Mosa venía del sur, como un hijo de inmigrante sirio

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LATERCERA Sábado 3 de mayo de 2014
A
NÍBAL Mosa salta y grita
en la humedad de un camarín campeón. Es 13 de
noviembre y Colo Colo
acaba de derrotar a Santiago Wanderers, alcanzando
la copa número 30 en su
historia. Mientras Mosa salta y grita abrazado de los jugadores, el resto de los miembros del directorio, Arturo Salah y Leonidas
Vial, entre otros, celebra con más recato.
Mosa, el mayor accionista individual de
Blanco y Negro, un personaje polémico y
controvertido dentro de la sociedad que
rige los destinos del club, siente que el
triunfo de alguna manera le pertenece.
Como director fue clave en la contratación
de los refuerzos del equipo que fueron fundamentales en la obtención del título, principalmente en el caso de Esteban Paredes,
símbolo del equipo. Después de una larga
negociación, Mosa tuvo que poner dinero
de su bolsillo para poder repatriar al delantero desde México. No se equivocó. Paredes
guió al equipo al campeonato y fue el goleador del torneo.
Antes, eso sí, el camino estuvo lleno de
obstáculos. Desde líos legales cuando era
empresario en Puerto Montt, pasando por
una pelea que hizo separar negocios con su
hermano, hasta el frío recibimiento que
tuvo en el directorio de Blanco y Negro,
cuyo núcleo está asociado a la más tradicional elite empresarial del país.
Mosa, un hombre impulsivo, a veces de
carácter explosivo, cuyo sueño es ser presidente de Blanco y Negro, no la tuvo fácil
antes de levantar la copa como dirigente.
De Siria a Frutillar
Yackob Aníbal Mosa Schmes (51) llegó a
Chile junto a sus padres y sus dos hermanos, Jacob y Fabiola, cuando tenía 10 años,
en 1973. Sus padres, Asís Mosa y Amal
Schmes, militaban en el partido Baath Arabe Socialista, mismo partido del ex dictador
iraquí Saddam Hussein. Asís y Amal decidieron emprender viaje a Chile, motivados
por el gobierno socialista de Salvador
Allende, pero en septiembre de 1973, cuando venían en París, se enteraron del Golpe
de Estado que terminó derrocando al Mandatario. Decidieron continuar el viaje de
todas formas.
Al aterrizar en Chile se fueron a Osorno,
donde los esperaba su amigo José Bayelle,
quien una década atrás había dejado Mardin, al sur de Turquía, para instalarse con el
supermercado La Reina, que luego dio origen a Supermercados Full Fresh. Con la
ayuda comercial de la familia Bayelle, los
Mosa llegaron a Frutillar, donde instalaron
un pequeño almacén llamado Emporio
Central. Aunque no sabía hablar español, al
llegar a Chile Mosa vio jugar a Colo Colo 73,
que ese año llegó a la final de la Copa Libertadores de América. El primer nombre que
se aprendió fue el de Carlos Caszely.
En 1978, Asís Mosa decide expandirse y se
va a vivir a Puerto Montt junto a su familia,
ciudad donde instala el Supermercado Mundial. Las cosas van bien. Aníbal y Jacob le dicen a su padre que no quieren seguir estudiando, que prefieren dedicarse a los negocios de la familia. El futuro dirigente deja sus
estudios cuando cursaba séptimo básico.
En Puerto Montt, los Mosa siguieron creciendo en el mundo de los negocios. Al
poco tiempo ya tenían supermercados en
Puerto Varas, Coyhaique y Chiloé.
El éxito económico de Asís Mosa se vería
opacado en 1984, con la muerte de su esposa, Amal Schmes, en un accidente automovilístico en Miami, Estados Unidos. Dos
años más tarde, cuando la familia aún no se
recuperaba de la muerte de la matriarca, en
otro accidente automovilístico fallecía Asís
Mosa. A los 23 años, Aníbal Mosa quedaba
sin padres.
Las riendas de los negocios familiares las
tomó Jacob, el hermano mayor. Con los
años, los hermanos Mosa comenzaron a aumentar sus ganancias gracias a los supermercados Mundial y a los negocios que empezaron a hacer en otras áreas, como el turismo y el sector inmobiliario.
Construyeron malls y el 2002 compraron el
famoso hotel Vicente Pérez Rosales, al que
debieron cambiar el nombre después de
una batalla legal con otro empresario local
por su uso. El nombre del hotel ahora es el
de Gran Hotel Vicente Costanera.
La caída
Los que conocen a Aníbal Mosa de sus
tiempos de empresario en Puerto Montt dicen que funcionaba como buen apoyo de su
hermano Jacob y que trabajaba fuerte cuando debía hacerlo. Pero los problemas llegaban de noche. En Puerto Montt, Mosa era
conocido por sus grandes fiestas, especialmente en la casa que tiene en Puerto Varas.
Varias veces contrató chárters para llevar a
amigos actores desde Santiago, sólo para
que llegaran a las celebraciones que hacía
en su casa. Mosa corría con todos los gastos.
