Yocasta en Edipo Rey Escritores Actuales / Mújica Jorge Enrique Por: Jorge Enrique Mújica, L.C. | Fuente: Revista Ecclesia Con matiz divino dice el Gesis: Hombre y mujer los cre.. Desde el principio de los tiempos la Providencia divina regalla diversidad sexual, la diferencia carnal y anica de dos seres iguales en semejanza a Dios pero tan distintos en caracteres, intereses y otras peculiaridades. Hombre y mujer los cre el hombre, sinimo de fuerza, traducido en protecci, fue un regalo valiosimo de Dios para la mujer hacidole patente de este modo la defensa y cercan de su Creador. Y, la mujer, el encanto encarnado de la belleza de Dios; aquella a la que te le otorgla facultad superlativa del amor constituyuna legado de Dios al hombre. Pocos seres son capaces de contener en stal cantidad de paz, ilusi, ternura, simpat, dulzura, armon; pocos son los seres capaces de padecer tan hondamente el dolor. La mujer es la suma del destello de la luz maternal divina y la inclinaci por la pregunta que le lleva ser, junto al hombre, desterrada de aquel parao remoto en tiempo y espacio. Yocasta es una Eva tentada por la serpiente de la soberbia desobediencia, su ego, que le mueve a enfrentar, como ocurriera tiempo atr, la instigaci del desaf al destino. Mas toda falta merece una enmienda y ella, Yocasta, consciente del error consumado, superarla primera falta: tratando de matar al ni. Bien dicen que a una falta le sigue otra, qumejor ejemplo que el de esta mujer? Pero, y por qumujer? No squmezcla de esencias empuja al sexo femenino a afrontar lites y extremos inconmensurables. Son aventureras por naturaleza; decididas y autticos huracanes cuando han interiorizado un inter. El mucho coraz que necesitan los hombres ellas lo desbordan. En la Grecia antigua, Aristeles, el gran filofo, justificaba una discriminaci hacia la mujer dentro de la sociedad pues la consideraba como mera materia (frente al hombre que formaba parte del espitu). La exclu asde la lica y de la raz. Plat, en sus ideas policas, es m proclive a un cierto tipo de feminismo al propugnar la igualdad de todos los habitantes de la ciudad (aunque condenando a la inexistencia la familia y la propiedad). Tradicionalmente se ha dicho que en los orenes de la civilizaci griega la mujer tuvo un papel fundamental. Los argumentos apelan a la existencia de antiguos matriarcados basados en mitos como el de las Lemnias y el de las Amazonas. Las primeras, tras haber ofendido a Afrodita, fueron castigadas a desprender un olor terrible y, por consiguiente, a ser rechazadas por sus esposos quienes se refugiaron en los brazos de sus esclavas. En venganza, las Lemnias degollaron a todos los hombres y la isla en la que vivn quedgobernada por ellas. Todo esto finalizcon la llegada de Jas y los Argonautas, puesto que Jas se cascon la reina y el castigo del mal olor desapareci Las Amazonas mantenn relaciones nicamente con extranjeros. Los hombres existn nicamente en calidad de esclavos. Los hijos, al nacer, eran matados o cegados mientras que a las nis se les cortaba el pecho para que pudieran disparar sin problemas las flechas del arco. Tanto en el uno como en el otro caso, el gobierno se da en sociedades compuestas por mujeres exclusivamente. M que representar un matriarcado antiguo, demuestran que el gobierno de la mujer no era posible. El poema homico, La Odisea, habla de la sumisi y obediencia de la mujer ante el hombre y de la falta de confianza de te hacia aqula: Por eso ya nunca seas ingenuo con una mujer, ni le reveles todas tus intenciones, las que t sepas bien, mas dile una cosa y que la otra permanezca oculta. La mujer exenta de defecto es Atenea, la diosa virgen, la que odia el matrimonio y no asume su rol femenino (de ahque sea la nica en la cual confiar). Las dem ser el instrumento de reproducci y conservaci del grupo familiar cuya posici se debate entre el deber ser y el ser. Ejemplo de ello es Penope, alabada por su fidelidad y perseguida por 108 pretendientes. De ella dirsu propio hijo al ser preguntados obre su origen: Yo no lo s nunca nadie pudo por sso conocer su propio linaje Al nacer la polis la legislaci ateniense conociuna regulaci m precisa. Los padres podn testar a favor de alguien que se casase con la hija; ta heredaba so si ten hermanos, de otro modo so se quedaba con la dote. En caso de no encontrar marido el Estado deber hacerse cargo de ella: se casar entonces con quien