UNA RESISTENCIA FEMINISTA ANTIMILITARISTA EN RED DE ALTERNATIVAS MULTILUGARES: 20 AÑOS DE MUJERES DE NEGRO EN ANDALUCÍA Mujeres de Negro, Sevilla [email protected] Recibido: septiembre de 2013 Aceptado: noviembre de 2013 Preámbulo de una Resistencia: el feminismo antimilitarista como contrapropuesta cotidiana a la violencia. “normalización” de las violencias, la capacidad de resistencia se gesta y crece. Nutrida de testimonios y vivencias, la resistencia se llena de contenido y se vivifica con la búsqueda de respuestas al cómo y por qué de las violencias. Hacemos historia con nuestro deseo al hacerlo correr como fuente de vida, fuente de resistencia desde el aprendizaje del saber escuchar y compartir. Nuestra historia es un camino que se abrió con una intensa pluralidad de vivencias. Se ha nutrido de encuentros de barrio en barrio, de idas y venidas a pueblos de otras regiones y otros continentes y se ha fortalecido con la confluencia de ideas e iniciativas. Es un camino de incidencias en la realidad para transformarla desde mujeres con un deseo omnipresente: Expulsar la guerra de nuestra vida, de la Historia, desde la resistencia activa no violenta. En nuestros andares en la pluralidad de vivencias, excavando en los campos de violencia tropezamos con rocas, piedras… conceptos y retóricas justificativas, razones dadas de los “hechos de guerra”. Y, al sopesar sus intenciones de ser, nos llegan los rancios y perpetuos olores de las raíces de aquellos papeles asignados a las mujeres y a los hombres. Papeles basados en relaciones patriarcales determinantes para la aplicación de las estrategias y los objetivos de guerra. ¿Algo sible? ¿Una utopía? Decimos: ¡No! No, porque nuestro anhelo nos guía a excavar los campos de violencias, a descubrir y señalar sus raíces, sus fuerzas, sus tramas y sus recursos. Campos de violencias de múltiples guerras homicidas, climáticas, económicas... Campos de violencias que se irrigan en todas las arterias de nuestras vidas y que se construyen de manera específica hacia nosotras las mujeres. Con nuestros andares abrimos caminos donde se entrelacen lo personal y lo colectivo en espacios invadidos por la guerra homicida, por todo tipo de guerras, caminos donde aprendemos que las violencias vividas no son naturales, no son inevitables. Con el desvanecimiento de la fatalidad de la Mujeres de Negro, Sevilla, 2013 1. Guerra y Patriarcado: las dos caras de la misma moneda. El punto de partida Toda guerra encubre de manera cruel y viva una realidad: la necesidad de unas relaciones patriarcales para su existencia. Ninguna guerra es un simple hecho de Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 369 agresión de corta o larga duración, ya que todas implican la imbricación de estructuras sociales, económicas e institucionales y una transmisión de valores que permiten el desarrollo de la voluntad de guerra. Todo un proceso de toma de poder patriarcal. El hecho de guerra coincide y se articula con esta toma de poder. Existieron muchas guerras y conflictos armados como enfrentamientos directos sólo entre combatientes que finalizaban con la victoria de una parte sobre otra y también conflictos generados por razias vengativas o como medios para responder a escasez de bienes y/o a cuestiones relativas a la endogamia en las que se raptaban a mujeres. Estas guerras eran de sociedades percibidas por sus características como “semi-patriarcales”. Estaban basadas en una división del trabajo y un control sobre la reproducción sin que esto implicase necesariamente una inferiorización de las mujeres como lo entendemos hoy día. En todo caso, parte de la sociedad dependía de algún poder patriarcal ligado a una voluntad de guerra como solución a un conflicto. En este sentido no podemos eludir que toda guerra supone para las mujeres la pérdida de seres queridos. Además, el peso provocado por el desequilibrio social de la muerte y la invalidez causada por heridas y lesiones de guerra recae sobre ellas. El control sobre la reproducción de la especie a través de la apropiación de la Mujer y la determinación de sus papeles en base a una división del trabajo que acaba por ser discriminatoria. Se trata del poder sobre los recursos, el espacio y el tiempo de la sociedad para hechos de guerra, el reconocimiento de la violencia para resolver un conflicto, la incautación de este poder de violencia por el hombre y la creación de arquetipos socio-políticos tan extendidos como el guerrero o el combatiente (Moreno: 1988). No podemos negar la intrínseca relación del poder patriarcal con la voluntad de guerra y particularmente con las guerras de expansión y de ocupación territorial. En estos casos la toma de poder resulta ser mucho más compleja y va mucho más allá del establecimiento de relaciones discriminatorias hacia las mujeres, del control de su capacidad reproductiva y de unos papeles de guerreros y de héroes asignados a los hombres. Concretamente, el poder patriarcal que ataña nuestros presentes es aquel que va a desarrollarse con unas características y necesidades a través de un proceso de hechos que lo ubican como poder patriarca l predominante en el curso de más de 500 años de historia y de múltiples guerras, de múltiples agresiones y genocidios hacia diversas sociedades y comunidades con diversas relaciones patriarcales. De múltiples violencias que, de manera sistemática, silencian las historias de las mujeres (Chomsky: 1992, Said: 1996 y Federici: 2011). En nuestros andares descubrimos, a la vez que creamos, lazos interactivos entre el presente, donde nos sabemos bajo el intento de ser invisibilizadas o instrumentalizadas, y el pasado, donde a merced de múltiples violencias hemos sido las grandes olvidadas. Rehacemos la historia haciendo historia y cargamos nuestra resistencia de cultivos transformadores. Una resistencia entre realidades de un presente que descubrimos, al igual que la historia, repleto de discontinuidades, de conflictos, de mutaciones, de procesos y de retrocesos, así como de cambios estimulados