LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA PRESENCIA REAL DE J.C. La presencia de Cristo en la Eucaristía adopta una doble configuración; - presencia actual: como presidente de la asamblea eucarística - presencia real objetiva: presencia real somática de Cristo en los dones (pan y vino). Presencia de Jesús como alimento en y a través de los dones del pan y el vino. A esta segunda forma de presencia se refiere el tema. Hay que distinguir, en este caso, el hecho de la presencia real y la explicación del modo de realizarse esa presencia. La afirmación del hecho responde a los datos fundamentales de la Escritura. La interpretación de esos datos es fruto de la elaboración posterior de la Iglesia, que habla –en los Padres- de una “transformación” o “conversión” de los dones. En épocas posteriores se diversificará aún más la variedad de las sentencias y las interpretaciones, llegando en algunos casos a posturas extremas. I. AFIRMACIONES FUNDAMENTALES DE LOS PADRES Y DEL MAGISTERIO Y SU VALOR DOGMÁTICO. I .1. PADRES a) El hecho de la presencia: Las principales afirmaciones de los Padres sobre la presencia eucarística son las siguientes: - Es una presencia verdadera. - No cafarnaíta (no el mismo cuerpo físico nacido de María, “in Misterio”) - Se da tanto en el pan como en el vino. - Se realiza por las palabras de Cristo y el poder del Espíritu y supone un cambio en los dones. Desde los Padres apostólicos se insiste en que la Eucaristía es la prolongación sacramental de la Encarnación. Padres griegos: Los Padres de la Escuela alejandrina prácticamente hacen desaparecer la identidad humana de Jesús. (el logos asume la naturaleza humana). La Eucaristía es así la apropiación espiritual del logos. Insistieron de modo especial en la presencia espiritual, pero no en el sentido de contraponerla a la realista, sino dando a ésta una proyección espiritual. (Orígenes, San Atanasio, Cirilo de Alejandría). Orígenes: la primacía no está en la comunión con el pan y el vino, sino que la tiene la palabra. Esta es el verdadero sacramento del logos. La verdadera comunión con el logos es la comunión espiritual. Escuela de Antioquia: Destacan la humanidad completa de Jesús. La Eucaristía es el sacramento de la humanidad de Jesús y, a través de la anamnesis, se hace presente el misterio de la Encarnación, de su muerte y resurrección. Teodoro de Mopsuestia: rechaza toda interpretación simbólica de la Eucaristía, los dones eucarísticos son realmente el cuerpo y la sangre de Cristo, no simples símbolos. Padres latinos: Tertuliano: Afirma la presencia del cuerpo y de la sangre de Cristo en la Eucaristía. En su lucha contra el docetismo expresa con claridad la humanidad de Cristo. Para él el cuerpo y la sangre de Cristo se identifican con el pan y el vino. Utiliza la expresión de “figura del cuerpo”, con la que expresa la realidad del cuerpo, rebatiendo el gnosticismo que devaluaba la corporeidad. Una figura no es ningún fantasma, sino un cuerpo concreto que aparece. Así la Eucaristía se vincula al cuerpo histórico de Cristo, hablando a favor del realismo eucarístico. Cipriano: Para Cipriano la Eucaristía es una cosa secreta y santificante, pero en grado superior a los demás sacramentos, pues la Eucaristía es el cuerpo y la sangre de Cristo. Lo afirma claramente en su relación a los herejes y los lapsos. S. Ambrosio: En su obra “De Mysteriis” afirma la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía, sosteniendo que el cuerpo que consagramos es el que nació de la Virgen. Se da cuenta de la dificultad que implica el que los sentidos perciban una cosa y la fe asegure otra y lo explica apelando al cambio de naturaleza: por la bendición se cambia incluso la naturaleza. Apela a la fuerza creadora de Cristo. Es la palabra de Cristo la que hace este sacramento. S. Agustín: Se ha prestado a muchas interpretaciones: tres son las más importantes: unos afirman que su doctrina defiende el simbolismo; otros que el realismo eucarístico; una posición intermedia (Ratzinger…) afirma que S. Agustín habla de realismo eucarístico, pero también de simbolismo eucarístico. Son muchos los textos donde se afirma con contundencia el realismo eucarístico: - La Eucaristía