CONCEPTUALIZACIÓN DEL TURISMO RURAL.

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Análisis y planificación del turismo rural en la provincia de Cáceres. PRI IB-10092
CONCEPTUALIZACIÓN DEL TURISMO RURAL.El turismo rural posee múltiples acepciones, a veces ambiguas y mal acotadas, como
puede observarse en la abundante literatura específica que ha generado el fenómeno en
España, principalmente, durante las dos últimas décadas.
Ello está motivado por la propia indefinición del significado “rural”, muy diferente en
países distintos, lo que a su vez conlleva una falta de rigor a la hora de hablar del
mismo, problemática ya puesta de relieve por la propia Comisión Europea en 1990.
Las diversas definiciones que se han dado, sobre todo, a partir de los años noventa nos
hacen reflexionar sobre esta cuestión epistemológica, pues dependiendo de la acepción
que nosotros adoptemos, los resultados pueden ser bien diferentes.
Precisando un poco más, en nuestro caso concreto, el de Extremadura y, por extensión
de España, podemos entender el turismo rural como un sistema específico de turismo,
que se da en áreas rurales, entendiendo éstas como las zonas que cuentan con escasa
población, y que contribuye con su oferta básicamente rural (hoteles rurales,
apartamentos rurales y casas rurales) a que la demanda tenga un contacto directo con el
medio natural, las tradiciones, etc. De esta definición deducimos que la naturaleza, y el
paisaje en su más amplio sentido, se erigen en los principales recursos para captar a la
demanda, si bien, no podemos dejar de lado que en los espacios rurales, además existe
un importante patrimonio cultural que contribuye a elevar de forma considerable el
potencial turístico de estos territorios.
Precisamente, son los entornos rurales los que poseen un menor nivel de desarrollo
socioeconómico, pese a los indudables beneficios que han reportado los distintos
programas de ayuda, como los LEADER y PRODER desde el año 1991, que han
supuesto la inversión de más de 60 millones de euros canalizados a través de los
diferentes Grupos de Acción Local de la Comunidad Autónoma de Extremadura.
El resultado de estos programas se ha hecho patente en el desarrollo de la infraestructura
turística y en la mejora y mantenimiento de los atractivos, tanto naturales como
culturales. Este hecho se ha traducido en un incremento incesante en el número de
alojamientos rurales, distribuidos por los espacios naturales más emblemáticos y mejor
conservados de la Comunidad Autónoma, pero también por muchos otros núcleos,
coincidentes en buena parte de los casos con los espacios de mayor riqueza paisajística
y natural. Todo ello se ha puesto de manifiesto en algunas investigaciones donde se
obtenían correlaciones muy interesantes entre la presencia de alojamientos rurales y las
zonas montañosas, independientemente de la existencia de espacios protegidos
(Sánchez, 2010).
De hecho, basta señalar que a principios de los años 90 los alojamientos rurales eran
meramente anecdóticos, como lo muestra el hecho de que había menos de 10 casas
rurales, mientras que en la actualidad se aproximan a las 400, sucediendo algo muy
similar en el resto de tipologías de alojamiento rural.
Todo ello redunda en beneficio de la actividad turística, ya que si no disponemos de una
oferta de alojamientos adecuada, de nada o casi nada sirve disponer de espacios idóneos
para la práctica de esta modalidad turística, algo que se pone de manifiesto si
observamos que unos porcentajes importantes de todas las ayudas recibidas mediante
este tipo de iniciativas estaban encaminados a la creación de infraestructuras turísticas,
mejora y puesta en valor de atractivos, etc.
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Asimismo, el papel que puede desempeñar el turismo rural en el incremento de rentas
de los espacios rurales es clave, máxime cuando la rentabilidad de las explotaciones
agrarias y ganaderas ha descendido de forma notable, algo que puede verse
incrementado en un futuro próximo cuando desaparezcan las subvenciones agrícolas de
la Unión Europea.
