Trotski y su tiempo (1879 - 1940) Libro para

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Trotski y su tiempo
(1879-1940)
Antonio Liz
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За тебе Роси, най-важен в моя живот
A Pierre Broué y Ted Grant
In memoriam
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Introducción para Kaos en la Red
Desde la publicación en español de mi biografía de Trotski,
en el 2007, han sido editadas al menos otras tres. De ellas la única
importante desde el punto de vista historiográfico es la de JeanJacques Marie, Trotsky, revolucionario sin fronteras, Fondo de
Cultura Económica (México DF, 2009). Es una buena biografía,
muy bien documentada. Este marxista francés ya había publicado
con anterioridad una sólida biografía de Stalin. Marie trabajó en
más de una ocasión con Pierre Broué, el mayor conocedor de la
obra y de la vida de Trotski y cuya documentadísima biografía
aún hoy no está traducida al español, que yo sepa sólo está editada
en francés y en italiano.
Las posteriores biografías de Robert Service y de Joshua
Rubenstein se pueden dejar tranquilamente en el olvido ya que
son un quehacer académico clásico, un producto de la lucha
ideológica y política contra la revolución social. La de Service,
Trotski, una biografía, Ediciones B, S.A. (Barcelona, 2010) es
sencillamente un panfleto anticomunista. Ya en su día a este autor
le puntualicé su verborrea anticomunista y su cínica metodología
en una extensa crítica de su obra Camaradas, breve historia del
comunismo. Como este título era absolutamente engañoso titulé
mi paciente crítica Camaradas, un alegato anticomunista –se
puede encontrar en la red, está en las webs de la Fundación
Andreu Nin y en la de Viento Sur.
La última de las tres biografías es la de Joshua Rubenstein,
miembro del Davis Center for Russian Studies de la Universidad
de Harvard, León Trotsky, una vida revolucionaria, Península
(Barcelona, 2013). Para que se capte rápido su espiritualidad
“democrática” podemos citar unas palabras de su propio prólogo
en el que nos informa que “no me he sentido atraído por su
ímpetu revolucionario cuando intentó debilitar al Gobierno
Provisional en 1917”. Un poco más adelante, y a modo de
sentencia, añade que el Viejo “jamás reconoció que Lenin y él
habían sido responsables de un rechazo de los valores
democráticos que Stalin aprovechó muy pronto para fines más
perversos”. De esta manera, el autor nos alerta que todo lo que sea
4
traspasar los límites de una democracia burguesa
le es
inadmisible, además de situar –como tantos “demócratas”- la
fuente del stalinismo en la Rusia soviética de Lenin y Trotski.
Apuntar que sólo anota las fuentes que consultó al final, de
forma genérica y sin relacionar directamente el texto escrito con
ellas. En el apartado bibliográfico cita a varios biógrafos pero no
al más importante biógrafo de Trotsky, Pierre Broué, cosa que si
hace Service –aunque a este tampoco le sirve de mucho.
Trotsky es objeto permanente de atención editorial, de forma
continuada se editan biografías y se reeditan obras suyas –la
última reedición de la autobiografía de Trotsky, Mi vida, la acaba
de hacer meritoriamente el CEIP. No es casualidad este proceder,
la Revolución rusa marca un antes y un después en la Historia
Contemporánea por la sencilla razón que fue la primera
Revolución socialista de la Historia Universal, el primer ensayo
de una República social. Esta revolución no pertenece al museo
de la Historia porque el capitalismo sigue vivo y coleando. Como
en ella Trotski jugó un papel central se convierte automáticamente
en un referente para las nuevas generaciones de militantes, razón
por la que la historiografía burguesa tiene que combatirlo
“democráticamente”, alejando el foco de atención de lo
fundamental, que Trotsky ha sido uno de los grandes líderes
políticos de la clase trabajadora y que sólo militó para ella. Por
contra, los intelectuales orgánicos de la clase trabajadora hacen
hincapié en su proceder revolucionario, que por si mismo es una
fuente de enseñanzas políticas. Así, la lucha política también se
da en el terreno historiográfico, algo normal en una sociedad
clasista. En esta sociedad nadie es políticamente imparcial –ni los
tontos-, por mucho que se esfuercen los “democráticos”
integrantes de los Aparatos Ideológicos del Estado en presentarse
como gente ecuánime.
Aprovecho para felicitar públicamente a las compañeras y
compañeros de Kaos en la Red que con su trabajo han convertido
la web en una fuente de información para la izquierda social.
Antonio Liz
Madrid, 13, mayo, 2013
5
ÍNDICE
Introducción.........................................................., 6
Prólogo a la edición en español…………………, 8
I. EL AMANECER
1. Los años de formación......................................................., 9
2. En la primera revolución:1905......................................., 13
3. Diagnosticando el futuro................................................., 15
4. Rusia en revolución:1917................................................, 19
5. Brest-Litovsk............................................................. ....., 27
6. Guerra civil................................................................. ...., 29
7. La III Internacional........................................................, 33
8. El comunismo de guerra......................................... ......., 35
9. Del X Congreso a Kronstadt ........................................., 36
10. Rapallo…………..........................................................., 41
11. Arte y revolución..........................................................., 43
II. LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA
12. La naciente burocracia..............................................., 46
13. Lenin, la última batalla................................................,51
14. Alemania, la revolución fracasada..............................,54
15. La troika, una dirección fraccional............................,55
16. La muerte de Lenin…………………………………..,60
17. Individuo e Historia………………………………….,62
18. Un camino diferente……………………………... …..63
19. Socialismo en un solo país......................................... .,71
20. La oposición de izquierdas..........................................,72
21. Stalin, sepulturero de la revolución...........................,75
22. La revolución china.....................................................,76
III. LUCHANDO PARA EL PORVENIR
6
23. El programa de la Oposición.......................................,80
24. Eliminación de la izquierda.........................................,83
25. En el destierro: Almá-Atá ...........................................,86
26. Prinkipo, comienza el exilio.........................................,91
27. Viaje de ida y vuelta.....................................................,97
28. Contra el nazismo........................................... …….....100
29. En Francia...................................................................,107
30. El asesinato de Kírov..................................................,111
31. Noruega........................................................................,114
32. La revolución española...............................................,116
33. Trotski, Nin y el POUM.............................................,123
34. El primer proceso de Moscú............... …………......,126
IV. EL FINAL DEL CAMINO
35. México........................................................................,131
36. Más horror stalinista................................................,134
37. La IV Internacional..................................................,137
38. Tambores de guerra.................................................,139
39. El Pacto nazi-soviético..............................................,143
40. Comienza la guerra...................................................,145
41. La naturaleza del Estado soviético..........................,147
42. El método marxista...................................................,152
43. Una biografía inconclusa..........................................,156
44. Testamento político...................................................,157
45. El asesinato de Trotski..............................................,158
Apéndices:
I)
II)
III)
Congresos del Partido Bolchevique................,161
Congresos de la Internacional Comunista.....,172
Cronología (1879-1940)....................................,175
Bibliografía....................................................................,183
Cuatro páginas web........................................ .............,190
Películas y documentales.............................................. 190
7
Introducción:
¿Por qué hoy una biografía sobre Trotski?
El historiador no escoge casualmente su objeto de estudio. Entonces,
¿es posible que el historiador sea objetivo? Sí, si lo que pretende es
acercarse a la causalidad de los fenómenos sociales. Sí, si el historiador
pretende descubrir, comprender y no justificar. Su grado de objetividad
dependerá de su nivel de aproximación a la realidad histórica.
¿Por qué hemos tomado a Trotski como objeto de estudio, de
reflexión? Por dos razones completamente interrelacionadas. Una, porque
su quehacer intelectual y político nos da la posibilidad de exponer lo
íntimo de la vida de un hombre cuyo objeto existencial fue emancipar a la
humanidad a través de la lucha política de la clase trabajadora. Otra, porque
le tocó vivir un tiempo histórico donde se dieron las primeras revoluciones
y contrarrevoluciones del siglo XX por lo que su vida transcurre en un
periodo que es sumamente rico en enseñanzas políticas.
¿Hacemos “política” al escoger como objeto de estudio a Trotski?
Por supuesto. El historiador puede ser objetivo pero nunca es imparcial,
algo absolutamente imposible en una sociedad clasista. No podemos ser
imparciales sino que queremos presentar el epicentro de la vida de un
hombre que obró, conjuntamente con muchos otros, para la mayoría de la
especie humana, que reflexionó y militó con el único objetivo de conquistar
un mundo armonioso en lo social y en lo internacional. Como este mundo
aún no está sustentado sobre esas bases, una reflexión sobre su vida y su
obra no es un mero ejercicio académico sino un ejercicio social.
La biografía
Esta biografía comenzó cuando nos pusimos a elaborar un artículo
sobre Trotski en el sesenta aniversario de su muerte. El conjunto de
artículos que vinieron a continuación constituyeron el borrador de esta
biografía. Biografía confeccionada sin prisas para poder acoplar los años
de lectura y relectura de las principales obras conocidas del biografiado y la
reflexión sobre el caminar de la Historia. Así, su elaboración se realizó con
calma, en un tejer sereno en lo narrativo aunque apasionado en lo
intelectual.
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Bibliografía
En la bibliografía están citadas tanto las obras más importantes de
Trotski, pacientemente trabajadas por nosotros, como sobre él. También
hay textos generales tanto de carácter teórico como histórico. Decir aquí
que a nosotros la mayoría de las obras recogidas en la bibliografía nos
parecen aprovechables, algunas sublimes y más de una deleznable. Mas
todo esto le compete descubrirlo al propio lector ya que el objeto de este
libro no es hacer un análisis de dichas obras aunque es obvio que cuando
nuestro discurso histórico diverge del de los autores anotados en la
bibliografía es porque no estamos de acuerdo con su línea interpretativa.
Advertencia
Esta obra no recibió apoyo económico de ninguna institución,
asociación o grupo político. Por lo tanto, es el producto de un quehacer
intelectual absolutamente independiente. Ahora bien, anotar que nadie
puede estar en el limbo de los justos, por encima de las clases sociales;
quien pretenda tal o es un tonto o un demagogo. No se puede ser imparcial
pero sí libre si entendemos que el compromiso intelectual y político
conscientemente adquirido es la esencia de la libertad.
11, septiembre, 2004
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Prólogo a la edición en español
Al pasar esta biografía del gallego al español no hice sólo un
ejercicio de traductor. El pesado privilegio de traducirse a uno mismo
posee la ventaja, eso sí, de no tener que seguir la traducción lo más
posible al pie de la letra para no traicionar el espíritu del autor. Así fue.
Al hilo de la traducción he ido retocando el texto allí donde consideré
que debía hacerlo. Esto no quiere decir que la versión gallega y la
española de la biografía sean textos diferentes. No, su estructura y su
línea argumental son exactamente las mismas. Lo que sí varía son
contadas matizaciones que estimé que mejoraban la comprensión del
discurso histórico, matizaciones que basé en la relectura de la obra y de
todos los textos citados y en el estudio de nueva bibliografía. En este
ejercicio de traducción/concreción tuve también en cuenta comentarios
de compañeros y amigos que leyeron con detenimiento mi obra.
Escuchar a cercanos lectores de mi libro me recordó algo que ya sabía,
que aún el más honesto de los textos, es decir, aquel que se asienta en lo
que el autor considera íntimamente como cierto, es una pálida
aproximación a la realidad histórica. Pero también las diversas opiniones
de estos cariñosos pero críticos lectores me han hecho ver que acerté en
el objetivo narrativo que me había propuesto: describir el hilo conductor
del proceder de Trotski en el proceso histórico. Ahora sólo resta
conseguir lo más importante, que esta obra sirva para ayudar a
comprender el auténtico significado del quehacer de Trotski y de sus
camaradas y que, por añadidura, estimule el interés reflexivo por un
tiempo histórico tan colmado de enseñanzas políticas para aquellos que
no se conforman con el pesimista y alienador discurso del fin de la
historia.
Madrid, 15, septiembre, 2006
10
I. EL AMANECER
1. Los años de formación
Lev Davídovich Bronstein nacía, según el calendario Juliano imperante
en la Rusia Zarista, que, ironías de la Historia, será derogado en 1918 por la
revolución de la que el propio Trotski será uno de sus líderes, el 26 de
octubre del año 1879 en una aldea del sur de Ucrania, Ianovka, en la
provincia de Jerson, en el seno de una familia judía de pequeños
agricultores. Cuando el niño vino al mundo el Imperio Ruso estaba regido
por el zar Alexander II, que gobernaba desde el año 1855 y que murió en
un atentado con bomba el 1 de marzo de 1881 en San Petersburgo. Lo
sucedió Alexander III (1881-1894), que va a fenecer en la cama por culpa
de una enfermedad renal a los cuarenta y nueve años. Su hijo, Nicolai II, el
que iba a ser el último monarca de la Dinastía de los Románov, accedió a
la jefatura de la autocracia en 1894, tiempo en el que nuestro biografiado
ya era un adolescente que concluía sus estudios en el instituto y que estaba
a piques de iniciarse en la política revolucionaria. Nicolai II, zar en el
periodo 1894-1917, estaba completamente imbuido de la idea de que tenía
que seguir siendo un autócrata porque se sentia un monarca absoluto
elegido por la gracia de Dios. Así, estimaba que no tenía que ceder ningún
poder ya no a una Duma (Parlamento), lo que él consideraba sencillamente
un ultraje para su regia persona, sino ni tan siquiera a un gobierno
operativo que aun dependiendo de él tuviera autonomía suficiente para
dirigir aquel inmenso y plurinacional imperio. Nicolai II nada quería saber
de la realidad, ni tan siquiera se percataba que la industrialización que
venía posibilitando el propio Estado zarista estaba dinamizando al
campesinado y pariendo un proletariado concentrado. Pero la realidad
caminaba a pesar de la absoluta incomprensión del zar. Efectivamente, en
una sociedad de 130 millones de personas, mayoritariamente campesina, se
estaban dando unas concentraciones industriales y obreras desconocidas en
los propios países capitalistas desarrollados. Unos pocos datos ilustran esto,
en 1890 el 46 por 100 de los obreros fabriles trabajaban en fábricas de al
menos mil obreros; en el mismo año, en Ucrania siete grandes fábricas
empleaban los dos tercios de todos los obreros metalúrgicos de la Rusia
zarista y, por la misma fecha, las minas de carbón del Donetz juntaban los
3/5 de los trabajadores del carbón y generaban el 70% de la producción
11
carbonífera. No era difícil colegir que esta dinámica socioeconómica traería
implicaciones políticas.
Retrocedamos un instante a la aldea de Ianovka, allí pasará el futuro
Trotski parte de su infancia. Vivirá al ritmo del campo, marcado por las
cuatro estaciones. Será un tiempo sin lujos pero sin apreturas. A los nueve
años ya va a estudiar a Odesa, ciudad en la que residirá con unos parientes
que estaban empezando a montar una editorial, lo que le posibilitará
corregir pruebas de imprenta convirtiéndose en el pasatiempo favorito del
chaval. Estudiará en el Instituto San Pablo, destacando como buen alumno
en materias tan diversas como matemáticas y lengua y literatura rusas,
entre otras. Aprende los rudimentos del alemán y del francés y también los
de la rebeldía ya que por participar en una protesta escolar tarareando con
la boca cerrada lo van a expulsar temporalmente del colegio.
Concluidos los cursos en el instituto marcha, en 1896, a Nikolaiev.
Allí el contacto premilitante con la realidad política y social lo pondrá en la
primera encrucijada de su vida: ¿universidad o revolución? Un hecho
vendrá a ayudarle en su decisión: en febrero de 1897 una estudiante presa
en la fortaleza petersburguesa de San Pedro y San Pablo se prende fuego.
Bajo el impacto de aquel acto comienza su camino de revolucionario.
Empieza a ejercer de escritor y agitador político. Eran los primeros pasos.
En este círculo conoció a Alexandra Sokolovskaia, revolucionaria que será
su primera compañera y con la que tendrá dos hijas, Zina y Nina. Los
contactos políticos se van acrecentando. Las relaciones con trabajadores y
estudiantes dan nacimiento a la “Unión de Obreros del Sur de Rusia”, en la
que Lev Davídovich, que tiene 18 años, va a cumplir un papel político
importante. Los miembros de la “Unión” llegan a 200. Editan un modesto
periódico intitulado “Nashe Delo” (Nuestra Causa ).
Por su proceder agitativo es detenido por la policía a comienzos de
1898. Llevado a la prisión de Nikoláiev y luego a la de Jerson. De allí fue
enviado al centro penitenciario de Odesa, donde se enterará del Congreso
Fundacional del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), que
se había celebrado del 13 al 15 de marzo de 1898 en Minsk. En la prisión
acometerá un sinfín de lecturas.
