos. son numerosos y claros. En primer lugar destaca la
aparición de la cerámica a torno, que
primero coexiste, pero rápidamente elimina a la cerámica a mano. Ello supone
un cambio en técnicas, en gustos y sobre
todo en la organización artesanal de su
producción, lo que evidencia un cambio
en la estructura de la sociedad.
Junto al fenómeno de la aparición de
la cerámica a torno se produce el de una
larga serie de elementos que normalmente aparecen asociados y que manifiestan ser un conjunto lo suficientemente
importante numérica y cualitativamente
significativo, como para poder ser considerados como integrantes de una cultura
con personalidad propia.
Asociadas a la cerámica a torno aparecen fibulas anulares de tipos normalmente frecuentes en el Sudeste, lo que evidencia su origen en dicha región (Cuadrado, 1957; Almagro-Gorbea, 1969, página 100).
Otros elementos acompañantes que
se pueden señalar son la aparición de
importaciones, principalmente cerámicas
áticas, cerámicas de barniz rojo de tipo
ibérico y, en menor número, objetos más
exóticos, por ejemplo vasos de vidrio
como los de Segóbriga (Almagro, 197%
cuentas de collar (Almagro-Gorbea, 1969,
pág. 137), placas repujadas de tipo Cahecico del Tesoro-La Osera 350 (Nieto, 193944; Cabré y otros, 1950, 1. 53), vasos de
bronce tipo Pecio del Sec-Osera 350 (Cabré, y otros, 1950, l. 52), braserillos (Cuadrado, 1966), falcatas, etc. Todos estos
objetos evidencian fuertes contactos entre la Meseta Oriental y la región del
Sudeste, que actúa como intermediaria
en este proceso de difusión (figura 13).
A partir de esta fase es cuando el
hierro se hace frecuente en la mayoría de
las zonas, no sólo en el armamento, sino
en toda una serie de pequeños objetos
que aparecen en los ajuares de las necrópolis. Si la aparición de este metal en
Villena parece indicar su origen en el
Mediterráneo, el fenómeno ahora scñalado plantea la posibilidad de que su
vulgarización vaya asociada a todos estos
nuevos influjos y cambios culturales y
sociales.
También ahora aparecen los grandes
castros, cuya continuidad sobre núcleos
precedentes es evidente, pues esta continuidad es una de las características más
peculiares de esta nueva etapa cultural.
Sin embargo, dentro de dicha continuidad resulta evidente la ampliación de los
i~úcleoshabitados en área e intensidad y
la aparición de núcleos nuevos que hacen
suponer un aumento demográfico notable. Frente a los peciueños castros de la
etapa anterior, que todavía siguen utilizados, aparecen ahora grandes oppida del
tipo de Alarcos, Valdepeñas o Segóbriga,
cuya extensión sobrepasa las 10, y a veces,
las 20 hectáreas, lo que representa un
aumento de más de veinte veces el tamaño de los núcleos conocidos del periodo anterior. Sin embargo es muy escaso lo que se sabe de estos núcleos, ya
que apenas han sido explorados. Debemos también atribuir a este periodo la
aparición de murallas megalíticas como
la inédita de Cañete u otras con puertas
acodadas como la de Valdepeñas. Algu110s de estos elementos evidencian contactos ultrapirenaicos con la cultura de La
Téne, sobre todo fortificaciones como las
de Villas Viejas en Cuenca. Estos contactos se reflejan igualmente en, algunos
tipos de espadas, escudos, cascos como el
LA IBERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
129
Fig. 13. - Dispersión de l a ceramica gricga en la mitad oriental de la Meseta Sur y regiones periidricas. Los
cuadros indican las importaciones anteriores al 425 a . J. C., y los círculos las posteriores a esta fecha: l . Coll
del Moro, Tivissa, T.; 2, Tossal del Moro de Pinyeres, Batea. T.; 3, La Gessera, Caseres, T.; 4, Els Castellans.
Calaceite, TE.; 5, Les Omhries, Calaceite. TE.: 6, San Antonio, Calaceite, TE.; 7, E l Castellar, &las de1 Labrador,
TE.; 8. E l Taratrato, Alcañiz, TE.; 9, Caiiiarles, Tartosa, T.; 10, Tossai de la Moleta, Alcanar, T.; 11, E1 Puig.
Benicarló, CS.; 12, Almanara, CS.: 13, Grvu Vell, Sagunto, V.; 14, Sagunto. V.; 15. L a Monravana, Liria, V.;
16, San Miguel, Liria, V.; 17, Los Villarcs. Caudete de las Fuentes, V., 17 a, Corral de Saui, Mogente, V.; 18, La
Bastida, Mogente, V.: 19, Covalta, Aibaida, V.; 20, Lloina de Galbis, Bocairente, V.; 21. Cabezo de Mariola.
Alfafara. V.; 22, El Puig, Alcoy, A,; 23, Serreta, Alcoy, A,; 24, Ondara, A,; 25, Puntal dc Salinas, A,: 26, Isla
de Campello, A.; 27, Albufereta, A.; 28, Tossal dc Manises. A,; 29, Alcudia, Elche, A,: 30, Molar, A,; 31, Cabezo
Lucero, A,; 32. Saladares, A,; 33, Los Nietas, MU.; 34, Cabecico del Tesoro, Verdolay, MU.; 35, Castillejo de los
Baños. Fortuna, MU.; 36, Cabezo del Tío Pio, Arehena, MU.; 37. Cigarralojo. hlula, MU.: 38, Alcantarilla. MU.;
39, Lorca, MU.: 40, Galera, GR.; 41. Pea1 del Becerro, J.; 42, Castelloncs de Ceal, J . ; 43, Cistulo. J . ; 44. L a
Guardia, J.; 45, Tolmo d e Minateda, AB.; 46, Coirnhra delBarranco Ancha, Jurnilla, MU.; 47. Llano de la Consolación, AB.; 48. Hoya de Santa Ana, Chinchilla, AB.; 49, Pozo Moro, AB.; 50, Salobral, AB.; 52, Otrnedilla de
Atarcón, CU.; 53. Reillo, CIJ.: 51, L a Hinojosa, CU.; 55. Segóbriga, CU.: 56, La Muela. Palomares del C i q p o .