por resistencias y luchas dentro de una pluralidad de intereses que convergen, se distancian y/o se confrontan. Una historia y unas situaciones actuales, Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 370 donde tenemos que ir buscando y tirar de los hilos de nuestra participación y de nuestras condiciones en ellas como mujeres. Hilos perdidos y apartados con los que tejer una historia plural, una historia viva de las/os olvidadas/os por las violencias. Una historia de resistencias. Una historia plural que nos devuelva la realidad como un espejo donde ninguna sombra oscurece el hecho de que, hasta hoy día, han vencido fundamentalmente los poderes dependientes de violencias. Una historia, entonces, que nutre nuestra conciencia, donde las tramas de la política, de lo económico y lo socio-cultural son una continuidad de la guerra y no al revés (Aguirre et alt.: 1992 y Abello: 2003). Hacemos historia inducidas y alentadas por esta conciencia en perpetuo despertar, desde una resistencia que, entonces, perfila y desarrolla lo que vendrá a incidir en los feminismos, el Feminismo Antimilitarista: todo un movimiento de resistencia y alternativas articulado esencialmente por la red de Mujeres de Negro. Una red que se enriquece en el tejido de otras desde la confianza y la ternura en el apoyo mutuo entre mujeres. 2. Huellas en el camino de la transformación o Cómo sembrar Resistencia Estado de Israel en enero de 1988. Nace el primer colectivo de Mujeres de Negro. Llevando el tono del duelo para “las otras y los otros”, se afirma que no hay poblaciones enemigas. Sólo las armas y las violencias lo son. De esta manera, se rompía el aislamiento individual ante el dolor y la rabia por los seres perdidos a la vez que se continuaba pensando en las poblaciones agredidas. Se cuestionaba la lógica de guerra a favor de una política cotidiana donde la realidad diaria, los sentimientos y lo vivido se haces visibles, presentes. Con nosotras lo personal/lo privado se hace político. La política toma otras dimensiones, otras identidades, las nuestras, las de mujeres resistentes insumisas a las guerras. Las Mujeres activistas de Italia, al descubrir estos primeros tejidos de negro de la tierra violada, Palestina, tiraron de hilos solidarios y se constituyeron también como Colectivos de Mujeres de Negro. Serán ellas quienes, cuando estalla el conflicto de los Balcanes, en el año 1991, brindaron los primeros espacios para encuentros de mujeres feministas de la zona. Los primeros pasos de nuestra resistencia se construyeron aprendiendo a desprendernos de las fronteras, del odio inculcado hacia las “otras”, de los valores patriarcales que dan pie a que “las otras” estén reducidas como meras pertenencias al campo agresor. Aprendiendo tam- 2.1. Vestirse de Negro: Símbolo e Historia de una Resistencia Expandida Nuestro movimiento comenzó con una iniciativa de feministas que salen vestidas de negro para significar su duelo ante una realidad: su gobierno ocupa la tierra de otro pueblo, el palestino. Estamos en el Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 371 bién a no generar sentimientos de traición a su/nuestra identidad por estar “con las mujeres del enemigo”. Pasos de una resistencia que invita a desnudarse de las violencias que generan violencias para encontrarse como mujeres protagonistas de sus vidas y con deseo de expulsar las guerras. Un deseo que guía nuestras miradas con la intención de tejer redes. En Belgrado, tras las protestas contra la guerra, algunas mujeres se unen como Colectivo de Mujeres de Negro. Todo un telar de referencias, de motivaciones, de implicaciones de donde surgirá una Red de mujeres de múltiples lugares, de diferentes continentes…del Machrek a la Europa mediterránea, hacia el oeste en Estados Unidos y Gran Bretaña, al Norte pasando por Francia, Bélgica, Holanda, y llegando a Rusia, Chechenia, y más recientemente Armenia; de India pasando por Japón hacia la Pachamama y las tierras de África por el Congo. El Primer Encuentro Internacional de Mujeres de Negro acogió a mujeres por la Paz. Estamos en 1992. Poco después, Mujeres de Negro de Belgrado, serán invitadas por el Movimiento de Insumisión del Estado español (MOC) a una gira de charlas por nuestras comunidades, lo que nos brinda la oportunidad de un intercambio directo a las mujeres de Sevilla con un sentir antimilitarista de otras experiencias y mujeres de diversas asociaciones, sensibilizadas por las noticias de una guerra cercana. De todas las participantes allí presentes, diez acudimos al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres de Negro, organizado en Vojvodina-Serbia, en 1993. A nuestro regreso, tras varias asambleas de más de un centenar de mujeres, nos animamos por el proyecto de constituirnos como “Red de Mujeres contra las Agresiones: Mujeres de Negro”. Desde entonces, cada miércoles, nuestras plazas públicas se llenaron del repudio a las guerras. En esos precisos momentos había una gran sensibilización por la situación en la ex-Yugoslavia con las violaciones colectivas contra las mujeres, doble crimen de guerra muy mediatizado entonces, y a nuestros actos se fueron uniendo más mujeres, de manera individual, o pertenecientes a los diferentes colectivos de Sevilla y de otros lugares de nuestra tierra. 2.2. Ser Mensajeras en Silencio: desobedeciendo discursos de guerra Una de las características de Mujeres de Negro desde su inicio es mantener el silencio en su manifestación pública como modo de protesta ante la justificación de las guerras. Este silencio es una forma de desobediencia ante las palabras superfluas y manipuladoras de los actores de los conflictos armados. Así, nuestro silencio se convierte en un espacio para el reparto de los mensajes de las Mujeres en tiempos de guerra, de las Mujeres sin voz, de las Mujeres que resisten y denuncian bajo el terror de las violencias, de las Mujeres ubicadas en el lado agresor que dicen “¡no! en nuestro nombre” y que desarticulan todas las razones de la guerra que divulgan sus gobiernos con la intención de captar a sus poblaciones bajo el miedo y las amenazas, de las Mujeres que se solidarizan desde zonas sin guerra y que llaman a la responsabilidad porque la realidad de nuestro mundo nos hace saber que no somos ajenas a ningún conflicto, sea donde sea el lugar en el que ocurra. Mensajes de mujeres y sus vivencias que Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 372 son fuentes de información que se convierten en contra información porque los medios de comunicación y las declaraciones oficiales suelen acallarlas o marginalizar sus actos y sus iniciativas (Magallón, 2006; Elster, 2010 y Cockburn, 2012). 