Mortificación y la penitencia cristiana: ideas básicas Aunque durante la Semana Santa sigan recorriendo las calles de numerosos países de América y de España las procesiones de penitencia, el sentido de la mortificación y de la penitencia cristiana puede diluirse en el ámbito de sociedad neopagana. En estas líneas intento recordar, de forma esquemática, dirigida a los jóvenes, algunas ideas básicas para entender el sentido de la mortificación y de la penitencia, tal como la enseñó Jesús. 1. La enseñanza de Jesús Jesucristo nos enseñó una Verdades perennemente actuales: el camino de Cristo es un camino de Cruz; un camino que lleva a sufrir con Él, a corredimir con Él y a resucitar con Él. El Evangelio nos transmite estas palabras de Jesús: El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que la perdiere por mí, la encontrará (Mt. XVI, 25). ...porque si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda solo; pero si muere, produce mucho fruto (Io. XII, 24). Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición, y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida, y qué pocos los que dan con ella! (Matth. VII, 13-14). Jesús aceptó libremente la mayor mortificación, la muerte en la Cruz, porque sabía que era su camino para redimir a todos los hombres y cumplir la voluntad de Dios Padre. — Por eso le dijo a Simón Pedro, elegido por Cabeza de la Iglesia, cuando intentaba alejarle de los sufrimientos de su Pasión: apártate de mí, Satanás, que me escandalizas, porque no gustas de las cosas de Dios, sino de las cosas de los hombres (Matth. XVI, 23). Y Jesús nos enseñó que el Camino de la Cruz es también nuestro camino para cumplir la voluntad de Dios. — si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz de cada día y me siga (Luc. X, 23). Por eso, la señal del cristiano es la Santa Cruz. 1 2. Las enseñanzas de los Apóstoles. Los Apóstoles nos recordaron la necesidad de tomar la cruz de Cristo, con su vida —que acabó en el martirio— y su doctrina. San Pedro: — ...gozaos al participar de la Pasión de Cristo, para que también exultéis gozosos en la revelación de su gloria (I Petr. IV, 3). San Pablo: — Estoy clavado en la Cruz juntamente con Cristo. Y yo vivo, o más bien, no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en mí (Gal. II, 19-20). — Traemos siempre en nuestro cuerpo por todas partes la mortificación de Jesús, a fin de que la vida de Jesús se manifieste también en nuestros cuerpos (II Cor. IV, 10). — Si vivís según la carne, moriréis; si con el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis (Rom. VIII, 13). — Al presente me gozo de lo que padezco por vosotros, y estoy cumpliendo en mi carne lo que resta que padecer a Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col. I, 24). — Los judíos piden señales, y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos y necedad para los gentiles (I Cor. I, 22-23). — Hay muchos que andan, ya os lo decía con frecuencia, y ahora lo digo llorando, como enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y la confusión será la gloria de los que gustan de las cosas terrenas (Philip. III, 18-19) 3. Las enseñanzas de la Iglesia La Iglesia ha enseñado siempre la necesidad de vivir la mortificación cristiana: La obra de la Redención continúa en la Iglesia, que centra su vida entera en el Santo Sacrificio de la Misa. El Concilio Vaticano II enseñó: “ “En los varios géneros de vida y ocupaciones, es una sola la santidad que se cultiva por todos los que obran movidos por el Espíritu de Dios y que, obedeciendo a voz del Padre y adorando a Dios Padre en espíritu y en verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, para 2 merecer participar de su gloria” (Conc. Vat. II, Const. dogm. Lumen Gentium n. 41). 4. Las enseñanzas de los santos Los santos de ayer y de hoy han enseñado siempre la necesidad de la mortificación para unirse a Cristo. Los santos sabían que los pecados de los hombres oprimieron a Humanidad Santísima de Jesucristo, y quisieron expiar por sus propios pecados y por los pecados de los de los demás, uniéndose a su Cruz, por amor, libremente, mediante la mortificación. La mortificación cristiana puede ser de muchos tipos. San Agustín “Esa cruz que el Señor nos invita a llevar, para seguirle más deprisa ¿qué significa sino la mortificación?” Epist. 