CU.; 57. Las Madrigueras. Carrascosa del Campo, CU.; 58, Yeles, TO.
130
M A R T ~ NALMAGRO-GORBEA
de Hoya de Santa Ana, fibulas de pie
largo vuelto y formas cerámicas, que demuestran como a pesar del creciente y
dominante influjo cultural del Mediterráneo los elementos e influjos ultrapirenai-
IV. ¡AS AREAS
cos nunca desaparccieron totalmente y
llegaron incluso al foco del Sudeste, dondc
aparecen espadas, escudos y fibulas de
La Tene que proceden de esta corriente
(Llobregat, 1976, f. 38, 1 y 41, 4).
CULTURALES DE LA PARTE ORIENTAL DE LA
DEL
MESETA SUREN
LA
EDAD
HIERRO
Dentro de estas características generales que dan uniformidad a toda la cultura
local, se hace posible ya comenzar a señalar algunas variantes culturales en diversas zonas geográficas en las que determinados elementos predominan sobre otros
dando a cada zona su propia personalidad cultural, lo que permite realizar un
intento de identificación de las diferentes
áreas culturales de la fase Carrascosa 11
en fa Meseta Suroriental.
Por su interés se realiza una síntesis
de las mismas que, si bien todavía insuficiente, en el futuro permitirá distinguir
claramente los diferentes grupos culturales propios de cada área y establecer sus
secuencias culturales y características peculiares, punto de partida previo para la
discusión y comprensión de los datos que
al final de esta fase ofrecen ya las fuentes
escritas de los autores clásicos sobre los
pueblos de estas zonas de la Meseta Sur.
Las líneas que siguen sólo pretenden
ser una síntesis preliminar que debe ser
completada y precisada con las futuras
iiivestigaciones. Además, éste es el único
camino para llegar a conocer la ubicación exacta y la verdadera identidad de
las etnias conocidas a través de las fuentes históricas.
Las áreas culturales que el estado actual de ta investigación permite precisar
en la Meseta Sur son las siguientes (figura 14):
Area
Area
Area
Area
Area
Area
Area
8. Area
9. Area
1.
2.
3.
4.
S.
6.
7.
del sureste de la Meseta.
de Valdepeñas.
manchega.
del Júcar.
de Carrascosa.
toledana.
del Tajo Superior.
de la Serranía de Cuenca.
del Alto Tajo - Alto Jalón.
El conocimiento que en la actualidad
se posee sobre las características de estas
áreas culturales resulta muy diferente de
unas a otras. En alguna se pueden precisar ya los principales elementos constitutivos y su secuencia cultural, así como
sus principales relaciones. De otras apenas se puede poco más que intuir su existencia y es seguro que el aumento de
datos que la investigación ahora iniciada
proporcionará, obligará en el futuro a
profundas revisiones de la visión preliminar que aquí se establece.
Es de suponer que este hecho no reste
interés a esta síntesis, que sclo pretende
ser una plataforma de base para los trabajos posteriores, aunque de momento
constituya en sí un avance sobre la falta
absoluta de todo conocimiento que sobre
estas áreas culturales se poseía hasta el
momento presente.
1. Area del Sudeste de la Meseta. Esta área, como' su nombre indica, co-
LA IUERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
131:
Fig. 14. - Principales áreas culturales de la initad oriental d e la Meseta Sur.
rresponde a la extensión en la Meseta de rosos y ricos yacimientos, si bien no
la cultura ibérica del Sudeste, con la cual todos suficientemente publicados. Ya se
queda íntimamente integrada por el in- ha hecho referencia al poblado de El Maflujo que la vía Heracleia, que por ella talón y junto a él podemos situar una
pasa, ha debido ejercer sobre la misma. .serie de ricas necrópolis como Pozo Moro
Comprende los Llanos de Albacete y (Almagro-Gorbea, 1975 y 1978), Hoya de
sobre todo las zonas montañosas más ele- Santa Ana (Sánchez Jiménez, 19471, Llano
vadas, como los Altos de Chinchilla, que de la Consolación (Sánchez Jiménez,
los dominan y forman un reborde que se 1943), Casa del Monte, Balazote (Garcia
extienden ya hasta el limite de la Meseta. Bellido, 1931)' Abengibre (Beltrán VillaEsta área es la que ofrece más nume- grasa, 1962), el Santuario del Cerro de
los Santos (Femández Avilés, 1943 y 1966),
etcétera, yacimientos todos ellos de los
más famosos e importantes entre los
conocidos de la Cultura Ibérica.
En esta área del sureste se pueden
diferenciar ya varias fases. Una primera
fase, que se ha denominado Macalón 1,
representa la llegada de los primeros elementos desde la costa del Mediterráneo
y las primeras asimilaciones incipientes;
corresponde a ella el período 1 de Macalón y probablemente parte de la necrópolis de Hoya de Santa Ana y de El Llano
de la Consolación (Sánchez Jiménez, 1943
y 1947), que ofrecen cerámicas a mano y
alguna, importación aislada como el arybalos de Naykratis (Padró, 1977, pág. 32)
de Hoya de Santa Ana o la figura de Centauro de Rollos (García Bellido, 1948), etc.
Su cronología se situaría desde el
siglo VII a. de J. C. hasta mediados del
siglo VI a. de J. C., aproximadamente.
Una segunda fase, que se ha denominado de Pozo Moro 1, representaría el
apogeo de esos contactos con el inicio de
la cultura ibérica propiamente dicha. El
yacimiento clave es indudablemente el de
Pozo Moro y a él se integran elementos
antiguos de otras necrópolis como Hoya
de Santa Ana y el Llano de la Consolación (Sánchez Jiménez, 1943 y 1947),entre
las que aparecen figuras de bronce como
el Sátiro del Llano de la Consolación
(García Bellido, 1948) y restos arquitectónicos y escultóricos, que como la Bicha
de Balazote (Garcia Bellido, 1931), la esfinge de Bogarra y El Salobral (García
Bellido, 1954, f. 501-2) y otras figuras escultóricas semejantes, hay que considerar pertenecientes a monumentos de
cronología no muy alejada de la de Pozo
Moro, todos ellos destruidos al parecer
en un momento anterior a mediados del
siglo v a. de J. C. En esta fase parece
haber penetrado ya la escritura ibérica de
tipo andaluz, como evidencia el sillar
de El Salobral (Albacete) (Gómez Moreno,
1961) relacionado con las inscripciones
de Andalucía y del Sudoeste 'peninsular
(Almagro-Gorbea, 1977, pág. 275).