Resulta por tanto adecuado pensar que para asegurar el futuro de estos espacios resulta
necesario un nuevo planteamiento de la base económica que sustenta al mundo rural,
siendo el turismo un pilar que puede erigirse en fundamental. Para ello, debemos
plantearnos la necesidad de impulsar aún más el crecimiento de este eje de desarrollo,
pues a lo largo de los últimos 15 años se han ido generando numerosas infraestructuras
turísticas, sobre todo oferta de alojamientos, y se ha mejorado enormemente la
capacidad de atracción de nuestra principal riqueza turística, el patrimonio cultural y
natural.
Pese a todo ello, debemos hacernos un replanteamiento general sobre el turismo rural o
más propiamente, sobre el turismo en espacios rurales, pues en estos espacios pueden
coexistir diferentes tipologías de turismo, desde el cultural, puesto de manifiesto a
través de importante patrimonio cultural y folclórico, hasta el turismo deportivo, el
agroturismo e incluso el ecoturismo, tal como se ha puesto de manifiesto de forma
profusa en la literatura específica sobre el tema.
Este nuevo planteamiento pasa por la necesidad de realizar una planificación turística
específica para estos espacios, partiendo siempre de la base de que es preciso conocer el
auténtico potencial turístico disponible en el mundo rural, en cada uno de nuestros
pueblos, para determinar las auténticas fortalezas del territorio, para potencial las
oportunidades de desarrollo turístico, todo ello sin desdeñar la eliminación de las
diferentes debilidades que posee el territorio.
Esta circunstancia, a la que contribuye la existencia de un complejo y variado conjunto
de normas a nivel estatal, es fácilmente verificable con el único esfuerzo de consultar la
diversidad de artículos que aparecen en alguna de las bases de datos bibliográficas
nacionales. En Dialnet, la búsqueda de títulos de artículos publicados en las revistas que
forman parte del catálogo de Latindex, que incluyan la expresión turismo rural,
devuelve más de 120 referencias (consulta realizada en diciembre de 2012). Este
número se vería sobrepasado notablemente si se consideraran los artículos que abordan
la materia de forma tangencial, las ponencias y comunicaciones presentadas a
congresos, libros, capítulos de libros o tesis, por poner algunos ejemplos. Asimismo, si
lleváramos a cabo idéntica consulta en otras bases de datos, nos encontraríamos con
resultados semejantes en lo que a abundancia se refiere. Por el contrario, si nos
centráramos en el caso concreto de la provincia de Cáceres, el fenómeno del turismo
rural ha sido escasamente estudiado con carácter monográfico (Sánchez, 2009, Campón,
2007), si bien no faltan obras, a escala de Extremadura, en las que ha sido tratado de
forma incisiva (Sánchez y Rengifo, Alvarado, 2006, Pérez y García, 2005; Sánchez,
1999, Sánchez et al., 1999a, 1999b; Sánchez et al., 2000; Sánchez et al., 2001, Clemente
et al., 2012a, 2012b) por tener un mayor peso que en la provincia de Badajoz. Esta
particularidad contrasta con el extenso recorrido que va adquiriendo el estudio del
turismo en la comunidad autónoma de Extremadura, tal y como se aprecia en la obra de
Campesino et al. (2010), donde se recogen las contribuciones que la comunidad
científica ha aportado a este sector, principalmente geógrafos y economistas.
En este contexto, en el que se ha generado un gran corpus bibliográfico general, las
causas que pueden explicar esta falta de claridad conceptual se deben a que se utilizan y
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asimilan indistintamente expresiones como turismo rural, turismo en espacios rurales e
incluso turismo de naturaleza o turismo activo, bajo enfoques diferentes. De hecho, la
variedad de perspectivas que subyacen en las diferentes aportaciones científicas al
fenómeno del turismo rural fue puesta de manifiesto por Calderón Vázquez (2007), al
establecer cuatro grandes bloques que reflejan el estado de la cuestión: en función de la
contraposición (Crosby et al., 1996), de la oferta (Galiano, 1991; Blanco y Benayas,
1996…), del elemento espacial (Bardón, 1990) y desde la integración de todos los
elementos presentes en el sistema turístico rural (Fuentes, 1995).
