Los modelos de acumulación y pobreza La búsqueda de articulación Autores: Silvia Anguiano y Esteban Arias Encuentro de Cátedras de Ciencias Sociales y Humanísticas para las Ciencias Económicas La construcción del sistema de dominación conforme a la utopía trazada por nuestros constitucionalistas ha demandado políticas activas del estado nacional en el decurso histórico. El protagonismo estatal ha contribuido a caracterizar nuestro sistema de dominación de un modo particular que concita el interés teórico por develar su peculiar modo de articulación. La inserción al mercado mundial como proveedores de materias primas definida por el proyecto que nos permitió consolidar nuestro despegue como nación se concretó por políticas activas del estado. El proceso de crecimiento sin embargo presenta una fuerte declinación a partir de la década del treinta y fue sostenido por una política industrializadora que en sucesivos etapas se fue profundizando (industrialización asociada al agro, industrialización sustitutiva y producción para el mercado interno, industrialización asistida por el aporte de capital externo). La inestabilidad política y las crisis económicas recurrentes, preparan el espacio para la aceptación de un nuevo modo de acumulación con apertura al mercado internacional. Esta inserción aperturista al capitalismo mundial es definida como “dependencia” o como “oportunidad” según el marco de ideas que disputan la hegemonía social. La Argentina, se sostiene, presenta una dominación sin hegemonía, porque la burguesía nacional no puede acordar un modo de capitalización que garantice el crecimiento sostenido, es demasiado débil frente al capitalismo internacional y es incapaz de responder en forma eficaz y legítima a las demandas de los sectores subordinados de la estructura social que le permitan hegemonizar la sociedad bajo su conducción. La burguesía nacional es dependiente del capitalismo internacional lo que obstaculiza sus relaciones intersectoriales por lo que internamente presenta enfrentamientos entre sectores y aún dentro de un mismo sector estando, por lo tanto, incapacitada para conciliar el consenso o arribar a consensos estables. Esta falta de hegemonía para sostener la conducción de las capas subordinadas articulando sus demandas y la incapacidad para arribar a consensos estables ha demandado un esfuerzo a los gobiernos para transformar las estructuras del estado y de la sociedad en la búsqueda de mecanismos articuladores de las demandas sociales comprometiendo diversos actores organizacionales para construir el consenso. Nuestra hipótesis es que la estructura de poder, con su eje en el estado nacional, se transforma así al influjo de las nuevas orientaciones políticas complejizandose el juego conflictivo de organizaciones y actores institucionales o no institucionales. La diversificación del sector dominante que ha sido producto de proyectos políticos que reestructuraron la base económica del sistema de dominación en función del mercado internacional y que, a raíz de esta pertenencia a proyectos enfrentados, tienen internamente diferencias de intereses contrapuestos, ha dificultado la construcción de consensos estables. Las reformas estructurales que periódicamente se proponen para adecuar el país al contexto capitalista internacional son de tal magnitud que requieren nuevos consensos por lo que los anteriores no logran estabilizarse y las demandas que serán privilegiadas y el modo de satisfacerlas padece abruptas rupturas. A nuestro entender, lo que proporciona la clave de la peculiaridad de la experiencia argentina es, en primer lugar que la inexistencia de hegemonía se sustituye o intenta sustituir por la conducción política del gobierno apoyando a algún sector de la burguesía que disputa la hegemonía de la sociedad o propulsando un nuevo sector a la dominación social que intentará construirla; en segundo lugar, la presencia de actores organizacionales políticamente movilizados; y en tercer lugar, el modo de organizar y conseguir el consenso necesario para el sostén del modelo. ¿Cómo reforzar la articulación social si existe enfrentamiento de intereses altamente conflictivos en situaciones de dominación sin hegemonía, esto es con una burguesía dependiente del capitalismo externo, internamente dividida e incapacitada para negociar con las