marcase la ley. Las jenes soln casarse a los quince as y su educaci se reduc a hacer labores (cardar lana y tejer) y recibir conocimientos de lectura, de escritura y de msica. Las chicas espartanas se ejercitaban en la gimnasia y en la msica y su educaci era muy semejante a la de los chicos, incluso su vestimenta. Los hijos de las mujeres griegas eran confiados a una nodriza y pronto saln a ser instruidos. Las nis permanecn en casa y su instrucci era mima. Al nacer un ni, hacia el stimo d, se realizaba una ceremonia en la que se adornaba la puerta con coronas de olivo, si era var, y guirnaldas de lana, si era ni. Ds m tarde se admit la paternidad. El matrimonio pod romperse por tres razones: el repudio del marido (que conllevaba la devoluci de la dote), el abandono del lecho por parte de la mujer (muy mal visto por la sociedad) y la interrupci del matrimonio por decisi del padre de la novia. El hombre pod tener tres mujeres: la esposa para tener hijos legimos, la concubina para el cuidado del cuerpo y la hetera para el placer. Edipo rey es una tragedia que representa un feneno habitual en la Atenas clica: es muy conocido el mito tratado en ella. Como mimo, se tendr hoy una vaga idea de que Edipo asesina su padre y se cascon su madre. La obra empieza con el quieto transcurrir de la vida en el reino de Tebas roto con la explosi de una epidemia de peste que destruirla ciudad si no se purifica de una sangre vertida que la contamina. El sacerdote de Zeus implora algn remedio de la sabidur del rey Edipo. Qui ser m capaz de averiguar el secreto de esta gran peste y hallar una soluci que el rey cuya inteligencia se midicon la Esfinge y fue capaz de adivinar sus enigmas? Creonte, el cudo de Edipo, regresa de consultar el orulo de Apolo con parte de la soluci: mientras no se castigue al asesino de Layo, ha prescrito el orulo, no cesarla peste, pero qui ha sido el homicida del antiguo rey de Tebas? Edipo interroga al adivino Tiresias cuyas profecs lo enfurecen porque en ellas cree ver acusaciones injustas que no acaba de comprender. Nuevos datos vienen a iluminar el caso. En los interrogatorios hechos a Yocasta, a un mensajero y a un antiguo criado, Edipo va estableciendo los eslabones de una cadena que lo convierte en el protagonista del parricidio: no es hijo, como pensaba, de Pibo y Mope de Corinto. Su fuga para evitar que se cumpliera el orulo que vaticinque hab de dormir con su madre y matar al padre que lo engendr solo consigue acercarlo al peligro, ponidolo en contacto con su verdadero y desconocido padre, Layo, al cual mata en una encrucijada, y con su verdadera y desconocida madre, Yocasta, con la que se desposa. Averigua su propia historia: co sus padres verdaderos, para eludir otro nefasto orulo, ordenaron su muerte; co el encargado de matarlo lo abandonen las selvas del monte Citer, de donde fue recogido por un pastor que lo lleva Corinto; co lo adoptaron Pibo y Mope... Y como figura de fondo, como espejo paralelo, el juego de contrastes y movimientos imaginables en el interior de Yocasta la esposa y madre. Yocasta posee un contexto preciso como mujer. Es mujer en una tragedia, una obra donde se necesita la pluralidad y el fuego de las emociones para hacer vibrar; para hacer pasar de la elevaci a la conmiseraci de un personaje; para reflejar los caracteres de los otros y el propio: hacer sentir, en suma. A una tragedia la mujer la humaniza. El hombre le daracci, le daraventura, le darforma pero so la mujer le regalarel alma, le proveerde vida: engendrarel fondo. Sin Yocasta no hay dolor para Edipo, ni hay tragedia. Mas no se limita nicamente a esto la misi de la mujer. Va a m. Pero en el contexto griego, anterior a la Revelaci, es menester reducirlo a bien poco. Literariamente la mujer supone mucho m que lo que se enmarca fuera de las letras. Quiz en este caso, Socles diga mucho sobre Yocasta aunque ta, en representaci de todo el gero, no sea un auttico reflejo de la opresi y restricci a las que se hallaban sometidas las del mal llamado sexo dil de la Grecia de aquel entonces. Sin embargo, la imagen de la soberana tebana nos trasluce a una matrona poderosa e influyente: Entra en palacio, Edipo; y t Creonte, a tu casa... Una mujer, a veces perceptible, como arrepentida del pasado. Su primera aparici es, precisamente como reina, para apaciguar los imos exaltados: Cesad prcipes; pues a propito veo salir a Yocasta, que se dirige