VÍAS ORDINARIAS DE ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD EN LA ESO JOSÉ RINCÓN GALLEGO* Profesor de/ /.E. S. Pedro de Tolosa Villa de/ Prado INTRODUCCIÓN La atención a la diversidad hay que entenderla como una tarea habitual de los profesores, dirigida al conjunto de los alumnos, y con el fin de que adquieran las capacidades indicadas en los objetivos de área y de etapa. No se trata de bajar los niveles para todos los alumnos, ni tampoco de prescribir actividades específicas y diferentes para cada uno según sus capacidades, intereses y motivaciones, porque sería imposible, sino que se realicen ofertas variadas en todos los ámbitos, para dar fa r a la población escolar. La respuesta a la diversidad tiene que enfocarse desde diferentes niveles (centro, ciclo, área) y desde diferentes ámbitos (proyecto educativo, proyecto curricular, programación de área ... ). Como puede comprobarse, esta respuesta implica globalmente a todo el centro educativo. Ésta nos lleva a tomar unas medidas que en ocasiones serán de carácter extraordinario (adaptaciones curriculares significativas, diversificación curricular ... ), pero en este trabajo vamos a hacer referencia a las medidas de carácter ordinario que cualquier persona e instancia con responsabilidad educativa está obligado a desarrollar. En el desarrollo de este trabajo se comenzará con una breve revisión sobre las medidas de atención a la diversidad en los niveles superiores de la planificación: el Proyecto Educativo y el Proyecto Curricular, para centrarme después en los distintos aspectos de la Programación (objetivos, contenidos, actividades, evaluación, materiales, espacios, etc) y terminar con unas conclusiones. MEDIDAS DE ATENCIÓN EN LOS NIVELES SUPERIORES Las medidas ordinarias de atención a la diversidad se han de tomar teniendo en cuenta un sistema gradual, de manera que las primeras han de preferirse a las siguientes, es decir, hay que conseguir que las medidas tomadas en los niveles superiores sean tan eficaces que hagan disminuir las de los inferiores. El curriculum básico que define las intenciones educativas en términos de objetivos generales de cada etapa o área, constituye el marco prescriptivo común. Sin embargo, ese curriculum posee un carácter abierto y flexible, de manera que es posible y necesario adaptarlo a las características particulares de cada centro, y que se concreta en los proyectos educativos, proyectos curriculares y en las programaciones. En el Proyecto Educativo, que supone el primer nivel de concreción, las decisiones relativas a la atención a la diversidad se refieren a la adaptación de los Objetivos Generales de Etapa a las características del centro, la cual se plasma en la definición de las propias señas de identidad, en su concepción pedagógica general, en las finalidades y en las prioridades educativas. En el Proyecto Curricular son varias las medidas que se pueden tomar: 1.-Realizar una oferta de optatividad que se adapte a las capacidades, necesidades e intereses de los alumnos. 2.-Implementar programas de acción tutorial (PAT) que permitan una acción más personalizado y que incida en un desarrollo más equilibrado e integral de los alumnos. 3.-Desarrollar programas de orientación académica y profesional que preparen al alumno para la toma de decisiones en los dos ámbitos. 4.-Establecer criterios de titulación y promoción que tengan en cuenta además de los logros de los alumnos en las diferentes áreas o materias, el grado en la adquisición de las capacidades globalmente consideradas y que se encuentran reflejadas en los objetivos generales de etapa (evaluación integradora). Se trata de valorar las posibilidades que tienen los alumnos, individualmente considerados, para continuar con ciertas garantías los estudios en los niveles educativos posteriores. ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD EN LA PROGRAMACIÓN El aula es el lugar donde confluyen tantas y tan variadas personalidades, que es en ella donde se requiere concretar la atención a la diversidad. El profesor debe planificar y poner en práctica una serie de estrategias de enseñanza y aprendizaje si quiere atender adecuadamente a los alumnos y cumplir con ese principio de atención a la diversidad, que junto con el de la comprensividad, constituyen los dos pilares del quehacer educativo en la ESO. En ese trabajo de planificación, que el profesor realiza dentro de un departamento y que se plasma en la programación del área, y en la tarea diaria dentro del aula, es donde se implementan una serie de medidas que den respuesta educativa a la totalidad de los alumnos: Objetivos y contenidos: * Cuando se definan los objetivos, prestar atención al desarrollo de las diversas capacidades: cognitivas, motrices, efectivas, de relación interpersonal y de relación social. * En primer lugar y, teniendo como referente