Los Sitios de Zaragoza La ocupación francesa Después de la

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del 9 de julio al 20 de octubre de 2013
Aragoneses y soldados que defendeis a Zaragoza / Josef de Palafox y Melzi. — [Zaragoza?] : [s.n.], [1808]
diseñográficovíctorlahuerta • impreso en ARPIrelieve
de lunes a domingo,
de 10 a 14 h y de 16.30 a 20 h
En el segundo sitio, del 20 de diciembre al 21 de febrero, los
franceses, dirigidos primero por Moncey y luego por Lannes,
cambiaron de táctica, sustituyendo los asaltos con bayoneta por la utilización masiva de la artillería y las minas, mientras construían trincheras para avanzar. Tras la toma de los
reductos exteriores, fueron penetrando en la ciudad, conquistando casa por casa.
Diezmada la población por la guerra, la peste y el hambre,
destruidos una gran parte de los edificios –sobre la ciudad
cayeron más de 30.000 proyectiles–, con Palafox enfermo
y con el general O’Neille y el barón Warsage agonizando,
no quedó más alternativa que la capitulación, acordada por
Lannes y Pedro María Ric el 20 de febrero de 1809.
La encarnizada defensa del pueblo zaragozano, que ocasionó más de 50.000 muertos, causó asombro en toda Europa.
Los episodios más sobresalientes fueron narrados por testigos presenciales, desde Alcaide Ibieca y Sebastián Hernández de Morejón hasta Férussac, Rogniat y Lejeune.
Al frente de la ciudad estuvieron, sucesivamente, tres gobernadores militares: Lannes, ante quien se realizó el juramento de fidelidad a José I, Junot y Suchet, que fue nombrado gobernador general, con plenitud de poderes legislativos,
administrativos, militares y judiciales. Se mantuvo la figura del intendente general del Reino de Aragón y se creó el
cargo de comisario general, desempeñado por Agustín de
Quinto, cuyo retrato se exhibe.
Aragón pasó enseguida a depender directamente de Napoleón, y, tras la declaración del estado de sitio en nuestro
territorio, en febrero de 1810, su poder aumentó considerablemente, quedando reducido José I a una simple figura
decorativa.
Derrotado el ejército francés en Vitoria, el 21 de junio, José I
cruzó la frontera. A principios de julio comenzó la retirada
del ejército de ocupación y la salida de todos aquellos que
habían colaborado con los franceses. Mientras Durán y Tabuenca rodeaban la ciudad, Espoz y Mina se acercaba a Zaragoza. La derrota del general Paris precipitó la salida de las
tropas francesas, que abandonaron la capital el 9 de julio,
volando, en su retirada, uno de los
arcos del puente
de Piedra.
Solo quedó una
pequeña guarnición en la Aljafería, que se rindió
el 2 de agosto. Finalizada la contienda, y siguiendo instrucciones
de Wellington, se
rellenó el foso y
se eliminaron las
for tificaciones
realizadas por los
franceses.
Tras la salida del ejército francés, la ciudad fue recobrando
la normalidad. El 11 de agosto, el Ayuntamiento juró la Constitución de 1812. El 28 de octubre se celebró una misa solemne en la catedral de la Seo y se procedió a la elección de diputados. El 11 de diciembre se firmó el tratado de Valençay y
Fernando VII fue restablecido en el trono.
Previendo el regreso del monarca, las Cortes aprobaron un decreto, exigiendo a Fernando VII que jurara la constitución. El
rey, alterando los planes de viaje trazados por la Regencia, se
trasladó a Zaragoza, donde se celebraron una serie de festejos en su honor, minuciosamente descritos por Alcaide Ibieca.
Una vez en Valencia, derogó la Constitución de 1812, restableciendo la situación anterior, por decreto de 4 de mayo, que
fue rápidamente comunicado a los alcaldes y ayuntamientos.
El pueblo se había empobrecido notablemente a consecuencia de la guerra y de las exigencias del ejército. La mayor parte de los edificios estaban destruidos y resultaba necesario continuar con las tareas de reconstrucción. Aragón
experimentó una fuerte crisis económica, que quedó reflejada en varios impresos de la época, que comparaban la situación antes y después de la contienda. A pesar de ello, se
siguió exigiendo el pago de la contribución para el mantenimiento del ejército, de lo que queda constancia en el bando dado en Calatayud por Palafox en 1815.
