I,a iberización de las zonas orientales de la Meseta Por MART~N ALMAGRO-GORBEA Casi coetáneamente a la introducción tos de los Campos de Urnas, de los que desde el norte de influjos de origen extra- han recibido el rito de la incineración, pirenaico en la Meseta Sur comienzan a más las posteriores aportaciones de genllegar los influjos culturales de los pue- tes de origen europeo, estrechamente reblos colonizadores mediterráneos desde el lacionadas con los Campos de Urnas, de mediodía, Su influencia en la zona coste- los que eran una continuación. La formación de la Cultura Ibérica está ra parece ser que se debe situar con seguridad ya hacia el siglo VII a. de J. C. ya lograda desde el siglo VI a. de J. C. Es según las evidencias arqueológicas con ello evidente, pues a finales de este siglo que actualmente contamos, y a fines de ya encontramos que ha producido obras dicho siglo comienza su penetración, al de gran madurez, como el monumento de principio muy tímida, en la zona sureste Pozo Moro, manifestaciói~cumbre de este de la Meseta Sur, la más apta para rcci- periodo, situado geográficamente ya en bir este influjo por la semejanza del sus- plena Meseta. Los influjos de los pueblos trato cultural de su Bronce Final con el coloilizadores fenicios, y en estas regiones, de las poblaciones de la costa del Sudeste también griegos, son evidentes. No sabepeninsular y por la mayor apertura y pro- rnos todavía el papel que corresponde a ximidad geográfica que ofrece. al Medite- unos y otros con seguridad, pero en Pozo Moro el eco orientalizante es muy evidenrráneo. La penetración de elementos aislados te y en todo caso no clásico. Esta cultura, iniciada plenamente andel Mediterráneo en esta región se inicia a fines del siglo VII a. de J. C. y se hace tes del 500 a. de J. C., sufre un relativo evidente a lo largo del siglo VI, hacia cuyo estancamiento en el siglo v a. de J. C., en final la cultura local parece definitivamen- el que además parece evidenciarse una te transformada, al menos en la zona del serie de destrucciones difíciles de explisureste de nuestra Meseta Sur. El sus- car. Este retroceso parece ser bastante getrato del Bronce Final Mediterráneo se ve neral en el Mediterráneo Occidental, y aunahora rápidamente modificado en lo que que pueda deberse a hechos muy diversos, se ha denominado acertadamente Cultura es curioso señalar la casi desaparición de Ibérica. En él se han fundido los elemen- importaciones griegas en el hinterland de 94 M A R T ~ N ALM AGRO-GORBEA Iaarsella por esta época, coincidiendo con este mismo fenómeno en el Mediodía Peninsular; es la época del final de la Cultura Orientalizante del Suroeste, por crisis interna o por presiones exteriores, y es la época también de cierre de Cartago a las importaciones extranjeras, pareciéndose evidenciar una crisis general con nueva toma de posiciones en el Mediterráneo Occidental, que se tradujo en los tratados que a partir de ahora conocemos por los textos escritos sobre las zonas de influencia en la Periinsula, y que señalan el fin del apogeo colonizador de la época orientalizante y arcaica. Este es también el momento de máxima tensión entre griegos y púnicos en Sicilia. A partir de finales del siglo v a. de J. C., las relaciones comerciales, al menos, y posiblemente un renacimiento cultural de estas zonas, parecen evidentes y ofrecen una capacidad de difusión extraordinaria de los elementos mediterráneos, que las vitalizan de tal modo que en los primeros años del siglo rv a. de J. C. su influjo ha debido alcanzar ya todas las áreas orientales de la Meseta Sur. Los elementos materiales que más caracterizan este influjo cultural son las cerámicas a torno de tipo ibérico, cuya difusión fue rápida y general. Con ellas aparecen las típicas fíbulas anulares, que sustituyen a las anteriores de resorte bilateral y de doble resorte, y paralelamente se extienden elementos de lujo importados, introducidos por comercio de lujo, como las cerámicas áticas, las dc barniz rojo' y algún objeto metálico, como las placas de cinturón tipo Osera y las falcatas, que aparecen ahora por toda la Meseta Sur y alcanzan incluso la Meseta Norte. Estos elementos asimilados por los sustratos locales precedentes dan lugar a diversas áreas culturales más o menos intensamente iberizadas, aún poco conocidas, pero que podemos fechar con sus nuevas características culturales a partir del 400 a. de J. C., por dar una fecha general aproximada. El estudio de estas áreas culturales y de los elementos que las forman puede llegar a explicarnos la ibcrización más o menos profunda y las mutuas relaciones de los pueblos que conocemos en la Meseta a través de las fuentes escritas y en cierto punto, cuando los conocimientos lo permitan, puede que se llegue a precisar sus límites geográficos, los cuales, con los datos de los textos escritos, resultan dudosos y a veces contradictorios. Siguiendo estas directrices, aunque se sale del marco cronológico, se podría considerar en general a los carpetanos como la gente de tradición de la cultura de Ecce Homo 1, que se extiende por las áreas centrales de esta zona de la Meseta. Los oretanos pueden corresponder al área de Valdepeñas, y si bien su cultura material resulta aún poco conocida, debe estar influida por los centros ibéricos andaluces. Junto a estos grupos étnicos principales, el área del sureste representaría una extensión de las gentes bastetanas por la Meseta, muy intensamente iberizadas por influjo de la vía Heracleia, que unía el Levante con el Valle del Guadalquivir; las tierras de la cuenca del Júcar podrían corresponder tal vez a los olcades y las de la Serranía de Cuenca y Alto Jalón a los pueblos celtibéricos en sentido estricto, que mencionan hacia aquellas regiones montañosas las fuentes escritas. Todos estos grupos étnicos se debieron influir mutuamente a lo largo del tiempo, hasta caer en la órbita de Cartago, a fines del siglo III, incluso algunos bastante antes, como tal vez los basteta- LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 95 nos. Inmediatamente después con la Se- conquista romana, las culturas indígenas, gunda Guerra Púnica y con la presencia en franca regresión, suponemos que dede Roma a finales del siglo III a. de J. C., bieron ir siendo poco a poco absorbidas toda la Meseta Sur debió sufrir una época por el dominante influjo cultural, econóde inestabilidad y turbaciones. Tras la' mico y social que representaba Roma. Hablar del origen de la cultura ibé- con el Sistema Central, sierra de caracrica en el borde oriental de la Meseta terísticas peculiares por un suelo ácido, exige precisar qué se puede entender en su elevada altitud y su vegetación arbóesa zona periférica del mundo ibérico por rea que la diferencia grandemente de los Cultura Ibérica y en todo caso definir sus páramos circundantes. Al noreste entra límites geográficos. Por Cultura Ibérica en contacto con las serranías ibéricas, a entendemos aquí aquellos fenómenos re- las que en parte corresponde la zona del lacionados con el inundo ibérico que en Alto Jalón conectada con las Parameras sentido estricto se extienden por las re- de Molina, de gran elevación, superior a giones de la Península Ibérica más abier- 1.000 m., y de clima seco y frío y suelos tas al Mediterráneo: desde el Languedoc pobres, principalmente a base de calizas hasta el Valle del Guadalquivir. De esta pontienses. Esta zona enlaza hacia el sur zona ibérica así entendida, en la Meseta con la Serranía de Cuenca, con alturas queda excluida la Región Extremeña como que superan los 1.500 m., pero de suelos la Meseta Norte, pues los fenómenos que calizos predominantemente, frente al prerepresentan dichas regiones, aunque en dominio silíceo del Sistema Central. Al algún punto relacionados con la Cultura oeste de la Serranía de Cuenca pequeñas Ibérica, no pueden propiamente ser con- alineaciones norte-sur en sentido decresiderados como tales (Maluquer de Mo- ciente marcan la transición hacia los pátes, 1957, pág. 309; Arribas, 1965, págs. 41 ramos facilitando las comunicacioi~es en aquel sentido, mientras que las estey siguientes). oeste se logran a través de ríos como el El marco geográfico. -La zona a es- Alto Cigüela. Al norte queda la Alcarria, tudiar, para atenerse a una base objetiva, de relieve accidentado por la erosión fluse podría considerar la región de los pá- vial, el cual se atenúa hacia el sur predoramos miocénicos que ocupan toda la minando cada vez más la llanura. parte oriental de la Meseta Sur, desde el Algo accidentada todavía la ancha reborde montañoso que forma limite de Alta se vuelve luego cada vez más llana la Meseta, basta las zonas de suelos silí- por total ausencia de relieve de erosión ceos que ocupa toda la mitad occidental fluvial en fa Mancha Baja, la de mayor de la misma (Solé Sabarís, 1952) (fig. 1). extensión y caracterizada por sus grandes Esta zona de páramos, en su mayoría llanuras prácticamente sin relieve alguno, del Mioceno, corresponden a la mitad su. ofreciéndonos a veces amplias áreas enperior de las cuencas del Tajo y del dorr6ica.s por este motivo. Sólo hacia el Guadiana. Está en contacto por el norte sur vuelve a accidentarse primero tras los Altos de Chinchilla que marcan el paso hacia la zona del Sureste y más al oeste en el Campo de Montiel, mancha triásica que enlaza las llanuras de la Mancha con la zona Bética. Al oeste de la Alcarria queda la zona de las Campiñas del Tajo y sus afluentes, y las llanuras como la de la Sagra, al sur de Madrid, que se extiende hacia el oeste ininterrumpidamente señalando la cuenca del Tajo y las llanuras diluviales de tos afluentes que bajan del Sistema Central. Estas llanuras se extienden cada vez con menor altura hasta Navalmoral de la Mata, que es la máxima penetración hacia occidente de los terrenos sedimentarios terciarios, aqui en su mayor parte de tipo ácido por su formación de arenas, señalando por ello la transición hacia la penillanura extremeña; esta transición se nota en el clima, algo más suave y húmedo, como sobre todo por el cambio de vegetación debido a suelos ácidos apareciendo ya los primeros encinares y jarales abundantes. La altura de esta extensa región oscila sobre los 1.000 m. en los bordes de la parte oriental: Parameras de Molina y Alta Alcarria. zona de transición hacia la Serranía de Cuenca, Alto de Chinchilla y Campo de Montiel; desde esas zonas la altura decrece hasta los 500 m. en las zonas más bajas de la cuenca del Guadiana. Las precipitaciones en esta amplia y compleja área geográfica de España varían notablemente, ofreciendo las mínimas en fa Mancha Baja y las máximas en las zonas próximas a las sierras periféricas del norte y del oeste. Las temperaturas igualmente tienden a ser algo inferiores en las zonas próximas a las serranías, pero este hecho se contrarresta con la mayor oscilación anual que ofrecen las zonas bajas, especialmente en la Mancha, que llega a alcanzar valores próximos a los 50". En los terrenos terciarios de caliza o 'yesos, la sequedad del clima y lo extremado del mismo hacen que la vegetación tienda a ser escasa. En las campiñas y vegas de los ríos los cultivos suelen ser prósperos, pero las zonas de páramos intermedias aparecen a menudo cubiertas por matorrales o gramíneas de escaso desarrollo, aunque podemos suponer con seguridad que en épocas anteriores las manchas de Querqus, hoy muy escaso y degenerado, pero que a pesar de ello aún aparece en casi todas estas áreas, debió tener una extensión y un desarrollo bastante superior, lo que debió producir un paisaje bastante diferente y más acogedor que el actual. Las zonas no aptas para el cultivo permitirían vivir abundante ganado como principal medio de producción de alimentos. Vías de comunicación. - Esta región es zona obligada de paso en las comunicaciones y en los contactos culturales de toda la Península Ibérica por su situación central. Por ello y por el papel que la facilidad de comunicaciones ha debido jugar en el proceso de iberización se estudia este factor con especial detenimiento. El esbozo de las vías naturales de comunicación que aqui se señala está basado principalmente en dos series de datos que en parte se complementan. En primer lugar las vías naturales empleadas aún por la ganadería transhumante con su red de veredas y cañadas, las cuales se nos han conservado a través de la organización económica pecuaria de la meseta, establecida a partir de la Edad Media, pero con antiguas raíces de base LA IBERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 97 Fig. 1. - Mapa de la mitad driental de l a Meseta Sur con los principales ysci~nientoscitados en el texto. (Equidistancias de curvas de si\*el 500 y 1.000 m.): 1, Col1 del Moro, T.; 2 . San Antonio de Calaceite, TE.; 3, El Puig. Benicarló, CS.: 4, $agunto, V.; 5. Liria. V.; 6. JAtiva, V.; 7, La Bastida, V.; 8, Corral d e Saus. V.; 9, Alcay. A,: 10, Villena, A,; l!, Elche. A ; 12, Saladares, A,; 13, Cástulo, J.; 14, Despeñaperros. J.: 15, Castellar de Santistebali, J.; 16, Rdllos, MU.; 17, Macalón. AB.; 18, B o g a r a , AB.; 19, Llano de la Consolación. AB.; 20, Cerro de los Santos, AB.; $1. Iioya de Santa Ana. AB.; 22, Pozo Moro. AB.; 23, Casas del Monte, AB.; 24, Abengibre. AB.; 25, Pozo Cañada. AB.; 26, E l Salobral, AB.; 27, Balazote, AB.; 28, EL Robledo, AB.; 29. Torre de Juan Abad, CR.; 30' Valdopeñas, CR.: 31, Alarcos, CR.; 32, Munera, AB.; 33, Pedro hluñoz. CR.; 34, Consuegra, TO.; 35, ~ l g o d J r ,SO.; 36. Mora, TO.; 37, Villanueva de Bogas, TO.; 38, Toledo, TO.; 39, Ocaña, TO.: 40. Titulcia. M.; 41, Compluturn, M.; 42, Ecce Homo, M.; 43, Driebec, GU.; 44. Scgóbriga, CU.; 45. Casas Viejas, CU.; 46, Las Madrigueras, Carrascosa del Campo, CU.: 47. L a hluela, Palomares del Campo, CU.; 48. Abia de la Obispalia, CU.; 49, Pillar del Horno, CU.; 50, Valeria, CU.; 51, Buenachc de Alarcón, CU.; 52, Olmedilla de Alarchn, CU.; 53. Rcipo. CU.; 64, Carboneras, CU.; 55, Pajuroncillo, CU.; 56, Cañete, CU.; 57, Santa Cruz de Moya. CU.; 58, Griegos, TE,: 59, El Cañabate. CU.; 60, Luzaga, GU.; 61, Aguilar de Anguita, GU.; 62, Arcóbriga, 2 . ; 63, Valdenovilloc. GU. 98 M A R T ~ NALMAGRO-GORBEA esencialmente geográfica (Klein, 1938, página 35 SS.). Otra serie importante de datos nos los aporta el trazado de las Vías Romanas, que en su mayoría debieron seguir caminos anteriores de época prehistórica, aunque este hecho no siempre es posible demostrarlo positivamente. En todo caso el conocimiento de las vías romanas de la Meseta Sur, aunque aún sea incierto y escaso de datos, sí nos es de gran utilidad para establecer la red de caminos prerromanos o al menos las principales vías de comunicación de la región. Una prueba de este hecho es la coincidencia en gran parte de las vías romanas con los caminos de la transhumancia y se ve que ambos coinciden con los caminos naturales que son la causa y la explicación del trazado de ambas redes viarias. Por ello podemos igualmente tenerlas en cuenta para interpretar la red viaria de estas épocas prehistóricas (Roldán Hervás, 1975; Corchado y Soriano, 1969; Almagro, 1975, f . 4). De todas formas debemos reconocer una vez más el carácter nada definitivo del resumen de las vías de comunicación que realizamos a continuación a falta de una más abundante información arqueológica que permita confirmarla (fig. 2). Las vías naturales de esta zona de la Meseta Sur están condicionadas especialmente por el relieve. Señalaremos en primer lugar que las dificultades de acceso a través de los rebordes montañosos sólo permiten ser flanqueados por algunos pasos y en zonas determinadas que actúan como canalizadores, pues el resto constituye una barrera natural. Por el contrario, el relieve de la zona interior ofrece facilidad de comunicación por la zona llana. La parte norte permite la comunicación en sentido norte-sur por las alineaciones de su relieve y en dirección este-oeste se puede lograr a veces con mayor facilidad a través de los ríos. Toda la parte central de esta gran región, a partir de los Montes de Toledo, es por el contrario de más fáciles comunicaciones en direccién este-oeste que en dirección norte-sur, aunque es de gran interés señalar que la serie de sierras v terrenos abruptos al oeste de la línea de Navalmoral-Ciudad Real dificultan grandemente la comunicación entre la mitad oriental y la occidental de la Meseta Sur, dividiendo de hecho la Submeseta en dos mitades, Extremadura y Castilla la Nueva, hecho que se percibe claramente al estudiar las culturas que nos ofrecen. Estos factores que hemos señalado nos permiten trazar unas vías de penetración y comunicación bastante fijas determinadas por la geografía. De norte a sur tenemos dos vías principales, En el centro de la Meseta Sur una vía norte-sur muy importante viene dada por el acceso a través de Despeñaperros desde el Guadalquivir Medio, que alcanza fácilmente, por Valdepeñas y Consuegra, Ocaña o Toledo, dejando los terrenos paleozoicos más accidentados al oeste. Desde aquí el paso más cómodo a la Meseta Norte es por el puerto de Cebreros hacia Avila y por los valles de los afluentes del Tajo, principalmente el Henares, hacia las Parameras de Molina o hacia el Alto Jalón, desde el que se alcanza el Valle del Ebro y el Alto Duero. También se pueden utilizar hacia tierras de Segovia los puertos de la Sierra del Guadarrama: Somosierra, Navacerrada y Alto de los Leones, pero éstos ofrecen un camino más difícil. Otra vía en sentido norte-sur parte de los llanos de Albacete, donde desembocan LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA Fig. 2. - 99 Vías de comilnicacián ~i>&s importantes de la mitad oriental de la Meseta Sur. una serie de accesos a esta parte de la Meseta: por el Jardín y Guadalmena hacia el Guadalquivir; por Hellin hacia el Cabo de Palos o por las Hoyas de Baza y Granada hacia la Penibética; por los Altos de Chinchilla hacia Almansa y hacia Villena para alcanzar la región del Sureste o hacia el Corredor de Montesa para alcanzar el Levante. Desde los llanos de Albacete hacia el nordeste se alcanza por el Záncara y Cigüela la zona de la Alcarria y desde ésta se llega por la región del Alto Jalón a la zona del Alto Duero o al Valle del Ebro. Algo más al oeste también se puede enlazar con la línea que desde Despeñaperros a Ocaña cruza el Tajo Medio y continúa hacia la Meseta Norte. Las vías de comunicación este-oeste no son tan precisas. 