Seminario Internacional: “Estudios Comparativos sobre la Democratización de las Familias y la Democratización Socio-política: Una aproximación integradora de las esferas privadas y públicas” Movimientos de mujeres: Negociaciones de los contratos sociales en espacios intergubernamnetales multilaterales y entre movimientos transnacionales1 por Josefa Francisco y Peggy Antrobus I. Los movimientos sociales y los contratos sociales Los recientes lanzamientos de acciones espectaculares de resistencia global contra los actores sociales dominantes y sus políticas y prácticas por parte de un ‘movimiento antiglobalización’ emergente (Eschele, 2005) – también conocido como ‘la globalización alternativa’ (Chesters en Johns y Thompson, 2003) o ‘la globalización desde abajo’ (Brecher et al, 2000) – ha renovado el interés por el estudio de los movimientos sociales. Tanto para los académicos como para los activistas, los movimientos sociales constituyen colectividades que surgen en respuesta a los problemas planteados por el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, aparte de este concepto amplio, no existe acuerdo acerca de las características que los distinguen: cómo se constituyen y organizan los movimientos sociales, cuáles son sus estrategias e ideología, y si sus metas y visión política son progresivas o retrogresivas para la totalidad o una parte de la humanidad. Citamos: Algunos teóricos incluyen la movilización sobre la base de la identidad; otros enfatizan los intereses compartidos; algunos ponen el acento sobre la irracionalidad; otros sobre la racionalidad; hay quienes enfatizan la organización formal, y quienes acentúan las redes horizontales; los que 1 priorizan el lobismo orientado a las instituciones, y los que destacan el activismo extrainstitucional. Quisiera sugeriri que todas estas formas y orientaciones pueden integrar el activismo de los movimientos. (Eschele en Eschele & Maiguashca, 2005: 20). Asimismo, académicos y activistas concuerdan en que las particularidades de los movimientos sociales dependen de sus propios contextos de relaciones materiales y culturales, así como de la superposición de la sociedad civil con las instituciones del estado, del mercado, y de la familia en las que se ubican. En la mayoría del sur, el surgimiento y la expansión de movimientos sociales nacionales que incluían formas novedosas, tales como los derechos ecológicos, feministas, y sexuales, y movimientos comunitarios locales se encontraron dentro de sociedades civiles inclusas en un orden social preindustrial “caracterizado por la represión política, la pobreza decidida o absoluta, y el ‘subdesarrollo’ sostenido” (Onuki, 2003). Otro elemento impactante para la formación de estos grupos de la sociedad civil y sus intereses sociales fueron las impugnaciones provenientes de una plétora de colectividades no estatales y de comunidades tradicionales (étnicas, religiosas, de casta, de clanes, de lazos de parentesco) y de entidades contemporáneas, ya fuesen corporaciones multinacionales u organismos internacionales. Todo ello apunta a la variedad del espectro de los actores sociales civiles en el sur, incluyendo los movimientos sociales, que se constituyen e identifican por las diferencias entre sí y con sus equivalentes del norte. Las feministas que llevan largo tiempo de compromiso con los movimientos de mujeres reflexionan sobre los movimientos sociales desde la siguiente perspectiva: “Un modo de pensar cualquier movimiento social consiste en preguntar si representa una política de identidad centrada en las necesidades o preocupaciones de un grupo particular de individuos, o si conscientemente propone una visión de la sociedad como un todo. En la brusquedad de la lucha política, aquellos que se oponen a un determinado 1 Esta es una versión actualizada de un trabajo escrito en 2006-07 que formó parte del diálogo interno sostenido por miembros de Alternativas para el Desarrollo con las Mujeres para una Nueva Era acerca de 2 movimiento social a menudo dirán que éste representa un interés limitado cuando no ‘egoísta’. Sus defensores generalmente alegarán que de los beneficios obtenidos por los miembros del movimiento derivará el bien general para toda la sociedad. Naturalmente, cuanto más numeroso sea el grupo en cuestión, resulta más probable que el centrarse en las necesidades de sus miembros devenga en cambios sociales sustantivos. Sin embargo, nuestra diferenciación entre la política de identidad y un proyecto social va más allá de la materialización de un cambio social. Propugnar un proyecto social implica una visión que incluye a la sociedad toda; que los cambios buscados beneficiarán a todos por igual. Un proyecto social también equivale a transformar instituciones, prácticas, y creencias sociales, y no la mera búsqueda de un lugar mejor dentro de las instituciones y estructuras existentes”. (Antrobus y Sen en Batliwala, 2006: 206) Donde alguna vez la sociedad civil y los movimientos sociales fueron entendidos en relación con el estado-nación, en el presente existe la socialización popular y la teorización académica de conceptos tales como la sociedad civil global y los movimientos sociales globales. Se dice que los horizontes de los movimientos sociales, entre los que se cuentan los movimientos de mujeres, se han ampliado con la mayor concientización de la ‘escala planetaria’ de sus problemas, estrategias, y acción política (Vargas, 2003). Los procesos y conferencias llevados a cabo por las Naciones Unidas en las décadas de los ’80 y los ‘902 conformaron un terreno importante que facilitó el proceso de expandir el alcance, el abanico, y el potencial de las luchas y el activismo de las mujeres. En aquellos años, un gran número de movimientos de mujeres que luchaban por generar políticas y procesos de estado dentro de los límites ‘soberanos’ del estado-nación comenzó también a incluir, en su agenda política, la igualdad con el hombre y la determinación conjunta de la vida estatal y social en el plano internacional. Lo mismo puede decirse de los movimientos de mujeres del norte, que luchaban para mejorar los marcos legales e los contratos sociales (DAWN). 