A finales de 1899 Lev y sus camaradas son condenados al destierro
siberiano. De camino a Siberia pasan por Moscú. Conoce allí a
revolucionarios experimentados, oye hablar de Lenin por primera vez y lee
“El desarrollo del capitalismo en Rusia”. Escribe ensayos y panfletos. En la
misma prisión de Moscú se casa con su compañera Sokolovskaia. Marchan
juntos al destierro, ya que las parejas casadas tenían ese derecho.
Llegan a la aldea siberiana de Ust-Kut. Allí empezará a leer “El
Capital”. Lev y Alexandra tienen una niña, Zina. Se Instalan en Verjolensk,
en el este de Siberia. Aquí la actividad política es frenética: estudios,
debates, artículos. Se va consolidando su formación marxista. Ya se auto12
identifica como “socialdemócrata”, que es como se denominaban por
entonces los comunistas. Se convierte en uno de los líderes de la Unión
Socialdemócrata Siberiana. Escribe infinidad de textos y los firma con el
sobrenombre “La Pluma” (Piró, como se dice en ruso), pseudónimo que se
hará muy conocido entre los revolucionarios rusos.
En el verano de 1902 el correo clandestino le trajo el “¿Qué hacer?”
de Lenin y una serie de números de “Iskra” (La Chispa) que Lenin, Mártov,
Plejánov y otros socialdemócratas habían fundado y cuyo primer número
había salido a la luz el 24 de diciembre de 1900.
Lev decide huir de Siberia. Así lo acuerda con su compañera que
quedará al cargo de las dos hijas, ya que había nacido otra niña, Nina. En
este verano del 1902 se da a la fuga, primero en un carro y después en tren.
Llega a Irkutsk. Allí unos camaradas le proporcionan un pasaporte falso al
que había que ponerle un nombre inmediatamente. Lev escoge el nombre
de un ex carcelero suyo: “Trotski”. Con este nombre pasará a la Historia.
En octubre del mismo 1902 llega a Londres y va directamente al
apartamento donde vivían Lenin y Krupskaia, que se trasladaran a la capital
inglesa para poder imprimir Iskra. Cuando Krupskaia abre la puerta Trotski
se presenta con su pseudónimo siberiano: “La Pluma”. Lenin y Trotski se
conocen personalmente. Hablan. Caminan. La Historia acaba de reunir por
vez primera a los futuros líderes de la venidera Revolución de Octubre.
El mismo día de su llegada se instalará en una casa contigua a la de
Lenin, que compartirá con Mártov y Vera Zasúlich, que junto con Lenin,
Plejánov, Áxelrod y Potrésov componían la redacción de Iskra.
Precisamente, al poco de su llegada, Lenin propondrá a Trotski como
nuevo redactor de Iskra. Plejánov se opondrá rotundamente. No obstante,
Trotski se convierte en colaborador del periódico y en conferenciante
político entre la colonia de emigrados rusos. Así viaja a Suiza, Bélgica,
Francia. En un viaje a París conocerá a Natalia Sedova quien será su
definitiva compañera, con la que tendrá dos hijos, Lev y Sergei.
En julio-agosto de 1903 se celebra el II Congreso del POSDR,
primero en Bruselas y después, por razones policiales, en Londres. El
congreso había sido organizado por la redacción de Iskra, que era en la
práctica el órgano teórico del partido. En el congreso los iskristas formaban
la mayoría lo que posibilitó que se rechazara considerar al Bund como la
organización exclusiva de los trabajadores de origen judío, derrotar a los
economicistas, que proponían que los trabajadores pasasen de la política y
se dedicasen exclusivamente a reivindicaciones económicas, y aprobar el
programa teórico y reivindicativo del partido. Las disensiones entre los
iskristas comenzaron con la discusión del artículo primero de los estatutos
del partido. En esencia, los iskristas liderados por Mártov, los “blandos”,
proponían un partido de meros afiliados, donde pudiesen convivir tanto los
militantes revolucionarios como los colaboradores y simpatizantes. Los
13
“duros”, liderados por Lenin, proponían un partido formado
exclusivamente por militantes revolucionarios. Se produjo la votación y se
aprobó la propuesta de Mártov por 28 votos a favor y 23 en contra.
Posteriormente se efectuó el debate para elegir el Consejo de Redacción de
Iskra. Como se habían retirado del congreso los bundistas y los
economicistas, que antes habían votado a favor de los “blandos”, ahora
tenían mayoría en el congreso los “duros”. Así, cuando se presentó la
propuesta de Lenin para que la redacción de Iskra estuviera compuesta por
Plejánov, Mártov y el propio Lenin, retirando de ella a dos viejas glorias de
la socialdemocracia rusa, Zasúlich y Axelrod, el congreso la aprobó por 25
votos a favor, 2 en contra y 17 abstenciones. Esta votación es la que da
nacimiento a la famosa división entre “bolcheviques” (mayoría), los
iskristas “duros”, y “mencheviques” (minoría), los iskristas “blandos”. No
obstante las votaciones, Mártov rechazó participar en el Consejo de
Redacción y los mencheviques se retiraron del Congreso lo que llevó a
reuniones por separado de las dos nacientes fracciones del POSDR. Así, los
bolcheviques contaban con la mayoría en el Consejo de Redacción de Iskra
y en el Comité Central del partido. Pero Plejánov, que había defendido en
el congreso las tesis de Lenin, no supo soportar la presión que para él
significó dejar a un lado del camino a sus viejos compañeros de armas, se
reconcilió con ellos y con los mencheviques lo que posibilitó que fuera
Lenin el que tuvo que terminar por dimitir de la redacción de Iskra, aunque
su propuesta sobre la organización del periódico había sido votada
mayoritariamente en el congreso.
La desavenencia sobre el primer artículo de los estatutos, y el clima
de enfrentamiento político que generó, era realmente un choque primerizo
de principios entre las dos emergentes grandes fracciones del POSDR,
bolcheviques y mencheviques. En el fondo era la cuestión de optar por un
partido reformista o por un partido revolucionario. Ahora bien, la inmensa
mayoría de los implicados aún no lo veían así de claro. Como siempre
ocurre, será el proceso histórico el que dé y quite razones. De momento,
Lenin hará una reflexión post-congresual en su extenso e intenso folleto
“Un paso adelante, dos pasos atrás” que le llevará a insistir en la imperiosa
necesidad de crear el partido de la clase trabajadora, la palanca que
permitirá que los trabajadores hagan rodar cuesta abajo, hacia el basurero
de la Historia, a la clase dominante. Trotski, que aún no tenía la conciencia
organizativa de Lenin y, además, impresionado con la rotundidad de éste
para librarse del peso muerto a nivel político-organizativo de las viejas
glorias de la socialdemocracia rusa, votó en contra de las tesis de Lenin.
Eso sí, pasada la fiebre congresual se apartará políticamente de los
mencheviques, como él mismo nos lo explica: “En el año 1904 (...) rompí
con la minoría del segundo congreso (los mencheviques), y durante los
siguientes trece años no pertenecí a ninguna facción” (V.123, p.155). No
14
obstante, en el terreno organizativo fue, como muchos otros, un
“conciliador” hasta la revolución del diecisiete ya que intentó casar a
bolcheviques y mencheviques, lo que le valió en ocasiones la dura crítica
de Lenin. Trotski reconocerá que en la construcción del Partido Lenin tenía
toda la razón. La revolución de 1917 solucionará esta divergencia. Desde
entonces, para Trotski la primera exigencia para enfrentar las tareas
políticas tiene “tres condiciones: el partido, el partido y una vez más el
partido” (V.103, p.48).
2. En la primera revolución: 1905
A comienzos de 1904 va a estallar la guerra ruso-japonesa. Los
imperialistas rusos y japoneses competían por Manchuria y Corea. Cuando
tropas y colonos rusos cruzaron, en 1903, el río Yalu, que hace frontera hoy
entre Corea del Norte y la República Popular China, el gobierno japonés
rompió las relaciones diplomáticas y organizó un ataque contra la base
naval de Port Arthur, en la península de Liaodong. Port Arthur era una de
las dos bases navales que tenía la Rusia zarista en el Océano Pacífico, la
otra estaba en Vladivostok. El ataque se llevó a cabo, sin previa declaración
de guerra, el 8 de enero de 1904; con este proceder el ejército japonés hirió
a la flota rusa y le puso cerco a la base naval que capituló el 2 de enero de
1905. Era el comienzo del fin en Asia frente al emergente imperialismo
japonés. Las derrotas se sucedieron una tras otra en el río Yalu (abril,
1904), Mukden (marzo, 1905) para concluir en el desastre naval de la
Batalla de Tsushima (27, mayo,1905), que llevaría a la Rusia zarista a la
mesa de negociaciones y a reconocer en el Tratado de Portsmouth, firmado
en los EEUU el 23 de agosto de 1905, los intereses japoneses en el
Extremo Oriente. Mas no fue la derrota ante el competidor japonés el único
efecto ya que la pérdida de esta guerra tendrá consecuencias internas, tantas
que, en palabras de Trotski, “la revolución de 1905 surgió directamente de
la guerra ruso-japonesa” (V.111, p.11). Efectivamente, una semana después
de la caída de Port Arthur se daba el “Domingo Sangriento”.
El 9 de enero de 1905 una muchedumbre popular se manifiesta frente
al Palacio de Invierno de San Petersburgo. A su cabeza iba el pope Georgei
Gapón, quien posiblemente fue el redactor de la petición que las miles de
hijas e hijos del pueblo trabajador le hacían al “padre zar” para que los
eximiese de la burda explotación y de las miserables condiciones
materiales de existencia. Mas Nicolai II non sólo no recibió a la delegación
portadora de las reivindicaciones populares sino que hizo que la caballería
cosaca y la infantería zarista masacrasen a los trabajadores. Cientos de
muertos tuvo el pueblo. Esta masacre encendió la mecha de la Primera
Revolución Rusa.
15
Motivado por los acontecimientos, Trotski llegaba a Kiev en febrero.
Se puso en contacto con la rama clandestina bolchevique de la
socialdemocracia rusa. Con su ayuda se traslada a San Petersburgo a donde
llega entre el 14 y el 15 de octubre. Inmediatamente se inserta en la
actividad clandestina, pero en el verano al ser detectado por un agente
zarista se traslada a Finlandia, donde comienza a esbozar los rudimentos
teóricos de la “revolución permanente”. En septiembre regresa a San
Petersburgo. Notoria tuvo que ser su actividad política porque el 17 de
octubre, cuando el Sóviet de San Petersburgo elige su Comité Ejecutivo,
Trotski, un revolucionario sin organización concreta, está entre los electos.
Se elige como Presidente del Sóviet a Jrustalev Nosar, pero será Trotski el
verdadero líder político del Sóviet. Él dirigirá “Izvéstia” (Noticias), la voz
escrita del Sóviet, así como redactará la mayor parte de sus manifiestos,
además de ser su principal orador.
Agitación social, motines en el ejército y en la marina – el
celebérrimo Potemkim, por ejemplo- culminan en el mes de octubre en una
huelga general que se extiende por toda la Rusia zarista. El zar Nicolai II,
presionado, publica el Manifiesto del 17 de octubre que, redactado por el
conde Vitte, prometía una constitución, libertades democráticas y el
sufragio universal para eligir la Duma. Ese mismo día aparecía el primer
número de Izvéstia. En San Petersburgo la muchedumbre sale a la calle
exigiendo: ¡amnistía, amnistía!. Marcha cara la Universidad en cuyo patio
se concentra. Trotski, desde un balcón de dicha institución, se dirige a
aquella impresionante concentración popular y advierte: “¡Ciudadanos!
Ahora que hemos puesto el pie sobre el pecho de los bandidos que nos
gobiernan, se nos promete la libertad (…) ¡Buen triunfo! Pero no os
apresuréis a cantar victoria: no es completa” (V.111, p.113).
El 19 de octubre el Sóviet llama a la conclusión de la huelga general
y a la convocatoria de una manifestación donde honrar a los héroes caídos
en la lucha. Mas cuando se supo que se preparaba una matanza contra los
obreros y un pogrom contra los judíos se suspende ya que la clase obrera
no estaba armada. El Sóviet centró sus esfuerzos en pedir libertad de prensa
y jornada de ocho horas. También organiza una recepción a “delegados de
la Polonia oprimida” y proclama el derecho de Polonia a la
autodeterminación.
A principios de noviembre, entre el ocho y el diez, cuando Lenin
llega a San Petersburgo, Lunacharski le dice: “el hombre fuerte en el Sóviet
es Trotski”, a lo que Lenin responde: “Trotski se ha ganado eso con su
trabajo excelente e infatigable” (V.23, p.135). Incansable quehacer que
llevaba a Trotski a codirigir tres periódicos: Izvéstia, Rúskaia Gazeta
(Gaceta Rusa) y Nachalo (El Comienzo). En este último escribían Vítor
Adler, Babel, Kautski, Rosa Luxemburg, Franz Mherig, Clara Zetkin..., en
16
fin, las plumas consagradas por entonces de la socialdemocracia europea,
lo que indica el prestigio de Trotski también fuera de las fronteras de la
Rusia zarista.
El gobierno ruso, consciente de su fuerza, le echa un pulso al Sóviet
arrestando, el 22 de noviembre, a varios de sus dirigentes. El Sóviet decide
prepararse para la insurrección, pero la clase obrera aún no estaba
organizada lo suficiente para dar este paso trascendente y el gobierno
zarista procede a la detención, el tres de diciembre, del Comité Ejecutivo
del Sóviet con Trotski a la cabeza, que ya era su presidente. La
contestación de la clase trabajadora no se hace esperar. Huelgas en San
Petersburgo, huelga general en Moscú, donde se va a luchar en las
barricadas durante diez días, y enésimas movilizaciones en el conjunto del
territorio de la Rusia zarista.
Trotski en la cárcel se puso a organizar la defensa del proceder
político del Comité Ejecutivo del Sóviet de San Petersburgo. Rechaza una
misiva del menchevique Mártov que llamaba a la moderación. Trotski
entiende que se debe convertir el juicio en una tribuna política contra el
régimen zarista y convence a sus compañeros para que sigan este proceder.
El 19 de septiembre de 1906 Trotski se sentó en el banco de los acusados.
El tribunal civil recibió infinidad de comunicaciones firmadas por miles de
trabajadores que protestaban contra el proceso. El 4 de octubre Trotski
toma la palabra para defender el derecho de la clase obrera a preparar la
insurrección, es decir, a organizar la conquista armada del poder. El 2 de
noviembre se pronuncia el veredicto del Tribunal: Trotski y sus 14
compañeros fueron deportados por vida a Siberia, hacia donde partieron el
5 de enero de 1907.
Su papel en la dirección y en la defensa de la Revolución de 1905
hará de Trotski un auténtico líder revolucionario. Con esta aureola, ganada
en la realidad histórica, parte para Siberia en la compañía de sus
correligionarios. No estará en Siberia mucho tiempo. Al comenzar el viaje
ya tiene en mente la evasión. Esta se producirá en seguida. Llegó a Berezov
el 12 de febrero y el día 18 ya empezaba la fuga en un trineo tirado por
renos que lo lleva hasta Bogoslovsk y desde allí por tren hasta llegar a San
Petersburgo. Desde aquí pasa a Finlandia donde se encontró con Lenin y
Mártov que lo felicitaron por su comportamiento durante el proceso. A
finales de abril se encontraba en Londres para asistir al V Congreso del
POSDR.
3. Diagnosticando el futuro
Los más de 300 delegados que asisten a este Congreso, que se
celebró entre abril y mayo de 1907, fueron designados por unos 77.000
militantes. Allí estaban, Lenin, Rosa Luxemburg, Mártov... y Stalin, quien
17
no participa en los debates y por entonces responde al pseudónimo de
Koba. Era la primera vez que Stalin y Trotski coincidían físicamente,
aunque para Trotski el primer recuerdo de Stalin será años después en
Viena, cuando el georgiano esté elaborando, bajo la estricta dirección de
Lenin, el ensayo “El marxismo y la cuestión nacional”. Ante el Congreso,
Trotski expuso por vez primera un esbozo de la “teoría de la revolución
permanente” cuyos rudimentos elaborara en Finlandia y en la prisión y
desarrollará en Viena. El Congreso vuelve a sacar a la luz las diferencias
que Lenin tenía con otros líderes revolucionarios en la concepción del
Partido. Trotski abogaba por la unificación entre la fracción bolchevique y
la menchevique.
Concluido el Congreso, Trotski se fue a vivir a Viena donde residió
hasta el comienzo de la Iª Guerra Mundial. En este espacio de tiempo,
1907-1914, editó “Pravda” (La Verdad), conoció y frecuentó a los líderes
de la socialdemocracia alemana (Kautski, Babel...), a los austro-marxistas
(Otto Bauer, Vítor Adler...) y a la rama revolucionaria de la
socialdemocracia (Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht, Franz Mherig...).