capas subordinadas? Esta articulación social estuvo garantizada durante la vigencia del proyecto liberal por el gran crecimiento que experimentó la argentina durante su implementación. Los sectores dominantes apoyaban el sistema por la gran acumulación de riqueza y el poder político que detentaban; los sectores subordinados, por la esperanza de mejora social que el crecimiento económico y el sistema educativo alimentaban. En principio, la demanda social podía canalizarse “clintelísticamente”1 por medio de las estructuras estatales gobernadas por la elite dominante. Por otra parte, la Sociedad Rural, la prensa “seria”, la Facultad de Derecho y sus intelectuales, la jerarquía de la Iglesia Católica, etc. son los actores corporativos2 que intervendrán en la construcción del consenso. Con el arribo de los inmigrantes con raíces ideológicas formadas en Europa y en los problemas del capitalismo en ese continente, la demanda social se hace más compleja y combativa. Pero al decaer las potencialidades del proyecto agroexportador para sostener el crecimiento de la Argentina este consenso se sustituye por el fraude en las elecciones y la demanda social se vuelve creciente e insatisfecha. La nueva articulación se organiza con el liderazgo de Perón. El gobierno peronista reforma al estado y articula activamente a nuevos actores: las organizaciones sindicales obreras y empresariales serán los actores privilegiados por el gobierno para responder y armonizar a las demandas sociales. Por su parte el consenso se concita por una fuerte acción ideológico-propagandística mediante la construcción de lealtades y el trazado de fronteras para el que no se adscribe 1 Clientes y “notables” se relacionan interpersonalmente, cuentan con un número reducido de participantes y su base de representación es territorial. tratando de contrarrestar la fuerte acción ideológica de la elite desplazada y sus organizaciones. Perón, además, no organiza un partido político, organiza un “movimiento” constituido por tres ramas: la sindical, la política y la rama femenina. Estas ramas expresan la incorporación política de una representación por “intereses” estamentales (de todos los “estamentos” de la sociedad como le gusta decir al peronismo) y no por “ideas” como sucede en los partidos políticos tradicionales, o en los intereses de clase como en los partidos socialistas y comunistas. La articulación de intereses se organiza alrededor del fuerte liderazgo de Perón, como garantía de conducción desde el “estado” hacia el doble objetivo de dar satisfacción a la demanda social y propulsar el crecimiento económico. Cuando el proyecto de sustitución de importaciones y producción para el mercado interno comienza a mostrar las debilidades del mercado interno para sostener el crecimiento, la demanda social vuelve a incrementarse, la estructura articulada con el liderazgo de Perón como pivote de la relación obrero patronal empieza a ser deficiente y, por el modo de organizar la frontera entre amigos y enemigos, la movilización de sectores sociales enfrentados al peronismo y con vinculaciones en el proyecto liberal exportador (desplazados por el peronismo) se hace más fuerte poniendo a prueba la hegemonía alcanzada por la burguesía industrial nacional. Después de la caída de Perón, Frondizzi obtiene su apoyo, lo que alimenta una expectativa esperanzada en poder articular la demanda social y contar con cierto consenso para profundizar el proyecto de industrialización que ya no responde a los sectores de la burguesía industrial “nacional” del peronismo sumando nuevos intereses a la disputa por la dominación social. Organizaciones públicas y privadas, nacionales y extranjeras no encuentran un marco institucional que pueda regular el conflicto desatado en la dominación social entre la burguesía agraria, la burguesía industrial nacional y la burguesía asociada al capital extranjero que rápidamente se había constituido en un actor económico y político poderoso gracias a las filiales de empresas multinacionales que producían para el 2 Corporativas en tanto representan intereses sectoriales de esas organizaciones. mercado interno. Por otra parte, esto condujo a la rápida activación política de las organizaciones sindicales que el gobierno no podía articular desde el estado como realizara Perón. Pronto la esperanza