No obstante, y pese a esta diversidad de perspectivas cabe remarcar que, aparentemente,
existe un amplio consenso a la hora de definir el turismo rural como la actividad
turística realizada en el medio rural, compuesta por una oferta integrada de ocio,
dirigida a una demanda cuya motivación es el contacto con el entorno autóctono y que
tenga una interrelación social, circunstancias reflejadas hace años en el Congreso de
Turismo Rural y Activo (VVAA, 1995).
En consonancia con lo expresado anteriormente, cuando hablamos de turismo rural en la
provincia de Cáceres, nos estamos refiriendo a una modalidad específica de turismo que
se desarrolla en las áreas rurales que, con su oferta de equipamientos básicamente rural
(hoteles rurales, apartamentos rurales y casas rurales, de acuerdo con la legislación
autonómica)1, contribuye a que la demanda tenga un contacto directo con el medio
natural, las tradiciones, etc. Con este marco definitorio entendemos que la naturaleza y
el paisaje, en su más amplio sentido, se erigen en los principales recursos para captar a
la demanda, si bien, no podemos omitir que en los espacios rurales existe, además, un
importante patrimonio histórico-cultural que ayuda a elevar el potencial turístico, así
como otros recursos que pueden aumentar de forma variable el atractivo turístico, como
de hecho ocurre en la provincia de Cáceres.
Tabla: Conceptos de turismo rural
Gilbert (1989)
Considera el turismo rural como un producto y distingue tres
componentes: el beneficio básico buscado por el cliente; los
elementos tangibles que permiten ofrecer el beneficio básico; y el
producto aumentado que se refiere a la oferta completa.
Comisión de las
Sin dar una definición concreta, propone el desarrollo de una
definición teniendo en cuenta tres puntos:
Comunidades
Europeas (1990)
• El turismo rural es un amplio concepto que comprende no sólo las
vacaciones en granjas, sino cualquier otra actividad turística en el
campo.
• Turismo rural como concepto que recoge toda actividad turística
en el interior.
• Abarca toda actividad turística endógena soportada por el medio
ambiente humano y natural.
Bardón (1990)
1
«El turismo rural es una noción muy amplia que abarca tanto el
El Decreto 204/2012, de 15 de octubre (DOE Nº 202 de 18 de octubre de 2012), por el que se establece la
ordenación y clasificación de los alojamientos de turismo rural clasifica los establecimientos rurales en Hoteles
Rurales, Apartamentos Rurales, Casas Rurales y Chozos Turísticos. No obstante, hay que advertir que la tipología de
Chozo Turístico es nueva en relación con los anteriores decretos (1992,1998 y 2007) por lo que, dada su reciente
creación, no aparece reflejada en los datos de partida.
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agroturismo o turismo en casa del agricultor, como cualquier otra
actividad turística que se desarrolle en el medio rural».
Secretaría General «...todo tipo de aprovechamiento turístico en el espacio rural,
de Turismo, según siempre que cumpla con una serie de limitaciones:
Gascón
p.14)
(1993, • que se trate de un turismo difuso, por oposición al turismo
intensivo de sol y playa o urbano
• que sea respetuoso con el patrimonio natural y cultural
• que implique la participación activa de la población local
• que mantenga las actividades tradicionales del medio, huyendo
del gigantismo y del monocultivo turístico».
Crosby (1993, p. «El turismo rural es cualquier actividad turística en el medio rural
37)
(incluyendo litoral)».
Frederick (1993)
Resalta la necesidad de que el turismo rural incluya puntos de vista
distintos: económico, social,
antropológico y psicológico.
Fuentes (1995, p. «Aquella actividad turística realizada en el espacio rural,
76)
compuesta por una oferta integrada de ocio, dirigida a una
demanda cuya motivación es el contacto con el entorno autóctono
y que tenga una interrelación con la sociedad local».
Valdés (1996)
«La actividad turística que se desarrolla en el medio rural y cuya
motivación principal es la búsqueda de atractivos turísticos
asociados al descanso, paisaje, cultura tradicional y huida de la
masificación».
Blanco (1996)
«Expresión singular de las nuevas formas de turismo, caracterizada
por: desarrollarse fuera de los
núcleos urbanos; producirse de forma reducida; utilizar de manera
diversa recursos naturales, culturales, patrimoniales, de alojamiento
y servicios, propios del medio rural; y, contribuir al desarrollo
local y a la diversificación y competitividad turística».