En este periodo vienés escribe, entre 1908 y 1909, una de sus obras
clásicas “1905, resultados y perspectivas”. En esta obra reflexiona sobre
la primera revolución rusa, en la que él tan decididamente participara, y
formula más detenidamente la “teoría de la revolución permanente” donde
afirma que en el próximo periodo revolucionario la revolución empezará
siendo democrático-burguesa pero debido a la incapacidad política de la
burguesía rusa para dirigirla el proletariado tomará la dirección y la propia
dinámica del proceso revolucionario lo llevará a sobrepasar el marco
político burgués para enfrentarse a tareas socialistas ya que tendrá que
hacerse cargo del proceso productivo. En este quehacer el proletariado
deberá contar con la alianza de las masas campesinas. Alianza que el
proletariado debe dirigir políticamente por lo que no se puede dar una
“dictadura revolucionaria-democrática del proletariado y del
campesinado” como decía Lenin por entonces, sino que deberá ser una
“dictadura socialista” en la que el proletariado sea el director de la alianza
obrera-campesina. La segunda parte de la “teoría de la revolución
permanente” hace mención a la necesidad de la revolución mundial para
que el socialismo triunfe.
Ya en el destierro, en Almá-Atá, Trotski repasará la argumentación
de la “teoría de la revolución permanente”. A este repaso le pondrá una
introducción en Prinkipo, fechada el 30 de noviembre de 1929. En ella
dice: “La revolución permanente, en el sentido que Marx daba a esta idea,
quiere decir una revolución que no se aviene a ninguna de las formas de
predominio de clase, que no se detiene en la etapa democrática y pasa a
las reivindicaciones de carácter socialista (…), una revolución en la que
18
cada etapa se basa en la anterior y que no puede terminar mas que con la
liquidación completa de la sociedad de clases (…). Separemos las tres
series de ideas aglutinadas en dicha teoría. En primer lugar, ésta encierra
el problema del tránsito de la revolución democrática a la socialista (…).
El segundo aspecto de la teoría caracteriza ya a la revolución socialista
como tal. A lo largo de un periodo de duración indefinida y de una lucha
interna constante, van transformándose todas las relaciones sociales. La
sociedad sufre un proceso de metamorfosis. Y en este proceso de
transformación cada nueva etapa es consecuencia directa de la anterior
(…). El carácter internacional de la revolución socialista (…) constituye
el tercer aspecto de la teoría de la revolución permanente (…). El
internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo
teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo
mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de
clases. La revolución socialista empieza dentro de las fronteras nacionales
pero no puede contenerse en ellas. La contención de la revolución
proletaria dentro de un territorio nacional no puede ser más que un
régimen transitorio, aunque sea prolongado” (V. 115, pp.51-55).
El concepto “Revolución Permanente” lo utilizaron por vez primera
Marx y Engels en el año 1850 en el “Mensaje del Comité Central a la Liga
de los Comunistas” (V. 67, pp. 104 y 111). Allí se afirma que la clase
obrera debe tener una posición política absolutamente independiente de los
demócratas pequeño-burgueses para organizar su propio partido y, añadirá
Trotski, su propia revolución.
El año 1914 traerá el comienzo de la primera matanza en masa de la
Historia, la Iª Guerra Mundial (1914-1918). Supondrá también la
bancarrota política de la Segunda Internacional ya que su sección más
poderosa, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), votó a favor del
presupuesto de guerra en el Reichstag el 4 de agosto de 1914. Todos los
diputados socialdemócratas votaron a favor en el Parlamento por una mal
entendida disciplina de partido, cuando en la votación en el seno de la
propia fracción parlamentaria de los 110 diputados 14 habían votado en
contra. Rosa Luxemburg explicaría después que el programa está por
encima de un acuerdo coyuntural. Si este vulnera el programa el acuerdo no
hay que acatarlo. Fue con esta filosofía con la que en diciembre de 1914,
cuando el gobierno alemán volvió a solicitar nuevos créditos para la guerra,
Karl Liebknecht y Otto Rühle votarán en contra. No obstante, la votación
de agosto fue un proceder tan inesperado que Lenin, aún después de leer la
noticia en la prensa socialdemócrata, pensaba que era mentira, que aquel
número de “Vorwärts” (Adelante) era una falsificación del Estado Mayor
Alemán. Normal esta creencia, porque, como dirá Trotski, el SPD para los
revolucionarios de la Rusia zarista “no era uno de los partidos de la
19
Internacional, sino el partido” (V.23, p.203). Para Trotski, la votación del
día 4 “fue una de las decepciones más trágicas de mi vida” (V. 101, p.250).
Al estallar la guerra Trotski estaba en Viena, pero el día 3 de agosto
partirá a toda prisa para Zurich porque se estimaba que los rusos residentes
en Viena podían ser detenidos de un momento a otro. En Zurich se
encontrará con Lenin y juntos leerán la noticia de la votación del SPD el
día cuatro. Trotski se pondrá a redactar el folleto “La Guerra y la
Internacional”, que será introducido en la misma Alemania. Sus
introductores fueron procesados, también el propio Trotski que será
acusado del delito de lesa majestad y sentenciado a prisión. Por suerte para
él estaba fuera del alcance de los jueces alemanes. Desde Suiza Trotski
pasará a Francia. El periódico “El pensamiento de Kiev” lo nombrará
corresponsal en París y, posteriormente, corresponsal de guerra en los
Balkanes.
Dada la traición de la IIª Internacional, un pequeño grupo de
revolucionarios marxistas se van a teunir para defender el
internacionalismo y lanzar una proclama contra la matanza imperialista.
La reunión se da desde el 5 al 8 de septiembre de 1915 en Zimmerwald,
un pueblo de la montaña suiza que está a unos diez kilómetros de Berna.
Son sólo 38 delegados: Lenin, Trotski, Zinóviev, Mártov...Condenan la
guerra como un producto del imperialismo capitalista pero no hay
unanimidad para llamar a la transformación de la guerra entre naciones a
una guerra entre clases. Desde entonces los dirigentes de la IIª
Internacional serán calificados por Lenin y Trotski como “socialchovinistas”, como “traidores” a la causa del socialismo.
Trotski vivirá en París codirigiendo el periódico “Nashe Slovo”
(Nuestra Palabra), el otro codirector era Mártov. Se empezó a publicar el
29 de enero de 1915. Aún teniendo muy pocas hojas contará con una
nómina de escritores notables tales como Lunacharski, Riazánovk,
Rádek, Kolontai, Sokolnikov... Será una publicación claramente
internacionalista, opuesta frontalmente a la matanza imperialista. Por este
insistente quehacer las autoridades francesas suspenderán el periódico el
15 de septiembre de 1916. Trotski será expulsado de Francia y llevado
hasta la frontera española, donde lo dejan. Desde Irún va a Donostia y
desde allí a Madrid. Estaba solo y completamente perdido ya que no tenía
ni amigos en la ciudad ni sabía español. Por una carta recibida desde París
se ve con un socialista español. Se instala en una pensión. Localizado
por la policía española es detenido y conducido a la Cárcel Modelo. De
allí la policía lo lleva a Cádiz y le dicen que lo embarcarán para La
Habana. Protesta. Pues a New York. El 20 de diciembre parte para
Barcelona, donde se reune con su mujer y los dos niños. En Barcelona se
verá obligado a embarcar cara New York. La policía lo instala en el
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trasatlántico Monserrat. Sale de Barcelona el 25 de diciembre y llega a
New York el domingo 13 de enero de 1917. Allí se encuentra con Bujarin,
entra en la redacción de “Novi Mir” (Nuevo Mundo), escribe artículos en
ruso, da conferencias en alemán. Enterado que había estallado la
revolución en Rusia, el 25 de marzo se presenta en el consulado ruso y
recoge la documentación para viajar a Rusia. El 27 de marzo Trotski,
Natalia y los dos niños embarcan hacia Rusia. En Halifax (Canadá) suben
al barco autoridades inglesas. El 3 de abril oficiales ingleses obligan a
Trotski, a los suyos, y a cinco pasajeros más, a que abandonen el barco.
Después de verse obligado a desembarcar por la fuerza es trasladado a un
campo de prisioneros alemanes. Allí, en Amherts, había 800 prisioneros,
unos marineros y otros obreros. Da mitin tras mitin, bien acogidos por la
tropa y no tan bien por la oficialidad. El 25 de abril es liberado de la
cárcel militar merced a la presión que los revolucionarios hicieran en
Petrogrado ( tal era el nombre entonces del antiguo San Petersburgo). Sale
de allí vitoreado por los soldados por su proceder internacionalista. De
Halifax parte para Finlandia y desde allí en tren a Petrogrado, a donde
llega el 4 de mayo. Lo recibe una apasionada muchedumbre
revolucionaria.
4. Rusia en revolución: 1917
Lenin había llegado a Petrogrado el 3 de abril. En aquel momento el
Gobierno Provisional, salido de la última Duma zarista y constituido en
febrero, gobernaba gracias al apoyo que le otorgaba el Sóviet de
Petrogrado. Este doble poder existía porque el gobierno presidido por el
príncipe Georgi Lvov necesitaba imperiosamente del respaldo de las
masas petrogradenses, como reconoce claramente un miembro del
gabinete, el Ministro de la Guerra Alexander Guchkov, en carta al General
en Jefe del Ejército, Mijaíl Alexéiev: “El Gobierno provisional no tiene
poder real de ninguna clase, y sus órdenes se aplican sólo en la medida en
que lo permite el Sóviet de diputados de trabajadores y soldados. Este
último controla las fuerzas más esenciales del poder, pues las tropas, los
ferrocarriles y los servicios postales y telegráficos están en sus manos. Se
puede afirmar con franqueza que el Gobierno provisional existe sólo en la
medida que lo permite el Sóviet” (V.33, p.407). Así pues, aunque al
gobierno le horrorizaba depender del respaldo de las masas populares no
podía desprenderse de su apoyo porque los trabajadores y soldados
conformaban la masa revolucionaria. Por lo tanto, el Gobierno Provisional
no tuvo más remedio que legalizar la jornada de ocho horas, la amnistía,
la libertad de prensa y otras medidas democráticas conquistadas por la
21
masa popular de obreros y soldados. No obstante, en lo esencial, que era
ponerle fin a la guerra, siguió exactamente el mismo camino que los
gobiernos zaristas. Tanto era así que por boca de Pável Miliukov, Ministro
de Asuntos Exteriores, el gobierno ruso le dio a los gobiernos de Francia,
Gran Bretaña y EEUU garantías de que iban continuar la guerra. Los
“aliados” ratificaron los tratados secretos que le aseguraban a Rusia la
toma de Constantinopla, el control de los estrechos del Bósforo y de los
Dardanelos y otras ventajas territoriales. Mas el gobierno “democrático”
ruso no sólo estaba interesado en continuar la guerra para incrementar el
espacio vital de su burguesía sino porque una desmovilización del ejército
aceleraría la revolución agraria en el campo y consolidaría las conquistas
democráticas de la clase trabajadora y de los soldados. Una victoria
militar era la única salida posible que tenía el gobierno democrático para
conseguir que la burguesía rusa impusiera su dominio político,
seguramente a través de la restauración de la monarquía. Entonces, ¿por
qué el Sóviet de Petrogrado apoyaba a este gobierno? Porque la inmensa
mayoría de los soldados y obreros seguían a los mencheviques y eseristas.
Los bolcheviques eran una ínfima minoría en el Sóviet de Petrogrado.
Mencheviques y socialistas-revolucionarios (eseristas) estimaban que
aquella era una revolución burguesa y que por lo tanto era la burguesía la
que debería tener el poder político mientras que los obreros, soldados y
campesinos sólo tenían que vigilar que no se anulasen las conquistas
democráticas. Esta también era la visión de muchos “dirigentes”
bolcheviques, tales como Kámenev y Stalin. Sin embargo, la llegada de
Lenin iba a impedir que el PB continuase tras la estela de mencheviques y
eseristas.
Lenin fue recibido el día 3 en la estación Finlandia de Petrogrado por
una multitud. Sus actuales representantes políticos le dieron una recepción
en la sala de espera, lo obsequiaron con un ramo de flores y le echaron
un banal discurso de bienvenida. Mas Lenin, apartándose de la recepción
oficial presidida por Chjeidze, el Presidente del Sóviet de Petrogrado,
saluda a la muchedumbre de obreros y soldados en clave revolucionaria:
“La quiebra del imperialismo europeo puede producirse cualquier día,
incluso hoy o mañana. La revolución rusa, hecha por vosotros, es el
comienzo de esa quiebra y el inicio de una nueva época. ¡Viva la
revolución socialista mundial!” (V.14, p.95). Era el primer indicio de su
línea argumental, novedosa tanto para sus camaradas como para los
ajenos. Línea argumental que inmediatamente va a profundizar y a
defender en público. El núcleo de esta reflexión de Lenin está recogido
en el texto que la Historia conoce como las “Tesis de Abril”, “el
documento más importante de la Revolución” (V.124, p.20), en
apreciación de Trotski. Allí, además de calificar el conflicto bélico de
guerra imperialista de rapiña, de negarle el más mínimo apoyo al
22
Gobierno Provisional y de exigir que todo el poder del Estado pase a los
Soviets, afirma que “la peculiaridad del momento actual en Rusia consiste
en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el Poder a la
burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y
organización, a su segunda etapa, que debe poner el Poder en manos del
proletariado y de las capas pobres del campesinado” (V.56, p.36). El hilo
conductor coincidía con lo que venía defendiendo Trotski en su
“revolución permanente”, cuya redacción no había leído Lenin, según la
opinión del propio Trotski.
Por la noche de ese mismo día, Lenin habló durante dos horas en
una reunión bolchevique celebrada en el palacio que fuera de la bailarina
Ksechskaia. Sujánov, menchevique e historiador de la Revolución Rusa,
que estuvo presente, nos cuenta la impresión que la intervención de Lenin
le causó a él mismo y al auditorio: “Nunca olvidaré este discurso, que
como un trueno sorprendió y sacudió, no ya a un herético como yo, sino
incluso a sus propios fieles. Nadie se lo esperaba” (V.29, p.281). Cuando
Sujánov mismo le pregunta a Kámenev por el discurso de Lenin se
encuentra con una respuesta evasiva, “esperemos, esperemos”, que
explica la incomprensión de la cúpula del Partido.
El día 4 Lenin lee sus tesis en el Palacio de Táuride, que era el lugar
donde se celebraban las reuniones del Sóviet de Petrogrado. Primero en
una junta ampliada de bolcheviques, y acto seguido, en una conjunta de
mencheviques y bolcheviques. Aquí la respuesta al discurso de Lenin por
parte de los mencheviques no se hizo esperar, orador tras orador
descalificaron las tesis de Lenin. El filósofo Bogdánov, uno de los
destinatarios en el pasado de la crítica que Lenin lanzara contra el
misticismo en su única obra filosófica, “Materialismo y
empiriocriticismo”, gritó “¡Delirios! ¡Los delirios de un loco!” (V.14,p.
96). Otro participante en la misma reunión, un ex bolchevique,
Goldenberg, lo calificará de anarquista en su intervención: “Lenin se ha
presentado como candidato para un trono europeo, vacante durante treinta
años: el trono de Bakunin” (V.14, p.96). Stalin dirá inmediatamente en
Pravda que “estas tesis non son más que un esquema que carece de
hechos” (V.66, p.154). Cuando el día 7 Lenin publica sus decires en
Pravda aparece un editorial del consejo de redacción, donde estaban
Kámenev y Stalin, que subraya que las “Tesis” solamente representaban
la opinión personal de Lenin. Kámenev, en un artículo en Pravda,
estimará que “en lo que respecta al esquema general de Lenin, nos parece
inaceptable, ya que parte del supuesto de que la revolución burguesa está
terminada y confía en la inmediata transformación de esa revolución en
una revolución socialista” (V.14, p.97). Pero Lenin se va a apoyar en
los obreros bolcheviques petrogradenses, cuyos representantes, dicho sea
23
de paso, habían sido desbancados de la dirección de Pravda por “viejos”
bolcheviques como Kámenev y Stalin al regresar estos de la deportación.
Así, Lenin insiste y el 14 de Abril, en la Conferencia del Partido de Todo
Petrogrado, sus tesis fueron aprobadas por mayoría. Diez días después la
Conferencia del Partido de Toda Rusia las vuelve a ratificar. El Partido
Bolchevique ya tenía clara la línea política a seguir.