100 M A R T ~ NALM AGRO-GORBEA Desde el Levante, hacia la cuenca del Tajo, el paso principal de penetración es por el pasillo de Requena y Utiel hacia la Mancha Alta. Desde aqui cruzando las cuencas del Záncara y el Cigüela por las Mesas de Ocaña se alcanza el Valle del Tajo, que se puede seguir sin dificultad hasta los llanos de Navalmoral de la Mata. Otra vía este-oeste muy importante corresponde a la vía Heracleia o Augusta. Es la que une por el Corredor de Montesa el Levante con los llanos de Albacete y desde aqui por los ríos Jardín y el Campo de Montiel enlaza con el Campo de Calatrava y por el Guadalmena con el Valle del Guadalquivir. Existen naturalmente muchas otras posibilidades y variantes bien diversas de las señaladas, o en parte mixtas, pero creemos que las vías que hemos indicado señalan las principales zonas de penetración y comunicación dentro de la zona oriental de la Meseta Sur. Queremos insistir de todas formas en el carácter sólo aproximativo de estos datos. El substrato cultural. -Un aspecto imprescindible y fundamental para comprender el problema de la iberización es conocer el substrato cultural sobre el que aparece este fenómeno cultural influyendo en su proceso de manera definitiva. Por desgracia los periodos previos a la iberización no son muy bien conocidos en estas zonas de la Meseta, aunque sí podemos esbozar en líneas generales sus características. La Meseta Sur durante el Bronce Medio, ya en la segunda mitad del segundo milenio antes de Cristo, debía ofrecer un mosaico cultural que hoy día aún apenas conocemos, pero que debemos suponer serka bastante más complejo de lo que a veces se ha supuesto basándose en los escasos hallazgos conocidos (Almagro-Gorbea, 1973). En la parte más ,oriental se aprecia un desarrollo paralelo al de los poblados de la zona levantina, incltiibles dentro del mundo de la llamada «Cultura del Bronce Valenciano,), entendido en sentido amplio (Tarradell, 1962, págs. 128 s.). Alguiios elementos argáricos, sin embargo, es seguro que también penetraron por la Meseta, no sólo objetos aislados, como puñales, espadas y otras piezas análogas (Almagro-Gorbea, 1972, pág. 7), sino las inhumaciones en cistas con vasos carenados y en grandes urnas (Delibes de Castro, 1971). Otras zonas de mayor conservadurismo pervivieron con tradiciones más viejos procedentes del Bronce Antiguo, como vemos en la Cultura de las Motillas (Nájera y otros, 1975) que se extiende por la Mancha Baja, con una tradición arquitectónica que procede tal vez de la cultura de Los Millares (Almagro y Arribas, 1963). También debieron pervivir los enterramientos colectivos en cuevas, pues da la sensación de que ciertos lugares montañosos o retirados perduraron mucho tiempo. Finalmente, por todas las zonas aparecen elementos campaniformes de cronologia incierta, pero que es perfectamente admisible que alcanzasen este periodo en sus perduraciones más tardías (Harrison, 1977, f. 38). Además, los habitantes de las terrazas y llanuras terciarias seguían una tradición originaria del Neolítico Reciente, pues aparecen restos de poblados o <<fondosde cabañas» que, en su conjunto, no parecen sufrir grandes variaciones por lo que estos hallazgos ofrecen problemas al intentar fijar su cronología (Pérez de Barradas, 1932 y 1935). Sobre estos elementos del Bronce Me- LA IBERIZACI~N DE LAS Z O NAS ORIENTALES DE LA MESETA dio se manifiesta el Bronce Final, cuyos elementos actuaron de estímulo unificador, matizando y alterando más o menos rápidamente el sustrato cultural precedente. Esta observación es de carácter ge. neral, pues como todas las transformaciones históricas, salvo contadas excepciones, no se produce por cambios bruscos, sino por alteraciones paulatinas, cuya intensidad y velocidad sí que se manifiestan muy variables en esta región. Sin embargo, su resultado sobre todo se hará notar en los contactos externos existentes, los cuales son más marcados que durante el Bronce Medio. Es en el Bronce Final cuando se hacen estas aportaciones culturales extrañas mucho más frecuentes e intensas, pudiéndose considerar este aspecto como una nueva etapa histórica que definirá el Bronce Final y el inicio de la Edad del Hierro. Este período ofrece en bloque una indudable unidad, basada en esta característica que obliga precisamente a estudiarlo y tratarlo e» conjunto. Tres corrientes culturales básicas que afectan a la Península Ibérica se evidencian de una manera más o menos intensa en la Meseta durante este periodo cuyo inicio se sitúa al finalizar el segundo mi!enio antes de Cristo, como reflejo de los cambios y actividades surgidas de gestación más o menos larga en áreas muy diversas. pero cuyos ecos llegan en estos momentos a la Península, que resulta así incorporada a las nuevas corrientes del acontecer histórico europeo y mediterráneo. Una es de origen atIántico y representa una continuación de la antigua tradición que se remontaba ya a varios milenios de antigüedad, evidenciada por los contactos de la cultura megalítica espa- 101 ñola con las áreas atlánticas. Estos contactos prolongados en el Bronce Antiguo y Medio ofrecen ahora su máximo florecimiento en el que se aprecian relaciones culturales entre nuestra Península y toda la Europa Atlántica, llegando incluso hasta los países escandinavos y con relaciones particularmente estrechas con Bretasa e Irlanda (Almagro-Gorbea, 1977). Esta corriente afecta básicamente a la zona más occidental de la Meseta Sur y sus influjos son primordialmente evidentes en las técnicas y tipos de los objetos metálicos, armas, instrumentos y joyería. La segunda gran corriente cultural procede de más allá de los Pirineos y pe: netra en la Península a través de los pasos de esta cordillera. Básicamente se inicia a partir de la cultura de los Campos de Urnas del Bronce Final, que a fines del segundo milenio, desde Centroeuropa, en su expansión, alcanza también el Occidente, llegando ii~clusoa las regiones atlánticas. Centroeuropa constituirá a partir de ahora un conjunto de pueblos y culturas en transformación continua que, prácticamente sin largos periodqs de estabilidad, llegará hasta la aparición :del Imperio Romano que supuso coh su «1.imes,, una barrera definitiva, al menos para una buena parte de estos fenómenos (Alinagro, 1952). Los países ultrapirenaicos constituyen de este modo un foco emisor de diversos elementos culturales y en ocasiones étnicos sobre la Península, que actuarán de manera intermitente, pero casi continua, desde el Bronce Final hasta el final del Hierro y la conquiCta romana de las Galias. Su influjo en la cultura de este período de la Meseta es el más decisivo, pues a lo largo de sucesivas y diversas SRO-GORBEA aportaciones transformará el sustrato local, pasando a ser componente principal, junto con las perduraciones, muy modificadas, de la población anterior. Una tercera corriente cultural la representa el Mediterráneo, la gran vía de influeilcia que desde época neolítica trae hasta la Península los elementos culturales más renovadores que se ofrecen en las regiones más avanzadas de sus costas orientales. Ahora llegan por esta vía los pueblos colonizadores, fenicios, púnicos y griegos, y por ella llegarán igualmente, a fines del siglo III, los romanos ' (Menéndez Pidal, 1, 3). Los influjos de esta vía, exclusivamente cultural, pero de enorme y cada vez más creciente fuerza expansiva, llegan a la Meseta Sur a través de focos locales secundarios: Uno se ve en el occidente de la Península, en la zona de Huelva a Cádiz, que se puede denominar ~tartéssito,, (Almagro-Gorbea, 1977), y otro es oriental, y que se puede denominar ibérico, hacia Alicante y Murcia (Arribas, 1965, p, 73; Almagro-Gorbea, 1974, páginas 16 5s.). Su influjo, por tanto, se hace sentir de sur a norte, en sentido contrario al de los elementos ultrapirenaicos. Las zonas orientalizantes de la Meseta Sur ofrecen, en sus zo11as llanas bien conocidas, la cultura de Ecce Homo 1, caracterizada por la continuidad de los poblados de «fondos de cabañas>, y la abundancia de cerámicas incisas de tipos diversos, del grupo de Boquique, que ahora pasan a ser las más características, y también cerámicas excisas, que deben aparecer en estos momentos (AlmagroGorbea y Fernández Galiano, 1978). Esta cultura de Ecce Homo I es paralela a la cultura de Cogotas I en los castros del Sistema Central (Cabré, 1929) y ambas deben representar u n ambiente de ti-adición del Bronce Medio, poco evolucionado en general, y de economía predominantemente ganadera, a juzgar por el emplazamiento de los hábitats, ofreciendo en todos los aspectos una clara continuidad con los períodos precedentes, sólo diferenciable por la evolución decorativa de las cerámicas (Molina y Arteaga, 1976) y la aparición de instrumentos y armas típicas del Bronce Final, que se nos ofrecen sólo como elementos aislados. Sus ritos funerarios deben ser continuidad de los del Bronce Medio, pero son todavía muy mal conocidos. En este período, y en torno al inicio del último milenio, creemos que debe colocarse la introducción en la Meseta de los primeros elementos culturales seguros del Bronce Final de origen ultrapirenaico, pues por esta época han penetrado los primeros Campos de Urnas en la Península, por los pasos de los Pirineos Orientales, y sólo parecen haber afectado seriamente a la zona noreste peninsular, no llegando ahora a las regiones centrales (Almagro-Gorbea,1977 a). Por desgracia es poco lo que conocemos de estos primeros influjos de la Meseta Sur, pero su interés es grande por venir asociados a cerámicas y tal vez a algunos tipos de armas, como la espada de empufiadura de lengüeta de Carboneras. En cualquier caso, en unos y otros se plantea la posibilidad de ver la llegada de elementos indoeuropeos a estas regiones peninsulares (Almagro-Gorbea, 1973). La cronología de estas etapas culturales no queda nluy precisa. Los elementos metálicos de bronce, que a ellas pertenecen, ofrecen fechas que en Europa actualmente se colocan siempre por encima del 1000 a. de J. C. Los hallazgos áureos parecen, por el contrario, ser más tar- dios, fechándose en conjunto, ya dentro del último milenio. En todo caso, el elemento cronológico más seguro que tenemos es su anterioridad al horizonte de Huelva, que representa u n primer contacto con las aportaciones culturales mediterráneas de fecha bien conocida que podemos establecer con seguridad hacia el siglo IX a. de J . C. De las zonas periféricas de la Meseta, en el reborde montañoso del este, es posible que el ambiente cultural fuera algo diferente, pero no tenemos bases suficientes para fundamentar nuestra hipótesis. Lo mismo ocurre con la 3ona de la Mancha Baja, en la que da cultura de las Motillas del Bronce Medio pudo muy bien haber perdurado hasta' entrado el último milenio, pero la falta de investigación arqueológica impide toda aseveración en este punto (Nájera y otros, 1975). La zona sureste de la Meseta Sur, por el contrario, parece ofrecer con seguridad una tradición cultural distinta que procede del Bronce Tardío, que sucede a la cultura del Argar en esas regiones (Mofina, 1977). La falta de yacimientos bien conocidos también se hace notar, pero aquí podemos inclúir las reminiscencias culturales tan manifiestas en los niveles inferiores de el Macalón (García Guinea, 1960) y los restos aún mal conocidos del Poblado de Cabezo Redondo en Villena (Soler Garcia 1965). La expansión de las cerámicas de boquique y excisas que vemos aparecer por estas zonas, incluso por el Levante y el Mediodía peninsular (Molina y Arteaga, 1976), hace sospechar que la cultura de Cogotas-Ecce Homo 1 pudo muy bien haberse extendido en una amplitud mayor de la hoy conocida, ocupando al menos buena parte de las Ilanuras de la Meseta Sur, aunque este punto sólo futuras investigaciones lo podrán precisar. La aparición de estas cerámicas en dichas áreas hace suponer contactos al menos culturales que dan a estas zonas una cierta unidad y que vemos también reflejada en ciertos elementos metálicos como las hachas de muñones características del Bronce Final de las regiones meridionales mediterráneas y la zona no atlántica de la Meseta (Monteagudo, 1977, 1, 136 B). Durante el desarrollo de la cultura de Ecce Homo 1 los elementos ultrapirenaicos aumentan sin cesar. A la espada de Carboneras y tal vez la cerámica excisa es preciso ariadir la orfebrería tipo VillenaAbia de la Obispalia, que parece introducida a lo largo de fines del siglo IX y en el VIII a. de J. C. La fecha de los, tesoros de este grupo y la del casco de Caudete parece poderse colocar en torno al 800 antes de J. C. o algo después (AlmagroGorbea, 1974 a). La dificultad mayor estriba en asociar estos elementos de orfebrería a otros restos arqueológicos para su mejor interpretación. De momento sólo tenemos la aparición de cerámicas excisas en Villena y su difusión por el borde oriental de la Meseta, lo que podría indicar una relación con las gentes que han traído las cerámicas excisas que vemos por esas zonas. Otra posibilidad seria intentar asociarlas a los primeros Campos de Urnas del Bronce Final Ilegados a la Meseta, pero no tenemos prueba alguna en este sentido. Tras la llegada de los elementos que traen las cerámicas excisas y la orfebrería tipo Villena hacen su aparición diversos elementos de origen ultrapirenaico. Su presencia se hace patente y continua por todas partes, aunque estas gentes ofrezcan fuertes variantes entre sí que obligan a suponer focos de origen, vías y modos de penetración y croilología muy dispares de unos elementos a otros. El estudio de estos diversos influjos, culturales unas veces y otras étnicos, llegados a la Meseta Sur, nunca se ha realizado sobre bases objetivas. Aquí vamos a procurar sintetizar lo que por ahora sabemos. Al final de la cultura de Eccr Homo 1, es evidente que a la Meseta Sur llegaron elementos de los Campos de Urnas, tal vez no muy numerosos, pues ciertamente lo son menos que en Cataluña, aunque su papel cultural y tal vez étnico no puede ser menospreciado. La existencia de campos de urnas como el de Munera, fechable todavia en el siglo VIII a. de J. C., asegura esta posibilidad (Belda, 1963). Su origen, en los Campos de Urnas de Cataluña y el Languedoc, parece evidente por su relación con la fase 11 de Agullana, y su camino de llegada bien pudo estar en la zona litoral por otros restos de la Cultura de los Campos de Urnas conocidos en la región de Castellón de la Plana (AlmagroGorbea, 1977 a). Por el contrario, son más dudosos otros elementos de los Campos de Urnas en relación con estas zonas para los que sClo tenemos el argumento de un fragmento aislado hallado en Galera (Sánchez Meseguer, 1969) y de las urnas con incineración de la zona de Villaricos que podrían apoyar esta misma hipótesis (Schubart, 1975). En todo caso, creemos que es con la llegada de los elementos que vemos en Munera cuando la incineración en urna se ha debido difundir por las áreas orientales de la Meseta y desde aquí por las zonas costeras, pasando a partir de ahora a ser un elemento característico de todas las culturas de dichas zonas hasta el final de los tiempos prehistóricos. Más difícil es establecer la relación de estos campos de urnas con otros de la Meseta y del Occidente peninsular. Con Munera relacionaríamos el nivel