2.3. Marcar pasos en múltiples conflictos 2.3.a) La descontaminación mediática Toda historia tiene un inicio y todo inicio tiene historia. La historia de nuestro inicio y crecimiento en Andalucía se perfiló en un periodo turbulento. El muro de acero entre el Oeste y el Este de Europa acababa de derrumbarse con todo su peso dejando paso a una guerra económica semejante a una riada devastadora y desestructuradora de sociedades, de la que, tras una larga guerra llamada fría, salió vencedor el mundo occidental capitalista. ¡El mundo estaba revuelto! Muchas alianzas se desgarran, se mutan, se despedazan convivencias, se auto-defienden en soberanías, algunos poderes nacionalistas buscan expansiones territoriales, crisis de identidades se revelan, el odio y la fascinación hacia occidente se exteriorizan… Y todo ello cruzado con tramas de intereses y de intervenciones, secretas o abiertas, de las distintas potencias del poder hegemónico. Las amenazas del totalitarismo, del igualitarismo, del comunismo, de la guerra nuclear, etc. conocieron una profunda metamorfosis. Nos encontrábamos inmersas en noticias de conflictos belicistas armados: Irak, Palestina, Sáhara Occidental, ex-Yugoslavia, Liberia, Ruanda, Somalia, Afganistán, Chechenia, Liberia, Zaire, Congo, Co- lombia, Guatemala, México, Perú... Y la OTAN, una “satánica” OTAN que se impone como si los ejércitos pudieran llevar la Paz, lo que el movimiento de insumisos, en pleno auge, desmentía a viva voz con sus acciones. Noticias que se afinan como armas de guerra. Aprendemos en nuestros andares a defendernos de ellas y a saber de los diferentes lobbys que están detrás de los medios de comunicación, haciendo de estos, a menudo, una caja fuerte de propaganda de guerra o simplemente reproductora de una visión militarista de los eventos belicistas. En este proceso de aprendizaje a defendernos de las noticias y a descodificarlas, con el apoyo también de la contra-información, profundizamos sobre los orígenes y el desenlace de las violencias. Nuestra resistencia también se asienta como resistencia desde la descontaminación informativa (Perceval, 1995). Dinamizar charlas, talleres en barrios y facultades sobre ello, al igual que sobre la Educación por la Paz en escuelas, será una actividad privilegiada de nuestros andares. Igualmente lo serán también las invitaciones de mujeres de zonas de conflictos, a giras de charlas, encuentros, talleres con sus testimonios y sus análisis sobre lo vivido. En nuestros andares encontramos nuevas piedras, rocas… nuevos conceptos que invaden de miedos y de sentimientos de “pertenencia identitaria” los campos de visión de lo que ocurre, a la vez que se fabricaban nuevos peligros en el imaginario internacional. Miedos a la inestabilidad, a la inseguridad con las nuevas amenazas basadas en las dictaduras sanguinarias, a las armas de destrucción masiva, a los musulmanes, a los árabes, al terrorismo islamista e incluso al “nacionalismo” sin diferenciación de unos y otros. Sentimien- Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 373 tos de pertenencia identitaria construidos en base a una oposición binaria entre los/ as civilizados/as y los/as Otros/as. 2.3.b) El poder patriarcado predominante y los/as Otros/as como nuevos enemigos/as A través de las manifestaciones de posturas políticas mediatizadas a gran escala, el mundo, dividido entre capitalismo y comunismo, pasa a ser un mundo de una división jerárquica binaria distinta que reaviva sentimientos de pertenencia a una supremacía a través de nuevas amenazas. Un mundo claramente dividido en activo y pasivo: progreso/atraso, civilización /caos. Un mundo de mundos confrontados, un mundo dominado por otro que se dice amenazado por otros mundos (Bessis, 2002, Martín Muñoz, 1998 y Ziegler, 2010). Todo esto a merced de la inagotable repetición de conceptos opuestos con intención de justificar las acciones e iniciativas correspondientes a la parte “activa” del mundo: Guerra por la paz/Guerras tribales, étnicas, religiosas; Intervención por los Derechos Humanos/ Régimen dictatorial; Globalización, Progreso/Soberanía, Localismo; Bienestar, Libertad, Oportunidad/ Comunitarismo, Patriarcado, Inmovilismo, etc. No falta un cierto sabor a principios judeocristianos sobre el bien, el mal y la culpabilidad. De hecho, todo este discurso dicotómico culminará unos años más tarde en la formulación del “Eje del mal” y los ataques preventivos contra los culpables de ¡no ser aliados del bien! Tampoco escasean los tintes coloniales. Es la época del crecimiento de nuestro poder patriarcal. A nosotras, feministas, el método de esta retórica no debería resultarnos extraño. Recuerda a aquella basada en los binarismos hombre-razón/ mujer–naturaleza que nos remite de manera directa al pensamiento binarista patriarcal que justifica el androcentrismo (Forel, 2007, 2013 y Traoré, 2004). Sin embargo, no podemos obviar que entre los diversos feminismos, no existe una confluencia sobre la conciencia de la articulación de este mundo de política de guerra con las tramas de las relaciones patriarcales. Aunque, por una parte, no se elude que el militarismo, de modo general, fomenta valores propios de lo que se atribuye a la virilidad y, por otra, que haya un evidente rechazo contra los crímenes de guerras hacia las mujeres; se suele ceñir la noción de Poder Patriarcal como poder androcéntrico