hacia aqu con ella debs decidir pacicamente este altercado, remarcarel coro para trasmitirnos la categor de la soberana. Aparece, entonces, con ese cariz femenino en la bsqueda de la paz, de la concordia y de la armon. Y no puede ser menor ni mejor esta primera intervenci; a su condici de mujer se ade el de reina. No es de nuestro conocimiento el puesto de conciliadora de una gran mayor de las mujeres? Son aficionadas a la paz, tienen como un pacto con ella que les mueve a ocupar el cargo innato de interventoras. Pero Yocasta es, adem de reina, esposa, y por lo tanto tiene un poder que no es el de las armas cuanto del amor de las palabras, del consuelo conyugal, del apoyo matrimonial, de la autoridad marital. Riqueza ta la de la instituci nupcial que hace una sola carne la diversidad! El amor del hombre y la mujer es la ejemplificaci del destello divino donde esa imagen y semejanza tienen el sinimo de amor. Yocasta estinmersa en la fe; en una atmfera que da elementos para intuir un arrepentimiento por el pasado: Cree, por los dioses, oh Edipo! ... por respeto a ese juramento en que se invocan a los dioses ... Reina y esposa, paciente cuestionadora y elocuente desviadora del destino: [] date de todo eso que estdiciendo. Escchame y ver co ningn mortal que posee el arte de la adivinaci tiene que ver nada contigo... Madura ingenuidad con un claroscuro de incertidumbre; evidente perturbaci ante el y si de verdad fuera... Tesoro el de la imaginaci que explota Socles; uno no se queda en los hechos, trata de ir m allen la bsqueda de los movimientos interiores: qupasar por aquel coraz adulto, por aquella conciencia herida por el pretito, por aquella intuici tan particular de esta mujer... Tambi estoy yo llena de zozobra... El miedo transitsutilmente y, cada vez con mayor acento, en el continuo presente perpetuado en las palabras de una tragedia helica. Socles nos legun perfecto trasunto del sentir humano, del sentir femenino con unas caracterticas singularimas: Qute pasa Edipo, en qupiensas? Se confunden las palabras de la esposa con las de la madre y, el esposo e hijo pareciere reconocer esa voz, esa tonalidad maternal en la filial respuesta: ... a qui mejor que a ti podrcontar el trance en que me hallo? Juego, plenitud de tonalidades y latitudes tan variadas; Yocasta: la reina, la esposa, la madre: la mujer. Yocasta sufre tanto o m que Edipo. Es la medida, la fuente, la continuidad del dolor; por su conducto conocemos las contritas respuestas de Edipo. En ella esta el clax de la perplejidad, de la evasi del destino, de la renuncia, de la inaceptaci de la probabilidad inminente; evade y se evade de la realidad y, cuando no puede m gime: Ay malaventurado!, ojalnunca sepas qui eres! Se despide dolorosamente de la obra porque es consciente de la fatalidad, de la justicia convertida en castigo tras la falta cometida: ...esto es lo nico que puedo decirte porque en adelante ya no te hablarm. Quexcelente fotograf de la desesperaci. La falta de fe, la desesperanza tiene ejemplificaci en el suicidio de Yocasta. Ella quiere matar la culpa, y su reto, el dolor, con el suicidio. No estdecidida a afrontar de otro manera el destino. El dolor proporciona un furor capaz de colocar una soga en el cuello y perder, en los milenarios segundos, poco a poco la vida. Yocasta harexplotar la conmoci, la compasi, la pasi del lector. Uno se conmisera de Edipo quien llorarno so a la esposa sino tambi a la madre. Es, efectiva y afectivamente, un desdichado. Con Yocasta muere y empieza el sufrimiento, se confunde la desgracia del marido y la mujer, del hijo y la madre. Yocasta no es un personaje a secas. Es, ante todo, una mujer; y como tal nos aporta una amalgama de matices y oposiciones que captan, mantienen, transportan, dibujan, mueven... Cuando la figura femenina no aparece en una obra el autor se ve obligado a donar sus peculiaridades a algn personaje pero, ya estdicho, es un elemento indispensable en las tragedias griegas y, me atrevo a decir, en toda obra literaria. Siempre fue as Literariamente sque lo fue, mas en la prtica, en la vida donde la realidad cobra verdad, no siempre lo ha sido. No es extra el protagonismo de la mujer en la tragedias sofleas. Antona y Electra, dos nombres femeninos, designan el tulo de dos obras mientras que en el conjunto podemos hallar una gama en caracteres y temperamentos pasando desde Tecmesa a Lidia, Eurice, Crisemis