inferior del poblado inédito de Pedro Muñoz (Ciudad Real), y también una fase anterior a la que representa el campo de urilas que vemos en Carrascosa 1 (Almagro-Gorbea, 1969), que cronológicamente corresponde ya a la época de Hierro y que parece ser una continuación de la fase de los campos de urnas que vemos en Munera. Por el contrario, todos estos grupos pueden ser penetraciones un tanto aisladas en la Meseta Sur como las que vemos en la Meseta Norteeen el poblado de Soto de Medinilla y la necrópolis de Saldaña, aún en gran parte inéditos, pero que se han relacionado con los niveles inferiores de Cortes de Navarra y parece representan penetraciones de los campos de urnas centroeuropeos tardíos, ya de finales del Bronce Final y casi en contacto con el Hierro (Palol, 1958, y 1974). La relación de estos campos de urnas de la Meseta Norte con los que vemos en el Occidente y Portugal queda todavia muy confusa y no sabemos si proceden de un mismo foco o representan elementos llegados por vías diferentes. La llegada de los campos de urnas no representa todavia un cambio definitivo en el substrato cultural de la Meseta Sur, pues creemos que la cultura Ecce Homo 1 continuó en un área más reducida, pero inalterado con su tradición de cerámicas incisas. Su desaparición definitiva parece que es mejor relacionarla con otros elementos llegados en época algo posterior, ya en los albores de lo que se denomina Edad del Hierro y dentro plenamente de cste periodo. Entre estos elementos aparecen eii primer lugar los campos de túmulos tan bien atestiguados en lp Serranía de Cuenca (Almagro-Gorbea, 1973). Su origen hay que buscarlo en las poblaciones pastoriles del Languedoc y Aquitania (Almagro-Gorbea, 1973 a), que habían asimilado algunos elementos de tradición cultural hallstáttica, procedente del Rhin y noroeste de Suiza, con abundantes elementos todavía de los campos de urnas (Mohen y Coffyn, 1970). Su vía de penetracién parece que debe situarse hacia los Pirineos Centroorientales y debieron llegar a las regiones montañosas del este de la Meseta Sur a través del Valle del Ebro, donde esta tradición de los túmulos parece tuvo bastante desarrollo. La fecha de llegada de esto6 túmulos a la Meseta no es del todo precisa, pero suponemos que debe corresponder tal vez al siglo VIII a. de J. C., pues en el siglo VII antes de J. C. están establecidos ya con toda seguridad, perviviendo aislados seguramente en su medio ambiente montañoso y en sus formas de vida peculiares, hasta, al menos, el siglo IV a. de J. C., en que parece que aún se pueden fechar con seguridad algunos de sus ajuares más modernos (Almagro-Gorbea, 1973 a). Al sustrato cultural del Ecce Homo 1 se afiadió así la aparición de los campos de urnas de Munera-Carrascosa 1, y la de los túmulos de las zonas montañosas, sobre los que se evidencia la penetración de nuevas gentes que traen necrópolis de urnas ya con hierro y que ofrecen una cultura derivada del Hallstatt centroeuropeo muy avanzado y con ritos, armas y ajuares característicos, que permite identificarlos como un elemento cultural y étnico diferente de los hasta ahora citados. A la vez parece que probablemente fueron más numerosos. Estas gentes seguramente proceden también del Languedoc y la Aquitania y se extienden algo por Cataluña, el Valle del Ebro y Levante, pero especialmente por la Meseta, donde darán lugar a tres núcleos de particular vigor y que reflejan componentes diferentes entre sí. Uno es el de Miraveche, en los páramos de la Meseta Norte; otro es la cultura de las Cogotas 11, en torno al Sistema Central y otro la cultura del Alto Jalón, en las altas tierras de Soria-Guadalajara (Schüle, 1969). La cultura de las Cogotas 11 se extiende en torno al Sistema Central. En la Meseta Meridional afectará a la Alta Extremadura y especialmente los llanos de Piedemonte de Gredos, pudieron haber llegado a ocupar o afectar la zona de suelos primarios de la Meseta Sur, en la que vemos castros y cerámicas muy relacionados con esta cultura, si no pertenece exactamente a la misma. La cultura del Alto Jalón se extiende, por el contrario, por las altas tierras y páramos del Sistema Ibérico, en torno a las altas cuencas del Jalón y el Tajo y sus afluentes. Estas dos culturas de las Cogotas 11 y del Alto Jalón ofrecen diversos elementos comunes, lo que hace ~ o s i b l esuponer una llegada y procedencia común. Así es evidente la aparición de espadas de antena y otros objetos que hacen pensar en elementos constitutivos del circulo hallstáttico de los Alpes orientales; ciertas fíbulas, por el contrario, parecen proceder de la zona del Rhin, y con ellas relacionaríamos la cerámica de las Cogotas 11 y, tal vez algo, las del Alto Jalón, ya más peculiares. Por último, ambas ofrecen con cierta frecuencia sepulturas de guerreros y a veces ajuares de jinetes que nos hablan de una organización militar, aunque la proporción es mínima y hay que poner mucho cuidado en tener este hecho en consideración para evitar falsas interpretaciones, al considerar a estas gentes como exc1usiv;gniente guerreras o incluso nómadas, como se ha llegado a suposier sin excesivo fuiidamento. En realidad creemos que no constituyen pueblos difcrentes de los Campos dc Urnas anteriores, ni por su origen ni por sus elementos constituyentes, aunque, claro está, ofrece elementos culturales nuevos, y entre ellos, el pleno dominto del hierro que los va a caracterizar. La identificación de estas poblaciones con los restos célticos entendidos en su sentido más estricto parece aconsejable por los elementos de origen renano que vemos en algunos de ellos (Sangmeister, 1960). Igualmente resulta tentadora la posibilidad de relacionar los elementos de posible origen hallstáttico de las zonas perialpinas orientales que habían asimilado y traído estas gentes con los indicios y elementos iliricos de las lenguas célticas de la Peninsula, pcro para ello habría que confrontar mapas de repartición de unos y otros restos y ampliar nuestras bases actuales de conocimiento. De todas formas, el origen de estas gentes es en todo caso el resultado de una formación cultural compleja y su similitud con los hallazgos que nos ofrece el Languedoc y la Aquitania, donde aparecen relacionados a veces con enterramientos en túmulos (Mohen y Coffyn, 1973; Schule, 1969), sólo permite pensar en una homogeneización cultural de extensas zonas del sudoeste de Europa dentro de la que se mantienen diferencias notables por pervivencias locales y por las posibilidades de iiitercambios y contactos que ofrecían los diversos elemeiitos constituyentes que parecen ofrecernos todas estas culturas. La cronología de los elementos de la Cultura del Alto Jalón, que nos ofrece la Meseta Suroriental se debe colocar hacia el siglo vt a. de J. C., pero en la segunda mitad de este siglo da la sensación de que las culturas resultantes ya estési formadas, por lo que la fecha de la aparición de estos elementos se podría colocar hacia el año 600 antes de J. C. (Schüle, 1969; Almagro-Gorbea, 1977 a). Ello no quiere decir que posteriormente no sigan entrando elementos culturales y étnicos, que van siendo a veces asimilados, hecho' que sucedió continuamente hasta la conquista de las Gaiias y que sólo con la identificación cronológica y la filiación de origen de cada uno de estos elementos se podrán un día llegar a reconstruir este complejo mosaico de culturas y grupos étnicos y atribuirles entonces los nombres históricos que los escritores y geógrafos de la antigüedad han transmitido. Sin embargo, si que parece evidente que tras estos grupos ya no aparece ninguna penetración cultural ni étnica ultrapirenaica de intensidad semejante en la Península, pues de haber existido hubiera extendido la cultura gala de la Téne por la Península. Los elementos de la misma que aparecen, aunque numerosos, no dejan de ser dispersos y aislados, sobrc todo comparados con los que llegan desde el Mediterráneo dentro del fenómeno cultural que se conoce como iberización y que se examina a continuación. LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 11. PRIMEROS OBJETOS MEOITERRÁNEOS DE LA INTRODUCIDOS E N 107 LA Z O N A ORIENTAL MESETASUR La penetración del influjo de las cul- lar, donde la Baja Extremadura pertenece turas de los pueblos colonizadores medite- todavía culturatmei~te al foco cultural rráneos en la Meseta Sur va a estar par- de la Andalucía Occidental, pero que, ticularmente vinculada primero por la además, realiza el papel de intermediario apertura geográfica que la zona surorien- en los contactos culturales hacia el intetal de la Meseta ofrece hacia la región rior de Extremadura y la Meseta Norte del Sudeste Peninsular y en segundo lugar (Almagro-Gorbea, 1977). No resulta fácil en la zona del Sudpor la conexión de su parte meridional este de la Meseta precisar el momento con el Valle del Guadalquivir. Esta apertura geográfica hace que la de la llegada de los primeros contactos zona más meridional de la parte oriental colonizadores y menos aun de su carácde la Meseta casi forme parte cultural- ter, pues los conocimientos que hasta mente de la región del Sudeste, cuyo de- ahora se poseen dan la impresión de que sarrollo histórico y cultural es paralelo se trata de u n fenómeno bastante más al de esta zona de la Meseta, pues ade- complejo de lo hasta ahora supuesto. más por dicha zona pasa la vía de coLa presencia de influjos del mundo municación Guadalquivir-Levante, la vía cultural fenicio-púnico parece evidente, Heracleia o vía Augusta, que reforzó in- como se duduce de la existencia de asendudablemente el influjo de las zonas peri- tamiento~como la colonia fenicia de ViEéricas citadas en dicha zona de la Meseta. Ilaricos, la antigua Baria, cuyo inicio se Este hecho explica la importancia que remonta al menos al siglo V I I a. de J . C. en estos momentos de los primeros con (Astruc, 1951, págs. 161 s.; Siret, 1889). tactos con la cultura de los pueblos colo A estas mismas fechas hay que remontar nizadores ha debido tener la parte sur- factorías como la de Los Saladares, desoriental de la Meseta, que, por una parte, cubierta cerca de Orihuela, junto al Separticipa del desarrollo cultural de la gura (Arteaga-Serna, 1975), o la de CreRegión del Sudeste, con lo que ello supo- villente (González Prats, 1977), de gran ne para su propio desarrollo cultural; y, interés por reflejar en esta zona del Sudpor otra, ha jugado el papel de interme- este tempranos contactos fenicios y su diaria al transmitir estos elementos cul- pronta asimilación por la población indíturales hacia el interior de la Meseta, gena, que los debió extender hacia el cuyos contactos indirectos con los pue- interior. Estos hechos podrían explicar blos colonizadores debemos suponer rea. tal vez el hallazgo de la pieza de ancla lizados en gran parte a través de esta de plomo de Cartagena, cuyos monograzona, que por lo tanto ofrece una perso- mas se han fechado con anterioridad al nalidad cultural que la diferencia del 800 a. de J . C. (Solá Sole, 1967; Blázquez, resto de la Meseta. 1975, pág. 27, 1, 2), lo que supondria, de Este fenómeno resulta bastante pa- ser cierta esta cronologia, que se trata ralelo al que durante el Periodo Orientali- de uno de los más antiguos testimonios fezante se observa en el Sudoeste Peninsu- nicios de Occidente, contemporáneo a los ~ 108 ~ ~ A R T ÍALM N primeros viajes a esta Región del Sudeste peninsular. Por el contrario, exceptuaildo algún elemento aislado, faltan en esta zona otros elementos protoorientalizantes coino escudos en V, que se conocen iilcluso en el Valle del Ebro (Alma&oGorbea, 1977, páginas 178 y 491 SS.), así como elementos propiamente orientalizantes, del tipo de los jarros de bronce, joyas, marfiles, etc. (Blázquez, 1975), que vemos en Andalucía Occidental y Extremadura, lo que constituye una diferencia muy significativa que indica la presencia de características especiales en la aculturación del Bajo Guadalquivir, en torno a Tartessos y a la colonia de Cádiz. Los elementos griegos, aunque más tardíos, son, por el contrario, en el Sudeste, más abundantes y expresivos (Martín, 1968; Llobregat, 1969; Morel, 1976). Las cerámicas arcaicas anteriores al 500 son escasas, salvo en Villaricos (Trías de Arribas, 1967) y aun aquí poco significativas. Algunos fragmentos se conocen en la zona contestana (Rouillard, 1976) y un aribalos de Naukratis fue hallado en Hoya de Santa Ana, ya en la Meseta (Trías de Arribas, pág. 432; Padró, 1975, p á e 32) y cerámica ática del final del arcaismo se conoce en Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1975, y 1975 a). La toréutica ofrece en el siglo VI piezas tan sobresalientes como el Centauro de Rollos (García Bellido, 1948, pág. 97), en el reborde extremo de la Meseta, o el Sátiro del Llano de la Consolación (Garcia Bellido, 1948, pág. 91) y el oinokoe de Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a) ya en esta zona de estudio. Pero además cs sobre todo un iilflujo griego lo que resulta inás característico, pues se aprecia indirectamente en obras dc la escultura local como el grifo de Redován, en Alicante (Blanco, 1960), la Kore del Museo Arqueológico de Barcelona (Blanco, 1960 a), cuya fecha no creemos se pueda bajar del siglo VI a. de J. C., o la esfinge de Bogarra y la misma Bicha de Balazote ya en la Meseta (García Bellido, 1954, págs. 574 SS.). Como complemento de estos elementos aún hay que señalar el directo influjo griego del alfabeto jónico-oriental empleado en alguna de las inscripciones ibéricas de esa zona (Llobregat, 1971, págs. 117 s.), cuyo origen data muy probablemente del siglo VI y en todo caso es anterior al 450 a. de J. C. A este fenómeno epigráfico, único en la Península Ibérica, hay que unir las referencias, ya tardías, pero bastante concretas, de la existencia de colonias griegas descritas por las fuentes en las costas del Sudeste (Martin, 1968), que desgraciadamente no han podido ser comprobadas por la arqueología, pero que evidencian en todo caso el fuerte influjo griego en estas áreas. En resumen, es evidente la existencia de una cultura local bien desarrollada con importantes influjos de origen fenicio-púnico a partir del siglo VII antes de J. C. y algunos griegos de manera esporádica a partir de la segunda mitad del siglo VI a. de J. C. (Blanco, 1960 a) y de nuevo desde fines del siglo v en adelante, aunque estos últimos seguramente indirectos a través de elementos importados por el comercio púnico (Fernáildez Miranda, 1971) o traídos en parte por los mercenarios que participan en las guerras del sur de Italia y Sicilia (Garcia Bellido, 1952, págs. 493 SS.). También existen por la Mcseia algunos esporádicos elementos de origen celto-etrusco, como el olpe de Segóbriga (Almagro, 1975, l.), i-elacionado con el de El Cigarralejo (Cuadrado, 1952), cuya interpretación y valoración resultan más problemáticas. Dentro de este marco cultural hay que situar las primeras penetraciones culturales en la Meseta de elementos de los ~ u e b l o s colonizadores. Para mavor brevedad se hace referencia exclusivamente a los hallazgos de la Meseta, prescindiendo de los de la Región del Sudeste, dc los que sólo se indican las citas oportunas. Aunque esta separación es geográlica y culturalmente artificial, pues la Meseta S u r es el hinterland económico y cultural de la zona costera del Sudeste, se h a aceptado metodológicamente con el fin de dar una idea más clara y concreta d e los fenómenos de la p e n e t r a c i h cultural en la Meseta Sur que aquí se exponcn, pues son los que expresamente intercsan en este estudio. El fenómeno del inicio de los contactos culturales se comprende mejor coi1 la serie de objetos importados que aparecen en esta región. Por ser hallazgos casuales o aislados no se estudian por yacimientos, sino reunidos por tipos aíines. Todos ellos son anteriores al 500 antes de J. C., fecha que se puede considerar teóricamente como limite de este periodo de formación e inicio de la cultura ibérica (Almagro-Gorbea, 1977, pág. 149, f. 201). A) Objetos tic hierro (le Villeiza. En el famoso tesoro de Villena han aparecido dos piezas de hierro: un brazalete y una pieza embutida en oro (Soler Garcia, 1965, pág. 50; Almagro-Gorbea, 1974, pág. 73; Schule, 1975). La pieza embutida en oro parece ser parte de un cetro o de otra picza de aparato; el brazalete, oval, abierto y de sección ovalada, parece un tipo relacionable con piezas semejantes del Hallstatt B-D (AlmagroGorbea. 