ubicuo y transversal a todas las relaciones de la sociedad en torno a las discriminaciones sexistas generadas por una voluntad de control sobre la reproducción de la especie. Un androcentrismo entendido como el poder más ancestral y universal. Un poder cuya potencia varía según las leyes, las costumbres, las normas y las mentalidades de los diferentes espacios y tiempos. Ante este entendimiento general del androcentrismo, la política aparece como el poder de ejecutar (y repartir) proyectos de gestión de bienes y de servicios para defender los intereses de la sociedad y la ciudadanía. Poder que el feminismo pretende vaciar del androcentrismo por el cual está atravesado y articulado. La política implica entonces un empoderamiento a través de las luchas por nuevos derechos y leyes favorables a un cambio de mentalidad en relación con una cuestión que se impondrá poco a poco, la cuestión de género, desplazando la noción de poder patriarcal. De este modo, para el empoderamiento de las mujeres, acaba siendo más importante la integración de Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 374 las mujeres en las Fuerzas Armadas que la puesta en cuestión de las necesidades de éstas. Así varias corrientes feministas no ponen luz sobre la relación del poder patriarcal y la voluntad de guerra. Ésta voluntad es percibida como una meré cuestión de circunstancia de luchas por intereses económicos que algunas fuerzas políticas apoyan o no. Escuetamente, para estas corrientes es cuestión de ser o no ser anti-imperialista, o por ejemplo, estar o no estar a favor de una intervención que pretende evitar el caos donde las mujeres son el blanco de agresiones patriarcales, cuando lo afirman las noticias emitidas por los medios. El Imperialismo resulta entonces disociado de las estructuras y los valores del poder patriarcal predominante, porque no se analiza sus características y no se lo reconoce como tal, es decir porque se entiende que la guerra es la continuidad de la política y no al revés. Así se llega a estar a favor o no de intervenciones u ocupaciones según las circunstancias (Castillo y Azia, 2012; Miedzian, 1996). 3. Mujeres de Negro: por un nuevo lenguaje político y la Auto-organización de redes Mujeres de Negro desobedientes a toda relación de lucha de poder acarrea una voluntad de desprenderse de los dualismos y de generar alternativas de política feminista de la no violencia que sitúa a contracorriente en un escenario político de continuidad de la guerra. Nos lleva a generar un nuevo lenguaje político. A este efecto, cuando nuestras amigas de Serbia, ante la eminente intervención de la OTAN que se estaba preparando, lanzaron la consigna. “Ni Otan, Ni Milosevic” llamando a una resistencia para una resolución no violenta del conflicto, dejaron entre todas una huella profunda de la identidad y razón de ser de Mujeres de Negro. Una identidad que, en el caso de Sevilla, no llegó a ser asumida en una parte de las amigas que nos acompañaron en los primeros pasos de nuestra historia. Amigas con una trayectoria feminista ligada a formaciones políticas (unas defensoras de la OTAN y de los Ejércitos “por la paz” y otras de posturas tradicionales del anti-imperialismo) y a una lucha feminista comprometida fundamentalmente en la política de igualdad. Entonces, nuestros andares tropezaban, cada vez más, con piedras que impedían germinar nuestras raíces en una actividad plena. De este modo, nos refundamos de manera decidida como Mujeres de Negro contra la Guerra en 1996 haciéndonos libres de una participación activa en el tejido de la red internacional con todas las que estábamos animadas por experiencias e inquietudes fundamentadas en el feminismo antimilitarista de la no violencia. Iniciamos este proceso con todo un mosaico formado por mujeres de diferentes generaciones y vivencias en el feminismo independiente, el antimilitarismo, la ecología y la solidaridad. Los conflictos en la convivencia entre activistas no se evitan, se resuelven apartando las condiciones que crean luchas de poder. Habrá que saber ubicar los conflictos en el contexto vivo de una pluralidad de búsqueda y en el discernir de las realidades. Se trata de reconocer la necesidad de espacio propio para cada búsqueda y, en este marco, de crear puentes de comunicación y espacios de confluencias donde podamos aprender unas de otras y juntas desafiar situaciones que llaman a una unidad entre todas. Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 375 Así, en Sevilla, como en otros lugares, Mujeres de Negro a lo largo de nuestros 20 años de existencia no hemos dejado de impulsar y comprometernos en iniciativas tales como crear espacios de encuentro-formación sobre temas relativos al feminismo-antimilitarismo, elaborar boletines, conformar una coordinadora feminista contra las violencias y una tertulia feminista mensual en torno a muy diversos temas de actualidad, y más recientemente, en el año 2013, insertarnos en la asamblea “Mujeres Diversas” formada por colectivos feministas independientes de la ciudad, estimulada por energías imaginativas y creativas de alternativas a una situación de recortes, de retrocesos y de guerra económica. Incluso nos hicimos partícipes de proyectos como la Casa de la Paz, abierta a los movimientos sociales y de la Red Antimilitarista No Violenta de Andalucía (RANA), en los cuales continuamos plenamente. En nuestra historia, repleta cada vez de más huellas, las actividades se multiplican y forman una historia de encuentros: encuentros internacionales, regionales, estatales, locales… fax, teléfonos y cartas son nuestros primeros medios de comunicación. Encuentros también con nosotras mismas y con los desafíos de luchar contra las guerras. Durante 10 años acudimos a los encuentros internacionales anuales en los Balcanes. Luego decidimos, ante la de multiplicación de colectivos Mujeres de Negro a través del globo, tener los encuentros cada dos años optando alternativamente por una región de conflicto y una región ausente de guerra