La fecha de esta fase puede, por lo
tanto, situarse entre fines del siglo VI
a. de J. C. y mediados del siglo v antes
de J. C.
La tercera fase corresponde a la plenitud de la cultura ibérica y es el momento
en que aparece mayor número de sepulturas en las necrópolis conocidas, con
ajuares ricos entre los que destacan importaciones áticas que fechan este período con bastante precisión (Sánchez
Jiménez, 1943 y 1947). Los materiales cerámicos, fíbulas, etcétera, son ya característicos del mundo ibérico, pero también
aparece algún elemento originario de
otras áreas de la Meseta manifestando un
momento de amplias relaciones y de gran
florecimiento cultural.
Su fecha debe situarse a partir de la
destrucción de los monumentos funerarios de la fase anterior, ya que de esta
fase casi no se conoce ninguno, lo que
hace pensar que prácticamente no fueron
ya construidos. Su cronología absoluta se
puede precisar a partir de fines del siglo v a. de J. C. y prosigue sin interrupción notable probablemente hasta el final
de la cultura ibérica. Esto parecen confirmarlo algunos ajuares ya romanos de la
Hoya de Santa Ana (Sánchez Jiménez,
1947) y de Pozo Moro, así como la aparición de elementos romanizados en la
plástica del Cerro de los Santos, que en
su mayoría, si no en su totalidad, corresponde a esta fase (Fernández Avilés, 1966).
Tal vez sea posible dentro de esta área
diferenciar en la fase local de Carrascosa II una subfase Pozo Moro 11 A, más
].A
I R E R T Z A C I ~ SDI: I.AS ZONAS 0RIEXTAI.ES DI: l.\
11IISETA
1%;
rica y con epigrafía cn la zona mcridional,
que abarcaría todo el siglo IV e inicios
dcl 111, y otra subfase, Pozo Moro 11 B,
[al vez de decadencia a causa dc la expan-
las importaciones reducidas a alguna
pie7a campaiiiensc, más escasa que la
ática del siglo IV. así como cer6mica ibérica con decoración figurada junto con
sión bárquida, la Gucrra Púnica y la concquista romana, épocas en que se carece
de documentos epigráficos. De todas formas sólo una publicación detenida dc los
numerosos materiales y yacimientos conocidos permitiría en su día precisar
estas características. En la subfase Pozo
Moro 11 A hay que colocar las sepulturas
con cerámica ática y similares, el inicio
del Cerro de los Santos con las mejores
figuras y el tesoro de Abengibre, que por
sus características corresponde a inicios
del siglo IV a. de J. C. La subfase Pozo
Moro 11 B representa una reducción de
una perduración dc formas de la fase
anterior por pCrdida de vitalidad en la
cultura. El paso a la romanización resulta
hoy prácticamente desconocido y tal vez
obligue en el futuro a considerar una
posible subfasc 11 C que hoy día no se
puede precisar y que correspondería
desde la conquista romana cn adelante.
Las relaciones dc esta área cultural
son principalmente con el Sudeste, como
va se ha señalado, pero los contactos con
el resto de la Meseta fueron frccuentes, especialmente en la fase de Pozo
Moro 11 A, que parece reflejar un mo-
mento de másima apertura hacia dichas
zonas. Los contactos con la región del
Levante y la del Alto Guadalquivir tambien dcbcn tenerse en ciicnta, pero ocu-
pudo extenderse hasta el valle del Guadalquivir.
No resulta aúii posible señalar fases
para este pcríodo. Es evidentc la existen-
pan un lugar meiios importante y que
sólo en el futuro se podrá precisar.
cia de un período de cerámica a mano en
el inicio del poblado de Valdepeñas, pero
los materiales más caracteristicos corresponden a cerámicas a torno con frecuente
dccoracióii estampillada (lig. 17), que
coiistituve su mayor peculiaridad y que la
asocia a las cerámicas estampilladas del
Alto Guadalquivir por una parte y d e , l a
Mescta por otra, constituyendo un grupo
intermedio entre ambas (Prada, 1977). La
aparición de cerámica de barniz rojo
señala otro contacto más con la Alta
Andalucía y mención especial merece una
posible pata de cuenco trípode, aunque el
fragmento sea tan reducido que impide
su clasificación segura (fig. 18). Las esfin-
2. Area de Valdepeñas. - Esta área
cs casi totalmentc desconocida por falta
de documei~tospara su estudio. En ella
csth situado el oppidutn de Alarcos (figura 15). (Prada, 1977). la antigua Orettii?l
y el castro inédito de Valdepeñas, que
domina por su estratégico emplazamiento
el paso desde Andalucía por Despeñaperros hacia la partc meridional de la Meseta (fig. 16). La falta de documentos
impide precisar sus limites que hipotéticamente hay que colocar en la región situada al sur del Guadiana, pero que bien
Fig. 17.
-
~ s t a r n ~ i l i ade
r la cerámica ibérica del Castro de\'aldepeñas.
.
.
.
,.
.
,
.
ges de Alarcos prueban los frecuentes
contactos con la Andalucía oriental y el
área del Sudeste (Prada, 1977).
El recinto fortificado de Valdepeñas
se asocia a otros de la Meseta como el de
.. .,.
.::..,.
J..
_
-
:.%;
:.
,:::: , ,
del grupo de Sierra Morena ( ~ a 4 d a t z ,
1969). Estos tesoros ofrecen además unas
fibulas de tipo de La Tene avanzada cuyo
origen europeo es evidente. Por ellb son
del mayor interés, ya que demuestran
'
'
. ... ,.
Fig. 18.
