Calidad en el servicio en tiempos de crisis La situación económica que estamos viviendo a nivel mundial está provocando que gran parte de las compañías orienten sus esfuerzos hacia la reducción de costes como medida para reaccionar ante la crisis. Sin embargo, estos esfuerzos pueden resultar poco fructíferos si a la vez no se actúa de forma adecuada para proporcionar un nivel suficiente de calidad de servicio a los clientes. En escenarios de crisis económica, la estrategia de las compañías se orienta a diversos planteamientos para adaptarse a la nueva situación. Focalizarse en los mercados más rentables, simplificar y ajustar la oferta comercial, recortar personal, eliminar ineficiencias a todos los niveles o potenciar la externalización son algunas de las directrices estratégicas adoptadas tradicionalmente como reacción a un contexto económico desfavorable. La reducción de costes se convierte en el principal objetivo en gran parte de los casos. Sin embargo, un aspecto no siempre considerado convenientemente es el potencial deterioro de la calidad de los servicios ofrecidos que pueden conllevar muchas de estas acciones, si no se gestionan adecuadamente. Esto supone un riesgo significativo en los resultados que, si alcanza cierta envergadura, puede hacer fracasar cualquier estrategia a priori bien diseñada. La evolución de los mercados en los últimos años –vertiginosa en algunos sectores - ha incrementado notablemente la competitividad y ha sofisticado los requerimientos de calidad por parte de los clientes. La calidad ofrecida por las compañías ha ganado protagonismo y se ha convertido en uno de los principales factores decisorios para elegir el proveedor de servicios. Esto ha obligado a las organizaciones a garantizar ciertos umbrales de calidad, de acuerdo a lo esperado por los clientes, para mantener unos niveles adecuados de satisfacción y evitar su fuga a la competencia. Este aspecto cobra mayor relevancia en el nuevo contexto económico en el que nos encontramos. A estas alturas de la crisis parece incuestionable la creciente complejidad para conseguir y mantener a los clientes de valor, y su importancia como palanca clave para el futuro de las compañías. Pero a su vez hay que trabajar a marchas forzadas en la adaptación de los costes. Resulta por tanto necesario saber combinar los esfuerzos tanto en el ámbito económico como en el de la calidad de servicio, para mantener el posicionamiento y minimizar el impacto en los resultados. Por otro lado, es importante no olvidar que la calidad ofrecida en los servicios es un valioso activo de las compañías, adquirido generalmente a medio y largo plazo con inversiones significativas, pero que puede perderse con mucha facilidad en el corto plazo si no se toman las medidas adecuadas para evitarlo. En este contexto, existen varios planteamientos tradicionales en diferentes industrias que ofrecen mecanismos para la gestión y mejora de la calidad (CEM, SERVQUAL, EFQM,…), atacando diferentes perspectivas y niveles de profundidad. Sin embargo, siendo perfectamente válidos para los objetivos que persiguen, no resuelven la compleja ecuación que se presenta para este nuevo escenario de negocio derivado de la crisis, es decir, la reducción generalizada de costes sin penalizar la calidad que se percibe en el mercado. Para ello es necesario disponer de un nuevo marco y herramientas que permitan mantener o mejorar la satisfacción de los clientes al mínimo coste como compañía, incorporando a la estrategia de calidad un componente económico concreto, tangible y medible. Como afrontar el reto Para resolver la ecuación anterior y responder al nuevo contexto en el que nos encontramos, es necesario dar un giro al concepto “tradicional” de calidad integrando una triple visión: externa (percepción y satisfacción de clientes objetivo), interna (operaciones) y económica (ingresos/costes). La clave de este nuevo paradigma es disponer de un vínculo preciso entre la calidad percibida por los clientes (y su correspondiente impacto en la satisfacción) y la calidad generada a través de las operaciones. Históricamente, las organizaciones han gestionado la información de ambos mundos de manera aislada, tratando por un lado de mejorar la satisfacción del cliente y por otro de mejorar la operativa y reducir los costes asociados. Como motivos para ello podemos aducir la complejidad inherente a las propias operaciones en muchos escenarios (en las cadenas de valor está involucrado cada vez un mayor número de agentes, tanto propios como externos), la rápida evolución de las necesidades de los clientes, o las divergencias en el “lenguaje” de calidad utilizado por áreas de negocio y áreas operativas. El vínculo o alineamiento concreto entre las visiones de calidad desde la óptica de cliente y desde la óptica de compañía permite conocer de forma precisa “las teclas a tocar”, así como incorporar con fiabilidad la visión económica. De esa forma se habilita una valiosa herramienta para la actuación eficaz y eficiente sobre la calidad, permitiendo: - Optimizar los costes e inversiones en calidad de servicio, actuando sobre aquellos aspectos operativos con mejor ratio “impacto en satisfacción/coste para la compañía”. - Reducir costes en determinados aspectos operativos sin afectar a los niveles de satisfacción. Y en definitiva, reforzar el éxito de las estrategias de abordaje de la crisis, minimizando los riesgos derivados de su impacto en la calidad percibida por los clientes y explotando las oportunidades de diferenciación frente a la competencia. Sumarios: Para afrontar la crisis con éxito, en un escenario de alta competencia, es imprescindible contar con una robusta estrategia de optimización económica que vaya acompañada de una adecuada satisfacción del cliente. En el nuevo contexto económico, es necesario dar un giro al tratamiento tradicional de la calidad, integrando una triple visión de cliente, operaciones y económica. Si se sabe gestionar de forma innovadora, la calidad de servicio se convierte en un activo aún más diferencial, aportando importantes beneficios en el camino a recorrer para adaptarse a la nueva situación de negocio. Gustavo Espinosa, director de servicios de everis business consulting (Publicado en la revista APD, agosto de 2009)