Trotski, según arriba a Petrogrado, va al Instituto Smolni, sede del
Sóviet de la capital de la revolución. Cuando él llega el Comité Ejecutivo
está en sesión. Los miembros bolcheviques del organismo rector de las
masas petrogradenses se apresuran a señalar que el líder del Sóviet de
1905 debería de estar en el Ejecutivo del Sóviet actual. Los
mencheviques y social-revolucionarios, que conformaban la mayoría,
consienten en admitir a Trotski como miembro adjunto aunque sin
derecho a voto.
El 5 de mayo, recordemos que Trotski había llegado el 4, los
“ministros socialistas” que iban a participar en el Gobierno Provisional
acuden a él para pedirle que apoye la coalición. Trotski les contestó que la
guerra que se estaba librando no era una pelea de naciones contra
naciones sino una lucha de las clases oprimidas contra las clases opresoras
y que, por lo tanto, el próximo paso debía ser el de poner todo el poder en
las manos de los Soviets. Así, el dirigente del Sóviet de 1905 y el creador
del Partido coincidían plenamente. La Revolución ya tenía a sus líderes
naturales.
Dos días después, el 7, los “meiraiontsi” (una organización interradios a la que se sumó Trotski nada más llegar a Petrogrado, que se
componía de antiguos bolcheviques, mencheviques internacionalistas y
colaboradores de Trotski en las publicaciones: Ioffe, Manuilski, Riazánov,
Lunacharski...) y los bolcheviques hacen un acto conjunto para darle la
bienvenida a Trotski. El día 10 ya se reunen para considerar la integración
de los meiraiontsi en el Partido Bolchevique, integración que se dará en
julio, con Trotski a la cabeza. Lenin y Trotski no se veían desde la
Conferencia de Zimmerwald. Ahora pudieron comprobar sus afinidades
teóricas y políticas.
Trotski se iba convirtiendo en el tribuno de la revolución. Hablaba en
enésimas asambleas. Daba infinidad de mítines. En las fábricas, escuelas,
teatros, circos, calles y plazas se hacían apretadas reuniones populares. La
masa popular quería saber para actuar. Una tribuna habitual de Trotski era
el Circo Moderno. Allí hablaba por las tardes y, a veces, por las noches.
Soldados y obreros, muchas veces acompañados de sus madres y de sus
hijos, abarrotaban el local. Tanta era la multitud allí congregada que en
más de una ocasión el orador tenía que llegar a la tribuna en volandas.
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El 3 de junio se reunía en el edificio de la Academia Militar de
Petrogrado, el Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia. De los 822
delegados con derecho a voto, 285 eran eseristas (social-revolucionários),
245 mencheviques y 105 bolcheviques. Otros 268 delegados tenían voz
pero no voto. Lenin y Trotski acudieron a esta primera junta de los
Consejos Pan-rusos. La esencia del debate era si había que apoyar o no a
la coalición de gobierno con la burguesía. A favor estaban los
mencheviques y eseristas. En contra los bolcheviques. El argumento
básico de mencheviques y eseristas se encontraba en la afirmación de
Irakli Tsereteli, Ministro socialista de Correos y Telégrafos, que
sentenciaba que no había ningún partido obrero dispuesto a tomar el
poder. Lenin contestó: “ese partido existe” (V.14, p.106). Trotski recordó
que no se puede compartir el poder con la burguesía si se quiere gobernar.
El Congreso aprobó por mayoría absoluta, 443 votos, la coalición de
gobierno con la burguesía.
La reunión Pan-soviética también trató la cuestión nacional. En este
punto se volvió a poner en evidencia la formalidad política de eseristas y
mencheviques ya que se bien es cierto que votaron a favor del derecho a
la autodeterminación de las naciones encuadradas bajo la aún no
finiquitada superestructura de la Rusia zarista, también es cierto que este
derecho no se le otorgaba a las propias naciones oprimidas sino a una
futura Asamblea Constituyente rusa.
Mas las votaciones del Congreso Pan-ruso de los Soviets eran ya un
lento reflejo de lo que se estaba gestando socialmente. Las masas de
obreros, campesinos y soldados estaban tomando conciencia política a
pasos agigantados por la propia dinámica del proceso revolucionario, que
todo lo acelera. Tanto es así, que el 3 de julio, tan sólo un mes después de
la apertura de la reunión pan-soviética, se produjo una espontánea
insurrección popular en Petrogrado. Su causa estaba en que nada se
avanzaba en las condiciones de vida de los obreros, campesinos y
soldados ya que el paro aumentaba, los precios de los productos de
consumo básico se acrecentaban, la reforma agraria no se concretaba y la
guerra no sólo no se detenía sino que el Gobierno Provisional lanzaba una
ofensiva militar en Galitzia que ocasionó gran número de muertos entre
los soldados rusos. El primer ministro Lvov dimitió el día 7 y en su lugar
fue nombrado Alexander Kerenski. Pero la masa popular en Petrogrado ya
estaba calentando motores. En las fábricas y en los cuarteles los obreros y
los soldados se agitaban. Deciden ir a la insurrección. Los bolcheviques,
con Lenin a la cabeza, llaman a la calma porque Petrogrado todavía no
cuenta con apoyos suficientes en las provincias y en el mismo frente. En
vano. Los obreros y soldados se insurreccionan. Los bolcheviques se les
unen ya que el partido político que abandone a las masas populares en una
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situación insurreccional está finiquitado políticamente. Los bolcheviques
tratan de canalizar las energías de las masas. Van a procurar que la derrota
política que vendrá, porque la relación de fuerzas en el conjunto de Rusia
aún no es favorable a la conquista del poder, excepto en Petrogrado, no
sea irreparable. Mas el elemento popular petrogradense no hace esta
reflexión política y se moviliza bajo la consigna “todo el poder a los
Soviets”.
Huelgas en las fábricas, agitación en los cuarteles, manifestaciones en
las calles, mítines en todas partes. La masa popular se apodera por
abarrotamiento de la burguesa Avenida Nevski. Miles de obreros y
soldados se dirigen al Palacio de Táuride, sede del Comité Ejecutivo de
los Sóviet, con una sola exigencia: “todo el poder a los Soviets”.
Mencheviques y social-revolucionarios se asustan. Kámenev y Trotski
proponen que el Comité Ejecutivo de los Soviets dirija la movilización
popular para coronar el deseo soberano de la masa. Los debates se
acaloran. Al ver el cariz que toman los acontecimientos, eseristas y
mencheviques rehuyen el debate, se van de la sala. Se procede a votar la
resolución que pide que el Comité Ejecutivo de los Soviets tome en sus
manos todo el poder del Estado: es aprobada por 276 votos a favor. El
Palacio de Táuride se convierte en el punto de encuentro de interminables
columnas de obreros y soldados. Trotski da un mitin en el que afirma que
todavía no llegó el momento de tomar el poder porque la relación de
fuerzas sólo es favorable en Petrogrado. No dice lo que quiere oír la masa,
dice la verdad política. Así hablan los revolucionarios.
Los mencheviques y eseristas, que siguen detentando la mayoría de
delegados en el Comité Ejecutivo, mayoría que ya no representa el sentir
de las masas, esperan que lleguen tropas fieles al Gobierno Provisional
para doblegar la insurrección en Petrogrado. Antes de que lleguen se
producen enfrentamientos armados con destacamentos progubernamentales. El de más resonancia es el que se produce en la calle
Liteinaia. Dos centurias de cosacos, que traían artillería, son obligados por
la tralla de los fusiles revolucionarios a recular. En la calle sigue la
movilización popular. En el Palacio de Táuride un diálogo de sordos entre
la mayoría del Comité Ejecutivo y los representantes de la masa. Las
tropas leales al Gobierno llegan. A las cuatro de la madrugada del 5 de
julio penetran en el Palacio de Táuride. Los mencheviques y eseristas les
dan la bienvenida.
Viene la represión. Se ataca públicamente a Lenin y a Trotski
acusándolos de ser agentes al servicio del Estado Mayor Alemán. Lenin y
Trotski contestan por escrito. Lenin, el creador del Partido, pasa a la
clandestinidad. Trotski, el tribuno de la Revolución, permanece en la
palestra política. Se presenta en el Sóviet y defiende el quehacer de Lenin
26
y el suyo propio. Para que quede bien claro recuerda la evidencia: “Lenin
ha luchado por la revolución durante 30 años. Yo he luchado contra la
opresión de las masas populares durante veinte años. Nosotros no
podemos sino odiar al militarismo alemán (…). No dejéis que nadie en
esta sala diga que somos mercenarios alemanes, pues esa es la voz de la
villanía” (V.23, p.259). La actitud de Trotski era un desafío público al
gobierno. La noche del 23 de julio es detenido en compañía de
Lunacharski y trasladado a la prisión de Kresti, cárcel en la que ya había
estado recluido en 1905 por orden del gobierno zarista.
Esto no era ahora suficiente para las fuerzas reaccionarias. Estas ya
depositaban su esperanza en que un puño militar impusiera el orden
burgués. Este puño era el general Lavr Kornílov. El 28 de agosto se
iniciaba la korniloviada. Pero los elementos revolucionarios ya se
recuperaran. Como buenos tácticos dirigen las energías de la masa a
aniquilar de raíz el Golpe de Estado dirigido por Kornílov –golpe que
supuso una subida inmediata de los valores bursátiles- y no a combatir al
gobierno de Kerenski ni a los mencheviques y eseristas. Por iniciativa de
los revolucionarios se crea, un día antes de la korniloviada, un Comité de
Defensa que será el embrión del futuro Comité Militar Revolucionario,
que al poco presidirá la Revolución de Octubre. Si bien el Golpe de
Estado comenzara el 28 de agosto el 31 ya estaba paralizado, lo que nos
informa de la simbiosis entre la dirección revolucionaria y las masas
populares.
La nueva relación de fuerzas que se estableció tras el fracaso del
Golpe de Estado contrarrevolucionario tiene una fecha simbólica en el 23
de septiembre, cuando el Sóviet de Petrogrado elige a Trotski como su
Presidente. Al acceder a la tribuna una tempestuosa ovación lo recibe. En
su discurso exige la renuncia de Kerenski y que el poder del Estado pase a
los Soviets, y Trotski era para las masas el tribuno bolchevique por
excelencia.
Lenin, el motor y el espíritu rector del Partido, el “jefe de la
revolución” (V.108, p.123), en palabras de Trotski, entendía que la
correlación de fuerzas ya permitía llamar a la insurrección, a la toma, a la
conquista, del poder político. Lenin, refugiado en Finlandia, escribe una
serie de cartas al Comité Central del Partido Bolchevique apremiándolo a
que prepare la insurrección. Pero el CC bolchevique no acredita en las
tesis de Lenin. Por lo tanto, Lenin da comienzo a la batalla política para
convencer al Partido de la imperiosa necesidad de conquistar el poder
político a través de la insurrección.
El 9 de octubre Lenin llega clandestinamente a Petrogrado, y el 10
asiste a una junta del CC del Partido Bolchevique que se va a convertir en
un referente en la Historia porque en ella se decide preparar la
27
insurrección por 10 votos (Lenin, Trotski, Sverdlov, Stalin, Uritski,
Dzeryinski, Kollontai, Búbnov, Sokólnikov y Lomov) contra 2 (Kámenev
y Zinóviev). Unos días después el Sóviet de Petrogrado daba nacimiento
al Comité Militar Revolucionario, que estará presidido por Trotski y que
realizará los preparativos de la Insurrección de Octubre, de la conquista
del poder político por las masas populares.
El CC del Partido Bolchevique decide efectuar la insurrección
armada antes de la reunión del IIº Congreso de los Soviets de Toda Rusia,
que estaba previsto que diese comienzo el 25 de octubre. El Comité
Militar Revolucionario emite una serie de órdenes cuya aceptación por los
soldados muestra a las claras la decisiva influencia política de los
bolcheviques también entre los obreros y campesinos de uniforme.
El 23 el Comité Militar Revolucionario ya tiene un plano detallado de
actuación militar que hace ejecutar la noche del 24-25 de octubre (6 –7
de noviembre en el calendario occidental) en la que los puntos claves de la
ciudad de Petrogrado fueron ocupados: Palacio de Táuride, oficinas de
Correos, estaciones de ferrocarril, centrales telefónicas, Banco
Nacional...El 25 se asaltaba el Palacio de Invierno que es tomado en su
totalidad a las dos de la madrugada del día 26. Todo esto se hace sin
derramamiento de sangre lo que indica que la inmensa mayoría de la masa
popular está a favor de la insurrección.
El Segundo Congreso de los Soviets de Toda Rusia comienza. La
mayoría de los delegados son bolcheviques. El Instituto Smolni está
abarrotado. Mártov, en nombre de los mencheviques, protesta por la
insurrección. Trotski le contesta: “El levantamiento de las masas
populares no necesita ninguna justificación. Lo que ha ocurrido es una
insurrección, no una conspiración (…). Hemos templado abiertamente la
voluntad de las masas para un levantamiento, no para una conspiración.
Nuestro levantamiento ha triunfado. Ahora se nos dice: renunciad a
vuestra victoria, ceded, transigid (…). Estáis en quiebra. Habéis agotado
vuestro papel. Id adonde debéis estar: ¡al basurero de la historia!” (V.23,
p.291). El Congreso aprueba el paso de todo el poder a los Soviets y
nombra el nuevo gobierno, el “Consejo de Comisarios del Pueblo”,
presidido por Lenin.
El primer gobierno soviético fue compuesto exclusivamente por
bolcheviques porque ni mencheviques ni eseristas quisieron asumir el
reto de formar parte del Primer Gobierno Socialista de la Historia
Universal. Trotski, fue nombrado “Comisario del Pueblo para Asuntos
Exteriores”.
Excepto la Comuna de Paris (1871), no había precedente en la
Historia de un gobierno obrero. No obstante, esto no fue ninguna
28
dificultad para que el gobierno del pueblo trabajador se pusiese a
gobernar. Con celeridad el gobierno revolucionario propone una serie de
decretos. El “Decreto sobre la Tierra”, que Lenin lee en el II Congreso de
los Soviets, dice que queda abolida la propiedad de los terratenientes y
de la Iglesia sobre sus tierras y que estas pasan a disposición de los
Soviets de Diputados Campesinos. Así mismo, un decreto nacionaliza la
banca declarando el sistema bancario como monopolio del Estado. Otro
viene a abolir todos los rangos y grados en el ejército, desde cabo hasta
general. Un decreto más certifica la abolición de los estamentos, rangos y
títulos civiles proclamando como exclusiva denominación para los
habitantes de la Rusia Soviética el título de “ciudadano de la República de
Rusia” (V. 85, p.387).
El Decreto sobre la Paz, aprobado el 26 de octubre por el IIº
Congreso de los Soviets, “propone a todos los pueblos beligerantes y a
sus gobiernos entablar negociaciones inmediatas para una paz justa y
democrática (…) El Gobierno considera la paz inmediata, sin anexiones
(es decir, sin conquistas de territorios ajenos, sin incorporación de pueblos
extranjeros por la fuerza) ni contribuciones, como una paz justa y
democrática” (V.85, p.145). Este decreto, a pesar de estar formulado en
un lenguaje político meramente democrático, obtuvo la callada por
respuesta por parte de los gobiernos occidentales. Trotski todavía insistirá
en una nota dirigida, a finales de noviembre, a los embajadores aliados.
Estos no contestan.
5. Brest-Litovsk
El gobierno bolchevique insiste en el camino para concluir las
hostilidades y le envía al ejército alemán una petición de armisticio. El
Alto Mando Alemán acepta negociarlo y las conversaciones comienzan el
19 de noviembre de 1917, según el calendario ruso. Se firma el armisticio
el 2 de diciembre. Las negociaciones para establecer un Tratado de Paz
dan comienzo en Brest-Litovsk (Bielorrusia) el 9 de diciembre. La
delegación soviética está encabezada por Ioffe hasta la llegada de Trotski.
La delegación alemana estaba presidida por el general Hoffman quien
presentó un ultimátum: quedaría bajo el poder alemán todo el territorio
polaco, lituano, ruso-blanco, parte de Letonia y discutirían con la Rada
Ucraniana, y no con el gobierno soviético, el destino de Ucrania. Trotski
volvió a Petrogrado. La aceptación o el rechazo de estas condiciones
únicamente se podía decidir en el seno del Partido Bolchevique y de los
Soviets.
Empieza un duro debate en el Partido Bolchevique. Tres van a ser
las posturas sobre las que girará la discusión que comienza en el Comité
Central el 8 de enero de 1918 (a esta primera reunión asistirán los
29
delegados bolcheviques al IIIº Congreso de los Soviets) y que se
prolongará hasta la ratificación del tratado en el mes de marzo. Lenin
propone que se acepten las condiciones del Estado Mayor Alemán.