es el cuerpo de Cristo, a la hora de recibirlo hay que hacerlo dignamente. - La Eucaristía es la mesa del Señor, no todo el mundo puede sentarse a ella, sino solamente los que están bien dispuestos - La Eucaristía es la “carne de Cristo” - La Eucaristía es también la “sangre de Cristo”, que él dio como bebida antes incluso de haberla derramado en la pasión. - Hay otros textos en los que se habla de las dos cosas: la Eucaristía es “carne y sangre de Cristo, el cuerpo y la sangre del Señor”. En otros textos defiende el simbolismo eucarístico y dice que la Eucaristía es un signo del cuerpo y la sangre de Cristo. Conclusión: En el período preniceno la presencia real del cuerpo y de la sangre en la Eucaristía es afirmada de forma constante e ininterrumpida. De la Eucaristía se dice que es la carne del Señor en un sentido literal y propio (Ignacio, Ireneo, Justino). Con la doctrina eucarística se combate fundamentalmente la teología doceta y gnóstica. Esta presencia real está afirmada también por la escuela de Alejandría, a pesar de su tendencia a la alegoría y a ensalzar lo doctrinal sobre lo sacramental. Ireneo, sobre todo, comienza a hablar de la transformación del pan y del vino, que se hacen cuerpo y sangre de Cristo. En general, no ser ha dado todavía el paso a la explicación de cómo se realiza la presencia, al menos de una forma explícita. Es sobre todo en el período posniceno cuando los padres afirman que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, pasan de la afirmación del hecho de la presencia al cómo se realiza la misma. b) Explicación de la presencia real: Los padres se sirven de diversos términos para explicar esa presencia real: - Aguiazein (=santificar): convertir algo en ofrenda sacrifical delante de Dios: Clemente de Alejandría y Orígenes. - Metabállein (=conversión): Cambio, metamorfosis, al estilo de lo que ocurrió en Canaán, donde el agua se convirtió en vino. Cirilo de Jerusalén. - Metapoiein y mezistánei (=cambiar): empleado por Gregorio de Nisa como proceso de apropiación de lo divino, que es posible gracias a que el pan y el vino eucarísticos se han convertido en alimento verdadero del cuerpo. Algo semejante dice Cirilo de Alejandría. Después se empleó frecuentemente en el sentido de transformar. - Metastoijeíosis (= transelementación): cambio de naturaleza o esencia. San Gregorio de Nisa. - Metarruzmíxein-metaskeuáxein (= transmutar): Se trata de un cambio de sentido objetivo. Unos dicen que el cambio se produce por la fuerza de las palabras: Juan Crisóstomo; otros, que por la fuerza de Dios: otros, por la fuerza del espíritu. Aunque la terminología es muy variada, la idea es clara: el pan y el vino dejan de ser lo que eran y pasan a ser cuerpo y sangre de Cristo. Quieren expresar una transformación de tipo ontológico, sin que usen por ello una filosofía determinada. Estamos ante un concepto que más tarde recibirá el nombre de transubstanciación. I.2. MAGISTERIO La enseñanza m ás completa del magisterio sobre la presencia real se encuentra en la sesión XIII del Concilio de Trento, donde se ratifica, en contra de los reformadores, la doctrina tradicional de la Iglesia, a) Reforma: Lutero: – defendió la presencia real somática de Cristo, como presencia verdadera y sustancial – Rechaza toda vinculación directa entre la presencia real y la doctrina de la transustanciación – Exclusión de todo intento de imponer la transustanciación como dogma de fe. – Clara preferencia por la doctrina de la consustanciación (o impanación) o coexistencia de la realidad sustancial del pan y del vino conla sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Afirma además que la presencia se limitaba a la comunión (desde la consagración a la comunión), de tal modo que, terminada ésta, JC. Deja de estar presente en el pan y en el vino consagrados. Calvino: Rechaza tanto la transustanciación como la consustanciación, porque implicarían una presencia local de Cristo. Éste está únicamente localizable en el cielo. Propugna una presencia dinámica o una “comunión verdadera y sustancial” con el cuerpo y la sangre de Cristo a través de los símbolos. Comunión que consiste en la participación en la persona (cuerpo de Cristo) a