Descarga - Monasterio de Buenafuente del Sistal

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ENTREVISTA EN EL PERIODISTA DIGITAL
"No se puede celebrar la eucaristía sin comunión"
"Sor Teresita se encontró con el Papa de 85 años, cuando ella llevaba 85 años en
clausura"
(Jesús Bastante).- Ángel Moreno viene de Buenafuente, un lugar recóndito al que cualquier
persona agobiada del trabajo o de la vida debería acudir, aunque sólo fuera porque tienes que
correr mucho para encontrar cobertura. Ángel viene a presentarnos el libro Eucaristía,
plenitud de vida, que forma parte de una colección de espiritualidad de la editorial Narcea,
junto a otros títulos como Palabras entrañables o La mesa del Maestro.
-¿Eres de Buenafuente?
-Llevo 42 años allí, es el lugar que me ha hecho. Uno es del lugar que le hace. Yo nací en
Guadalajara, pero todo el ministerio lo he gastado en Buenafuente del Sistal. Es el suelo del
que parto y al que vuelvo.
-¿Allí paces y te haces?-Eso es. Allí como yo todos los días la Palabra.
-¿Qué pretendes con los libros que vienes a presentarnos? ¿Qué son?
-Son la concreción de los ejercicios espirituales casi de cada año. Yo acompaño a muchas
personas en sus días de retiro y oración, y al final, por la acogida que tiene el mismo texto que
yo suelo presentar, toma forma de libro. Para acompañar a las personas que hicieron los
ejercicios de una manera más permanente. Luego ocurre que se difunde por editorial y llega a
muchas personas. Son sapienciales, no especulativos. Es un lenguaje muy entrañable, en el
sentido de la respuesta que recibe uno de la Palabra, de la escucha del sentimiento de la
persona, de la situación de la familia y desde el ministerio. No es tanto un texto exegético,
especulativo, sino un texto extraído de la oración.
-¿Cuántos años llevas como sacerdote?-42.
-¿Y qué significa para ti la eucaristía?
-La eucaristía no sólo se celebra, la eucaristía conforma tu vida. Juan Pablo II, en el año 2005,
poco antes de morir, habló en su Carta a los Sacerdotes de la vida eucarística. La eucaristía
como forma de vida es lo que intento explicar: una vida reconciliada y reconciliadora (la
primera parte de la celebración). Si no hay paz interior no hay nada. Hay que dejarlo todo
para iniciar la Palabra de Dios. La Palabra la da la liturgia contextualizada, e inmediatamente
aparece una vocación de universalidad. Una oración por todos, porque tu vida tiene que
ser eco del sufrimiento y de la esperanza de todos los hombres. Una vida ofrecida,
expropiada. El misterio pascual del pan y el vino, de muerte y vida. Por eso la clave, la célula
genética del cristiano, es saber morir para dar vida. Ése es el secreto: no soy yo, para que
sea él. Más es él, más soy yo. El grano de trigo que se siembra y muere es el que da fruto. Eso
Jesucristo lo revela con su resurrección.
Luego viene la presencia del Señor, que merece adoración. La relación enamorada que suscita
el gesto total de Jesucristo. Y es un sacramento de comunión. Por tanto, no vale una
eucaristía privada, para un consuelo personal, subjetivo, pietista. Es el sacramento de la
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Iglesia, el pan formado por todos los granos de trigo. No se puede celebrar la eucaristía sin
comunión. Es la esencia y la exigencia. Si comulgas piadosamente con el cuerpo de cristo
sacramental, tienes que sentir el cuerpo de cristo total.
Por último, viene la misión de ser testigo de lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que
han palpado nuestras manos. Como los apóstoles. Los que hemos comido y bebido con el
Verbo de la vida, damos testimonio. Por lo tanto, el envío final de "podéis ir en paz" quiere
decir "podéis llevar esto a todos". Es el testimonio misionero de lo que hemos vivido,
reconciliados, de la mano de la Palabra, orantes por todos, ofrecidos y expropiados, en clave
de muerte y vida, en profunda adoración y sometimiento no servil, sino enamorado, como
dijo el Papa Benedicto en Colonia. Siendo expresión de la comunión y luchando por ella, y
siendo mensajero.
-¿No es un tanto abrumadora toda esta explicación? ¿Son los fieles capaces de vivir esa
plenitud?
-Probablemente a la hora de ir a la eucaristía uno tiene su dimensión ética, moral, de
conciencia, de pertenencia a un grupo o parroquia, de piedad personal, de súplica... Pero hay
que saber que la eucaristía es matriz, es constructora de persona, es realización de vida.