1973 a, p<ss. 95-6). Pero el inte- rés es el uso del hierro eiitre los indigenas como metal raro y junto a los metales nobles del tesoro, oro y plata. La preseiicia de estos objetos de hicri.o empleado como metal noble (Schülc, 1969 y 1976; Almagro-Gorbea, 1974) rcpi-eseiila el más antiguo testimonio del uso de este metal hasta ahora conocido en la Peniiisula Ibérica y su rclacióii con las primeras navegiciones fenicias no p~iedc ser descartado, tanto más cuanto que su aparición coincide en otras ái-cas del Mediterráneo Occidental con la presencia de materiales claramente relacionables con el muiido fenicio. como las fibulas dc doble rcsoi-te de la fase Taffanel TI en cl Languedoc (Almagro-Gorbea, 1974, página 73; Id, 1977 a). Pcro la consideración de la aparición del hierro en Villena como testimonio del influjo fenicio aún cobra mayor interés a la luz del influjo ejercido por la orfebrería tipo Villena en la orfebrería fenicia. El cuenco de plata de la tumba CasteIlani, Etruria (Colonna, 1976, 1. 44, B 2), cstá decorado con la técnica de bollitos de los cuencos de Villena -Alstetten Cuevas de Vinromá, ofreciendo ademas decoraciones incisas con motivos orientalizantes que confirman su elaboración por un orfebre fenicio en fecha no alejada de inicios del siglo VII a. de J. C. y aiiterior en todo caso a la tumba Bernardini (Colonna, 1976, pág. 219) (fig. 3). Por ello el hierro del tesoro de Villena comprueba la existencia de tempranas relaciones entre los fenicios y la población del interior, que se debe remontar al siglo v i i r a. de J. C. y que se confirma por el eco de la orfebreria de tipo Villena en la metalistería fenicia, y así se explica sin tlificultad la difusión del hierro desde la costa como un fenómeno de aculturación en relación con la colonización fenicia. B) Figt~rnsde bronce. Ceittat~rode Rollos. - Hallado en Rollos, cerca de Caravaca, al sur de la Sierra de Taibilla, que separa Albacete de Murcia. En 1897 pasó a formar parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional. Se incluye en esta relación por su interés y proximidad geográfica (Garcia Bellido, 1948, págs. 87 SS., 1. 26). Representa un centauro que avanza reposadamente hacia la derecha con el torso vuelto hacia el espectador (fig. 4). El brazo dcrecho extendido se posa en el cuarto trasero. Ofrece una fina barba y el pelo eii dos largos y picudos mechones que recuerdan tirabuzones. Este detallc y el tratamiento de la musculatura lo aproximan a una figura masculina de una colección privada norteamericana, desgraciadamente sin procedencia y tambien de taller desconocido, probablemente suditálico más que propiamente griego, según comunicación personal de E. Kukahn. Su fecha debe situarse hacia mediados del siglo vr a. de J. C. Sátiro del Llano de la Consolaciói~.Hallado en el Llano dc Nuestra SL'nora de la Consolacióii en 1870. Pasó posteriormente al Louvre. Representa una figura de sátiro en carrera con las piernas y Srazos separados en actitud de correr. Amplia barba puntiaguda. bigotes y pelo largo que cae sobre los hombros, sobresalieiido a los lados largas orejas (García Bellido, 1948, págs. 91, 1. 26). Esta es una figura del arcaismo rcciente, como se deduce del tratamiento de los volúmenes y musculatura proporcionada y cuidadosa. Parece ser una obra griega, sin quc se hayan podido identificar su talle con seguridad. Su fecha puede situarse hacia el último cuarto del siglo VI antes de Jesucristo. Asa de jarro de Pozo Moro.- Fragmentos del asa de un jarro, tal vez de un Snabelkanne, en forma de figura masculina desnuda agarrando del rabo a dos leones (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a). Aparecido en Pozo Moro, parece ser obra griega de taller no precisable por su mal estado de conservación (Hill, 1958). Fechable hacia el 500-490 antes de Jesucristo por su estilo y por su contexto arqueoIúgico. Fi:. 4. - Criitauro de Rollos (Into X I . . Z . S . l Aribalos de la Hoya d e Satzia Arta (Trias d e Arribas. 1967, pág. 422, 1. 176, 2). Se halló en la sepultura 164. Es de cuerpo globular gallonado, de pasta vidriada de color verde. Es de Naucratis y fechable hacia mediados del siglo 1.1 antes de J. C. (Padró, 1975, pág. 32). Kyli-x de P o i o Moro. - Es una pieza ática de la forma C de Bloesch, de figuras rojas arcaicas del Circulo del Pithos Painter (Beazley, 1968, págs. 139 s.). Sc fecha hacia el 500 a. de J. C. Lekythos de Pozo Moro. - Es un lekythos de buen tarnafio con una escena dionisiaca dc figuras nesras, por lo que se aproxima mucho a la Clase Atenas 581 (Haspels, 1936) (fig. 5). Cerúnzica de barniz rojo.- De tipo importado antiguo, fechable en cl si?lo V I ; sólo conoccmos en esta región los ejemplares de Macalón, donde aparecen desdc fines del periodo 1, por lo que se pueden fechar tal vez a partir del año 600 antes de Jesucristo (Garcia Guinea, 1960). Atlforas con i?larca. - Este tipo de ánforas halladas de momento sólo en Matalón carecen de paralelos peninsulares en sus estampillas, si bien su forma de origen oriental pasó a ser corriente en cI mundo ibérico. Bien estudiadas por Garcia Guinea (1960, págs. 711 s.), hay que considerarlas como otro elemento de origen oriental en la Península, fechable tal vez antes de inicios del siglo vr antes de J. C. inédita de Carboneras (Cuenca). Su origen parece estar en Andalucía y su fecha hacia fines del siglo VII o la primera mitad del siglo V I a. de J. C. (Schüle, página 147). Fibrtla (le pzente roinboidal. - Procede de El Macalón (Garcia Guinea, 1960, 1. 7, 3 ) y el tipo de puente puede corresponder a una fíbula tipo Alcores, lo que permitiría suponer su origen en Andalucía y su fecha todavía en el siglo vir antes de J. C. (Cuadrado, 1963, f . 5). Filxrla de doble resorte. - A este influjo mediterráneo hay que atribuir tambikn la aparición de las fíbulas de doble resorte tan generalizadas cn toda la Meseta, seguramente desde pleno siglo VII antes de J. C. (Schüle, 1969; Argente, 1974, pjgs. 153 SS.). Broche de rin garfio. -Aparte de los numerosos ejemplares de las necrópolis del Alto Jalón (Schüle, 1969). se conoce D) Fihrtlas .v bronces meilores. una pieza en la Hoya de Santa Ana (AlFibirlos tle pivotrs. - Se conoce u11 bacetc) (Schüle, 1969. 1. 71, 11) y otra cjcmplar de tipo ya evolucionado, de la inédita procede del poblado de Villar del necrópolis de Hoya de Santa Ana (Schüle, Horiio (Cuenca), de especial interés por 1969, 1. 71, 12), que vienc a confirmar la estar decorado a punzón con un grifo, lo cronología alta de algunds piezas del ini- que indica una relación segura con el incio de esta necrópolis. La fecha de estos flujo colonial (fig. 29). Este tipo de broche tipos de fíbula corresponde al siglo VII debe fecharse con anterioridad a mediaantcs de J. C., pues no parece que hayan dos del si810 vr a. de J. C. podido perdurar mucho estos tipos evoFleclras de aiizitelo. - Se conocen valucionados (Schüle, 1969, pág. 146). que en Agullaiia (Palol, 1958) y Vinarragell rios ejemplares procedentes del poblado (Mesado, cn prensa) parcccn siempre ir de El Macalón (Garcia Guinea, 1967, páasociados a los primeros contactos colo- ginas 69 SS.). Su origen hay que situarlo en el Mediterráneo Oriental en relación niales fenicios firmes. con los cimmerios y su difusión debió Fiblrla tipo Acebrtchal. - Sc conocen ser obra de los pueblos colonizadores, dos ejcmplarcs, uno de El Robledo, Al- principalmente fenicios (Sánchez Mesebacete (Cuadrado, 1963, f. 7 f.), y otro gucr, 1974). Una fecha hacia el 600 a. de LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA Fig. 5 . - Lckythos 'le la Clase Atonss 581, procedente dcl ajuar del rnonurnento funerario de Pozo Moro J. C. o la primera mitad del siglo rece la más probable. VI pa- En su conjunto vemos como todas estas piezas halladas en la Meseta son en realidad objetos de escaso volumen. Su origen parece evidenciar contactos de la Meseta con el Mediterráneo a través de un comercio de objetos suntuarios. En cualquier caso se trata de piezas aisladas que representan un primer avance de nuevos elementos culturales traídos por S las colonizaciones, realizado aun de forma tímida y sin eco en la cultura indígena, salvo las fíbulas y tal vez el'cambio en la moda del vestido, que a través de ellas quedaría explicado. Sólo cabe la excepción de las ánforas de Macalón, muy numerosas y que reflejan un comercio hasta cierto punto masivo. Sin embargo, si no corresponden en realidad a una cronología más tardía, parecen tratarse de un fenómeno cultural especial: el comercio intensivo del vino como conocemos en 114 MARTÍN ALM otras regiones de la Península Ibérica (Almagro-Gorbea, 1977, pág. 499) y del Mediterráneo (Benoit, 1965, páginas 56 y 202 SS.) entre indígenas y colonizadores por la especial eficacia del alcohol como elemento «colonizador. (Piggott, 1965, páginas 187 s.). En conclusión, la fecha de los primeros elementos mediterráneos se sitúa, salvo el hierro del tesoro de Villena, a partir del siglo vrr a. de J. C. En el siglo VI a. de J. C. se acentúa para luego desaparecer bruscamente hacia el inicio del siglo v a. de J. C. Este fenómeno es de gran interés y se puede comparar a grandes rasgos con el que ofrece la parte occidental de la Meseta, Extremadura (Almagro-Gorbea, 1977). En primer lugar es evidente la mayor antigüedad que en Extremadura ofrecen los primeros elementos llegados del Mediterráneo como consecuencia de estas corrientes colonizadoras. Prudentemente esté desfase puede estimarse el] más de un siglo y prácticamente casi en dos, si se tienen en cuenta los primeros escudos de escotaduras en V, las fibulas de codo y la cerámica tipo eCarambolo,> y y~retícula bruñida., que en aquella región indican unos contactos iniciales fechables, al menos, desde la primera mitad del siglo IX antes de J. C. (Almagro-Gorbea, 1977). Para estos momentos iniciales en la parte oriental de la Meseta sólo existe el hierro del tesoro de Villena, que indica la existencia de estos contactos, pero también el carácter menos importante de los mismos, sobre todo desde el punto de vista de su repercusión sobre el sustrato cultural. No es de extrañar que estas primeras importaciones sean en Extremadura más numerosas y que el influjo de las colonizaciones sobre la cultura local se inicie al menos un siglo antes en Extremadura que en el Sudeste, hecho evidente si se contrastan cualitativa y cuantitativamente los elementos que ofrece el poblado de Medellín (Almagro-Gorbea, 1977, páginas 277 s.) con los de El Macalón (García Guinea, 1960 y 1964). Todavía resulta este hecho más evidente al comparar las importaciones de objetos aisladas de Extremadura (Almagro-Gorbea, 1977, páginas 203 s.) con las de esta zona oriental de la Meseta, que aquí se recogen. Ello prueba la importancia que tuvo la relación de Extremadura con un foco cultural más importante, como era el de Tartessos y Cádiz, para la explotación del hinterland económico y cultural que constituye la Meseta para las zonas costeras del Bajo Guadalquivir y el Sudeste. Otra característica de gran importancia es la diferente composición de los influjos culturales de ambas zonas de la Meseta. En Extremadura el predominio del mundo semita resulta evidente y los elementos griegos son objetos muy aislados y proporcionalmente insignificantes y sin repercusión cultural en la práctica. En las zonas del Sudeste, por el contrario, parece darse a partir del siglo VI antes de J. C. una mayor apertura a elementos griegos, siempre dentro de un predominio del mundo cultural semita, que de todos modos es anterior y siguió siendo influyente. El sustrato cultural indígena resultó, por el contrario, tanto en una zona como en otra rápidamente absorbido, y los elementos que aportó fueron más bien pervivencias que auténticos componentes culturales. La diferenciación de los influjos culturales que actúan sobre cada una de ambas zonas va a determinar en gran medida las diferentes características cul- LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA turales que se ofrecen a medida que dichos influjos van cristalizándose en la cultura local que poco a poco surge de los mismos. Estos hechos, que son del mayor interés, dieron lugar, en esta zona de la Meseta Sur, al surgimiento de una plena cultura ibérica antes de fines del siglo VI a. de J. C., como demuestra el poblado de El Macalón (García Guinea, 1960 y 1964) y la necrópolis de Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a), que se examinan a continuación. DE LA CULTURA IBÉRICAEN 111. PERIODIZACI~N La fase Macalón I : El principal yacimiento conocido para el estudio del influjo de los primeros contactos de la Meseta con las culturas colonizadoras del Mediterráneo es el poblado de El Macalón, cuya excavación, si bien no tan extensa como fuera de desear, ofrece una interesante secuencia cultural unida a importantes materiales. A ellos se pueden añadir algunos de los hallazgos dispersos que corresponden a este mismo periodo y que se han analizado anteriormente. El poblado de El Macalón es un hábitat fortificado de tipo castro. Está situado a 1.250 m. de altura en los rebordes montañosos del sureste de la Meseta, a sólo dos kilómetros de Nerpio, en la parte sureste de la actual provincia de Albacete (Cuadrado, 1944). Es un gran cerro de roca viva, que domina el paso desde el Sudeste a la Meseta por el río Taibilla, afluente del Segura. Su topografía lo hace inaccesible por el sur y el oeste, siendo su acesso más Cácil por el este. La parte superioies una plataforma abancalada que corresponde a la zona ocupada por el hábitat (García Guinea, 1960, págs. 711 SS.). En su lado este existe una muralla transversal recta que corta la plataforma para impedir el acceso por la parte donde éste resulta más factible. El muro es doble con piedras unidas a hueso. Cuadrado primero (1944), y después 115 LA MESETA(fig. 6) Garcia Guinea (1960 y 1964), han realizado excavaciones en la parte alta, de las cuales se ha obtenido una secuencia cultural y una interesante serie de materiales que se intenta resumir a continuación: Macalón 1 a : Aparece en la «Cata de las Flechas» y en la .Cata BD, estrato 111 (García Guinea, 1964, pág. 41). Esta fase ofrece: A ) Cerámica tosca a mano con mamelones alargados verticales y horizontales y cordones digitales raros. Parecen predominar en la parte inferior de los estratos citados. B) Cerámicas bruñidas a mano de perfil pseudocarenado y formas redondeadas. Parece predominar en la parte superior de dichos estratos. C ) Platos grises a torno. D) Cerámica de barniz rojo, un solo fragmento. Procede de la parte superior. E ) Flechas de anzuelo. Proceden de la parte superior. Macalón 1 b : Aparece en la d a t a B», estrato 11 y «Cata C-2.. estrato I X y tal vez VI11 (Garcia Guinea, 1964, págs. 17 y 21 s.) y *Cata C. K.,., nivel IV. Continúan las cerámicas a mano, pero en menor proporción. La aparición de ánforas, cerámica de bordes pintados y cerámica de barniz rojo señala la llegada de nuevos materiales. No aparece todavía ------ Fig. 6. - Cuadro ~ l eln scciicncia cronolhgico-cultural dc la niitad oricntsl dc la Mcscta Sur durante el últinio iiiileiiio anterior u Cristo. Las lincas dc puiitoc indican el horizonte teórico de iberizaciiin. cerámica de tipo ibérico con círculos concéntricos y ondulaciones y bandas finas, aunque éstas aparecen ya en el estrato VIII, en el que se pueden percibir huellas de un posible incendio. cerámica pintada de bandas finas con 011dulaciones y circulos concéntricos, junto a cerámicas grises y de barniz rojo deleznable. Abundantes ánforas. En Cata C-K apareció un depósito de ánforas, una de ellas cop marca con un jinete, de tipo oriental (Garcia Guinea 1960, págs. 725 s.). Macalón I I a: Aparece en la «Cata C-2,>,nivel 7 y tal vez 8 (Garcia Guinea y San Miguel Ruiz, 1954, págs. 14 s.) en la Macalón I I b : Aparece en la «Cata «Cata 1-Cn, niveles V y VI, y en la <<Cata C2,,, estrato 6. Tal vez en la <<CataC-KD, C-KD,nivel 2. estrato 2. Aparecen junto con cerámica a mano, Aparece antes de una capa de incen- LA IBERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 117 Bronce Final local, algunas de tradición muy antigua y que llegan hasta plena Edad del Hierro en diversos lugares de la Meseta (Almagro-Gorbea, 1969, páginas 105 s., tablas 2-4). Con estos materiales hay que relacionar los primitivos molinos de mano hallados. Al final de esta fase aparecen las primeras importaciones del Mediterráneo representadas por cerámica de barniz Macalón I I c : Corresponde a los es- rojo y por las puntas de flecha de antratos 5 de la <Cata C-2n y al 2 de la zuelo. -Cata C-ln. Continúan tras el incendio los Esta fase, tal vez paralelizable con mismos materiales que en la capa ante- Saladares 1 B (Arteaga-Serna, 1975), no rior. En la .Cata C-22 apareció una punta se puede fechar bien, pero debe corresde flecha de anzuelo. ponder hacia el siglo VII a. de J. C., y en A este poblado corresponde la casa todo caso antes del 600 a. de J. C. por aparecida en la <<CataC-2. de forma rec- dar una fecha aproximada. Ello supondría tangular con los muros de piedra. Mide una fecha para Macalón 1 del siglo VII once metros de largo por cuatro de ancho a. de J. C. o algo antes de modo hipotéy ofrece