Traverso (1996)
«La actividad turística de implantación sostenible en el medio
rural».
García (1996)
«...el turismo rural, que nosotros entendemos como aquella
actividad que se basa en el desarrollo,
aprovechamiento y disfrute de nuevos productos presentes en el
mercado, e íntimamente relacionados con el medio rural, presenta
múltiples manifestaciones, lo que ha llevado a algunos a proponer
distintos tipos o formas de turismo que se desarrollan en dicho
espacio, y que no son, más que distintas manifestaciones de un
mismo hecho».
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Björk (2000)
«Una actividad donde las autoridades, la industria del turismo, los
turistas y las personas locales
cooperan para hacer posible que los turistas viajen a áreas genuinas
para admirar, estudiar y disfrutar la naturaleza y la cultura en una
forma que no dañe los recursos, sino que contribuye a un desarrollo
sostenible».
García (2003, p. «Existen diversos conceptos que podrían resumir la idea de turismo
64)
rural. Además de alojamiento, unas actividades y servicios
complementarios, ha de existir una relación sostenible entre
naturaleza, comunidad local y turistas y, para llegar a ello, el
desarrollo del turismo rural se ha de realizar
de forma gradual».
Fuente: Hernández-Maestro, R. M. (2010)
Si analizamos un poco la evolución de esta tipología de turismo, en nuestro país se
puede consideran como un fenómeno relativamente reciente que tiene una casuística
muy bien definida, pues obedece a la conjunción de unos factores clave y genéricos al
resto de tipologías, el aumento de la renta disponible y su orientación hacia el consumo
hedonista y placentero. A la vez, inciden otros aspectos como la búsqueda de las raíces
rurales, de una imagen en positivo del medio rural, de la moda de la naturofilia y de
dotar de contenido a la experiencia turística (Cánoves y Villarino, 2000).
Se trata, por tanto, de una modalidad turística que se desarrolla, en parte, por la
importante emigración sucedida a mediados de los años 60 de las áreas rurales a las
urbanas, el conocido éxodo rural y que tuvo una incidencia desigual y dicotómica en
nuestro país, pues se puede hablar de unas zonas típicamente emisoras de emigrantes
frente a las de recepción, centradas en las áreas más desarrolladas y que precisaban en
aquel momento un gran volumen de mano de obra procedente de los excedentes que
había en la agricultura.
Es posible argumentar que a lo largo de los últimos años, el turismo rural se ha puesto
de moda, no solo en el conjunto nacional, sino también en nuestra área de estudio. Esto
se debe al creciente interés por el medio, cada vez más deteriorado en las zonas
emisoras fruto de un proceso de urbanización desmedida que ha originado grandes
núcleos urbanos. Al mismo tiempo, también se deben considerar algunos aspectos
reseñables como son el destino preferido, por su cercanía, durante los fines de semana y
puentes, el periodo de bonanza económica que provoca la existencia de renta suficiente
para practicar turismo en épocas distintas a las estivales y la saturación de los destinos
típicos de sol y playa, entre otros.
A todo ello contribuye el hecho de que el mundo rural se ha puesto en valor de forma
considerable, no solo por la calidad de sus atractivos naturales y culturales, sino también
por la calidad de vida que ofrece este mundo rural, donde la tranquilidad se ha
convertido en atractivo más de la oferta, algo muy apreciado cuando se quiere huir de la
rutina cargada estrés que nos invade en las grandes ciudades. Este proceso está
vinculado claramente al despertar, aunque tardío, del interés por el medioambiente.
En el caso español podemos identificar diferentes etapas vinculadas al desarrollo del
turismo rural. Una etapa inicial, que se sitúa entre 1970-1980; una segunda etapa, de
1980 a 1995; y la etapa actual, a partir de 1996. (Cánoves et al. 2005). Debido a que no
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creemos que nuestro estudio deba referirse a una evolución desde sus inicios, nos
centramos en la etapa actual, que es la que ha supuesto el auténtico desarrollo de la
actividad, sobre todo a partir del año 2002.
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