el mundo - Universidad Complutense de Madrid

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MADRID
along’ del Centro Cultural
Conde Duque. Página 46
URBANISMO Comienzan las obras de reforma de la Plaza Mayor con una inversión de más de tres millones de euros. Pág. 42
Cuerpos hacinados, sin identificación y sin las condiciones higiénicas mínimas, en el departamento de Anatomía II de la Complutense en mayo pasado. / HERRAIZ & ALSEDO
Juan era el donante perfecto de Anatomía II
G Tras 17 anginas de pecho y 3 infartos, le dijeron que su cuerpo era ‘ideal’ para estudiar
G La Complutense jamás pidió los informes médicos y ahora no encuentra sus restos
P. HERRAIZ / Q. ALSEDO
Llevaba a cuestas 17 anginas de pecho. Tres infartos de miocardio. Tres
bypasses. Tenía el corazón necrosado al 60%, pero «rebosaba vida».
En uno de sus pasos por boxes,
en 1988, le quitaron el corazón y le
pusieron dentro una máquina mientras, como si de un taller mecánico
se tratara, le arreglaron los ventrículos durante ocho largas horas.
Cuando cerraron y cosieron, sólo consiguieron que el invento funcionara al quinto electroshock. Ya
estaban a punto de desistir y, de
pronto, pum pum pum.
Con la mano en el mentón, encogiendo los hombros, los médicos le
dieron no más de seis años de vida.
Duró casi el cuádruple, hasta 2010.
La operación, en un hospital de
Navarra, fue documentada en vídeo,
como casi todo el calvario de Juan
Juanes. Su familia lo guardaba todo,
convenientemente archivado, porque
el hombre, nacido en 1916 y coronel
del Ejército, tenía un sueño secreto.
Una idea que fue tejiendo durante años y años: hacer «su último servicio a los demás, después
de sacar adelante a ocho hijos».
Donar su cuerpo a la ciencia.
Y justo fue a caer al horror de la
Complutense, que guardaba en un
sótano de Anatomía II, como se ha
sabido ahora tras la publicación de
este diario, una especie de matadero de cadáveres hacinados durante
años. Sin protocolos de conservación. Sin seguridad para los trabajadores. Sin dignidad y sin explicación –aunque, desidia aparte, va
emergiendo un presunto negocio de
cursos ilegales y dinero negro–.
En los 80, ya en la sesentena,
Juan sorprendía a sus ocho hijos
haciéndose donante de ojos, «uno
de los primeros de España, en el
carnet creo que ponía el 200 y algo», cuenta su hijo Carlos.
Poco después, siguió camino por
los riñones. «Un cuñado mío estuvo 18 años con diálisis y mi padre
no hacía más que decir: ‘¿Qué se
puede hacer?’».
A finales de los 90, el propio
Juan fue a la Universidad Complutense, animado por un yerno
profesor de Dermatología, Francisco Sánchez de Paz: «Le dijeron
que era el donante perfecto, que
con lo que llevaba encima iba a
ser una bicoca para los estudiantes. Se entusiasmó».
FAMILIA JUANES
‘HASTA SUS CÓRNEAS VALEN’. Eso le dijeron a Juan Juanes en
Anatomía II, cuando incluso visitó el departamento para asegurarse de
que su cuerpo iba a «ayudar a alguien». Era una enciclopedia médica
viviente, con decenas de intervenciones, alguna también de estómago.
En eso pensaba Carlos Juanes
la última vez que vio a su padre. A
la puerta del Tanatorio de la M-30,
dentro de un féretro, en una ambulancia rumbo al departamento
de Anatomía y Embriología Hu-
mana II. Es fácil pensarlo ahora,
pero mirando retrospectivamente,
algo empezó a torcerse ahí para
Carlos: «Cuando vi el furgón, coño, me extrañó una cosa tan... Como zafia. Aunque tenía que con-
servar el cuerpo en frío, no era isotermo. Además, venía un solo tío,
que lo mismo conducía que cargaba el féretro. Le pregunte si no se
reblandecería allí el cuerpo. ‘No,
hombre, qué va, si son 20 minutos
hasta la Complutense’».
Conteniendo la emoción, Carlos
no quiso olvidar la última voluntad
de su padre: el tesoro en forma de
informes y radiografías de que fue
haciendo acopio única y exclusivamente de cara a ese momento. «Le
dije al tipo que teníamos todo aquello, que cómo se lo hacíamos llegar.
Él contestó que, como era sábado,
que no nos preocupáramos, que el
catedrático nos llamaría el lunes».
Nadie llamó jamás. Ahora, casi
cuatro años después, los Juanes
quieren los restos de su padre, «pero
la Complutense ya nos ha dicho que
nos vayamos olvidando».
Hasta ahora no había trascendido
un solo rostro de los donantes que
terminaron en Anatomía II, en unas
condiciones que investigan un juzgado de Madrid, la Guardia Civil, la
Fiscalía y la propia universidad. El de
Juan, el primer caso que trasciende,
es además el del donante perfecto.
Sigue en página 40
MADRID
i
a Arcas Meca en la mesa de operaciones, y en el mismo momento en
que le metieron dentro, a mi padre le
estaba dando una angina de pecho».
Meses después de devolverle a la
vida a golpe de electroshock, los galenos descubren que la aorta de Juan
ya no funciona: «Le hicieron varios
bypasses mamarios, aprovechando
las venitas que van a los pechos».
