Revista El Apuntador | El espacio de teatro, danza y artes escénicas Ecuador El espacio de teatro, danza y artes escénicas Ecuador - Latinoamérica http://www.elapuntador.net La señorita Wang soy yo | Santiago Rivadeneira "LA SEÑORITA WANG SOY, Y ADEMÁS HABLO SOLA" La señorita Wang (se) exige más de lo que explica. No hay una narración como fundamento de la estructura, sino la impertinencia de los instantes y los impulsos de su constante reafirmación: “la señorita Wang soy yo, y además hablo sola” Santiago Rivadeneira Aguirre La señorita Wang es capaz de dramatizar (se) con implacable “lucidez”, sus reciprocidades rumorosas o paradójicas y artificiosas, que se instalan entre la soledad y el eco persistente de su voz, al que le pide insistentemente que le responda. Allí se encuentran, al mismo tiempo, un portentoso deslumbramiento y un atoramiento de muerte. Porque la señorita Wang no tiene origen e historia. De esta manera modela o construye (si se puede decir de este modo) la rutina diaria de su ‘espera’, su inmedible devoción por el desvarío. La señorita Wang soy yo es un proyecto escénico dirigido por el coreógrafo y bailarín Ernesto Ortiz -con el grupo de danza de la Facultad de Artes de la Universidad de Cuenca- y es además un ‘ejercicio de intertextualidad’ que se sustenta en el filme y la estética de la película 2046 del cineasta chino Wong Kar Wai, que le sirve de premisa para plantear (se) el problema de la “fragmentación” y del hipertexto como materiales comunes para la construcción de sentido. Bajo esta premisa -dice el sustento teórico del grupo- se genera una ‘metodología de trabajo’ que implica y compromete a los miembros del equipo de investigadores de la Carrera de Artes Escénicas, dentro del Proyecto “Estéticas Caníbales”. El espacio escénico también es un lugar compartido que actualiza los ‘modos de ser’ de la señorita Wang (Coco Maldonado), que actualiza ciertos modelos de temporalidad triviales, como la misma espera y el sin sentido de la repetición incesante del texto, al que el colectivo de bailarines le da un tono tan radical como solitario. ¿Cuál es la exigencia o la auto exigencia de la señorita Wang? La señorita Wang (se) exige más de lo que explica. No hay una narración como fundamento de la estructura, sino la impertinencia de los instantes y los impulsos de su constante reafirmación: “la señorita Wang soy yo, y además hablo sola”. La suya es una especie de temporalidad de doble faz (su cuerpo y su voz están adentro y afuera del significado) que se vuelve retumbo consustancial en los gestos y movimientos de los bailarines. Entonces se suscita una cuestión inquietante: la reafirmación -desde la palabra- de su “yo”. “Yo soy la señorita Wang, y además hablo sola”. También es un axioma, un apotegma, un aforismo que le hace volver insistentemente al mismo dilema, de manera casi obsesiva: ¿es la ceguera del deseo? 1/2 Revista El Apuntador | El espacio de teatro, danza y artes escénicas Ecuador El espacio de teatro, danza y artes escénicas Ecuador - Latinoamérica http://www.elapuntador.net Dice la señorita Wang: “Si sigue lloviendo así, no voy a llegar a 2046. Y si no llego, tendré que imaginármelo. Imaginarme como es. Imaginarte saliendo por la puerta del andén, para ayudarme con la maleta. Imaginarte caminando despacio y en silencio, a mi lado, mientras te cuento que han pasado diez minutos, cien minutos, mil minutos. ¿Quién sabe? Tal vez prometiste volver. O tal vez yo recuerde que no lo dijiste nunca”. El ahora, que en Hegel fue la noche, en la señorita Wang es “ella misma” bajo el signo de la espera o del reclamo. ¿Experimenta la vida (su vida) la señorita Wang, como un atentado ontológico, una especie de ‘falsificación’ de la cual no hay otro rescate más que la desaparición? Porque ya no es la palabra el motivo de esa “falsificación” ontológica, tampoco es el lenguaje con sus normas trilladas, pre ordenadas (los consabidos “juegos” del lenguaje), sino la rutina misma de su pensamiento, repetitivo, exhausto. Esas imágenes que proyecta, son precisamente, las que tienen forma en los movimientos de los bailarines, pero como acoso. Podemos imaginar a la señorita Wang experimentando una especie de ‘epifanía negativa’ de sí misma. Y la pregunta recurrente, que sirve para reafirmar la intransigente veracidad de su obsesión: “Si lo pienso bien, yo soy una mancha de herrumbre, y en ese tren no termino de aparecer: no hay nada que pueda ser manchado”. Y los bailarines (que son las ‘resonancias’ de la señorita Wang) que redundan o se desdicen o se imputan una misma forma de silencio, mientras la música y el músico, deliberadamente suspendidos, acentúan la importancia tanto formal como sustantiva, de lo fragmentario, de lo sentencioso y un ‘modo de ser’ que reclama distintas percepciones. 2/2 Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)