Seminario Internacional: “Estudios Comparativos sobre la

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Seminario Internacional: “Estudios Comparativos sobre la
Democratización de las Familias y la Democratización Socio-política:
Una aproximación integradora de las esferas privadas y públicas”
Movimientos de mujeres: Negociaciones de los contratos sociales
en espacios intergubernamnetales multilaterales y entre
movimientos transnacionales1
por
Josefa Francisco y Peggy Antrobus
I. Los movimientos sociales y los contratos sociales
Los recientes lanzamientos de acciones espectaculares de resistencia global contra
los actores sociales dominantes y sus políticas y prácticas por parte de un ‘movimiento
antiglobalización’ emergente (Eschele, 2005) – también conocido como ‘la globalización
alternativa’ (Chesters en Johns y Thompson, 2003) o ‘la globalización desde abajo’
(Brecher et al, 2000) – ha renovado el interés por el estudio de los movimientos sociales.
Tanto para los académicos como para los activistas, los movimientos sociales constituyen
colectividades que surgen en respuesta a los problemas planteados por el desarrollo de la
sociedad. Sin embargo, aparte de este concepto amplio, no existe acuerdo acerca de las
características que los distinguen: cómo se constituyen y organizan los movimientos
sociales, cuáles son sus estrategias e ideología, y si sus metas y visión política son
progresivas o retrogresivas para la totalidad o una parte de la humanidad. Citamos:
Algunos teóricos incluyen la movilización sobre la base de la identidad;
otros enfatizan los intereses compartidos; algunos ponen el acento sobre
la irracionalidad; otros sobre la racionalidad; hay quienes enfatizan la
organización formal, y quienes acentúan las redes horizontales; los que
1
priorizan el lobismo orientado a las instituciones, y los que destacan el
activismo extrainstitucional. Quisiera sugeriri que todas estas formas y
orientaciones pueden integrar el activismo de los movimientos. (Eschele
en Eschele & Maiguashca, 2005: 20).
Asimismo, académicos y activistas concuerdan en que las particularidades de los
movimientos sociales dependen de sus propios contextos de relaciones materiales y
culturales, así como de la superposición de la sociedad civil con las instituciones del
estado, del mercado, y de la familia en las que se ubican. En la mayoría del sur, el
surgimiento y la expansión de movimientos sociales nacionales que incluían formas
novedosas, tales como los derechos ecológicos, feministas, y sexuales, y movimientos
comunitarios locales se encontraron dentro de sociedades civiles inclusas en un orden
social preindustrial “caracterizado por la represión política, la pobreza decidida o
absoluta, y el ‘subdesarrollo’ sostenido” (Onuki, 2003). Otro elemento impactante para la
formación de estos grupos de la sociedad civil y sus intereses sociales fueron las
impugnaciones provenientes de una plétora de colectividades no estatales y de
comunidades tradicionales (étnicas, religiosas, de casta, de clanes, de lazos de
parentesco) y de entidades contemporáneas, ya fuesen corporaciones multinacionales u
organismos internacionales. Todo ello apunta a la variedad del espectro de los actores
sociales civiles en el sur, incluyendo los movimientos sociales, que se constituyen e
identifican por las diferencias entre sí y con sus equivalentes del norte. Las feministas
que llevan largo tiempo de compromiso con los movimientos de mujeres reflexionan
sobre los movimientos sociales desde la siguiente perspectiva:
“Un modo de pensar cualquier movimiento social consiste en preguntar si
representa una política de identidad centrada en las necesidades o
preocupaciones
de
un
grupo
particular
de
individuos,
o
si
conscientemente propone una visión de la sociedad como un todo. En la
brusquedad de la lucha política, aquellos que se oponen a un determinado
1
Esta es una versión actualizada de un trabajo escrito en 2006-07 que formó parte del diálogo interno
sostenido por miembros de Alternativas para el Desarrollo con las Mujeres para una Nueva Era acerca de
2
movimiento social a menudo dirán que éste representa un interés limitado
cuando no ‘egoísta’. Sus defensores generalmente alegarán que de los
beneficios obtenidos por los miembros del movimiento derivará el bien
general para toda la sociedad. Naturalmente, cuanto más numeroso sea el
grupo en cuestión, resulta más probable que el centrarse en las
necesidades de sus miembros devenga en cambios sociales sustantivos.
Sin embargo, nuestra diferenciación entre la política de identidad y un
proyecto social va más allá de la materialización de un cambio social.
Propugnar un proyecto social implica una visión que incluye a la
sociedad toda; que los cambios buscados beneficiarán a todos por igual.
Un proyecto social también equivale a transformar instituciones,
prácticas, y creencias sociales, y no la mera búsqueda de un lugar mejor
dentro de las instituciones y estructuras existentes”. (Antrobus y Sen en
Batliwala, 2006: 206)
Donde alguna vez la sociedad civil y los movimientos sociales fueron entendidos
en relación con el estado-nación, en el presente existe la socialización popular y la
teorización académica de conceptos tales como la sociedad civil global y los movimientos
sociales globales. Se dice que los horizontes de los movimientos sociales, entre los que se
cuentan los movimientos de mujeres, se han ampliado con la mayor concientización de la
‘escala planetaria’ de sus problemas, estrategias, y acción política (Vargas, 2003). Los
procesos y conferencias llevados a cabo por las Naciones Unidas en las décadas de los
’80 y los ‘902 conformaron un terreno importante que facilitó el proceso de expandir el
alcance, el abanico, y el potencial de las luchas y el activismo de las mujeres. En aquellos
años, un gran número de movimientos de mujeres que luchaban por generar políticas y
procesos de estado dentro de los límites ‘soberanos’ del estado-nación comenzó también
a incluir, en su agenda política, la igualdad con el hombre y la determinación conjunta de
la vida estatal y social en el plano internacional. Lo mismo puede decirse de los
movimientos de mujeres del norte, que luchaban para mejorar los marcos legales e
los contratos sociales (DAWN).