través de su Espíritu, no de su carne. Ha de entenderse así: “este pan contiene la fuerza salvadora de mi cuerpo”, “este vino contiene la fuerza salvadora de mi sangre”. Zuinglio: La presencia de Cristo es una presencia simbólica. Cristo está presente en el cielo, la Eucaristía simboliza a Cristo. Las palabras institucionales han de entenderse en sentido simbólico: “este es mi cuerpo”= esto representa mi cuerpo; “esta es mi sangre”= esto representa mi sangre. b) Trento Responde con tres documentos: “Decreto sobre la Eucaristía”, “Decreto de la Eucaristía como sacrificio”, “documento sobre la comunión bajo las dos especies y la comunión de los niños”. La enseñanza más completa del magisterio sobre la presencia real se encuentra en la sesión XIII del Concilio de Trento, el Decreto sobre la Eucaristía”. Consta de 8 capítulos y 11 cánones. En el prólogo los padres conciliares apelan sobre todo al respaldo de la tradición de la Iglesia. Las afirmaciones principales del Concilio son las siguientes: El capítulo I se refiere a la presencia real de Cristo. El tema se desdobla en tres principales tesis: - La afirmación de que Cristo, verdadero Dios y hombre, se contiene verdadera, real y sustancialmente bajo las especies o los elementos sensibles. - Que no repugna el que Cristo, sentado a la derecha del Padre, “según su propia forma de existir natural”, esté también presente sacramentalmente por su sustancia en otros lugares con una forma de existencia que, aunque inexpresable para nosotros, es factible para la omnipotencia divina. - La tradición de la Iglesia profesa que Cristo instituyó este sacramento en la última cena a a través de las palabras que las que dio su cuerpo y sangre; palabras que, conservadas por los sinópticos y Pablo, tienen un significado claro, tal como lo entendieron los Padres. Hay en estas afirmaciones un rechazo de la postura de Calvino y sobre todo de Zuinglio, aunque no se alude expresamente a ellos. El canon 1, que en parte responde a ese capítulo, reafirma la presencia verdadera, real y sustancial de Cristo íntegro en los dones eucarísticos. El capítulo 3 explica el Concilio la presencia de Cristo entero en cada una de las especies y en cada una de sus partes, así como su permanencia más allá de la celebración eucarística, poniendo así las bases de la reserva y de la adoración eucarística después de la misa. Estos dos aspectos son definidos en los cánones 3º y 4º. El capítulo 4 trata de la transustanciación. Por la consagración del pan y del vino se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo y la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. Conversión que fue llamada transustanciación. El canon 2 recoge fundamentalmente estas afirmaciones, a la vez que excluye la consustanciación o la permanencia de la sustancia del pan y del vino juntamente con el cuerpo y la sangre del Señor; reafirma la conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre, conversión que la Iglesia llama transustanciación. Estas afirmaciones van dirigidas fundamentalmente contra Lutero, aunque no aluda a él de forma expresa. c) Dos interpretaciones de Trento: Han sido varias las interpretaciones que se han dado en la actualidad sobre Trento a la hora de precisar el alcance exacto de su doctrina. Dos son las fundamentales porque han tenido cierto influjo en la teología del siglo XX y porque nos ofrecen la ocasión de profundizar más en el sentido que Trento dio a sus palabras: Rahner: Según él, los padres del concilio no hicieron grandes esfuerzos por clarificar la cuestión de la presencia real y sus formas, antes bien, se limitaron a repetir lo que la Iglesia había dicho durante los siglos anteriores. Lo que se quiere afirmar es que en la Eucaristía se da realmente el cuerpo y la sangre de Cristo bajo unas realidades que experimentamos como pan y vino. Podemos llamar a la realidad verdadera (por motivos de inteligibilidad) sustancia y accidentes a lo que se manifiesta, lo que se presenta al conocimiento experimental. El punto clave de la interpretación rahneriana d eTrento es la distinción de lo que el llama explicación lógica y explicación ontológica: - Explicación lógica: trata de explicar un hecho o un