un muro de piedra a hueso de tico, en un ambiente que parece muy 50 cm. de ancho. entroncado con el Bronce Final local del Sudeste (Molina, 1977; Sánchez Meseguer, La puerta es lateral, y uno de los lados menores ofrece los muros salientes 1969, pág. 40)' cuyo final parece por tanto como para formar un pórtico exterior a ser aquí de cronología muy baja. Las punla casa. En las esquinas de los muros y tas de anzuelo parecen fecharse en este -en las jambas de la puerta se emplean período y es a lo largo del siglo vrr cuando las piezas cerámicas a torno y, en sillares de piedra toba. Tras esta fase de Macalón vienen ya las concreto, las de barniz rojo, han podido capas de humus que parecen reflejar que llegar a estas regiones, bien desde la zona su formación se realizó cuando el poblado de Galera, o más probablemente en penetración paralela, simultánea o algo posya había sido abandonado. Las estratigrafías de El Macalón y los terior, desde asentamientos costeros del materiales de este poblado permiten rc- surcste, como el citado de Los Saladares de Orihuela, a través de la cuenca del construir su evolución histórica. Macalón 1 a representa la cultura de Segura. Macalón 1 b representa el apogeo de tradición del Bronce en el Sudeste (Molina, 1977), a la cual se han asimilado ele- estos contactos con la costa que se inimentos hallstátticos o de los Campos de cian tímidamente al final de la fase anUrnas, entre los que se señalan algunas terior y que no representan en realidad cerámicas acanaladas (Garcia Guinea, cambio alguno en el mundo indígena, 1964, pág. 31, f. 24, 16) en todo caso no salvo la generalización de cerámica immuy evidentes, pues predominan clara- portada con la abertura comercial y culmente cerámicas toscas y bruñidas del tural que ello supone. dios, tras la que surge un cambio en los muros del poblado. A este nivel corresponde el primer poblado de habitaciones localizadas con muros de piedras y de adobes. En una habitación se hallaron abundantes pesas de telar de forma prismática semejantes a las de la Bastida, Pozo Moro y otros yacimientos ibéricos. AGRO-GORBEA Este fenómeno varia en Macalón 11 a y b en el que ya aparece la cerámica ibérica formada y probablemente de producción local. La abundancia de ánforas, de tipo oriental (Garcia Guinea, 1960, páginas 725 s.) y las marcas que alguna ofrece permiten fechar este período hacia el siglo V I a. de J . C. paralelizándose a Saladares 11 A y 11 B. El poblado parece culturalmente haberse enriquecido y ofrece casas de piedra, todo lo cual permite suponer que ya corresponde a la cultura ibérica incipiente. Igualmente hacia esta fase hay que colocar el puente romboidal de una fíbula tipo «Alcores., probablemente no fechable después del siglo V I a. de J . C. (Garcia Guinea, 1960, 1. 7 , 3). Macalón 111 aparece tras u n incendio, pero no parece ofrecer discontiiluidad con la fase anterior. A esta fase, o incluso ya a la anterior, deben corresponder las esculturas animalisticas halladas en el yacimiento (Cuadrado, 1944). La cronología de esta fase, por la existencia de cerámica de tipo ibérico aún arcaica y la ausencia de precampaniense o ática, que se hace frecuente en estas regiones a partir del paso del siglo v al IV a. de J. C., obliga a suponer una fecha en torno a1 siglo v antes de J . C., dato que parece reforzar la aparición todavía de cerámicas a mano, que en esta parte de la Meseta desaparece definitivamente hacia esa época. Esta visión que da el poblado del Matalón queda perfectamente enmarcada dentro de la secuencia cultural del mediodía de la Península Ibérica (AlmagroGorbea, 1977, f . 55). pues en ella se refleja el importante momento de la aparición de los primeros contactos culturales con el Mediterráneo en este hábitat tan estratégicamente situado. La fase Pozo Moro 1: Tras la fase Macalón 1, que representa el inicio del poblado de Macalón y las importaciones aisladas, la mejor evidencia para conocer el proceso de iberización que correspondr aproximadamente a Macalón 11 nos la ofrece el yacimiento de Pozo Moro en su fase inicial o Pozo Moro 1. La cronología del yacimiento de Pozo Moro queda bien fijada por las piezas importadas aparecidas en los distintos niveles correspondientes a las fases sucesivas que en él aparecen reflejadas. De la interpretación de los estratos arqueológicos se pueden deducir varias fases que reflejan las vicisitudes de este yacimiento (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a ) (fig. 7 ) . Pozo Moro 1 A : Corresponde a la nivelación previa del suelo natural para la construcción de un monumento funerario de tipo xheroon,,, a la construcción de éste y al periodo transcurrido hasta la destrucción del mismo ( f i g . 8). Pozo Moro I B : Corresponde a la destrucción del monumento de la fase 1 A* y al lapso de tiempo transcurrido hasta el inicio de la fase 11. Pozo Moro 11: Corresponde a la existencia de una necrópolis ibérica típica del Sudeste Peninsular asentada sobre los restos del monumento destruido de la fase 1 A. Pozo Moro 111: Aún se evidencian restos de enterramientos en sarcófagos de madera que representan los restos más recientes hallados en este yacimiento de época claramente posterior a las fases anteriores, pues corresponden a u n hábitat tardorroma~loque por tanto no interesa aquí. La fase 1 A, que corresponde al monumento, podemos fijarla con exactitud en fecha posterior al 500 a. de J. C. aproximadamente, ya que esta datacibn e s la que corresponde al ajuar del monumento. El vaso de bronce se fecha en torno al 500 a. de J. C. o poco despues, pero sin gran precisión. (Hill, 1958). El lekvthos, del grupo Atenas 581 y del estilo Leagros dcbe colocarse a inicios del primer decenio del siglo 1. a. de J. C. (Haspels, 1936) y el kvlix poco antes dcl 500 a. de J. C., es decir, a fines del siglo vi o muy a ini- cios del \. a. de J. C. (Beazley, 1968). Por ello e s evidente quc los obJetos del aJuar dc esta sepultura no son muy posteriores al 500 a. de J. C. Más dificil es conocer el lapso de tiempo transcurrido cntrc la fabricación de las piezas cn origen y su deposición en una sepultura. En Centroeuropa sabemos que algunas de las piezas importadas del norte de Italia habrían estado en uso m6s de 50 aíios hasta ser colocadas en la sepultura, lo que da cierta iniprecisión a la cronologia basada en las mismas. Pig. 8. - Recoiistrucciúii tchrica aproriiiiada del monumento funerario ibérico de Poro Moro. LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS Z O N A S ORIENTALES DE LA MESETA En Pozo Moro, aún teniendo en cuenta este posible fenómeno, no parece se pueda admitir u n lapso de tiempo grande, ya que las piezas son todas contemporáneas, lo cual indica en principio que no ofrecen u n largo uso que se hubiera reflejado en la aparición de piezas de diferentes épocas colocadas sincrónicamente en la sepultura. En segundo lugar, ninguna de las piezas, aunque en mal estado por aparecer quemadas por la incineración, ofrece señales de largo uso o reempleo, como lañados o rotos antiguos. De estos hechos parece deducirse que todas estas piezas forman u n conjunto muy homogéneo y que probablemente fue adquirido para ser depositado en la sepultura, levantada no mucho tiempo después de su fabricación. Con cierta prudencia nos inclinaríamos a fechar la sepultura a que pertenecen estas piezas entre el 500 y el 490 a. de J. C., es decir, a inicios del siglo v a. de J . C. Dentro de este período aún parece más lógica una fecha hacia sus comienzos que no hacia sus fines, en resumen no muy alejada del 500 a. de J. C. Esta cronología corresponde bien al estudio de los paralelos orientalizantes y arcaicos del monumento (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a ) y por lo tanto debe aceptarse para el mismo y para la fase 1 A, a la cual corresponde. Para la fase 1 B, es decir, para la destrucción del monumento, se carece de fechas precisas. Por ello hay que calcularla en relación con las fases 1 A y 11, entre las cuales se sitúa. La 1 A es anterior al 480 a. de J. C. y el inicio de la fase 11 se debe situar bastante antes del 400 a. de J. C. El buen estado de algunos relieves no destruidos iiltencionadamente. hace pensar que la destrucción se realizó antes de que la erosión atmosférica dañara los relieves o las esculturas de los 121 leones. Por ello no debió suceder ésta mucho después del 475 a. de J. C., pudiéndose colocar hipotéticamente antes del 450 a. de J. C. La fase 11 corresponde a la necrópolis que se establece sobre el monumento destruido y ya en parte enterrado. Su cronología se basa en los materiales que contiene, especialmente cerámicas áticas y campanienses y en las superposiciones que ofrece (fig. 9). Entre las cerámicas áticas destaca u n gran plato de la forma Lamboglia 22 (Lamboglia, pág. 171) de más de 30 cm. de diámetro decorado con ovas y doble guirnalda de palmetas entrelazadas. Su fecha corresponde en el Atica a fines del siglo v a. de J . C. (Robinson, 1950) y en el Cigarralejo al primer cuarto del siglo IV a. de J . C. (Cuadrado, 1963 a, página 136). A esta fecha corresponden también dos pequeños oinokoes áticos v dos bolsas de barniz negro (Sparkes-Talkott, 1970, págs. 58 s. y 107), que deben fecharse igualmente antes del 400 antes de J. C. Al segundo cuarto del siglo rv antes de J . C. corresponde la sepultura 4DJ3, fechada por dos cántaros de pulgares (Cuadrado, 1963 a, pág. 141; SparkesTalkott, 1970, págs. 113 s.) y una pátera de forma 21, que en el Cigarralejo es particularmente abundante en dicho período (Cuadrado, 1963 a, pág. 135). Los cántaros, por sus formas y proporciones, coinciden con los de dicha fecha, según las observaciones de Cuadrado. De la sepultura 4D/2 procede una pequeña copa campaniense de la forma Lamboglia 34, que debe situarse ya en el siglo 11 a. de J . C. y tal vez incluso en su segunda mitad (Lamboglia, 1952, página 182). Por último, de la tierra superficial I Fig. 9. - Cerámica ática de la necrópolis ibérica de Pozo Moro. Hscala, 1:1,5 LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONELS ORIENTALES DE LA MESETA procede un cuenco de la forma Lamboglia 27 (1952, pág. 203), decorado con una roseta circular en el fondo que obliga a fecharlo en el siglo 111 a. de J. C. Por ello esta fase 11 de la necrópolis debe fecharse entre el 420 y el 100 antes de J. C. aproximadamente, aunque carecemos de datos seguros para sus últimos momentos, que a juzgar por un as de Claudio, hallado dentro de una de las urnas más superficiales, bien pudo alcanzar el siglo I de J. C. La última etapa de este yacimiento está representada sólo por inhumaciones en sarcófagos de madera, a juzgar por los clavos hallados. Estos enterramientos son de época tardorromana por las cerámicas que los acompañan como ajuar, aunque su tosquedad impide por lo general precisar la fecha. Por algunos objetos de terra sigillata clara D hallados en superficie, y que es lógico relacionar con ellos o con el hábitat correspondiente, se podría suponer una fecha de los siglos IV al VI de J. C. Esta etapa, de mucho menos interés, resulta algo más imprecisa, pero siempre muy posterior al resto del yacimiento. Ciertamente no tiene nada que ver con la cuItura ibérica y sólo se recoge aqui por ser una necrópolis hallada dentro del área del yacimiento, explicándose así la aparición de inhumaciones, rito extraño en si a la Cultura Ibérica, y que puede en algún caso haber causado confusiones en la bibliografía al aparecer ambos tipos de enterramientos en el mismo yacimiento. La descripción del monumento de la fase 1 A, ya dada a conocer provisionalmente, no es preciso repetirla aqui (Almagro-Gorbea, 1975 y 1975 a, 1978). pero si vale la pena insistir sobre algunos aspectos culturales de gran importancia 123 para conocer el grado de iberización de esta parte de la Meseta y sus características principales, pues nos ofrece algunos aspectos que en pocos yacimientos podemos llegar a conocer tan bien. En Pozo Moro se construye un monumento sobre un lugar elegido previamente desierto. Es un cruce de caminos importantes cerca de un pozo en una zona endorreica (Almagro-Gorbea, 1978). El monumento exige una complcja técnica constructiva y decorativa al servicio del personaje enterrado, necesariamente de alto rango (Almagro-Gorbea, 1978) (fig. 8). Por lo tanto, Pozo Moro evidencia como a fines del siglo VI a. de J. C. la cultura ibérica, capaz en el orden material y social de realizar tal monumento, estaba ya plenamente formada y se extendía por la zona suroriental de la Meseta. El lugar de su emplazamiento hace suponer el uso de una red viaria bien definida y tal vez organizada, si tenemos en cuenta la existencia de u11 pozo en un cruce de vías estratégicas entre el Valle del Guadalquivir y el Levante por la vía Guadalmena-Jardín y entre el Sudeste y la Meseta por los Altos de Chinchilla. El nombre de Heracleia dado a esta vía es significativo y hace pensar en que su organización tuvo una explicación mitica que encuadra perfectamente dentro del ambiente cultural que representa Pozo Moro. En la arquitectura es evidente la existencia de conocimientos complejos de tipo constructivo, si bien no muy experimentados, a juzgar por el fallo técnico de la falta de cimentación en un edificio de sillares asentados sobre margas que ocasionó la caída del monumento por falta de estabilidad. Pero la existencia de sistemas de medidas y modulacio- ncs, de diversas técnicas especializadas en la talla de la piedra, de aparejos de ortostatos, molduras, etc., colas de milano de plomo para unióii de bloques, iiica, siiio tambien cii su aspecto ruilci«nal como transmisores por medio de una serie de imagenes iconográficas de un contenido mitológico e ideológico de claro marcas para diferenciar los di\,ersos sillares c indicar su situaciún, etc., evidencian un domiiiio d e la tFcnica constructiva sorprendentemente desarrollada y de evidente origen 01-iental. Poi- ello mismo su existencia es prueba tle una compleja organización social, propia dc una altii cultura, pues incluso por sus caractcristicas este monumento parece obra dc un artesanado áulico (Almagro-Gorbea, 1978 a). Lo mismo cabe decir de la escultura. iio sólo eii su sorprendeiite calidad téc- origen oriental, lo mismo que sus aspectos técnicos v estilisticos (Almagro-Gorbea. 1978 a ) (fig. 10). Entre ellos los animales dc ruiición arquitectónica y el uso dcl friso corrido resultan y pasarán a ser totalmente caracteristicas de la escultura ibérica (Garcia Bellido, 1931, 1943 y 1945) (fig. 11). Esta ibcrizaciún plena como resultado de un fenómciio de influjo orientalizante queda patente tambiéii eii las modas y costumbres de la vida: uso de calzones cortos, cinturones sefialados. túnicas lar- 1.A l i i ~ ~ ~ l D ~I?~!.AS \ ~ ZONAS l Ó ~ 0KIENTAI.ES I>E l..