3
institucionales de la gobernabilidad en los estados desarrollados, y de los movimientos de
mujeres del sur que surgieron de luchas independentistas nacionalistas o de la resistencia
democrática a los regímenes autoritarios. Finalmente, esto impulsó la creación de nuevos
sistemas de gobernabilidad en muchos países en vías de desarrollo.
De norte a sur, las feministas y los movimientos de mujeres continuaron
compartiendo análisis y debates acerca del por qué y el cómo de la exclusión,
marginalización, e invisibilidad de las mujeres en los contratos sociales que dieron origen
al estado moderno y a los sistemas interestatales. Si bien las académicas feministas y las
activistas de los derechos de las mujeres estaban de acuerdo con los teóricos respecto de
la idea de que existía un contrato sexual inequitativo que apuntala el poder político y la
autoridad centralizados en el estado (e.g. Pateman, 1988), por otra parte reconocían que
los movimientos de mujeres han logrado mostrar la naturaleza extremadamente
excluyente de la ciudadanía centralizada en el estado para así obtener derechos parciales
(Vargas, 2003; Antrobus, 2004). Tal como señala Sassen en Joppke (1998: 70), “Si bien
los derechos humanos internacionales se encuentran arraigados en los documentos
fundacionales de los estados-nación, hoy en día constituyen una fuerza capaz de minar la
autoridad exclusiva del estado sobre los ciudadanos, contribuyendo así a transformar el
sistema interestatal y el orden legal internacional”.
Para muchas femenistas, participar en las Naciones Unidas tendía a asegurar un
lugar eficaz donde situar la defensoría de los derechos y las negociaciones políticas.
Dichas negociaciones no estaban necesariamente dirigidas a cuestionar la soberanía del
estado-nación, sino que más bien se esperaba impulsar la implementación de las reformas
necesarias para lograr el avance y la protección de los derechos humanos de las mujeres
así como de otros grupos nacionales discriminados y empobrecidos. Por otra parte, cabe
mencionar que algunas feministas, a quienes se les hizo difícil proteger y promover los
derechos humanos de las mujeres dentro de su propio ámbito nacional, donde el poder
consolidado se encontraba en manos de fuerzas extremadamente patriarcales, llegaron a
2
Para mayor información, ver Antrobus, Peggy (2004). The Global Women’s Movement: Origins, Issues,
and Strategies. Zed Books. Londres.
4
acoger con agrado la posibilidad de estados debilitados. Como dijera una feminista y
activista de Sri Lanka, país devastado por la guerra, “es posible que, después de todo, la
fragmentación del estado no sea mala para las mujeres” (Entrevista con Sunila
Abeyesekera en Marketization of Governance Video [Video sobre La gobernabilidad
basada en el libre mercado, 2000)].
El activismo feminista en pos de un contrato social global que contemple los
derechos humanos de las mujeres ha llevado a algunos grandes compromisos en el campo
de las políticas internacionales y a virajes en los discursos sobre las políticas. Entre ellos
se destaca la creación de importantes acuerdos globales que ahora reconocen plenamente
toda forma de violencia contra las mujeres como una violación de los derechos humanos.
También pueden verse beneficios considerables en el reconocimiento internacional de los
derechos sexuales y reproductivos, al proyectarse en la esfera pública cuestiones que
hasta entonces se consideraban ‘privadas’. El despliegue de los derechos humanos en el
centro de la crítica y la lucha alrededor de las políticas neoliberales de intensificación del
comercio y de la expansión de los mercados financieros también puede atribuirse, en
parte, a la crítica feminista de las políticas macroeconómicas, dado que dicha crítica se
propone construir una economía alternativa que dé visibilidad a la esfera reproductiva de
lo social.
Hay que admitir que el proceso de llevar a cabo un contrato social global acerca de
los
derechos
humanos
de
las
mujeres
y
que
se
encuentre
contemplado,
fundamentalmente, en el marco de las Naciones Unidas, no puede despegarse de las
múltiples capas que conforman la dinámica del poder. En última instancia, esta lucha por
el poder refleja las tensiones y contradicciones que los estados sostienen acerca de una
cantidad de cuestiones, entre las cuales no es menor el esfuerzo de los países en vías de
desarrollo por conseguir, mediante una diplomacia internacional y un diseño de políticas
más justas, la emancipación genuina de un mundo política y económicamente dividido e
inequitativo. En tal sentido, se han vivido momentos de gran complejidad, cuando
negociaciones multilaterales simultáneas sobre dos acuerdos diferentes llevaron a
sacrificar el lenguaje de los derechos de las mujeres a cambio de determinado texto
5
referido a concesiones económicas. De manera similar, las violaciones a los derechos
humanos también fueron usadas para desacreditar a uno u otro estado y justificar, por
ejemplo, la intervención militar, tal como sucedió en el caso del ataque estadounidense a
Irak. Además, la postura de un estado frente a los derechos humanos de las mujeres no
sólo no se mantiene firme sino que bien podría desplazarse radicalmente hacia el extremo
opuesto de posturas anteriores. Un ejemplo reciente de ello se halla en la aprobación de la
Ley Mordaza [Global Gag Rule] bajo el régimen neoconservador y ultrapatriota del
gobierno de Bush (Sen, 2006).3
II. De las cumbres a la resistencia global
Se puede distinguir entre un movimiento de mujeres internacional y uno ‘global’.
Mientras que el movimiento internacional se formó en el contexto de la Década de
Naciones Unidas para la Mujer, puede decirse que el movimiento global surgió de los
procesos de las cumbres globales llevadas a cabo en la década de 1990 (Antrobus, 2004).
