LA PALABRA Y LA EUCARISTÍA

Anuncio
LA PALABRA Y LA EUCARISTÍA EN SAN FRANCISCO DE ASIS.
El sacramento de la Eucaristía tiene una gran importancia dentro de la espiritualidad
franciscana. Dios se humilla cada día y se hace presente en las manos de “pobrecillos
sacerdotes”, estando de forma real entre los fieles a través de la Palabra y de la Eucaristía.
LA PALABRA EN FRANCISCO DE ASÍS.
Francisco siente que la Palabra de Dios se introduce en la persona y la revitaliza, de
tal manera que por este medio Dios se hace presente orientando y manifestando su acción
salvadora a la humanidad, y a cada persona en particular.
Dios nos habla por una parte a través de toda la Creación, considerada como un
medio a través del cual Dios entra en contacto de forma indirecta con los hombres. Sería una
manera de manifestarse de Dios, un lenguaje a través del cual Dios se acerca al hombre.
Pero cuando Francisco en sus escritos dice “palabras divinas” hace referencia a las palabras
escritas o litúrgicas presentes en los salterios, o aquellas palabras transmitidas por los
clérigos a los fieles a través de la predicación.
Francisco les da un significado sacramental: a través de ella se hace presente
corporalmente Dios mismo. “Nada poseemos o vemos si no el cuerpo y la sangre, los
nombres y las palabras, mediante los cuales hemos sido creados y redimidos de la muerte a
la vida” (CtaCle 1-3). Sitúa en un mismo nivel las especies eucarísticas y las palabras divinas;
a través de ambos canales vemos y encontramos al Hijo de Dios “corporalmente” en este
mundo.
Es necesaria una preparación para acoger el fruto salvador de las palabras del Señor.
Se trata de la importante cuestión de la disponibilidad interior a la Palabra. Se hace
necesario por ello que las palabras se escuchen con atención. Es más, el no poner atención y
el despreocuparse cuando se las oye son motivo de pecado ante Dios para Francisco.
Por la acción del Espíritu de Dios, la Palabra transmite espíritu y vida a los hombres,
constituyéndose en medio que hace posible que el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo se hagan presente en la mesa de la celebración eucarística bajo las especies del
www.pazybien.org
pan y del vino. “No puede hablarse de cuerpo si previamente no ha sido consagrado por la
palabra” (1CtaCle 1-3).
Palabra y Eucaristía vienen absolutamente entrelazadas, unidas indisolublemente, no
pudiéndose entender una sin la otra y viceversa. Palabra remite a Eucaristía, y Eucaristía
lleva necesariamente a Palabra. Tanto una como otra llevan a la presencia salvadora de Dios,
como Cristo humanado que se hizo carne y continúa transmitiéndose como Palabra para la
salvación del hombre. Ambas conducen a un misterio al que el hombre por sí solo no puede
llegar: la Encarnación, que se asimila por el don de la fe. La presencia física de Jesús, Dios
humanado, sobre esta tierra, haciéndose un igual a todos los hombres, se continúa y se
reactualiza en cada Eucaristía por medio de las especies eucarísticas y de la Palabra.
Es inimaginable que el medio a través del cual Dios quisiera, por su libre albedrío,
ponerse de manifiesto al hombre sea el de la palabra. No hay ninguna explicación,
simplemente es así. Es un medio débil, humilde, pobre, que manifiesta un amor de Dios sin
reservas a la humanidad. Es un modo sencillo de que el hombre pueda entrar en contacto
con Dios, ya que Dios es omnipotente. De ahí la grandeza que para Francisco supongan las
Palabras, medios a través de los cuales Dios se manifiesta aparentemente débil, pero que
transmite que a través de la debilidad, confiando en Dios y teniendo como vía a Jesús, la
humanidad está llamada a la resurrección.
La Palabra, para Francisco, es una prueba de la humildad de Dios, una manifestación
muy sencilla de la acogida de Dios, del amor gratuito que profesa a la humanidad, un modo
suave y cálido de acercarse al hombre sin restarle dignidad a su criatura. Es sencillamente
otra forma de entender el milagro de la Encarnación.
El amor que Dios profesa al hombre, salvaguardando su libertad de persona única,
irrepetible y singular, se nota en el hecho de que nosotros, cada uno, podemos negar a Dios
al despreciar la forma humilde en que Él ha querido manifestarse. Podemos no escuchar sus
palabras, despreciarlas y ridiculizarlas. No por eso Dios nos deja de querer.
Francisco quiere toda la reverencia a la Palabras de Dios, y que se coloquen en
lugares dignos. Detrás de esta pretensión exterior está la base teológica de comprobar la
www.pazybien.org
pobreza de un Dios que se expone a ser ridiculizado por su criatura. El medio de la palabra
solicita del hombre su atención. Ni siquiera exige, dejando total libertad de acogida.
Francisco contempla ahí el amor de Dios.