los contenidos básicos, que todos los alumnos deberían aprender, habría que respetar los distintos ritmos y niveles de aprendizaje. * Hay que tratar de forma equilibrada los diferentes tipos de contenidos presentes en las áreas. No fijar únicamente contenidos de tipo conceptual, pues algunos alumnos pueden llegar a desarrollar las capacidades a través de contenidos procedimentales. * En la secuenciación y organización de los contenidos se debe tener en cuenta el siguiente proceso: presentar los contenidos de forma global y sencilla e interrelacionados entre sí, para ir profundizando y analizándolos según los diferentes ritmos de aprendizaje de los alumnos. * Conviene realizar la conexión de los contenidos nuevos con los conocimientos previos de los alumnos. * Relacionar los contenidos nuevos con su posible utilización en situaciones reales de la vida de los alumnos (funcionalidad). * Es conveniente repasar los contenidos anteriores cuando se presentan los nuevos, y de esa manera se posibilita la adquisición por parte de los alumnos con desventajas de aprendizajes no adquiridos y al mismo tiempo se atiende al resto. * Posibilitar la selección por parte de los alumnos de algunos temas dentro de un área, ya que favorece la motivación para aprender. * También es aconsejable trabajar los temas de distintas formas y con diversos niveles de profundización. Actividades: Las actividades que plantea el profesor para tratar los diversos contenidos permiten acceder de forma individual y diversa a los objetivos curriculares y por tanto el profesor debe presentar una variada gama de actividades graduadas en dificultad y en profundidad respecto a los contenidos (conceptuales, procedimentales y actitudinales). La diversidad de actividades supone también diversidad de itinerarios que conducen a los mismos contenidos. Acerca del método: Sobre la organización y agrupamiento de los alumnos para realizar las actividades, es conveniente plantear actividades individuales, en parejas, en pequeños grupos y de grupo general, para aprovechar las posibilidades que ofrece cada tipo de aprendizaje y se podrá dar respuesta a los diferentes estilos de aprendizaje de los alumnos. Otros criterios a tener en cuenta en la planificación del proceso de enseñanza y aprendizaje son los siguientes: - Establecer un equilibrio entre las explicaciones del profesor y el trabajo de los alumnos. - Implicar a los alumnos en trabajos de preparación y exposición posterior de algunos temas relacionados con los contenidos de las áreas y materias. - Ofrecer la posibilidad a los alumnos para que seleccionen las actividades más adecuadas. - Presentar actividades que permitan diversos niveles de ejecución. - Vincular las actividades a problemas cercanos a los alumnos. - Permitir diferentes ritmos en la realización de las tareas y aceptar que los alumnos o grupos de alumnos puedan realizar diferentes tareas. - Utilizar ciertas formas de trabajo cooperativo a través de proyectos y talleres. - Realizar agrupamientos flexibles de alumnos para determinadas actividades. - Utilizar los espacios disponibles además del aula y adaptarlos a las diversas actividades y agrupamientos. - En relación a los materiales de trabajo y estudio, hacer uso de distintas fuentes de información y no limitarse a un libro de texto, ya que debemos desarrollar la capacidad de aprender a aprender, por lo que hay que enseñar estrategias tanto de búsqueda como de procesamiento de la información. Dar a conocer a los alumnos los criterios de evaluación) de las diferentes áreas, unidades y bloques de contenidos de forma previa a su tratamiento. Sobre la evaluación: Conviene entender el sentido de la evaluación¡ no como mera calificación sino como instrumento que nos permite conocer la situación de los alumnos en el proceso de enseñanza y aprendizaje y proporcionarles la ayuda necesaria en cada momento, lo que implica un ajuste de la acción educativa por parte de¡ profesorado. Algunos criterios a tener en cuenta para adaptar la evaluación a la diversidad serían: * La evaluación ha de centrarse en los diferentes tipos de contenidos (no sólo en los conceptuales), en relación con las actividades realizadas y con procedimientos de evaluación adecuados a esos contenidos. * Evaluar no sólo el producto final, sino el proceso de aprendizaje de¡ alumno, qué van aprendiendo y el cómo. * Realizar una evaluación inicial siempre que se inicie una unidad o bloque de contenidos. * Realizar la evaluación de forma continua, lo que no significa «exámenes continuos», sino una recogida de información, a través tanto de las actividades diarias de enseñanza-aprendizaje, como de actividades específicas de evaluación. * Las actividades específicas de evaluación deberán reflejar la diversidad de contenidos, de situaciones y de actividades realizadas. * También los procedimientos e