-
Fragmento de vaso trípode y cerirnica ibérica del castro de Traldcpeñac
la Mora de Toledo y especialmente los
castros del Sistema Central y Extremadura, cuyos terrenos primarios favorecerían su construcción. La puerta acodada
que al parecer ofrece y las amplias murallas son una prueba más del influjo de la
Tene llegado sin duda a través de la Meseta.
Sin embargo la continuidad de relaciones de esta zona respecto a la Alta
Andalucía lo prueban una vez más los tesoros de plata de Torre de Juan Abad y
Castellar de Santiago, que forman parte
como estos contactos cuituraies entre la
Meseta Alta y Andalucia se han mantenido
al menos hasta el siglo 11 a. de J. C., en
que con seguridad se puede suponer que
han sido fabricadas estas piezas.
3. Area manchega. - Esta área corresponde a la zona de la Mancha Baja,
situada entre el Guadiana Alto y la cuenca
del Záncara. De esta zona falta casi por
completo todo documento y sólo se conocen con seguridad los materiales inéditos
del poblado de Pedro Muñoz.
LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
En este yacimiento sobre el poblado
de época del Bronce Final-Hierro Inicial de tradición de Campos de Urnas (figura 19). con muros de adobe, aparece u11
137
1969, páginas 127 s.). Uno de los platos
ofrece una decoración de motivos sinuosos bruñidos que resulta similar a algunos platos oxidailtes de Galera fechados
Fig. 10. - C ~ r á m i c ade los C. U. dc los nivclcs inferiores del pobiddo r1c Pedro Mufior. Escala 1:4
poblado rodeado con muralla de piedra y
cerámica a torno de tipo ibérico antiguo
con urnas de orejetas y decoración lineal
sencilla que parece proceder indudablemente del área del Sudeste y que en dicha
región se puede fechar a partir de la segunda mitad del siglo v a . de J. C. (fig. 20).
También aparecen fibulas hispánicas (figura 21) y abundante cerámica gris de
óptima calidad ffig. 221, cuyo origen
inmediato no queda tap claro pero que
es el mejor paralelo que se conoce para
este tipo de cerámica, que aparece igualmente en Carrascosa (Almagro-Gorbea,
hacia fines del siglo v a. de J. C. o en el
siglo IV a. de J. C.
No resulta posible diferenciar fases
en esta área e incluso sus relaciones con
otras áreas de la Meseta quedan más imprecisas y cabe la posibilidad de que en
el futuro se deba considerar como una
prolongación del área del Sudeste de la
Meseta hasta al menos la zona de Alcázar
de San Juan. en que parecen llegar los influjos del grupo toledano que ofrece mayor personalidad.
Sus relaciones principales parecen
orientadas hacia el área del Sudeste, como
es lógico, y en seguido lugar hacia el
área de Valdepeñas. Los contactos con
el área de Carrascosa son indudables y
fuertes, mientras que 110 parece tanto
Fig. 20.
-
contactos con el área del Sudeste de
donde proceden cerámicas áticas, de barniz rojo (fig. 23). ibéricas (fig. 24), fibulas (fig. 25), etc., pero también existe11
contactos de importancia con la zona
levantina, seguramente por los llanos de
Utiel y Requena evidenciado por <<manos
de morteron de plomo, morillos de barro
tipo La Bastida y otros elementos que
hacen pensar que esta parte de la Meseta
se relacionaba paralelamente con la zona
levantiila de Valencia (Pla, 1962). Contactos con el grupo de Valdepeñas parece de-
Ccrániica ib6iiia de pastas claras del
poblado de Pedro Muñoz.
hacia el área del Júcar y ni siquiera hacia
el área toledana, cuyas características parecen ya diferentes, aunque estas apreciaciones ofrecen carácter provisional hasta
que un conocimiento más amplio y profundo de esta área permita obtener mayores precisiones.
4. Area del Júcar. - Esta área engloba la zona oriental de la Meseta que
coincide con la cuenca muy abrupta del
río Júcar y Cabriel en la que aparecen
los yacimientos más característicos como
Bueltache (Losada, 1969) y el inédito de
Qlmedilla dc Alarcón.
Estas necrópolis evidencian fuertes
f'ig. 21. - Agujas d e cabeza enro)lrida, fibula de
doble resarte y iibulu. ariulai del pobiada
de ~ o d r oMuñoz.
mostrar una gran urna estampillada de
Olmedilld. Por el contrario no resulta
fácil precisar las relaciones que debieron
existir con otras áreas de la Meseta, pero
I.A I B E R I Z A C I ~ NBE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
que por manifestarse en elementos comunes y de idéntico origen no permiten
actualmente mayores precisiones.
Fig. 22. - Ccráj;iica gris s torno dcl polilado ¿le
Pedro Muñoc.
No se conocen todavía sus fases iniciales, por lo que su cronología sólo puede
precisarse desde el siglo rv antes de J. C.,
lo que parece corresponder desde las
primeras importaciones que dan una fecha segura hasta la romanizacióti. Sin
embargo todos los elementos fechados
son de los siglos IV y 1x1 a. de J. C., por
lo que es muy probable que con la Guerra
Púnica y la conquista romana se haya
producido un estancamiento cultural.
5 . Area de Cavvascosa. - Corresponde a las tierras de la Mancha Alta que se
139
extienden por las cuencas superiores del
Cigüela y el Záncara hasta el borde occidental de la Serranía de Cuenca.
En este grupo queda incluido el yacimiento de la ilecrópolis de las Madrigueras en Carrascosa del Campo (AlmagroGorbea, 1969), que tipifica y da nombre
al grupo y la ciudad céltico-romana de
Segóbriga (Almagro, 1975). También se
conocen numerosos poblados fortificados, prácticamente inéditos, como el de
Villas Viejas (fig. 26), cerca de Segóbriga,
el de Villar del Horno, en el Alto Cigüela,
etcétera.
El castro de Vrllar del Horno, donde
se ha realizado una prospección, está situado eri el valle del río Ciguela, el cual
constituye la más importante vía de pei1etracii.n en la Serranía de Cuenca desde
la parte septentrional de la Mancha y el
Valle del Tajo. Ofrece un indudable interés por darnos una idea de un hábitat
típico de esta región en la Edad del
Hierro.