deviene en impaciencia y desconfianza. Se desata la crisis política que arrasa con Frondizzi y con Illia. Finalmente la articulación de la demanda se sustituye por la imposición autoritaria del Golpe de Estado de 1966. El gobierno militar intenta sustituir el consenso por la imposición autoritaria de un proyecto y diseña una articulación planificada de la demanda social. En efecto, el objetivo del proyecto militar fue una integración vertical de los sectores dominantes en pos del desarrollo industrial que produjera para la exportación, tecnificando y profesionalizando las estructuras organizacionales, mejorando y contribuyendo a hacer crecer los servicios modernos, realizando el estado las inversiones en infraestructura físicas necesaria para sostener este desarrollo. Estos objetivos implicaban fortalecer al estado: en primer lugar, en su poder de coacción para imponer estas metas al conjunto social; en segundo lugar, suprimir las demandas sociales que amenazaban la acumulación capitalista; y en tercer lugar, proveerse de recursos financieros del capitalismo mundial (garantizando altas tasas de ganancias) para los grandes emprendimientos a los que se debía abocar. La necesidad de suprimir la demanda social desestabilizante y la capacidad del gobierno militar para conseguir y controlar la paz social se esperaba que le generara, al gobierno militar, la aceptación (aunque no fuera producto del consenso sino de la imposición) de los sectores dominantes enfrentados. Se suprimen las elecciones y se inactiva a los partidos políticos que podían canalizar la demanda social, se “disciplina” la fuerza de trabajo en sus relaciones directas con los empleadores y se busca la cooptación de líderes sindicales que se independicen de Perón (peronismo sin Perón). El plan de reestructuración del sistema se concibe para ser desarrollado en etapas para la que se señalan “objetivos” y no tiempos (en el pensamiento de algunos militares se necesitarían 10 años como mínimo para cada etapa) para dejar una “sociedad organizada”. La depuración ideológica de las organizaciones sociales sería fundamental para articular el consenso. La búsqueda de consenso gira alrededor de valores y principios caros a los sectores militares y de la iglesia católica, que pueden atraer a los sectores nacionalistas y a los conservadores: defendiendo la existencia de un “ser nacional” que engloba la existencia individual y es occidental y cristiano. Este “ser” es el que se define en peligro, por este “ser” está justificada la represión y desmovilización popular, por la grandeza de este “ser” está justificada la reorganización autoritaria de la sociedad. Los tiempos, sin embargo, le jugaron en contra al proyecto militar. Las medidas de depuración ideológica, represión popular, extranjerización del capitalismo, incentivaron y justificaron la intensa movilización popular. El liderazgo de Perón desde el exilio se fortaleció, hasta llevar al convencimiento de ciertos sectores militares sobre la necesidad de consolidar una conducción política del peronismo sin Perón, para lo cual era necesario reeditar el juego político de la democracia imponiendo restricciones para el regreso de Perón. El regreso a la democracia desencadena la crisis de los sectores internos del movimiento peronista ante el previsible fin de Perón. Esta crisis pone en la superficie el problema de representación de los diferentes sectores y clases sociales, cuya articulación Perón había hecho posible con su liderazgo. Muerto Perón un nuevo golpe de estado intenta imponer la paz social con el recurso de la fuerza. Ya se analizó como el gobierno militar profundiza la depuración ideológica mediante la eliminación física de todo sospechoso de incorrección ideológica y penetra militarmente las instituciones gubernamentales y las organizaciones estatales: provinciales, municipales, hospitales, universidades, interviene los gremios, controla los medios de comunicación (radios, televisión, prensa), etc. Destruye el tejido social mediante el recurso de hacer que se sospeche del vecino y aún dentro de la misma familia, de estar “implicado” en la guerrilla o ser simpatizante de ideologías contrarias al “ser nacional” La búsqueda de consensos se elimina por la supresión lisa y llana de otras voces. La guerra por la recuperación de Las Malvinas se imagina