La movilización de la women’s advocacy* durante los procesos de las cumbres
globales para el medio ambiente (1992), para los derechos humanos (1993), para la
población (1994) y para el desarrollo social (1995) reforzó el compromiso de un
incipiente movimiento transnacional de mujeres cuya característica global residía en la
problemática, la ubicación, y la perspectiva. En las cumbres mencionadas, las líderes
feministas trabajaron, con bastante éxito, para llevar a la mesa de negociaciones la
perspectiva feminista, con marcos novedosos para los temas a tratar.
La habilidad de las feministas para negociar posturas compartidas y complejas y
para cambiar los términos de los debates y de los marcos teóricos surgidos de estas
cumbres se debía, en parte, al hecho de que, a pesar de sus diferencias y diversidad, los
movimientos de mujeres tienen metas y objetivos en común, lo cual las impulsa cada vez
más hacia una mayor coherencia en los debates referidos a políticas sobre el medio
3
Mientras se estaba actualizando el presente trabajo para su publicación en este volumen, el recientemente
electo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, rescindió esta política.
6
ambiente, los derechos humanos (incluyendo la violencia contra las mujeres), la
población, y la pobreza.
La negociación de posturas compartidas también fue facilitada por la metodología
empleada por las académicas y activistas feministas del Tercer Mundo que constituyeron
la red global del sur denominada Alternativas de Desarrollo para las Mujeres en una
Nueva Era (DAWN) y creada a fines de la Década para la Mujer. El análisis holístico de
DAWN, publicado en 1985, de los lazos sistémicos entre las crisis de endeudamiento y el
deterioro de los servicios sociales, la seguridad alimentaria y la degradación ambiental, el
militarismo, el crecimiento del fundamentalismo religioso y el conservativismo político
que llevaron a una “crisis de la reproducción” jugó un papel decisivo para la creación de
un marco analítico que empoderara la defensoría feminista durante la duración total de
las cumbres de los años ‘90 (Sen and Grown, 1987).
La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing en 1995, mostró
la nueva conciencia de la universalidad e indivisibilidad de los derechos de las mujeres y
requirió de un enfoque ‘basado en los derechos’ para el tratamiento de cuestiones
sociales, económicas, y políticas. En esta ocasión, la plataforma de DAWN abrió nuevos
caminos al rechazar la incipiente dicotomía entre estado y mercado mediante la pregunta
fundamental: ¿Qué clase de estado? ¿Qué clase de mercado? Visto así, DAWN impulsó
una estrategia que “desafiara al mercado, reformara el estado, y construyera la capacidad
de la sociedad civil” durante un proceso que preveía el nacimiento de un cambio social
que colocara a la economía (al mercado) al servicio del desarrollo humano y no al revés.
En consecuencia, los procesos desarrollados en ocasión de la Década de las
Naciones Unidas para la Mujer y las cumbres de los ’90 contribuyeron a que los
movimientos de mujeres sustentados en los derechos de las mujeres y en la identidad de
género se involucraran cada vez más en el proyecto más amplio de la transformación
social de los sistemas, estructuras, instituciones, y relaciones que conducen a la
*
El término refiere a la defensa de los derechos de las mujeres, pero se ha decidido dejarlo en inglés por ser
conocido universalmente en su expresión original [N. de la T.]
7
marginalización de grandes grupos y poblaciones y a la mismísima destrucción del
planeta.
No obstante, en el nuevo milenio las Naciones Unidas se vieron sumamente
debilitadas, a medida que la preeminente Organización Mundial del Trabajo unida al
Proyecto Bretton Woods* dominaban la gobernabilidad global y, con su paradigma
neoliberal, amenazaban desligitimar el enfoque del desarrollo basado en los derechos que
propugnaba las Naciones Unidas. La necesidad de enfrentar abiertamente estas
instituciones y los lugares y mecanismos por ellas utilizadas para promover la
glonalización neoliberal llevó a nuevas formas de organización transnacional entre los
diferentes grupos, con una agenda común que se oponía a la gobernabilidad basada en el
libre mercado y la vida social. Los procesos internacionales de las activistas
interrelacionaron eficazmente un grupo heterogéneo de movimientos cívicos, sindicatos,
grupos de mujeres, y ONGs que aportaron la pluralidad de sus defensorías a las
conversaciones y luchas desarrolladas en terrenos globales, donde las estrategias,
campañas y acciones, y análisis unificados se construyeron democráticamente. Pronto las
resistencias globales al neoliberalismo se entrelazaron con la lucha global contra el
militarismo y la guerra, logrando así un mayor grado de articulación entre diversos
movimientos y redes sociales y ONGs para una resistencia concertada y multilateral en el
ámbito global.
El surgimiento de movimientos transnacionales de resistencia contra la
globalización neoliberal, el militarismo, y la guerra trajeron aparejadas dos consecuencias
importantes para el activismo de los movimientos de mujeres. La primera consiste en que
las feministas y los defensores de los derechos de las mujeres que adquirieron destreza y
se familiarizaron con los modos establecidos del trabajo en común dentro del marco de
las Naciones Unidas ahora deben explorar nuevas convergencias, lenguajes, e imágenes
en tanto la articulación atraviesa un espectro aún más amplio de grupos de mujeres,
incluyendo aquellas que fueron tradicionalmente excluidas de los espacios e instituciones
formales. Al mismo tiempo, las feministas se enfrentan al desafío de gobernar su nave a
*
Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional [N. de la T.]
8
través de diferencias ideológicas, tensiones y contradicciones en estos lugares de
contenido pluralista donde otros movimientos sociales y hombres y mujeres activistas se
traban en combate a partir de la diversidad de su historia, ideologías, prioridades políticas
y actitudes hacia las relaciones de género/ relación a la mujer.