El poblado ocupa una plataforma
llana sobre un pequeño cerro testigo de
unos cien metros de este a oeste por
unos treinta de norte a sur (fig. 27).
Queda aproximadamente paralelo al
río, que en esa zona corre en dirección
este-oeste por debajo del lado norte del
cerro. Ofrece laderas escarpadas de unos
diez metros de alto que le dan forma
amesetada facilitando su defensa. Su acceso debió estar situado en el lado sur,
que es algo menos escarpado y sin río y
donde todavía se sitúa el acceso a las
labores actuales situadas en el área del
poblado. En toda la superficie del poblado, y especialmente la ladera norte,
se hallan abundantes restos cerámicos. la
mayoría de tipo ibérico. Una pequeña
cata de 1,s metros de ancho realizada
hacia la parte noreste permitió observar
140
MARTÍN
ALMAGRO-CORREA
un nivel arqueológico de unos 0,50 metros de potencia.
En la parte superior ofreció cerámica
a torno de tipo ibérico muy frecuente en
Fig. 23.
-
es antiguo deiliro de su serie,
niendo en cuenta su marcado
local, su tosquedad y la original
ción que indica unos primeros
aún teaspecto
decorainflujos
Figura de ave y morilla de cerámica a mano, fragmento de cerámica ática y dos vasos de barniz
rojo <iibéricou de l a necrópolis de Olmedilla i i e Alarcón.
superficie. Se recogieroil dos pequeños
platos de cerámica gris a torno, semejantes a los que aparecen en la fase Carrascosa 11 en la necrópolis de las Madrigueras. Uno es de casquete esférico con una
pequeña base plana y agujeros para la
suspensión en el borde, y el otro es de
borde convexo y bastante profundo. La
pasta es de regular calidad, pero la superficie está cuidadosamente espatulada a
torno (fig. 28).
El nivel inferior, por el contrario,
ofreció cerámica exclusivamente a mano
y un broche de cinturón de un garfio decorado con un grifo alado realizado a
golpes de buril. El tipo de este broche
orientalizantes. Una fecha hacia el siglo vil-VI nos parece evidente para este
nivel relacionable con la fase Carrascosa 1 (fig. 29).
La cerámica a mano corresponde en
general a vasos de fuego reductor y con
la superficie cuidadosamente bruñida, característica de esta zona. Predominaban
los cuencos troncocónicos de base muy
pequeña y paredes gruesas alisadas o
bruñidas. También se recogió un cuenco
pequeño carenado con umbo en la base.
Su perfi1,recuerda algunos vasos de ofrendas de las Madrigueras correspondientes
al periodo de Carrascosa 11.
El resto de los materiales era de in-
LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
Fig. 24.
-
Ceriinica ibérica de pastas claras de la necrópolis de Olrnedillv dc Aliircóri. Escala 1:3
Fig. 25.
-
Fibulas aiiuldres de la iiecrópalis de Olmedilla de Alarcón.
144
M A R T ~ N ALM AGROGORBEA
terés menor, destacando abundantes restos de pesas de telar de barro apenas
cocido y muy deleznable, que completan
el conjunto de los hallazgos del nivel inferior la cata realizada.
Fig. 28.
-
Cerámica a torno de1 nivel superior de
Villar del I-Iorno.
Sin embargo la necrópolis de Las Madrigueras, en Carrascosa del Campo, es
el yacimiento que da luz y permite precisar la secuencia cultural de la zona media de la Meseta Sur en estos periodos
(Almagro-Gorbea, 1969).
La fase de Carrascosa 1, que corres-
ponde a los niveles I V y 111 de dicho yacimiento, resulta anterior al influjo mediterráneo, que aparece sólo a partir de
la fase Carrascosa 11, caracterizada por la'
presencia de cerámicas a torno e importaciones llegadas desde el Mediterráneo,
especialmente cerámicas áticas, estas ú1timas a menudo reutilizadas, lo que hace
pensar en un uso prolongado antes de
su deposición en las sepulturas. Su aparición en Carrascosa. Cerro de la Muela,
Segóbriga, etc., hace pensar en una difusión amplia de estos productos. Sin embargo aún perdura fa cerámica a mano
al menos durante buena parte del siglo IV a. de J. C.
Esta fase de Carrascosa 11 muestra,
además de en sus cerámicas, en las fíbu14s y en otros objetos, un fuerte influjo
de la región del Sudeste que caracteriza
todo este periodo en todas las áreas de
la Meseta.
El final de la fase de Carrascosa 11
parece situarse hacia el siglo 111 antes
de J. C. A coiltinuación viene un gran
vacío arqueológico que constituye lo que
se podría designar como fase Carrascosa 111 equkalente al inicio de las fuente's escritas sobre la región y a una fase
de guerras iniciadas con el paso de Aníbal y que termina en la romanización.
El interés de estas fases y de sus materiales es evidente por la estratégica situación del área de Carrascosa en el
Centro en la zona oriental de la Meseta
Sur, pues sus numerosos contactos culturales con todas las otras áreas de la Meseta hace que se pueda aplicar a ellas con
cierta seguridad la cronología obtenida
para esta estratégica área de la Meseta.
6. Area toledana. - En este grupo
englobamos una serie de yacimientos de
la zona manchega toledana y de las estri-
LA IBERIZACI~N DE LAS ZONPLS ORIENTALES DE LA MESETA
baciones orientales de los Montes de
Toledo.
En este grupo destacan hábitats tipo
castro de bastante extensión, la mayoría
~néditos, como el de Consuegra (Giles,
1971), el de Mora de Toledo o de los que
apenas se ha publicado alguna nota,
como el de Yeles (Cuadrado, 1973) o la
necrópolis de Villanueva de Bogas (Llopis, 1950).
Los hábitats tienden a situarse en
estratégicos promontorios elevados de fácil defensa, y dentro de lo poco conocidos que resultan por falta total de prospección, se puede señalar en esta area
la particularidad de ofrecer elementos
característicos de la Meseta Norte en
proporción mayor que ninguna otra área
de la Meseta Sur, salvo en la comarca de
la Vera, que constituye en realidad un
apéndice de la cultura de las Cogotas 11.