Las acciones de los componentes de las guerrillas, que actuaban frecuentemente al margen de la ley, fueron regularizadas, a instancias de Fernando VII, por un decreto de Pío VII.
La ciudad recibió los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy
Heroica e Inmortal, que siguen adornando su escudo, concediéndose a la Virgen del Pilar, en el primer centenario de
los Sitios, honores de capitán general.
El mito de los Sitios
Augustina the Maid of Saragossa / [Sir David Wilkie, artist ; W. Greatbach, engraver]. — [New York?] : [Selmar Hess], [1892?]
Capilla de San Martín
Tras la capitulación, el 22 de febrero el ejército francés se
instaló en la Aljafería. Los prisioneros, entre los que se encontraba el conde de Fuentes, fueron liberados. El coronel
Rogniat dirigió la fortificación del castillo, instalando cañones y morteros en dirección a la ciudad, en previsión de una
posible sublevación. Una vez neutralizada Zaragoza, comenzó una gran ofensiva francesa entre 1810 y 1812.
Después de la guerra
Plano que representa el estado á que quedó reducida la ciudad de Zaragoza despues de haber sufrido un 2º sitio ... / José Santiró fecit. — [España?] : [s. n.], [post 1808]
Palacio de la Aljafería
Tras la toma de Tudela,
Mallén y Alagón, el ejército francés avanzó hacia Zaragoza a las órdenes del general Lefèbvre.
Palafox, que solo contaba
con unos 5.000 hombres
(miembros del ejército
regular y voluntarios), organizó la defensa de la
ciudad, mientras el coronel de Ingenieros Sangenís iba diseñando las
fortificaciones.
Durante el primer sitio,
del 15 de junio al 14 de
agosto, los franceses intentaron penetrar por las
puertas de Santa Engracia, del Carmen y del Portillo. Tras la batalla de las
Eras, la explosión del polvorín del seminario, el intento de asalto por Torrero, el ataque por el Portillo –con el episodio de Agustina de Aragón–,
el bombardeo de la Aljafería y la toma de algunos conventos, penetraron hasta el Coso. En tan crítica situación, la llegada de Palafox con refuerzos y la noticia de la derrota de
Bailén les indujeron a retirarse, tras volar el monasterio de
Santa Engracia.
La ocupación francesa
Agustín de Quinto y Guiu / [Taller de Vicente López]. — [1ª mitad s. XIX]
Los Sitios de Zaragoza
La heroica resistencia de Zaragoza a las tropas francesas se
convirtió en fuente de inspiración para numerosos artistas
y escritores desde la finalización del primer sitio.
En otoño de 1808 visitaron la ciudad varios artistas, desde Goya hasta Fernando Brambila y Juan Gálvez, que dejaron testimonio en sus obras de los efectos devastadores de la guerra. Los dos últimos realizaron una serie de grabados que, bajo
el título Las Ruinas de Zaragoza, fueron publicados en Cádiz
entre 1812 y 1813. Al finalizar los Sitios, fueron numerosos los
artistas, ingleses y franceses principalmente, que utilizaron
como tema de sus obras los hechos más destacados de la contienda o inmortalizaron a algunos de sus protagonistas.
El heroísmo de los zaragozanos quedó también plasmado
en numerosos poemas, alentados algunos de ellos desde
la Junta Central, que llegó a convocar un certamen literario
con el tema de los Sitios en 1809, con fines propagandísticos antifranceses.
Entre los poemas épicos destaca una edición ilustrada de La
Iberiada, que, dividida en 24 cantos, ensalza la figura heroica del general Palafox, o Defensa de Zaragoza, impreso por
primera vez en Sevilla en 1808. Se editan numerosas novelas
históricas, escritas con mayor o menor rigor, como Zaragoza,
uno de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, que
narra los acontecimientos acaecidos durante el segundo sitio, o la biografía novelada de Agustina de Aragón, La ilustre
Heroína de Zaragoza o la célebre amazona en la Guerra de la
Independencia, escrita por su hija, Carlota Cobo.