instrumentos de evaluación serán variados y adaptados a las diversas situaciones de aprendizaje llevadas a cabo en el aula y en los espacios ya mencionados. Utilizar además de las pruebas escritas (práctica habitual) otros procedimientos e instrumentos que están al alcance de todos: la observación), el seguimiento de las actuaciones diarias de los alumnos, tanto en los resultados como en el proceso, la entrevista personal, el uso de cuestionarios, anecdotario, listas de control, escalas graduadas etc. - Permitir la participación de los alumnos en el proceso de evaluación. -Facilitar la autoevaluación y la coevalución. - Fomentar la evaluación de¡ funcionamiento global de la clase por parte de los alumnos y consensuar las propuestas de mejora con el profesorado (actividades de pre y postevaluación que figurarán en el PAT). - Las actividades de evaluación serán variadas y relacionadas con las actividades de aprendizaje realizadas. CONCLUSIONES La realidad educativa de¡ momento nos plantea la necesidad de dar respuesta a la diversidad de alumnos, de formas de aprendizaje, de ritmos, de estilos de enseñanza, etc. y por ello estamos obligados, por ley y por eficacia profesional, a tomar unas medidas que satisfagan esa necesidad. Existen diferentes tipos de medidas, ordinarias y extraordinarias, en el abanico de posibilidades que nos encontramos. La propuesta que aquí se ofrece se refiere a las primeras y no posee carácter prescriptivo, sino orientativo, y para que sea efectiva tiene que ser contextualizada y adaptada a las características diferenciales de cada centro, aula y alumnado. LA ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD EN LA ENSEÑANZA SECUNDARIA OBLIGATORIA. ALGUNAS REFLEXIONES Y CRITERIOS PSICOPEDAGÓGICOS* Javier Onrubia Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Barcelona. ALGUNAS REFLEXIONES PSICOPEDAGÓGICAS La necesidad de que la acción docente respete, y se adapte a ella, la diversidad de capacidades, intereses y motivaciones de los alumnos a los que va dirigida, es una de las consecuencias básicas de adoptar una concepción constructivista del aprendizaje escolar y de la enseñanza como marco de referencia para la comprensión de los procesos educativos escolares. La caracterización del aprendizaje escolar como una construcción activa por parte de los alumnos y de la enseñanza como un proceso de ayuda en constante ajuste a esta construcción (Coll, 1987, 1990; Coll y Solé, 1989), lleva, en efecto, directamente a la afirmación de que es necesario un tipo de enseñanza que se adapte a los alumnos (Miras, 1991) y consagra el principio de atención a la diversidad como eje básico de todo el planteamiento curricular derivado de esta concepción (Bolea y Onrubia, 1992). Dentro de este marco general, la importancia de adoptar el principio de atención a la diversidad como eje estructurador de la actividad docente resulta, si cabe, aún más acentuada en el caso de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). Por un lado, porque la diversidad entre los alumnos de ESO es particularmente manifiesta con respecto a anteriores etapas educativas; por otro, porque esa diversidad afecta de manera particularmente directa a la relación que los alumnos establecen con el aprendizaje y el entorno escolar. En efecto, la diversidad entre las personas aumenta conforme avanza su proceso de desarrollo y crece su bagaje de experiencias e intercambios con el medio. Y en el caso de los alumnos de ESO, este bagaje de intercambios incluye, entre otros aspectos, una historia escolar de éxito o de fracaso y toda una serie de relaciones cognitivas y afectivas con el propio hecho de aprender, que provocan un determinado autoconcepto (global y también académico), una determinada autoestima, determinadas metas y enfoques en relación al aprendizaje escolar, determinadas expectativas de éxito o fracaso académico y de la posibilidad o no de controlarlos, el dominio o no de ciertas estrategias y habilidades básicas de control y regulación del propio aprendizaje... ; en definitiva, todo un conjunto de factores que van a marcar de manera decisiva no sólo los significados que los alumnos van a construir gracias a la enseñanza, sino también y muy fundamentalmente el sentido que van a atribuir a su propio aprendizaje en el contexto escolar. De hecho, parece posible afirmar que la articulación de una respuesta adecuada a la diversidad puede considerarse (más si cabe en esta etapa que en las anteriores de la escolaridad obligatoria) la auténtica clave para mejorar la práctica educativa. Una respuesta adecuada a la diversidad de capacidades, intereses, motivaciones... que muestran los alumnos de esta etapa puede constituirse en el eje de una práctica docente que permita disminuir las tasas de fracaso y abandono entre los alumnos de estas edades; posibilitar una enseñanza más satisfactoria