o Clitemestra por mencionar so algunas. A medida que las generaciones, olvidadas de la revelaci primitiva, se iban hundiendo en los abismos de la depravaci, se caminaba, asimismo, desfigurando la tradici sobre la dignidad de la mujer. No lleghasta ellas sino una vaga noticia de su primera culpa; parece que no vieron en la mujer sino la causa de todo mal que aflige al gero humano. Los pueblos gentiles vinieron a olvidar que la mujer ten una misi en la vida. Grecia y Roma, que entre los pueblos paganos parecen simbolizar lo que hubo de m culto en la antigedad, vienen con su historia a darnos testimonio de la opresi en que cayla mujer a causa del despico poder que sobre ella ejerciel hombre al introducir en el matrimonio el derecho a repudiarla. Se oye en los teatros de la antigedad este lloroso lamento con que en la Medea de Eurides se querella el sexo dil: Entre todos vivientes somos nosotras, las mujeres, la raza m abyecta. Pero con el advenimiento de la ley evangica llegpara la mujer la hora de su rehabilitaci. Porque con el cristianismo y sus ideas sobre igualdad y humanidad de todos ante Dios, ven a enaltecer y mejorar el estado de la mujer. En el Gesis se nos describe la creaci de la mujer y su carter. Ella es la compara, auxiliar del hombre y semejante a . Aunque los antiguos no vieron en la mujer m que la belleza natural, los escultores y artistas la reprodujeron con perfecci y formas delicadas: Fidias, Policletes, Praxeles, Zeuxis, Parrasio, Apeles y Pausanias casi la idealizaron. Socles, desde las letras, nos regala un reflejo de la multiplicidad de mujeres en sus distintos personajes; en este caso Yocasta, la esposa-madre. En las obras medievales la mujer no aparece nunca con superioridad pltica. No obstante los imagineros del gico dieron a sus geles y santos una belleza femenina. En el renacimiento los pintores y escultores se dejaron influir por la belleza de las formas con detrimento del carter mientras que los artistas modernos han encarnado y personificado en la mujer a la ciencia, a las artes, a las virtudes y a los vicios. En retrato apenas hay algn autor que no haya pintado una mujer. Socles ha sabido pintar y esculpir con letras a Yocasta regaldonos a una mujer que destella, en este momento de su vida, afecto, ignorancia, comprensi, apoyo... confrontdolo con la ambici, la desobediencia, la vanidad, el inter del que nace, en suma, la historia misma de Edipo rey. Y es que la leyenda, el conjunto histico que estdetr, es mucho m que la reducci, rica s pero nicamente conclusiva, de la obra de Socles. Segn Decharme, la leyenda tiene un significado mico: Yocasta es la aurora que precede al sol y por eso parece que te nace de ella, y al llegar el sol a su ocaso semeja unirse al crepsculo vespertino o aurora de la tarde. Edipo es el hoe solar y Yocasta la aurora matutina y vespertina. Edipo Rey, y en la obra, Yocasta, es stesis de mito y leyenda, de tragedia y fula, de esencia humano divina, de ensenza y prevenci, de justicia y conciencia: de poes. Y por eso es clica, por eso es pedagica, por eso es griega. El papel que juega Yocasta tiene actualidad. En sentido histico invita a saber considerar el rol de la mujer en la antigedad y a una justa valoraci del estatus contrastante en que la coloca, elevdola, el cristianismo. Los aspectos negativos de la figura de Yocasta conducen a una reflexi: no es posible que el mal no confesado quede oculto; nos lo tendrpresente constantemente la conciencia y tarde o temprano saldra la luz. El aspecto positivo de la figura femenina de Yocasta invita a recordar la vocaci de madre y esposa, a no perder de vista que los muchos dones de una mujer pueden estar al servicio de la concordia, de la ayuda, de la acogida, del apoyo o degenerar. La actualidad de Yocasta se basa en que los hombres y mujeres de todos los tiempos necesitamos intermitentes que nos recuerden que somos capaces del mal si bien siempre tendemos al bien; que nuestro destino lo van haciendo nuestras obras y que no es necesario el extremo (el suicidio en este caso) cuando un Dios como el nuestro, el del catico, estabierto a acogernos, a perdonarnos. Los antiguos, Yocasta, no tuvieron la cercan de los dioses que necesitaba. Nosotros que tenemos a un Dios que por amor, que por hacerse cercano, llega hacerse hombre, no podemos vivir como si no existiera. Si quiere comunicarse con el autor, env un mensaje a: [email protected]