A finales de los 90 Juan se convierte en donante –«le dijeron que
hasta las córneas le valdrían a un
ciego»– y al menos una de sus ocho
hijos tiene sus dudas: «Le dijimos
que, joder, por qué no, sólo es un
Compró, en vano,
un columbario para
sus cenizas junto a la
tumba de su mujer
Tuvo uno de los
primeros carnets
de donante de ojos
que hubo en España
Recorte del diario ‘Abc’ que convenció a Juan Juanes para donar su cuerpo a la investigación, con sus propias anotaciones. / FAMILIA JUANES
El artículo que le convenció para donar
>Lo que el lector puede ver sobre estas líneas es un recorte del diario ‘Abc’
de 1996. Se trataba de un reportaje sobre la donación de cuerpos y fue
el propio Juan Juanes quien quiso guardarlo. Arriba, en el margen, el hombre escribe: «Facultad de Medicina. Anatomía y Embriología Humana II».
>Debajo, el propio teléfono del departamento, el mismo que, hasta la
publicación por EL MUNDO del hacinamiento de 250 cadáveres, respondía Crótida, la secretaria del área. Y, junto a ello, el horario de atención al público, también con quien entonces dirigía Anatomía y Embriología Humana II: Juan Jiménez Collado.
Juan Juanes, nacido en Pedrosillo El Ralo (Salamanca) en 1916 .
>Fue tras leer ese artículo de prensa que Juan Juanes, cuyo DNI puede ver el lector a la izquierda de estas líneas, se convenció de que
quería entregar su cuerpo a la ciencia «pese a que era profundamente creyente», explica su hijo Carlos.
Viene de página 39
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Nacido en el pequeño pueblo de
Pedrosillo El Ralo (Salamanca),
Juan Juanes se hizo a sí mismo, como probablemente todas las generaciones que vivieron la Guerra Civil. A él le pilló con 20 años.
«Después construyó su familia, y
sacó adelante a ocho hijos con un
enorme sacrificio», explica Carlos,
que narra el peregrinar familiar por
los cuarteles de media España: Ceuta, Salamanca, Sevilla, Lérida... «Era
el servicio vocacional. Cuando yo era
pequeño, como comandante, se metía en el comedor todos los días a comer el rancho con los demás, sabía
que cualquiera de aquellos jóvenes
podían ser sus propios hijos», dice
con orgullo.
«Incluso yo escuchaba los comentarios de los soldados rasos,
que no sabían que era su hijo, y me
enorgullecían», explica.
La muerte de la madre pone un
punto de inflexión en la vida de
Carlos Juanes, y a partir de ahí la
donación va tomando un papel cada vez más importante.
«Nos dejó de piedra cuando, a
principios de los 80, le dio por ser donante de ojos. ‘¿Y esto?’, nos decíamos. Pero es que piensa en la época
que era, entonces se moría la gente
porque no había donaciones, y ahí
estaba él con aquello...».
Todavía rueda por el domicilio familiar un carné azul «con un ojo en
el centro» que Juanes se sacó antes
de hacerse también donante de riñón: el hombre ya tenía entre manos
otro servicio que hacer. «Lo tenía clarísimo: después de sacar adelante a
su familia, donar su cuerpo y que pudieran investigar con él le parecía
que era irse por la puerta grande».
Como si la naturaleza se hubiera
dado por aludida, en 1988 comienza
el verdadero via crucis de Juanes
con su primer infarto: «Le operó un
doctor que era una eminencia, Arcas
Meca, pero que era como muy
malhablado», cuenta su hijo. «Decía:
‘Vuestro padre está jodido pero lo
voy a sacar adelante por mis cojones,
tengo una mortalidad del 1% y a mí
éste no se me muere en la mesa de
operaciones por mis huevos’». La situación era a vida o muerte. «De hecho, el anterior paciente se le murió
«El director de
departamento nos
dijo no será posible
encontrarle»
cuerpo, no es papá... Y fíjate ahora», dice Carlos. «Si papá llega a saber que la Complutense iba a financiarse con su cuerpo, estoy seguro
de que no lo hubiera donado».
En Anatomía II, a principios de los
2000, «se convenció. Le dijeron incluso que las cenizas y los restos que
sobraban nos los devolverían, y eso
a él también le parecía bien: quería
que lo incineráramos y le enterráramos junto a mamá, en el cementerio
de Fuencarral». Juan compró incluso un columbario para descansar
junto a su mujer, pero ahora será
imposible. La familia Juanes se ha
reunido con el rector, José Carrillo,
hijo del político comunista Santiago
Carrillo, para exigirle los restos. La
Complutense sostiene que, le dijeran lo que le dijeran al hombre,
nunca se firmó que les fueran a devolver nada, aunque admite el descontrol en Anatomía II.
El Juzgado de Instrucción 37 de
Madrid investiga los hechos, y los
Juanes sopesan unirse a la querella
que ha interpuesto contra el rector
Manos Limpias. La Guardia Civil
mantiene 26 cajas con restos en una
nave de Arganda, y la Fiscalía también investiga los hechos.
Los Juanes, en cualquier caso,
tampoco tenían muchas posibilidades de recibir las verdaderas cenizas de su padre. Como explican
varios trabajadores, todas las cenizas de Anatomía II iban a un mismo recipiente. Cuando algún familiar iba a buscar las de su ser querido,
se
sacaban
unas
cucharadas... Y listo.
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