3 institucionales de la gobernabilidad en los estados desarrollados, y de los movimientos de mujeres del sur que surgieron de luchas independentistas nacionalistas o de la resistencia democrática a los regímenes autoritarios. Finalmente, esto impulsó la creación de nuevos sistemas de gobernabilidad en muchos países en vías de desarrollo. De norte a sur, las feministas y los movimientos de mujeres continuaron compartiendo análisis y debates acerca del por qué y el cómo de la exclusión, marginalización, e invisibilidad de las mujeres en los contratos sociales que dieron origen al estado moderno y a los sistemas interestatales. Si bien las académicas feministas y las activistas de los derechos de las mujeres estaban de acuerdo con los teóricos respecto de la idea de que existía un contrato sexual inequitativo que apuntala el poder político y la autoridad centralizados en el estado (e.g. Pateman, 1988), por otra parte reconocían que los movimientos de mujeres han logrado mostrar la naturaleza extremadamente excluyente de la ciudadanía centralizada en el estado para así obtener derechos parciales (Vargas, 2003; Antrobus, 2004). Tal como señala Sassen en Joppke (1998: 70), “Si bien los derechos humanos internacionales se encuentran arraigados en los documentos fundacionales de los estados-nación, hoy en día constituyen una fuerza capaz de minar la autoridad exclusiva del estado sobre los ciudadanos, contribuyendo así a transformar el sistema interestatal y el orden legal internacional”. Para muchas femenistas, participar en las Naciones Unidas tendía a asegurar un lugar eficaz donde situar la defensoría de los derechos y las negociaciones políticas. Dichas negociaciones no estaban necesariamente dirigidas a cuestionar la soberanía del estado-nación, sino que más bien se esperaba impulsar la implementación de las reformas necesarias para lograr el avance y la protección de los derechos humanos de las mujeres así como de otros grupos nacionales discriminados y empobrecidos. Por otra parte, cabe mencionar que algunas feministas, a quienes se les hizo difícil proteger y promover los derechos humanos de las mujeres dentro de su propio ámbito nacional, donde el poder consolidado se encontraba en manos de fuerzas extremadamente patriarcales, llegaron a 2 Para mayor información, ver Antrobus, Peggy (2004). The Global Women’s Movement: Origins, Issues, and Strategies. Zed Books. Londres. 4 acoger con agrado la posibilidad de estados debilitados. Como dijera una feminista y activista de Sri Lanka, país devastado por la guerra, “es posible que, después de todo, la fragmentación del estado no sea mala para las mujeres” (Entrevista con Sunila Abeyesekera en Marketization of Governance Video [Video sobre La gobernabilidad basada en el libre mercado, 2000)]. El activismo feminista en pos de un contrato social global que contemple los derechos humanos de las mujeres ha llevado a algunos grandes compromisos en el campo de las políticas internacionales y a virajes en los discursos sobre las políticas. Entre ellos se destaca la creación de importantes acuerdos globales que ahora reconocen plenamente toda forma de violencia contra las mujeres como una violación de los derechos humanos. También pueden verse beneficios considerables en el reconocimiento internacional de los derechos sexuales y reproductivos, al proyectarse en la esfera pública cuestiones que hasta entonces se consideraban ‘privadas’. El despliegue de los derechos humanos en el centro de la crítica y la lucha alrededor de las políticas neoliberales de intensificación del comercio y de la expansión de los mercados financieros también puede atribuirse, en parte, a la crítica feminista de las políticas macroeconómicas, dado que dicha crítica se propone construir una economía alternativa que dé visibilidad a la esfera reproductiva de lo social. Hay que admitir que el proceso de llevar a cabo un contrato social global acerca de los derechos humanos de las mujeres y que se encuentre contemplado, fundamentalmente, en el marco de las Naciones Unidas, no puede despegarse de las múltiples capas que conforman la dinámica del poder. En última instancia, esta lucha por el poder refleja las tensiones y contradicciones que los estados sostienen acerca de una cantidad de cuestiones, entre las cuales no es menor el esfuerzo de los países en vías de desarrollo por conseguir, mediante una diplomacia internacional y un diseño de políticas más justas, la emancipación genuina de un mundo política y económicamente dividido e inequitativo. En tal sentido, se han vivido momentos de gran complejidad, cuando negociaciones multilaterales simultáneas sobre dos acuerdos diferentes llevaron a sacrificar el lenguaje de los derechos de las mujeres a cambio de determinado texto 5 referido a concesiones económicas. De manera similar, las violaciones a los derechos humanos también fueron usadas para desacreditar a uno u otro estado y justificar, por ejemplo, la intervención militar, tal como sucedió en el caso del ataque estadounidense a Irak. Además, la postura de un estado frente a los derechos humanos de las mujeres no sólo no se mantiene firme sino que bien podría desplazarse radicalmente hacia el extremo opuesto de posturas anteriores. Un ejemplo reciente de ello se halla en la aprobación de la Ley Mordaza [Global Gag Rule] bajo el régimen neoconservador y ultrapatriota del gobierno de Bush (Sen, 2006).3 II. De las cumbres a la resistencia global Se puede distinguir entre un movimiento de mujeres internacional y uno ‘global’. Mientras que el movimiento internacional se formó en el contexto de la Década de Naciones Unidas para la Mujer, puede decirse que el movimiento global surgió de los procesos de las cumbres globales llevadas a cabo en la década de 1990 (Antrobus, 2004). La movilización de la women’s advocacy* durante los procesos de las cumbres globales para el medio ambiente (1992), para los derechos humanos (1993), para la población (1994) y para