Domingo 11º del Tiempo Ordinario. Ciclo A. “Elección y misión”. A la vista de un pueblo “extenuado” y “abandonado” (pobres y marginados, Tercer Mundo, inmigrantes ...), de la escasez de “trabajadores” (pocos militantes decididos, falta de testimonio ...) y de una tarea “abundante” (la justicia del reino en el mundo), Cristo asocia a doce colaboradores (sentido de colegio, de comunidad) en su propia actividad. Podemos decir que Jesús “hizo” a los Doce y les encomienda una tarea, una misión: ser los anunciadores de su Buena noticia. En esta perícopa evangélica se trata de una misión menor, restringida a Israel. Habrá otra misión universal al final del evangelio de Mateo. Cristo encomienda a sus colaboradores dos cosas: expulsar “espíritus inmundos” (que desaparezca lo diabólico o lo demoníaco) y curar “ toda enfermedad” (que haya salud total, personal y social) para la restauración final. Pero el reino ya ha comenzado. Cristo, también pone a sus colaboradores unas condiciones mínimas: tener cuidado con la “tierra de paganos” (la injusticia, el individualismo y la indiferencia), ir a las “ovejas descarriadas” (no centrarse en la pastoral de conservación) y proclamar “el reino de los cielos” (con hechos y palabras, en su totalidad) “gratis” (sin la obsesión del dinero). Ante esta Palabra de Dios, en este domingo está bien que reflexionemos y hagamos un análisis sobre qué es la comunidad cristiana, cuáles son los problemas y los carismas de la Iglesia, en qué consiste el riesgo y la responsabilidad del ministerio apostólico. Es verdad que la Iglesia gira en torno al ministerio de los Doce Apóstoles, escogidos por Jesús. Ellos deben anunciar el Reino de Dios y vivir liberados del egoísmo, pues deben dar gratis lo que ha recibido gratis. ¿Qué significa ser apóstol y participar en el envío misionero que hace el Señor?. Según el vocabulario semítico son: enviados, ministros plenipotenciarios, personas de fiar; según las imágenes evangélicas son: pastores, pescadores de hombres, viñadores, sembradores. Todos somos llamados, invitados y enviados a la gran misión de la Iglesia, a dar a conocer el Reino de Dios, a predicar el Evangelio de Cristo, a ser testigos del amor misericordioso de Dios, que nos ha amado con misericordia infinita. Este mensaje nos lo repite nuestro Obispo José Manuel en la presentación de los “Materiales de trabajo preparados por las Delegaciones de Apostolado Seglar de las Diócesis de Aragón” con motivo del Congreso del Laicado Cristiano de Aragón celebrado en Zaragoza los días 28 y 29 de febrero de 2004: “La Iglesia de Aragón... ha puesto en marcha los elementos necesarios para revitalizar el trabajo por el Reino de Dios de todos los cristianos, especialmente los laicos, en esta época en la que se le ofertan al hombre de hoy infinitos caminos. Se trata de hacer descubrir el papel que cada uno tiene en la Iglesia y de que nadie se sienta espectador, sino protagonista en la tarea evangelizadora... Se trata de tomar conciencia de que no podemos pasar de largo ante tantas preguntas que se nos hacen, ni de responderlas con evasivas, por ignorancia o comodidad y reconocer que la verdadera acción apostólica de un militante cristiano tiene como punto de referencia su unión vital con Cristo... La vocación recibida viene de Dios como un verdadero don y como una tarea. El mero hecho de ser llamados ya es un maravilloso regalo, fruto del amor. Sólo desde la fe, cultivada y vivida, puedes valorar que Dios ha pensado en ti para esta misión, que te “necesita” para iluminar y ordenar las cosas temporales según su corazón, para gloria y alabanza de Nuestro Señor. La tarea es sencilla y necesaria, ser “levadura en la masa”, tener una presencia activa, impregnando las realidades sociales, políticas, económicas, etc. con un espíritu profético, bajo la acción del Espíritu Santo... Para esta misión estamos convocados todos de parte del Señor Jesús; nadie está exento de ser “sal de la tierra”. Elección y misión. El Señor nos ha llamado a cada uno por nuestro nombre; Somos los mensajeros de Dios “Id por el mundo y proclamad la Buena Nueva del Señor: Dios es amor, liberación y de los hombres, salvación”. Avelino José Belenguer Calvé