Trotski propone ni guerra ni paz. Bujarin propone la guerra
revolucionaria. Esta última es la que recibe más votos, 32, contra los 16
de la propuesta de Trotski y los 15 que recibe la de Lenin. Mas como a la
reunión acudieran bolcheviques que no eran miembros del Comité Central
esta votación no era vinculante. El Comité Central se tendría que reunir de
nuevo. Mientras tanto el clima en el seno del IIIº Congreso de los Soviets
era a favor de la guerra revolucionaria, aunque se deja al gobierno
soviético la última decisión. Nueva convocatoria del Comité Central el 11
de enero. En esta junta la propuesta de Trotski, ni guerra ni paz, consigue
la mayoría de votos. También se vota una propuesta de Lenin para
autorizar a Trotski a que demore todo lo posible las negociaciones con la
delegación alemana.
¿Por qué el CC del PB se decidió por la propuesta de Trotski “ni
guerra ni paz”? Aunque los bolcheviques estaban obligados a firmar una
paz humillante con el militarismo alemán en función de la relación de
fuerzas, que les era completamente desfavorable, los restos del ejército
zarista se negaban de plano a continuar la guerra (no en vano la “paz” fue
una de las consignas que posibilitó la conquista del poder en Octubre) y el
ejército revolucionario simplemente no existía, firmarla sin más podía ser
una hecatombe política para la revolución porque los “aliados”, Inglaterra
y Francia, estaban divulgando por el mundo entero, a través de su prensa,
que los bolcheviques eran agentes del imperialismo alemán y que las
conversaciones de Brest-Litovsk eran sencillamente una cortina de humo,
una tapadera, para ocultar el proceder bolchevique que al firmar la paz
con la Alemania gullermina le posibilitaba al Segundo Reich trasladar sus
tropas del frente ruso al frente occidental para asestarle el definitivo
mazazo bélico a Francia. Que esta mentira pudiese penetrar en amplios
sectores de la clase trabajadora occidental no se lo podían permitir los
bolcheviques porque hubiese desprestigiado su internacionalismo
revolucionario y hubiese afectado negativamente a la moral de la clase
trabajadora alemana que estaba en plena ebullición revolucionaria, tanto
que se estimaba que la revolución alemana estaba al caer. Así, los
bolcheviques querían dejar claro que si firmaban una paz con la Alemania
guillermina era porque no les quedaba más remedio, que era una
imposición del militarismo germano. Lenin, que veía perfectamente la
lógica de la propuesta, decía “es tentador, pero arriesgado, demasiado
arriesgado” (V.92, p.178).
El 17 de enero se reanuda la Conferencia de Brest-Litovsk. No se llega
a ningún acuerdo. La delegación austroalemana no acepta la propuesta ni
30
guerra ni paz, aunque la debatieron y mucho, tanto que fue la intervención
del kaiser a favor de su Estado Mayor lo que inclinó la balanza a favor de
la no aceptación. Trotski regresa a Petrogrado. El 18 de febrero el ejército
alemán reanuda las operaciones militares en territorio ruso y avanza sin
encontrar la más mínima resistencia. El Comité Central del Partido
Bolchevique se reúne. ¿Qué hacer? Lenin aboga por firmar la paz
inmediatamente. Advierte que no hacer nada equivale a entregar la
revolución al imperialismo alemán. Ya nadie está a favor de la guerra
revolucionaria porque no hay ejército revolucionario. No obstante,
entregar al imperialismo alemán tanto territorio es difícil de digerir. Las
discusiones se suceden en el Comité Central. Mientras tanto, el ejército
alemán penetra en Ucrania. El día 18 de febrero el Comité Central vota,
por 7 votos contra 5, la declaración de que está dispuesto a firmar las
condiciones que propuso en su día el Alto Estado Mayor Alemán. Pero el
mando alemán contesta que las condiciones han variado ya que ahora
también exigen que los soviéticos se retiren de Ucrania, Estonia y de toda
Letonia. Se reanuda, una vez más, el 23 de febrero, la discusión en el seno
del Comité Central bolchevique. Lenin amenaza con dimitir del gobierno
si se continúa con la “política de pura fraseología revolucionaria” (V.16,
p.54). Se vota la propuesta de Lenin de aceptar las humillantes
condiciones de paz del Estado Mayor Alemán: 7 votos a favor ( Lenin,
Zinóviev, Sverdlov, Stalin, Sokólnikov, Smilga y Stasova), 4 en contra
(Bujarin, Lomov, Bubnov y Uritski ) y 4 abstenciones ( Trotski, Ioffe,
Krestinski y Dzeryinski ). A las cuatro y media de la mañana del 25 de
febrero, y después de un discurso de Lenin, el Comité Ejecutivo de los
Soviets de Toda Rusia aprobaba por 116 votos contra 84 firmar el
ultimátum del ejército alemán. Nadie quería estampar su firma en un
tratado tan ultrajante. Por fin, una delegación soviética encabezada por
Sokólnikov y Chicherin parten para reunirse con la delegación alemana.
Se firma el Tratado de Brest-Litovsk el 3 de Marzo de 1918. La dirección
del Partido Bolchevique había estado al borde de la escisión. La Rusia
Soviética se veía privada del 27 por 100 de su superficie cultivada, del
26% de sus vías férreas y del 75% de su producción de hierro y acero. La
República Soviética era lo más parecido a un niño pequeño y enfermizo.
6. Guerra civil
La revolución se debía rearmar en lo político y armarse en lo militar.
El Partido Bolchevique celebró en marzo de 1918 un Congreso en el
Palacio de Tauride en el que si bien salió a la luz lo cerca que se estuviera
de la escisión merced a las diferencias tácticas que se dieran entre los
dirigentes, también quedaba plasmada la naturalidad dialéctica de las
31
fracciones en el proceso revolucionario. Al elegir al Comité Central,
Lenin y Trotski son los más votados.
Pero si la fortaleza del Partido Bolchevique estaba en su lozana vida
interior el futuro inmediato de la Revolución dependía de su capacidad
de defenderse militarmente. El 4 de marzo de 1918, es decir, al día
siguiente de la firma del Tratado de Brest-Litovsk, Trotski es nombrado
“Presidente del Consejo Supremo de Guerra” y, a principios de Abril,
“Comisario del Pueblo para la Guerra”. Así, recaía sobre Trotski la
responsabilidad de crear el ejército de la revolución. Ejército que hará
falta con urgencia porque el 25 de mayo comenzará formalmente la
Guerra Civil en la Rusia Soviética –que se prolongará hasta noviembre de
1920- con el alzamiento de los 50 mil soldados de la Legión
Checoslovaca.
Trotski, venciendo infinitas resistencias en el seno del propio Partido
Bolchevique, consigue construir el Ejército Rojo en un plazo de tiempo
irrisorio; tanto es así, que la Legión Checoslovaca levantada en armas en
mayo ya será derrotada en septiembre por el Ejército de la Revolución. Si
la Guardia Roja, lo que podemos entender como el precursor del Ejército
Rojo, había nacido en Petrogrado en el verano de 1917, el comienzo de la
organización del Ejército de la Revolución en sentido estricto se
pospondrá hasta las negociaciones de Brest-Litovsk, que ponen al
descubierto la debilidad militar de la Revolución. En pleno proceso
negociador se publicó en Pravda (22 de febrero de 1918) una proclama
del Consejo de Comisarios del Pueblo intitulada “La patria socialista está
en peligro”, que dará formalmente el pistoletazo de salida para la creación
del Ejército Rojo, que se conmemorará a partir de entonces el 23 de
febrero, es decir, el día después de la proclama.
El método de Trotski, grosso modo, fue formar una columna
vertebral de proletarios comunistas, sumándole levas obligatorias e
integrando en la estructura militar a ex oficiales zaristas como
especialistas militares poniéndole al lado a comisarios políticos para
controlarlos. Todo esto, fusionado con una perspectiva revolucionaria
superadora de infinitas dificultades y con una disciplina de hierro
adecuada a una coyuntura donde se decidía la supervivencia o la muerte
del proceso revolucionario, puso en pie, para asombro de propios y
ajenos, un Ejército Revolucionario que semejaba creado de la nada y que
llegará a contar con cinco millones de soldados.
Los éxitos militares de la Legión Checoslovaca en el Volga que
llevaron a la conquista de Kazán, trajeron en junio el desembarco inglés
en Murmansk (en la Península de Kola) y en Arkángel (en el Mar Blanco)
y, en agosto, la coalición imperialista desembarca a 100 mil hombres en la
punta oriental de Vladivostok, que van a sumarse a los de una previa
32
expedición japonesa. Trotski había partido de Moscú, en lo que luego
seria su legendario tren, el 7 de agosto. Puso dirección al frente de Kazán.
Se instala en Sviask. La movilización ideológica, motivadora para la clase
trabajadora, y la severidad disciplinaria, para los cobardes y desleales,
junto con la capacidad organizativa y la incorporación de obreros
comunistas venidos de Petrogrado, posibilitó el rearme totalizador del
Ejército Rojo. Con la moral y con los medios restablecidos la reconquista
de Kazán ya se veía como un hecho más que posible, seguro. Pero es en
este renovado clima político-militar cuando Trotski recibe un más que
preocupante telegrama: “Ven inmediatamente. Ilich herido. Ignoráse
grado de gravedad. 31.8.1918. Sverdlov” (V.101, p.426). Sale ipso facto
para Moscú y al comprobar que Lenin está fuera de peligro retorna
inmediatamente al frente. El día 10 de septiembre entraban las tropas del
Ejército Rojo en Kazán. El 12 otra sección del Ejército de la Revolución,
al mando de Tujatchevski , tomaba Simbirsk. Eran las primeras
trascendentales victorias del Ejército de los Soviets. Los soldados de la
Revolución ya sabían que también era posible derrotar a los militares en el
campo de batalla.
El atentado contra Lenin el 30 de agosto de 1918, había estado
precedido del asesinato de dos cuadros bolcheviques, Volodarski y
Uritski, aquel mismo verano. Este proceder era producto del quehacer de
los eseristas (social-revolucionarios) que retomaban el terrorismo como
método de actuación política. En la Revolución de Febrero se opusieran a
entregarle el poder a los Soviets, cuando ellos y los mencheviques
conformaban la mayoría, prefiriendo pactar con la burguesía y así
posibilitar el doble poder (Gobierno Provisional sostenido por el Sóviet
de Petrogrado). Su fracción de izquierdas había terminado por entrar en el
gobierno soviético pero ahora por un desacuerdo coyuntural, estar en
contra del Tratado de Brest-Litovsk, atentaban contra el partido que había
llevado a la clase trabajadora y al campesinado pobre a la conquista del
poder y que quería consolidar la revolución. Se situaban, por lo tanto, en
el campo contrarrevolucionario. El atentado contra Lenin lo llevó a cabo
la militante eserista de izquierdas Fanny Kaplan, cogida y fusilada. Estos
atentados, que recibían el apoyo de los aliados, le hicieron sentir a los
bolcheviques la necesidad política de reforzar la institucionalización del
Terror Rojo. Así, el 2 de septiembre el Comité Ejecutivo de los Soviets
advierte: “Todos los contrarrevolucionarios y los que les instigan serán
considerados responsables de todos los atentados contra los operarios del
Gobierno Soviético y los que sostienen los ideales de la revolución
socialista. Al terror blanco de los enemigos del Gobierno de los Obreros y
los Campesinos, los obreros y los campesinos replicarán con un terror rojo
masivo contra la burguesía y sus agentes” (V.14 ,p.185). En la concreción
del Terror Rojo en el interior el papel vital lo ejercía la Cheka, que había
33
sido creada en diciembre de 1917, y a cuyo frente estaba Félix Dzeryinski.
Este había dicho, “la Cheka no es un tribunal; es la defensa de la
Revolución como lo es el Ejército Rojo” (V.14, p.184).
La reconquista de Kazán y Simbirsk le restó peligro militar a la
Revolución pero no lo eliminó. En el sur avanzaba el Ejército Blanco del
general Deninkin. Por el este también avanzaba otro Ejército de la
Contrarrevolución, el del almirante Kolchak. Por si esto no fuese
suficiente, tropas de la democrática Francia desembarcan en Odesa y
ocupan el sur de Ucrania y Crimea, mientras tropas de la democrática
Inglaterra ocupan Bakú y controlan el Cáucaso. A esto aún había que
añadir que el general “blanco” Yudenich, desde el norte, se plantaba a las
puertas de Petrogrado. Parece que la Rusia de los Soviets va a ser
estrangulada. Pero el proceder internacionalista de los trabajadores
occidentales va a influir en el ánimo del Primer Ministro inglés, Lloyd
George, que comienza a preocuparse por los motines que se dan entre los
soldados “aliados” en Odesa y Arkángel, y por el clima movilizador
entre el proletariado de su propio país merced a la simpatía que despierta
la Revolución de Octubre entre la clase trabajadora europea. Así, los
aliados imperialistas terminan por colegir que es más previsor para la
salud interna de sus propios sistemas democráticos ayudar con armas y
bagajes a los “blancos” que intervenir directamente.
El día 19 de octubre de 1919, Yudenich planta su vanguardia a 15
km. de Petrogrado. La conquista de la capital espiritual de la Revolución
sería un terrible varapalo para el militarmente acorralado Estado
Soviético. Ya días antes, conforme el avance de Yudenich se tornaba
imparable, el mismo Lenin considerara que Petrogrado estaba perdido
militarmente por lo que propone abandonarlo tácticamente. Trotski se
opone vehementemente. Argumenta que hay y que se puede defender
Petrogrado. Su ardorosa insistencia hace que Lenin y otros camaradas del
Politburó, entre ellos Stalin, terminen por aceptar su punto de vista
político y militar.
Trotski llega a Petrogrado en su tren. Viene en compañía de
camaradas ya bien bregados en las lides militares revolucionarias. Hace
un llamamiento a los comunistas de base petrogradenses y comunica a
toda la población que si hace falta se peleará en las calles pero que
Petrogrado no caerá en manos de los “blancos”. Los barrios obreros se
levantan. Los cuadros bolcheviques y los asesores militares se ponen
bajo su mando. La motivación y la disciplina instaura una vez más el
deseo de pelear. El día 21 el Ejército Rojo resiste la embestida de los
“blancos”. El 22 el Ejército de la Revolución contraataca. Avanza. La
“locura heroica” de los rojos (V.101, p.450), como se dirá desde el Estado
Mayor de Yudenich, los lleva a la victoria. Los “blancos” retroceden y
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retroceden hasta llegar a la frontera de Estonia. El gobierno de este país
procede a desarmar a las tropas derrotadas. Petrogrado seguía encarnando
a la Revolución. Como colofón, en el sur también se retirarán las tropas
de Deninkin así como del este siberiano lo harán las de Kolchak.
La guerra civil estaba ganada. La ofensiva de Wrangel en la cuenca
del Donetz hay que verla en el contexto de la invasión de Ucrania por las
tropas polacas de Pisudski. El enfrentamiento en Ucrania por un periodo
de ocho meses entre o Ejército Rojo y el Ejército Negro liderado por el
anarquista Néstor Majnó, que concluye con la derrota de los anarquistas,
fue un episodio interior del propio proceso revolucionario.
En Abril las tropas polacas del general Pilsúdski invaden Ucrania y
el 7 de mayo ocupan la capital, Kiev. La reacción del Ejército Rojo no se
hace esperar y en una rápida contraofensiva expulsan a las tropas de los
reaccionarios polacos de Ucrania y Bielorrusia, además de derrotar a
Wrangel, con lo que formalmente concluye la guerra civil. Este ambiente
de victoria coincidía con las sesiones que el IIº Congreso de la
Internacional Comunista estaba celebrando en Moscú. Es en esta
coyuntura cuando Lenin decide transformar la guerra defensiva contra las
tropas de Pilsudski en una ofensiva que lleve a la toma de Varsovia para
que se desencadene la revolución en Polonia. Trotski se opone
frontalmente a este proceder porque estima que el clima político entre la
clase obrera polaca no es el adecuado para que esta se lance a la conquista
del poder y porque también considera que el Ejército Rojo no cuenta
con las reservas militares precisas para alcanzar la victoria. Por lo tanto, lo
que procede es concluir un acuerdo de paz. Queda en minoría. El Ejército
Rojo invade Polonia y es derrotado a las puertas de Varsovia. Es una
derrota política para la Internacional Comunista y una victoria política
para el reaccionario Pilsudski, que pasa de agresor al país de los Soviets a
defensor de la nación polaca.