dato sin indagar la causa ni el modo del mismo. - Explicación ontológica: explicación que nos ofrece la causa La transustanciación sería una explicación lógica y no ontológica de las palabras de Cristo; es decir vendrían a decir lo mismo que ellas; no nos dirían cómo tiene lugar la presencia real, sino simplemente el hecho de la misma. Este dogma es una mera derivación o desarrollo “lógico”, no ontológico, de las palabras de Cristo; es decir, la transustanciación nada nuevo nos dice más allá de lo que se nos había dicho (sobre la presencia somática) en las fórmulas de la institución del Nuevo Testamento. Esta interpretación no responde a los hechos, puesto que dicho concilio condenó la posición de Lutero, el cual admitía la presencia, pero negaba el cambio de la sustancia (consustanciación). Trento distingue entre presencia real y transustanciación y a ambas dedica sendos cánones y capítulos, sabiendo que se puede afirmar la una y negar la otra. Schillebeeckx: Dice, al interpretar Trento, que hay que distinguir tres niveles: 1) Hay una presencia real estrictamente eucarística: afirmación del cuerpo y la sangre de Cristo bajo las especies del pan y vino. 2) Esta presencia real no puede concebirse sino a través del término conversión ontológica del pan y vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. 3) Esta conversión es denominada con el término transubstanciación. La definición dogmática abarca los dos primeros planos; el tercero no es objeto de definición como tal, sino que constituye una mera expresión formal de lo definido, en categorías aristotélicas. inevitable para los padres conciliares, siendo legítimo expresar el mismo dogma en categorías filosóficas distintas. ¿Qué significa conversión? Que Cristo toma posesión del pan y del vino y apropiándoselos los convierte en su cuerpo y sangre. Según estas interpretaciones, el Concilio afirmó como dogma el hecho de la presencia real de Cristo en los dones eucarísticos, en virtud de una conversión ontológica. El cómo de esa conversión parece quedar abierto II. LA TRANSUSTANCIACIÓN: NOTAS DE LA PRESENCIA REAL El cambio de una realidad puede revestir tres modalidades: la creación, la aniquilación y la transustanciación. La creación cosiste en el paso del no ser al ser; la aniquilación, el paso o cambio del ser al no ser; la transubstanciación, el paso de un ser a otro ser. Cuando hablamos de transubstanciación eucarística, queremos decir que el ser del pan y del vino se cambian en el ser del Cuerpo y Sangre de Cristo. La presencia real supone un verdadero cambio ontológico del pan y del vino, puesto que deja de existir la realidad pan-vino, permaneciendo únicamente sus apariencias: color, sabor, etc. Y se hace presente la realidad del Cuerpo/sangre de Cristo. III. CONTROVERSIAS ACTUALES SOBRE EL TEMA En el siglo XX se suscita una nueva problemática respecto a este tema, con el nacimiento de la física atómica y la llegada de la filosofía moderna. El S. XX fue una época rica en aportaciones a la comprensión de la presencia eucarística. Ha habido fundamentalmente dos focos de reflexión sobre la presencia real: - Uno propiciado por la crisis que sufre el hilemorfismo a principios de siglo con la llegada de la física moderna y que llega hasta la polémica que tuvo lugar entre Selvaggi y Colombo. - El segundo aparece al terminar la II Guerra Mundial, bajo el influjo de la llamada Nouvelle Theologie y dura hasta fines de la década de los sesenta. Se caracteriza por el uso de la fenomenología existencial y por la introducción de una metodología teológica que quiere presentar el misterio eucarístico en conexión directa con otras dimensiones de nuestra fe: iglesia, escatología… 1. Física moderna e hilemorfismo: En torno a los años 20 comienza en Europa una discusión sobre la entraña filosófica del hilemorfismo. Los entes materiales, compuestos según el hilemorfismo, de materia prima y de forma sustancial, se revelan en la física moderna como un conglomerado de elementos: átomos, divididos en neutrones, positrones, electrones, etc. La materia aparece mucho más compleja de lo que se había pensado. Esto da lugar a una división de opiniones sobre la esencia misma del hilemorfismo. Según