Como prueba de ello tenemos el vaso con
soporte calado de Consuegra, probablemente un thymiaterion (fig. 30) (Giles,
1971, f . 4-6)' la urna prismática de Algodor, conservada en la Academia de la
Historia, o la fíbula de Toledo (Cuadrado,
1960).
Todo ello denota un fuerte influjo
de la cultura de Cogotas 11 de los Castros
del Sistema Central que parece haberse
extendido por Extremadura y las zonas
siliceas del occidente de la Meseta. La
aparición de elementos procedentes del
Sudeste como las cerámicas de barniz
rojo ibérico y áticas de Ycles (Cuadrado,
1973) y, en Villanueva de Bogas, cerámica de barniz rojo, parecen evidenciar
contactos culturales secundarios de tipo
ibérico, cuya antigüedad no parece remontar el siglo rv a. de J. C. La mayoría
de las cerámicas ofrecen las caracteristicas propias de toda la Meseta Sur como
cerámicas jaspeadas a brocha, cerámicas
10
145
de pastas claras y formas ovoides, etc., y
cerámicas estampilladas, tal vez influjo
del area de Valdepeñas con la que se vincula en su parte meridional y con la que
ofrece las mayores semejanzas en los
I'ig. 29. - Broche dc garfio con u n grifo y cerámica
a niano del nivcl inferior de Villsr del Horno.
tipos de hábitats elevados y fortificados
(Giles, 1971, f. 10-12 y plano 1).
No es posible todavía identificar fases
o períodos en esta área, pero el desarrollo cultural paralelo de estas zonas de
la Meseta Sur nos inclina a pensar que la
periodización señalada en la de Carrascosa puede servir igualmente para ésta, y
e11 todo caso la analogía de los materiales
146
M A R T ~ NALM[AGRO-GORBEA
de Yeles y de Villanueva de Bogas con el
estrato superior de Carrascosa o Carrascosa 11 resulta muy evidente y habla de
la proximidad cultural entre ambas
áreas.
xistente~,se podrá llenar el vacío que
ofrece este grupo.
8. Area de la Serranía de Cuenca.Se extiende por las altas tierras de la
Serranía de Cuenca, que coincide con los
7. Aren del Tajo Superior. - Esta altos cursos del Júcar y Cabriel.
área corresponde aproximadamente a la
Como yacimientos clave de este grupo
cuenca del Tajo y sus afluentes de la de- tenemos yacimientos inéditos, por ejemrecha hasta las sierras de Somosierra y plo los de Reillo y Cañete y las necrópolis
Guadarrama.
de Pajarón, Pajaroncillo y Santa Cruz de
En realidad es un grupo teórico, pues Moya, excavadas hace muchos años y
de él no se conocen apenas yacimientos apenas conocidas, pues sus materiales
explorados y no existe nada publicado. hoy día hay que considerarlos como perLos hallazgos del Manzanares y del Ecce didos (Bosch Gimpera, 1926, pág. 429).
Homo, en los alrededores de Alcalá de
El hábitat de Cañete, aún no excaHenares ' (Almagro-Gorbea y Fernández vado, ofrece unas fuertes murallas de
Galiano, 1978), cerro de Carabias, Titul- tipo ciclópeo (fig. 31), lo que parece se
cia, y algún otro (Pérez de Barradas, puede relacionar con las de Ogmico y otras
1929) algo mejor conocidos, permiten semejantes del grupo dcl Alto Jalón (Aguiapreciar la aparición del torno sobre la lera y Gamboa, inédito). Su origen se debe
cerámica a mano de tradición de los Cam- buscar en el Mediterráneo, como penetrapos de Urnas de la Edad del Hierro sin ción de la técnica defensiva a base de
interrupción cultural, igual que en otras grandes murallas ciclópeas documentadas
zoriks -'de la Meseta Sur. La falta de ha- en Niebla (Pingel, 1975), la Bética (Forteallazgos bien documentados impide esta- Bernier, 1970), Ampurias (Almagro, 1951),
blecer "fases, pero la secuencia cultural así como en Sagunto (Rouillard, 1977).
debe ser semejante a otras áreas afines
El yacimiento más interesante hoy
como la d e Carrascosa, al menos para día es el de Reillo. Está situado sobre un
las poblaciones de..las campiñas de los cerro calizo que domina desde el sudoeste
ríos. Esto parece confirmarlo el hallazgo los llanos que se extienden desde Cañadel Tesoro de Driebes (Raddatz, 1969, pá- das del Hoyo hasta Carboneras y que
ginas 210 s.) que corresponde a la teórica constituyen el camino natural del Júcar
fase de Carrascosa III y es tan semejante al Cabriel en su curso alto, corresponal tesoro de Valeria (Almagro y Almagro- diendo al último tramo de la vía de peGorbea, 1964).
netración desde las llanuras de la Mancha
Por el contrario, bordeando el Sistema Alta a las Serranías de Cuenca y desde
Central existen una serie de hábitats for- ésta, por el curso alto del río Turia, al
tificados que parecen reflejar elementos Valle del Ebro y las llanuras de Valencia.
de la cultura de los castros característiLos materiales de este castro fueron
cas de esa zona geográfica y relacionados recogidos en prospección superficial y en
ya con poblaciones de la Meseta Norte. partc en una pequeña cata que se realizó
En cualquier caso sólo con el hallazgo hace años para documentar los hallazgos
de nuevos documentos, actualmente ine- superficiales (fig. 32).
LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
Fig. 30.
-
Tyrniaththerion cerárnico procedente de Consuegra (segúri F. Giles).