7. La III Internacional
Lenin en sus “Tesis de Abril” había formulado la necesidad de crear la
IIIª Internacional al producirse la bancarrota política de la Segunda por
haber apoyado el militarismo alemán. Que hiciera hincapié en organizar la
Internacional Comunista justo cuando se estaba dando un proceso
revolucionario en la propia Rusia no era casual. Para Lenin era abecé
marxista que la Revolución Socialista o se daba a nivel mundial o no
habría una auténtica revolución. Trotski mantenía la misma postura
35
internacionalista, postura explicitada en su “teoría de la revolución
permanente”, lo que, andando el tiempo, lo llevaría a un radical
enfrentamiento político con Stalin que al parir la “teoría del socialismo en
un solo país” atacaba frontalmente las tesis internacionalistas mantenidas
por Lenin y por la inmensa mayoría de los cuadros bolcheviques.
La Internacional Comunista (Komintern, en abreviatura rusa) fue
fundada en 1919, es decir, en plena guerra civil en Rusia. Celebró su
Primer Congreso en Moscú del 2 al 6 de marzo. Fue en IIº Congreso
(Petrogrado-Moscú, 19 de julio al 7 de agosto de 1920) cuando gracias a
la parcial consolidación de la Rusia Soviética, por tener los bolcheviques
prácticamente ganada la guerra civil, se entró en la tarea de organizarla
como el instrumento político de la clase trabajadora para la consecución
de la Revolución Socialista Mundial. Que la Komintern era entendida de
esta manera se prueba no solo por las nítidas declaraciones de los líderes
bolcheviques sino también por el trabajo militante invertido en ella en el
periodo leninista (1919-1924). No sólo Lenin y Trotski eran sus ponentes
y tribunos principales sino que su presidencia también se le encargó a un
dirigente bolchevique, Zinóviev.
El IIº Congreso de la Tercera Internacional fue el de la concreción
organizativa e ideológica. Se estructura como un Partido Comunista
Internacional y se elaboran las 21 condiciones a aceptar para toda
organización que quiera adherirse. También es una coyuntura donde se
estima que la Revolución se podría extender pasando de la Rusia
Soviética a otros países de Europa, sobre todo a Alemania. Una
oportunidad para esta extensión vendría derrotando al ejército polaco de
Pisudski. Cuando las tropas del Ejército Rojo avanzaban sobre Varsovia la
IIIª Internacional estaba sesionando en Moscú. De su sala congresual
pendía un enorme mapa que ilustraba la marcha de las operaciones
militares. El avance sobre Varsovia se seguía apasionadamente ya que se
consideraba que podía ser el desencadenante de la revolución polaca. La
derrota del Ejército Rojo fue una derrota que resultaría negativamente
trascendente en el quehacer internacionalista pero que no minó la idea
bolchevique de la necesidad de la revolución a escala planetaria ya que la
Revolución Socialista Mundial se entendía como un objetivo estratégico
y no como algo meramente coyuntural.
Ante la imposibilidad de extender de inmediato la revolución a través
de Polonia (agosto,1920), delante del fracaso de la Acción de Marzo en
Alemania (1921) y la necesidad de implantar la NEP en la Rusia Soviética
(marzo,1921), el Tercer Congreso de la IC (Moscú, 22 de junio al 12 de
julio de 1921) va a cambiar de táctica y hacer una llamada “A las masas”
(V.87, p.84), proceder que se concretará en la reunión del Comité Ejecutivo
del 18 de diciembre de 1921 de la que saldrá la consigna “Frente Único
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Proletario” (V.130, p.113). Este viraje táctico a la derecha, defendido como
necesario por Lenin y Trotski, tenía su razón de ser en la comprensión de
que la extensión inmediata de la revolución no era posible por lo que había
que llamar a la unidad de las diversas fracciones del movimiento obrero
para resistir, para conservar lo obtenido. En este clima se dará la
Conferencia de Berlín (25, abril, 1922). Esta junta de representantes de la
Komintern, de la IIª Internacional y de la Internacional Dos y Media va
llevar a la constitución del Comité de los Nueve. A pesar de las buenas
intenciones iniciales la operación terminó en un rotundo fracaso. La
Internacional Comunista se salió del Comité de los Nueve y en mayo se
creaba la Internacional Socialista. La división del movimiento obrero era
un hecho.
8. El comunismo de guerra
Llegados aquí, nos tenemos que preguntar como un Estado con una
base económica subdesarrollada y destruido por la guerra fue capaz de
obtener los recursos materiales que posibilitaron el triunfo militar sobre el
Ejército Blanco y sus aliados imperialistas. La respuesta es: a través del
“comunismo de guerra”. ¿Qué fue el “comunismo de guerra”? Grosso
modo, un sistema de requisas impuesto al campesinado, la inmensa
mayoría de la población, para avituallar al Ejército Rojo y a las ciudades
con el objeto de defender por encima de todo a la revolución.
Este sistema de requisas para avituallarse de los productos
alimentarios básicos para darle de comer a los soldados de la revolución y a
los obreros que laboraban para equipar al Ejército Rojo, se dio en un
tiempo histórico de escaseces materiales y de sufrimientos humanos
difícilmente narrables. Tronzó el orden capitalista al eliminar las relaciones
de mercado pero no como producto de un diseño político apriorístico sino
por la imperiosa necesidad de enfrentar y vencer en la impuesta guerra
civil.
Finiquitada la guerra el sistema de requisas se tornó socialmente
inviable porque el campesinado, la mayoría social, ya no veía sentido a la
apropiación de sus excedentes porque sus enemigos, los que restaurarían
las propiedades a los terratenientes, ya estaban vencidos. Reflexionando
ante esta nueva coyuntura, Trotski estima “que había que ir pensando en
abandonar el comunismo de guerra” (V.101, p.484), por lo que presenta al
Comité Central, en febrero de 1920, un proyecto que dice: “La política
que se viene siguiendo en materia de requisiciones niveladoras con arreglo
a la norma de lo necesario para subsistir (…) lleva a la ruina a la agricultura
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y a la descomposición del proletariado industrial, amenazando con arruinar
totalmente la vida económica del país” (V.101, p.484). Ante tal diagnóstico
propone “los siguientes métodos: 1º Sustituir el régimen de requisición del
sobrante por un impuesto porcentual fijo (una especie de impuesto
progresivo sobre los frutos naturales) (…). 2º Implantación de un criterio
proporcional entre el suministro de productos industriales a los campesinos
y la cantidad de frutos entregada por ellos” (V.101, p.485). Esta propuesta
no encontró acogida ni en Lenin ni en la mayoría del CC, que por once
votos contra cuatro la rechazó. No sería hasta el X Congreso del Partido
cuando se tomase una decisión en la línea propuesta por Trotski.
Este rechazo llevó a Trotski a proponer la “militarización de la clase
obrera” (V.15, p.225) en el IX Congreso del Partido (29, marzo/5, abril,
1920). El congreso bolchevique aprobó la utilización de unidades del
Ejército Rojo en el campo económico y también a “llevar cuenta de todos
los obreros especializados para dirigirlos hacia el trabajo productivo con la
misma precisión y rigor con que se hacía, y se hace, con la oficialidad, para
las necesidades del ejército” (V.15, p.226). Este debate continuó en el III
Congreso Pan-soviético de los Sindicatos (abril, 1920). En él fue Trotski el
encargado de presentar la defensa bolchevique de la militarización del
trabajo. Afirmó que reconocía “el derecho del estado de los obreros a
enviar a todos los hombres y mujeres trabajadores al lugar donde sean
necesarios para el cumplimiento de las tareas económicas. Por tanto,
reconocemos el derecho del estado, del estado de los obreros, a castigar al
hombre o mujer trabajador que se niegue a cumplir sus órdenes, que no
subordine su voluntad a la de la clase trabajadora y a sus tareas
económicas” (V.14, p.228). Esta política, presentada con un lenguaje
descarnado por Trotski, fue aceptada por el congreso obrero. Pero los
obreros, como los campesinos habían hecho con el comunismo de guerra,
entendían esta política como coyuntural y, por lo tanto, transitoria. No
obstante, Trotski insistirá en esta política tanto en el seno de los sindicatos
como en el seno del partido, donde se dará un enconado debate. La cuestión
se dilucidará definitivamente en el décimo congreso bolchevique, en él las
tesis de Trotski, que las presentará en alianza con Bujarin, son
rotundamente rechazadas ya que sólo recibieron 50 votos. El cónclave
comunista decidirá, por el contrario, el paso a la NEP, que no estaba nada
alejado de aquella propuesta que Trotski le hiciera al Comité Central en
febrero de 1920.
9. Del X Congreso a Kronstadt
Lo cierto era que la Rusia Soviética estaba al borde del colapso por lo
que los bolcheviques tocaron a congreso para dilucidar la táctica a seguir.
El Xº Congreso del Partido Bolchevique (8-16, marzo, 1921) tuvo una
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importancia capital ya que en el se decidió la introducción de la Nueva
Política Económica (NEP, en las siglas rusas), se prohibió el
fraccionalismo en el seno del Partido y se hizo frente a la insurrección de
Kronstadt.
La Rusia de los Soviets estaba en la más completa ruina económica.
Esta ruina no sólo afectaba a la estructura económica sino a la relación de
la mayoría social, el campesinado, con el Estado Soviético y, además,
estaba disolviendo a la clase trabajadora, sostén último del proceso
revolucionario. El caos económico, social y político era total. La inflación
estaba sencillamente sin control. El hambre y las enfermedades mataban a
millones de personas. La industria estaba bajo mínimos, alrededor de un 20
por 100 de lo que se producía antes de comenzar la Primera Guerra
Mundial. Sólo la industria del petróleo alcanzaba el 41 por 100, mientras la
del carbón andaba por el 27%. El 63 por 100 de las vías férreas estaban
inutilizadas y el 60 por 100 de sus locomotoras fuera de servicio. La
producción agrícola estaba, como mucho, al 43% de la media de
anteguerra. Los intercambios entre la ciudad y el campo estaban reducidos
al mínimo, prácticamente solo contaban el trueque y la requisa. Las
ciudades perdían población a pasos agigantados: sólo un dato, Petrogrado
pasó de 2,4 millones de habitantes en 1917 a 574 mil en 1920. La clase
trabajadora se vio reducida a menos de la mitad por culpa del cierre de las
fábricas, del hambre y de liderar las fuerzas de choque de la revolución. Por
todo el país pululaban cuadrillas de bandidos como productos de la
miserable situación. El caos no podía ser mayor.
El Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia
comenzó. Lo abrió Lenin. En primer lugar va a llamar la atención sobre el
hecho de que la Internacional Comunista ya es una organización operativa.
Pasa a referirse a la realidad interior advirtiendo que en la “transición de la
guerra a la paz” esperan “tareas de inverosímil dificultad” tanto en el
“plano económico” como en las “relaciones entre las clases” (V.60, p.185).
El mismo Lenin presentó ante la asamblea comunista, el día 15, la
propuesta de la sustitución del sistema de requisas por el impuesto en
especie. Este giro táctico tenía por objeto no alejar al campesinado de la
revolución, en una realidad donde los pequeños productores agrícolas eran
la inmensa mayoría de la población. Esta circunstancia imponía, según el
criterio de Lenin, la necesidad de ir a la conquista del sistema socialista “a
través de toda una serie de medidas transitorias especiales.” (V.60, p.234).
Además, había que ser sumamente conscientes del hecho de que “el
pequeño agricultor no quiere lo que quiere el obrero” (V.60, p.235). Y
sentencia, “sólo el acuerdo con el campesinado puede salvar la revolución
socialista en Rusia, en tanto que no estalle la revolución en otros países”
(V.60, p.235). Mas el acuerdo en los hechos con el campesinado no va a
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caer del cielo, sólo puede traerlo “la base material, la maquinaria, el empleo
en gran escala de tractores y otras máquinas en la agricultura, la
electrificación en escala masiva” (V.60, p.237). Por lo tanto, para
salvaguardar las relaciones con el pequeño productor agrícola, que era lo
mismo que decir para salvaguardar el proceso revolucionario mientras no
se extienda la revolución por el occidente europeo, se deben atender las
necesidades del campesinado que, en opinión de Lenin, son básicamente
dos: la libertad de intercambio entre el campo y la ciudad, y la necesidad de
que o proletariado produzca bienes de consumo y bienes de producción
para que se pueda dar este comercio. Advierte Lenin que la libertad de
comercio significa un retroceso cara el capitalismo, mas si el proletariado
“hace las cosas con medida” (V.60, p.239), si produce y controla el proceso
de circulación de mercancías añadirá al poder político el poder económico.
Claro que para que el proletariado se ponga a producir mercancías tiene
que tener comida para alimentarse y las fábricas funcionando. Para esto hay
que comerciar con el occidente capitalista pagando en oro y, a ser posible
pedir empréstitos que, a buen seguro, tendrán intereses usureros o serán
pagaderos en materias primas o concesiones. Pero con conciencia política
esto permitirá poner en marcha la industria lo que posibilitará el
intercambio de productos entre el campesinado y el proletariado. Sin perder
el control político, este paso atrás le permitirá un posterior impulso al
proletariado. Lenin le pide al congreso comunista que trace la línea general
de actuación: la sustitución del sistema de requisas por el impuesto en
especie. De esta manera, al campesinado se le dirá que ya no se le requisará
su excedente sino que tendrá que abonar un impuesto en especie sobre él al
Estado y podrá cambiar el resto de su excedente por mercancías
industriales. El congreso de los bolcheviques dio el plácet. Nacía la NEP.
La otra obsesión de Lenin era fortalecer el Partido poniéndole coto a
las fracciones. Dada la catastrófica situación económica, y a las enésimas
complicaciones sociales y políticas que de ella se derivaban, consideraba
imprescindible cohesionar al Partido. Esto no significaba una llamada a
finiquitar los debates, la discusión franca, los diversos análisis. No. El
ataque a las fracciones no era una petición para cercenar la pluralidad en el
interior del Partido sino un toque a rebato para eliminar las fracciones minipartidos enquistadas en el Partido. Así, no era una llamada a eliminar las
fracciones dialécticas nacidas en el calor de los debates, era un ataque, en
palabras del propio Lenin, contra “la formación de grupos con una
plataforma especial y con la tendencia a aislarse hasta cierto punto y crear
su propia disciplina de grupo” (V.57, p.598). Este carácter ya lo tenían, por
ejemplo, los grupos denominados “Oposición Obrera” y “Centralismo
Democrático”. Él quiere, “en la lucha práctica contra el fraccionalismo”,
dos cosas, que “la crítica absolutamente necesaria de los defectos del
Partido hay que organizarla de modo que toda proposición práctica sea
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expuesta con la mayor claridad posible y sometida en el acto, sin dilación
oficinesca, a la consideración y decisión de los organismos locales y del
organismo central del Partido (…) [y que] todo análisis de la línea general
del Partido o la apreciación de su experiencia práctica, el control del
cumplimiento de las decisiones del mismo, el estudio de los métodos para
corregir los errores, etc., no deben ser sometidos, en ningún caso, a las
discusión previa de los grupos que se forman a base de cualquier
'plataforma', etc., sino que deben ser sometidos exclusivamente a la
discusión directa de todos los miembros del Partido” (V.57, pp.599-600).
Por lo tanto, Lenin quería que el Partido fuera un todo y no una suma
aritmética de las diversas partes. El congreso comunista declaró disueltas
las fracciones, los mini-partidos dentro del Partido. La vulneración de este
acuerdo acarrearía, después de pasar por los controles orgánicos
establecidos, la expulsión del Partido.
A posteriori el stalinismo utilizará este acuerdo para eliminar por la
vía administrativa a sus opositores políticos. Así, lo que para Lenin non era
más que una medida excepcionalísima (“esperamos que su aplicación no
llegue a hacerse necesaria, se trata de una medida extrema”, V. 60, p.270)
en una coyuntura brutal y que para tomarla había que conseguir muchos
acuerdos en los órganos del Partido, para Stalin será a posteriori la perfecta
justificación formal para librarse de los militantes revolucionarios.
Aún no empezara el Xº Congreso del PB cuando estalló la
insurrección de Kronstadt. Los insurrectos, como dijo Lenin, “no quieren a
los guardias blancos ni quieren nuestro poder” (V.60, p.249). Palabras bien
significativas, que ilustran por si solas que el levantamiento no fue un acto
contrarrevolucionario consciente sino una acción nacida en el descontento
social. Lenin, delante de la asamblea comunista se preguntó: “¿Cuál es su
significado? El paso del poder político de manos de los bolcheviques a un
indefinido conglomerado o bloque de elementos heterogéneos,
aparentemente sólo algo más derechistas y hasta tal vez “más izquierdistas”
que los bolcheviques: así es de impreciso el conjunto de grupos políticos
que ha intentado en Kronstadt tomar el poder (…). Este movimiento se ha
reducido a una contrarrevolución pequeñoburguesa, a un movimiento del
elemento anarquista pequeñoburgués (…). Esta circunstancia, relacionada
con todas las crisis, debe ser tenida muy en cuenta desde el punto de vista
político y examinada con todo detalle. En este caso se ha manifestado el
elemento anarquista, pequeñoburgués, con la consigna de libertad de
comercio y dirigido siempre contra la dictadura del proletariado. Y este
estado de ánimo se ha reflejado con gran amplitud en el proletariado (…).