&hlRSI:T,\ 12.5 yas, ctc. Lo mismo cabe decir del uso de escudos y cascos, cuchillos afalcatados (figs. 10 y 12), y otros objetos norinalmente no conservados como mesas, sillones, etc., que debieron iníluir sustaii- de elementos culturales de pueblos colonizadores por poblaciones indígenas. La ibcrización afecta tanto como a la culiui.a material a otros aspectos que ~porlcinos dciiominar <!el campo intelcc- cialmente en el equipo material dc los poblados d e esta zona de la Meseta, va.. riandolo y enriquccifndolo muy considerablemente en su coniunto (Almagro. Gorbea, 1978). Pero el monumento de Pozo Moro aún permite precisar detalles más siyiiificativos sobre la iberización total de esta parte de la Meseta, cuva relevancia sobresale del ámbito local y ofrece un interés mucho más general para el conocimiento del origen d e la Cultura Ibfrica e incluso para las normas de asimilación iiial como los sisicnias de nicdidas, la escritura, la rcliyión y las ideas politicosociales. Ya se ha coincntado la existencia de una red viaria orfanizada. El sistema de medidas, de pi-obablc origen fenicio, y la modulaciún o cilculo de las proporcioiics. se deducen de las características dcl monumento. Ademis la existencia de marcas en los sillares y la proximitlad de la inscripción de El Salobral (Gómez Moreno, 1961) hace suponer un conocimiento de la escritura en esta epoca, lo 126 ~ Z A R T ~ALMAGRO-GORBEA N que si se une al origen oriental del sistema de pesas ibérico, relacionado con la mina babilónica (Cuadrado, 1964), resulta lógico deducir que es en este periodo formativo cuando se debieron crear e introducir los sistemas de pesas y medidas y la escritura en la Cultura Ibérica, que pasó así a tener ya estos elementos característicos de toda alta cul'tura. para el pueblo que lo adopta (AlmagroGorbea, 1977, pág. 502). Aunque el estudio definitivo de los relieves no esté ultimado (Almagro-Gorbea, 1978 a), es evidente que hacen referencia a ideas religiosas fundamentales relacionadas con el mundo de ultratumba, la fecundidad, tal vez del origen de los dioses, etc. Su relación con este monumento Fig. 12. - Gran cuchillo alalcatado de la cueva de Montgó (Jávca, Alicante). Escala, 1:3 Aparte de la evidentc aparición de construido para memoria de un persouna serie de ritos funerarios, en parte al naje obliga por sus características y su menos de origen oriental (Almagro-Gor- contexto a suponer que éste debió ser un bea, 1977), las escenas de los relieves de rey o régulo. Pozo Moro, de evidente significado mitoEste detalle nos lleva a una última lógico, tienen un claro origen oriental, conclusión. La existencia de una monardentro de cuyo marco debemos explicar quía sacralizada, de origen mitico-relila aparición de una mitología propia- gioso. En relación con el resto de la somente ibérica, en cuya transmisión los ciedad, debió tener un papel próximo al textos, no sabemos si existentes aunque de intermediario de la divinidad, lo que se conociera la escritura, debieron jugar puede ayudar a explicar el origen de la escaso papel frente a la tradición oral :J dides» ibérica (Rodriguez Adrados, 1943) la representacicn gráfica, cuyo papel, en y la práctica de la .heroizacióilo y divinipoblaciones primitivas, es mucho más im- zación de grandes personajes que conoportante que la de los textos escritos, no cemos por los textos (Blázquez, 1975 a). sólo como transmisores sino como recreaLa existencia de una sociedad cuya dores de la mitología. El origen oriental organización, por lo aquí indicado, resulta del contenido de estas representaciones muy compleja, es otro de los datos que queda probado por el de los elementos se deducen de Pozo Moro dentro del conformales a través de los que se manifies- texto de total iberización que representa. tan, pues un elemento de cultura mate- Incluso la perduración de la memoria del rial con contenido religioso sólo se trans- constructor del monumento explica la mite si su contenido resulta inteligible continuidad de la necrópolis formada e11 i ORIENTALES DE LA MESETA torno al mismo por gentes que se debían considerar relacionadas por algún tipo de parentesco con un antepasado heroizado o mitificado allí enterrado. Éste resulta ser otro aspecto evidente de implicación social y que igualmente debemos considerar dentro del marco de la iberización. La relación de esta iberización de Pozo Moro con el mundo orientalizante ya se ha indicado. Buscar un origen más próximo en la cultura tartésica cuyo carácter orientalizante es tan evidente resulta muy tentador, más si se valoran los restos de Pozo Moro a la luz de las referencias sobre tradiciones míticas en concreto sobre una monarquía divinizada (Tovar-Caro Baroja, 1971) que se han transmitido sobre tartesos y que parecen responder a un contexto sociocultural muy próximo (Maluquer, 1970). Ello implicaría el origen tartésico u orientalizante de la iberización en esta zona de la Meseta. A su vez este fenómeno quedaría explicado perfectamente desde el punto de vista geográfico y cultural por el papel de paso y de transición que tiene la zona de la Meseta donde está situado Pozo Moro entre el Valle del Guadalquivir y el Levante. Elementos epigráfcos, como la inscripción de Salobral (Gómez Moreno, 1961) o la escritura de los platos de Abeilgibre y el plomo de la Bastida (Maluquer, 1968) y otros hallazgos arqueológicos de significado paralelo como la necrópolis del Corral de Saus (Aparicio, 1977), también en el Corredor de Montesa, parecen confirmar la importancia cultural de esta vía de comunicación, pero hay que tener en cuenta que esta iberización, tan intensa y antigua, sólo afectó en la Meseta a la zona más meridional y oriental de la misma. . 127 La fase Cavrascosa I I : Las fases de Macalón 1-Pozo Moro 1 se deben considerar como protoibérica u orientalizante 1 y protoibérica u orientalizante 11. Se extendieron plenamente sólo sobre la zona más meridional y oriental de la Meseta, al sur de Albacete y tal vez de Ciudad Real, sin que culturalmente se vieran afectadas las áreas más septentrionales en las que la aparición de alguna rara pieza importada no interrumpió la evolución de los Campos de Urnas de la Edad del Hierro (Almagro-Gorbea, 1969). A partir de fines del siglo v a. de J. C. y desde l'a zona del sureste de la Meseta, se produjo un segundo proceso de iberización, que, se puede considerar secundario por su más baja cronología y por depender del foco cultural secundario situado ya en la Meseta. Este proceso de iberización afectó ya a todo el resto de 12 parte oriental de la Meseta Sur, influyendo incluso en áreas más alejadas en plena Meseta Norte. Por corresponder a la fase 11 de la necrópolis de Las Madrigueras en Carrascosa del Campo se ha denominado fase de Carrascosa 11. En esta fase el cambio fundamental en el aspecto arqueológico lo supone la aparición de numerosos y fuertes influjos culturales llegados ya en forma casi masiva desde las zonas costeras y desde el sureste de la Meseta, que ya estaban plenamente aculturadas por la acción de los pueblos coionizadores. Con estos influjos se produce un cambio sustailcial en la cultura material de todas estas áreas de la Meseta realizado con gran rapidez y que demuestra por una parte la capacidad de asimilación de su población y especialmente la facilidad que ofrecían los nuevos elementos a ser asimilados, probablemente a causa de estar ya desde largo tiempo integrados en culturas indí- AGRO-GOKBEA genas de las poblaciones costeras del Mediterráneo e incluso en algunas de la misma Meseta. Estos nuevos elementos. son numerosos y claros. En primer lugar destaca la aparición de la cerámica a torno, que primero coexiste, pero rápidamente elimina a la cerámica a mano. Ello supone un cambio en técnicas, en gustos y sobre todo en la organización artesanal de su producción, lo que evidencia un cambio en la estructura de la sociedad. Junto al fenómeno de la aparición de la cerámica a torno se produce el de una larga serie de elementos que normalmente aparecen asociados y que manifiestan ser un conjunto lo suficientemente importante numérica y cualitativamente significativo, como para poder ser considerados como integrantes de una cultura con personalidad propia. Asociadas a la cerámica a torno aparecen fibulas anulares de tipos normalmente frecuentes en el Sudeste, lo que evidencia su origen en dicha región (Cuadrado, 1957; Almagro-Gorbea, 1969, página 100). Otros elementos acompañantes que se pueden señalar son la aparición de importaciones, principalmente cerámicas áticas, cerámicas de barniz rojo de tipo ibérico y, en menor número, objetos más exóticos, por ejemplo vasos de vidrio como los de Segóbriga (Almagro, 197% cuentas de collar (Almagro-Gorbea, 1969, pág. 137), placas repujadas de tipo Cahecico del Tesoro-La Osera 350 (Nieto, 193944; Cabré y otros, 1950, 1. 53), vasos de bronce tipo Pecio del Sec-Osera 350 (Cabré, y otros, 1950, l. 52), braserillos (Cuadrado, 1966), falcatas, etc. Todos estos objetos evidencian fuertes contactos entre la Meseta Oriental y la región del Sudeste, que actúa como intermediaria en este proceso de difusión (figura 13). A partir de esta fase es cuando el hierro se hace frecuente en la mayoría de las zonas, no sólo en el armamento, sino en toda una serie de pequeños objetos que aparecen en los ajuares de las necrópolis. Si la aparición de este metal en Villena parece indicar su origen en el Mediterráneo, el fenómeno ahora scñalado plantea la posibilidad de que su vulgarización vaya asociada a todos estos nuevos influjos y cambios culturales y sociales. También ahora aparecen los grandes castros, cuya continuidad sobre núcleos precedentes es evidente, pues esta continuidad es una de las características más peculiares de esta nueva etapa cultural. Sin embargo, dentro de dicha continuidad resulta evidente la ampliación de los i~úcleoshabitados en área e intensidad y la aparición de núcleos nuevos que hacen suponer un aumento demográfico notable. Frente a los peciueños castros de la etapa anterior, que todavía siguen utilizados, aparecen ahora grandes oppida del tipo de Alarcos, Valdepeñas o Segóbriga, cuya extensión sobrepasa las 10, y a veces, las 20 hectáreas, lo que representa un aumento de más de veinte veces el tamaño de los núcleos conocidos del periodo anterior. Sin embargo es muy escaso lo que se sabe de estos núcleos, ya que apenas han sido explorados. Debemos también atribuir a este periodo la aparición de murallas megalíticas como la inédita de Cañete u otras con puertas acodadas como la de Valdepeñas. Algu110s de estos elementos evidencian contactos ultrapirenaicos con la cultura de La Téne, sobre todo fortificaciones como las de Villas Viejas en Cuenca. Estos contactos se reflejan igualmente en, algunos tipos de espadas, escudos, cascos como el LA IBERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 129 Fig. 13. - Dispersión de l a ceramica gricga en la mitad oriental de la Meseta Sur y regiones periidricas. Los cuadros indican las importaciones anteriores al 425 a . J. C., y los círculos las posteriores a esta fecha: l . Coll del Moro, Tivissa, T.; 2, Tossal del Moro de Pinyeres, Batea. T.; 3, La Gessera, Caseres, T.; 4, Els Castellans. Calaceite, TE.; 5, Les Omhries, Calaceite. TE.: 6, San Antonio, Calaceite, TE.; 7, E l Castellar, &las de1 Labrador, TE.; 8. E l Taratrato, Alcañiz, TE.; 9, Caiiiarles, Tartosa, T.; 10, Tossai de la Moleta, Alcanar, T.; 11, E1 Puig. Benicarló, CS.; 12, Almanara, CS.: 13, Grvu Vell, Sagunto, V.; 14, Sagunto. V.; 15. L a Monravana, Liria, V.; 16, San Miguel, Liria, V.; 17, Los Villarcs. Caudete de las Fuentes, V., 17 a, Corral de Saui, Mogente, V.; 18, La Bastida, Mogente, V.: 19, Covalta, Aibaida, V.; 20, Lloina de Galbis, Bocairente, V.; 21. Cabezo de Mariola. Alfafara. V.; 22, El Puig, Alcoy, A,; 23, Serreta, Alcoy, A,; 24, Ondara, A,; 25, Puntal dc Salinas, A,: 26, Isla de Campello, A.; 27, Albufereta, A.; 28, Tossal dc Manises. A,; 29, Alcudia, Elche, A,: 30, Molar, A,; 31, Cabezo Lucero, A,; 32. Saladares, A,; 33, Los Nietas, MU.; 34, Cabecico del Tesoro, Verdolay, MU.; 35, Castillejo de los Baños. Fortuna, MU.; 36, Cabezo del Tío Pio, Arehena, MU.; 37. Cigarralojo. hlula, MU.: 38, Alcantarilla. MU.; 39, Lorca, MU.: 40, Galera, GR.; 41. Pea1 del Becerro, J.; 42, Castelloncs de Ceal, J . ; 43, Cistulo. J . ; 44. L a Guardia, J.; 45, Tolmo d e Minateda, AB.; 46, Coirnhra delBarranco Ancha, Jurnilla, MU.; 47. Llano de la Consolación, AB.; 48. Hoya de Santa Ana, Chinchilla, AB.; 49, Pozo Moro, AB.; 50, Salobral, AB.; 52, Otrnedilla de Atarcón, CU.; 53. Reillo, CIJ.: 51, L a Hinojosa, CU.; 55. Segóbriga, CU.: 56, La Muela. Palomares del C i q p o . CU.; 57. Las Madrigueras. Carrascosa del Campo, CU.; 58, Yeles, TO. 130 M A R T ~ NALMAGRO-GORBEA de Hoya de Santa Ana, fibulas de pie largo vuelto y formas cerámicas, que demuestran como a pesar del creciente y dominante influjo cultural del Mediterráneo los elementos e influjos ultrapirenai- IV. ¡AS AREAS cos nunca desaparccieron totalmente y llegaron incluso al foco del Sudeste, dondc aparecen espadas, escudos y fibulas de La Tene que proceden de esta corriente (Llobregat, 1976, f. 38, 1 y 41, 4). CULTURALES DE LA PARTE ORIENTAL DE LA DEL MESETA SUREN LA EDAD HIERRO Dentro de estas características generales que dan uniformidad a toda la cultura local, se hace posible ya comenzar a señalar algunas variantes culturales en diversas zonas geográficas en las que determinados elementos predominan sobre otros dando a cada zona su propia personalidad cultural, lo que permite realizar un intento de identificación de las diferentes áreas culturales de la fase Carrascosa 11 en fa Meseta Suroriental. Por su interés se realiza una síntesis de las mismas que, si bien todavía insuficiente, en el futuro permitirá distinguir claramente los diferentes grupos culturales propios de cada área y establecer sus secuencias culturales y características peculiares, punto de partida previo para la discusión y comprensión de los datos que al final de esta fase ofrecen ya las fuentes escritas de los autores clásicos sobre los pueblos de estas zonas de la Meseta Sur. Las líneas que siguen sólo pretenden ser una síntesis preliminar que debe ser completada y precisada con las futuras iiivestigaciones. Además, éste es el único camino para llegar a conocer la ubicación exacta y la verdadera identidad de las etnias conocidas a través de las fuentes históricas. Las áreas culturales que el estado actual de ta investigación permite precisar en la Meseta Sur son las siguientes (figura 14): Area Area Area Area Area Area Area 8. Area 9. Area 1. 2. 3. 4. S. 6. 7. del sureste de la Meseta. de Valdepeñas. manchega. del Júcar. de Carrascosa. toledana. del Tajo Superior. de la Serranía de Cuenca. del Alto Tajo - Alto Jalón. El conocimiento que en la actualidad se posee sobre las características de estas áreas culturales resulta muy diferente de unas a otras. En alguna se pueden precisar ya los principales elementos constitutivos y su secuencia cultural, así como sus principales relaciones. De otras apenas se puede poco más que intuir su existencia y es seguro que el aumento de datos que la investigación ahora iniciada proporcionará, obligará en el futuro a profundas revisiones de la visión preliminar que aquí se establece. Es de suponer que este hecho no reste interés a esta síntesis, que sclo pretende ser una plataforma de base para los trabajos posteriores, aunque de momento constituya en sí un avance sobre la falta absoluta de todo conocimiento que sobre estas áreas culturales se poseía hasta el momento presente. 1. Area del Sudeste de la Meseta. Esta área, como' su nombre indica, co- LA IUERIZACI~N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 131: Fig. 14. - Principales áreas culturales de la initad oriental d e la Meseta Sur. rresponde a la extensión en la Meseta de rosos y ricos yacimientos, si bien no la cultura ibérica del Sudeste, con la cual todos suficientemente publicados. Ya se queda íntimamente integrada por el in- ha hecho referencia al poblado de El Maflujo que la vía Heracleia, que por ella talón y junto a él podemos situar una pasa, ha debido ejercer sobre la misma. .serie de ricas necrópolis como Pozo Moro Comprende los Llanos de Albacete y (Almagro-Gorbea, 1975 y 1978), Hoya de sobre todo las zonas montañosas más ele- Santa Ana (Sánchez Jiménez, 19471, Llano vadas, como los Altos de Chinchilla, que de la Consolación (Sánchez Jiménez, los dominan y forman un reborde que se 1943), Casa del Monte, Balazote (Garcia extienden ya hasta el limite de la Meseta. Bellido, 1931)' Abengibre (Beltrán VillaEsta área es la que ofrece más nume- grasa, 1962), el Santuario del Cerro de los Santos (Femández Avilés, 1943 y 1966), etcétera, yacimientos todos ellos de los más famosos e importantes entre los conocidos de la Cultura Ibérica. En esta área del sureste se pueden diferenciar ya varias fases. Una primera fase, que se ha denominado Macalón 1, representa la llegada de los primeros elementos desde la costa del Mediterráneo y las primeras asimilaciones incipientes; corresponde a ella el período 1 de Macalón y probablemente parte de la necrópolis de Hoya de Santa Ana y de El Llano de la Consolación (Sánchez Jiménez, 1943 y 1947), que ofrecen cerámicas a mano y alguna, importación aislada como el arybalos de Naykratis (Padró, 1977, pág. 32) de Hoya de Santa Ana o la figura de Centauro de Rollos (García Bellido, 1948), etc. Su cronología se situaría desde el siglo VII a. de J. C. hasta mediados del siglo VI a. de J. C., aproximadamente. Una segunda fase, que se ha denominado de Pozo Moro 1, representaría el apogeo de esos contactos con el inicio de la cultura ibérica propiamente dicha. El yacimiento clave es indudablemente el de Pozo Moro y a él se integran elementos antiguos de otras necrópolis como Hoya de Santa Ana y el Llano de la Consolación (Sánchez Jiménez, 1943 y 1947),entre las que aparecen figuras de bronce como el Sátiro del Llano de la Consolación (García Bellido, 1948) y restos arquitectónicos y escultóricos, que como la Bicha de Balazote (Garcia Bellido, 1931), la esfinge de Bogarra y El Salobral (García Bellido, 1954, f. 501-2) y otras figuras escultóricas semejantes, hay que considerar pertenecientes a monumentos de cronología no muy alejada de la de Pozo Moro, todos ellos destruidos al parecer en un momento anterior a mediados del siglo v a. de J. C. En esta fase parece haber penetrado ya la escritura ibérica de tipo andaluz, como evidencia el sillar de El Salobral (Albacete) (Gómez Moreno, 1961) relacionado con las inscripciones de Andalucía y del Sudoeste 'peninsular (Almagro-Gorbea, 1977, pág. 275). La fecha de esta fase puede, por lo tanto, situarse entre fines del siglo VI a. de J. C. y mediados del siglo v antes de J. C. La tercera fase corresponde a la plenitud de la cultura ibérica y es el momento en que aparece mayor número de sepulturas en las necrópolis conocidas, con ajuares ricos entre los que destacan importaciones áticas que fechan este período con bastante precisión (Sánchez Jiménez, 1943 y 1947). Los materiales cerámicos, fíbulas, etcétera, son ya característicos del mundo ibérico, pero también aparece algún elemento originario de otras áreas de la Meseta manifestando un momento de amplias relaciones y de gran florecimiento cultural. Su fecha debe situarse a partir de la destrucción de los monumentos funerarios de la fase anterior, ya que de esta fase casi no se conoce ninguno, lo que hace pensar que prácticamente no fueron ya construidos. Su cronología absoluta se puede precisar a partir de fines del siglo v a. de J. C. y prosigue sin interrupción notable probablemente hasta el final de la cultura ibérica. Esto parecen confirmarlo algunos ajuares ya romanos de la Hoya de Santa Ana (Sánchez Jiménez, 1947) y de Pozo Moro, así como la aparición de elementos romanizados en la plástica del Cerro de los Santos, que en su mayoría, si no en su totalidad, corresponde a esta fase (Fernández Avilés, 1966). Tal vez sea posible dentro de esta área diferenciar en la fase local de Carrascosa II una subfase Pozo Moro 11 A, más ].A I R E R T Z A C I ~ SDI: I.AS ZONAS 0RIEXTAI.ES DI: l.