Si yo tengo como parámetro la eucaristía, soy humanidad plena. Porque tengo todas las claves
reveladas. Si me acepto a mí mismo, si no tengo esa violencia íntima que producen las
relaciones encontradas, si me alimento de la Palabra de Dios y gusto de la profecía que me da,
que me ilumina cada mañana, que me dicta la forma de vivir; si tengo esta especie de radar de
saber la necesidad de todo el mundo y la acojo orantemente, y tengo la fortaleza y sabiduría
de no personalizarme, de no ser yo... entonces, si puedo estar roto y entero, soy pan
partido, que no es sólo estar partido. La gente rota la encuentras cuando sales a la calle.
Pero la eucaristía te hace estar roto y a la vez entero. Tú no recibes en el pan santo una
mengua de la presencia de Jesús porque te den más o menos materia sacramental. Vivir
plenamente es estar roto y entero. Es estar aquí en este momento y no tener nada más que
hacer. Ser presencia permanente, consciente, amiga. Ser servicio. Ser signo y totalidad
con gozo, con alegría.
A lo mejor todos no viven eso, pero si eso está ahí impactándote, reclamándote, pasa como
con la oración: no todos los días tienes la misma sensación de relación íntima con el Señor.
Pero tampoco vas a especular con Él. Él te dejará gustar, como dice Santa Teresa, el día que
quiera y como quiera. La eucaristía es para acontecer. Yo creo que no decir la eucaristía un
solo día es una injusticia. Porque la Creación entera se plenifica por ella. El mundo se
renueva, bueno y hermoso, por la eucaristía. Y yo tengo en mi ministerio la posibilidad de
reconvertir de alguna manera el universo en plenitud. Si no lo hago, es injusto.
-¿Y entonces por qué muchas veces, debido a circunstancias que no elige la persona, una
persona puede quedar fuera de la comunión, de esa eucaristía?
-Ahora se ha publicado un trabajo del Papa Benedicto XVI de 1988 sobre un tema muy duro:
el sufrimiento del pastor. El pastor sufre cuando ve a un fiel que no se puede acercar a un
sacramento por un hecho público, social. No es fácil para un pastor tener delante a un fiel
necesitado, eso es un tema que siempre está en su corazón. El Papa ha hecho una apelación
a la propia conciencia. El signo de la comunión es público, entonces, si existe un hecho
también público que lo impide, el fiel tiene que ser consciente y consecuente con esta
realidad.
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-¿Qué se puede hacer como cristiano, desde la eucaristía, en este momento de crisis en que
cada vez hay más gente triste y sola? ¿Cómo debemos afrontar esta realidad como
creyentes?
-Una es la realidad global y universal, y luego está el tú a tú. Yo puedo hacer parábolas
discretas, parábolas-levadura en mi entorno, en mis pueblos deshabitados. Ser presencia
alentadora de ánimo, darles a los ancianos que están solos una posibilidad de vivir en familia,
con las necesidades mínimas cubiertas, etc. No puedo resolver el mundo, pero creo que, si
esto no explota, es porque hay un tejido de parábolas y eucaristía permanente y
anónimo en la sociedad. De otra manera, sería incluso arriesgado salir a la calle. Ahí están
las estadísticas de Cáritas: hay gente que está siendo sostenida de forma anónima, familias
que están compartiendo.
-¿Y la soledad?
-La soledad es un reclamo. Si uno llega al límite de ciertas experiencias personales, puede que
no se sienta acompañado definitivamente. En la vida del ser humano hay una experiencia
límite que puede darte el golpe de la desesperanza o el de la luz, y así poder decir "esto no me
satisface, no me acompaña". Tiene que existir otra realidad, a parte de los áspero e
insaciable. Desde ahí se puede dar el salto, incluso en circunstancias terriblemente dolorosas
que te abren la puerta a una experiencia de acompañamiento.
Justamente, vengo de una familia donde la madre ha sido operada tres veces de cáncer, y que
jamás hubiera imaginado que gracias a eso iba a experimentar tan fuertemente el amor de
Dios.
-¿Puede el sufrimiento llevar a la plenitud? ¿Se pueden encontrar respuestas en esos
momentos?
-Hay una experiencia estelar que sólo se vive pasando esa frontera.
-¿Pero no se puede ser feliz sin pasar necesariamente por ese sufrimiento?
-Estos últimos días he hecho una reflexión sobre la belleza. La belleza no es el papel de
celofán ni el espumillón de Navidad. Es la entrega total de la persona por amor. Quien ame
sabe que lleva un marchamo de autenticidad que es el sufrimiento.