El gusto por las fiestas le empezó a traer
otro tipo de problemas. En noviembre de
2007, Mosa golpeó con un libro en la cabeza a Joshua Huanca Hernández, ex recepcionista del Gran Hotel Vicente Costanera.
En un comienzo, Mosa lo insultó y luego,
ofuscado por el gesto desganado del funcionario, agarró un libro con el cual lo golpeó
en la cabeza. La escena fue presenciada por
funcionarios de la Dirección del Trabajo de
Puerto Montt, que ese día se encontraban
realizando un seminario en dicho hotel y
que terminaron llamando a Carabineros.
Mosa fue detenido y llevado a una comisaría.
A fines de diciembre de ese año, en el Juzgado de Garantía de Puerto Montt, se llevó a
cabo la audiencia de acuerdo reparatorio,
que fue dirigida por el magistrado Luis Olivares Apablaza. En esa ocasión, las partes
llegaron a un acuerdo, en el que Mosa se
comprometía a pagarle a Huanca 3,6 millones de pesos como reparación. Mosa fue
formalizado por lesiones leves.
El 6 de septiembre de 2008, otra causa fue
iniciada contra Aníbal Mosa. Esta vez, el
parte de la Fiscalía de Puerto Montt decía:
“Alrededor de las 00.10 horas en el hotel
Don Vicente, ubicado en Diego Portales 450
de Puerto Montt, el requerido, Yackob Aníbal Mosa Schmes, agredió sin motivo justificado a doña Lidia del Carmen Rudolf
Contreras, tomándola del brazo y pegándole una cachetada en el rostro, causándole
eritema facial de carácter leve”. Mosa fue
condenado a pagar 1 UTM, por delito de lesiones leves.
Casi un año después, en la madrugada del
8 de junio de 2009, el accionista de ByN fue
detenido por “falta de respeto a la autoridad
pública, delito que está previsto en el artículo 495, Nº 4 del Código Penal”.
El parte policial indica: “Que el día de hoy
08 de junio de 2009 a las 01.55 horas, en
circunstancias que personal policial efec-
Mosa venía del sur, como un
hijo de inmigrante sirio, de
una familia de sensibilidad
de izquierda y sin título
profesional ni MBA.
Los problemas con la ley, las
grandes fiestas, las pequeñas
excentricidades fueron
desgastando la relación con
su hermano Jacob.
tuaba patrullaje preventivo por la Av. Angelmó, frente al Nº 1856 de esta ciudad, se
detuvo el automóvil P.P.U. MX-2301, desde
donde bajó un pasajero identificado como
Yackob Aníbal Mosa Schmes. Indicó que lo
habían agredido, manifestándole el cabo 1º
Haro Gallardo que lo trasladarían al hospital base para que fuera atendido debido a
sus lesiones. Mosa Schmes se negó y volvió
a subir al automóvil. Se hace presente que
esta persona se encontraba en estado de
ebriedad, efectuadas las consultas al conductor del vehículo de alquiler Luis Omar
Pradel Gómez. Este manifestó al personal
policial que Mosa Schmes había perdido su
chaqueta y no sabía dónde la había dejado.
En los precisos instantes en que se entrevistaban con el conductor, Mosa Schmes desde
el interior del móvil comenzó a amenazar al
personal policial con palabras como ‘(que)
nos iba a dar de baja, que era amigo del capitán Medina y de tu general, paco cu...’,
agregando además ‘paco con... de su madre, no sabes en el cacho que te estás metiendo’ (...)”.
Mosa, quien no quiso hablar para este reportaje, fue condenado a pagar una multa
de 1/5 de unidad tributaria mensual, por
“falta de respeto a la autoridad”, según señala el archivo de ese caso.
Los problemas judiciales de Mosa estaban
relacionados con sus problemas con el alcohol y el juego. “Entre 2007 y 2008, Aníbal
estuvo mal”, revela un amigo del mundo
del fútbol de Mosa, que pide reserva de su
nombre. “Tuvo problemas de salud en algún momento, aunque ya está recuperado.
Era adicto al juego y tuvo problemas con el
alcohol. Necesitaba tratarse. Ahora está más
tranquilo, con suerte se toma una copa de
vino cuando hace una fiesta en su casa de
La Dehesa”.
“Hay personas que han cometido violaciones a los derechos humanos, pedofilia y son
importantes en el país. Mis problemas me
han rebotado a mí. Sí tuve adicción al alcohol, pero estoy recuperado... Y no consumo
drogas”, dijo el propio Mosa, en una entrevista concedida a TVN en marzo del 2012.
De esos años quedó dando vueltas una
historia famosa en su círculo íntimo. Mosa
fue a comer solo al restaurante Ibis en
Puerto Varas y pidió dos lomos a lo pobre.
El garzón no entendía por qué había pedido
dos platos. Cuando llegaron los dos lomos,
Mosa entró a su perro, Juez, al que había
dejado afuera del restorán, y lo sentó junto
a él. De inmediato sacaron a amo y mascota
del local. “El perro también necesita comer”, le decía Mosa al garzón.