Esta contrarrevolución pequeñoburguesa
es más peligrosa,
indudablemente, que Denikin, Yudénich y Kolchak juntos, porque el
proletariado constituye en nuestro país la minoría y la ruina abarca a la
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propiedad campesina (…). Por pequeño e insignificante que pudiera
parecer al principio este, llamémoslo así, desplazamiento del poder que
reclaman los marinos y los obreros de Kronstadt (…), la realidad es que los
elementos sin partido han servido sólo de estribo, de escalón, de puente por
el que luego aparecieron en escena los guardias blancos” (V.60, pp.203204). Trotski, años después, contestando a los detractores de la Revolución
de Octubre que quieren utilizar Kronstadt como un episodio que invalida la
revolución, dice en un artículo del 15 de enero de 1938: “El levantamiento
de Kronstadt fue sólo un episodio en la Historia de las relaciones entre la
ciudad proletaria y la aldea pequeñoburguesa (...). La consigna de
Kronstadt, “Soviets sin comunistas”, de la cual se apoderaron
inmediatamente no sólo los socialrevolucionarios sino también la burguesía
liberal (...). Como representante sagaz del capital, el profesor Miliukov
comprendió inmediatamente que liberar a los Soviets de la dirección
bolchevique significaría, en poco tiempo, la destrucción misma de los
soviets” (V.125).
La insurrección de Kronstadt se dio por culpa de las paupérrimas
condiciones de existencia material en la Rusia soviética. Esta era la base.
Así lo indica Lenin con toda claridad: “el Poder soviético vacila como
consecuencia de la situación económica” (V.60, p.204). Esta ruina era
producto de la primera Guerra Mundial y de la Guerra Civil, ninguna de las
cuales comenzaran los bolcheviques. El objetivo político declarado de los
insurrectos, que no contaban con el apoyo de los trabajadores de
Petrogrado, era formalmente democratizar a los Soviets expulsando a los
bolcheviques, un poder soviético sen bolcheviques. Esto era irreal, a lo
largo de todo el proceso revolucionario sólo los bolcheviques estuvieran a
favor del poder soviético. Mencheviques y eseristas no sólo se retiraran de
los Soviets sino que algunos de ellos se asociaron a los blancos en la
Guerra Civil. Descabalgar a los bolcheviques del poder era posibilitar la
entrada de los enemigos declarados del proyecto de Estado socialista, los
blancos y sus aliados: la burguesía inglesa y francesa. La única salida
política para los intereses de la clase trabajadora era llamar a profundizar la
democracia en el seno de los Soviets, llamar a profundizar en la
construcción del Estado socialista y no a derrumbar sus raquíticas
estructuras existentes. En política revolucionaria las buenas intenciones no
son suficiente. Allí donde sectores de la clase trabajadora no tengan claro
que su futuro político descansa exclusivamente en la construcción del
Estado socialista y se dejen guiar por la pequeña-burguesía verán siempre
traicionadas sus profundas aspiraciones sociales. Las buenas intenciones
abstractas siempre son la puerta por donde entran los
contrarrevolucionarios conscientes.
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El gobierno soviético atacó Kronstadt porque no podía permitir el
descontento pequeñoburgués triunfante ya que debilitaría el su más que
condicionado poder para sacar del marasmo a la Rusia soviética. Así,
ordenó tomar por asalto a la otrora emblemática base naval. El asalto dio
comienzo el 7 de marzo de 1921 y concluyó el día 17. Antes Trotski, como
jefe del Ejército Rojo, exigió la rendición incondicional de los amotinados
en estos términos: sólo los que se rindan “podrán contar con la clemencia
de la República soviética. Simultáneamente con esta advertencia estoy
impartiendo órdenes de hacer todos los preparativos para la supresión del
amotinamiento por medio de la fuerza armada (…). Esta es la última
advertencia” (V.23, p.468). La advertencia cayó en el vacío. La batalla fue
espiritual y físicamente muy cruel. El 3 de abril Trotski afirmó: “esperamos
cuanto nos fue posible a que nuestros enceguecidos camaradas marinos
vieran con sus propios ojos adónde los llevaba el amotinamiento” (V.23,
p.470). “Camaradas”, en Kronstadt también los había, eran los buenos
intencionados, los que querían profundizar la democracia soviética. Las
revoluciones no se dan en estado puro, Kronstadt lo testifica.
10. Rapallo
Finalizada la Guerra Civil, Trotski se trasladó a Moscú. Se instaló en
el Kremlin, junto con su compañera Natalia y los dos hijos varones.
Fueron a vivir en el edificio Kavalerski, que en su día había sido residencia
de los funcionarios de la corte zarista. En un apartamento del mismo
corredor estaban instalados Lenin y Krupskaia, con los que compartían
comedor y cuarto de baño.
Terminara la Guerra Civil pero no la lucha por la supervivencia. Las
condiciones materiales de existencia seguían siendo terribles. La Rusia de
los Soviets se encontraba en el absoluto aislamiento material, producto de
su soledad política. Si en la realidad bélica las heroicidades sin ser
determinantes son valiosas, en la prosaica vida cotidiana sólo la perspectiva
permite la lucha constructiva. El dominio de la perspectiva era una de las
grandes capacidades de Trotski. Ella le permitió ojear con frialdad y
esperanza aquella brutal coyuntura. A analizarla y a combatirla se dedicó
con su característica pasión revolucionaria.
Trotski seguía siendo el Comisario del Pueblo para la Guerra y el
Presidente del Consejo Militar Revolucionario, además de miembro del
Politburó del Partido Bolchevique. Como comisario se ocupaba
directamente del Ejército Rojo, y como miembro del máximo organismo
político del Partido participaba en la elaboración de la alta política.
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Lev Davídovich tuvo que instruir y equipar al Ejército Rojo,
herramienta imprescindible para la defensa de la Rusia de los Soviets. Uno
de sus quehaceres fue dotar al Ejército de la Revolución de un reglamento
acorde con el pensamiento revolucionario. Este reglamento salió
mayoritariamente de la pluma del propio Trotski Así, por ejemplo, el
“Reglamento de la Infantería” instruía al soldado sobre la democracia
revolucionaria en el ejército: “Tú eres un igual entre tus camaradas. Tus
superiores son tus hermanos con mayor experiencia y mejor educados. En
el combate, durante el adiestramiento, en los cuarteles o en el trabajo, debes
obedecerlos. Una vez que hayas salido de los cuarteles, eres absolutamente
libre” (V.24, pp.37-38). También se instruye al soldado en la idea de que es
un combatiente revolucionario por lo que aun en la milicia debe ejercitarse
en el internacionalismo ya que el soldado de la revolución no es una vulgar
máquina de matar sino un luchador por un mundo nuevo: “Lucho con el
rifle, la bayoneta y la ametralladora. Pero también lucho con la palabra de
la verdad. Se la dirijo a los soldados del enemigo, que son también obreros
y campesinos, para que sepan que en realidad yo soy su hermano, no su
enemigo” (V.24, p.38).
Pero no sólo con honradas palabras puede luchar el soldado rojo.
Además, tiene que tener armas bélicas: fusiles, cañones... La Rusia
soviética no las produce en la cuantía necesaria. ¿Dónde conseguirlas si la
República Soviética Federal Socialista Rusa está aislada por el bloqueo
político, militar y económico de las potencias occidentales? Sólo había una
posibilidad, en la Alemania de la República de Weimar.
La Alemania del IIo Reich fuera la principal enemiga de la Rusia
zarista y de la democrática en la Iª Guerra Mundial. Además, en la
República de Weimar se dieran insistentes pronunciamientos
revolucionarios que habían sido aplastados por las fuerzas republicanas.
Pero ahora, a comienzos de la década de los veinte, la Rusia Soviética y la
Alemania de Weimar tenían en común que los Estados capitalistas
europeos triunfantes en la Gran Guerra querían aislarlos. A la Rusia
Soviética para que no propagara la revolución y a la Alemania de Weimar
para que no se volviera a convertir en una potencia capitalista.
Por el Tratado de Versalles (28, junio, 1919) la Alemania capitalista se
quedara sin colonias (sin fuentes de materias primas), sin ejercer su
influencia en gran parte del continente europeo (sin mercados), y con la
prohibición explícita de reconstruir su ejército ya que no le estaba
permitido tener carros de combate, aviones, submarinos y otras
imprescindibles herramientas militares. A todo esto añadir que Alemania
tenía que pagarle a los vencedores grandes sumas de dinero en concepto de
reparaciones de guerra. Era obvio que bajo la férula de este tratado
Alemania no podría volver a convertirse en una potencia capitalista. Su
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burguesía no podría sobrevivir en este corsé, tenía que buscar una solución,
una salida.
La política exterior de la Rusia soviética era analizada con frenesí por
Trotski, a pesares de los enormes problemas internos de la Federación
Rusa. Pero era un proceder lógico que Trotski le prestase una gran atención
a la política exterior porque él acreditaba, como Lenin y la gran mayoría de
los bolcheviques, en la necesidad de extender la revolución por Europa si
se quería construir el socialismo. Esta necesidad política le ayudaba a estar
muy al tanto de la política internacional, sobremanera de lo que acaecía en
Alemania, de la que era además un perfecto conocedor por razones
político-biográficas. Así, sabedor de la situación en la que se encontraba la
alta burguesía alemana por el corsé de Versalles no es de extrañar que ya a
comienzos de 1921 despachase a Vítor Kopp a Alemania con el objeto de
establecer contactos con los magnates de la industria pesada y con los
jerarcas del ejército. El propósito de contactos como este era efectuar un
sondeo sobre la disposición de estos extractos sociales alemanes a saltarse a
la torera el Tratado de Versalles a través de la colaboración en el campo
económico-militar con la Rusia soviética. Contactos que resultaron
positivos aunque en sectores dirigentes de la Alemania de Weimar
vinculados a la industria ligera había la esperanza de llegar a acuerdos con
las potencias occidentales.
Los contactos previos se dieron al margen del gobierno alemán.
Cuando el canciller Joseph Wirth, que era también Ministro de Hacienda,
fue informado las conversaciones ya estaban muy avanzadas. Fue este el
momento para principiar a cubrir con el manto diplomático unos acuerdos
en el terreno militar que posibilitarían el rearme e instrucción de los dos
ejércitos a través de la instalación de fábricas e instructores alemanes en el
territorio soviético.
La cobertura diplomática vino con el Tratado de Rapallo, firmado a
las cinco de la tarde del 16 de abril de 1922. Se firmó justo cuando se
estaba
celebrando la Conferencia de Génova entre las potencias
occidentales y la Rusia soviética. Fue precisamente el miedo de la
burguesía alemana a quedarse aislada, cosa que hubiera ocurrido si
Inglaterra y Francia llegaran a un pacto con el gobierno soviético, lo que
aceleró la decisión alemana de rubricar el pragmático Tratado de Rapallo.
11. Arte y revolución
En octubre de 1920 la “Organización de la Cultura Proletaria”
(Proletkult) celebró su primer congreso general en Moscú. Un discurso
congresual de Lunacharski, en calidad de comisario de educación, que no
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se ceñía a lo acordado previamente con Lenin llevó a este a redactar el día
8 un breve “proyecto de resolución” para el propio congreso. Al recordar
que el fin último de la dictadura del proletariado es “el derrocamiento de la
burguesía, la supresión de las clases y la abolición de toda explotación del
hombre por el hombre” (V.57, p.498), ponía en su dinámica política lógica
que la cultura del Estado socialista se fundamenta en la asimilación,
reelaboración y superación de toda la pretérita Historia de la cultura
humana por lo que es “inexacta teóricamente y perjudicial en la práctica,
toda tentativa de inventar una cultura especial propia” (V.57,p.499), es
decir, una “cultura proletaria”, como venían a proponer Lunacharski y
Bujarin, entre otros.
La idea que encerraba el concepto “cultura proletaria” hacía furor
entre algunos intelectuales revolucionarios patrocinados por los propios
Lunacharski, comisario de educación, y Bujarin, director de Pravda. Lenin
con esta intervención congresual salía al paso de este posicionamiento
político. No obstante, fue Trotski quien explicitó por extenso la posición
marxista en este terreno. Lo hizo en una serie de artículos y, sobremanera, a
través de su texto intitulado “Literatura y revolución”, que elaboró en el
periodo 1922-23 y prologó el 29 de julio de 1924.
Trotski, como Lenin, parte de la evidencia argumental de que al ser el
objeto último de la revolución proletaria la abolición de las clases sociales
la cultura no será clasista sino del conjunto de la sociedad. Claro que una
lógica histórica mecanicista llevaría a pensar que como cada clase
dominante en la Historia creó su propia cultura el proletariado también
tendría que crear la suya. Mas, este es un argumento viciado de partida
porque ninguna clase anterior al proletariado tenía un proyecto
emancipador para el conjunto de la humanidad. Como recalcaba Trotski,
“el proletariado ha tomado el poder precisamente para terminar de una vez
por todas con la cultura de clase y para abrir la vía a una cultura humana”
(V.106, p.146). Pero, “¿quiere esto decir que el Partido (…) adopta una
posición ecléctica ante el tema del arte? (…). El marxismo ofrece diversas
posibilidades: evaluar el desarrollo del arte nuevo, seguir todas las
variaciones, alentar las corrientes progresistas por medio de la crítica;
apenas si se le puede pedir más. El arte debe labrarse su propia ruta por sí
mismo. Sus métodos no son los del marxismo. Si el Partido dirige al
proletariado, no dirige los procesos históricos. Sí, hay dominios en que
dirige directa, imperiosamente. Hay otros en que controla y alienta, algunos
en que se limita a alentar, otros incluso en que no hace más que orientar. El
arte no es un dominio en que el Partido esté llamado a dirigir. Protege,
estimula, sólo indirectamente dirige. Concede su confianza a los grupos
que aspiran con sinceridad a acercarse a la revolución y alienta de este
modo su producción artística. No puede situarse en las posiciones de un
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círculo literario. Ni puede ni debe” (V.106, p.173). Por lo tanto, “durante el
periodo de transición, nuestra política artística puede y debe consistir en
ayudar a los diferentes grupos y escuelas artísticas salidos de la revolución
a captar correctamente el sentido histórico de la época y una vez haberles
colocado ante el siguiente criterio categórico, “por la revolución o contra la
revolución”, concederles una total libertad de autodeterminación en el
terreno del arte” (V.106, p.11). Trotski insiste en que “el arte nuevo (…)
sólo podrá ser creado por aquellos que se identifiquen con su época”. Por lo
tanto, “carece de todo fundamento oponer la cultura burguesa y el arte
burgués a la cultura proletaria y al arte proletario. De hecho, estos últimos
no existirán jamás porque el régimen proletario es temporal y transitorio.
La significación histórica y la grandeza moral de la revolución proletaria
residen precisamente en que ésta sienta las bases de una cultura que no será
ya una cultura de clase, sino la primera cultura auténticamente humana”
(V.106, pp.10-11)
La conclusión de Trotski salta a la vista, es nocivo que el Partido
dicte sentencias sobre el arte como pretenden desde Proletkult. A
posteriori, el stalinismo no sólo impondrá las directrices en el arte sino
también en la ciencia, tanto en la histórica como en la experimental.
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II. LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA
12. La naciente burocracia
En 1922 se dio una cosecha tan buena que alcanzo las tres cuartas
partes de la producción de antes de la guerra. Mientras sucedía esto en la
agricultura la industria apenas llegó a ¼ de la producción de anteguerra. No
obstante, en la industria hay que hacer una diferencia básica entre la
pesada, que estaba prácticamente en ruínas, y la de consumo, que fue donde
se dio esta modesta recuperación.
Se estaba asistiendo a los primeros compases de la NEP. La buena
cosecha benefició al campesinado. Pero el campesinado no era socialmente
homogéneo ya que la revolución no había podido traer el socialismo al
campo sino sencillamente la revolución democrática, es decir, el reparto de
la tierra de los terratenientes y de la Iglesia ortodoxa entre los campesinos
pero no la igualdad social entre ellos. Así, en la Rusia soviética había
pequeños, medianos y más que medianos propietarios, además de unas
pocas granjas del Estado. Entre los más que medianos y medianos al tener
mayor capacidad productiva por poseer más tierras y más aperos, fueron
naciendo campesinos ricos. No sólo producían más, sino que pudieron ir
contratando a otros labriegos para jornadas a tiempo parcial o total y
adquiriendo tierras. Estos campesinos ricos, los “kulaks”, terminaron por
poseer el 10 por 100 de los más de veinte millones de granjas y pasar a ser
el único sector del campesinado que obtenía excedentes agrícolas que el
Estado necesitaba imperiosamente para alimentar a las ciudades, para la
exportación y para las inversiones en la industria.
