CATEGORÍA E Silencios Hay silencios que pesan como cruces, son silencios que ahogan la garganta, nos atrapan la voz y la desmiembran, le arrancan a la lengua la ilusión, la callan. Hay silencios que vuelven a hurtadillas para turbar el alma, que caminan contigo latentes, imprecisos, hasta encontrar palabras para dejar de ser secretos escondidos que se escapan, se asoman a mis ojos y en un rayo de luz se sientan y se marchan. Hay silencios tan fríos como escarchas que buscan los abrigos de tus besos, que sueñan con ser llama, para fundir el hielo que labró la pared que no separa. Hay silencios que no dejan de ser porque son consentidos, son las pautas que te pide la vida, silencios de la piel porque respira, silencios sin correr, silencios que te cuidan. Hay silencios que se rompen con gritos de alegría, también rompen silencios los desgarros, los llantos y las risas, los aplausos, y el corazón que trota sin descanso buscando que lo oprimas. Hay silencios que mienten y hacen daño, que duelen y se ocultan, como saben hacerlo los silencios, te acechan, te derrumban. Silencios de tu vida, silencios de la mía, que buscan ser comunes un momento, donde poder decirnos con los ojos lo que empujan los labios al silencio. Ganadora: Consuelo Gutiérrez Romero Camas (Sevilla) Balada sentimental bajo la lluvia Porque llueve, padre, sobre los caminos yo escucho tus pasos más cerca que nunca. La sublime pereza de los olivos viejos hoy golpea la tumba que te envuelve como espasmo siniestro, lejos de las montañas donde ibas rumiando la oblación de la piedra, más lejos todavía del viento, de este otoño que deja al descubierto los nidos de los pájaros. Ayer eran dos manos en los surcos atentas a su origen, dos manos minerales organizando el campo, el hábito de la lejanía, un tránsito de viejas enlutadas como alguien de otro tiempo, la piel de las muchachas coronando un silencio de pudor navegado, las águilas que hienden sus garras en la luz del relámpago. Pero los años fueron pasando como un galope de caballos que se amontonan y las puertas de la vida se cerraron delante de tu paso como una carcajada. Nadie verá dos veces su camisa nueva desde la misma playa. Bajo esta lluvia, padre, yo convoco tu cuerpo como amor que se tuerce, las piadosas hermanas, la tristeza del mundo concentrada de pronto en dos pupilas, este campo sombrío donde entornan los búhos sus ojos de ruleta. Yo convoco arbustos que salpican de pájaros el rostro del firmamento, piedras como altares simétricos, la luz alcoholizada de esta tierra manchada de cansancio legítimo, todo aquello que es bello y se rompe cualquier tarde para siempre. Los muertos, padre mío, son rosas incendiadas en horizontes fúnebres, piedra plural, beso o golpe de luto que alienta la anarquía de la madera estática. ¿Te prohíben las horas, te cercan lentamente debajo de la vida como estrofa pisada? Ya no veré tus manos que agitaban la tierra, tu corazón de lámpara encendida, aquel hondo desfile de precrucificados camino de los surcos, del sol de cada día. No hay solución, buen padre, no hay cobijo. Los muertos son de Dios pero no tienen patria. Mención: Manuel Terrín Benavides Albacete Estaban allí Estaban allí. Jugaban, simplemente jugaban, como niños, al juego de la vida. Y el juego de la vida, enajenado, sin vida, demasiado pronto, les dejó. Cambió sus risas por llantos sempiternos de padres y de hermanos, compañeros de juego y de colegio, de familias destrozadas, sin razón. La misma naturaleza que nos crea. El mismo viento que a veces acaricia, terció iracundo y sus sueños destrozó. Estaban allí. Jugaban, simplemente jugaban. Y el juego de la vida erró su flecha y el viento cortó el hilo y sus vidas, justo al alba, enmudeció. Que un viento huracanado limpió espacios y el cobijo que buscaban, derrumbó y salieron heridas muchas almas y sus cuerpos pequeños destrozó. No hay palabras que maticen los pesares. No hay silencios que apacigüen el dolor. Sólo rabia, incomprensión y sinsentido, lucha y hambre de justicia y de razón. Y al final…amargura y desencanto, tocar fondo y volverse a derrumbar. Y de nuevo con el llanto, la esperanza, para no morir de pena y de pesar, permitir que acaricie nuestras mentes y así, a pesar de todo, continuar, sin borrar jamás la esencia de su paso, su recuerdo, sus sonrisas o su olor, reflejados en los ojos de los otros para siempre con ternura y con amor. Mención: Joaquina Nolla Gasulla Tarragona Conocí a aquel Una vez conocí a aquel que no guarda para el invierno, el que vive de sol a sombra y no deja polvo acumularse sobre los muebles inexistentes. Entre barcas varadas en la playa contaba historias tristes que acababan ahogadas en alcohol, mientras el mar murmuraba plegarias infinitas de ir y venir. El hombre tenía la mirada de otoño, una voz de gaviotas de atardecida, manos callosas que raspaban el aire, y sus dedos se entretejían como marineras maromas gastadas. Narraba jornadas terribles, sucesos de noches de lunas rotas, cuando el mar muerde las piedras en furia letal desatada. Tras el enésimo cigarrillo, y la enésima copa de amargo vino, al llegar la hora más triste y sentir el tétrico cántico de la resaca, el hombre, el hombre eterno, lloraba sobre el recuerdo