no sólo para los alumnos, sino también para los propios profesores; mejorar la «calidad de vida» en los centros, y, en definitiva, hacer que alumnos y profesores puedan desarrollar realmente su tarea de enseñar y aprender. Ahora bien, ¿a qué nos referimos específicamente cuando hablamos de «una respuesta adecuada» a la diversidad de los alumnos de ESO? Desde nuestra perspectiva, una respuesta adecuada a la diversidad en esta etapa supone esencialmente la estructuración de situaciones de enseñanza/aprendizaje suficientemente variadas y flexibles como para posibilitar que, en el marco concreto en el que se dan esas situaciones, el mayor número posible de alumnos accedan en el mayor grado posible al conjunto de capacidades que señalan los objetivos de esta etapa educativa. O dicho en términos algo más específicos, supone elaborar y estructurar, en los centros de ESO, formas de organización, diseño, desarrollo y seguimiento de las actividades y tareas escolares lo más diversas posible, que ofrezcan a los alumnos diferentes puntos de entrada y de conexión y que posibiliten por ello su implicación y participación, que faciliten diferentes tipos y grados de ayuda en la realización de las tareas, que estimulen la autonomía de los alumnos y la adopción por su parte de un rol cada vez más activo en la gestión y control de su propio aprendizaje, y donde sea posible, evaluar de manera continuada el proceso adecuando sus niveles y dimensiones. Esta manera de entender la respuesta a la diversidad en la ESO se opone frontalmente a la afirmación de que «atender a la diversidad es bajar los niveles» o a la caracterización de la atención a la diversidad como la diferenciación entre «alumnos estándar» que siguen un supuesto «currículum estándar» y «alumnos diversos» que siguen un «currículum diverso». Pero también se distancia de una manera de entender la respuesta a la diversidad en términos de todo o nada, en la cual la única atención adecuada supondría que todos y cada uno de los alumnos tuviesen actividades y recursos completamente específicos y diferentes a todos los demás, y que demandaría que cada profesor conociese completamente y en detalle los conocimientos y habilidades pertinentes de cada uno de sus alumnos en relación a cada uno de los aspectos y contenidos del currículum que hay que trabajar en el aula. Por el contrario, la caracterización que proponemos entiende la respuesta a la diversidad como algo consustancial a la propia actuación habitual de los profesores en el centro y en las aulas, dirigido, por tanto, al conjunto de los alumnos y en la línea de obtener los objetivos generales definidos para las áreas y para el conjunto de la etapa. Igualmente, entiende la respuesta a la diversidad como algo que (al igual que la significatividad de los aprendizajes que realiza el alumno o que el ajuste de la ayuda educativa que se le ofrece) se establece siempre en términos de grado, que admite múltiples procesos, momentos y realizaciones parciales, que sigue un curso temporal, y que depende de la situación de partida y de las características específicas del contexto en que se realiza. En la misma línea, concibe la respuesta a la diversidad como algo que puede y debe darse desde diversos planos (el centro, el ciclo, el seminario de área, el aula, la atención al alumno individual...) y desde diversas dimensiones (la organización del centro, su proyecto educativo y curricular, la estructuración concreta de espacios y tiempos, los agrupamientos de los alumnos, los materiales, las relaciones con el entorno inmediato...) y que va, por lo mismo, más allá del profesor individual y del marco de cada aula para transformarse en una tarea de centro y de equipo. En definitiva, la caracterización que proponemos entiende la atención a la diversidad como algo consustancial a la propia actividad docente, al igual que entiende que la existencia de la diversidad en las aulas es, en realidad, el punto de partida normal de cualquier proceso de enseñanza/aprendizaje. Que haya alumnos diversos (igual que profesores diversos o centros diversos) es lo habitual en cualquier situación educativa; lo excepcional no es lo diverso, sino lo uniforme. En este sentido, afrontar el problema de la diversidad es, en realidad, y en coherencia con lo que señalábamos al iniciar estas reflexiones, ni más ni menos que afrontar el problema de la enseñanza. Con ello no queremos decir en absoluto que sea un problema sencillo de resolver, porque la enseñanza es, desde la concepción en la que nos movemos, una tarea enormemente compleja (Onrubia, 1992), y porque las condiciones desde las que debe realizarse no son ideales en buena parte de los casos. Lo que queremos decir es que la preocupación por la atención a la diversidad no supone, en esta perspectiva, una complicación adicional del problema de la enseñanza, sino