243, 11 San Gregorio Magno "Pasó el tiempo de las persecuciones, pero también nuestra paz tiene un martirio propio: no doblamos ya nuestro cuello bajo el hierro, pero con la espada del espíritu nosotros mismos matamos los deseos carnales de nuestra alma". Santa Brígida: "Has de saber, hija mía, que mis caudales y tesoros están cercados de espinas, basta determinarse a soportar las primeras punzadas, para que todo se trueque en dulzuras." San Francisco de Borja "Para poder sufrir más, Cristo no abrió enseguida su costado. Lo abrió después de morir, para revelar el amor de su corazón, para enseñarnos que el amor no se hace espiritualmente presente antes de la muerte del hombre viejo que vive en nosotros según la carne." Santa Teresa de Jesús "El amor de Dios se adquiere resolviéndonos a trabajar y a sufrir por Él". San Juan de la Cruz "El amor no consiste en grandes cosas, sino en tener grande desnudez y padecer por el Amado" 3 El Señor se le apareció con la cruz a cuestas y le dijo: "Juan, pídeme lo que quieras", El Santo respondió: " Padecer, Señor, y ser por Vos despreciado". San Francisco de Sales "El corazón lleno de amor ama los mandamientos, y cuanto más difíciles son, los encuentra más dulces y agradables, porque complacen más el Amado y le dan más honor." "Hay que dejar que rodeen nuestro cerebro las espinas de las dificultades, y dejar traspasar nuestro corazón por la lanza de la contradicción; beber la hiel y tragar el vinagre, ya que eso es lo que Dios quiere". "Besad de corazón frecuentemente las cruces que Nuestro Señor mismo pone sobre vuestros hombros; no miréis si son de madera preciosa o perfumada; ellas son más cruz cuanto sean de una madera más vil, abyecta y maloliente". San Luis María Griñón de Monfort "En efecto, toda la perfección cristiana consiste: 1. En querer ser santo: "El que quiera venirse conmigo" 2. En abnegarse: "que reniegue de sí mismo" 3. En padecer: "que cargue con su cruz" 4. En obrar: "y me siga" (Amigos de la Cruz) Santa Micaela del Santísimo Sacramento "Los santos no nacieron santos; llegaron a la santidad después de una larga continuidad de vencimientos propio." Santa Gema Galgani "Jesús, Dueño mío... Cuando mi cabeza se acerque a la tuya, hazme sentir el dolor de las espinas que te punzaron. Cuando mi pecho se recline sobre el tuyo, haz que yo sienta la lanzada que te traspasó”. San Josemaría Escrivá “Si no eres mortificado nunca serás alma de oración”. Camino n. 172. “Esa palabra acertada, el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes... Esto, con perseverancia, sí que es sólida mortificación interior”. Camino, n. 173. 4 “Busca mortificaciones que no mortifiquen a los demás”. Camino, n. 179. 5. Incomprensiones: la cruz “escándalo para los gentiles” Desde el siglo I han ido surgiendo ideologías que no comprenden el sentido novedoso de la mortificación cristiana: El paganismo. Los cristianos actuales sufren la misma incomprensión que los primeros cristianos, que vivían en un mundo pagano y decadente, donde se daba, igual que ahora, un gran naturalismo libertino. No comprendían el mensaje nuevo y liberador del cristianismo, que ayuda a superar las tendencias del hombre viejo. El pesimismo luterano, con raíces en el siglo XVI, que piensa que la naturaleza humana está insanablemente corrompida. El materialismo marxista del siglo XIX o el ideario consumista del pasado XX. Y otras viejas teorías del siglo XVIII y XIX, como el positivismo cientifista. Aunque estas doctrinas estén trasnochadas o superadas, siguen vigentes algunos de sus tópicos, asumidos acríticamente por muchos. Uno de esos tópicos –que se repiten desde los primeros siglos del cristianismo— es la burla intolerante ante la mortificación cristiana. — Se conservan inscripciones denigratorias del mundo romano, como el dibujo de un burro crucificado para insultar a los cristianos. — Esa tradición intolerante y esa falta de respeto ante las creencias religiosas de los demás se perpetúa hoy en diversos medios de comunicación. 