del cadáver de la mujer perdida, arrastrada por la mar huérfana de difuntos, que devolvió, a cambio de su vida, un coral destrozado por las olas. Mención: Francisco José Segovia Ramos Granada Fall Un sendero del parque dormido donde como hojas de árbol van cayendo historias enteras saludos y despedidas carne y fotografías. Un beso helado de tempranísima mañana veloz y rutinario asfixiado por la prisa de tener que estar y no tanto ser en la celda laboral en media horita. Una ráfaga al aire de gritos y llantos elevándose a un cielo donde caben aún el sol posicionándose y la luna echando el cierre mientras se abren las escuelas que irán empezando unas vidas. Sin embargo también queda sitio para balances económicos del mal agüero resúmenes y tirones de orejas puestas de largo en los congresos la nueva fanfarria televisiva y la vieja canción de los propósitos de enmienda la esperanza y la duda la retórica y la vieja invencible estufa. Olor a castañas asadas en cualquier plaza morenas con bufanda y guantes a juego que se reivindican de tan bonitas el paseo sin ruta ni guía de un enclenque perro el débil sonido de la flauta callejera entrecortado por el viento seis docenas de viudas compadeciendo a la perdida juventud. El otoño se vuelve a presentar con un amplísimo fondo de armario. Mención: José Luis Gotor Zrillo Málaga Cuajados por el frío Con las manos vacías, son pobres inmigrantes cuajados por el frío; llegan buscando pan, un poco de calor que les niega su patria. Son pobres inmigrantes, alas rotas de una paloma en vuelo, playas desnudas donde el mar fallece sumido en el olvido del oleaje seco. Cruzan la mar bravía en débiles pateras, cascarones mecidos por la muerte que silenciosa acecha como lobos hambrientos con colmillos de sangre. Su norte es la aventura, un incierto destino donde el rumbo promete un edén escondido donde brotan veneros de blanquísima leche y dulcísima miel. Qué importan los peligros. Lo importante es llegar al nuevo paraíso. Qué importa abandonar familiares y amigos o dejar a la esposa esperando el regreso. Qué importa que la muerte con dedos afilados esgrima su guadaña delante de los ojos. Qué importa no volver si la vuelta es miseria que descarna hasta el fondo inocente del alma. Sólo ven lejanías donde el hombre es persona, donde premian trabajo con dinero sonante, donde puedes comer aunque no tengas hambre, donde puedes dormir sosegado en la noche, porque existe un mañana con un sol deslumbrante. Oleajes furiosos van sembrando inquietudes en los pechos que esperan germinar nuevos surcos con granadas cosechas. Roncos ecos crujientes la patera golpean, aguas llenas de espumas humedecen las caras, se congelan los huesos y se escarcha la sangre, los temblores del miedo hacen mella en su rumbo, está cerca la costa, la ilusión no se pierde auque ronde el peligro. Cara o cruz es el juego, dualidad confundida de la vida o la muerte, cara o cruz gravitando sobre el lecho del mar que dispone a su antojo como loca ruleta o ganar la partida o perder el aliento. Está cerca la costa, pero parece lejos, lejos, lejos, muy lejos… infinito lejano si te atenaza el mar. Con las manos vacías, son pobres inmigrantes cuajados por el frío. Mención: Feliciano Ramos Navarro Montoro (Córdoba) Mi padre Padre, siempre en mi recuerdo presente siempre en mi alma el recuerdo de tu sonrisa que iluminaba tu cara me dabas buenos consejos tenías bellas palabras una guitarra en tus manos a melodía sonaba. Íntegro de pensamientos hombre sabio en la palabra tengo siempre en mi recuerdo el calor de tu mirada, cuando había malos momentos que parecían que mataban aparecías en mis sueños “hija, estoy aquí, a tu espalda”. Nunca te dije “te quiero” y eso me pesa en el alma te echo tanto de menos cada día me haces falta, quisiera ver tu sonrisa quisiera ver tu mirada y escuchar las melodías que hacías con tu guitarra, quisiera tener tu abrazo quisiera escuchar tus palabras ojalá estuvieras conmigo y que nunca te marcharas Quiero que vengas conmigo el día que yo me vaya para no sentir el miedo de lo que dejo a mi marcha. Mención: Dolores Ruiz Ruiz. Molino de la Junta (Carboneras) De San Lázaro a Chaputec, una daga rancia Una familia de tres subió al Metro en San Lázaro. Siempre me quejé de mi vecino hediondo el del 302 pero estos iban mucho más allá: olían a sudor que se seca sobre sudor que se seca sobre sudor de sobaco de prenda que no se lava. Ella era preciosa casi parecida a Björk. Él era simpático como Mowgli, el de El Libro de la Selva. El niño repasaba con su lengua los bordes plásticos de un postrecito que no acababa. Se apencaron los tres: ella y el niño a mi izquierda en los dos asientos vacíos. Él quedó parado, pegado a mí. Se cruzaban miradas tiernas. Pude ver en sus uñas la suciedad que vira verde, sus nudillos maltratados por un frío que los descostra igual que a los bronquios de aquellos que sí tienen para cremas. No pude odiar su mugre, aprendí en ese momento que hay mugres con encanto: las que se saben olidas, las que reconocen la necesidad humana de respirar. Así como hay dioses de la Lluvia y la Fertilidad yo había conocido a los dioses del Hedor (y a su primogénito). Mención: Iván Buenaver Colonia Centro México DF.