“No hubo golpe”, solamente… (PRODH) No hubo golpe de estado, el 30 de septiembre de 2010, en Ecuador, se lee y se oye… “No hubo golpe”, solamente hubo, a la misma hora y fecha, una serie de actos contra la seguridad de la ciudadanía y la estabilidad del gobierno. A la misma hora, comenzó una huelga general de los policías en todo el país. Dejaron su trabajo en calles, parques, plazas y retenes, para concentrarse, cerrar calles y agredir a la ciudadanía. El motivo fue una ley que movía las prebendas y condecoraciones. La meta, que el gobierno recule y cambie esa ley. “No hubo golpe” pero miles de pasquines llamaban a la tropa contra sus autoridades y contra el gobierno, semanas previas al día 30. “No hubo golpe”, pero desde antes de la hora, los grandes medios de comunicación (grandes por su tamaño), tenían la certeza de que algo importante, no cualquier noticia, se venía y movilizaron su equipo completo, con antenas microondas y múltiples equipos de reporte televisivo, estaban en lo que serían los centros de acción del 30 de septiembre. “No hubo golpe”, solamente, como a las 8 de la mañana, un pelotón de sublevados de la fuerza aérea, se tomaron el aeropuerto de Quito, con letreros pre fabricados, impidiendo cualquier operación aérea. A la misma hora, en una de las principales avenidas de Guayaquil, la máxima dirigencia del MPD, junto con los policías sublevados en la misma camioneta, cerraban el tránsito y constriñeron a estudiantes para que se sumen a la protesta. Avanzado el día, en un hotel de Quito, los líderes de oposición, entre trago y trago, sopesaban la marcha de la protesta y monitoreaban el “no golpe de estado”. “No hubo golpe”, pero a las 8 de la mañana, más o menos, un sector del ejército, se sumaba a la protesta y en el comando conjunto no hubo posibilidad de un pronunciamiento inmediato. Era una protesta de manos caídas, expectante, dispuesta a crecer y convertirse en presencia decisoria según los acontecimientos. No hubo golpe, solamente, a las 8 de la mañana, más o menos, la Asamblea Nacional fue bloqueada por la guardia legislativa y algunos asambleístas ex miembros de las fuerzas armadas, daban indicaciones a la guardia para que no entren ciertas personas a sus oficinas. Y, de paso, agredían de palabra y obra a las personas afines al gobierno. Ese día, que “no hubo golpe”, decenas de grupos de encapuchados y armados, mezclados entre policías uniformados, incitaron a la violencia, agredieron a las personas afines al gobierno y a quienes cuestionaban su protesta armada y violenta. Actuaron junto con policías uniformados, que, sin vergüenza, agredían, disparaban bombas y balas contra la gente que comenzó a manifestarse contra su acción. No hubo golpe, solamente, a las 8 de la mañana, más o menos, en las ciudades comenzaron saqueos, asaltos y robos a la población que circulaba. La sublevación y el “no golpe”, puso en riesgo la seguridad, integridad y vida de la gente en todo el territorio nacional. Caldo de cultivo para un golpe. Esta cadena de “coincidencias”, sin mentores reconocidos, son hechos, no inventos. En cada ciudad, en cada pueblo, se forjó una situación que, rápidamente, hubiese sido insostenible para forzar cambios, para “matar al presidente para acabar el proceso de cambio”. Escenario para que aparezcan las intenciones de los partidos de oposición que, desde el pedido de “rectificaciones” empezaron a demandar la renuncia del presidente y la amnistía para los insurrectos. “No hubo golpe”, se oye y se lee, pero éste era el único escenario posible el 30 de septiembre de 2010. Los mentores anónimos esperaban una reacción como la que derrocó a gobernantes anteriores y pensaron que no había un presidente que se exponga en vez de esconderse o de huir atropelladamente. No hubo tal, la muchedumbre marchó por la defensa de un gobierno democrático y por rescatar a un presidente retenido en un cuarto de un hospital rodeado de policías y civiles dispuestos a matarlo. “No hubo golpe”, solo que el presidente de Ecuador, presidente elegido y en funciones, sufrió vergonzosas agresiones, verbales, insultos públicos, golpes e intentos de asfixiarlo, por parte de policías descontentos y, luego, de reales intentos de asesinato utilizando armas de dotación y rompiendo todo sentido común de respeto. “No hubo golpe”, solamente decenas de policías dispararon contra el hospital, contra la gente y contra el vehículo del presidente cuando salía, en un necesario rescate contra una retención de policías transformados en matones de triste recordación. Más de 200 heridos y una decena de muertos, pero “no hubo golpe”, repiten los locutores y locutoras, los titulares y los voceros de los opositores. Este supuesto “no golpe” indigna y duele. “No hubo golpe”, aseguran los medios privados de comunicación, aseguran comunicadores y comunicadoras, porque no hay un acta firmada por los complotados que lo diga. “No hubo golpe”, siguen diciendo, porque ningún juez ha sentenciado que sí fue ni ha identificado a los mentores. ¿Ingenuidad, contubernio o bobería? En honor a la historia, hay que reconocer que, por encima de las insuficiencias y continuismos del actual gobierno, de su simbólica apertura a la participación social como estrategia de la democracia, su gestión cambia el rumbo de un Estado mascota de las clases dominantes a un Estado de derechos. Este cambio de timón en el gobierno, reformas mínimas necesarias para una real revolución, no es tolerable por los grupos que detentaron el poder por décadas ni por sus lacayos de partidos políticos desprestigiados y corroídos y tampoco, por una oposición que antepone sus intereses electorales a la lucha con los sectores sociales. Esto explica el 30-S y el supuesto “no golpe de estado”.