6. La mortificación y la penitencia “interior” y “exterior”. Los santos han vivido la mortificación que llamaremos interior —sufrir con paciencia y humildad, por amor a Jesús (que también los sufrió), desprecios y humillaciones— y la mortificación que denominamos exterior (ayunos y prácticas de mortificación corporal), recordando siempre que esta mortificación exterior sin la mortificación interior es falsa. La mortificación interior reviste miles de formas: millones de cristianos que viven abrazados a la Cruz de Cristo, aceptando y amando, en la normalidad de su vida corriente, la Cruz que Dios ha depositado sobre sus 5 hombros: padres que ven como sus hijos son presa de la droga; padres que cuidan por amor, durante años, a sus hijos imposibilitados o ancianos con enfermedades degenerativas; personas que sufren trastornos mentales o físicos muy dolorosos; hombres y mujeres que sufren el cáncer, en sus diversas formas; que padecen la injusticia o la pobreza, que no les permite alimentar a sus hijos; o que conocen los estragos de la guerra, o del terrorismo, con la desaparición de seres queridos... 7. La mortificación interior según los santos La mortificación y penitencia más genuina del cristiano es la interior. Es el “martirio a alfilerazos” del que hablaba santa Teresa de Liseux: vencimiento en pequeñas cosas de cada día, sufridas por amor a Dios. Los santos sitúan la mortificación interior, aceptada o buscada por amor a Cristo, muy por encima de la mortificación corporal exterior (ayunos, uso de cilicios, disciplinas, etc.) San Francisco de Sales "El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas." San Josemaría: “No te vences, no eres mortificado, porque eres soberbio. -¿Que tienes una vida penitente? No olvides que la soberbia es compatible con la penitencia... —Más razones: la pena tuya, después de la caída, después de tus faltas de generosidad, ¿es dolor o es rabieta de verte tan pequeño y sin fuerzas? —¡Qué lejos estás de Jesús, si no eres humilde..., aunque tus disciplinas florezcan cada día rosas nuevas! ” Camino n. 200 En este párrafo –con algunas líneas subrayadas— el santo de la vida cotidiana recuerda el marco habitual de la mortificación y de la penitencia cristiana: “Pídele al Señor que te ayude a fastidiarte por amor suyo; a poner en todo, con naturalidad, el aroma purificador de la mortificación; a gastarte en su servicio sin espectáculo, silenciosamente, como se consume la lamparilla que parpadea junto al Tabernáculo. Y por si no se te ocurre ahora cómo responder concretamente a los requerimientos divinos que golpean en tu corazón, óyeme bien. 6 Penitencia es el cumplimiento exacto del horario que te has fijado, aunque el cuerpo se resista o la mente pretenda evadirse con ensueños quiméricos. Penitencia es levantarse a la hora. Y también, no dejar para más tarde, sin un motivo justificado, esa tarea que te resulta más difícil o costosa. La penitencia está en saber compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo, exigiéndote de modo que logres encontrar al tiempo que cada cosa necesita. Eres penitente cuando te sujetas amorosamente a tu plan de oración, a pesar de que estés rendido, desganado o frío. Penitencia es tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es atender con la mayor delicadeza a los que sufren, a los enfermos, a los que padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos. Es interrumpir o modificar nuestros programas, cuando las circunstancias –los intereses buenos y justos de los demás, sobre todo– así lo requieran. La penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia, para los padres y, en general, para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales. El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea El quien añada los rasgos y colores que más le plazcan! (San Josemaría, Amigos de Dios). 8. Las prácticas de mortificación exterior, corporal. Estas prácticas buscan la unión con Cristo. 7 No son, en modo alguno, un esfuerzo estoico o masoquista, o un soberbio dominio de sí mismo. Los fines de la penitencia corporal exterior son los mismos que los del Calvario y de la Misa: Cristo padeció por nosotros, dándonos ejemplo para que sigamos sus pisadas (I Petr. II, 21). Algunas practicas de mortificación y penitencia corporal, “exteriores”. El pueblo cristiano vive en la actualidad muchas prácticas de mortificación exterior y de diversas maneras: Salir en procesión durante la Semana Santa. Millares de fieles cristianos viven esta mortificación, que consiste en acompañar durante horas, con el rostro cubierto, descalzos, etc., al Señor en los días de su Pasión. Esta práctica de penitencia se vive especialmente en países como Italia, España, en muchas naciones de América y en Filipinas. Está muy enraizada en el sentir popular. Ir en peregrinación, caminando, soportando el frío, el polvo, el viento y las incomodidades del viaje, como han hecho, por ejemplo, desde hace muchos siglos —y en la actualidad, con renovado