III. El Foro Social Mundial y los movimientos transnacionales de mujeres
La primera edición del Foro Social Mundial (WSF) se realizó en Porto Alegre,
Brasil, en 2001. Según su sitio web oficial, el Foro es “un lugar de encuentros abiertos
donde los movimientos sociales, las redes, las ONGs y otras organizaciones de la
sociedad civil que se oponen al neoliberalismo y a un mundo dominado por el capital o
cualquier otra forma de imperialismo se reúnen para desarrollar sus ideas, debatirlas
democráticamente, formular propuestas, compartir libremente sus experiencias y
asociarse en redes a los fines de acciones eficaces [...] Ha adoptado la forma de un
proceso mundial permanente que busca y construye alternativas a las políticas
neoliberales” (http://www.forumsocialmundial.org.br). Además del WSF global, se han
llevado a cabo eventos policéntricos, regionales, y temáticos en todo el mundo. Por
añadidura, existen innumerables encuentros y acciones de resistencia al estilo del WSF
iniciadas de manera autónoma por diferentes grupos y redes.
Desde los inicios del Foro Social Mundial, las mujeres se involucraron en él en
carácter de representantes de redes y organizaciones de mujeres, así como voceras de
otras formas de organización y movimientos. Estas identidades diferentes, a veces
múltiples, pueden llevar a confusión, y quizá sea necesario distinguir entre ambos tipos
de participación. Como quiera que sea, las feministas han tenido que luchar dentro del
WSF para conseguir espacios en los cuales articular sus intereses y puntos de vista
específicos. Al decir de Virginia Vargas (2005:108-109)
“En el primer Foro, las mujeres constituían el 54% de los participantes, pero
menos del 15% en los paneles más importantes del programa ‘oficial’ del
Foro. La proporción comenzó a modificarse durante el segundo WSF, en el
9
cual la presencia femenina adquirió mayor visibilidad en los paneles y
seminarios oficiales. En el tercer WSF se produjo un cambio radical: dos de
las cinco áreas temáticas estuvieron a cargo de grupos feministas (la Marcha
Mundial de las Mujeres y la Articulación Feminista Macrosur). En el cuarto
WSF, realizado en Mumbai, India, las feministas tuvieron a su cargo varios
de los paneles autoconvocados, utilizando una metodología clara con base
en la interacción entre movimientos a través del Panel de Diálogo entre
Movimientos. Tuvieron también presencia activa en el Comité Organizador.
Algunos hombres comparten la preocupación por una presencia más
equitativa…”
Al interior del WSF existen tensiones permanentes entre las agendas particulares
y la necesidad de apoyar la ampliación de las convergencias y de las campañas en común.
Por ejemplo, los movimientos que manifiestan opiniones intolerantes frente a la
diversidad sexual y a la igualdad entre hombres y mujeres tendrían problemas al
momento de discutir temas relativos al feminismo autónomo y demandas acerca de la
diversidad sexual. Las feministas que apoyaron la negativa de conceder espacios en el
WSF a grupos que se valían de medios violentos se encontraron con la desaprobación de
algunos miembros de movimientos antibélicos y de izquierda que simpatizaban con la
lucha armada contra el imperialismo. Además, había quienes insistían en que los grupos
políticos con ideología religiosa debían ser evaluados en términos de su postura política
frente al neoliberalismo y a la guerra antes que sobre la base de sus opiniones religiosas
acerca de la vida social, incluidas las relaciones de género. Asimismo, una parte
considerable de los movimientos de las bases populares y de las redes integradas por
pobres contaban con el apoyo del Vaticano, que repetidamente se había mostrado
intolerante para con los individuos que no se ajustaban a la construcción binaria
masculino/femenino (por ejemplo, los homosexuales, las lesbianas, los transexuales, etc.)
y para con las feministas dentro de la comunidad religiosa.
Es por ello que el diálogo social y el debate político entre los movimientos
sociales resulta crucial en los espacios de lucha y en las acciones de los distintos grupos.
10
En la modificación que se está llevando a cabo dentro de la política de masas, las
feministas representan uno de los grupos que con mayor apasionamiento enarbolaron la
necesidad incesante de construir y enriquecer la cultura democrática en el seno de los
movimientos sociales. Su argumento es que la resistencia activa de la política de masas
necesita dar cabida a la interacción dinámica de proyectos cívicos y políticos en
competencia y evaluar constantemente la relación entre lo específico y lo contingente de
las comunidades en tanto se procura explorar diversas alternativas.
Nuestras experiencias al tratar de interconectar las aspiraciones de las mujeres a
obtener su emancipación, las cuestiones de género, y los procesos feministas con la
“corriente masculina” del WSF es una historia de luchas continuas marcada por algunos
momentos felices y por resultados inciertos. Las lucecitas que iluminan los momentos
felices incluyen lo siguiente:
(1) A menudo, uno de los primeros problemas que las feministas ponen sobre la
mesa, dentro del contexto de la lucha hombro a hombro con los hombres, es el
acoso sexual. El respeto por el cuerpo de la mujer y el estar a cubierto de la
violencia y el abuso sexual masculino constituyen dos elementos fundamentales
del contrato social entre activistas de ambos sexos.
(2) En grado menor, existe una cauta tolerancia para con la elección sexual,
identidades abiertas, y diversidad de estilos de vida que lentamente transgreden
los modos heteronormativos de pensamiento y conducta en las ONGs,
movimientos sociales, y partidos políticos progresistas.
(3) Hay un cierto reconocimiento genuino del claro aporte feminista a la
construcción de mundos alternativos y a la determinación de problemas en las
plataformas o programas políticos de los movimientos. El derecho a la
autodeterminación reproductiva, el respeto por la diversidad y tolerancia sexual,
el reconocimiento de la reproducción social en una economía alternativa (la
‘economía del cuidado’), y la lucha contra la violencia ejercida sobre las mujeres
11
fueron conquistados por las feministas mientras negocian a través de las
complicadas redes de los movimientos sociales.