Sufrimiento sin amor es muy terrible, pero si el amor es con sufrimiento, se puede encontrar
la plenitud a través de una relación con el otro que se suscita más allá de la afectividad o de la
sintonía ideológica. Eso es lo que hace posible que el sufrimiento demuestre que hay amor.
-¿No es muy difícil poder explicar esto en una sociedad como la de hoy? ¿O incluso vivirlo?
-Sí, es verdad. Ahí está la labor educativa posible, porque una persona que no tiene las
herramientas, va despojada de referencias. O hay una gracia que le ilumina, o el padre y el
maestro deben ayudarle a crecer en la vida. Tantas veces se critica a quienes educan mal...
pero es que la vida no es una sonrisa de la Gioconda las 24 horas. Si alguien te ha iniciado
en la vida con sinceridad, te ha tenido que decir "fortalece tu voluntad". Haz una estructura
interior, aunque te cueste. Unamuno decía que hay que tener especial cuidado con los árboles
cuando están tiernos. Por eso la educación tiene tanta importancia para la persona. La
existencia humana es un aprendizaje. Y el sufrimiento, la llave de la sabiduría.
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-Si el sufrimiento es necesario, ¿por qué es tan inexplicable en ciertas circunstancias?
-Si es un sentimiento culpable, de alguien que ha hecho daño, lógicamente el sufrimiento no
se puede mitificar. Pero aunque yo te trate bien, tú tienes una experiencia de ti mismo que yo
no puedo acompañar. Esa especie de realidad incompleta que es el ser, sólo se puede superar
como San Agustín o como San Ignacio: traspasando la ansiedad del ser humano.
Cuando estuve viendo la exposición del Hermitage en el Museo del Prado, le comenté a mi
amigo: "Es curioso que el hombre se reviste de oro y de joyas para ser importante, mientras
que Dios, que es el importante, se despoja de todo. Sólo cuando el santo o el místico
descubren esta paradoja, aun teniendo, se despojan. Es una sabiduría vivir con lo justo, con lo
mínimo necesario, y compartir.
-Hace unos meses viviste la JMJ, donde el Papa recibió a sor Teresita. ¿Podrías contarnos tu
experiencia?
-Los regalos vienen sin merecerlos. Eso fue. No hubo gran estrategia de mediación
extraordinaria, fue un hecho que aconteció por la coincidencia feliz de que sor Teresita
ingresó en Buenafuente el mismo día que nació Joseph Ratzinger. Eso llegó a los
inmediatos colaboradores del Papa, que entendieron que era una florecilla que se encontraran
una persona que lleva 85 años en clausura, con otro que lleva 85 años en la vida. A sor
Teresita le entró una simpatía y una empatía al saber que sus años de ministerio equivalían a
la edad del Papa, que se le explicitó por carta. Luego hubo una concurrencia, y finalmente se
produjo el encuentro.
Fue una gran generosidad por parte del Nuncio que nos permitiera poder saludar
personalmente a Su Santidad. Y fue de tal ternura, serenidad y familiaridad, que uno se
sorprende de que pudiéramos estar con tanta tranquilidad y confianza ante una realidad que
nos superaba totalmente. El Papa Benedicto tiene tal atracción de ternura y de sencillez
cuando te mira de tú a tú a los ojos, que uno pierde la especulación del momento. Yo no
pensé cómo tenía que portarme, ni estuve pendiente de lo que me decía. Nos entregamos
totalmente a la escena de la bendición. Sus cartas posteriores al monasterio, a través de sus
intermediarios, merecen toda nuestra gratitud. Y madre Teresita dijo después de todo: "No
hay otro remedio que ser santos". Es una mujer que no especula con el discurso, sencilla,
axiomática. Y es testigo directo de casi 150 años de historia, del año 36, del 39. Siempre con
actitud recia y con consciencia privilegiada. Todavía se levanta cada día a las 5 y media de la
mañana para hacer sus rezos, y hasta el día de la Inmaculada se quedó a la vigilia de
medianoche.
-¿Es necesario para todos el silencio de Buenafuente?
-Eso es a lo que invitamos. No tenemos estructuras suficientes como para coger de manera
demasiado cómoda, pero lo que deseamos es que la persona se encuentre consigo misma,
en un ambiente de naturaleza, silencio, recogimiento y amistad. Con gratuidad. No pedimos
ninguna cuenta, no pedimos la identidad. Sabemos que el Señor hace su obra en el corazón de
las personas, y que ellas recuperan ese pequeño destello que anida en él.
-Gracias, Ángel.
-Gracias a ti y a Religión Digital, que es una especie de foro y púlpito para tanta experiencia y
búsqueda eclesial.
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