\ 11IISETA 1%; rica y con epigrafía cn la zona mcridional, que abarcaría todo el siglo IV e inicios dcl 111, y otra subfase, Pozo Moro 11 B, [al vez de decadencia a causa dc la expan- las importaciones reducidas a alguna pie7a campaiiiensc, más escasa que la ática del siglo IV. así como cer6mica ibérica con decoración figurada junto con sión bárquida, la Gucrra Púnica y la concquista romana, épocas en que se carece de documentos epigráficos. De todas formas sólo una publicación detenida dc los numerosos materiales y yacimientos conocidos permitiría en su día precisar estas características. En la subfase Pozo Moro 11 A hay que colocar las sepulturas con cerámica ática y similares, el inicio del Cerro de los Santos con las mejores figuras y el tesoro de Abengibre, que por sus características corresponde a inicios del siglo IV a. de J. C. La subfase Pozo Moro 11 B representa una reducción de una perduración dc formas de la fase anterior por pCrdida de vitalidad en la cultura. El paso a la romanización resulta hoy prácticamente desconocido y tal vez obligue en el futuro a considerar una posible subfasc 11 C que hoy día no se puede precisar y que correspondería desde la conquista romana cn adelante. Las relaciones dc esta área cultural son principalmente con el Sudeste, como va se ha señalado, pero los contactos con el resto de la Meseta fueron frccuentes, especialmente en la fase de Pozo Moro 11 A, que parece reflejar un mo- mento de másima apertura hacia dichas zonas. Los contactos con la región del Levante y la del Alto Guadalquivir tambien dcbcn tenerse en ciicnta, pero ocu- pudo extenderse hasta el valle del Guadalquivir. No resulta aúii posible señalar fases para este pcríodo. Es evidentc la existen- pan un lugar meiios importante y que sólo en el futuro se podrá precisar. cia de un período de cerámica a mano en el inicio del poblado de Valdepeñas, pero los materiales más caracteristicos corresponden a cerámicas a torno con frecuente dccoracióii estampillada (lig. 17), que coiistituve su mayor peculiaridad y que la asocia a las cerámicas estampilladas del Alto Guadalquivir por una parte y d e , l a Mescta por otra, constituyendo un grupo intermedio entre ambas (Prada, 1977). La aparición de cerámica de barniz rojo señala otro contacto más con la Alta Andalucía y mención especial merece una posible pata de cuenco trípode, aunque el fragmento sea tan reducido que impide su clasificación segura (fig. 18). Las esfin- 2. Area de Valdepeñas. - Esta área cs casi totalmentc desconocida por falta de documei~tospara su estudio. En ella csth situado el oppidutn de Alarcos (figura 15). (Prada, 1977). la antigua Orettii?l y el castro inédito de Valdepeñas, que domina por su estratégico emplazamiento el paso desde Andalucía por Despeñaperros hacia la partc meridional de la Meseta (fig. 16). La falta de documentos impide precisar sus limites que hipotéticamente hay que colocar en la región situada al sur del Guadiana, pero que bien Fig. 17. - ~ s t a r n ~ i l i ade r la cerámica ibérica del Castro de\'aldepeñas. . . . ,. . , . ges de Alarcos prueban los frecuentes contactos con la Andalucía oriental y el área del Sudeste (Prada, 1977). El recinto fortificado de Valdepeñas se asocia a otros de la Meseta como el de .. .,. .::..,. J.. _ - :.%; :. ,:::: , , del grupo de Sierra Morena ( ~ a 4 d a t z , 1969). Estos tesoros ofrecen además unas fibulas de tipo de La Tene avanzada cuyo origen europeo es evidente. Por ellb son del mayor interés, ya que demuestran ' ' . ... ,. Fig. 18. - Fragmento de vaso trípode y cerirnica ibérica del castro de Traldcpeñac la Mora de Toledo y especialmente los castros del Sistema Central y Extremadura, cuyos terrenos primarios favorecerían su construcción. La puerta acodada que al parecer ofrece y las amplias murallas son una prueba más del influjo de la Tene llegado sin duda a través de la Meseta. Sin embargo la continuidad de relaciones de esta zona respecto a la Alta Andalucía lo prueban una vez más los tesoros de plata de Torre de Juan Abad y Castellar de Santiago, que forman parte como estos contactos cuituraies entre la Meseta Alta y Andalucia se han mantenido al menos hasta el siglo 11 a. de J. C., en que con seguridad se puede suponer que han sido fabricadas estas piezas. 3. Area manchega. - Esta área corresponde a la zona de la Mancha Baja, situada entre el Guadiana Alto y la cuenca del Záncara. De esta zona falta casi por completo todo documento y sólo se conocen con seguridad los materiales inéditos del poblado de Pedro Muñoz. LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA En este yacimiento sobre el poblado de época del Bronce Final-Hierro Inicial de tradición de Campos de Urnas (figura 19). con muros de adobe, aparece u11 137 1969, páginas 127 s.). Uno de los platos ofrece una decoración de motivos sinuosos bruñidos que resulta similar a algunos platos oxidailtes de Galera fechados Fig. 10. - C ~ r á m i c ade los C. U. dc los nivclcs inferiores del pobiddo r1c Pedro Mufior. Escala 1:4 poblado rodeado con muralla de piedra y cerámica a torno de tipo ibérico antiguo con urnas de orejetas y decoración lineal sencilla que parece proceder indudablemente del área del Sudeste y que en dicha región se puede fechar a partir de la segunda mitad del siglo v a . de J. C. (fig. 20). También aparecen fibulas hispánicas (figura 21) y abundante cerámica gris de óptima calidad ffig. 221, cuyo origen inmediato no queda tap claro pero que es el mejor paralelo que se conoce para este tipo de cerámica, que aparece igualmente en Carrascosa (Almagro-Gorbea, hacia fines del siglo v a. de J. C. o en el siglo IV a. de J. C. No resulta posible diferenciar fases en esta área e incluso sus relaciones con otras áreas de la Meseta quedan más imprecisas y cabe la posibilidad de que en el futuro se deba considerar como una prolongación del área del Sudeste de la Meseta hasta al menos la zona de Alcázar de San Juan. en que parecen llegar los influjos del grupo toledano que ofrece mayor personalidad. Sus relaciones principales parecen orientadas hacia el área del Sudeste, como es lógico, y en seguido lugar hacia el área de Valdepeñas. Los contactos con el área de Carrascosa son indudables y fuertes, mientras que 110 parece tanto Fig. 20. - contactos con el área del Sudeste de donde proceden cerámicas áticas, de barniz rojo (fig. 23). ibéricas (fig. 24), fibulas (fig. 25), etc., pero también existe11 contactos de importancia con la zona levantina, seguramente por los llanos de Utiel y Requena evidenciado por <<manos de morteron de plomo, morillos de barro tipo La Bastida y otros elementos que hacen pensar que esta parte de la Meseta se relacionaba paralelamente con la zona levantiila de Valencia (Pla, 1962). Contactos con el grupo de Valdepeñas parece de- Ccrániica ib6iiia de pastas claras del poblado de Pedro Muñoz. hacia el área del Júcar y ni siquiera hacia el área toledana, cuyas características parecen ya diferentes, aunque estas apreciaciones ofrecen carácter provisional hasta que un conocimiento más amplio y profundo de esta área permita obtener mayores precisiones. 4. Area del Júcar. - Esta área engloba la zona oriental de la Meseta que coincide con la cuenca muy abrupta del río Júcar y Cabriel en la que aparecen los yacimientos más característicos como Bueltache (Losada, 1969) y el inédito de Qlmedilla dc Alarcón. Estas necrópolis evidencian fuertes f'ig. 21. - Agujas d e cabeza enro)lrida, fibula de doble resarte y iibulu. ariulai del pobiada de ~ o d r oMuñoz. mostrar una gran urna estampillada de Olmedilld. Por el contrario no resulta fácil precisar las relaciones que debieron existir con otras áreas de la Meseta, pero I.A I B E R I Z A C I ~ NBE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA que por manifestarse en elementos comunes y de idéntico origen no permiten actualmente mayores precisiones. Fig. 22. - Ccráj;iica gris s torno dcl polilado ¿le Pedro Muñoc. No se conocen todavía sus fases iniciales, por lo que su cronología sólo puede precisarse desde el siglo rv antes de J. C., lo que parece corresponder desde las primeras importaciones que dan una fecha segura hasta la romanizacióti. Sin embargo todos los elementos fechados son de los siglos IV y 1x1 a. de J. C., por lo que es muy probable que con la Guerra Púnica y la conquista romana se haya producido un estancamiento cultural. 5 . Area de Cavvascosa. - Corresponde a las tierras de la Mancha Alta que se 139 extienden por las cuencas superiores del Cigüela y el Záncara hasta el borde occidental de la Serranía de Cuenca. En este grupo queda incluido el yacimiento de la ilecrópolis de las Madrigueras en Carrascosa del Campo (AlmagroGorbea, 1969), que tipifica y da nombre al grupo y la ciudad céltico-romana de Segóbriga (Almagro, 1975). También se conocen numerosos poblados fortificados, prácticamente inéditos, como el de Villas Viejas (fig. 26), cerca de Segóbriga, el de Villar del Horno, en el Alto Cigüela, etcétera. El castro de Vrllar del Horno, donde se ha realizado una prospección, está situado eri el valle del río Ciguela, el cual constituye la más importante vía de pei1etracii.n en la Serranía de Cuenca desde la parte septentrional de la Mancha y el Valle del Tajo. Ofrece un indudable interés por darnos una idea de un hábitat típico de esta región en la Edad del Hierro. El poblado ocupa una plataforma llana sobre un pequeño cerro testigo de unos cien metros de este a oeste por unos treinta de norte a sur (fig. 27). Queda aproximadamente paralelo al río, que en esa zona corre en dirección este-oeste por debajo del lado norte del cerro. Ofrece laderas escarpadas de unos diez metros de alto que le dan forma amesetada facilitando su defensa. Su acceso debió estar situado en el lado sur, que es algo menos escarpado y sin río y donde todavía se sitúa el acceso a las labores actuales situadas en el área del poblado. En toda la superficie del poblado, y especialmente la ladera norte, se hallan abundantes restos cerámicos. la mayoría de tipo ibérico. Una pequeña cata de 1,s metros de ancho realizada hacia la parte noreste permitió observar 140 MARTÍN ALMAGRO-CORREA un nivel arqueológico de unos 0,50 metros de potencia. En la parte superior ofreció cerámica a torno de tipo ibérico muy frecuente en Fig. 23. - es antiguo deiliro de su serie, niendo en cuenta su marcado local, su tosquedad y la original ción que indica unos primeros aún teaspecto decorainflujos Figura de ave y morilla de cerámica a mano, fragmento de cerámica ática y dos vasos de barniz rojo <iibéricou de l a necrópolis de Olmedilla i i e Alarcón. superficie. Se recogieroil dos pequeños platos de cerámica gris a torno, semejantes a los que aparecen en la fase Carrascosa 11 en la necrópolis de las Madrigueras. Uno es de casquete esférico con una pequeña base plana y agujeros para la suspensión en el borde, y el otro es de borde convexo y bastante profundo. La pasta es de regular calidad, pero la superficie está cuidadosamente espatulada a torno (fig. 28). El nivel inferior, por el contrario, ofreció cerámica exclusivamente a mano y un broche de cinturón de un garfio decorado con un grifo alado realizado a golpes de buril. El tipo de este broche orientalizantes. Una fecha hacia el siglo vil-VI nos parece evidente para este nivel relacionable con la fase Carrascosa 1 (fig. 29). La cerámica a mano corresponde en general a vasos de fuego reductor y con la superficie cuidadosamente bruñida, característica de esta zona. Predominaban los cuencos troncocónicos de base muy pequeña y paredes gruesas alisadas o bruñidas. También se recogió un cuenco pequeño carenado con umbo en la base. Su perfi1,recuerda algunos vasos de ofrendas de las Madrigueras correspondientes al periodo de Carrascosa 11. El resto de los materiales era de in- LA I B E R I Z A C I ~ N DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA Fig. 24. - Ceriinica ibérica de pastas claras de la necrópolis de Olrnedillv dc Aliircóri. Escala 1:3 Fig. 25. - Fibulas aiiuldres de la iiecrópalis de Olmedilla de Alarcón. 144 M A R T ~ N ALM AGROGORBEA terés menor, destacando abundantes restos de pesas de telar de barro apenas cocido y muy deleznable, que completan el conjunto de los hallazgos del nivel inferior la cata realizada. Fig. 28. - Cerámica a torno de1 nivel superior de Villar del I-Iorno. Sin embargo la necrópolis de Las Madrigueras, en Carrascosa del Campo, es el yacimiento que da luz y permite precisar la secuencia cultural de la zona media de la Meseta Sur en estos periodos (Almagro-Gorbea, 1969). La fase de Carrascosa 1, que corres- ponde a los niveles I V y 111 de dicho yacimiento, resulta anterior al influjo mediterráneo, que aparece sólo a partir de la fase Carrascosa 11, caracterizada por la' presencia de cerámicas a torno e importaciones llegadas desde el Mediterráneo, especialmente cerámicas áticas, estas ú1timas a menudo reutilizadas, lo que hace pensar en un uso prolongado antes de su deposición en las sepulturas. Su aparición en Carrascosa. Cerro de la Muela, Segóbriga, etc., hace pensar en una difusión amplia de estos productos. Sin embargo aún perdura fa cerámica a mano al menos durante buena parte del siglo IV a. de J. C. Esta fase de Carrascosa 11 muestra, además de en sus cerámicas, en las fíbu14s y en otros objetos, un fuerte influjo de la región del Sudeste que caracteriza todo este periodo en todas las áreas de la Meseta. El final de la fase de Carrascosa 11 parece situarse hacia el siglo 111 antes de J. C. A coiltinuación viene un gran vacío arqueológico que constituye lo que se podría designar como fase Carrascosa 111 equkalente al inicio de las fuente's escritas sobre la región y a una fase de guerras iniciadas con el paso de Aníbal y que termina en la romanización. El interés de estas fases y de sus materiales es evidente por la estratégica situación del área de Carrascosa en el Centro en la zona oriental de la Meseta Sur, pues sus numerosos contactos culturales con todas las otras áreas de la Meseta hace que se pueda aplicar a ellas con cierta seguridad la cronología obtenida para esta estratégica área de la Meseta. 6. Area toledana. - En este grupo englobamos una serie de yacimientos de la zona manchega toledana y de las estri- LA IBERIZACI~N DE LAS ZONPLS ORIENTALES DE LA MESETA baciones orientales de los Montes de Toledo. En este grupo destacan hábitats tipo castro de bastante extensión, la mayoría ~néditos, como el de Consuegra (Giles, 1971), el de Mora de Toledo o de los que apenas se ha publicado alguna nota, como el de Yeles (Cuadrado, 1973) o la necrópolis de Villanueva de Bogas (Llopis, 1950). Los hábitats tienden a situarse en estratégicos promontorios elevados de fácil defensa, y dentro de lo poco conocidos que resultan por falta total de prospección, se puede señalar en esta area la particularidad de ofrecer elementos característicos de la Meseta Norte en proporción mayor que ninguna otra área de la Meseta Sur, salvo en la comarca de la Vera, que constituye en realidad un apéndice de la cultura de las Cogotas 11. Como prueba de ello tenemos el vaso con soporte calado de Consuegra, probablemente un thymiaterion (fig. 30) (Giles, 1971, f . 