el desarrollo social (1995) reforzó el compromiso de un incipiente movimiento transnacional de mujeres cuya característica global residía en la problemática, la ubicación, y la perspectiva. En las cumbres mencionadas, las líderes feministas trabajaron, con bastante éxito, para llevar a la mesa de negociaciones la perspectiva feminista, con marcos novedosos para los temas a tratar. La habilidad de las feministas para negociar posturas compartidas y complejas y para cambiar los términos de los debates y de los marcos teóricos surgidos de estas cumbres se debía, en parte, al hecho de que, a pesar de sus diferencias y diversidad, los movimientos de mujeres tienen metas y objetivos en común, lo cual las impulsa cada vez más hacia una mayor coherencia en los debates referidos a políticas sobre el medio 3 Mientras se estaba actualizando el presente trabajo para su publicación en este volumen, el recientemente electo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, rescindió esta política. 6 ambiente, los derechos humanos (incluyendo la violencia contra las mujeres), la población, y la pobreza. La negociación de posturas compartidas también fue facilitada por la metodología empleada por las académicas y activistas feministas del Tercer Mundo que constituyeron la red global del sur denominada Alternativas de Desarrollo para las Mujeres en una Nueva Era (DAWN) y creada a fines de la Década para la Mujer. El análisis holístico de DAWN, publicado en 1985, de los lazos sistémicos entre las crisis de endeudamiento y el deterioro de los servicios sociales, la seguridad alimentaria y la degradación ambiental, el militarismo, el crecimiento del fundamentalismo religioso y el conservativismo político que llevaron a una “crisis de la reproducción” jugó un papel decisivo para la creación de un marco analítico que empoderara la defensoría feminista durante la duración total de las cumbres de los años ‘90 (Sen and Grown, 1987). La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing en 1995, mostró la nueva conciencia de la universalidad e indivisibilidad de los derechos de las mujeres y requirió de un enfoque ‘basado en los derechos’ para el tratamiento de cuestiones sociales, económicas, y políticas. En esta ocasión, la plataforma de DAWN abrió nuevos caminos al rechazar la incipiente dicotomía entre estado y mercado mediante la pregunta fundamental: ¿Qué clase de estado? ¿Qué clase de mercado? Visto así, DAWN impulsó una estrategia que “desafiara al mercado, reformara el estado, y construyera la capacidad de la sociedad civil” durante un proceso que preveía el nacimiento de un cambio social que colocara a la economía (al mercado) al servicio del desarrollo humano y no al revés. En consecuencia, los procesos desarrollados en ocasión de la Década de las Naciones Unidas para la Mujer y las cumbres de los ’90 contribuyeron a que los movimientos de mujeres sustentados en los derechos de las mujeres y en la identidad de género se involucraran cada vez más en el proyecto más amplio de la transformación social de los sistemas, estructuras, instituciones, y relaciones que conducen a la * El término refiere a la defensa de los derechos de las mujeres, pero se ha decidido dejarlo en inglés por ser conocido universalmente en su expresión original [N. de la T.] 7 marginalización de grandes grupos y poblaciones y a la mismísima destrucción del planeta. No obstante, en el nuevo milenio las Naciones Unidas se vieron sumamente debilitadas, a medida que la preeminente Organización Mundial del Trabajo unida al Proyecto Bretton Woods* dominaban la gobernabilidad global y, con su paradigma neoliberal, amenazaban desligitimar el enfoque del desarrollo basado en los derechos que propugnaba las Naciones Unidas. La necesidad de enfrentar abiertamente estas instituciones y los lugares y mecanismos por ellas utilizadas para promover la glonalización neoliberal llevó a nuevas formas de organización transnacional entre los diferentes grupos, con una agenda común que se oponía a la gobernabilidad basada en el libre mercado y la vida social. Los procesos internacionales de las activistas interrelacionaron eficazmente un grupo heterogéneo de movimientos cívicos, sindicatos, grupos de mujeres, y ONGs que aportaron la pluralidad de sus defensorías a las conversaciones y luchas desarrolladas en terrenos globales, donde las estrategias, campañas y acciones, y análisis unificados se construyeron democráticamente. Pronto las resistencias globales al neoliberalismo se entrelazaron con la lucha global contra el militarismo y la guerra, logrando así un mayor grado de articulación entre diversos movimientos y redes sociales y ONGs para una resistencia concertada y multilateral en el ámbito global. El surgimiento de movimientos transnacionales de resistencia contra la globalización neoliberal, el militarismo, y la guerra trajeron aparejadas dos consecuencias importantes para el activismo de los movimientos de mujeres. La primera consiste en que las feministas y los defensores de los derechos de las mujeres que adquirieron destreza y se familiarizaron con los modos establecidos del trabajo en común dentro del marco de las Naciones Unidas ahora deben explorar nuevas convergencias, lenguajes, e imágenes en tanto la articulación atraviesa un espectro aún más amplio de grupos de mujeres, incluyendo aquellas que fueron tradicionalmente excluidas de los espacios e instituciones formales. Al mismo tiempo, las feministas se enfrentan al desafío de gobernar su nave a * Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional [N. de la T.] 8 través de diferencias ideológicas, tensiones y contradicciones en estos lugares de contenido pluralista donde otros movimientos sociales y hombres y mujeres activistas se traban en combate a partir de la diversidad de su historia, ideologías, prioridades políticas y actitudes hacia las relaciones de género/ relación a la mujer. III. El Foro Social Mundial y los movimientos transnacionales de mujeres La primera edición del Foro Social Mundial (WSF) se realizó en Porto Alegre, Brasil, en 