Por su interés destaca la cerámica
ática. Los fragmcntos de vasos áticos de
barniz negro hallados en este yacimiento
son del mayor interi.~,v constituven un
destacado indicio dc la importancia de
(figura 13). En Rcillo destacan un f'ra$mento de la forma 21 (Laniboslia, 1950),
tres de la forma 22 (Lamboslia, 1950),
otro dc un kylis tle pie bajo (SparkcsTalkott, 1970, págs. 98 s.) y otro de ~ k y -
estc pohlatlo. Su abundancia relativa evidencia un contacto intenso con las zonas
costeras levantinas ~>robahlcnicntede la
7.ona valenciana, tloiide estas cerámicas
son igiialmcntc f r c c ~ ~ e n t c s desde doiitle
hav que suponer que han I l c ~ a d oa la Serranía de Cuciica cstos fragmentos. La
frec~ienciadc cerámicas áticas cn estas
zonas del interior, que vemos igualmcntr,
pero en menor niimero, en el Cerro dc
la Muela y en las iiecr6polis de Las Mndrig~iei-asv Sclóbriga, en Yelcs y en la
Hinojosa, dan un horiiontc cronológico
del mayor interCs para estos yacimioitos
plios (Spai-kcs-Talkott, 1970, págs. 81 s.),
fechables todos ellos desde finales del
siglo 1. hasta mediatios del siglo i v antes
de J. C.
La cerimica ri mano tle estc yacii;iieiito oírece pasta de aspecto abizcochado, que da impresión de tosquedad,
aunque su t6cnica iio es excesivamente
mala. Eii cstc punto es interesante señalar la Tiilta o escascz en proporción de
las cerámicas bruñidas que vemos en
oti-os vacimientos y que caracterizan el
periodo de Carrascosa 1, como \.cmos eii
Las Madrig~iei-as(Alniagro-Corbca, 1969,
Fig. 32.
-
hlaterivles divir c o c del poblado de Rcillo.
páginas 105 s., tabla 1-4), y en el nivel
inferior del castro citado de Villar del
Horno.
Entre las cerámicas a mano destacan
fondos de cuencos troncocónicos más o
menos profundos, con pie circular elevado, y decoraciones de cordones, normalmente realizadas con bastante cui-
dado. En uno de los fragmentos un fino
sogueado señalado por incisiones sobre
un surco en relieve ofrecía, al parecer,
meandros curvilineos.
Las formas por el momento se reducen a los cuencos troncocónicos ya citados y a grandes urnas de amplia boca.
La cerámica a torno ofrece en este
yacimiento gran calidad media. Las pastas suelen estar muy bien depuradas y
son de colores claros, aunque en algún
caso ofrecen capas más oscuras señalando
fases reductoras de cocción, correspondiendo a veces estas capas oscuras a la
zona superficial.
Los colores empleados son priilcipalmente dos: uno rojizo, que varia de tonos
morado-vii~osos a pardo-anaranjados, y
otro de tonos sepias más o menos intensos. El tono rojizo aparece a veces aislado, pero el sepia suele casi siempre
acompañar a los tonos rojizos perfilando
las bandas y completando los motivos
decorativos.
Entre los vasos más destacados hay
que zeñalar las grandes urnas de borde
grueso vuelto y sin cuello, una de las
cuales ofrece sobre este borde una estampilla circular. Las formas son ovoides al
parecer, con base rehundida y sin pie
señalado. En algunos casos se aprecian
asas bifidas o trifidas de escaso grosor
colocadas en la parte superior. La decoración es de zonas de bandas y de motivos geométricos, éstos normalmente en
tonos más oscuros.
La aparición de las cerámicas áticas
en Reillo nos habla de la general difusión por las diversas áreas de la Meseta
de los productos mediterráneos. Su procedencia puede ser el Levante, pues su
número parece sensiblemente superior al
de otros yacimientos de la Meseta, pero
tampoco se puede prescindir de la posibilidad de proceder de la Región del Sudeste, probablemente a través del área de
Carrascosa, lo que explicaría los fuertes
contactos mutuos que ofrecen. Por ello
también parece posible suponer para esta
área idéntica periodización y considerar a
Reillo como equivalente a Carrascosa 11.
Las necrópolis citadas de la zona de Pa-
jarón y de Moya deben corresponder a
Carrascosa 11 y tal vez 111 y los campos
de túmulos tipo Saladar (Almagro-Gorbea, 1973 a) debieron alcanzar por su
carácter arcaizante también el periodo de
Carrascosa 11, a juzgar por algunos materiales, aunque no debieron sobrevivir
ya largo tiempo ni llegan a ofrecer señal
alguna de iberización.
9. Área del Alto Tajo -Alto J a l ó ~.
Esta área abarca la zona del Alto Jalón
y de la Cuenca Alta del Tajo y sus afluentes, con todas las parameras y tierras
elevadas que forman la unión del Sistema Central con el Ibérico y marca la
transición de la Meseta Sur a la Meseta
Norte y a la depresión del Valle del Ebro.
Los yacimientos de esta área fueron
excavados a principios de siglo por el
Marqués de Cerralbo (Aguilera y Gamboa, 1912) y se conservan en el Museo
Arqueológico Nacional, donde sólo recientemente han podido comenzar a ser estudiados. Por su interés destacan las necrópolis de Aguilar de Anguita (Argente,
1974), Luzaga (Diaz, 1976) y Arcóbriga
entre otras de menor riqueza e interés
(Schüle, 1969, Cerdeño, 1976; Requejo,
1978; Argente, 1977).
A este grupo se debe reducir el núcleo
esencial de la Tajo-Kultur definida por
Schüle (1969). que no tuvo en cuenta su
limitada dispersión geográfica, y que en
ningún caso se puede admitir que llegara
a extenderse hasta Portugal y Andalucía
como este autor ha supuesto. La división
en fases por él establecida se puede aceptar, aunque la fase 1 corresponde a un
período anterior al de los influjos mediterráneos, pcro matizada ya por los
primeros contactos, evidenciados por las
fibulas de doble resorte, de origen mediterráneo.
LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA
151
El inicio de estas necrópolis se sitúa
hacia el siglo VII a. de J. C., lo que equivale al período Carrascosa 1, y a la fase A
de Schule para la Tajo-Kultur. Aunque
este autor coloca ya a fines de esta fase
el inicio de los contactos mediterráneos
como la urna de pivotes perforados, parece más lógico considerar tales elementos como propios de la fase 33, salvo que
se considerasen venidos a la Meseta junto
coi1 las armas características y otros elemeiitos ultrapirinaicos, lo que no parece
lógico.
