Buenas ideas que se convirtieron en exitosas microempresas

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04 septiembre, 2015 | Fundación Ideas para la Paz
Buenas ideas que se
convirtieron en exitosas
microempresas — Bogotá —
El Tiempo
‘Mi fábrica comenzó en una habitación y con dos máquinas’
La felicidad de cientos de niñas se teje puntada tras puntada en
un pequeño taller artesanal del barrio Barranquillita de la
localidad Usme.
Jorge García logró montar su empresa de artesanías gracias a
Coca Cola Femsa. Foto: Archivo particular
Cada mañana, desde hace dos décadas, un grupo de ocho
mujeres liderado por María Claudia Garay se reúne para darles
forma a decenas de muñecas que este año adornaron los tallos de
plástico de un árbol de Navidad.
Alistaba sus maletas para compartir las celebraciones de fin de
año con su comunidad indígena, los emberas de Tierra Alta
(Córdoba), pero con una diferencia: ya no es el hombre que salió
desplazado de su región. Ahora puede decir que es un
prometedor empresario de 40 años.
En eso pensaban las gestoras de la empresa A Gugu en 1995,
cuando trabajaban en una habitación. Solo contaban con un
presupuesto de 17.000 pesos en una época en la que el sueldo
mínimo era de 118. 934 pesos mensuales.
Cuando tenía 12 años, grupos de guerrilleros y paramilitares
llenaron de incertidumbre estas tierras pacíficas y obligaron a los
indígenas de Torito y Banquito a someterse a sus filas.
Hoy pueden decir que son una de las más de 300.000
microempresas familiares que hay en el país. “Ese primer capital
nos alcanzó para las primeras muñecas. Mi mamá y yo las
diseñamos, les pintamos las caritas, les hicimos los vestidos… fue
un trabajo muy artesanal. Vendimos dos docenas”.
Esa fue la historia de Jorge García. “Me tocó. Vimos que muchos
de nuestros amigos desaparecieron cuando se iban de cacería.
No podíamos protestar, escaparse era como morir”.
En 2005 no dudó en participar en los procesos de
desmovilización, pero por problemas administrativos quedó preso
en Córdoba hasta que logró recuperar su libertad luego de
quedar incluido de nuevo en el programa.
Claudia recuerda que el producto de esa venta lo invirtió
rápidamente. El negocio pasó de producir dos docenas de
muñecas a 250 mensuales. “Pasé de venderlas en la calle a
comercializarlas de manera directa con mayoristas del sector de
San Victorino”.
Bogotá era su próxima parada. Aquí tuvo que pedir limosna
y trabajar en un almacén de muebles. Con lo poco que
ganaba ahorró para comprar materiales para aplicar sus
conocimientos ancestrales en la elaboración de collares, pulseras
y manillas.
A pesar de la falta de recursos y tecnología para mantenerse en
el mercado, estas mujeres no querían dejar de crecer. “Los
pedidos comenzaron a aumentar y cada vez nos veíamos en
apuros para cumplir. No dábamos abasto porque no teníamos
suficiente personal, máquinas ni material para trabajar a un
ritmo acelerado”.
Pero sólo fue hasta hace tres años que logró el empujón que
estaba esperando. Gracias al programa ‘Aportando Tiempo’ de
Coca Cola Femsa fue capacitado para fortalecer su negocio,
hacerlo sostenible, aprender sobre control de calidad y hacer de
sus artesanías un producto más estético. “Eso hizo que por
primera vez pensara en ser un empresario”, dijo Jorge.
Esas angustias las llevaron a conocer los créditos que ofrecíà la
Corporación Microcrédito Aval. “Solicitamos uno y desde
entonces nos han venido apoyando en la empresa”, cuenta María
Claudia. En el 2011 recibieron un préstamo de 600.000 pesos
que destinaron à la compra de telas, hilazas, encajes y material
especial de relleno para darle consistencia à la estructura de las
muñecas. Cuatro años después de ese primer crédito, continúan
vinculadas à la entidad, pero con un préstamo de cuatro millones
de pesos que cuida como su bien más preciado. “La meta es
pedir uno por seis millones. Hay que seguir creciendo”. Hoy más
de 6.000 mujeres se benefician de los créditos que se otorgan
desde el año 2010 y que en promedio son de 700.000 pesos.
‘Aportando Tiempo’ apoya a personas emprendedoras en proceso
de reintegración, a través de asesorías que buscan el éxito de sus
planes de negocio. Eso pasa desde el 2009 cuando el propósito
de conseguir la paz se extendió en todo el país. De hecho, son los
ejecutivos de la empresa los que sacan tiempo para hacer las
capacitaciones. Hoy hay 335 voluntarios que ayudan a 620
personas en procesos de reintegración.
Este indígena no solo consolidó su empresa Marla, que en su
dialecto significa: ‘Libélula, luz, protección e inspiración de un
maestro’, sino que ha podido contratar a once indígenas más de
su comunidad, personas que como él llegaron a Bogotá
expulsadas de sus tierras.
Aunque a María Claudia no le gusta pensar tan a largo plazo, sí
tiene claro a dónde quiere llegar: su meta es tener una bodega
propia en la que pueda ubicar a unas 30 mujeres y ampliar la
producción de sus muñecas para venderlas en otros países.
‘La empresa la conformábamos mi mamá y yo’
‘Ahora empleo a 11 indígenas’
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Mary Hengy Torres tiene el ideal de generar empleo con su
empresa de mermeladas. Foto: Archivo particular
Hace tres navidades Mary Hengy comenzó a hacer mermeladas
con la única intención de darles de regalos a sus parientes y
amigos cercanos. Esa pasión dio frutos: comenzaron a hacerle
encargos de mermeladas hasta el punto en el que los
pedidos eran mensuales.
“Me fue tan bien que comencé a moverme por redes sociales”.
Así fue que alternó su trabajo como consultora educativa con el
de microempresaria.
La ayuda la necesitó cuando empezó a pensar en montar un
local. Fue en Cachipay (Cundinamarca), en donde comenzó a
conseguir la materia prima para sus mermeladas de las manos de
pequeños productores que le vendían alimentos provenientes de
una agricultura limpia y donde montó su empresa.
Esa dinámica permitió que Mary y su mamá contactaran a más
mujeres para que se convirtieran en las principales productoras
de la empresa MuyKuy, que significa ‘campo’ en lengua muisca.
“Lo que ahora quiero es que esas mujeres creen sus
emprendimientos”.
Para eso necesitó del apoyo de MET Community, una comunidad
internacional integrada por profesionales destacados, que
contribuyen al desarrollo empresarial apoyando el
emprendimiento femenino sostenible y su aliado el BBVA. “No
solo nos capacitaron, sino que nos han permitido varios
escenarios para mostrar nuestros productos”.
EL TIEMPO
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