La Aventura del Conocimiento Cuaderno de Bitácora Rafael Feo La

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La Aventura del Conocimiento Cuaderno de Bitácora
Rafael Feo La Cruz
Luis Eduardo Gallo
(Tripulantes del Telar Mágico)
En el Puerto del Telar Mágico, antes de zarpar
Nos correspondió como equipo realizar "una visita" por el cerebro neocortical y tratar lo
relativo a la "inteligencia asociativa", temas de los cuales "habló" Elaine de Beauport. Sin
orden aparente, revisamos también "los dos modos de saber" de Ken Wilber y, con Martínez,
tratamos de visualizar "la luz del conocimiento a través de la nueva neurociencia". Pero
cuando estabamos más o menos claros en torno a todo esto, nos enredamos en la lectura de
Karel Kosic, a quien tratamos de comprender, inútilmente, por diversos procesos de
raciocinio, hasta que decidimos dejarlo de lado y seguir con nuestra aventura. Un día, bien
entrada la noche y como ocurre con tanta frecuencia, se encendió el chispazo.
Terminábamos de "releer" a Wilber, nos encontrábamos sumergidos en una breve biografía
de Sperry, e inmersos al mismo tiempo, en conversaciones casuales sobre astronomía y,
precisamente, la relatividad del tiempo, cuando de pronto, el misterioso Kosic se develó ante
nosotros. Sin saber exactamente ¿Por qué? mucho menos ¿Cómo?, las palabras de este
insigne checo, inalcanzables hasta entonces, se hicieron comprender. Creemos saberlo ahora.
¿No sería acaso un proceso de inteligencia "asociativa", abierto quizá por la nueva lectura de
Wilber?. Sonaba un concierto para piano de Tschaikowsky. ¿Surgió alguna "inspiración" de
esa biografía de Sperry?. Sobre el escritorio, libros y más libros. Algunos apuntes sin relación
aparente. Escuchamos ahora los conciertos de Brandemburgo, Biografías de Eintein y el
mismísimo Sperry forman un montículo junto a "Las Tres Caras de la Mente" de De
Beauport, el ahora no tan enigmático libro de Kosic y una monumental "Introducción a la
Ciencia" de Isaac Asimov. Más allá en la penumbra, tras el "Espectro de la Conciencia" de
Wilber, que tanto nos ayudó, un pequeño grabador; ¿lo utilizaremos?. Y alrededor, los
anaqueles repletos de enciclopedias, revistas y más libros. A ratos, e incongruentemente,
porque las alfombras son persas y la lámpara de mesa es moderna y está fabricada en Taiwan,
podemos pensar que estamos en la Viena de principios de siglo. O en la Florencia del
Renacimiento. Y es que esta aventura del conocimiento en la que nos hemos embarcado, está
por comenzar. ¿A dónde ir?, ¿Qué método utilizar?.
Habiendo captado ya lo esencial de las lecturas, nos disponemos a emprender el viaje y a
tratar de esbozar un "mapa" sobre este papel. El teléfono nos recuerda que no estamos en
Florencia. Es una llamada del otro "equipo" y aprovechamos la interrupción para preguntarles
qué método "utilizaron". "La tormenta de ideas" (Brainstorming) es la respuesta. Pero
nosotros somos dos. Y como hablamos ya de embarcarnos, en lugar de enfrascarnos en una
tormenta de ideas, nos refrescamos en una "Regata de ideas", dejando que fluyan todas,
tranquilamente, como esa brisa suave que impulsa sin precipitarse a este velero (nosotros)
que ha salido a surcar el mar de los conocimientos sin apuros y sin rumbo determinado.
Estamos bajo un sol esplendoroso, el sol de la nueva neurociencia. La mar está calmada. No
hay presagio de tormenta. Se ha hecho girar el cabrestante y se ha levado el ancla. La
navegación se ha iniciado.
Pero, cómo hicimos los Hilanderos del Telar Mágico para iniciar este periplo. Pues, muy
sencillo. Tejimos un velamen de ideas, construimos un barco con madera de neuronas y nos
hicimos a la mar.