La fase B, fechable a partir del siglo IV, ofrece ya abundantes aportes del
Mediterráneo como fíbulas anulares, falcatas, placas de cinturón y, sobre todo,
la difusión de la cerámica de tipo ibérico
a torno, de la cual la urna de orejetas
perforadas puede haber llegado al final
de la fase A ya en plcno siglo v antes de
Jesucristo.
De la fase B es característica la espada de antenas muy atrofiadas sin pedúnculo y con hoja de filo curvo, fíbulas
de tipo de la Tene y puñales tipo Alcácer
degenerados, espadas largas tipo la Tene,
tijeras, cuchillos de hierro acodados, etc.,
lo que evidencia la gran tradición de herreros caracteristica de estas regiones.
Al lado de las necrópolis existen pe-
queños poblados, como el inédito de Mazarete, aprovechando puntos del terreno
fortificables y que se pueden comparar
con los que aparecen en el área de la
Serranía de Cuenca. Sólo en algún caso,
probablemente tardío, aparecen núcleos
mayores, como el de Arcóbriga, que evidencian que el tipo de hábitat urbano
que se conoce en Segóbriga llegó hasta
estas regiones, aunque no se sabe en qué
momento exacto.
Las relaciones del área del Alto Jalón
miran en su conjunto más bien ya hacia
la Meseta Norte que hacia la Sur, salvo
los elementos aislados citados como alguna falcata, etc. Ello se confirma en las
Formas cerámicas y también en la ausencia de importaciones directas del Mediterráneo como precampaniense o cerámica
de barniz rojo.
Todo ello da a esta área cierta peculiaridad dentro de la Meseta Sur, pues
es la única que no participa en claras relaciones con el Mediterráneo, lo que es
comprensible por su situación geográfica
y cultural más aislada, plenamente celtibérica y a caballo de la Meseta Norte,
con la cual ofrece fuertes contactos, habiendo debido jugar un importante papel
en el paso de elementos culturales de una
a otra parte de la Meseta.
La visión de las áreas culturales que
aquí se establece resulta parcial y muy
incompleta por falta de datos, en especial en la zona situada hacia las cuencas
medias del Tajo y Guadiana. Sin embargo
no deja de ofrecer interés por llenar además un gran vacío geográfico e histórico
en la secuencia cultural de la Península
Ibérica.
Como se deduce del examen realizado,
sobre los elementos de tradición mayoritaria de los Campos de Urnas de la Edad
del Hierro, comienzan a llegar a la Meseta Sur elementos mediterráneos en proporción creciente y que transformará11
rápidamente el aspecto material de las
culturas locales sin afectar, sin embargo,
en profundidad, sus estructuras sociocul-
152
M A R T ~ NALM AGRO-GORBEA
turales, como se evidencia por la prosecución de los ritos funerarios y de los poblados sin cambio notable alguno.
Estos influjos llegan principalmente
desde el Sudeste a través de la zona de
Albacete, principal zona de acceso al Mediterráneo, y en segundo lugar desde el
Levante y Andalucía. Paralelamente continúan los influjos ultrapirinaicos que
proceden de una corriente ininterrumpida
que se remonta al Bronce Final y a la
cual las poblaciones de la Meseta Sur
debían seguir naturalmente abiertas.
La mayor fuerza cultural de los elementos mediterráneos es evidente, y la
transformación que se realiza resulta rápida y profunda. Aparte de unos influjos
anteriores que modifican las áreas más
meridionales, donde aparecen elementos
importados ya desde el siglo VII a. de
J. C., un horizonte de &nportaciones seguras», cerámicas áticas y de barniz rojo,
alcanza toda la Meseta Sur, salvo, tal vez,
su borde noreste, a partir del inicio del
siglo IV a. de J. C., momento de máxima
apertura y asimilación cultural (fig. 13).
La asimilación cultural del iberismo,
sin embargo, no resultó uniforme ni en la
cronología ni en la intensidad. Ello depende de diversas razones que básicamente se pueden sintetizar en la diversidad cualitativa y cuantitativa de los
influjos recibidos según la situación geográfica de las diversas áreas culturales, y
en segundo lugar, por las características
del sustrato cultural local de cada área.
La combinación de ambos factores permite explicar las características de las diversas áreas culturales que se ha intentado comenzar a establecer en la presente
síntesis.
Los primeros contactos mediterráneos
alcanzan ya a fines del siglo vrr a. de J. C.
el borde Sudeste de la Meseta. A lo largo
del siglo VI a. de J. C. han penetrado sólo
en el área del Sudeste de la Meseta, donde
se inicia ya su asimilación por las poblaciones locales y, en consecuencia, en el
siglo v a. de J. C. dicha zona del Sudeste
de la Meseta se puede considerar ya
como iberizada. Es posible pensar que
hacia mediados de este siglo exista un
retroceso o mejor un estancamiento momentáneo por la existencia de una serie
de destrucciones de yacimientos aún difíciles de explicar, dada la falta de datos
sobre los mismos. A finales del siglo v
antes de J. C. se evidencia como el área
del Sudeste de la Meseta inicia su período
álgido, y su influjo alcanzará a todo el
resto de la zona oriental de la Meseta
Sur a lo largo del siglo IV, difundiéndose
con bastante rapidez en dicho siglo, lo
que evidencia gran fuerza expansiva.
En el siglo IKI parece atisbarse un
nuevo retroceso o estancamiento que tal
vez se pueda relacionar con el período dc
guerras que entonces se inicia y que sólo
finalizará con la pacificación romana. Ello
explica la pérdida aparente de vitalidad
cultural y la consiguiente ausencia de
elementos de juicio para precisar estos
períodos que no corresponden ya propiamente a este estudio, pero que exigirán en
el futuro una atención especial, pues en
esta época se plantea el problema de la
interpretación de los datos arqueoIógicos en relación con las fuentes escritas de
los historiadores clásicos, problema que
equivale a plantearse la identidad étnica
de los grupos culturales establecidos.
Este punto representa uno de los más
atrayentes campos de investigación de la
Historia Antigua Peninsular. Es evidente
que en el futuro se podrá resolver siguiendo las directrices quc aquí se han
iniciado al proceder al estudio del inicio
de la .cultura ibérica,, cn estas zonas dcl
154
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