unos, el hilemorfismo es de rango metafísico y su explicación sobre la composición de los cuerpos está por encima de toda consideración física. Tanto la materia prima como la forma sustancial son coprincipios metafísicos que no deben confundirse con elementos concretos experimentables por la observación. Otros, en cambio, no tuvieron dificultad en traducir la sustancia hilemórfica en términos de indudable sabor cosmológico y físico. Selvaggi y Colombo son representantes de estas dos posiciones: Selvaggi: “Cuando en la transustanciación, por las palabras de Cristo, toda la sustancia del pan y del vino se convierten en su cuerpo y en su sangre divinos, entonces los protones y electrones en acto, que pertenecen a la materia de la masa consagrada, átomos, moléculas, iones, complejos moleculares, microcristales, en una palabra, todo el conjunto de las sustancias que constituyen el pan y el vino, deja de existir y se convierte en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Permanecen, en cambio, los accidentes pertenecientes a todas aquellas sustancias, extensión, masa, cargas eléctricas… que de ellas se derivan y por tanto, todos los efectos ópticos, acústicos… que aquellas fuerzas pueden introducir; todos éstos constituyen, conjuntamente, las especies eucarísticas, es decir, el conjunto de fenómenos directamente experimentales”. De aceptar esta explicación, la transustanciación sería algo experimentable, cuando el dogma nos dice que lo experimentable (las especies) queda sin cambiar. Esta fue la oposición que Colombo presentó a Selvaggi. Según él, después de la consagración permanece la estructura físico-química del pan y del vino como estaba antes de ella; en cambio, cambia la realidad sustancial (metafísica) del pan y del vino. La polémica tenía un contexto preciso: - Unos pretendían que la teología tiene que adaptarse a la ciencia. Por lo tanto, había que determinar qué elementos son los que cambian en la transustanciación. Estos autores tenían una concepción física del hilemorfismo: el hilemorfismo es cuestión de ciencia y no de metafísica. - Los otros partían del dato de la fe: en la transustanciación nada de lo perceptible cambia; por lo tanto, lo que cambia en ella es un plano metafísico e invisible. Asimismo, el hilemorfismo, según estos autores, es de carácter metafísico. 2. Una nueva perspectiva: a) Sentido religioso del ser. Fue un anónimo aparecido en 1945 con el título de “La présence réelle” y atribuido más tarde a De Montcheuil el que inició el cambio de la nueva formulación del dogma eucarístico. Venía a decir lo siguiente: el ser del pan y del vino no es un significado científico o filosófico, sino su significado religioso, es decir, lo que significan ese pan y ese vino para un creyente, que los mira desde la fe. Cristo, en virtud de su ofrenda sacrificial, cambia el significado religioso del pan y del vino, convirtiéndolos en el signo y medio de su amor personal. En una línea parecida se movieron el calvinista Leenhardt y el católico de Baciocchi. Leenhardt: para él una es la metafísica griega, lógica y clasificadora, la cual expresa la realidad objetivamente dada y otra la metafísica hebrea, que, desde una perspectiva más relacional y subjetiva, mira las cosas desde la fe, captando en ellas su significado religioso; significado que constituye la auténtica realidad de las cosas. Pues bien, en la transustanciación es este significado religioso el que cambia. Cambia el significado común del pan y del vino, que ya no son tales, sino que Cristo confiere a ese pan la significación fundamental de su entrega, el pan queda transformado en su ser fundamental y religioso. Esta transformación es sólo asequible a los ojos de la fe, que es la que capta el significado último de las cosas. De Baciocchi: sigue una línea similar. Cristo resucitado es el eje de toda la realidad. Las cosas son, en último término, lo que son para Cristo. Uno es el sentido profano de las cosas que capta el incrédulo y otro el sentido cristológico que capta el creyente. En la Eucaristía, Cristo cambia el significado del pan y del vino para hacerlos signo e instrumento de su donación a la Iglesia. Estos fueron los inicios de la moderna