El Mar del Neocortex
Para iniciar este viaje enfilamos nuestro buque "proa al viento". El velamen de ideas nos
conduce, en calma, hacia el inmenso mar del Neocortex. Más que un mar es este un inmenso
océano que nos invita a la reflexión. Y en este punto puede ser conveniente realizar una breve
descripción de las olas que se mueven en distintas direcciones pero sin llegar a separarse. A
babor, es decir al lado izquierdo de nuestro velero, vemos como las olas van de proa a popa.
Son olas lineales, secuenciales y sucesivas, que parecen pensar por sí mismas en forma
lógica, discursiva, causal y sistemática. Para un marinero experimentado, moverse a través de
estas olas no resultará difícil si ha aprendido conforme a un proceso educativo diseñado para
inhibir la creatividad y no aceptar críticas ni oposiciones a su lógica, como el que se imparte
en la mayoría de las escuelas del "Almirantazgo" del mundo occidental. Este mismo marinero
tendrá sin embargo dificultades cuando vea el oleaje que divisamos a estribor. Aquí
observamos olas analógicas. Más que olas son metáforas del mar, que se presentan
simultáneamente y nos permiten ver el océano como un todo y en una sola pincelada. No
podemos decir a ciencia cierta el porqué, pero este lado del océano nos hace recordar a la
Bahía de De Beauport.
Con sus blancas ensenadas, sus aguas cristalinas, y su aire atemporal, allí estuvimos en más
de una ocasión. Y allí aprendimos del Capitán Sperry, de la Comodora Elaine Austín y de
muchos otros, que para ser buenos navegantes tenemos que tomar en cuenta, y en su
conjunto, las características de los dos hemisferios de olas que conforman el hermoso mar de
nuestra mente.
¡Ah! La Bahía de De Beauport. Con sus vibrantes amaneceres y esos espectaculares ocasos
que nos permitieron ver el mar desde una perspectiva diferente. ¡Qué grato es recordar!. Y
saber, por qué estamos en el mar del Neocortex, bajo cuya superficie multicolor se abren
también a nuestra curiosidad nuevos misterios. Navegando en cabotaje por esta misma Bahía
de De Beauport, algunos de sus iluminados habitantes, además de Sperry y Elaine, nos
invitaron a sumergirnos en las playas. Llegamos así a ver las profundidades del sistema
límbico, donde conseguimos peces como el Tálamo, el Hipotálamo y la Amígdala, que según
nos cuentan, proporcionan placer y dolor. Y más abajo aún, en los abismos abisales, las aguas
del sistema básico y las corrientes reptilianas a las que nos referiremos en otra ocasión, pues
en este viaje no hemos venido a pescar en el límbico ni a bucear en las oscuras profundidades
abisales, sino a recrearnos en esta marea que evolucionó hasta llegar al nivel del mar que
ahora disfrutamos: el Mar del Neocortex.
El Archipiélago de Kosik
Nuestra embarcación se aproxima a tierra fragmentada; tal vez, a lo lejos, alguna borrasca
pueda divisarse. El archipiélago de Kosik, en principio impenetrable, comienza a despejarse.
¿No sería acaso, que el fenómeno, esa apariencia de la cosa, esa representación que se hace
pasar por la cosa misma y crea la apariencia ideológica, petrifica las condiciones y nos
impide apreciar claramente la realidad?. A babor se observan nubarrones. Nuestra decisión es
girar a la derecha, a estribor, vamos a hacer el rodeo para descubrir la realidad. Hemos de
destruir el mundo engañoso y fetichizado que es el mundo de la pseudo concreción. Nos
aproximamos a la realidad a través del esfuerzo del viento domeñado por nuestras velas. La
realidad del conocimiento surge por esa lucha. No es un descubrimiento, es nuestra creación;
es la unidad dialéctica de nosotros los sujetos con el objeto. Nos hemos liberado de los
prejuicios y las cargas que nos impedían realizar la realidad.
La realidad del archipiélago de Kosik se nos visualiza, una vez hecho el rodeo, y se nos
manifiesta como nuestra creación derivada de la transformación en donde la totalidad es
concreta y no una totalidad vacía, abstracta o mala. Es concreta porque es el resultado de una
visión de la estructura descompuesta en donde cada uno de los elementos forma parte del
todo estructurado.