Los problemas con la ley, las grandes fiestas, las pequeñas excentricidades fueron
desgastando la relación con su hermano Jacob. A fines de 2008, tras una discusión, Jacob le propuso a Aníbal separar caminos en
los negocios. Jacob se quedó con la parte
más grande del imperio familiar, los supermercados y los malls, y Mosa conservó los
hoteles, el Gran Vicente Costanera y otro en
Puerto Varas. Además, su hermano le pasó
una importante suma de dinero, que rondaba los 30 millones de dólares. Con un capital importante y la relación con su hermano virtualmente rota, Mosa llegó a Santiago para quedarse. Y para comprar una
buena parte de Colo Colo a fines de 2010.
Cacique rebelde
La irrupción de Aníbal Mosa en el directorio no dejó a nadie indiferente. Cuando llegó al directorio, con un 11,06% de la propiedad de la S.A., comprado al ex Presidente Sebastián Piñera, su estilo y su origen
causaron dudas en buena parte de la mesa.
Mosa venía del sur, como un hijo de inmigrante sirio, de una familia de sensibilidad
de izquierda y sin título profesional ni
MBA. El bloque controlador del club de LarrainVial, liderado por Leonidas Vial, hasta
hace poco presidente de esa corredora de
Bolsa, secundado por José Tomás Errázuriz,
del estudio Barros y Errázuriz, y Andrés Vicuña, alto ejecutivo de Embonor, veían en
un comienzo a Mosa prácticamente como
un afuerino.
Pero la llegada de Mosa iba más allá de su
sentimiento colocolino. También tenía que
ver con el deseo de demostrarle a su hermano Jacob que podía hacer negocios por su
cuenta.
Una fuente de ese directorio cuenta que la
actitud de Mosa al llegar no ayudó. “Mosa
se sentía más colocolino que el resto de los
directores, que en su mayoría tenían un
ADN más cercano a San Carlos de Apoquindo”, cuenta un miembro del directorio al
que arribó Mosa. “Llegó con una actitud
confrontacional, sin entender que necesitaba aliados para imponer su punto de vista”.
Un año y medio después de su llegada, en
julio de 2012, el puertomontino compraba
otro gran paquete accionario, el de Hernán
Levy, alcanzando casi un cuarto de la propiedad del club y transformándose en el accionista mayoritario. Eso hizo que la tensión creciera dentro del directorio. Aunque
Mosa tenía sólo un puesto en la mesa, el
suyo, sentía que su opinión debía ser respetada por tener el mayor número de acciones. Los roces con un miembro del directorio del bloque oficialista de LarrainVial han
sido especialmente fuertes, con acaloradas
discusiones dentro del directorio.
Debido a las turbulencias, en un momento, Mosa le dio vueltas a la posibilidad de
vender su participación en la sociedad.
Hasta que las cosas finalmente empezaron
a cambiar a su favor. Primero, con la incorporación a la mesa del directorio del economista Paul Fontaine, un hombre de su confianza que en el pasado había asesorado a
Mosa en la venta de algunos negocios. Y segundo, cuando en abril del año pasado traspasó todas sus acciones en Blanco y Negro a
LarrainVial, lo que fue percibido como un
gesto hacia Leonidas Vial.
Ese mismo mes, Mosa se transformó en el
presidente de la comisión de fútbol del
club, lo que calmó sus deseos de partir de
Blanco y Negro. El cargo hizo que se sintiera más integrado a las decisiones del directorio y terminó por transformarlo en un dirigente “con camarín”. “Actualmente, es el
director más cercano al plantel”, cuenta
Paul Fontaine.
Mosa va seguido a los entrenamientos,
come con los jugadores en las concentraciones y hasta negocia bilateralmente los
premios con ellos. Esto le ha traído problemas con el resto del directorio. El año pasado, por ejemplo, Mosa prometió un gran
premio a los jugadores si derrotaban a Universidad de Chile, sin consultar al directorio. Un par de días después de que Colo
Colo ganara ese clásico, en un asado entre
directores y jugadores en el Monumental, a
los dirigentes no les quedó otra alternativa
que respetar el pacto sellado por Mosa. Esto
ha hecho que los jugadores se salten al gerente deportivo, Juan Gutiérrez, y al presidente del directorio, Arturo Salah, y recurran directamente a Mosa para tratar temas
relacionados con el equipo.
Por eso, cuando se trata de Mosa, la barrera entre el empresario y el hincha se diluye.
Un día antes del partido de hace dos semanas con Universidad Católica, en el ya tradicional arengazo antes de un clásico, Mosa
figuraba sobre el pasto de la cancha del Monumental abrazando al capitán del equipo,
Esteban Paredes. El mismo jugador por el
que puso plata de su bolsillo para repatriar
desde México. El mismo jugador que fue
clave en el logro de la estrella 30.
Mosa, después de los años de frenesí en
Puerto Montt, ahora está al borde de la plenitud. Sólo le falta cumplir su gran sueño:
ser presidente de Blanco y Negro. R
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