2001. Según su sitio web oficial, el Foro es “un lugar de encuentros abiertos donde los movimientos sociales, las redes, las ONGs y otras organizaciones de la sociedad civil que se oponen al neoliberalismo y a un mundo dominado por el capital o cualquier otra forma de imperialismo se reúnen para desarrollar sus ideas, debatirlas democráticamente, formular propuestas, compartir libremente sus experiencias y asociarse en redes a los fines de acciones eficaces [...] Ha adoptado la forma de un proceso mundial permanente que busca y construye alternativas a las políticas neoliberales” (http://www.forumsocialmundial.org.br). Además del WSF global, se han llevado a cabo eventos policéntricos, regionales, y temáticos en todo el mundo. Por añadidura, existen innumerables encuentros y acciones de resistencia al estilo del WSF iniciadas de manera autónoma por diferentes grupos y redes. Desde los inicios del Foro Social Mundial, las mujeres se involucraron en él en carácter de representantes de redes y organizaciones de mujeres, así como voceras de otras formas de organización y movimientos. Estas identidades diferentes, a veces múltiples, pueden llevar a confusión, y quizá sea necesario distinguir entre ambos tipos de participación. Como quiera que sea, las feministas han tenido que luchar dentro del WSF para conseguir espacios en los cuales articular sus intereses y puntos de vista específicos. Al decir de Virginia Vargas (2005:108-109) “En el primer Foro, las mujeres constituían el 54% de los participantes, pero menos del 15% en los paneles más importantes del programa ‘oficial’ del Foro. La proporción comenzó a modificarse durante el segundo WSF, en el 9 cual la presencia femenina adquirió mayor visibilidad en los paneles y seminarios oficiales. En el tercer WSF se produjo un cambio radical: dos de las cinco áreas temáticas estuvieron a cargo de grupos feministas (la Marcha Mundial de las Mujeres y la Articulación Feminista Macrosur). En el cuarto WSF, realizado en Mumbai, India, las feministas tuvieron a su cargo varios de los paneles autoconvocados, utilizando una metodología clara con base en la interacción entre movimientos a través del Panel de Diálogo entre Movimientos. Tuvieron también presencia activa en el Comité Organizador. Algunos hombres comparten la preocupación por una presencia más equitativa…” Al interior del WSF existen tensiones permanentes entre las agendas particulares y la necesidad de apoyar la ampliación de las convergencias y de las campañas en común. Por ejemplo, los movimientos que manifiestan opiniones intolerantes frente a la diversidad sexual y a la igualdad entre hombres y mujeres tendrían problemas al momento de discutir temas relativos al feminismo autónomo y demandas acerca de la diversidad sexual. Las feministas que apoyaron la negativa de conceder espacios en el WSF a grupos que se valían de medios violentos se encontraron con la desaprobación de algunos miembros de movimientos antibélicos y de izquierda que simpatizaban con la lucha armada contra el imperialismo. Además, había quienes insistían en que los grupos políticos con ideología religiosa debían ser evaluados en términos de su postura política frente al neoliberalismo y a la guerra antes que sobre la base de sus opiniones religiosas acerca de la vida social, incluidas las relaciones de género. Asimismo, una parte considerable de los movimientos de las bases populares y de las redes integradas por pobres contaban con el apoyo del Vaticano, que repetidamente se había mostrado intolerante para con los individuos que no se ajustaban a la construcción binaria masculino/femenino (por ejemplo, los homosexuales, las lesbianas, los transexuales, etc.) y para con las feministas dentro de la comunidad religiosa. Es por ello que el diálogo social y el debate político entre los movimientos sociales resulta crucial en los espacios de lucha y en las acciones de los distintos grupos. 10 En la modificación que se está llevando a cabo dentro de la política de masas, las feministas representan uno de los grupos que con mayor apasionamiento enarbolaron la necesidad incesante de construir y enriquecer la cultura democrática en el seno de los movimientos sociales. Su argumento es que la resistencia activa de la política de masas necesita dar cabida a la interacción dinámica de proyectos cívicos y políticos en competencia y evaluar constantemente la relación entre lo específico y lo contingente de las comunidades en tanto se procura explorar diversas alternativas. Nuestras experiencias al tratar de interconectar las aspiraciones de las mujeres a obtener su emancipación, las cuestiones de género, y los procesos feministas con la “corriente masculina” del WSF es una historia de luchas continuas marcada por algunos momentos felices y por resultados inciertos. Las lucecitas que iluminan los momentos felices incluyen lo siguiente: (1) A menudo, uno de los primeros problemas que las feministas ponen sobre la mesa, dentro del contexto de la lucha hombro a hombro con los hombres, es el acoso sexual. El respeto por el cuerpo de la mujer y el estar a cubierto de la violencia y el abuso sexual masculino constituyen dos elementos fundamentales del contrato social entre activistas de ambos sexos. (2) En grado menor, existe una cauta tolerancia para con la elección sexual, identidades abiertas, y diversidad de estilos de vida que lentamente transgreden los modos heteronormativos de pensamiento y conducta en las ONGs, movimientos sociales, y partidos políticos progresistas. (3) Hay un cierto reconocimiento genuino del claro aporte feminista a la construcción de mundos alternativos y a la determinación de problemas en las plataformas o programas políticos de los movimientos. El derecho a la autodeterminación reproductiva, el respeto por la diversidad y tolerancia sexual, el reconocimiento de la reproducción social en una economía alternativa (la ‘economía del cuidado’), y la lucha contra la violencia ejercida sobre las mujeres 11 fueron conquistados por las feministas mientras negocian a través de las