su propia esencia cuando se plantea de manera coherente. ALGUNOS CRITERIOS PSICOPEDAGÓGICOS Desde las reflexiones anteriores, la especificación de formas más concretas que puedan guiar en la práctica la respuesta a la diversidad supone, en realidad, un recorrido por el conjunto de decisiones organizativas y curriculares implicadas en el proceso de diseño y desarrollo de la acción docente habitual en la etapa. Todas ellas resultan, en efecto, atravesadas por el principio de respeto y atención a la diversidad, y desde todas ellas es posible contribuir a dar respuesta a esta diversidad. Así, un primer conjunto de criterios para la atención a la diversidad en la ESO tiene que ver con la concreción de los objetivos y contenidos que se trabajan realmente en el aula. A este respecto, los criterios fundamentales que hay que considerar tienen que ver con el tratamiento equilibrado de los diferentes tipos de capacidades y contenidos presentes en las áreas, y con la posibilidad de priorizar algunos de ellos en función de las características específicas de los alumnos. En particular, para no limitar y empobrecer artificialmente las situaciones y experiencias de aprendizaje por las que pasan los alumnos, parece esencial prestar la necesaria atención al trabajo de capacidades de equilibrio personal, de relación interpersonal y de inserción social, y no reducir artificialmente los objetivos de las áreas a las capacidades de carácter cognitivo o lingüístico. En el mismo sentido, parece necesario un tratamiento equilibrado de los contenidos conceptuales, procedimentales y normativo-actitudinales en las distintas áreas, evitando tanto la sobrecarga de contenidos conceptuales en determinadas áreas tradicionalmente «académicas» como la reducción de otras áreas (como la educación artística, la tecnología o la educación física) a espacios de mera práctica de destrezas y habilidades «manuales» más o menos mecánicas y desconectadas de su base conceptual y actitudinal y de los procedimientos de carácter más amplio y estratégico que forman parte de ellas. La atención más equilibrada a los distintos tipos de capacidades y contenidos puede suponer un instrumento enormemente poderoso para una más adecuada respuesta a la diversidad en esta etapa. De hecho, gran parte de los alumnos que presentan problemas en el aprendizaje en estas edades muestran, en realidad, dificultades ligadas al aprendizaje de determinados contenidos conceptuales que forman en muchas ocasiones el núcleo casi exclusivo del trabajo en el aula. Y si bien es evidente que esa atención equilibrada no les va a permitir, por sí sola, superar esas dificultades, sí va a facilitar, en muchos casos, que se realicen aprendizajes en otros ámbitos que quedarían bloqueados o relegados de otra forma, y sobre todo, que esos alumnos puedan modificar sustancialmente sus expectativas, atribuciones, metas... ante el aprendizaje escolar, y con ello el sentido que le atribuyen y su relación con la escuela y con el hecho de aprender de ella. También las decisiones relativas al cuándo enseñar, a la organización y secuenciación de los contenidos, pueden utilizarse como instrumento para dar respuesta a la diversidad. Podemos señalar, a este respecto, al menos cuatro criterios o consideraciones generales. El primero tiene que ver con lo que podríamos denominar una lógica «helicoidal» en la secuenciación de contenidos: en muchas áreas (las lenguas son tal vez un ejemplo paradigmático en este caso, pero no el único), los alumnos pueden beneficiarse de una secuencia de introducción de los contenidos que no los separa en unidades discretas y que se aprenden en un momento único y de manera aislada entre sí, sino que los presenta interrelacionados desde el inicio, aunque en un nivel muy global y simplificado, y avanza después hacia su representación y dominio cada vez más complejo, rico y matizado. En este tipo de secuencia (que entiende, por ejemplo, que los alumnos pueden participar a un cierto nivel en una determinada situación comunicativa en una lengua extranjera incluso cuando su dominio del léxico, de la fonética o de determinadas estructuras gramaticales es muy incipiente, y avanzar progresivamente en la riqueza y complejidad del conocimiento lingüístico que pueden poner en juego en la misma situación), los alumnos tienen siempre la oportunidad de participar al nivel que les sea posible en las actividades y tareas propuestas, pueden reelaborar progresivamente sus significados con respecto al contenido, y tienen menos riesgos de quedar descolgados por no dominar supuestos «prerrequisitos» para la tarea. En segundo lugar, incluso cuando este tipo de secuencia helicoidal es difícil de establecer globalmente, suelen poderse estructurar secuencias de contenidos que permiten retomar de manera sistemática determinados aspectos, ya trabajados, en el contexto