formulación del cambio eucarístico. Más adelante, autores como Welte, Schoonenberg, Schillebeeckx… entran en escena provistos de la fenomenología existencial. Los modernos formuladotes del dogma eucarístico han mantenido que es exigencia del dogma el cambio ontológico del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Ahora bien, este cambio, ha sido expresado hasta hoy con las categorías hilemórficas de sustancia y accidente; categorías que han entrado en crisis tanto por el desarrollo de ls física moderna como por el nacimiento de la fenomenología existencial. En primer lugar, la física moderna ha señalado la existencia de un conglomerado de elementos en lo que consideramos pan y vino. Por otra parte, se impone destacar la riqueza teológica de la presencia real, estudiándola en relación con los demás misterios de nuestra fe. Fue con la intención de resaltar el aspecto personalista y salvífico de la Eucaristía por lo que se acude a la fenomenología existencial. b) Fenomenología existencial: Lo que constituye el ser es la relación o sentido que tiene para Dios y para el hombre, hasta el punto de que la realidad es inimaginable si se la independiza del hombre. Resumiendo el pensamiento de todos estos autores, diríamos que todos ellos admiten la presencia real de Cristo en la Eucaristía y sostienen el cambio ontológico del pan y del vino como una implicación del dogma eucarístico. Ahora bien, este cambio ontológico, según ellos, fue expresado en el concilio de Trento desde las categorías aristotélico-tomistas de sustancia y accidentes, llegando así a la transustanciación. Pues bien, esto mismo puede expresarse desde la fenomenología existencial. Según la fenomenología existencial, la realidad del pan es su significado antropológico: pan es aquello que en último término significa para el hombre alimento natural. El pan es en cuanto que tiene para el hombre este significado natural de alimento. “esto es pan” quiere decir “esto es pan para mi”, si en un momento cambia este “para mi”, cambiaría el ser del pan y podría hablarse de transustanciación. Pues bien, Cristo confiere a este pan y a este vino un nuevo significado y una nueva finalidad: de ser alimento natural del hombre, los convierte en alimento de vida eterna, en alimento sobrenatural, haciéndolos instrumentos de su amor. Así les confiere un nuevo significado y, por consiguiente, un nuevo ser. De ahí la transignificación o transfinalización. Hay, pues, una presencia real de tipo relacional y un cambio del ser por la transfinalización y transignificación que les ha dado Cristo. Algunas notas comunes a la mayoría de los autores de la moderna formulación: - El cambio del pan y del vino tiene lugar como consecuencia del cambio del significado de los mismos. - La presencia de Cristo en la Eucaristía no es una presencia absoluta, sino una presencia relacional, que llega a su realización cuando es aceptada por la fe. Es más bien, una presencia ofrecida, una presencia-para, una presencia inacabada hasta que no es aceptada por la fe. - La presencia real ha de entenderse más bien, en sentido personalista, ha de ser entendida más en categorías de acción y de entrega que en categorías de localización estática en las especies. - Esta presencia está constituida por la entrega personal de Cristo y ha de ser vista en conexión con las otras presencias también reales de Cristo en medio de su Iglesia. “TRANSFINALIZACIÓN-TRANSIGNIFICACIÓN”: SU VALOR A LA LUZ DEL MAGISTERIO ACTUAL DE LA IGLESIA Y DE LA RAZÓN TEOLÓGICA. Intervenciones del magisterio Estas nuevas teorías llevan a plantearse si se mantenía la presencia objetiva del cuerpo de Cristo. La primera intervención del magisterio comenzó con Pío XII., en su encíclica “Humani generis”, 1950. Rechaza el que “la presencia real de Cristo en la Eucaristía se reduzca a un simbolismo en el que las especies consagradas no son más que signos eficaces de la presencia espiritual de Cristo y de su unión íntima con los fieles, miembros suyos, en el cuerpo místico”. Asimismo afirma que la Iglesia en sus formulaciones no se liga a determinadas filosofías de un tiempo, a determinadas categorías de un tiempo determinado, son conceptos de valor