abierta. Así, desde Italia a Palestina o desde el Estado Español a Colombia, éste último año, el encuentro fue realizado en Uruguay. por internet, por encuentros, etc. En definitiva, acciones comunes de resistencia y de denuncias. En el año 2011, Mujeres de Negro de Sevilla impulsamos la iniciativa de Encuentros bienales en nuestras respectivas regiones continentales. Así, en la primavera de 2012, en Sevilla fuimos las anfitrionas del I Encuentro de Mujeres de Negro de Europa, donde las preocupaciones en torno a la llamada “crisis” económica, la creciente militarización de nuestros territorios y el conflicto israelí/palestino estuvieron en el centro de nuestros intercambios. Cada colectivo de la Red Internacional es autónomo y se nutre de las inter-iniciativas. Aprendemos unas y otras, de las experiencias de todas y de cada grupo. Aprendemos a escucharnos, a no interpretarnos. Nadie representa a nadie. No hay jerarquía. Todas tenemos talentos y limitaciones, unas con más protagonismo, otras con más reservas. Hacemos nuestra auto-formación. Aprendemos de las resistencias de otras mujeres. A veces, depende de las noticias, pero sobre todo de la fuerza de nuestras decisiones. Aprendemos a desenredar nuestros conflictos con éxito o sin él; pero apostamos por la confianza entre las mujeres, la ternura, el humor y las actividades colectivas decididas tras lluvias de ideas entre todas. Independientes de toda institución, de cualquier entidad política, con subvenciones o sin ellas, con ayudas personales, con ventas de nuestras creaciones como las agendas que realizamos cada año en Sevilla, desarrollamos no sin dificultad pero con enormes ganas, nuestra política de feministas antimilitaristas. Muy pronto, dentro de la Red Internacional se tejen redes por países, por idiomas, Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 376 4. Aportes del Feminismo anti-militarista: Las Violencias específicas hacia las Mujeres y su silenciamiento como Armas de Guerra no sólo son quebrantadas sino que tal quebrantamiento está considerado como inevitable y con ello acaba siendo legitimado y silenciado. El silencio sobre los crímenes de guerra contra las mujeres es una de las más fuertes violencias ejercidas sobre ellas. Es un arma de guerra. Favorece la perpetuidad de las violencias directas machistas y xenófobas como rechazo a lo que se siente extraño por sentimientos de superioridad, recordándonos que las mujeres por ejemplo afro-descendientes, indígenas, gitanas o inmigrantes son los blancos de múltiples agresiones. Violencias generadas básicamente por las otras violencias especificadas en general como estructurales y culturales. Las identificamos desde nuestras perspectivas feministas antimilitaristas como intrínsecas al Poder patriarcal preeminente. Este silencio sobre los crímenes de guerra se perpetúa incluso cuando se trata a las mujeres como un componente más de las poblaciones civiles afectadas por la guerra, negando las condiciones específicas de las violencias vividas y configurando a las mujeres como víctimas, es decir, como sujetas pasivas. La cuestión de la población civil ha sido casi siempre un tema muy presente al tratar de la guerra. A este efecto, es de interés conocer las normas y leyes que han ido promulgándose durante siglos a través de diversas civilizaciones y culturas, así como todas aquellas de la legislación internacional contemporánea. Nos revelan la doble moralidad patriarcal enlazada con la voluntad de guerra. En la realidad de las guerras, estas leyes Una situación que lleva a Mujeres de Negro en cada lugar, y según las circunstancias de guerra, a denunciar la impunidad tal como lo hacen con énfasis Mujeres de Negro en los Balcanes o a exigir Justicia y Reparación como en el caso de Mujeres de Negro/Ruta Pacífica en Colombia y en otros conflictos de la región. Todo ello en una confluencia de energías hacia el reconocimiento de los crímenes de guerra contra las mujeres como crímenes contra la humanidad como hace en 2008 la Resolución 1820 del Tribunal Penal Internacional y el Consejo de Seguridad de la ONU, aunque su aplicación resulte más bien el testimonio de un escaparate que de una realidad. De este modo, también emergen muchas iniciativas coordinadas contra el feminicidio que se traducen en una resistencia contra la legitimidad y normalización de las violencias de toda índole contra las mujeres, sea cual sea el número de víctimas, porque “las mujeres no somos un campo de batalla” (MDN, 2013). Hacer memoria viva del pasado y presente es abrir el camino para el desarme de todo tipo de armas que preparan la guerra. A este efecto, es fundamental la visibilización pública de lo que ocurre en cada guerra o en cualquier situación de conflicto violento, actual o pasado, con el recurso tanto de la creación de Tribunales Populares de Mujeres con testimonios y denuncias, como el de sus recopilaciones, la producción de documentales y la divulgación de contra-información a través de diversas actividades públicas creativas. Gracias a todo esto y a más iniciativas, los crímenes de guerra contra las Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 377 mujeres pueden recalar en la conciencia colectiva y política y abrir campos de otra aprehensión sobre las guerras. Este proceso tiene una historia iniciada en la región pacífica asiática durante la Segunda Guerra Mundial y salió a la luz fuertemente a raíz de la Guerra de los Balcanes en los años 90, contribuyendo a ello las redes de mujeres como Mujeres de Negro, Mujeres de África en Ruanda y en Congo, Mujeres de América del Sur y de los Caribes, empezando con las Mujeres de la Plaza de Mayo, cuyo legado, lo acogen en Turquía las “Madres por la Paz” con sus pañuelos blancos en relación con la cuestión kurda, y en Argelia, en torno a los/as desaparecidos/as durante la guerra sucia en los años 90. En este año 2013, en Sevilla, conjuntamente con amigas feministas de nuevas generaciones, decidimos hacer memoria histórica con una acción directa contra uno de los personajes