La noticia de los hechos traspasó las fronteras. Lev Tolstói mencionó los Sitios de Zaragoza en Guerra y paz y Lord
Byron ensalzó la figura de Agustina de Aragón, a quien dedicó unos versos en La peregrinación de Childe Harold.
Fondo Documental Histórico de las Cortes de Aragón
Bicentenario
de la retirada
de las tropas francesas
El descontento popular por la ocupación francesa motivó el
levantamiento del 2 de mayo, sofocado con dureza por Murat. Las noticias llegaron rápidamente a Zaragoza, y, el 24 de
mayo, un grupo de descontentos asaltó el palacio de Capitanía. Jorge Juan Guillelmi, capitán general de Aragón, fue
encerrado en la Aljafería por negarse a entregar las armas
almacenadas en el castillo.
Los sublevados ofrecieron a Palafox el cargo de capitán general de Aragón, reconocido inmediatamente por el Ayuntamiento y el Real Acuerdo. Se repartieron 5.000 fusiles de
los 25.000 existentes en el castillo, del que fue nombrado
gobernador Mariano Cerezo, uno de los labradores que habían encabezado la revuelta.
Para dar legitimidad a su elección y organizar la defensa de
la ciudad, Palafox convocó
a las Cortes el 9 de junio
de 1808. Allí dio cuenta de
las actuaciones realizadas
hasta la fecha. Los diputados proclamaron rey a Fernando VII, reconocieron a
Palafox como gobernador
político y militar de Aragón y crearon una Junta
integrada por seis personas. Actuó como secretario Lorenzo Calvo de Rozas.
Mientras, el 6 de junio, tras
las abdicaciones de Bayona, Napoleón había proclamado rey de España a su
hermano José, aprobándose el denominado Estatuto
de Bayona, de aplicación
exclusiva en los territorios ocupados permanentemente por los franceses.
Prise de Sarragosse par l`armée française le 27 fevrier 1809. — A Paris : chez Jean Md. d’Estampes, [post 1809]
La firma del tratado de Fontainebleau permitió la penetración del ejército napoleónico para invadir Portugal. Este hecho, unido al conflicto existente entre Carlos IV y su primogénito a causa de Godoy, fue aprovechado por Napoleón
para ocupar el país.
José I no fue reconocido como rey de España por el Consejo
de Castilla, que consideraba nulas las abdicaciones de Bayona,
ni por la Junta Suprema; además, se ganó el menosprecio de
una gran parte de la
población. El monarca
francés, con el apoyo
de algunos ilustrados,
denominados despectivamente «afrancesados» por colaborar
con los invasores, inició una serie de reformas, de acuerdo con lo
establecido en el Estatuto de Bayona.
Los patriotas, que no
reconocían su autoridad, fueron creando Juntas para asumir las tareas de gobierno. La Junta Central funcionó hasta
la constitución del Consejo de Regencia, que decidió convocar las Cortes de Cadiz, en cuyas sesiones se aprobó la
Constitución de 1812, con participación de varios diputados
aragoneses.
En Zaragoza continuaron funcionando las principales instituciones. La Real Audiencia estaba presidida por el capitán
general, Palafox, sustituido por su hermano el marqués de
Lazán durante su ausencia. Lorenzo Calvo de Rozas ocupó
los cargos de corregidor e intendente del reino y del ejército
de Aragón. Durante los Sitios se creó una Junta de defensa,
de la que formaron parte, entre otros, Pedro María Ric e Isidoro de Antillón.
Tras la capitulación de Zaragoza, en los territorios no ocupados (Mequinenza, Jaca, Teruel, Albarracín y Daroca) comenzó a funcionar la Junta Superior de Aragón y parte de
Castilla, con carácter itinerante. Presidida inicialmente por
Valentín Solanot, se encargó, principalmente, del alistamiento, avituallamiento y armamento del ejército, así como
de la recaudación de fondos para proseguir la lucha, tarea
no exenta de dificultades, por no ser reconocida, en ocasiones, por las autoridades locales. Su actividad cesó a finales
de octubre de 1813, unos días antes de la constitución de la
Diputación Provincial.