de actividades nuevas, y establecer espacios de síntesis y reelaboración de anteriores contenidos, lo que permite asentar, revisar o completar aprendizajes eventualmente no realizados por algunos alumnos, al tiempo que otros pueden centrarse más en aspectos más «nuevos» implicados en la actividad. Un tercer criterio en relación a la secuenciación y organización de los contenidos que puede facilitar la atención a la diversidad tiene que ver con la conexión de los contenidos seleccionados en cada momento con los conocimientos previos de los alumnos en relación a la tarea que se les propone y con sus centros de interés «espontáneos» en distintos momentos; a este respecto, que los alumnos puedan participar en la selección de problemas o temáticas concretas para trabajar en cada área, de distintas maneras y a distintos niveles (participando en discusiones previas, realizando propuestas, escogiendo entre distintas posibilidades...), puede ser un eficaz medio de apoyo. Por último, criterios de organización de los contenidos basados en la interrelación entre aspectos considerados desde más de un área y en la vinculación de los contenidos trabajados a problemas y situaciones reales más o menos próximas al entorno cotidiano de los alumnos, suelen facilitar un espacio más amplio de puntos a través de los que éstos pueden «conectar» con lo que se les propone aprender. Un tercer conjunto de criterios en relación con la atención a la diversidad en la etapa que nos ocupa tiene que ver con las actividades de enseñanza y aprendizaje que estructuran finalmente lo que profesor y alumnos hacen en el aula. En este sentido, dos criterios fundamentales que es posible señalar son los de diversificación y flexibilidad. La diversificación supone que profesor y alumnos pueden y deben implicarse conjuntamente en muchos tipos de actividades y tareas distintos, marcados en cada caso por los propios objetivos y amplitud de las tareas. La flexibilidad remite a la necesidad de ir modificando el tipo y grado de intervención y apoyo por parte del profesor en esas actividades en función de la marcha del proceso y de sus propios objetivos. El equilibrio entre explicaciones del profesor y trabajo desarrollado bajo responsabilidad principal de los alumnos, el grado de definición de los objetivos y medios para cada actividad, el nivel de exigencia en el producto final de las actividades, el grado de apoyo a los procesos de resolución de las tareas bajo responsabilidad de los alumnos especificando qué pasos hay que dar o estableciendo guiones o consignas explícitas de trabajo, el ritmo de introducción de información nueva, la mayor o menor facilitación de recursos y fuentes de obtención de información... son otros tantos elementos que pueden y deben ir modificándose en el desarrollo de las actividades, traduciendo ese criterio de flexibilidad. La posibilidad de que los alumnos participen de diversas formas en la elección de las actividades, el planteamiento de tareas más o menos amplias que admitan diversos niveles de ejecución y la definición de diversos tipos de soluciones o productos finales, la vinculación de las actividades a problemas cercanos a los alumnos y su entorno, y la existencia de opciones dentro de las actividades y tareas, son otros tantos criterios que hay que considerar en este ámbito. También las formas de organización de las actividades, en particular, y del conjunto de la vida del aula, en general, pueden manejarse con criterios que faciliten la atención a la diversidad de los alumnos. En este sentido, puede resultar particularmente relevante la utilización habitual del trabajo en parejas o en pequeño grupo, en tanto posibilita la participación más activa de todos los alumnos desde sus propios puntos de partida, favorece la confrontación de opiniones y puntos de vista, promueve el intercambio y la regulación mutua entre los alumnos, permite la tutoría y apoyo entre ellos, ayuda a tomar en consideración la perspectiva de otros, etc. Igualmente, pueden apuntarse como criterios el establecimiento habitual de situaciones en que los alumnos, individualmente o en grupo, puedan planificar y desarrollar por su cuenta las tareas y solicitar al profesor la ayuda que en cada momento necesiten; el que la organización del aula permita a alumnos o grupos de alumnos diferentes estar trabajando en tareas distintas en un mismo momento (por ejemplo, en el marco de una Unidad Didáctica más amplia) o a diferentes alumnos tardar un tiempo significativamente distinto en realizar una misma tarea; y la utilización por parte del profesor de diversas formas específicas de intervención ante las dudas o dificultades de los alumnos. Otro criterio esencial en este punto remite al establecimiento en el aula de un clima afectivo y relacional basado en la confianza, la seguridad y la aceptación mutuas entre profesor