aún más glorificados de entre quienes protagonizaron crímenes contra las mujeres en el asalto militarista franquista contra la República y convenimos, con la misma intención de denuncia, “andar cambiando los nombres de calles en memoria de estas mujeres…”. las armas de guerra. Penetran y se desarrollan en la guerra y en la post-guerra, se fijan de por vida y se pretenden silenciar (Magallón, 2004, V.V.A.A.: 1995 y 1996, Longoni, 2007 y Cockburn, 2009). Durante las guerras las mujeres viven violencias de modo exacerbado, aunque hay que decir que algunas de estas violencias están normalizadas aún en tiempos de no guerra. No es ninguna paradoja que los malos tratos machistas aumenten de manera considerable, por ejemplo, por parte de los combatientes hacia sus propias hijas, esposas o madres. La violencia genera violencia. Las violencias forman un largo e interminable recorrido en un mundo íntimo y colectivo lleno de huellas con nombres. Cada huella cuenta algo más que una historia, es un mundo de destrucción interior y de pesadilla. Son las huellas de El infanticidio, el doble crimen de violación y asesinato de las mujeres, las violaciones sobre la infancia, las torturas legalizadas de éstos o sus raptos para hacerlos soldados o esclavas, son otros tantos actos que desenmascaran una estrategia genocida. Las violaciones sistemáticas acompañadas de embarazos forzosos responden a un objetivo: la exterminación de una comunidad y de su identidad, a merced del mestizaje. Desenmascaran la esencia patriarcal de las armas de guerra con la anulación de la mujer como sujeta activa de una sociedad al ser considerada mero objeto reproductor y afirman la masculi- 4.1. Estrategias de guerras sobre las mujeres Los crímenes sexuales y contra la maternidad también son estrategias de guerra. Las violaciones, las condiciones de las mujeres “del enemigo” quienes se ven obligadas a prostituirse para superar la miseria, la prostitución forzosa, los embarazos forzosos o el infanticidio son armas de guerra legitimadas porque favorecen el clima de terror y de humillación necesaria dentro de la política militarista. Derriban la moral del “enemigo” que se ve incapaz de cumplir su papel asignado de defensor de los bienes de su colectividad, las mujeres y la infancia. Desde un estereotipo machista sobre los combatientes, estas estrategias se comprenden y justifican como una inevitable descarga sexual de las tensiones vividas. Las mujeres son el botín de guerra para individuos o grupos. Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 378 nidad ortodoxa del hombre como la real representante de una sociedad. Es su ascendente y descendiente. Evidencian un feminicidio que implica la posible desarticulación de la comunidad agredida, pues las mujeres que sienten “vergüenza” o se van o renuncian a su identidad, como ya ocurriera en Congo, Ruanda, Bosnia…Y, entonces, se hace posible la repoblación o colonización del territorio conquistado. acogida ha tenido y tiene entre ciertos feminismos, se moldea perfectamente en el marco de estas medidas, pues en su relato acata la necesidad de la guerra. Hecho recalcado desde hace años por Mujeres de Negro de Serbia y en su reciente iniciativa de campaña Internacional por la abolición de la inmunidad de los integrantes de misiones de paz de la ONU, recordando los crímenes cometidos por éstos hacia las mujeres. 4.2. El discurso victimista sobre las mujeres como arma para la continuación de guerra Una de las medidas importantes que puede afectar la capacidad de resistencia de las mujeres, apoyada y/o reproducida en diversas esferas que van desde algunas corrientes feministas, pasando por ONG, hacia los Tribunales penales internacionales, es el discurso victimista. En lugar de aprender a recibir las miradas de las víctimas y percibir luces sobre una misma y su entorno, a veces preferimos quedarnos ciegas y mantenernos en nuestra seguridad de ser siempre cómo somos y pensamos. Un modo de serlo es el recurso a la victimización de las mujeres víctimas. El discurso victimista reproduce esquemas patriarcales con aquella mirada dicotómica entre el activo y el pasivo. Suele aplicarse particularmente hacia las mujeres de “otras culturas” y otras “sociedades”. Estas otras mujeres son instrumentalizadas para justificar intervenciones y ocupaciones militares (Afganistán, Mali…). Se trata de “otras sociedades” cuyos hombres se han sido inferiorizados bajo nuestras miradas y considerados no “dignos de ser hombres” por ser percibidos contrarios a los “avances civilizatorios”. Hoy día hemos conseguido abrir una brecha en el muro del silencio sobre los crímenes de guerra contra las mujeres. Pero evidentemente el muro no se ha derrumbado. Son varios los factores que lo indican, fundamentalmente, la vigencia de la lógica belicista tanto en la resolución de los conflictos como en la generación interesada de conflictos y en la militarización de nuestras sociedades. Sin ir más lejos, en la actualidad podemos ver lo que ocurre en Libia, Pakistán, Siria, Mali, Sudán del Sur, Centro África…, continuamente en Israel hacia el pueblo palestino, además de la “guerra económica” llamada crisis desde hace cinco años en la misma Europa y la política de exclusión militarizada hacia las y los migrantes. Se utilizan múltiples medidas para evitar el cuestionamiento de esta lógica para que, de este modo, sea asimilada social y políticamente. ¡La política es la continuidad de la guerra! Medidas coercitivas, sutiles, directas o soterradas que se perfilan entre resoluciones y modos de actuar. En lo referido a la guerra homicida, la misma resolución 1325 sobre “Mujeres, Paz y Seguridad” de la ONU (2000) que tanta Sociedades inferiorizadas por el androcentrismo del hombre blanco occidental. Sociedades donde los poderes se someten y/o aceptan a menudo alianzas con las potencias occidentales para ganarse sus apoyos y sosegarlas, utilizando retó- Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 379 ricas de éstas, y justificar así en el escenario