Hidratación de los mayores, mucho más que calmar la sed

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La hidratación es para las personas mayores un hábito fundamental en su alimentación, ya que de la
ingesta de líquidos depende en gran medida su estado de salud, y más en verano, cuando la pérdida
de agua se incrementa y la sensación de sed se retrasa al alertar del peligro. El Observatorio de
Hidratación y Salud (OHS), organismo científico y divulgativo cuyo fin es mejorar las costumbres de
hidratación de los ciudadanos, advierte de que en verano se registra un significativo aumento de
ingresos hospitalarios por la pérdida de agua corporal. Su informe, elaborado con datos del verano
pasado, deja claro que "la población no está concienciada de la importancia de hidratarse de manera
adecuada y las malas consecuencias se producen sobre todo los meses de calor".
Por MAITE ZUDAIRE
6 de julio de 2011
La deshidratación es una de las causas más frecuentes de
hospitalización de personas mayores de 65 años, e incluso, de
muerte. En verano de 2003, cuando la canícula de agosto
elevó 11ºC durante 10 días seguidos la temperatura media,
6.500 personas más murieron ese mes en España respecto a la
media de años anteriores. En Francia, se contabilizaron
15.000 fallecimientos de ancianos directamente relacionados
con el calor.
- Imagen: gingerpig2000 -
El agua constituye más de la mitad del peso corporal del ser
humano. Aunque a menudo se excluye de las listas de nutrientes, es un componente esencial para el
mantenimiento de la vida, que debe aportar la dieta en cantidad suficiente. No hay otra sustancia
como el agua, involucrada de forma tan amplia en funciones tan diversas.
Como recuerda el Observatorio de Hidratación y Salud (OHS), todas las reacciones químicas del
organismo tienen lugar en un medio acuoso, de ahí que el agua contribuya al buen funcionamiento de
todas las células del organismo, sirva como transportador de nutrientes y sustancias orgánicas en el
sistema circulatorio y sea vehículo para excretar productos de desecho y eliminar toxinas (a través del
sistema cardiovascular, el sistema renal y el hepático). Además, lubrifica y proporciona soporte
estructural a tejidos y articulaciones y previene el estreñimiento.
El miedo a la incontinencia urinaria, la disminución de la sensación de sed o la pereza de alternar agua
11/07/2011 10:51
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con otros líquidos favorecen que las personas mayores no atiendan como deberían el hábito de beber
litro y medio de agua, o la suma con otros líquidos, al día. Sin embargo, es clave. Si bien los riñones
de una persona de 70 años filtran y eliminan la mitad de desechos que los de un treintañero, los
mayores pierden mucha más agua a través de la orina que los jóvenes.
El ser humano carece de un mecanismo de almacenamiento de agua,
por lo que es preciso reponer las pérdidas que el desarrollo vital
determina de manera constante a través de la dieta. De este modo, las
cantidades de agua perdidas en forma de sudor, orina o heces deben
reponerse de manera regular mediante líquidos, incluidas otras
bebidas y agua contenida en los alimentos sólidos.
Los mayores pierden
mucha más agua a
través de la orina
que los jóvenes
Se estima que la cantidad necesaria para una persona adulta oscila entre dos y tres litros, en función
de factores individuales. El hecho de carecer de un buen balance entre las pérdidas de líquido y la
reposición de las mismas, puede favorecer la deshidratación.
La deshidratación se identifica con signos evidentes, como una piel desestructurada, la concentración
de la orina o confusión mental. Se deben prevenir las consecuencias de la deshidratación. Lo más
eficaz es estimular una mayor ingesta de líquidos en forma de agua, té, refrescos, zumos de fruta,
infusiones o sopas. Debido al deterioro en la sensación de sed, las personas de edad avanzada deben
atender a un consumo de líquidos constante y regular, que incluya la mayor diversidad de bebidas
posible para que llegar a los niveles de ingesta de líquido necesarios sea un objetivo más factible.
La leche desnatada y semidesnatada, zumos, melón, lechuga, tomate, espárragos, sandía, pimientos,
berenjena, calabacín y cebolla. En general, la mayoría de frutas y hortalizas no pueden faltar en una
despensa eficaz. Contienen entre el 90% y el 99% de agua. Algo menos, pero también muy ricas en
líquidos, son las judías verdes, zanahorias, piña, cerezas, uvas, naranjas y el yogur. A continuación, si
se hiciera una clasificación de más a menos, llegarían los plátanos, las patatas, el maíz, el queso
fresco, pescados, pollo y carnes magras.
El pan blanco, pan integral, pan de molde, quesos curados y embutidos apenas tienen un 35% de agua,
algo más que la miel, higos, pasas y mermelada. El arroz, la pasta y las legumbres, aunque son
alimentos secos, requieren agua para su cocinado, por lo que también hidratan.
Sobre la base de la ingesta de agua total, se concluye que sería adecuado consumir unos dos
litros al día de líquidos, que además de agua incluyen otras bebidas sanas, como zumos,
infusiones, sopas o leche. Sin temor a resultar incisivos, hay que convertir el beber agua en un
hábito, aunque no se tenga sed. Para ello, lo mejor es marcar una botella de agua con
capacidad de un litro o litro y medio, y colocarla en un lugar visible y fresco. El objetivo es
que se acabe al terminar el día y se rellene al comenzarlo.
Después de rellenar la jarra, hay que empezar la mañana con zumo y con fruta, que
garantizan una ingesta segura de líquidos, junto con el tazón de leche con café o té. También
la hora de la merienda es un momento aliado para la hidratación. En forma de fruta, infusión,
granizado o zumo. Los expertos señalan que es mejor optar por un tamaño grande en la vajilla
y desechar las copas pequeñas, ya que estas dificultan alcanzar las cantidades de líquidos
deseados. Acostumbrarse a tomar pequeños sorbos del mismo vaso, siempre el mismo, ayuda a
afianzar el hábito.
Es conveniente incluir en la dieta zumos, caldos, preparados licuados de verduras y frutas,
granizados, helados o gelatinas. Algunas recetas fáciles y refrescantes son los zumos de
frutas, gazpachos, consomés, sopas y caldos.
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