complicadas redes de los movimientos sociales. La influencia sigilosa de las ideas fundamentalistas y el resurgimiento de las tendencias patriarcales dentro de los movimientos sociales y de las luchas personales como respuesta a la globalización se han convertido en un gran reto para las feministas y activistas por los derechos de la mujer. Por ejemplo, en el espacio del Foro Social Mundial, la valorización y socialización de las ideas fundamentalistas a los efectos de disciplinar y marcar el cuerpo de la mujer para transformarlo en un símbolo de lo moralmente correcto, de la diversidad religiosa, y de la militancia política plantea serios riesgos no sólo para las feministas y los movimientos de mujeres sino también para los movimientos sociales y progresistas dondequiera que se encuentren. Presentamos dos casos a modo de ilustrar de qué manera las feministas están reorganizando los contornos metodológicos y de contenido en la política transnacional de los movimientos interconectados. El primero refiere a los Diálogos Feministas que surgieron desde el interior del WSF, mientras que el segundo muestra una situación parcial aunque aleccionadora ocurrida en la Fuerza Feminista de Tareas dentro de la Campaña Global contra la Pobreza (GCAP). Los “Diálogos Feministas” Los “Diálogos Feministas” fueron creados en 2003 para brindar un espacio al análisis feminista y a la construcción movimientista que precediera al cuarto WSF a realizarse en Mumbai, India4. Era la respuesta a la necesidad de las feministas que habían estado concurriendo a las actividades del WSF desde sus inicios, cuando la creación de un espacio para la solidaridad feminista y la construcción de los movimientos 4 Los Diálogos fueron organizados por un equipo principal compuesto por siete organizaciones, entre las que se contaban la Indian National Network of Autonomous Women’s Groups (NNWAG) [Red Nacional de Grupos de Mujeres Autónomas de la India], INFORM-Sri Lanka, redes regionales del África (African Women’s Development and Communications Network, FEMNET) [Red de Mujeres Africanas para el Desarrollo y la Comunicación], y América Latina (Articulation Feminista Marcosur, AFM) y DAWN, WICEJ y ISIS International-Manila. 12 se consideraron cruciales antes de ingresar en el WSF, ampliamente dominado por los hombres. El espacio de los Diálogos Feministas estaba dedicado a “la discusión política y a compartir los análisis y la acción común entre organizaciones feministas [para] fortalecer la capacidad de los movimientos para organizarse y resistir, para suavizar e inclusive revertir los golpes de la globalización” (Santiago, 2004: 12). El proceso de los Diálogos Feministas deviene del reconocimiento de que la agenda feminista y la de los movimientos de mujeres en pro del cambio social “trasciende la oposición al neoliberalismo y a un mundo dominado por el capitalismo, por todas las formas del imperialismo y de la hegemonía cultural… (y exige)… una toma de posición contra la opresión y la discriminación basadas en el género, la raza, la etnicidad, la clase, la casta, la nacionalidad y la orientación sexual (Ibid).” Para muchas de las participantes en los primeros Diálogos, era su experiencia iniciática en un diálogo transnacional dentro de un grupo de organizaciones de mujeres provenientes de distintos movimientos (Vargas, 2005: 110). Virginia Vargas subraya este evento como un ‘diálogo de la diferencia’ entre feministas de Asia y de América Latina: Para las feministas latinoamericanas de nuestro tiempo, uno de los puntos centrales del movimiento consiste en ensanchar los márgenes de elección de las mujeres sobre sus propias vidas, particularmente en lo que atañe a los derechos sexuales, incluyendo el aborto. Por otra parte, para las feministas de la India, cuya lucha dio por fruto que se aprobara la ley de despenalización del aborto, la victoria tuvo un costo: el ensanchamiento de los espacios de libertad para las mujeres se les volvió en contra mediante la práctica del feticidio. Los derechos reproductivos, asimismo reconocidos por la ley india, le dieron poder al estado, y no a las mujeres, para imponer políticas de control de la natalidad de gran alcance…”. 13 Carol Barton5, una de las organizadoras del primer Diálogo Feminista, describe así las tensiones al interior de los Diálogos: Algunas de las tensiones se relacionaban con cuánto correspondía al movimiento feminista en general (al margen del WSF y de otros movimientos sociales) y cuánto había que dedicar para que el espacio causara un impacto directo sobre el WSF y otros movimientos sociales con una agenda feminista. Siempre tenemos que cumplir con ambas y, en nuestro carácter de feministas, la doble agenda había confundido tanto a las coordinadoras como a las participantes. Una segunda crítica se relaciona con la llegada de los Diálogos a las mujeres de las bases versus un espacio intelectual más cosificado. Ambas instancias son importantes, y creo que he llegado a aceptar la importancia de un espacio en el cual las académicas/las intelectuales/las activistas discutan sus ideas. Es [un] debate en curso... A esta altura, el DF ya no es una iniciativa de las bases, pues ha desarrollado características más acordes con las académicas y las activistas. Esto nos devuelve a la pregunta de cómo introducir una agenda feminista en los otros movimientos sociales que integran el WSF. A mi criterio, el aspecto más apasionante del trabajo realizado en los DF es el “Diálogo entre Movimientos”. En dos ediciones del WSF (la de India y la de Brasil), estos diálogos reunieron el liderazgo masculino del WSF, los líderes obreros, el GLBT, las feministas y los movimientos con base en cuestiones raciales, étnicas, y de identidad en discusiones orientadas a lo que las agendas tenían en común (y a la presencia de cada uno de estos grupos en los movimientos ajenos). Es ahí donde necesitamos dirigirnos. 5 Comunicación personal entre Peggy Antrobus y Carol Burton, ex coordinadora de la Women’s International Coalition on Economic Justice (WICEJ) [Coalición Internacional de Mujeres para la Justicia Económica]. 