El Cabo de Ken Wilber
Después de días de navegación en el océano congnocitivo nos aproximamos al cabo de
Wilber, luminoso, se presenta como unidad mágica. Las aguas a su izquierda aparecen
rigurosas; a su derecha, se perciben poéticas, con notas musicales. A la izquierda del cabo
observamos el crepúsculo en ese atardecer milenario. En la madrugada del siguiente día
decidimos surcar las aguas del lado derecho y nos topamos con el día en todo su esplendor y
lleno de creaciones. Los habitantes de la costa nos confesaban que en el cabo Wilber se
fundían las travesías milenarias de los navegantes que se aventuraban a buscar y crear el
conocimiento. Su visualización había de ser integral, global para llegar al conocimiento
diurno. Sólo podremos llegar a él deslastrándonos del faro de las apariencias, que nos depara
la visión dual del mundo; ese querer separar el sujeto observador del objeto observado. El
electrón formaba parte de los comentarios de los habitantes de esa comarca; sus cambios de
posición cuando trataban de medirlo los hizo comprender que el sujeto y el objeto estaban
íntimamente unidos. Esta imagen que pareciera estar sacada de una obra literaria o de una
cinta cinematográfica, es producida por la aventura mágica del conocimiento y condujo a
Heinsenberg a producir, en uno de sus viajes, el principio de indeterminación y marcó el fin
del enfoque clásico y puramente dualista de la realidad.
Vivamente se producían comentarios de los lugareños; nos citaban observaciones de Sullivan
y Andrade en el sentido de que "no podemos observar el curso de la naturaleza sin alterarlo",
u "observar equivale a intervenir en lo que está siendo observado... la observación altera la
realidad". El sujeto y el objeto no pueden ser separados, pues son una misma cosa, así como
la ola y la espuma.
Estas reflexiones nos hicieron recordar lo que habíamos visto en el Archipiélago de Kosik y
lo que habíamos descubierto en la Bahía de Beauport.
A la mañana siguiente nos fuimos a la mar y cuando desde la popa ya el cabo de Wilber no se
divisaba y veíamos la majestuosa configuración del océano, recordarnos cuán confundidos
podemos estar si creemos que los mapas que están en los anaqueles de la sección cartográfica
del barco, son la realidad y no una mera representación de lo real. La realidad del mar es una
plenitud holográfica, en cuyas profundidades se encuentra un mundo de vida a ser
descubierto y recreado.
La Brisa de la Inteligencia Asociativa
Es en buena parte gracias a esta brisa que hemos podido realizar nuestro recorrido. La madera
de las neuronas nos proporcionó material para construir "el casco" de nuestra embarcación.
Del telar de las ideas configuramos el mágico velamen para nuestra nave. Pero sin la brisa de
la inteligencia asociativa no hubiésemos podido navegar a plenitud.
Qué decir entonces de esta etérea compañera que nos impulsó en nuestro viaje. Pues bien, ella
nos ayudó a establecer las conexiones entre esas extraordinarias personas; el capitán Sperry,
la comodoro Elaine y tantos otros, y esos encantados lugares; el Archipiélago de Kosic, el
Cabo de Wilber, la Bahía de De Beauport y otros tantos espacios, muchos de ellos no
reseñados en nuestros mapas, que logramos descubrir en el conjunto de mares, olas corrientes
y hemisferios que se configuran en el Mar del Neocortex.
Esta brisa asociativa nos permitió, además, lograr un significado de este amplio mar uniendo
vistazos y yuxtaponiéndolos, para apreciar las sutilezas y matices de nuestro cuadro; mar,
navío, lenguajes, personas, lugares y navegantes (nosotros)... en una obra plástica que implicó
un libre viaje hacia nuevas formas de conocimiento.
Ahora bien, se nos ha exigido por parte de Almirantazgo la presentación de un diario de
navegación, que no es otra cosa que una copia, en limpio, del cuaderno de Bitácora donde
anotamos los pormenores de este viaje. Pero con la presentación de este cuaderno, no se
detendrá esta rica navegación que iniciamos bajo la guía de nuestra apreciada almirante
Blancanieve. El barco está listo para zarpar nuevamente. Nosotros, los tripulantes, dispuestos
a descubrir nuevos mundos. Las conclusiones, muchas, algunas de ellas, contenidas en este
diario, pero la más importante, es que hay que seguir navegando.
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