Los ejércitos
El ejército regular español era menos numeroso y estaba
peor armado y organizado que el francés, ya que no tuvo un
mando único hasta septiembre de 1812, momento en el que
Wellington fue nombrado general en jefe de todas las tropas españolas, pese a la oposición del general Ballesteros.
Ante la dificultad de vencer al enemigo en campo abierto,
surgió la denominada «guerra de guerrillas». Las partidas,
integradas casi exclusivamente por civiles, hostigaban sin
cesar a los convoyes de aprovisionamiento y cortaban sus
líneas de comunicación, lo que sumió en la anarquía a una
gran parte del país.
Se crearon también grupos de voluntarios bajo mando militar, como los tercios formados para la defensa de Zaragoza
en el primer sitio.
Junto a los retratos del general Palafox y de algunos oficiales aragoneses que luego hicieron carrera en el ejército,
como Pablo de Casamayor, Agustín Nogueras, Pascual Sebastián de Liñán o Francisco Ballesteros, se exhiben relatos
escritos por algunos militares que participaron en la contienda: el coronel de Infantería Fernando García Marín o el
teniente general de Ingenieros Manuel Caballero.
El ejército francés, con numerosas unidades de caballería y
preparado para combatir en campo abierto, terminó luchando contra un pueblo levantado en armas bajo el mando de
militares profesionales. El cuerpo que operaba en nuestro territorio recibía el nombre de Armée d’Aragon. Sus movimientos, bajo las órdenes del mariscal Suchet, quedan plasmados
en algunos de los mapas, planos y grabados expuestos.
La población civil
[Solicitud de Juan Aznar al juzgado de primera instancia para que se busquen testigos
de su participación en la defensa de la ciudad]. — 1841 mayo 18
Entre los diversos materiales
expuestos destacan varios
retratos de sus protagonistas
(el general Palafox, Agustina de
Aragón o Mariano
Cerezo, gobernador de la Aljafería), así como el del afrancesado Agustín de Quinto; textos impresos sobre los Sitios escritos, en ocasiones, por testigos presenciales pertenecientes a uno u otro bando, como los españoles Caballero, García
Marín o Hernández de Morejón o los franceses Rogniat , Férussac o Lejeune, o manuscritos redactados por civiles que
desempeñaron tareas de gobierno (Lorenzo Calvo de Rozas,
secretario de la sesión de las Cortes de Aragón de 1808 y corregidor de la ciudad, o Valentín de Solanot, presidente de
la Junta Suprema de Aragón y parte de Castilla, entre ellos).
Se exhiben también numerosos grabados, algunos de escasa calidad técnica, pero de gran fuerza expresiva, que muestran los duros combates mantenidos entre los franceses y
los zaragozanos, luchando cuerpo a cuerpo y defendiendo
la ciudad casa por casa, o ponen de manifiesto el estado
ruinoso en el que quedaron algunos de sus edificios; mapas
y planos en los que quedan reflejados los movimientos de
las tropas; poemas épicos o novelas históricas escritos como homenaje a los heroicos defensores de la ciudad, desde
la Zaragoza de Galdós hasta la Iberiada, sin olvidar los versos de Lord Byron o la biografía de Agustina de Aragón. La
exposición se completa con algunas otras piezas de la época relacionadas con el ejército.
Para finalizar, queremos manifestar nuestro agradecimiento a la Obra Social y Cultural de Ibercaja, sin cuya colaboración no hubiera sido posible organizar esta exposición, así
como al Ayuntamiento de Zaragoza, a la Coordinadora para
el Bicentenario de la Liberación de Zaragoza (1813-2013), al
Museo de Zaragoza y a la Biblioteca de Aragón, que han cedido alguna de las piezas exhibidas.
La Guerra de la Independencia tuvo su origen en el enfrentamiento entre Francia y Gran Bretaña por el control de Portugal, que se negaba a aplicar el bloqueo comercial a los
productos británicos, impuesto por Napoleón en 1807, tras
la derrota de Trafalgar.