La influencia sigilosa de las ideas fundamentalistas y el resurgimiento de las
tendencias patriarcales dentro de los movimientos sociales y de las luchas personales
como respuesta a la globalización se han convertido en un gran reto para las feministas y
activistas por los derechos de la mujer. Por ejemplo, en el espacio del Foro Social
Mundial, la valorización y socialización de las ideas fundamentalistas a los efectos de
disciplinar y marcar el cuerpo de la mujer para transformarlo en un símbolo de lo
moralmente correcto, de la diversidad religiosa, y de la militancia política plantea serios
riesgos no sólo para las feministas y los movimientos de mujeres sino también para los
movimientos sociales y progresistas dondequiera que se encuentren.
Presentamos dos casos a modo de ilustrar de qué manera las feministas están
reorganizando los contornos metodológicos y de contenido en la política transnacional de
los movimientos interconectados. El primero refiere a los Diálogos Feministas que
surgieron desde el interior del WSF, mientras que el segundo muestra una situación
parcial aunque aleccionadora ocurrida en la Fuerza Feminista de Tareas dentro de la
Campaña Global contra la Pobreza (GCAP).
Los “Diálogos Feministas”
Los “Diálogos Feministas” fueron creados en 2003 para brindar un espacio al
análisis feminista y a la construcción movimientista que precediera al cuarto WSF a
realizarse en Mumbai, India4. Era la respuesta a la necesidad de las feministas que
habían estado concurriendo a las actividades del WSF desde sus inicios, cuando la
creación de un espacio para la solidaridad feminista y la construcción de los movimientos
4
Los Diálogos fueron organizados por un equipo principal compuesto por siete organizaciones, entre las
que se contaban la Indian National Network of Autonomous Women’s Groups (NNWAG) [Red Nacional
de Grupos de Mujeres Autónomas de la India], INFORM-Sri Lanka, redes regionales del África (African
Women’s Development and Communications Network, FEMNET) [Red de Mujeres Africanas para el
Desarrollo y la Comunicación], y América Latina (Articulation Feminista Marcosur, AFM) y DAWN,
WICEJ y ISIS International-Manila.
12
se consideraron cruciales antes de ingresar en el WSF, ampliamente dominado por los
hombres. El espacio de los Diálogos Feministas estaba dedicado a “la discusión política y
a compartir los análisis y la acción común entre organizaciones feministas [para]
fortalecer la capacidad de los movimientos para organizarse y resistir, para suavizar e
inclusive revertir los golpes de la globalización” (Santiago, 2004: 12). El proceso de los
Diálogos Feministas deviene del reconocimiento de que la agenda feminista y la de los
movimientos de mujeres en pro del cambio social “trasciende la oposición al
neoliberalismo y a un mundo dominado por el capitalismo, por todas las formas del
imperialismo y de la hegemonía cultural… (y exige)… una toma de posición contra la
opresión y la discriminación basadas en el género, la raza, la etnicidad, la clase, la casta,
la nacionalidad y la orientación sexual (Ibid).”
Para muchas de las participantes en los primeros Diálogos, era su experiencia
iniciática en un diálogo transnacional dentro de un grupo de organizaciones de mujeres
provenientes de distintos movimientos (Vargas, 2005: 110). Virginia Vargas subraya
este evento como un ‘diálogo de la diferencia’ entre feministas de Asia y de América
Latina:
Para las feministas latinoamericanas de nuestro tiempo, uno de los puntos
centrales del movimiento consiste en ensanchar los márgenes de elección de
las mujeres sobre sus propias vidas, particularmente en lo que atañe a los
derechos sexuales, incluyendo el aborto. Por otra parte, para las feministas
de la India, cuya lucha dio por fruto que se aprobara la ley de
despenalización del aborto, la victoria tuvo un costo: el ensanchamiento de
los espacios de libertad para las mujeres se les volvió en contra mediante la
práctica del feticidio. Los derechos reproductivos, asimismo reconocidos por
la ley india, le dieron poder al estado, y no a las mujeres, para imponer
políticas de control de la natalidad de gran alcance…”.
13
Carol Barton5, una de las organizadoras del primer Diálogo Feminista, describe así las
tensiones al interior de los Diálogos:
Algunas de las tensiones se relacionaban con cuánto correspondía al
movimiento feminista en general (al margen del WSF y de otros movimientos
sociales) y cuánto había que dedicar para que el espacio causara un impacto
directo sobre el WSF y otros movimientos sociales con una agenda
feminista. Siempre tenemos que cumplir con ambas y, en nuestro carácter de
feministas, la doble agenda había confundido tanto a las coordinadoras
como a las participantes.
Una segunda crítica se relaciona con la llegada de los Diálogos a las
mujeres de las bases versus un espacio intelectual más cosificado. Ambas
instancias son importantes, y creo que he llegado a aceptar la importancia
de un espacio en el cual las académicas/las intelectuales/las activistas
discutan sus ideas. Es [un] debate en curso... A esta altura, el DF ya no es
una iniciativa de las bases, pues ha desarrollado características más acordes
con las académicas y las activistas. Esto nos devuelve a la pregunta de cómo
introducir una agenda feminista en los otros movimientos sociales que
integran el WSF. A mi criterio, el aspecto más apasionante del trabajo
realizado en los DF es el “Diálogo entre Movimientos”. En dos ediciones del
WSF (la de India y la de Brasil), estos diálogos reunieron el liderazgo
masculino del WSF, los líderes obreros, el GLBT, las feministas y los
movimientos con base en cuestiones raciales, étnicas, y de identidad en
discusiones orientadas a lo que las agendas tenían en común (y a la
presencia de cada uno de estos grupos en los movimientos ajenos). Es ahí
donde necesitamos dirigirnos.