y alumnos, desde el cual pueda facilitarse la participación e implicación de éstos. Por último, también es posible incluir aquí la utilización, de manera más o menos puntual o permanente, de determinadas formas globales de organización y funcionamiento del aula, como el trabajo por proyectos o la realización de talleres, si bien la utilización de estas formas de organización supone, en realidad, combinar criterios pertenecientes a la mayoría de los aspectos que estamos considerando. Dos nuevos conjuntos de criterios en relación a la atención a la diversidad en la ESO remiten, respectivamente, a las decisiones sobre la distribución de espacios, tiempos y agrupamientos de los alumnos, y a las relativas a los materiales didácticos y a los recursos del entorno. En cuanto a las primeras, los criterios de diversificación y flexibilidad a los que en un momento dado hemos hecho referencia vuelven a ser válidos aquí. Una adecuada atención a la diversidad en ESO resulta difícilmente compatible con una estructura horaria rígida y estática, con una utilización de los espacios que se limite al aula tradicional, y con un agrupamiento de los alumnos que mantenga de forma inflexible y permanente el grupo-clase completo como unidad única de referencia para el trabajo cotidiano. Módulos horarios diversos en razón de determinadas necesidades docentes, así como la posibilidad de revisarlos o flexibilizarlos en momentos puntuales; una diversificación de los espacios que sirven de base a las actividades de enseñanza/aprendizaje (desde los cambios internos y puntuales en la «geografía del aula» para desarrollar tareas específicas hasta el uso de las aulas especializadas a los espacios comunes, como la biblioteca, el gimnasio o el patio del centro, o determinados espacios polivalentes); momentos de desdoblamiento de grupos, de trabajo en grupos pequeños o de entrada de más de un profesor en una misma aula; posibilidad de circulación de determinados alumnos individuales a otros grupos-clase; agrupamientos flexibles en tareas específicas, etc., parecen, en este sentido, elementos que hay que considerar e introducir paulatinamente en la práctica habitual de este nivel educativo, en la medida de lo posible. Igualmente, un criterio de diversificación parece necesario en relación a los materiales y fuentes de información y documentación con que es necesario que trabajen alumnos y profesores en cada una de las áreas, tanto de manera más o menos permanente como para su consulta o utilización ocasional. Por último, la conexión con el entorno más cercano a los alumnos, con los problemas y situaciones próximas, parece también un criterio que puede favorecer la incorporación al trabajo escolar de una gama de experiencias y situaciones susceptible de conectar en mayor medida con las diversas motivaciones e intereses de los alumnos. En este sentido, cabe remarcar que, en una etapa que constituye el punto final de la escolaridad obligatoria y que va a suponer el final de la escolarización para muchos alumnos, todos los aspectos vinculados a la transición al mundo laboral y a la experiencia social más allá de la escuela adquieren un papel central. El último conjunto de criterios que queremos mencionar tiene que ver con las formas e instrumentos de evaluación. Resulta evidente que un conjunto de criterios como los propuestos hasta aquí, y la apuesta que suponen por una escuela abierta a la diversidad, son radicalmente incompatibles con formas de evaluación exclusivamente sumativa, centradas sólo en los contenidos conceptuales, limitadas a un único tipo de instrumentos y con una función esencialmente acreditativa y de sanción positiva o negativa. La atención a la diversidad exige esencialmente disponer de indicadores e informaciones sobre la marcha del proceso de enseñanza/aprendizaje y sobre lo que los alumnos van aprendiendo, como referente para ajustar la acción educativa. Desde este punto de vista, el objetivo primordial de la evaluación es el de proporcionar informaciones de diverso tipo que resulten útiles para modificar en consecuencia el proceso en marcha en el aula, y la evaluación no es un recurso puntual, sino un proceso continuo que se entrecruza con el propio proceso de enseñanza/ aprendizaje. A este respecto, es posible apuntar tres grandes criterios. En primer lugar, la evaluación debe reflejar la diversidad de contenidos y capacidades de cada área: no es posible mantener el tratamiento equilibrado entre, por ejemplo, contenidos conceptuales y procedimentales al que hacemos referencia antes, si lo único que se evalúan son los conceptos. Y en este sentido es necesario recordar que los diferentes tipos de contenidos exigen formas de evaluación igualmente diferenciadas y específicas. En segundo lugar, los momentos, situaciones e instrumentos de evaluación deben ser diversos y variados. Es necesario