Pan partido solidaridad

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Queridos Docentes y “amigos de
Gianelli”,
Nos acercamos al corazón del misterio
cristiano, a la fiesta de Corpus Christi, el pan
partido y la copa rebosante, el cuerpo de
Cristo que se rompe y la sangre de Cristo que
se derrama, el amor que llega a dar la vida, un
amor de alguien que se deja comer y beber.
El hombre siempre ha tenido hambre y
sed de Dios, pues ahora puede saciar esa
hambre y esa sed. Dios no ha venido con el
fin de apropiarse algo nuestro, sino para
darnos todo lo suyo y para darse a si mismo
por entero.
La Eucaristía es adelanto del banquete
del Reino. El fuego vivo calienta a quien se acerca y la Eucaristía quema a quien la recibe. Es
semilla de vida nueva y medicina de inmortalidad. Es remedio contra toda soledad. Es
alimento de solidaridad. Es abrazo de comunión reciente. No nos cansamos de admirar,
meditar y celebrar este misterio. No debemos cansarnos tampoco de vivir esta realidad. El
compromiso eucarístico es radical.
Aprendamos a partir y compartir los bienes. Los que se sientan a la misma mesa
deben poner en común lo que son y lo que tienen. Es algo que entendieron muy bien,
desde el principio, los discípulos de Jesús
Aprendamos a dejarnos partir, a darnos y gastarnos por los demás. La Eucaristía no
es simple presencia de Jesús, sino presencia entregada y sacrificada. El amor tiene
que doler.
Aprendamos a hacernos pan. Un pan generoso que se parte y se deja comer. El amor
tiene que morir.
El mandamiento del amor no pesa, porque no es mandamiento, sino experiencia
natural. Amando crecemos, amando vivimos, amando somos. Y amando nos parecemos más
a Dios. Por eso el amor libera, aligera, porque te hace feliz.
También es cierto que el amor te hace sufrir. Porque el amor poda, excava
interiormente, te vacía de ti mismo, te hace morir. Pero se trata de una muerte que es vida.
EUCARISTÍA Y SOLIDARIDAD
La Eucaristía no es sólo expresión de comunión en la vida de la Iglesia, es también
“proyecto de solidaridad “para toda la humanidad.
En la celebración eucarística la Iglesia renueva continuamente su conciencia de
ser “signo e instrumento” no sólo de la íntima unión con Dios, sino también de la unidad de
todo el género humano. La misa aunque se celebre en lugares recónditos, tiene siempre un
carácter de universalidad.
El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser “promotor
de
comunión, de paz y de solidaridad” en todos los ámbitos de la vida.
La imagen lacerante de nuestro mundo interpela más que nunca a los cristianos a
vivir la Eucaristía como una “escuela de paz”, donde se forman hombres y mujeres que, en
los diversos ámbitos de responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean artesanos
de diálogo y comunión.
Bajo la misma dimensión de la Encarnación, Jesús es solidario con el hombre y
sigue siendo solidario con su pueblo hasta el final de los tiempos, en la presencia real de su
Cuerpo y de su Sangre en la Eucaristía.
S. Antonio Gianelli, refiriéndose a la Eucaristía predica:
“Consideraré la Eucaristía bajo cuatro aspectos para que podamos reconocer si
nuestra fe es fervorosa y constante.
En el Santo Sacrificio de la Misa se cumple este sacramento, en el que Cristo se
ofrece a sí mismo al Padre.
Cristo está presente en nuestras igle3sias, en el Tabernáculo, en el que permanece
por y para nosotros.
En la comunión él se entrega y se dona como comida y bebida.
Está presente en la custodia que se expone para nuestra adoración, o que es llevada
en procesión, por las calles, el día de Corpus Christi.
Gianelli comprendió, en su contacto diario con al Eucaristía, que vivir la Eucaristía, es
entregarse a los otros, llegando a ser para ellos, por el amor y la contemplación, pan para ser
comido. El Santo se repartía a sí mismo sin reservarse nada, entregando a todos, su tiempo,
su afecto, su interés, su amistad.
¿Cuántos de entre nosotros vamos a Misa semanalmente? Admitiendo que vamos a
Misa para participar del sacrificio de Cristo, sigo preguntando: ¿quién se empeña para visitar
al Señor, para adorarlo en el Tabernáculo?. Ustedes saben que Cristo está allí por nosotros,
que nos espera día y noche, que ese lugar es el trono de su misericordia y que él nos llama
para hacernos ricos con sus gracias y bendiciones?
Si esto creemos, por qué la Iglesia está casi siempre desierta como si en ella no
habitara nadie… Dejo otras consideraciones y paso a la comunión. Cristo mismo dice: “si
no comen mi carne y si no beben mi sangre, no tendrán vida…”
¿Cómo puede ser viva la fe de aquel que se acerca a la Eucaristía sólo de ve en
cuando?; ¿Cómo puede ser la fe de aquellos que saben que Cristo los espera y que no se
toman el tiempo para visitarlo y para recibirlo?
Y cuando el Sacramento es llevado procesionalmente por nuestras calles, estamos
dispuestos a acompañarlo?
Señor, en este día de tanta gloria para ti y de fiesta para nosotros, no mires
nuestros pecados, mira la fe de la Iglesia y mira nuestra fe. Mira nuestro corazón y los
homenajes que queremos rendirte.
De aquella hostia mándanos tanta fuerza y tanta gracia como para superar
toda dificultad…Haz que nuestras oraciones sean sinceras, devotas nuestras
alabanzas, para que podamos gozar un día contigo, con el Padre y el Espíritu Santo,
en el cielo1.
1
A. GIANELLI, Prediche sul Vangelo, Vol. II, pp 17-21
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