5
Comunicación personal entre Peggy Antrobus y Carol Burton, ex coordinadora de la Women’s
International Coalition on Economic Justice (WICEJ) [Coalición Internacional de Mujeres para la Justicia
Económica].
14
Una tercera crítica fue mi deseo de que, como feministas, verdaderamente
tendiéramos un puente entre la justicia de género y la justicia económica.
Esto no sucedió en absoluto durante el primer DF, y avanzó algo, aunque no
lo suficiente, en el segundo.
Finalmente, resultó frustrante que mientras la Coordinación tuvo la
oportunidad de discutir muchas cuestiones cruciales durante las etapas
preliminares, cuando llegó el momento del DF el nivel de comprensión y
compromiso de las participantes no era parejo, por lo cual los intercambios
no alcanzaron gran profundidad.
Los comentarios anteriores golpean de lleno en el plexo de una de las cuestiones
más centrales de la construcción movimientista: cómo tratar la diversidad, las distintas
subjetividades y las diversas prioridades políticas dentro de los movimientos de mujeres.
Dichas cuestiones fueron atendidas de modo más específico y centralizado durante la
tercera edición de los Diálogos Feministas, llevada a cabo con anterioridad al Foro Social
Mundial realizado en Nairobi, Kenya, en 2007. Las organizadoras del DF que se
ocuparon del tema “Democracias feministas transformadoras: Puntos de vista y
estrategias” ampliaron la representatividad de modo que las feministas más jóvenes
pudieran unirse al diálogo, y también adoptaron nuevas metodologías para los debates y
la interacción estratégica. Su motivación residía en permitir la articulación de visiones
políticas diferentes entre sí y la aperura de posibilidades para expandirse fuera de los
límites establecidos por las polaridades tradicionales y las categorías jerarquizadas que
separaban a unas feministas de otras y a todas de otros movimientos sociales
No obstante, se mantiene el reto permanente de buscar metodologías que permitan
a todas, y no sólo a algunas, obtener resultados positivos y políticamente significativos a
partir de este tipo de conversaciones en las que participan mujeres que llegan a ellas con
nociones de feminismos muy diferentes. Para que ello ocurra es crucial que los análisis y
discursos reflejen con mayor eficacia las tensiones y las convergencias entre las luchas
feministas
anticapitalistas
y
antipatriarcales,
en
tanto
estas
luchas
abarcan,
15
simultáneamente, la política redistributiva y la política de las identidades, la política de la
resistencia y la de la representación y el compromiso, con un entrecruzamiento entre la
política de lo global y de lo local.
La Fuerza Feminista de Tareas (FTF) dentro del GCAP6
El Llamamiento Global para la Acción contra la Pobreza (GCAP) es una campaña
ciudadana lanzada dentro del contexto del ‘nuevo’ interés de la comunidad internacional
en reducir la pobreza junto con la prioridad otorgada a la reducción de la pobreza en las
Metas de Desarrollo para el Milenio (MDGs). Si bien a algunas redes que se ocupan de
los derechos de las mujeres les inquietaba formar parte de esta campaña porque su
directorio estaba integrado mayoritariamente por grandes ONGs lideradas por hombres,
al mismo tiempo deseaban apoyar los movimientos de los pobres de diversos lugares del
mundo, animados por la idea de una campaña masiva y global contra la pobreza. Así fue
que formaron una fuerza feminista de tareas en el seno del GCAP.
Desde el principio, el proceso del GCAP se vio alborotado por las tensiones.
Mientras algunos grupos inquirían cómo podían aportar eficazmente a la erradicación de
la pobreza, a otros les preocupaba la visibilidad mediática de la organización a la que
pertenecían. Para la fuerza feminista de tareas, la tensión principal se relacionaba con el
dilema planteado por los mensajes políticos para los que se pedía apoyo a los grupos de
mujeres al requerirles que se encolumnaran tras una única bandera del GCAP que los
abarcaba a todos. Las integrantes lidiaban todo el tiempo con las posturas rígidas de otras
redes que tendían a excluir cuestiones y demandas exclusivas de las mujeres pobres, tales
como los derechos reproductivos y la violencia contra las mujeres, así como una
contradicción mayúscula inherente a una campaña dirigida a la reducción de la pobreza,
como si ello fuera posible sin operar un cambio dentro del marco de las políticas
neoliberales.
6
Las autoras agradecen a Alejandra Scampini por su contribución a esta sección del capítulo.
16
En cuanto a los aspectos prácticos, la fuerza feminista de tareas ha tenido que
educar constantemente a los medios y al equipo de campañas sobre cómo evitar
declaraciones de las que queda elidida la idea de género, así como proporcionarles
lenguaje desde una perspectiva de género. En palabras de Ana Agostino7:
A menos que los miembros de la FTF hagan un esfuerzo consciente para
todos y cada uno de los eventos, encuentros, documentos, etc. del GCAP, el
resto del Llamamiento simplemente ignora que la totalidad del GCAP ha
identificado la igualdad de género como la cuestión central para la
erradicación de la pobreza. Además, los miembros tuvieron que cuestionar el
uso desempoderante de imágenes de mujeres del sur en posición de víctimas.