La Orden de Menores, continuadora de la intuición de Francisco, respecto de la
palabra como vía de presencia humilde y salvadora de Dios entre los hombres, ha tenido
diferentes apreciaciones:
-
A nivel de predicación. Ha sido resaltada la palabra. San Antonio de Padua y
San Bernardino de Siena han sido ejemplos de grandes predicadores.
-
A nivel de exégesis. Con San Buenaventura también ha sido desarrollada.
-
A nivel de conexión con el sacramento de la Eucaristía, lo que supone
acercamiento al misterio del abajamiento de Cristo encarnado y de vida
humana en Cristo a través de las palabras, desgraciadamente la tradición
franciscana no ha conectado con dicha intuición que San Francisco tenía tan
presente en su contemplación. Es necesario redescubrirla.
Parece que la tradición en lo referente a las “palabras divinas” se fijó en el tema de la
predicación y la exégesis, muy reflexivas siempre, y evitó la contemplación del misterio de la
Encarnación, clave para entender a Francisco.
LA EUCARISTÍA EN FRANCISCO DE ASÍS.
El Sacramento de la Eucaristía en un “bien” para el alma. Así lo entiende Francisco,
para quien hay una unión entre Biblia y Eucaristía, siendo la Biblia la historia de la Eucaristía,
y ésta a su vez la realización del plan salvador de Dios para el hombre.
En tiempos de Francisco, no estaba valorado el sacramento de la Eucaristía. Dentro
de la comunidad cristiana, sacerdotes y fieles no se acercaban a este sacramento, ni veían en
él la presencia de Cristo, que se entregó por nosotros.
Tomando como base el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia (en especial los cánones
que sobre la Eucaristía emitió el Concilio IV de Letrán –1215–), Francisco rompe con la visión
peyorativa que de la Eucaristía tenían en su tiempo:
www.pazybien.org
-
La Eucaristía es prolongación de la encarnación revelada (Adm 1). El Hijo de
Dios, que naciera en carne humana, sigue estando entre los hombres,
ofreciéndose a su mirada de fe en las especies eucarísticas del pan y del
vino. Igual que el Hijo de Dios era revelación del Padre para sus apóstoles,
la Eucaristía es también revelación de Dios Padre para cada cristiano.
-
La Eucaristía es conmemoración de la Pasión redentora. Para Francisco el
cuerpo y sangre del Jesús es un verdadero sacrificio, que actualiza el único
sacrificio de la Nueva Alianza para la salvación de toda la humanidad en
todos los tiempos. Es signo del amor del Padre por nosotros, y a la vez es
signo inequívoco del amor que Jesús nos tiene. La pasión y muerte de Jesús
es la muestra más patente del amor que Cristo sintió hacia el Padre. Se
percibe en la Paráfrasis al Padrenuestro (ParPN).
-
La Eucaristía es símbolo del amor fraterno. Francisco prescribe la
celebración de una única misa al día en la fraternidad. El misterio
eucarístico refleja y actualiza la vida de la fraternidad en una vivencia
teologal de ella.
La clave para Francisco del misterio eucarístico es percibir en él la prolongación en el
tiempo del don del amor de Dios. El Padre se nos ha revelado enviándonos a su Hijo, que
nació en total desvalidez, llevó una vida humana vivida en pobreza, sufrió una muerte
humillante, resucitando por la acción del Espíritu.
Para Francisco la Eucaristía es el misterio de la presencia de Cristo en la historia
humana, actualizada en cada celebración que hace la Iglesia, pueblo de Dios, pobre,
comunidad de penitentes, cuya única riqueza son Dios, su amor y su promesa de vida eterna.
Los ministros de tan gran misterio son simples hombres, a menudo ignorantes y pecadores.
Pobrecillos sacerdotes que en sus manos Dios se hace presente cada día, pues son un medio
para que Cristo se manifieste bajo las especies de pan y vino. Por sí mismos, los sacerdotes
no son nada, ya que tienen una misión que toda ella es gracia de Dios. Bajo esta óptica,
Francisco defenderá a los sacerdotes y a la Iglesia, aún en sus testimonios menos evangélicos
y que sean motivo de escándalo. Es el sacramento de la Eucaristía lo que redime a la Iglesia y
en especial a los malos sacerdotes.
www.pazybien.org
Dentro de la tradición franciscana existen numerosos santos que se caracterizan por
su devoción a la Eucaristía: San Antonio de Padua, San Buenaventura, San Pascual Bailón,
San José de Cupertino, ... Pero se echa en falta y sería bueno reactualizar la clave central a
través de la cual Francisco contempla la Eucaristía como prolongación de la Encarnación del
Hijo del Dios, que se hace pobre, humilde, se abaja para llegar a todos los hombres, para que
la salvación prometida por Dios alcance a toda la humanidad. La Eucaristía es una muestra
del amor de Dios, por ello, debe llamar a su vez a una respuesta de amor por parte del
hombre a Dios.
Fray Miguel Ángel Marcos Marcos
www.pazybien.org
Documentos relacionados
Descargar