X Nada es probable ni improbable

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X
Nada es probable ni improbable
Tal como lo usa de hecho nuestro lenguaje, el término “probabilidad”
suele referirse a la realidad objetiva, por una curiosa confusión mental
(muy comprensible por otra parte, y muy natural). Esa referencia al
“objeto” es un error. De uno u otro modo, la probabilidad siempre debe
referirse al “sujeto”.
Varios amigos llevamos un buen rato jugando a los dados. Nos ha
ocurrido algo muy poco frecuente: ha salido el seis por undécima vez
consecutiva. Todos unánimemente juzgamos improbable sacar el seis en
el siguiente lanzamiento. Si lo sacáramos, unánimemente juzgaríamos que
es aún más improbable sacarlo por decimotercera vez. Y mucho más
todavía sacarlo por decimocuarta vez...
Sin embargo, también unánimemente, nos estamos equivocando. Sea cual
fuere el número de veces consecutivas que haya salido el seis hasta
ahora, sería ridículo pensar que la vez siguiente el dado saltará del
cubilete condicionado por lo que acaeció las veces anteriores. La
probabilidad de que salga el seis en la próxima tirada es la misma,
exactamente la misma, que en el primer lanzamiento. El dado no sabe qué
nos dio la vez anterior, y ahora nos dará lo que deba o lo que quiera dar,
sin dejarse chantajear por pretéritos acontecimientos.
Es verdad que antes nunca o casi nunca había ocurrido que salieran doce
seises consecutivos. Incluso puede ser verdad que tampoco ahora van a
salir. Pero, si no sale el duodécimo, será porque el dado y el cubilete
habrán sido zarandeados en concretas condiciones físicas tales que no
pueda en modo alguno salir el seis. Es decir que, si no sale el duodécimo,
no será porque la mesa o el cubilete o el dado han tomado posesión de
alguna cualidad misteriosa llamada “probabilidad” o “improbabilidad” en
relación con la cara “seis” del marfileño dado. Esta cara tiene
probabilidad idéntica en todos y cada uno de los lanzamientos,
independientemente de lo que haya ocurrido en el pasado. Cuando
opinamos que la obtención de un elevado número de seises consecutivos
—pongamos mil seises— no es probable, estamos equivocándonos por
causa de razonamientos erróneos.
Por ejemplo, éste. Considerados los hechos en abstracto, se ve que no
existe imposibilidad (propiamente dicha) para que salgan los mil seises,
puesto que ninguna ley general de la física prescribe que no salgan. Pero
lo cierto es que no salen. Que nunca han salido. Y que nunca saldrán. Eso
quiere decir que de alguna manera —o en cierto modo— es imposible que
salgan. Como este modo o manera de ser imposible no es propiamente
imposibilidad, hay que llamarlo “improbabilidad”.
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El argumento es falso. Gratuitamente da por supuesto que, aun
considerados los hechos en concreto, no existe imposibilidad
(propiamente dicha) para que salgan mil seises consecutivos. Es un
supuesto gratuito, ya que no puede ser verificado empíricamente. Ergo,
estamos obligados a suponer que sí existe imposibilidad (propiamente
dicha) de que salgan los mil seises, ya que los hechos en la realidad
acaecen siempre en concreto, nunca en abstracto. Aquí lo que es posible
en abstracto, en concreto no lo es. Que salgan seguidos los mil seises, no
es que sea improbable, sino que es físicamente imposible, porque todos y
cada uno de los lanzamientos del dado se efectúan en concreto, y la
inmensa mayoría de ellos en condiciones que hacen imposible físicamente
la aparición del seis.
Los matemáticos pueden también inducirnos a error. Inventaron el
denominado “cálculo de probabilidades”, que es una construcción mental
admirable. Pero lo que calcula no son probabilidades, ya que en la
realidad no hay probabilidades. Cuando el matemático me asegura que, al
tirar una sola vez el dado encima de la mesa, la probabilidad de que me
salga esta vez el seis es 1/6, me engaña. La fracción 1/6 es una magnitud,
un valor absolutamente abstracto y genérico. No es el valor de una
probabilidad. El dado no tiene probabilidad alguna de darme el seis
cuando lo lance. Tiene imperiosa necesidad (o imposibilidad total) de
dármelo. Pero nunca probabilidad, ni grande ni pequeña. La medida de la
posibilidad de que me salga el seis (cuando yo tire el dado) tiene que ser,
necesariamente, ó 0/6, ó 6/6, pero no 1/6.
