Se levantaban a las 5 o 5-1/2 y el primer trabajo era ordeñar las vacas

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DE LA VIDA BERATARRA – EL CASERIO
Ahora parece estar de moda, por así decirlo, pasar las vacaciones en las
llamadas Casas Rurales, vivir en contacto con la naturaleza, convivir con las
personas que viven en los caseríos y conocer de cerca los animales que viven
libremente. Algunos de nuestros caseríos ofrecen hoy en día estos servicios y
todo parece muy bonito, pero hay que tener en cuenta que la vida en el caserío
ha sido muy dura, según voy a intentar contaros este año.
El caserío (baserri) se halla situado, salvo alguna excepción, fuera del casco
urbano y las personas que lo integran pueden ser: el abuelo (atatxi-attona), la
abuela (amatxi-amona), el padre (aita-atta), la madre (ama) y los hijos. En
muchos casos conviven con los tíos solteros (osaba-izeba) generalmente ya
mayores, y conocidos como solteron (mutilzarra) y solterona (neskazarra).
Según las costumbres antiguas, el heredero debía cuidar a todos los
componentes de la familia que no habían salido del caserío.
Como podéis figuraros, la vida no era igual durante todos los meses o días del
año, pero podría resumirse en que, un día cualquiera, a las 5 o 5-1/2 de la
mañana comenzaba la tarea para todas las personas disponibles (los abuelos y
niños descansaban más).
El primer trabajo era ordeñar las vacas para luego poder desayunar café con
leche y talo, que antes lo habían preparado las mujeres. Una vez repuestas las
fuerzas, otra vez a trabajar. Dos veces por semana, sacar las “azpias” (sacar
el estiércol de la cuadra). Diariamente preparar la “bazka” (comida) del
ganado. Además, extender el ciemo como abono en el campo, sembrar,
escardar y, por último y si había suerte, recoger la cosecha.
Para la siembra se fijaban en las fases de la luna. Todo lo que iba “pa arriba”,
en creciente y todo lo que va “pa abajo”, en menguante. Así las cebollas, ajos,
patata, … sembraban en menguante y hasta los palos para las alubias duraban
más tiempo si se cortaban en creciente. También tenían muy en cuenta la luna
para la tala de la madera para las tarimas de las casas. Hoy en día también en
caseríos y casas del pueblo se sigue con esta práctica, al igual que algunos
carpinteros, etc.
Hacia las doce del mediodía se volvía al caserío para comer. En algunos
campos, al oír las campanas rezaban el Angelus.
Después de comer era sagrada la siesta y era normal oír decir: “no vayas
ahora, que estarán en la siesta”. Entre semana esta siesta era pequeña, pues
tenían que volver a trabajar en el campo, y los domingos ya descansaban más
rato.
Hacia las cinco de la tarde merendaban, pan y queso los mayores, pan y
chocolate los niños que eran los encargados de llevar la merienda hasta el
campo donde estaban trabajando.
Al atardecer volvían al caserío donde continuaban trabajos con el ganado y
cenaban temprano. Después de la cena se rezaba el rosario y muchas veces,
mientras rezaban aprovechaban para desgranar el maíz, las alubias, o bien
charlar un poco.
Por fin llegaba el descanso de la noche, aunque no para todos, pues algunos
(incluidas mujeres) se dedicaban al “gau lana” o trabajo de noche, es decir, el
contrabando.
Esta sería una jornada en cualquier caserío de Bera y sus trabajos más
habituales:
El cultivo del maíz: En primer lugar, arar el terreno con la “goldia”, pasar la
“ola” y la “aria” y luego hacer los surcos con la “marka”. La siembra en el mes
de mayo, a mano o con un apero de madera, que todavía se conservan en
algunos caseríos de Bera. Al mismo tiempo que el maíz se sembraba la alubia.
Cuando la planta de maíz era todavía pequeña, se pasaba la “yorraya” y se
escardaba para quitar las plantas sobrantes dejando una sola para que fuera
fuerte. Cuando el maíz ya estaba crecido se realizaba la “txirrista”, hacia el
mes de Julio, que consiste en cortar la parte superior del tallo “galdurrua”,
quitando parte de las hojas para dejar la “mazorka” o panocha de maíz. Estas
mazorkas tenían unos pelillos o “artobizarra” que los chavales, en aquellos
años, utilizábamos para hacer cigarros y fumar. Estas mazorkas se recogían y
guardaban en el desván del caserío para desgranarlas más tarde. Una vez
recogido el maíz, se sembraba la “faboxa” (trébol).