como el paso a la construcción del reencuentro con el pueblo y la reactivación de acuerdos con las fuerzas políticas reconciliadas con las Fuerzas Armadas. La articulación de la demanda social es sustituida por la desmovilización popular lograda y la alineación con el capital externo y la gran afluencia del capital financiero. La derrota en la guerra por la recuperación de las Islas Malvinas precipita la salida del gobierno militar. Alfonsín intentará construir el consenso alrededor de los valores democráticos. Para la articulación de las clases sociales se piensa que podría alcanzarse políticamente mediante un Pacto Social al estilo de los realizados en España o Italia, pero las corporaciones económicas, militares, religiosas, sindicales, recrudecen en sus enfrentamientos con el gobierno que, compelido a realizar planes de ajuste, no acierta a elaborar un diseño de objetivos claros para el crecimiento económico, indispensable para llegar a este tipo de acuerdo con los sectores dominantes cuyas corporaciones se enfrentan con la conducción política del gobierno. Las clases medias, en las que se apoya el gobierno, no alcanzan para seducir a los sectores poderosos de la economía y sus corporaciones, y el conflicto con las asociaciones gremiales tampoco permite alcanzar las condiciones bajo las cuales se podría dar la aceptación de los sectores populares. La dominación social en este esquema no cierra un acuerdo, permanece abierta y en conflicto en la cúpula y en la base de la pirámide social. Será el gobierno de Menem el que reestructure el acuerdo social de la dominación con el éxito obtenido con el Plan de Convertibilidad de su ministro Cavallo. El peronismo recupera el poder político por el esfuerzo del sindicalismo desplegado durante el gobierno de Alfonsín mediante el recurso de realizar paros generales (trece paros) que permitió recomponer las fuerzas sindicales peronistas detrás de la figura de Saúl Ubaldini y que confirmaban la incapacidad del gobierno para obtener la paz social. La “renovación peronista”, de la rama política del peronismo se encolumnó detrás de Menem a partir de los recursos económicos generados en las privatizaciones, la reforma del estado y la estabilidad económica, que le permitió organizar el sistema de prebendas que le garantizó un cuerpo legislativo disciplinado, una justicia subordinada y un sindicalismo dócil a pesar de la creciente desocupación. La orientación aperturista fue celebrada y apoyada por los sectores poderosos de la economía, en especial por la burguesía financiera asociada al capitalismo mundial. La dominación social vislumbró un período de hegemonía con una articulación de los sectores dominantes que se beneficiaron con la creciente acumulación de riquezas. La demanda social sería canalizada por un sindicalismo que apoyaba decididamente al gobierno, por la privatización de la asistencia social articulando las organizaciones sociales, focalizando el gasto del estado en los más necesitados. Sin embargo el proyecto económico conducía a un empobrecimiento creciente de los sectores medios y una pauperización creciente de los sectores de más bajos recursos. La desactivación política de estos sectores comienza a definirse como prioritaria. La dependencia hacia la ayuda estatal que garantice la supervivencia será el recurso que se utilizará para el disciplinamiento de estos sectores. La crisis económico política desatada por la salida de la Convertibilidad y los efectos profundos en la estructura social (pauperización de la clase media, pobreza, desocupación, precarización laboral, etc) desencadenados por los años de ejecución del proyecto aperturista del gobierno de Menem, desestructura la articulación de clases sociales que había construido el menemismo. Los sectores beneficiados demandan la profundización de las reformas estructurales pendientes que el gobierno no ha impulsado aún, los sectores de clase media empobrecidos y desengañados por la ostentación de las riquezas acumuladas por la corrupción de los funcionarios y políticos demandan “que se vayan todos” los políticos, la movilización de los desocupados enrolados en el movimiento piquetero con nuevas víctimas de la represión, llevan a una proliferación de demandas que ya no encuentra un legítimo marco de regulación. Recién en la presidencia de Kirchner, y