En tanto continúan las negociaciones ininterrumpidamente con otros participantes
de la campaña, la Fuerza Feminista de Tareas se mantiene en estrecho contacto con las
redes de activistas por los derechos de la mujer que la constituyen, para así recibir el
apoyo y aliento necesarios con los que sostenerse en el panorama descripto
IV. Insights* y dispersiones8
Una lección fundamental aprendida del compromiso entre las redes y grupos
transnacionales de mujeres dentro de movimientos sociales y campañas de mayor
envergadura es que estos espacios presentan un desafío para realizar encuentros
democráticos nuevos y complejos entre ciudadanos pluralistas y grupos cívicos. Dicho
más específicamente, los espacios reflejan las contradicciones (no sólo entre mujeres y
hombres sino también entre mujeres) relativas a las relaciones de género en terrenos
progresistas aunque problemáticos. Fue importante ubicar los movimientos de mujeres
dentro del contexto político más amplio de los movimientos sociales transnacionales
para analizar qué tenían en común y en qué se diferenciaban. Fue también interesante ver
7
Comunicación personal entre Alejandra Scampini y Ana Agostino.
Se ha preferido dejar el término en inglés por la frecuencia con que se lo utiliza corrientemente en
español, y en beneficio de la concisión del subtítulo [N. de la T.]
8
Las autoras agradecen a Celita Eccher por su contribución a esta sección del capítulo.
*
17
las diferencias entre los procesos feministas de los movimientos de mujeres y los del foro
social y las campañas globales, para comprender hasta qué punto las convergencias
políticas y democráticas amplias reflejaban –o no –las aspiraciones y los principios
feministas.
Fundamentalmente, la agenda de los movimientos transnacionales de mujeres
introduce nuevas dimensiones en la agenda de los movimientos sociales o de aquellos
cuyo alcance es internacional, como ocurre en el caso de la campaña contra la pobreza.
Los análisis y las prácticas feministas han demostrado el vínculo entre las cuestiones
económicas (relacionadas con la producción) y las cuestiones socioculturales
(relacionadas con la reproducción, la reproducción social, y las sexualidades), la justicia
económica y la justicia de género, y la indivisibilidad de los derechos de las mujeres, ya
se trate de su cuerpo o de sus derechos sociales. Los derechos de las mujeres y las
activistas feministas consideran que la violencia contra las mujeres y los derechos
sexuales y reproductivos, entre otros temas, forman parte integral de la agenda de los
movimientos sociales progresistas. Por otra parte, dados los ataques neoconservadores y
fundamentalistas que en la actualidad se lanzan sobre los derechos sexuales y
reproductivos de la mujer, la defensa de sus derechos humanos y la lucha contra un
patriarcado que resurge debe constituir un hito de la política de resistencia masiva. Sin
embargo, estas posturas feministas fueron a menudo fuente de tensiones entre los
movimientos de mujeres y otros movimientos cuyos líderes e integrantes se mostraron
indulgentes para con el poder patriarcal, la heteronormatividad y la homofobia... por
cierto, entre las activistas feministas por los derechos de la mujer y mujeres activistas
involucradas con otros movimientos.
Aunque los movimientos de mujeres comparten aspiraciones, siempre se basaron
en luchas específicas a escala local o nacional. Las feministas y las defensoras de los
derechos de las mujeres se constituyeron como parte del movimiento internacional de
mujeres que surgió de la Década de Naciones Unidas para la Mujer, un movimiento que
reflejaba la riqueza de la diversidad, mientras que las interconexiones entre los
movimientos de mujeres hace ya mucho que reconocen la contingencia de las
18
comunidades y la naturaleza temporaria de las uniones. Si se los compara con los
procesos del foro social, los movimientos transnacionales de mujeres lograron evitar,
aunque no sin dificultad, las divisiones aparentemente irreconciliables que se habían
presentado en algunos ámbitos del foro social, entre movimientos arraigados en
respuestas a problemáticas nacionales y otros cuya perspectiva era más transnacional.
Dentro de los movimientos de mujeres, muchas reflexionan acerca de estrategias
pasadas y las cuestionan. Por ejemplo, las redes globales que trabajaron sistemáticamente
dentro de los espacios proporcionados por las Naciones Unidas redujeron su compromiso
con aquello que alguna vez fue visto como un socio eficaz para promover y ampliar los
derechos de las mujeres y elevar su posición en la sociedad. Ahora las feministas,
especialmente las de América Latina, que aprovecharon el momento particular de los
gobiernos progresistas en la región, tienden hacia campos alternativos que brindan
oportunidades para la interacción, en el ámbito regional, entre los movimientos de
mujeres y los estados. No obstante, para el resto del movimiento global de mujeres las
Naciones Unidas continúan siendo el espacio apropiado para presentar los movimientos
feministas y de mujeres a nuevos liderazgos, y para introducir problemáticas y tendencias
globales, actores, y redes cuyo rol es crucial para la defensa y la ampliación de los
alcances de los derechos y demandas de las mujeres respecto de su autonomía corporal y
de su poder social.
A pesar de las dificultades de organizar nuevos proyectos democráticos
transnacionales en medio de las complejidades y los cambios ideológicos y geopolíticos,
las experiencias recientes han despejado nuevos terrenos para la reflexión y el debate
feminista tendiente a lograr mayor claridad, compromiso, y confianza dentro de sus
propios espacios así como en la articulación de los puntos de vista y estrategias
feministas con los de los movimientos sociales más grandes.
A partir del lanzamiento del Foro Social Mundial y sus asociados en esferas
regionales, intercontinentales y locales, las feministas ganaron visibilidad. También
aumentó su participación en las coaliciones regionales entre movimientos y los foros
19
populares tales como la Alianza Social Hemisférica, ASEAN Conferencia de la Sociedad
Civil, y el Foro Euroasiático, para nombrar sólo algunos.