14 Una tercera crítica fue mi deseo de que, como feministas, verdaderamente tendiéramos un puente entre la justicia de género y la justicia económica. Esto no sucedió en absoluto durante el primer DF, y avanzó algo, aunque no lo suficiente, en el segundo. Finalmente, resultó frustrante que mientras la Coordinación tuvo la oportunidad de discutir muchas cuestiones cruciales durante las etapas preliminares, cuando llegó el momento del DF el nivel de comprensión y compromiso de las participantes no era parejo, por lo cual los intercambios no alcanzaron gran profundidad. Los comentarios anteriores golpean de lleno en el plexo de una de las cuestiones más centrales de la construcción movimientista: cómo tratar la diversidad, las distintas subjetividades y las diversas prioridades políticas dentro de los movimientos de mujeres. Dichas cuestiones fueron atendidas de modo más específico y centralizado durante la tercera edición de los Diálogos Feministas, llevada a cabo con anterioridad al Foro Social Mundial realizado en Nairobi, Kenya, en 2007. Las organizadoras del DF que se ocuparon del tema “Democracias feministas transformadoras: Puntos de vista y estrategias” ampliaron la representatividad de modo que las feministas más jóvenes pudieran unirse al diálogo, y también adoptaron nuevas metodologías para los debates y la interacción estratégica. Su motivación residía en permitir la articulación de visiones políticas diferentes entre sí y la aperura de posibilidades para expandirse fuera de los límites establecidos por las polaridades tradicionales y las categorías jerarquizadas que separaban a unas feministas de otras y a todas de otros movimientos sociales No obstante, se mantiene el reto permanente de buscar metodologías que permitan a todas, y no sólo a algunas, obtener resultados positivos y políticamente significativos a partir de este tipo de conversaciones en las que participan mujeres que llegan a ellas con nociones de feminismos muy diferentes. Para que ello ocurra es crucial que los análisis y discursos reflejen con mayor eficacia las tensiones y las convergencias entre las luchas feministas anticapitalistas y antipatriarcales, en tanto estas luchas abarcan, 15 simultáneamente, la política redistributiva y la política de las identidades, la política de la resistencia y la de la representación y el compromiso, con un entrecruzamiento entre la política de lo global y de lo local. La Fuerza Feminista de Tareas (FTF) dentro del GCAP6 El Llamamiento Global para la Acción contra la Pobreza (GCAP) es una campaña ciudadana lanzada dentro del contexto del ‘nuevo’ interés de la comunidad internacional en reducir la pobreza junto con la prioridad otorgada a la reducción de la pobreza en las Metas de Desarrollo para el Milenio (MDGs). Si bien a algunas redes que se ocupan de los derechos de las mujeres les inquietaba formar parte de esta campaña porque su directorio estaba integrado mayoritariamente por grandes ONGs lideradas por hombres, al mismo tiempo deseaban apoyar los movimientos de los pobres de diversos lugares del mundo, animados por la idea de una campaña masiva y global contra la pobreza. Así fue que formaron una fuerza feminista de tareas en el seno del GCAP. Desde el principio, el proceso del GCAP se vio alborotado por las tensiones. Mientras algunos grupos inquirían cómo podían aportar eficazmente a la erradicación de la pobreza, a otros les preocupaba la visibilidad mediática de la organización a la que pertenecían. Para la fuerza feminista de tareas, la tensión principal se relacionaba con el dilema planteado por los mensajes políticos para los que se pedía apoyo a los grupos de mujeres al requerirles que se encolumnaran tras una única bandera del GCAP que los abarcaba a todos. Las integrantes lidiaban todo el tiempo con las posturas rígidas de otras redes que tendían a excluir cuestiones y demandas exclusivas de las mujeres pobres, tales como los derechos reproductivos y la violencia contra las mujeres, así como una contradicción mayúscula inherente a una campaña dirigida a la reducción de la pobreza, como si ello fuera posible sin operar un cambio dentro del marco de las políticas neoliberales. 6 Las autoras agradecen a Alejandra Scampini por su contribución a esta sección del capítulo. 16 En cuanto a los aspectos prácticos, la fuerza feminista de tareas ha tenido que educar constantemente a los medios y al equipo de campañas sobre cómo evitar declaraciones de las que queda elidida la idea de género, así como proporcionarles lenguaje desde una perspectiva de género. En palabras de Ana Agostino7: A menos que los miembros de la FTF hagan un esfuerzo consciente para todos y cada uno de los eventos, encuentros, documentos, etc. del GCAP, el resto del Llamamiento simplemente ignora que la totalidad del GCAP ha identificado la igualdad de género como la cuestión central para la erradicación de la pobreza. Además, los miembros tuvieron que cuestionar el uso desempoderante de imágenes de mujeres del sur en posición de víctimas. En tanto continúan las negociaciones ininterrumpidamente con otros participantes de la campaña, la Fuerza Feminista de Tareas se mantiene en estrecho contacto con las redes de activistas por los derechos de la mujer que la constituyen, para así recibir el apoyo y aliento necesarios con los que sostenerse en el panorama descripto IV. Insights* y dispersiones8 Una lección fundamental aprendida del compromiso entre las redes y grupos transnacionales de mujeres dentro de movimientos sociales y campañas de mayor envergadura es que estos espacios presentan un desafío para realizar encuentros democráticos nuevos y complejos entre ciudadanos pluralistas y grupos cívicos. Dicho más específicamente, los espacios reflejan las contradicciones (no sólo entre mujeres y hombres sino también entre mujeres) relativas a las relaciones de género en terrenos progresistas aunque problemáticos. Fue importante ubicar los movimientos de mujeres dentro del contexto político más amplio de los movimientos sociales