evaluar al principio, durante y al final de cada fase (Unidad didáctica, tema, crédito, nivel...) del proceso de enseñanza/aprendizaje. Es necesario igualmente obtener información tanto a partir de las actividades de enseñanza/aprendizaje habituales como a partir de actividades específicas de evaluación, y en ambos casos debe buscarse en una muestra de situaciones que reflejen la variedad de actividades realmente realizada en el área. Y es también necesario incorporar de manera habitual instrumentos de evaluación como la observación y el seguimiento de las actuaciones cotidianas de los alumnos en el aula, la valoración de productos parciales o finales realizados por los alumnos en el curso de las distintas actividades, la entrevista personal, la discusión y el debate oral, el pasar cuestionarios o la demanda de pequeños comentarios escritos en relación a la marcha de la clase o la realización de actividades específicas de carácter individual o grupal que obliguen a la recontextualización y al uso autónomo de los contenidos trabajados. En tercero y último lugar, es importante conseguir la participación e implicación activa de los alumnos en el proceso de evaluación, tanto por lo que implica en relación a la marcha de la clase en sí como por los beneficios que puede suponer en orden al propio aprendizaje que realicen. En este sentido, que conozcan y compartan los criterios de evaluación, que puedan participar progresivamente en su discusión y elaboración, que evalúen con el profesor su propia actuación y la autoevalúen, que participen en la toma de decisiones en relación a su propio proceso de aprendizaje a partir de los resultados de la evaluación, o que puedan realizar sugerencias, indicaciones, propuestas... en relación al funcionamiento global de la clase y a las actividades que se van realizando, son prácticas que es necesario implantar de forma progresiva a lo largo de la etapa, y que pueden mejorar notablemente, cognitiva y afectivamente la relación de los alumnos con su propio proceso de aprendizaje. De acuerdo con las reflexiones con que abríamos este artículo, los criterios que acabamos de proponer deben entenderse como un conjunto de orientaciones y no de prescripciones directas. Un conjunto, por lo demás, abierto y no exhaustivo, susceptible de adaptación y modificación en cada contexto, y que no pretende suponer un modelo más o menos ideal que pueda implantarse de forma automática independientemente de las características y punto de partida de cada centro y cada aula, sino, simplemente, una posible guía para el análisis y la acción en el margen de posibilidades ofrecido por cada situación concreta. En particular, entendemos que los diversos criterios señalados pueden y deben reelaborarse desde el marco de las distintas áreas que configuran la etapa, ya que en cada una de ellas pueden plasmarse de maneras distintas, tomar pesos específicos y llevar a actuaciones con características peculiares. En este sentido, creemos que la información psicopedagógica, que es la que está en la base de nuestras reflexiones y criterios, debe coordinarse y matizarse con la información proveniente de cada una de las didácticas específicas implicadas y de las múltiples experiencias pedagógicas de enseñanza abierta a la diversidad que es posible encontrar en el trabajo habitual de muchos profesores y centros en el ámbito de la ESO (véase, por ejemplo, Pla, 1989). Nuestro objetivo ha sido, únicamente, el de presentar y argumentar una determinada manera de entender la respuesta a la diversidad en esta etapa, y mostrar algunos de entre la amplia variedad de recursos y niveles de respuesta a esa diversidad que es posible articular desde las aulas y los centros. BIBLIOGRAFÍA BOLEA, E.; ONRUBIA, J. (1992): «La importancia de los objetivos en el currículum escolar». Aula de Innovación Educativa 8, 45-50. COLL, C. (1987a): Psicología y currículum. Una aproximación psicopedagógica a la elaboración del currículum escolar. Barcelona. Laia. COLL, C. (1990): «Un marco de referencia psicológico para la educación escolar: la concepción constructivista del aprendizaje escolar y de la enseñanza». En C. Coll, J. Palacios y A. Marchesi (comps.): Desarrollo psicológico y educación, II. Psicología de la Educación. Madrid. Alianza. COLL, C.; SOLÉ, I. (1988): «Aprendizaje significativo y ayuda pedagógica». Cuadernos de Pedagogía, 168, 16-20. MIRAS, M. (1991): «Diferencias individuales y enseñanza adaptativa». Cuadernos de Pedagogía, 188, 24-27. ONRUBIA, J. (1992): Interacción e influencia educativa: aprendizaje de un procesador de textos. Tesis doctoral no publicada. Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Barcelona. PLA, L. (1989): Enseñar y aprender inglés. Bases psicopedagógicas. Barcelona. ICE/Horsori. * Tomado de Aula de Innovación Educativa. Número 12, Año II, Marzo 1993, pp. 45-51