Otra cosa es que, si arrojo el dado muchas veces —cien mil veces, por
ejemplo—, salga el seis 16.666 veces (aproximadamente). Lo cual no es
probabilidad, sino física necesidad. Lanzado en las condiciones en que lo
he lanzado, el dado tiene que salir forzosamente con esa frecuencia. Cada
vez que lo lanzo, sacudo el cubilete (querámoslo o no) en condiciones
físicas tales que el seis, o saldrá necesariamente, o será imposible que
salga.
Esto se ve claramente cuando se ha comprendido que el tiempo es hilera
de cubos (o sea, geometría). En geometría —donde todo está inmóvil, y
donde nada puede acaecer— la probabilidad no es concebible, porque el
referente necesario de toda probabilidad es el acaecimiento o el evento.
¿Acaso tiene sentido hablar de la probabilidad de que una determinada
figura geométrica sea pirámide? ¿De que una pirámide sea cilindro? ¿De
que la cara “seis” de un dado sea cara “seis”? Pues bien, siendo espacio
el tiempo, hablar de la probabilidad de que yo saque un seis lanzando el
dado una vez, es hablar (por ejemplo) de la probabilidad de que la cara
“cuatro”, que está situada en un actual-cubo-instante, sea la cara “seis”
que está situada en el futuro-cubo-instante n. Inconcebible.
No existe la probabilidad. No existe, porque es un ente de razón.
Pretende ser algo intermedio entre la necesidad y la imposibilidad. Y no
sabemos qué es eso, porque no hay términos medios entre lo necesario y
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lo imposible. No es ni siquiera concebible ese término medio. Sólo tiene
sentido la probabilidad, si la definimos como cosa subjetiva que existe en
nosotros, no en los hechos o en los acontecimientos. El decir “es
improbable que obtenga yo doce seises consecutivos” tiene perfecto
sentido inteligible sólo cuando significa esto: “soy sensato, o razonable,
si me inclino a creer o a esperar que no saldrá el seis (en este duodécimo
lance), en razón de que eso no ha ocurrido nunca o casi nunca”.
Por no haberse dado cuenta de que el tiempo no es “tiempo” sino espacio
y de que, por tanto, nada puede ser probable ni improbable (sino que todo
es, o necesario, o imposible), incluso hombres inteligentes y sabios han
mantenido estériles e interminables debates en torno a cuestiones graves
y apasionantes. Me viene a la memoria Fred Hoyle. Por curiosidad,
vamos a observar cómo razonaba en la obra que tituló El universo
inteligente. El capítulo primero empezaba con estas dos frases:
H a c e u n a g e n e r a c i ó n , o t a l ve z m á s , a l p e n s a m i e n t o p o p u l a r l e h i z o u n
f l a c o f a vo r l a d i f u s i ó n d e l a i d e a s e g ú n l a c u a l u n a h o r d a d e m o n o s , a
base de aporrear una máquina de escribir, podría llegar a producir
finalmente las obras de Shakespeare. La idea es falsa, tanto que uno
se pregunta cómo llegó a extenderse en tal medida. [...] Ëste es el
e r r o r o b vi o , y a q u e l a t o t a l i d a d d e l U n i v e r s o n o s e r í a l o b a s t a n t e
grande como para albergar la horda de monos necesaria... [...] Lo
realmente notable es que sólo hay una forma posible de que el
U n i ve r s o d i e s e l u g a r a l a s o b r a s d e S h a k e s p e a r e : a t r a vé s d e l a
8
e x i s t e n c i a d e vi d a c a p a z d e p r o d u c i r a l p r o p i o S h a k e s p e a r e .