transnacionales para analizar qué tenían en común y en qué se diferenciaban. Fue también interesante ver 7 Comunicación personal entre Alejandra Scampini y Ana Agostino. Se ha preferido dejar el término en inglés por la frecuencia con que se lo utiliza corrientemente en español, y en beneficio de la concisión del subtítulo [N. de la T.] 8 Las autoras agradecen a Celita Eccher por su contribución a esta sección del capítulo. * 17 las diferencias entre los procesos feministas de los movimientos de mujeres y los del foro social y las campañas globales, para comprender hasta qué punto las convergencias políticas y democráticas amplias reflejaban –o no –las aspiraciones y los principios feministas. Fundamentalmente, la agenda de los movimientos transnacionales de mujeres introduce nuevas dimensiones en la agenda de los movimientos sociales o de aquellos cuyo alcance es internacional, como ocurre en el caso de la campaña contra la pobreza. Los análisis y las prácticas feministas han demostrado el vínculo entre las cuestiones económicas (relacionadas con la producción) y las cuestiones socioculturales (relacionadas con la reproducción, la reproducción social, y las sexualidades), la justicia económica y la justicia de género, y la indivisibilidad de los derechos de las mujeres, ya se trate de su cuerpo o de sus derechos sociales. Los derechos de las mujeres y las activistas feministas consideran que la violencia contra las mujeres y los derechos sexuales y reproductivos, entre otros temas, forman parte integral de la agenda de los movimientos sociales progresistas. Por otra parte, dados los ataques neoconservadores y fundamentalistas que en la actualidad se lanzan sobre los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, la defensa de sus derechos humanos y la lucha contra un patriarcado que resurge debe constituir un hito de la política de resistencia masiva. Sin embargo, estas posturas feministas fueron a menudo fuente de tensiones entre los movimientos de mujeres y otros movimientos cuyos líderes e integrantes se mostraron indulgentes para con el poder patriarcal, la heteronormatividad y la homofobia... por cierto, entre las activistas feministas por los derechos de la mujer y mujeres activistas involucradas con otros movimientos. Aunque los movimientos de mujeres comparten aspiraciones, siempre se basaron en luchas específicas a escala local o nacional. Las feministas y las defensoras de los derechos de las mujeres se constituyeron como parte del movimiento internacional de mujeres que surgió de la Década de Naciones Unidas para la Mujer, un movimiento que reflejaba la riqueza de la diversidad, mientras que las interconexiones entre los movimientos de mujeres hace ya mucho que reconocen la contingencia de las 18 comunidades y la naturaleza temporaria de las uniones. Si se los compara con los procesos del foro social, los movimientos transnacionales de mujeres lograron evitar, aunque no sin dificultad, las divisiones aparentemente irreconciliables que se habían presentado en algunos ámbitos del foro social, entre movimientos arraigados en respuestas a problemáticas nacionales y otros cuya perspectiva era más transnacional. Dentro de los movimientos de mujeres, muchas reflexionan acerca de estrategias pasadas y las cuestionan. Por ejemplo, las redes globales que trabajaron sistemáticamente dentro de los espacios proporcionados por las Naciones Unidas redujeron su compromiso con aquello que alguna vez fue visto como un socio eficaz para promover y ampliar los derechos de las mujeres y elevar su posición en la sociedad. Ahora las feministas, especialmente las de América Latina, que aprovecharon el momento particular de los gobiernos progresistas en la región, tienden hacia campos alternativos que brindan oportunidades para la interacción, en el ámbito regional, entre los movimientos de mujeres y los estados. No obstante, para el resto del movimiento global de mujeres las Naciones Unidas continúan siendo el espacio apropiado para presentar los movimientos feministas y de mujeres a nuevos liderazgos, y para introducir problemáticas y tendencias globales, actores, y redes cuyo rol es crucial para la defensa y la ampliación de los alcances de los derechos y demandas de las mujeres respecto de su autonomía corporal y de su poder social. A pesar de las dificultades de organizar nuevos proyectos democráticos transnacionales en medio de las complejidades y los cambios ideológicos y geopolíticos, las experiencias recientes han despejado nuevos terrenos para la reflexión y el debate feminista tendiente a lograr mayor claridad, compromiso, y confianza dentro de sus propios espacios así como en la articulación de los puntos de vista y estrategias feministas con los de los movimientos sociales más grandes. A partir del lanzamiento del Foro Social Mundial y sus asociados en esferas regionales, intercontinentales y locales, las feministas ganaron visibilidad. También aumentó su participación en las coaliciones regionales entre movimientos y los foros 19 populares tales como la Alianza Social Hemisférica, ASEAN Conferencia de la Sociedad Civil, y el Foro Euroasiático, para nombrar sólo algunos. Ciertos grupos feministas, que potencian la política feminista y los movimientos de mujeres en sus propios contextos cambiantes, han iniciado duplicaciones de los Diálogos Feministas en el ámbito nacional y regional. El éxito obtenido por el Foro Feminista Africano, realizado en Accra en noviembre de 2006, en cuanto a proporcionar un espacio regional y un proceso transnacional donde las feministas africanas pudieran “dedicarse a la reflexión interior, reconectarse entre sí y con el movimiento… es el primero de su especie en Africa” (The African Feminist Forum [Foro Feminista Africano], 2007). La Carta de Principios Feministas para las Feministas Africanas contiene el siguiente preámbulo: Nombrándonos Feministas Nos definimos y nombramos públicamente como Feministas porque celebramos nuestra identidad y política feminista. Reconocemos que la tarea de luchar por los derechos de las mujeres es profundamente política, y que también es político el proceso de darle nombre. Al optar por nombrarnos Feministas nos colocamos en una postura ideológica clara. Nombrándonos Feministas politizamos la lucha por los derechos de las mujeres, cuestionamos la legitimidad de las estructuras que mantienen a la mujer sojuzgada, y desarrollamos herramientas para acciones y análisis transformadores. En nuestra calidad de Feministas africanas tenemos múltiples y variadas identidades. Somos mujeres africanas y vivimos aquí, en África. Inclusive si viviéramos en otro lugar, nuestro objetivo se centra en las vidas de las mujeres africanas de este continente. Nuestra identidad feminista no se modifica con ‘si’, ‘pero’, o ‘sin embargo’. Somos Feministas. Punto.” 