Espionaje masivo, imperios y disciplina. Por Tomás Molina Las

Anuncio
Espionaje masivo, imperios y disciplina.
Por Tomás Molina
Las revelaciones de Snowden no deberían
sorprender a nadie que sepa algo de cómo
funcionan los imperios en la realidad. Todos los
imperios, desde Persia y Roma, hasta Venecia,
la Francia de Luis XIV, la China imperial y EEUU,
han vigilado a sus ciudadanos de un modo u
otro. Ningún imperio ha funcionado sin una
amplia
red
de
espionaje.
Eunucos,
emperadores, e incluso burócratas anónimos
han tenido sus propias redes de espionaje.
Nada realmente importante sucede en un
imperio, por secreto que sea, sin que algún
burócrata, en alguna parte, lo deje registrado.
Lo revelador, por lo tanto, no es que EEUU vigile
y espíe a sus propios ciudadanos y a los
ciudadanos de otros países; lo revelador es que
los demás gobiernos hagan como si no supieran
nada. Lo revelador, también, es que las
personas de a pie no sospechen en lo más
mínimo que los espían cuando, como se ha
dicho, la evidencia histórica prueba que todos
los sujetos imperiales han sido sujetos a algún
tipo de espionaje.
Soplones, denuncias anónimas, espionaje de
correspondencia y sobornos, han sido los
métodos clásicos de vigilancia. Desde que la
tecnología lo permite, empero, los gobiernos
han recurrido a métodos más sofisticados:
micrófonos, cámaras, y ahora, espionaje de
llamadas telefónicas, emails, e inbox de
Facebook. Sin embargo, hay una diferencia
fundamental entre el espionaje antiguo y el
moderno. No se trata simplemente de una
cuestión de la cantidad y calidad del espionaje,
sino que se trata de la naturaleza misma de
nuestras sociedades modernas comparadas con
las antiguas.
Según Foucault a finales del siglo XVIII se
instauró en Europa algo que él denominó la
sociedad disciplinaria. Ésta sociedad, nos dice,
ejerce un poder de disciplina constante. Es
decir, no espera a que el sujeto infrinja la ley
para disciplinarlo, sino que la sociedad
disciplinaria siempre lo considera sospechoso y
por ello lo disciplina constantemente. Se juzga,
entonces, por medio de virtualidades: por lo
que el individuo es capaz de hacer y no por lo
que ha hecho. Así se justifica un control
constante sobre el individuo.
El espionaje de EEUU y las nuevas prácticas
legales del Patriot Act pueden entenderse a la
luz de Foucault: no son más que la fase más
reciente de la sociedad disciplinaria, donde
todos somos sospechosos de cometer un
crimen sólo porque en teoría somos capaces de
cometerlo. Cualquiera puede ser un terrorista;
todos nos podemos volver, en teoría,
terroristas. Por lo tanto, todos debemos ser,
justificadamente, según la lógica disciplinar,
controlados.
Las prácticas disciplinarias subyacen a la lógica
social moderna, de modo que para acabar el
sistema masivo de vigilancia no basta una
reforma liberal –en el sentido clásico del
término- para limitar el poder del gobierno y,
por lo tanto, su capacidad de espionaje sobre
los individuos. EEUU necesitaría cambiar la
misma lógica social disciplinaria para poder
abandonar definitivamente sus prácticas de
espionaje y devolverles la privacidad perdida a
sus ciudadanos. Una empresa nada fácil.
Pero además hay otra razón, en relaciones
internacionales, por la que EEUU no puede
volver fácilmente a las antiguas prácticas de
espionaje, donde sólo se vigilaba a unos pocos
individuos sospechosos. EEUU está obligado,
por la misma lógica del sistema internacional, a
continuar con sus prácticas. Me explico: si EEUU
abandona el espionaje masivo, China tendrá
una ventaja en inteligencia, pues ese país
también tiene prácticas de espionaje masivo.
De hecho, según un artículo de Foreign Policy1,
China está diseñando un aparato masivo de
vigilancia en África. Así las cosas, EEUU se ve
obligado a no perder la delantera frente a sus
competidores.
¿Cómo pueden recuperar su privacidad
entonces los ciudadanos del mundo? Es una
pregunta muy difícil que no pretendo responder
aquí. Sólo quiero dejar claro algo: la
competencia en el mundo de la inteligencia es
brutal, de modo que ningún Estado abandonará
ninguna ventaja que tenga. El Congreso puede
limitar de modos legales la vigilancia, pero si el
interés nacional de EEUU está ligado al
espionaje masivo, puede uno estar seguro de
que lo seguirá habiendo.
Sin embargo, es posible que el mismo espionaje
masivo no sea una ventaja. No sólo porque
disminuye el prestigio de EEUU en el mundo, y
no hay imperio que sobreviva sin prestigio, sino
porque los costos de un sistema de vigilancia
como ese y los beneficios que ofrece puede que
no sean balanceados. Nadie sabe con seguridad
qué tan efectivo es el sistema para detener
amenazas a la seguridad de EEUU. Si resulta que
no sirve de mucho con relación a su costo, es
posible que EEUU lo abandone.
No obstante, aunque la NSA abandone algunos
de sus programas masivos, podemos estar
seguros de que seguirá habiendo espionaje y
disciplina. No creo que los burócratas de las
agencias de seguridad dejen de meter sus
narices en nuestros emails en el corto plazo.
Parece que, por ahora, nuestra privacidad está
1
Africa's Big Brother Lives in Beijing
en manos de ellos. Como decía Nicolás Gómez
Dávila: “Las decisiones despóticas del estado
moderno las toma finalmente un burócrata
anónimo,
subalterno,
pusilánime,
y
probablemente cornudo”.
Descargar