Ciertos grupos feministas, que potencian la política feminista y los movimientos
de mujeres en sus propios contextos cambiantes, han iniciado duplicaciones de los
Diálogos Feministas en el ámbito nacional y regional. El éxito obtenido por el Foro
Feminista Africano, realizado en Accra en noviembre de 2006, en cuanto a proporcionar
un espacio regional y un proceso transnacional donde las feministas africanas pudieran
“dedicarse a la reflexión interior, reconectarse entre sí y con el movimiento… es el
primero de su especie en Africa” (The African Feminist Forum [Foro Feminista
Africano], 2007). La Carta de Principios Feministas para las Feministas Africanas
contiene el siguiente preámbulo:
Nombrándonos Feministas
Nos definimos y nombramos públicamente como Feministas porque
celebramos nuestra identidad y política feminista. Reconocemos que la
tarea de luchar por los derechos de las mujeres es profundamente
política, y que también es político el proceso de darle nombre. Al optar
por nombrarnos Feministas nos colocamos en una postura ideológica
clara. Nombrándonos Feministas politizamos la lucha por los derechos de
las mujeres, cuestionamos la legitimidad de las estructuras que mantienen
a la mujer sojuzgada, y desarrollamos herramientas para acciones y
análisis transformadores. En nuestra calidad de Feministas africanas
tenemos múltiples y variadas identidades. Somos mujeres africanas y
vivimos aquí, en África. Inclusive si viviéramos en otro lugar, nuestro
objetivo se centra en las vidas de las mujeres africanas de este continente.
Nuestra identidad feminista no se modifica con ‘si’, ‘pero’, o ‘sin
embargo’. Somos Feministas. Punto.”
20
Entre
otras
iniciativas
similares
se
cuentan
el
Encuentro
Feminista
Latinoamericano, de larga data, las conferencias nacionales de los grupos de mujeres
autónomas de la India, el Foro Feminista Europeo, creado más recientemente, y los
Diálogos Feministas de Manila, al igual que la Fiesta Feminista que se realizó en Malasia
en 2007. Las feministas que propugnaron estas iniciativas se asociaron con el grupo que
coordina los Diálogos Feministas globalmente. Muchos de ellos se han visto renovados
mediante la posibilidad de crear ‘la toma horizontal de decisiones’, de experimentar con
‘formas de democracia abierta’ existentes y nacientes, lo cual, citando un discurso de
Wendy Harcourt en el Tercer Diálogo Feminista de 2007, “exige que trabajemos por la
repolitización de la democracia, reconociendo los modos en que las actuales prácticas
económicas, sociales, y políticas nos capturan y definen”.
También se observó una renovación de la women’s advocacy en Naciones Unidas,
en el contexto de procesos que se desarrollan alrededor de las Five Year Reviews
[Revisiones lustrales] y otros encuentros donde las activistas por los derechos de las
mujeres tuvieron que luchar duro para asegurarse que lo que habían ganado en décadas
anteriores no rodara hasta desaparecer en el ‘consenso’ multilateral de estos tiempos. En
cierto sentido, la amenaza de la comunidad internacional de retirarse de los compromisos
tocantes a los derechos de las mujeres, dada la dificultad de la dinámica geopolítica
global, había devuelto la energía a la simbiosis de diversas partes de los movimientos de
mujeres que, de manera diferenciada y simultánea, ejercían presión sobre los gobiernos al
tiempo que se resistían a ellos. Concurrentemente, las feministas asimismo comenzaron a
sacar provecho de las formaciones y procesos regionales a modo de contrapeso para un
sistema de Naciones Unidas que había sido capturado por la agenda neoliberal de los
países ricos y se había alineado con los designios militaristas de la administración Bush.
Así, partes de los movimientos globales de mujeres se preocupaban por defender y
asegurar las Naciones Unidas como terreno fértil para el multilateralismo genuino,
mientras que otras partes se concentraban en recortar locaciones regionales progresistas
para los derechos de las mujeres y la política feminista.
21
Del mismo modo, las redes feministas se mantuvieron activas en el ámbito
internacional y regional, tomando la iniciativa y aplicando enfoques innovadores
tendientes a fortalecer el liderazgo feminista, organizando y asegurando la sustentabilidad
intergeneracional. Ejemplos de ello son el proyecto de la Conferencia Trienal y
Liderazgo de las Jóvenes, perteneciente a la Asociación por los Derechos de las Mujeres
en Desarrollo (AWID), y los Institutos de Formación Global y Regional de DAWN
Institutes (DTIs/RTIs) que educan en la defensoría feminista a las jóvenes del sur global.
V. Conclusión
Los intercambios feministas con los movimientos sociales ‘de mayor
envergadura’ y con las campañas globales proporcionan a las feministas oportunidades y
habilidades excepcionales para negociar y reformular los contratos sociales en torno a
alianzas políticas y nuevas formas de política democrática de masas. En estos espacios las
feministas se encuentran con mujeres que integran otros movimientos y con hombres que
a menudo los lideran. Proyectan, negocian, y amplían los espacios para las posturas y
estrategias feministas dentro de agendas progresistas, procesos, acciones de masa, y
propuestas alternativas generadas a partir de la organización transnacional y de las
disputas entre los diversos movimientos sociales.
Simultáneamente, las feministas se encuentran comprometidas con la misión de
animar los contratos sociales sobre la democracia en el marco de iniciativas actuales que
propugnan la regeneración de los análisis políticos feministas transnacionales y la
interconexión en el contexto de la construcción global de movimientos y resistencias.
Ello se lleva a cabo a través de espacios donde las feministas se prestan a disputas
políticas críticas y al diálogo estratégico, pero también implica un espectro más amplio y
diverso de movimientos de mujeres en espacios democráticos abiertos y de contenido
plural.
Por último, existe la necesidad de comprometerse en múltiples lugares y de
emplear estrategias ‘hacia adentro y hacia fuera’ a lo largo del espectro conformado por
22
la defensa, la innovación, la resistencia a la opresión de las mujeres en el mundo
masculino de los espacios en que se desarrollan los movimientos sociales tanto en el
ámbito intergubernamental como transnacional.
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24
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