internacional sus actuaciones como golpes de Estado o intervenciones contra movimientos disidentes o incómodos denominados entonces “terroristas” como ocurrió en Argelia en el años 1991, en Bahréin con la intervención ( o con los tanques) de Arabia Saudita contra el oleaje de resistencias civiles, donde mujeres –¡con sus hiyab– destacaban como líderes, o también en Egipto recientemente con el golpe de Estado. Toda una complejidad de relaciones de fuerzas entre poderes patriarcales dependientes de una política como continuidad de la guerra, es decir, de los estados de violencias y poderes coercitivos a favor de intereses propios. La negación de las mujeres como sujetos activos por ser de estas “otras” sociedades obedece a la adhesión ciega a la tramposa dicotomía Tradición vs. Modernidad que ya hemos señalado (Martín Muñoz, 2005). Una dualidad que ha generado una mentalidad donde prevalece el derecho a juzgar, censurar, inferir, castigar y decidir por las demás personas y comunidades desde nuestra propia racionalidad. Así, inferiorizamos nosotras mismas a las mujeres de sociedades previamente inferiorizadas por las estrategias militaristas del poder patriarcal predominante. En esta dinámica por constituirse en “la vanguardia”, en vez de crear relaciones de apoyo mutuo real se llega a victimizar también a las mujeres víctimas de violencias machistas en nuestras sociedades (Mernissi, 1998; Lorde, 2003 y Portolés, 2004). Se expresa una visión binaria del bien y el mal, donde el verdugo es convertido en un mero delincuente de delitos machistas. Así, en los tribunales de Justicia y en los tribunales mediáticos se reproduce en gran parte lo que se va conociendo en los tribunales de guerra. Se trata a las mujeres víctimas como enfermas a las cuales se diagnostica como si no pudieran entender nada de lo que les ocurre. Aparecen como individuas sin capacidad de reflexionar, de actuar, de decidir. Se las quiere con su sufrimiento, pero sin voz. O, con una voz que sea eco del victimismo. Tienen que ceñirse a la estricta descripción de hechos. Viven auténticas torturas psicológicas por el recuerdo obligado y sometido a la repetición y a un control donde cada víctima vive otra vez la humillación de sentir su ser desprovisto de poder (Rovira, 1996). Se las convierte en víctimas pasivas en manos de la Autoridad que se encarga de hacer justicia. Se establece un escenario de relación entre verdugos y víctimas donde desaparecen la guerra y la sociedad. Los testimonios de las violencias hacia las mujeres, son las traducciones vivas del por qué “Un militar muerto=un héroe; Mujeres asesinadas=una cifra” tal como lo resaltamos Mujeres de Negro de Sevilla en un cartel para el 25 de Noviembre de 2009. La guerra es el lugar donde se exacerban al extremo, hasta un punto patológico, los sentimientos de supremacía y de estar en una constante y tensa competitividad ya que es el espacio donde más pueden ser anulados o afirmados. Y las armas de guerra han de ser analizadas contando con este fenómeno. Tiene sus raíces en tiempos sin conflictos belicistas. Saber recibir las miradas de las víctimas es percibir luces sobre cuánto es el éxito de las estrategias de guerra, que depende de las violencias hacia nosotras. No se pueden erradicar las violencias llamadas de género sin tener en cuenta la sutil y omnipresente legitimidad de la violencia en los diferentes sectores de la sociedad. Esta legitimidad está determinada por el Poder Patriarcal vigente. Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 380 5. Ser feministasantimilitaristas: desmilitarizar nuestras vidas, con una apuesta por la Ecología y la Soberanía Alimentaria El referente al poder patriarcal es una constante en la comunicación de Mujeres de Negro. No obstante suena a algo anticuado en nuestras sociedades, pero eso sí, muy adecuado para las “otras” sociedades. Sin embargo, esta referencia nos aporta una cierta transgresión ante el lenguaje político radicado en nuestro día a día. Da otro entendimiento de las relaciones predominantes y replantea la cuestión de la civilización. Entre destacables corrientes del feminismo existe la idea de un capitalismo patriarcal para recalcar que el sistema económico imperante mantiene y necesita relaciones patriarcales para su desarrollo. Esta idea nos resulta limitada y nos invita a entrar de lleno en el entramado de voluntades estructuradas en diversos poderes indisociables. Un entramado cuya raíz se agarra en la construcción de un sistema que toda feminista reconoce como binario: Hombre-razón / Mujer-naturaleza. Sin embargo, esta construcción atiende tan sólo a las relaciones jerárquicas binarias entre hombre y mujer, y de este modo, elude varios factores de las violencias que van a formar, en el mundo occidental, la idiosincrasia del poder patriarcal predominante sobre todos los demás. Nos referimos en primer lugar a la relación de dominación hacia la naturaleza. Cuestión clave de la profunda alienación que vendrá a adueñarse del hombre moderno en su relación con el entorno, el cual será transformado en un mundo de meros recursos disponibles para la explotación. Se trata de un androcentrismo profundamente aliado del antropocentrismo, que ha generado en el hombre occidental una identidad de supremacía al vindicar el protagonismo de una nueva civilización moderna, capaz de cambios y de progresos que “libera al Humano de toda dependencia”. Con todo ello, se crea la ilusión de que gracias al progreso del hombre las mujeres podrán “liberarse de su ancestral y dicha dependencia hacia la naturaleza como reproductora”. Se generó una identidad “occidental” a través de la cual se consiguió una amplia y profunda identificación de los hombres y mujeres de nuestras sociedades fundamentada en la inferiorización del o la “otro/a”, siendo éste otro factor constitutivo de la idiosincrasia de nuestro poder patriarcal. Se presenta como fenómeno histórico, pero se trata de una guerra, un acto de violencia denominado colonialismo: factor determinante de la