UNIVERSIDAD DE CHILE VIOLENCIA SEXUAL Y EMBARAZO PRODUCTO DE VIOLACIÓN Adela Montero Vega Directora del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral de la Adolescencia (CEMERA), Facultad de Medicina. L a violencia sexual representa uno de los traumatismos más tremendos que puede sufrir una persona. No respeta edad, sexo, nivel socioeconómico, raza, religión, estado civil, orientación sexual, capacidad física, mental o emocional. Se puede producir en cualquier época del año, a cualquier hora del día y en cualquier lugar. La evidencia señala que la mayoría de los perpetradores son conocidos de la víctima, mientras que la violencia sexual infantil se produce mayoritariamente al interior de la familia. En este capítulo se analizarán los aspectos más importantes de la violencia sexual y sus consecuencias en la salud de las víctimas. Conjuntamente se identificarán y describirán las principales características relacionadas con el embarazo producto de violencia sexual. En nuestro país la magnitud real de esta forma de violencia es desconocida, estimándose que dos tercios de los casos no se denuncia. Datos de la Encuesta Nacional de Comportamiento Sexual evidencian que más del 7 por ciento de las mujeres encuestadas habían sido víctimas de violación, constituyendo dramáticamente el inicio sexual en casi el 50 por ciento de los casos. En el 78 por ciento el agresor fue un familiar, un conocido o la propia pareja. Información del Servicio Nacional de Menores, Sename, revela que durante el período 2012 y 2013 asistieron a 58 víctimas de 11 a 18 años, con embarazo producto de agresión sexual. En relación a la prevalencia y principales características del antecedente de violencia sexual en niñas y adolescentes, un estudio realizado en el Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral de la Adolescencia (Cemera), de la Facultad de Medicina de nuestra Casa de Estudios, muestra que en alrededor de 3500 adolescentes consultantes por temáticas asociadas a la salud sexual y reproductiva, el 21,6 por ciento presentaba el antecedente de violencia sexual, correspondiendo en un 86,5 por ciento a abuso sexual y en 13,5 por ciento a violencia de índole penetrativa. La edad al momento de la primera agresión fue: entre los 2 – 4 años (4 %); entre 5 – 9 años (41 %); de 10 – 14 años (41 %) y entre 15 – 19 años (13 %). El 43 por ciento de las víctimas señala que el lugar de la agresión fue en su propio hogar. En el 48,5 por ciento de los casos el agresor era un familiar; en un 34,9 algún conocido y sólo en el 16,5 fue un desconocido. La agresión fue reiterada en el 39 por ciento de los casos. Al consultar por la develación, el 70 por ciento revela la agresión, siendo tardía en 45 por ciento. Sólo en un 19 por ciento ocurrió la denuncia legal propiamente tal. Las consecuencias de esta forma de violencia determinan un serio impacto para la salud y calidad de vida de las víctimas. La literatura describe un mayor riesgo de desarrollar trastornos en salud mental, como depresión, trastorno de estrés post traumático, intento suicida, trastornos de la conducta alimentaria, alteraciones en el desarrollo de la personalidad, mayor probabilidad de dependencia de drogas y alcohol. También se asociaría a un deterioro en la salud física, con presentación de la sintomatología incluso mucho tiempo después de haber ocurrido el trauma, describiéndose cefalea crónica, fibromialgias, alteraciones gastrointestinales, 23