20 Entre otras iniciativas similares se cuentan el Encuentro Feminista Latinoamericano, de larga data, las conferencias nacionales de los grupos de mujeres autónomas de la India, el Foro Feminista Europeo, creado más recientemente, y los Diálogos Feministas de Manila, al igual que la Fiesta Feminista que se realizó en Malasia en 2007. Las feministas que propugnaron estas iniciativas se asociaron con el grupo que coordina los Diálogos Feministas globalmente. Muchos de ellos se han visto renovados mediante la posibilidad de crear ‘la toma horizontal de decisiones’, de experimentar con ‘formas de democracia abierta’ existentes y nacientes, lo cual, citando un discurso de Wendy Harcourt en el Tercer Diálogo Feminista de 2007, “exige que trabajemos por la repolitización de la democracia, reconociendo los modos en que las actuales prácticas económicas, sociales, y políticas nos capturan y definen”. También se observó una renovación de la women’s advocacy en Naciones Unidas, en el contexto de procesos que se desarrollan alrededor de las Five Year Reviews [Revisiones lustrales] y otros encuentros donde las activistas por los derechos de las mujeres tuvieron que luchar duro para asegurarse que lo que habían ganado en décadas anteriores no rodara hasta desaparecer en el ‘consenso’ multilateral de estos tiempos. En cierto sentido, la amenaza de la comunidad internacional de retirarse de los compromisos tocantes a los derechos de las mujeres, dada la dificultad de la dinámica geopolítica global, había devuelto la energía a la simbiosis de diversas partes de los movimientos de mujeres que, de manera diferenciada y simultánea, ejercían presión sobre los gobiernos al tiempo que se resistían a ellos. Concurrentemente, las feministas asimismo comenzaron a sacar provecho de las formaciones y procesos regionales a modo de contrapeso para un sistema de Naciones Unidas que había sido capturado por la agenda neoliberal de los países ricos y se había alineado con los designios militaristas de la administración Bush. Así, partes de los movimientos globales de mujeres se preocupaban por defender y asegurar las Naciones Unidas como terreno fértil para el multilateralismo genuino, mientras que otras partes se concentraban en recortar locaciones regionales progresistas para los derechos de las mujeres y la política feminista. 21 Del mismo modo, las redes feministas se mantuvieron activas en el ámbito internacional y regional, tomando la iniciativa y aplicando enfoques innovadores tendientes a fortalecer el liderazgo feminista, organizando y asegurando la sustentabilidad intergeneracional. Ejemplos de ello son el proyecto de la Conferencia Trienal y Liderazgo de las Jóvenes, perteneciente a la Asociación por los Derechos de las Mujeres en Desarrollo (AWID), y los Institutos de Formación Global y Regional de DAWN Institutes (DTIs/RTIs) que educan en la defensoría feminista a las jóvenes del sur global. V. Conclusión Los intercambios feministas con los movimientos sociales ‘de mayor envergadura’ y con las campañas globales proporcionan a las feministas oportunidades y habilidades excepcionales para negociar y reformular los contratos sociales en torno a alianzas políticas y nuevas formas de política democrática de masas. En estos espacios las feministas se encuentran con mujeres que integran otros movimientos y con hombres que a menudo los lideran. Proyectan, negocian, y amplían los espacios para las posturas y estrategias feministas dentro de agendas progresistas, procesos, acciones de masa, y propuestas alternativas generadas a partir de la organización transnacional y de las disputas entre los diversos movimientos sociales. Simultáneamente, las feministas se encuentran comprometidas con la misión de animar los contratos sociales sobre la democracia en el marco de iniciativas actuales que propugnan la regeneración de los análisis políticos feministas transnacionales y la interconexión en el contexto de la construcción global de movimientos y resistencias. Ello se lleva a cabo a través de espacios donde las feministas se prestan a disputas políticas críticas y al diálogo estratégico, pero también implica un espectro más amplio y diverso de movimientos de mujeres en espacios democráticos abiertos y de contenido plural. Por último, existe la necesidad de comprometerse en múltiples lugares y de emplear estrategias ‘hacia adentro y hacia fuera’ a lo largo del espectro conformado por 22 la defensa, la innovación, la resistencia a la opresión de las mujeres en el mundo masculino de los espacios en que se desarrollan los movimientos sociales tanto en el ámbito intergubernamental como transnacional. References Antrobus, Peggy (2004). The Global Women’s Movement: Origins, Issues, and Strategies. Zed Books. Londres. Antrobus, Peggy y Sen, Gita (2006). “The Personal is Global: The Project and Politics of the Transnational Women’s Movement”. En: Batliwala, Srilatha, y L. David Brown (eds.). Transnational Civil Society: An Introduction. Kumarian Press. Braig, Marianne y Wolte, Sonja (2002). Common Ground or Mutual Exclusion? Women’s Movements and International Relations. Zed Books. Londres. Brecher, Jeremy, Costello, Tim, y Smith, Brendan (2000). Globalization from Below. South End Press. Cambridge, MA. 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