universal. Pablo VI trata el tema de la presencia real en la encíclica “Mysterium fidei” y en el “Credo del pueblo de Dios”. “Mysterium fidei”: Debe salvarse la integridad de la fe, siguiendo al magisterio de la Iglesia. Además debe salvarse el modo de expresión que la Iglesia ha establecido. Dice que las fórmulas que la Iglesia emplea son aptas para el tiempo actual, pues en ellas la iglesia emplea conceptos que no tienen el valor determinado de una escuela, sino el valor universal del conocimiento natural, por ello resultan acomodadas a los hombres de todo tiempo y lugar. El papa se hace eco de las diferentes presencias que Cristo tiene en su Iglesia: Cristo está presente en la Iglesia orante, en la Iglesia que ejerce las obras de misericordia, en nuestros corazones, mediante la fe, en la Iglesia que predica, en la Iglesia que en su nombre ofrece el sacrifico y administra los sacramentos. Finalmente hay una presencia verdaderamente sublime: en la Eucaristía. Las otras presencias son reales, pero la eucaristía es real por antonomasia. El simbolismo no es apto para explicar plenamente la naturaleza específica de esta misma presencia: “Cristo no se hace presente en este sacramento sino por la conversión de toda la sustancia del pan en su cuerpo y de toda la sustancia del vino en su sangre; conversión admirable y singular a la que la Iglesia católica, justamente y con propiedad, llama transustanciación”. Afirma que una vez que ha tenido lugar la conversión sustancial de la realidad profunda del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, podemos decir que las especies de pan y vino adquieren un nuevo significado, porque contienen una nueva realidad. En este sentido, la transignificación, referida a las especies, es complementaria de la transubstanciación, pero nunca sustitutiva de la misma. Esta presencia tiene lugar en la realidad objetiva, independientemente de la fe de la Iglesia. “El Credo del pueblo de Dios” representa la intervención más autorizada del magisterio ordinario del Papa, en lo que se refiere a la presencia eucarística: “nosotros creemos que como el pan y el vino consagrados por el Señor en la última cena se convirtieron en su cuerpo y sangre…. Así también el pan y le vino consagrados por el sacerdote se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo, sentado gloriosamente en los cielos; y creemos que la presencia misteriosa del Señor, bajo la apariencia de aquellas cosas que continúan apareciendo a nuestros sentidos en la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial”. “En este sacramento Cristo no pede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia de pan en su cuerpo y la conversión de toda la sustancia de vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la santa Iglesia, conveniente y propiamente, transustanciación”. Afirma, además el cambio eucarístico, afirmando el sentido absoluto e independiente del espíritu humano que tiene la presencia real: “independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales de pan y vino”. Síntesis doctrinal del magisterio actual: - La Iglesia católica confiesa que lo que aparece como pan y vino es, en realidad, el cuerpo y la sangre de Cristo. No basta el simbolismo eficaz. La peculiaridad de la Eucaristía consiste, por tanto, no en ser un signo eficaz de la gracia, sino en contener a nuestro señor JC bajo las apariencias de pan y vino. - Esta presencia se da por la conversión sustancial u ontológica del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo.. Esta conversión ontológica tiene lugar en la realidad objetiva de las cosas, independientemente de nuestra fe. - Los conceptos de sustancia y especies los entiende la Iglesia en el sentido de realidad fundamental y apariencias de la misma. Lo que aparece como pan y vino es en realidad el cuerpo y la sangre de Cristo. Tales conceptos no tienen, en el dogma de la Iglesia, el sentido preciso del hilemorfismo, sino el sentido, más básico y universal, de realidad profunda y apariencia de algo. - Se permite una ulterior profundización del misterio eucarístico, siempre y cuando se mantenga el sentido que la Iglesia ha dado a sus fórmulas. Teología. Perspectiva pascual. Apuntes Burgos