Hacer las hierbas: Este será uno de los trabajos más fuertes y casi más
temido por todos los caseros. Para preparar el terreno, se roturaba, limpiaba,
abonaba con cal y estiércol, durante 4 o 5 años se sembraba “faboxa” para que
el campo se fuera “haciendo” al cultivo y después se sembraba la hierba. Una
vez crecida había que cortarla con guadaña, que utilizaba igual el hombre o la
mujer. Una vez cortada la hierba se extendía para que se fuera secando, pero
había que ir dando vueltas a la hierba para que se secara bien (parecido a lo
que hace la gente en la playa para ponerse morena). Después se hacían las
metas o bien se subía la hierba al desván del caserío. Para fiestas de Bera
tenían que estar hechas las hierbas. Como se pasaba mucho calor en este
trabajo, al campo se llevaban botijos con agua fresca, pero en algún caso se
añadía algo de anís o ricard, para tener más “sasoya”. Este trabajo duraba
varios días y era habitual ayudarse unos caseros a otros y dependiendo del
tiempo, si el año era bueno, se hacían dos cortes de hierba. Hoy en día este
trabajo está mecanizado, tanto el corte como las “vueltas” se hace con
máquinas y la hierba se recoge en forma de bolas que se cubren con un
horrible plástico negro. ¿No habría posibilidad de colocar plástico verde, más
acorde con el paisaje?.
Los helechales: Cada caserío tenía su helechal, constando en la escritura de
propiedad de la casa tanto su situación como su superficie, límites, etc. El
corte se hacía cuando el helecho estaba “pasado” (seco), en el otoño, y toda la
familia iba a “hacer los helechos” y como el helechal estaba alejado del caserío,
no volvían a comer, siendo los niños en muchos casos los que llevaban la
comida hasta el lugar de trabajo, trabajo que también duraba varios días. Una
vez cortado se hacían las “palas” y luego las “metaxabala”. El helecho o
“iratzia”, una vez seco y cortado, se usa como cama para el ganado. Cuando
está sucio se retira, trabajo que se conoce como “hacer azpias”.
Otros cultivos: Aunque hoy en día ya no se cultiva en Bera, hace un montón de
años se cultivó en Cinco Villas el trigo, hasta el año 1974. También en algún
caserío se han “criado” los cacahuetes y, casi de forma clandestina, se cultivó
el tabaco, que para ocultarlo se rodeaba de otias, maleza, etc.
Animales: La mayoría (vacas, bueyes, mulos…) se utilizaban para el trabajo en
el campo. Las vacas se sacaban a los prados en el mes de mayo y se
recogían por San Miguel. En el monte estaban las “betizuas” y cuando había
que matarlos lo hacían a tiros. Las ovejas se podían ver en el caserío o
sueltas en el prado, bajando en la época de cría. Cuando las soltaban al
monte, a los carneros les ponían unos cencerros o “yoariak” que servían de
guia al resto, y cada caserío tenía su sonido distinto, de forma que todos
sabían por dónde andaban sus ovejas. En aquellos años no usaban (ni
puñetera falta que les hacía) el reloj, y menos el móvil, así es que para saber
cuándo tenían que regresar con las ovejas les avisaban desde el caserío
colgando una sábana blanca en la ventana. Recibida la llamada, bajaban con
las ovejas. Este mismo “aviso” se usaba para pedir ayuda a otros caseríos y
de esta forma sabían si había alguna urgencia y tenían que acudir a prestar
ayuda. Las pieles de las ovejas las vendían. En el caserío, como compañía,
tenían los gatos y perros (algunos también para la caza), y como alimento los
cerdos, pollos y gallinas, criados con maíz y al aire libre.
La leche: Con ella hacían las mujeres diversos postres caseros, ya que
resultaban muy baratos. Todas eran unas expertas en preparar arroz con
leche, flanes, natillas, leche frita, en fin, toda clase de sabrosos postres que a
los niños les encantaban. Hoy en día la leche de las vacas que se destina a la
venta se guarda en los depósitos frigoríficos que hay en los caseríos y un
camión la recoge directamente, pero antes no era así, por lo que todos
bajaban en marmitas hasta un determinado punto a fin de que el camión
pasara a recogerla. Hasta el Caserio de Uxane se traía la leche del Barrio de
Garaitarres, en Casa de la Agustina (hoy Euskalduna) bajaban desde
Casherna. y la recogían, entre otros, Fidel Cruz, Juanito Peña, Matxako….
La vida en el caserío cambiaba el domingo. Este día los hombres bajaban a
Misa a las 6 de la mañana, luego tomaban en los bares “gosari txarra”
(almuerzo malo) que consistía en anís y galleta (antes “olatas” o pequeños
panes). Si no podían ir a la primera misa, bajaban a la Misa Mayor, a las 10.
Y después vuelta al caserio a trabajar, pues los animales no reconocían el
domingo, ni las fiestas, y no había más remedio que continuar con los trabajos.
Este día la comida era algo mejor y se hacía una siesta mayor, menos en
tiempo de hierbas. También las jóvenes y las mujeres acudían a Vísperas.
Los jovencitos jugaban al mus en el barrio y los mayores bajaban a jugar a los
bares del pueblo.
En determinados puntos del barrio algún joven animaba al baile con su
acordeón: en Zelaiborda, Meaka, Basilio, Lizuniaga, Maletenea………
En Fiestas venían los parientes y amigos de otros pueblos vecinos,
devolviéndoles la visita en sus respectivas fiestas. Hoy en día se mantiene
esta tradición. Hasta los gitanos tenían en cuenta esta costumbre y se
presentaban en los caserios en Fiestas de Bera, para ver qué les podían dar.