4-6)' la urna prismática de Algodor, conservada en la Academia de la Historia, o la fíbula de Toledo (Cuadrado, 1960). Todo ello denota un fuerte influjo de la cultura de Cogotas 11 de los Castros del Sistema Central que parece haberse extendido por Extremadura y las zonas siliceas del occidente de la Meseta. La aparición de elementos procedentes del Sudeste como las cerámicas de barniz rojo ibérico y áticas de Ycles (Cuadrado, 1973) y, en Villanueva de Bogas, cerámica de barniz rojo, parecen evidenciar contactos culturales secundarios de tipo ibérico, cuya antigüedad no parece remontar el siglo rv a. de J. C. La mayoría de las cerámicas ofrecen las caracteristicas propias de toda la Meseta Sur como cerámicas jaspeadas a brocha, cerámicas 10 145 de pastas claras y formas ovoides, etc., y cerámicas estampilladas, tal vez influjo del area de Valdepeñas con la que se vincula en su parte meridional y con la que ofrece las mayores semejanzas en los I'ig. 29. - Broche dc garfio con u n grifo y cerámica a niano del nivcl inferior de Villsr del Horno. tipos de hábitats elevados y fortificados (Giles, 1971, f. 10-12 y plano 1). No es posible todavía identificar fases o períodos en esta área, pero el desarrollo cultural paralelo de estas zonas de la Meseta Sur nos inclina a pensar que la periodización señalada en la de Carrascosa puede servir igualmente para ésta, y e11 todo caso la analogía de los materiales 146 M A R T ~ NALM[AGRO-GORBEA de Yeles y de Villanueva de Bogas con el estrato superior de Carrascosa o Carrascosa 11 resulta muy evidente y habla de la proximidad cultural entre ambas áreas. xistente~,se podrá llenar el vacío que ofrece este grupo. 8. Area de la Serranía de Cuenca.Se extiende por las altas tierras de la Serranía de Cuenca, que coincide con los 7. Aren del Tajo Superior. - Esta altos cursos del Júcar y Cabriel. área corresponde aproximadamente a la Como yacimientos clave de este grupo cuenca del Tajo y sus afluentes de la de- tenemos yacimientos inéditos, por ejemrecha hasta las sierras de Somosierra y plo los de Reillo y Cañete y las necrópolis Guadarrama. de Pajarón, Pajaroncillo y Santa Cruz de En realidad es un grupo teórico, pues Moya, excavadas hace muchos años y de él no se conocen apenas yacimientos apenas conocidas, pues sus materiales explorados y no existe nada publicado. hoy día hay que considerarlos como perLos hallazgos del Manzanares y del Ecce didos (Bosch Gimpera, 1926, pág. 429). Homo, en los alrededores de Alcalá de El hábitat de Cañete, aún no excaHenares ' (Almagro-Gorbea y Fernández vado, ofrece unas fuertes murallas de Galiano, 1978), cerro de Carabias, Titul- tipo ciclópeo (fig. 31), lo que parece se cia, y algún otro (Pérez de Barradas, puede relacionar con las de Ogmico y otras 1929) algo mejor conocidos, permiten semejantes del grupo dcl Alto Jalón (Aguiapreciar la aparición del torno sobre la lera y Gamboa, inédito). Su origen se debe cerámica a mano de tradición de los Cam- buscar en el Mediterráneo, como penetrapos de Urnas de la Edad del Hierro sin ción de la técnica defensiva a base de interrupción cultural, igual que en otras grandes murallas ciclópeas documentadas zoriks -'de la Meseta Sur. La falta de ha- en Niebla (Pingel, 1975), la Bética (Forteallazgos bien documentados impide esta- Bernier, 1970), Ampurias (Almagro, 1951), blecer "fases, pero la secuencia cultural así como en Sagunto (Rouillard, 1977). debe ser semejante a otras áreas afines El yacimiento más interesante hoy como la d e Carrascosa, al menos para día es el de Reillo. Está situado sobre un las poblaciones de..las campiñas de los cerro calizo que domina desde el sudoeste ríos. Esto parece confirmarlo el hallazgo los llanos que se extienden desde Cañadel Tesoro de Driebes (Raddatz, 1969, pá- das del Hoyo hasta Carboneras y que ginas 210 s.) que corresponde a la teórica constituyen el camino natural del Júcar fase de Carrascosa III y es tan semejante al Cabriel en su curso alto, corresponal tesoro de Valeria (Almagro y Almagro- diendo al último tramo de la vía de peGorbea, 1964). netración desde las llanuras de la Mancha Por el contrario, bordeando el Sistema Alta a las Serranías de Cuenca y desde Central existen una serie de hábitats for- ésta, por el curso alto del río Turia, al tificados que parecen reflejar elementos Valle del Ebro y las llanuras de Valencia. de la cultura de los castros característiLos materiales de este castro fueron cas de esa zona geográfica y relacionados recogidos en prospección superficial y en ya con poblaciones de la Meseta Norte. partc en una pequeña cata que se realizó En cualquier caso sólo con el hallazgo hace años para documentar los hallazgos de nuevos documentos, actualmente ine- superficiales (fig. 32). LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA Fig. 30. - Tyrniaththerion cerárnico procedente de Consuegra (segúri F. Giles). Por su interés destaca la cerámica ática. Los fragmcntos de vasos áticos de barniz negro hallados en este yacimiento son del mayor interi.~,v constituven un destacado indicio dc la importancia de (figura 13). En Rcillo destacan un f'ra$mento de la forma 21 (Laniboslia, 1950), tres de la forma 22 (Lamboslia, 1950), otro dc un kylis tle pie bajo (SparkcsTalkott, 1970, págs. 98 s.) y otro de ~ k y - estc pohlatlo. Su abundancia relativa evidencia un contacto intenso con las zonas costeras levantinas ~>robahlcnicntede la 7.ona valenciana, tloiide estas cerámicas son igiialmcntc f r c c ~ ~ e n t c s desde doiitle hav que suponer que han I l c ~ a d oa la Serranía de Cuciica cstos fragmentos. La frec~ienciadc cerámicas áticas cn estas zonas del interior, que vemos igualmcntr, pero en menor niimero, en el Cerro dc la Muela y en las iiecr6polis de Las Mndrig~iei-asv Sclóbriga, en Yelcs y en la Hinojosa, dan un horiiontc cronológico del mayor interCs para estos yacimioitos plios (Spai-kcs-Talkott, 1970, págs. 81 s.), fechables todos ellos desde finales del siglo 1. hasta mediatios del siglo i v antes de J. C. La cerimica ri mano tle estc yacii;iieiito oírece pasta de aspecto abizcochado, que da impresión de tosquedad, aunque su t6cnica iio es excesivamente mala. Eii cstc punto es interesante señalar la Tiilta o escascz en proporción de las cerámicas bruñidas que vemos en oti-os vacimientos y que caracterizan el periodo de Carrascosa 1, como \.cmos eii Las Madrig~iei-as(Alniagro-Corbca, 1969, Fig. 32. - hlaterivles divir c o c del poblado de Rcillo. páginas 105 s., tabla 1-4), y en el nivel inferior del castro citado de Villar del Horno. Entre las cerámicas a mano destacan fondos de cuencos troncocónicos más o menos profundos, con pie circular elevado, y decoraciones de cordones, normalmente realizadas con bastante cui- dado. En uno de los fragmentos un fino sogueado señalado por incisiones sobre un surco en relieve ofrecía, al parecer, meandros curvilineos. Las formas por el momento se reducen a los cuencos troncocónicos ya citados y a grandes urnas de amplia boca. La cerámica a torno ofrece en este yacimiento gran calidad media. Las pastas suelen estar muy bien depuradas y son de colores claros, aunque en algún caso ofrecen capas más oscuras señalando fases reductoras de cocción, correspondiendo a veces estas capas oscuras a la zona superficial. Los colores empleados son priilcipalmente dos: uno rojizo, que varia de tonos morado-vii~osos a pardo-anaranjados, y otro de tonos sepias más o menos intensos. El tono rojizo aparece a veces aislado, pero el sepia suele casi siempre acompañar a los tonos rojizos perfilando las bandas y completando los motivos decorativos. Entre los vasos más destacados hay que zeñalar las grandes urnas de borde grueso vuelto y sin cuello, una de las cuales ofrece sobre este borde una estampilla circular. Las formas son ovoides al parecer, con base rehundida y sin pie señalado. En algunos casos se aprecian asas bifidas o trifidas de escaso grosor colocadas en la parte superior. La decoración es de zonas de bandas y de motivos geométricos, éstos normalmente en tonos más oscuros. La aparición de las cerámicas áticas en Reillo nos habla de la general difusión por las diversas áreas de la Meseta de los productos mediterráneos. Su procedencia puede ser el Levante, pues su número parece sensiblemente superior al de otros yacimientos de la Meseta, pero tampoco se puede prescindir de la posibilidad de proceder de la Región del Sudeste, probablemente a través del área de Carrascosa, lo que explicaría los fuertes contactos mutuos que ofrecen. Por ello también parece posible suponer para esta área idéntica periodización y considerar a Reillo como equivalente a Carrascosa 11. Las necrópolis citadas de la zona de Pa- jarón y de Moya deben corresponder a Carrascosa 11 y tal vez 111 y los campos de túmulos tipo Saladar (Almagro-Gorbea, 1973 a) debieron alcanzar por su carácter arcaizante también el periodo de Carrascosa 11, a juzgar por algunos materiales, aunque no debieron sobrevivir ya largo tiempo ni llegan a ofrecer señal alguna de iberización. 9. Área del Alto Tajo -Alto J a l ó ~. Esta área abarca la zona del Alto Jalón y de la Cuenca Alta del Tajo y sus afluentes, con todas las parameras y tierras elevadas que forman la unión del Sistema Central con el Ibérico y marca la transición de la Meseta Sur a la Meseta Norte y a la depresión del Valle del Ebro. Los yacimientos de esta área fueron excavados a principios de siglo por el Marqués de Cerralbo (Aguilera y Gamboa, 1912) y se conservan en el Museo Arqueológico Nacional, donde sólo recientemente han podido comenzar a ser estudiados. Por su interés destacan las necrópolis de Aguilar de Anguita (Argente, 1974), Luzaga (Diaz, 1976) y Arcóbriga entre otras de menor riqueza e interés (Schüle, 1969, Cerdeño, 1976; Requejo, 1978; Argente, 1977). A este grupo se debe reducir el núcleo esencial de la Tajo-Kultur definida por Schüle (1969). que no tuvo en cuenta su limitada dispersión geográfica, y que en ningún caso se puede admitir que llegara a extenderse hasta Portugal y Andalucía como este autor ha supuesto. La división en fases por él establecida se puede aceptar, aunque la fase 1 corresponde a un período anterior al de los influjos mediterráneos, pcro matizada ya por los primeros contactos, evidenciados por las fibulas de doble resorte, de origen mediterráneo. LA IBERIZACIÓN DE LAS ZONAS ORIENTALES DE LA MESETA 151 El inicio de estas necrópolis se sitúa hacia el siglo VII a. de J. C., lo que equivale al período Carrascosa 1, y a la fase A de Schule para la Tajo-Kultur. Aunque este autor coloca ya a fines de esta fase el inicio de los contactos mediterráneos como la urna de pivotes perforados, parece más lógico considerar tales elementos como propios de la fase 33, salvo que se considerasen venidos a la Meseta junto coi1 las armas características y otros elemeiitos ultrapirinaicos, lo que no parece lógico. La fase B, fechable a partir del siglo IV, ofrece ya abundantes aportes del Mediterráneo como fíbulas anulares, falcatas, placas de cinturón y, sobre todo, la difusión de la cerámica de tipo ibérico a torno, de la cual la urna de orejetas perforadas puede haber llegado al final de la fase A ya en plcno siglo v antes de Jesucristo. De la fase B es característica la espada de antenas muy atrofiadas sin pedúnculo y con hoja de filo curvo, fíbulas de tipo de la Tene y puñales tipo Alcácer degenerados, espadas largas tipo la Tene, tijeras, cuchillos de hierro acodados, etc., lo que evidencia la gran tradición de herreros caracteristica de estas regiones. Al lado de las necrópolis existen pe- queños poblados, como el inédito de Mazarete, aprovechando puntos del terreno fortificables y que se pueden comparar con los que aparecen en el área de la Serranía de Cuenca. Sólo en algún caso, probablemente tardío, aparecen núcleos mayores, como el de Arcóbriga, que evidencian que el tipo de hábitat urbano que se conoce en Segóbriga llegó hasta estas regiones, aunque no se sabe en qué momento exacto. Las relaciones del área del Alto Jalón miran en su conjunto más bien ya hacia la Meseta Norte que hacia la Sur, salvo los elementos aislados citados como alguna falcata, etc. Ello se confirma en las Formas cerámicas y también en la ausencia de importaciones directas del Mediterráneo como precampaniense o cerámica de barniz rojo. Todo ello da a esta área cierta peculiaridad dentro de la Meseta Sur, pues es la única que no participa en claras relaciones con el Mediterráneo, lo que es comprensible por su situación geográfica y cultural más aislada, plenamente celtibérica y a caballo de la Meseta Norte, con la cual ofrece fuertes contactos, habiendo debido jugar un importante papel en el paso de elementos culturales de una a otra parte de la Meseta. La visión de las áreas culturales que aquí se establece resulta parcial y muy incompleta por falta de datos, en especial en la zona situada hacia las cuencas medias del Tajo y Guadiana. Sin embargo no deja de ofrecer interés por llenar además un gran vacío geográfico e histórico en la secuencia cultural de la Península Ibérica. Como se deduce del examen realizado, sobre los elementos de tradición mayoritaria de los Campos de Urnas de la Edad del Hierro, comienzan a llegar a la Meseta Sur elementos mediterráneos en proporción creciente y que transformará11 rápidamente el aspecto material de las culturas locales sin afectar, sin embargo, en profundidad, sus estructuras sociocul- 152 M A R T ~ NALM AGRO-GORBEA turales, como se evidencia por la prosecución de los ritos funerarios y de los poblados sin cambio notable alguno. Estos influjos llegan principalmente desde el Sudeste a través de la zona de Albacete, principal zona de acceso al Mediterráneo, y en segundo lugar desde el Levante y Andalucía. Paralelamente continúan los influjos ultrapirinaicos que proceden de una corriente ininterrumpida que se remonta al Bronce Final y a la cual las poblaciones de la Meseta Sur debían seguir naturalmente abiertas. La mayor fuerza cultural de los elementos mediterráneos es evidente, y la transformación que se realiza resulta rápida y profunda. Aparte de unos influjos anteriores que modifican las áreas más meridionales, donde aparecen elementos importados ya desde el siglo VII a. de J. C., un horizonte de &nportaciones seguras», cerámicas áticas y de barniz rojo, alcanza toda la Meseta Sur, salvo, tal vez, su borde noreste, a partir del inicio del siglo IV a. de J. C., momento de máxima apertura y asimilación cultural (fig. 13). La asimilación cultural del iberismo, sin embargo, no resultó uniforme ni en la cronología ni en la intensidad. Ello depende de diversas razones que básicamente se pueden sintetizar en la diversidad cualitativa y cuantitativa de los influjos recibidos según la situación geográfica de las diversas áreas culturales, y en segundo lugar, por las características del sustrato cultural local de cada área. La combinación de ambos factores permite explicar las características de las diversas áreas culturales que se ha intentado comenzar a establecer en la presente síntesis. Los primeros contactos mediterráneos alcanzan ya a fines del siglo vrr a. de J. C. el borde Sudeste de la Meseta. A lo largo del siglo VI a. de J. C. han penetrado sólo en el área del Sudeste de la Meseta, donde se inicia ya su asimilación por las poblaciones locales y, en consecuencia, en el siglo v a. de J. C. dicha zona del Sudeste de la Meseta se puede considerar ya como iberizada. Es posible pensar que hacia mediados de este siglo exista un retroceso o mejor un estancamiento momentáneo por la existencia de una serie de destrucciones de yacimientos aún difíciles de explicar, dada la falta de datos sobre los mismos. A finales del siglo v antes de J. C. se evidencia como el área del Sudeste de la Meseta inicia su período álgido, y su influjo alcanzará a todo el resto de la zona oriental de la Meseta Sur a lo largo del siglo IV, difundiéndose con bastante rapidez en dicho siglo, lo que evidencia gran fuerza expansiva. En el siglo IKI parece atisbarse un nuevo retroceso o estancamiento que tal vez se pueda relacionar con el período dc guerras que entonces se inicia y que sólo finalizará con la pacificación romana. Ello explica la pérdida aparente de vitalidad cultural y la consiguiente ausencia de elementos de juicio para precisar estos períodos que no corresponden ya propiamente a este estudio, pero que exigirán en el futuro una atención especial, pues en esta época se plantea el problema de la interpretación de los datos arqueoIógicos en relación con las fuentes escritas de los historiadores clásicos, problema que equivale a plantearse la identidad étnica de los grupos culturales establecidos. Este punto representa uno de los más atrayentes campos de investigación de la Historia Antigua Peninsular. Es evidente que en el futuro se podrá resolver siguiendo las directrices quc aquí se han iniciado al proceder al estudio del inicio de la .cultura ibérica,, cn estas zonas dcl 154 M A R T ~ NALM AGROGORBEA Wurzeln der Iberischen Kunsi. en M. M. 1. DiAz D ~ A z A,. . 1976. La cerámica do la izecrrjpágs. 101-121. polis celtibérica de Luzaga (Gtludalajara), BLÁZQUEZ, J . M., 1975. 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