Aquí Fred Hoyle creyó que los científicos ortodoxos han cometido un
“obvio error”. Pero es Fred Hoyle quien lo cometió. No hay falsedad
alguna en la idea de los monos. La idea no se refiere a la posibilidad
física de un mundo suficientemente grande para albergar la horda. Se
refiere a la teórica posibilidad (metafísica) de que un agente cualquiera,
si combina de todas las maneras posibles todas las letras que escribió
Shakespeare, no sólo es posible que reproduzca a Shakespeare, sino que
lo imposible es que no lo reproduzca. Debe reproducirlo por metafísica
necesidad. Por tautología evidente. Si yo combino las letras de todas las
maneras posibles, necesariamente habré copiado a Shakespeare, porque
Shakespeare no es más que una de esas maneras posibles. El “error
obvio” está en creer que sólo produciendo a Shakespeare se pueden
producir las obras de Shakespeare
A pesar de ello, toda la estructura
s o s t i e n e q u e l a vi d a s e p r o d u j o g r a c i a s
que los bioquímicos profundizan en
t r e m e n d a c o m p l e j i d a d d e l a vi d a ,
posibilidades de un origen accidental
d e s c a r t a r s e p o r c o m p l e t o . L a vi d a n o
casualidad.9
de la biología ortodoxa aún
al azar. No obstante, a medida
sus descubrimientos de la
r e s u l t a e vi d e n t e q u e l a s
son tan pequeñas que deben
puede haberse producido por
No explícitamente en este párrafo, pero sí poco después dijo que esas
posibilidades de un origen accidental de la vida son pequeñas porque es
pequeña su probabilidad matemática. Y ése es el monumental error: de
8
9
Fred HOYLE, El Universo inteligente, Ediciones Grijalbo, S.A., Barcelona 1984, pág. 11.
Fred HOYLE, op.cit., pág.. 11.
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hecho, en la vida real tienen origen accidental, continuamente,
situaciones y acontecimientos cuya probabilidad matemática es
infinitamente menor que la de un origen accidental o casual de la vida.
Quien pronuncie esa última frase, totalmente gratuita —“la vida no puede
haberse producido por casualidad”— no es verdadero científico: la
ciencia en cuanto tal no tiene posibilidad alguna de saber si la vida
surgió, o no, por casualidad.
L a p r o b a b i l i d a d d e q u e l a vi d a h a y a a p a r e c i d o d e f o r m a e s p o n t á n e a
sobre la Tierra es tan pequeña que resulta difícil captarla, si no la
comparamos con algo que nos resulte más familiar. Imaginemos a una
p e r s o n a q u e i n t e n t a r e s o l ve r a c i e g a s e l f a m o s o c u b o d e R u b i k . Al n o
p o d e r ve r l o s r e s u l t a d o s d e s u s m o vi m i e n t o s , t o d o s e l l o s d e b e n
e f e c t u a r s e a l a z a r . [ . . . ] S i n u e s t r o a m i g o e f e c t u a s e u n m o vi m i e n t o a l
azar cada segundo, tardaría, como media, un tiempo igual a
t r e s c i e n t a s ve c e s l a e d a d d e l a T i e r r a , e s d e c i r 1 , 3 5 b i l l o n e s d e a ñ o s ,
e n r e s o l ve r e l p r o b l e m a d e l c u b o . 10
Monumental error, otra vez. Lamentablemente confundió Fred Hoyle dos
cosas muy distintas: el tiempo que tardaría “nuestro amigo” en efectuar
—a razón de uno por segundo— todos los movimientos posibles del cubo
de Rubik, y el tiempo que tardaría en dar con la solución por casualidad.
Ni Hoyle ni nadie puede saber de ninguna manera cuánto tardaría en esto
último, ya que nadie puede saber de ninguna manera cuántos
movimientos deberá efectuar antes de llegar a la solución.
Tenemos unos 200.000 tipos de proteínas en nuestras células. Si la
probabilidad de que se cree una proteína al azar es igual a la de
encontrar al azar una solución al cubo de Rubik, entonces la
probabilidad de que se hayan creado al azar las 200.000 es un número
prácticamente inimaginable.
Lo verdaderamente inimaginable es la soi-disant probabilidad
inexistente, no el número con el que se pretende expresarla. No sabemos
qué es “probabilidad de que se hayan creado al azar 200.000 proteínas.”
Absolutamente nada nos dice el “inimaginable número” en orden a
inquirir si la vida se originó en el universo por una ciega casualidad, o
por obra de algún factor inteligente. Debatir esta cuestión en el plano de
las probabilidades matemáticas es perder el tiempo dando palos de ciego.
10
Fred HOYLE, op.cit., pág.. 12.
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