Para comer se mataba una oveja y como no había frigorífico se compartía con
el caserio vecino, así el primer día de fiestas se mataba en un caserío, se daba
la mitad al vecino, y el tercer día era el vecino quien mataba la oveja.
Tampoco faltaba estos días el caldo, los garbanzos, gallina, pollos, los postres
caseros hechos con cariño y esmero por las mujeres, el café de puchero, el
anís y el coñac de contrabando. Después de comer, partida de mus y ya se
empalmaba con la cena.
Los hombres bajaban al partido de pelota, que eran al mediodía, y había que
esperarles a que subieran a comer. Claro, como no hacían uso del reloj,
subían …. cuando subían, entre tragos y el calor, sudorosos, con las camisas
blancas mojadas., por lo que a las mujeres del caserío les tocaba lavar, secar e
incluso planchar las camisa de los hombres del caserío y de los invitados.
Las Fiestas eran unos días extraordinarios en el caserío, pero siguiendo con la
vida ordinaria, estas mismas mujeres hacían los trabajos del campo igual que
los hombres y, además, cuidaban la casa, criaban los hijos, hacían la comida,
lavaban la ropa a mano, y, por si fuera poco, “hacían” la huerta que tenían junto
al caserío, y que era un trabajo exclusivo de las mujeres (y hoy en día
hablamos del estrés). Cuando bajaban al pueblo, y ya que los caminos no eran
pistas como hoy en día, el calzado que llevaban era alpargatas, albarkas o
zapiñas, y en determinadas casas del pueblo se cambiaban por los zapatos (en
Illekueta, en casa de Maria Astondoa, en Irigoitia, en Illeku, en el Molino; en
Bera, en casa Burga, la Timotea……. ).
Cuando fallecían, también había unas casas en el pueblo hasta las que se
bajaba el cadáver a hombros, por la “Eliz-bidea” (camino de la Iglesia), hasta la
entrada al pueblo. Zelaia, Casa Burga, Timotea ……
Antiguamente la comida de las bodas se hacía en el caserío y más tarde en
Casa Apestegui, en Matxiarena, y en otros restaurantes. En aquellos años era
bastante normal el “mando-trato” o matrimonio de conveniencia, amañado, o
como queráis llamarlo, entre dos caseríos para así salir reforzados. También
hubo algún matrimonio que por “circunstancias especiales” o por ser viudos, se
celebraban a las 6 de la mañana o iban a celebrarlo en Guadalupe.
Los nacimientos se celebraban en el caserío, a los dos días de nacer se
celebraba el bautizo y a continuación la comida a la que no asistían los padres
de la criatura (la madre permanecía en cama) sino los “ataxti-laguna” y
“amatxi-laguna” (amigos del padrino y de la madrina). Si el padrino y madrina
eran casados, los amigos también debían ser los casados, y si los padrinos
eran solteros, los amigos también solteros.
Bueno, entonces no había televisión, así es que había muchos niños. Por
nombrar alguna muestra, en el Caserío de Meaka tuvieron 14 hijos y en el de
enfrente, Zimista, 10 hijos. Esto podría pasar a la historia.
Los niños jugaban al “pote pulla”; “calo-carrotia”; a l os “redonchos”; “cu-cus”;
y había un juego que comenzaba diciendo: “bish a bish, kaka labish, arrantzala
kopeta, ipurdian bikopeta, irealdian kaka iraldia”, terminando diciendo vale-vale,
y todos a correr. Hoy en día con el ordenador hemos acabado con estos
preciosos juegos.
Cuando estos niños bajaban al Colegio de las Monjas a estudiar traían la
comida del caserío y mientras nosotros íbamos a comer a casa, ellos en un
cuartito junto a la “leonera” tenían que encender la cocina y calentar su
comida. Hoy en día, aunque madrugan, va a recogerlos un autobús y vuelven
al caserío por la tarde, después de comer en el comedor del Centro Escolar.
Como veis, la vida en el caserío no era igual a la de la casa rural, pero
afortunadamente toda va cambiando y hoy en día podemos ver caseríos en los
que en su puerta hay dos o más coches, los trabajos se hacen de forma más
suave, hay mucha maquinaria que ayuda en la faena, muchos menos niños, los
hijos o nietos bajan a las abuelas en coche a Misa Mayor y les esperan a que
hagan la tertulia con las amigas mientras toman el desayuno en la cafetería.
En fin, ni color con la vida de antes.
De todas formas, muchas de las cosas que os he contado las podéis ver
todavía si os animáis a dejar el coche aparcado y caminar un poquito por los
diversos caminos que rodean a nuestro pueblo. Además de contemplar un
precioso paisaje, podréis charlar con estas gentes encantadoras que viven en
nuestros caseríos, os contarán historias y costumbres de antes que se hayan
podido “escapar” en mi relato.
Así pues, a todos, y EN ESPECIAL A NUESTROS BASERITARRAS, FELICES
FIESTAS,
Totono – Junio 2004
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