gracias a la coyuntura internacional favorable a la producción primaria exportable, comienza a producirse una acumulación de ingresos que permite al gobierno empezar a diseñar una estrategia de articulación, que constituye la base de la propuesta política de la candidata a suceder en la presidencia y esposa del presidente actual Fernandez de Kirchtner: un Pacto Social como el que aspiraba a realizar Alfonsín, como el Pacto de la Moncloa en España. Este gobierno, sin haber arbitrado un mecanismo de articulación de la demanda social, comenzó a diseñar y ejecutar algunos pasos previos: Neutralización del movimiento piquetero, definiendo los piqueteros “amigos” que reciben subsidios del estado para repartir entre desocupados. Concesiones simbólicas y efectivas con las organizaciones de izquierda y que luchan por los derechos humanos: museo de la ESMA (centro clandestino de detención durante la dictadura), juicio a los militares que se habían liberado de responsabilidad por los crímenes durante la dictadura, compartir el palco con las Madres de Mayo y las Abuelas (Organizaciones de defensa de los muertos y desaparecidos durante la dictadura militar), etc. Recuperación gradual del ingreso en relación al dólar, que incentiva la demanda favoreciendo a las clases medias y al aumento de la producción industrial que lleva a la mejora de lo índices de desocupación, pero que también incide negativamente provocando el aumento de la inflación. Su hermana asume la conducción de la asistencia social recorriendo el país y organizando, bajo su signo discursivo y en apoyo incondicional a su hermano, grupos de formadores del voluntariado social. Intento de hegemonizar bajo su conducción al justicialismo trazando la línea entre amigos y enemigos avanzando a través de los afiliados que están posicionados en función de gobierno mediante la provisión o denegación de recursos para gobernar, estrategia que le puede proporcionar una importante base popular, el pueblo peronista. Avanza en igual sentido dentro de las filas del diezmado pero otrora gran partido opositor (el radicalismo) trazando también la línea entre radicales amigos, los Radicales K, que le pueden proporcionar una base de clase media “progresista”. Esta estrategia de construcción hegemónica ejerce un atractivo innegable para algunos sectores dominantes porque puede volver a existir una conducción popular unificada para poder concretar una alianza que según se enuncia será industrial exportadora y con justicia social. Los sectores dominantes han reclamado insistentemente sobre la ausencia de señales claras sobre el rumbo del proyecto económico especialmente por las señalas confusas de política exterior. La deuda exterior se paga puntualmente, se canceló la deuda con el Fondo Monetario Internacional, pero se hacen desplantes al presidente de Estados Unidos, se acerca demasiado a Chaves (presidente de Venezuela que amenaza con la unidad antiimperialista de Latinoamérica), etc. gestos que no permiten entrever el perfil económico que desarrollará el gobierno y si habrá una estrategia de inserción al mercado mundial que no sea solo la de exportación de materia prima particularmente favorecida en esta coyuntura. Al contrario, la política exterior se diseña con metamensajes dirigidos a los grupos locales que se desea articular (clases populares, clases medias progresistas, agrupaciones de izquierda). Corporativismo El concepto de “corporativismo” desde la ciencia política, ha permitido enfocar la construcción de estructuras como estrategia que permite vincular la demanda de los diferentes estratos de la sociedad al estado, bajo una dominación social, hegemónica o no hegemónica. Dada la complejidad estructural de la sociedad moderna la idea de “igualdad y representación ciudadana”, desde una concepción realista de la política, cede terreno ante la diversidad de organizaciones existentes de hecho que ejercen poder y tienen capacidad y recursos para obtener o influir en las decisiones políticas que pueden afectar sus intereses. De acuerdo a Schmitter (1974) estas organizaciones representan intereses funcionalmente diferenciados y potencialmente conflictivos entre si. Por otra parte señala que la burocracia estatal desempeña un importante papel en la sociedad moderna y acumula un poder considerable en ciertos grupos “atrincherados” en sus estructuras. Junto a estos factores, en las sociedades modernas también es posible observar la pérdida de importancia de los partidos políticos al mismo tiempo que la presencia del estado se expande y abarca nuevos ámbitos. Estos factores de la sociedad concreta altamente compleja se organizan corporativamente e intentan representar los intereses de un sector, participan políticamente influyendo o intentando influir en las decisiones del estado y no puede incluírselos dentro del concepto de “representación ciudadana”, es una “representación corporativa”, de las organizaciones y no de las personas. El “corporativismo” define un sistema de representación de intereses que permite “moderar estas demandas”, arribar a “soluciones negociadas”, desarrollar la “responsabilidad de los dirigentes”, fomentar “la participación”, etc. mediante un conjunto de “prácticas o estructuras institucionales que incluyen la representación de intereses de grupo”. (Schmitter:1974) Este autor define el corporativismo como: “un sistema de representación de intereses en que las unidades constitutivas están organizadas en un número limitado de categorías singulares, obligatorias, no competitivas, jerárquicamente ordenadas y funcionalmente diferenciadas, reconocidas o autorizadas (si no creadas) por el estado, y a las que se ha concedido un deliberado monopolio representativo dentro de sus respectivas categorías a cambio de observar ciertos controles sobre la selección de sus dirigentes y la articulación de sus demandas y apoyos.” (Schmitter:1974) O’Donnell, distingue dos modalidades de “corporativismo”: El “corporativismo privatista” (al que Schmitter denomina “social, autónomo y penetrante”)”donde el estado abre áreas institucionales del propio estado a la representación de intereses organizados”, por lo que el estado depende de la actividad de las asociaciones corporativas singulares, fenómeno característico de las sociedades capitalistas, desarrolladas y democráticas. El “corporativismo “estatizante” (al que Schmitter denomina estatal, dependiente y penetrado) donde el estado conquista y subordina a las organizaciones de la sociedad civil y es característico de las sociedades capitalistas dependientes. De acuerdo al análisis efectuado entendemos que el modo de articulación social y de construcción de consensos conceptualizado como corporativista presenta características correspondientes a los dos subtipos, social o privatista (que permite explicar el poder de veto que intenta conservar la Sociedad Rural y que ejerce cuando pronuncia el discurso de la Exposición Anual) y estatal, complementado por prácticas y estructuras clientelares que también en parte se han estatizado, como puede observarse en el reparto de los recursos de la asistencia social clientelar por diputados y senadores, o cuando se otorga subsidios a las organizaciones de piqueteros. De este modo la estructura de poder se complejiza, a la estructura legal instituida fundada en el ciudadano, la libertad, la igualdad y la solidaridad, se añade una estructura de poder real: cambiante, inestable, dependiente de la articulación política, donde las corporaciones se convierten en actores políticos claves, y donde se pierde el papel asignado al ciudadano y se limita la vigencia de los valores de libertad e igualdad. Conclusión: En este sentido, el análisis realizado nos permite proponer las siguientes ideas: Los gobiernos, los partidos políticos para gobernar, los movimientos sociales, han diseñado o intentado al menos, definir estrategias articuladoras de la demanda social, estrategias de vinculación con actores organizacionales y políticas de construcción de consensos. Estos intentos articuladores y búsqueda de consensos han contribuido a definir al “estado” como sujeto activo en la construcción de la integración social del sistema. La expectativa integradora devela los diversos planos de exigencias que, en nuestros países, se presentan para consolidar el sistema de dominación a nivel nacional: 1. El originado en la inserción económica externa. 2. El originado en la necesidad de sostener el crecimiento de la economía. 3. El originado en el conflicto sobre la dominación social. 4. El originado en el crecimiento desmedido de la pobreza por las políticas de Ajuste y de acumulación que diseña el estado.