acumulación de “recursos naturales y humanos” que facilitará el crecimiento del capitalismo. A pesar de todo, en nuestra memoria colectiva, este proceso está oscurecido por conceptos que nos sitúan en una mirada evolucionista de la Historia que niega su dependencia de guerras múltiples belicistas, económicas, sociales, culturales: la Reconquista, las Cruzadas, el Descubrimiento de América, la esclavitud, la creación de los Estados naciones o el confinamiento de la mano de obra obrera en la Revolución Industrial hasta la Guerra Fría. (Forel, 2009-2013) La conquista desenfrenada de estos “recursos naturales” bajo el sometimiento o exterminio de otras sociedades está en el origen de esta autoridad “civilizado- Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 381 ra” auto-proclamada que ha contaminado con sus valores incluso corrientes de pensamiento opuestas al capitalismo. Es una autoridad que legitima la continuidad de relaciones de violencias destructivas y devastadoras de todos los seres vivos del planeta. Todo ello nos hace hablar de guerra anti ecológica (Shiva, 1995 y Holland-Cunz, 1996). En este sentido, para las Mujeres de Negro de muchos lugares, como en Andalucía, se hacen inevitables los lazos comunes e interactivos no sólo con el eco-feminismo sino también con todas las resistencias protagonizadas en gran parte por mujeres campesinas desde Asia a las Américas. Y nos sumamos activamente a sus propuestas alternativas tales como la soberanía alimentaria. Una soberanía que resiste contra una economía de la muerte. La conquista de los recursos naturales se imbrica con las violencias de guerra que están en el origen de la voluntad de la expansión y ocupación territorial, con las cuales se imponen la organización de Imperios y/o Estados que seguirán estas guerras de expansión. Las guerras se relevan entre ellas. No dependen siempre de los Ejércitos, sino del aprendizaje de sus métodos y estrategias en lo político (nos referimos antes a ello con ejemplos de la preparación a la guerra), económico y social. Todo ello conforma procesos que, como lo advertimos, no son lineales, si no que conocen mutaciones y retrocesos, pero que nos llevan a un factor estructural y orgánico fundamental de la peculiaridad de nuestro Poder Patriarcal que es el militarismo y la militarización social. La política económica es un ejemplo impactante de ello. Concebida como gestión de los “recursos naturales y humanos” se traduce por conquista de mercados, re- cursos o territorios; competitividad para eliminar y desestructurar lo que impida la conquista, derecho al secreto como la libertad de concebir y actuar en nombre de la estrategia de conquista y competitividad, retroalimentarse de recursos tecnológica y científicamente producidos por y para la industria de guerra, garantizar sus actuaciones interponiendo mercenarios, paramilitares o implementando leyes que legitimen la explotación y el ejercicio de poderes de presión para que los Estados se doten de medidas represivas. En este periodo de guerra económica y social encubierta por la llamada crisis no es casual que haya aumentado un 1.780% el gasto en material “antidisturbios y protección” en el Estado español, de 173.670 euros en 2012 a 3,26 millones en 2013. El militarismo no es únicamente el hecho de la confrontación de las fuerzas de orden contra una población –que solemos oponer a la idea de democracia– sino que es precisamente un hecho que penetra en los mismos Estados de derecho, que se infiltra por todas las arterias de nuestra vida social, cultural e incluso afectiva. (Del Prado, 2009; Yuste, 2005 y Esteban, 2009). Se hace patente con todo un aprendizaje de vivir en tensión, estar en alerta contra “amenazas” y de transformar la vida en un mundo de rentabilidad y de “Seguridad” desde un fuerte sentido de lo jerárquico, de la competitividad y de la capacidad de triunfar y de conquistar espacio y poder. De este modo, no es de extrañar que siempre nazca un potencial “enemigo” enfrente, pues se anula toda idea de apoyo mutuo a favor de una lucha por la supervivencia o para triunfar. Este aprendizaje resulta aún más peligrosamente fácil ya que está en plena concordancia con el tipo de modelo e imposición de sociedad occidental donde el Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 8 - 2013 - [369-384] - ISSN 1885-589X 382 sentir de la vida tiende a ser a-temporal, el mundo vivo se convierte en ser efímero cuando no simple objeto-recurso. El ser tiende a estar desarraigado de lazos sociales y afectivos en favor de una relación unilateral con el Estado. Se exacerban al extremo los sentimientos de supremacía y competitividad, y finalmente, los sentimientos de soledad, frustración y marginación, generan violencias de toda índole (Thébaud, 1993, Lorenzo, 1999 y Nash y Tavera, 2003). En estos andares por el mundo de las violencias ser pacifista es un deseo de Justicia y de Paz. No obstante, tal deseo no está siempre acompañado de la convicción de que “ningún ejército defiende la Paz” y de la necesaria desmilitarización profunda de la sociedad. Por ello nos definimos ante todo como feministas antimilitaristas. Desde nuestras huellas, desde nuestros diversos afluentes, más afluentes llegan y vamos creando norias desde nuestros respectivos lugares para regar campos de alternativas y de confianzas en estas resistencias. De ellos no dejan de fluir y fluir más percepciones de las realidades y más voluntades de desobediencia ante toda opresión y hacia nuevas aspiraciones para todas y todos los que buscamos la transformación de este mundo y para todas y todos los que aún dudan que sea posible. Incluso para aquellas personas que no lo desean. Porque esperamos crear la confianza necesaria sobre que los cambios profundos, además de posibles, son indispensables para nuestras propias vidas y para todas aquellas otras que habitan el planeta. Bibliografia Abello, I. (2003): “El concepto de la guerra en Foucault”, Estudios Sociales, n º 14. 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