La organización política
[Solicitud de Valentín Solanot dirigida a Lorenzo Calvo de Rozas para que se recojan fondos
para el mantenimiento del ejército]. — 1809 nov. 24
Las Cortes de Aragón conmemoran el bicentenario de la retirada de las tropas francesas de Zaragoza con la organización de esta exposición, que, bajo el título ¡Hasta la última
tapia!, rememora dicho acontecimiento histórico mediante la exhibición de una parte del patrimonio bibliográfico y
documental del Parlamento aragonés.
El título hace alusión a la frase que, según el conde de Toreno, pronunció el general Palafox durante el segundo sitio
de la ciudad: «Defenderé hasta la última tapia». Pronunciada o no realmente, resulta sumamente gráfica para describir la encarnizada lucha y la resistencia heroica del pueblo
zaragozano ante las tropas francesas, notablemente superiores en número y armamento, en una ciudad cuyo recinto
estaba escasamente amurallado.
La muestra se celebra en el castillo de la Aljafería, que tan
importante papel desempeñó en la contienda. Allí fue donde se entregaron armas a los zaragozanos para hacer frente
a los franceses. Convertido en bastión durante los Sitios, fue
blanco de los proyectiles enemigos. Sirvió de cárcel para los
franceses y afrancesados y de cuartel para las tropas de ambos ejércitos. Entre sus muros se produjo la capitulación de
los últimos combatientes extranjeros al finalizar el conflicto
armado y en la cripta de su iglesia, la capilla de San Martín,
se encontraron abundantes restos de las víctimas de la guerra, algunos de los cuales se exhiben en esta ocasión.
El episodio de los Sitios, uno de los más sobresalientes de
la Guerra de la Independencia, es, probablemente, el que
mayor repercusión ha tenido para nuestra ciudad en la literatura y en el arte, tanto en España como en el resto de
Europa. Prueba de ello es la publicación de diversos libros
durante la contienda, algunos de los cuales fueron traducidos casi de inmediato.
Siége de Sarragosse / [Jean-Charles Pellerin]. — Epinal : Pellerin, [post 1835]
¡Hasta
la
última
tapia!
Bicentenario de la retirada de las tropas francesas
D. Mariano Zerezo / Juan Galbez y Fernando Brambila. — [Cádiz] : [Academia de Bellas Artes], [1812-1813]
El inicio de la contienda
La población civil, principal víctima de la guerra, no tuvo idéntica
respuesta ante la invasion. Mientras los
«afrancesados» se pusieron del lado de las
fuerzas de ocupación,
por coherencia con sus
ideas liberales o por estar convencidos de la
inutilidad de la lucha
contra el ejército napoleónico, la mayor parte
de la población se alzó en armas contra los
franceses.
Entre los sublevados
se encontraban labradores, como Mariano
Cerezo o el Tío Jorge;
miembros de la nobleza, como la condesa de Bureta, los duques de Villahermosa
y el barón de Valdeolivos, o prósperos comerciantes, como
Calvo de Rozas.
Algunos miembros del clero también se involucraron en la
guerra. La madre Rafols llevó a cabo una importante labor
en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, atendiendo a
los heridos y enfermos o intercediendo por ellos ante los
oficiales franceses, mientras que los padres Boggiero y Sas,
consejeros de Palafox, y el padre Consolación participaron
de forma más activa en la contienda. Los tres fueron asesinados por los franceses, que pensaban que la guerra estaba
instigada por los frailes.
Las mujeres desempeñaron también un papel importante en la lucha, combatiendo en primera línea. Destacan
las figuras de María Agustín, Casta Álvarez, Josefa Amar
y Borbón, Manuela Sancho, la condesa de Bureta, ya mencionada, y, especialmente, Agustina de Aragón, que prendió fuego a la mecha de un cañón el 2 de julio de 1808 en
el Portillo y llegó a ostentar el grado de subteniente de
Infantería.
El heroísmo de todos ellos fue recompensado con la entrega del Escudo de Distinción a los defensores de Zaragoza,
creado por Palafox, con la inscripción «Recompensa del valor y patriotismo».
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