ímpetu— tantos verdaderos peregrinos del Camino de Santiago: personas de todos los países del mundo que caminan, ofreciendo sus penalidades, durante semanas, días o meses. Ayunar. La Iglesia enseña que se debe ayunar en determinadas circunstancias (Cuaresma, Miércoles de Ceniza, Viernes Santo); pero hay muchos cristianos que ayunan en otras ocasiones, por amor a Cristo; o se privan de pequeños gustos (tabaco, distracciones, etc.) Dormir en el suelo, uso del cilicio y de las disciplinas. Estas prácticas forman parte de la tradición de la Iglesia, que las ha ido purificando de excesos a lo largo de los siglos. — Muchos sacerdotes, religiosos y laicos las viven en la actualidad. — Los santos han recordado siempre a los cristianos que las usan que deben vivirse con profunda humildad y moderadas en la dirección espiritual. — San Ignacio de Loyola las denominaba “penitencias externas” en sus famosos Ejercicios, nº 87. — Se viven con diversas formulaciones según los diversos carismas de la Iglesia. —Estos objetos de mortificación suelen estar a la venta en los monasterios. 8 — cilicio Tiene origen bíblico: «cubrirse de cilicio y de ceniza». Se llama así porque la materia provenía especialmente de Cilicia: un vestido de piel de cabra o de camello que, al contacto con la piel, era un instrumento de penitencia. Parece que fue santa Catalina de Siena la que difundió y comenzó la versión moderna: una cadena metálico con puntas Es la más conocida, como pone de manifiesto el habla coloquial- Con respecto al cilicio, afirma el estudioso Louis Gougaud: “Una mirada a las vidas de los santos modernos lleva a afirmar que no estamos en manera alguna ante una mortificación perimée ”(desfasada, superada). — disciplinas Los autores espirituales las llaman “disciplinas de devoción”. Como toda mortificación corporal, busca unir el alma con Cristo y dominar la sensualidad San Francisco de Sales las recomendó a los laicos como devoción privada en su libro Introducción a la vida devota: “La disciplina encierra eficacia maravillosa para despertar el deseo de la devoción cuando se toma moderadamente”. 9. Confusiones terminológicas Las mortificaciones corporales son como un medio de transporte que une con Dios. Muchas personas detestan viajar en avión, o se marean en el autobús, pero lo hacen, pasando un mal trago, para unirse con sus seres queridos. Por esa razón, no se debe confundir la penitencia con otras realidades del mundo contemporáneo, que se denominan de igual modo. El fin de la penitencia no es el sufrimiento, sino el amor y la unión con Cristo. Lógicamente, si no se valora el amor a Cristo y se valora mucho, por ejemplo, la propia imagen corporal, no se entenderá el hecho de privarse de algo por amor a Cristo y a los demás, mientras que se entenderá perfectamente el hecho de privarse de algo por mantener una silueta perfecta. Conviene no confundir estos términos: 9 Ayuno: Hay miles de personas que siguen en la actualidad unas dietas estrictas, que ayunan y sufren muchísimo para adelgazar o conseguir una buena forma física: pero esto no es el ayuno cristiano. Esfuerzos físicos. Millones de hombres y mujeres hacen maratones, o Dormir en el suelo. No es lo mismo hacerlo, obviamente, por corredimir por Cristo, que por deporte. Además, para muchos montañeros constituye un verdadero gozo dormir en el suelo en el monte. Disciplinas: en ocasiones, las llamadas “disciplinas deportivas” requieren realizan grandes esfuerzos físicos (escaladas, alpinismo etc.), que les ocasionan penalidades y sufrimientos que padecen y aceptan por gusto, o por amor al deporte. El mismo hecho –ir a Santiago- puede ser para una persona una peregrinación y para otra, una simple excursión. Depende de su actitud interior: en todo caso, la mortificación cristiana no se reduce a un simple “esfuerzo físico”. más sufrimiento y esfuerzo que el uso del cilicio o las disciplinas por los cristianos. Por no hablar de los sufrimientos que exigen determinadas operaciones quirúrgicas a las que se someten —perdiendo la vida en ocasiones— muchas personas por mera cuestión de imagen. Se han difundido fantasías, aceptadas a veces con excesiva credulidad, sobre las penitencias corporales de los cristianos, siguiendo una tradición que comenzó en la Roma pagana. Esas fantasías pintan el uso del cilicio o de las disciplinas de modo exagerado, como grandísimas y terribles mortificaciones corporales, cuando de hecho no lo son. JMC 10