Mientras se desarrollaba esta dinámica en el campo, las ciudades
habían recuperado algo de su antiguo peso demográfico y en ellas se le
daba una importancia capital a que la industria trabajase para el “mercado”.
Esta reorientación que introdujo la NEP al finiquitar el “comunismo de
guerra” trajo procederes capitalistas en las empresas. Estas laboraban para
el mercado, tenían un responsable único por unidad de producción y los
“gerentes rojos”, de extracción social pequeño-burguesa, querían imponer,
con osadía neocapitalista, el número de trabajadores y el ritmo de trabajo
en las fábricas. Otra consecuéncia de la NEP fue el nacimiento de una
clase de intermediarios, “nepistas”, que se encargaban de gran parte de la
distribución con lo que encarecían los precios de las mercancías y
empezaban a pesar social y politicamente.
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Todo esto ocurría en una sociedad que tenía una superestructura
teóricamente socialista. Pero para que el Estado sea de verdad socialista la
clase trabajadora tiene que ser la clase dirigente, ser propietaria real de la
economía, de la política y de la cultura. Y lo cierto era que el proletariado
soviético además de estar inmerso en una formación social
mayoritariamente campesina, estaba muy fragmentado porque a su
descenso numérico por culpa del cierre de las fábricas había que añadirle
los incontables cuadros que murieran en la Guerra Civil y muchos otros
que fueran a ocupar puestos políticos y administrativos en el Partido y en el
Estado. Por si todo esto no fuera ya suficiente obstáculo para la cohesión de
la clase trabajadora, la coyuntura nepista trajo también el desempleo en las
filas de los obreros industriales, 381 mil obreros fabriles desempleados
daban las inexactas estadísticas al 1 de julio de 1923. Ni que decir tiene que
por culpa de aquella destructiva coyuntura los conocimientos culturales del
proletariado soviético eran muy bajos. Así, la clase trabajadora por falta de
peso numérico, por carencia de cuadros políticos y por debilidad cultural
no podía ser empiricamente la clase dirigente del Estado soviético.
Quedaba el Partido Bolchevique que, teoricamente, representaba al
proletariado y al campesinado pobre. Mas el PB estaba sufriendo la
penetración no sólo de arribistas sino de miembros de los sectores sociales
que nacieran y crecían al calor de la NEP ya que el Partido Comunista
Ruso (bolchevique) era el único partido de la realidad política soviética.
Estaba la “vieja guardia”, los revolucionários que dedicados en cuerpo y
alma a la revolución, y guiados por Lenin y Trotski, llevaran a la clase
trabajadora a la conquista del poder. Pero la “vieja guardia” tampoco era
politicamente homogénea. Hagamos notar, para que esto salte a la vista,
que de la “troika” dirigente que formarán Zinóviev, Kámenev y Stalin a
raíz de la muerte de Lenin, los dos primeros se opusieron a la Insurrección
de Octubre y el tercero no jugó ningún papel rector en ella. Asi, Lenin y
Trotski lideraban sólo al sector de la “vieja guardia” que realmente eran los
representantes conscientes de los intereses estratégicos del proletariado, los
que tenían la certeza de que la NEP era un paso atrás que si bien fuera
coyunturalmente necesario de manterse indefinidamente llevaría a la
restauración del capitalismo. ¿Qué hacer?
Trotski empezó a insistir en la necesidad de la planificación de la
economía como salida a la coyuntura nepista proponiendo que se dotara de
auténticas competencias a la Comisión Estatal de Planificación, el
Gosplan. Así, el 3 de mayo de 1921 le escribía a Lenin: “Lamentablemente,
nuestro trabajo sigue efectuándose sin planificación y sin ninguna
comprensión de la necesidad de un plan. La Comisión Estatal de
Planificación representa una negación más o menos planificada de la
necesidad de formular un plan económico práctico y realista para el futuro
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inmediato” (V.24, pp.51-52). Su propuesta no tuvo éxito ni ante el
Politburó ni ante el propio Lenin que en aquel momento estimaba que era
suficiente con el plan de electrificar todo el territorio soviético y que
presentó bajo el eslogan “Soviets más electrificación es igual a socialismo”.
Posteriormente, en diciembre de 1922, Lenin empezará a tomar en
consideración la idea de dotar al Gosplán de poder legislador. Así, dirá:
“Esta idea la sugirió el camarada Trotski, me parece, hace ya tiempo. Yo
me manifesté en contra (…). Pero un examen atento del problema me lleva
a la conclusión de que, en el fondo, aquí hay una idea sana” (V. 57,p. 768).
Pero Trotski no solo insistía en la necesidad de la planificación de la
economía sino que empezaba a argumentar que esta en la Rusia soviética se
tenía que hacer a través de la “acumulación primitiva socialista”, es decir,
creando capital para poder invertirlo en la industria a expensas de los
jornales de los obreros y de los excedentes campesinos. En el Congreso de
la Komsomol (Unión de la Juventud Comunista ) celebrado en octubre de
1922 Trotski argumentó la necesidad de la acumulación primitiva socialista
en la ruinosa realidad material soviética: “Nos hemos hecho cargo de un
país arruinado. El proletariado, la clase gobernante en nuestro Estado, está
obligada a emprender una fase que puede describirse como la de
acumulación primitiva socialista. No podemos contentarnos con utilizar
nuestros establecimientos industriales de antes de 1914. Éstos han sido
destruidos y deben reconstruirse paso a paso por medio de un esfuerzo
colosal de nuestra fuerza de trabajo (…) [la clase obrera] puede acercarse al
socialismo sólo mediante los mayores sacrificios, agotando toda su fuerza y
entregando su sangre y sus nervios” (V.24, p.54). Trotski se expresaba con
esta crudeza porque daba por sentado que el proletariado soviético debía
convertirse en “la clase gobernante” del Estado y de aquí que le pareciese
lógico que esta clase no regatease esfuerzos, por muy titánicos que fuesen,
para construir su propio Estado.
Sin industria pesada y sin proletariado no podía haber socialismo. La
industria pesada sería la base económica, el proletariado la base social. Sin
planificar a marchas forzadas para crear la base económica y social
socialista no podía darse el Estado proletario. Pero esto a comienzos de la
coyuntura nepista debía sonar a teoría abstracta porque la NEP trajera un
respiro en las miserables condiciones materiales de existencia. Así, cuando
se reunió el XIIº Congreso del PB (Abril,1923), sin la asistencia del
gravemente enfermo Lenin, no se tomó la decisión de cambiar de rumbo a
pesar de que la exposición de Trotski sobre la “crisis de las tijeras”, es
decir, la diferencia creciente entre los altos precios de los productos
industriales y los bajos precios agrícolas, ponía en solfa la idea de construir
el Estado proletario a través de la NEP, “a paso de tortuga”, como le
gustaba decir a Bujarin. Sólo el poder creciente de los kulaks y de los
50
nepistas en la sociedad soviética hará variar a posteriori la nao, mas en una
coyuntura política en el interior del Partido donde el poder de la burocracia
ya será dominante.
El Xº Congreso del PB había intentado disciplinar al conjunto de la
militancia en un tiempo de crisis profunda. Pero lo que militantes como
Lenin y Trotski consideraban como una retirada momentánea, meramente
coyuntural, la burocracia naciente en el Partido lo va a entender como el
pistoletazo de salida para el mando y ordeno. La coyuntura nepista trae el
incremento del aparato
del PB. Hay que controlar una realidad
neocapitalista con sólo un partido político. Un partido que se tiene que
ocupar del Estado y que representa en la práctica a todos los sectores
sociales soviéticos. Pero viejos bolcheviques conscientes de la nueva
situación protestan contra el auge del aparato, contra la designación a dedo
de los cargos. Así, los revolucionários bolcheviques son conscientes del
peligro de deformación que corre el PB. Para luchar contra esto van a
efectuar una purga política y a potenciar el “Rabkrin”.
La primera purga política tuvo lugar en el año 1921. El PB creó unos
tribunales internos que examinaron los antecedentes y el comportamiento
de los miembros del PB. Estos tribunales eran abiertos, con luz y
taquígrafos. A través de ellos se decidió que entre 150 ó 200 mil miembros
del Partido, un tercio de su militancia, eran indignos de pertenecer al PB
por corruptos, arribistas o, simplemente, por carencia de conciencia política
revolucionaria. La sanción era la expulsión del Partido, lo que conllevaba,
en la mayoría de los casos, que los expulsados no pudiesen ocupar puestos
relevantes en la superestructura soviética.
El objeto de esta purga era exclusivamente conservar puro el
Partido para manter la perspectiva revolucionaria. No obstante, ocurrió con
esta medida lo mismo, mutatis mutandis, que pasó con la prohibición de
formar fracciones que dictó el Xº Congreso del Partido Bolchevique, que
con el tiempo se convirtió en una herramienta en las manos de la burocracia
para eliminar estatutariamente del PB a los portadores de la línea
bolchevique. La Rusia soviética sufría una y otra vez las deformaciones
propias de una revolución aislada.
Otra herramienta creada para luchar contra la degeneración
burocrática en el seno del Partido y del Estado había sido el Rabkrin
(Comisariado del Pueblo para la Inspección por Obreros y Campesinos ).
En él depositara Lenin mucha confianza. Fuera creado en el 1920, y desde
entonces a mayo de 1922 había estado presidido por Stalin. Ya en el mismo
año de 1920 Trotski atacara al Rabkrin argumentando que lejos de motivar
el funcionamento de los aparatos del Estado lo que hacía era entorpecerlos
por sus ineficaces métodos de inspección. En un primer momento Lenin
defendió al Rabkrin. Pero en febrero de 1923 escribe un artículo, que verá
51
la luz en la Pravda del día 4 de marzo, intitulado “Más vale poco y bueno”.
En este texto ataca frontalmente el funcionamiento del Rabkrin y, por lo
tanto, a sus responsables pretéritos y presentes.
Lenin en este artículo afirma que “nuestro aparato se encuentra en
un estado tan lamentable, por no decir detestable” (V.57, p.801), que
requiere una reflexión profunda para crear un instrumento que luche contra
la deformación burocrática en el Estado y en el Partido ya que “en nuestro
país suele haber burocracia no sólo en las instituciones de los Soviets, sino
también en las del Partido” (V.57, p.808). El instrumento para combatir la
burocracia no puede ser el Rabkrin porque, dice Lenin, hablando “con
franqueza, el Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina
no goza actualmente ni de la más ligera sombra de prestigio” (V.57, p.804).
Tenía que ser un nuevo Rabkrin que liderado por obreros conscientes y
funcionarios cultos pueda combatir el burocratismo ya que “sólo depurando
al máximo nuestro aparato, reduciendo al máximo todo lo que no sea
absolutamente indispensable en él, nos mantendremos con seguridad
[política]”. (V.57, p.814). Y remata diciendo que si se consigue la
depuración, “estaremos en condiciones de mantenernos no al nivel de un
país de pequeños campesinos, no al nivel de esta estrechez generalizada,
sino a un nivel que se eleva y avanza continua e ininterrumpidamente hacia
la gran industria mecanizada. He aquí las elevadas tareas con que yo sueño
para nuestra Inspección Obrera y Campesina” (V.57, p.814).
Como siempre, Lenin proponía transitar nuevos caminos y esto no lo
asimilaban algunos “dirigentes” soviéticos, además de no encajar nada bien
las críticas. Es muy importante señalar, para comprender el auge que se
estaba dando de estructura y mentalidad burocráticas, que antes de
publicarse el artículo en Pravda este fue debatido en el Politburó. El
Politburó estaba compuesto de aquellas por el propio Lenin, que no acudía
ya a las juntas por estar enfermo, Trotski, Stalin, Zinóviev, Kámenev,
Bujarin y Tómski. Excepto Trotski, todos estaban en contra de la
publicación del artículo de Lenin. Mas como Lenin insistía por su
publicación a través de Krúspkaia, un miembro de la Secretaría General del
PB, Kuibishev, propuso imprimir ¡un número falso de Pravda para
mostrárselo a Lenin! No obstante, esto por entonces todavía resultaba
escandaloso, mas la sola idea de censurar maquiavelicamente al propio
Lenin ya indica el nivel burocrático que se estaba gestando en la cúspide
del PB. Kámenev se puso de parte de Trotski y el Politburó tuvo que
publicar el artículo de Lenin, eso sí, poniéndole fecha del 2 de marzo para
no tener que dar explicaciones de las causas que llevaran a demorar su
publicación.
52
13. Lenin, la última batalla
Los años 1922-23 van a ser cruciales para el futuro de la Rusia
soviética por la merma de la capacidad política de Lenin, como producto de
su incurable enfermedad, y al fracaso de la revolución en la Alemania de
Weimar. Ambas cosas posibilitarán el proceso de derechización y
burocratización del Partido Bolchevique, al que se opondrán Trotski y una
nueva Oposición nacida alrededor del “Programa de los 46”.
A mediados del año 1922 Lenin estaba irremediablemente enfermo.
Si ya en el año 1921 se había visto forzado a reducir su larga jornada de
trabajo y a tomar un descanso en Gorki, el 25 de mayo de 1922 sufría un
ataque de apoplejía que le paralizaba toda la parte derecha de su cuerpo.
Consciente del poco tiempo que le restaba, se apresuró a dar sus últimas
batallas políticas, en las que Trotski será su aliado natural.
Lenin comenzó a dictarle a sus secretarias una serie de notas el 23 de
diciembre de 1922, que la posterioridad las reconocerá como el
“Testamento”. Su retirada forzosa del timón del PB y del Gobierno
Soviético trajo el nacimiento de la troika formada por Zinóviev, Kámenev
y Stalin. Los tres, miembros del Politburó, hacían juntas fraccionales donde
decidían su postura común antes de las reuniones del Politburó, órgano
político máximo del PB.
La natural alianza política entre Lenin y Trotski ya se pusiera de
manifiesto en la cuestión del monopolio del comercio exterior. En una
ocasión el Comité Central decidió, en ausencia de Lenin y Trotski, debilitar
el control sobre las transacciones comerciales con el exterior. Lenin
enseguida reaccionó y en una carta a Trotski, fechada el 13 de diciembre
de 1922, le pidió ayuda política en estos términos: “Le suplico
encarecidamente que se encargue de defender en la próxima sesión plenaria
[del CC] nuestra opinión común sobre la imperiosa necesidad de mantener
y reforzar el monopolio del comercio exterior” (V.24, p.73). Trotski
defendió esta posición común con total éxito ante el Comité Central lo que
le supuso la entusiástica felicitación política de Lenin: “Camarada Trotski:
Por lo visto, hemos conseguido tomar la posición sin disparar un solo tiro,
por medio de una simple maniobra. Mi parecer es que no debemos
detenernos aquí, sino seguir atacando” (V.101, p.504).
En la cuestión nacional también coincidían plenamente Lenin y
Trotski, tanto es así que Trotski en su “Historia de la Revolución Rusa”
sentenciará: “la política nacional de Lenin entrará para siempre en el
patrimonio de la humanidad” (V.108, p.285). Pues bien, en diciembre de
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1922 el Congreso de los Soviets aprobó la creación de la “Unión de las
Repúblicas Socialistas Soviéticas”. Sin embargo, Lenin no las tenía todas
consigo. Le habían llegado noticias del proceder chauvinista ruso de Stalin
–a pesar de ser el georgiano- y de su aliado político Ordyonikidze con los
camaradas gergianos. Estos, ante las actuaciones chauvinistas que venían
de Moscú con el objetivo de someter a Georgia a la Federación Rusa a
través de la Unión, acusaron a Ordyonikidze de “emisário imperial”. La
tensión entre los dirigentes comunistas georgianos y los enviados de Stalin
fue tal que Ordyonikidze le dio una bofetada a un comunista georgiano.
Ecos de este enfrentamiento le llegaron al enfermo Lenin. Una comisión
investigadora, presidida por Dzeryinski, partió para Tiflis. A la vuelta a
Moscú Dzeryinski tuvo una conversación con Lenin. El 30 de diciembre de
1922 Lenin le dictaba a la secretaria María Volódicheva el texto “Acerca
del Problema de las Nacionalidades o sobre la <Autonomización>” que
dice, entre otras importantes cosas: “Me parece que he incurrido en una
grave culpa ante los obreros de Rusia por no haber intervenido con la
suficiente energía y dureza en el decantado problema de la autonomización
(…). He podido conversar con el camarada Dzeryinski (...). Lo que me ha
dicho el camarada Dzeryinski, que presidía la comisión enviada por el CC
para “investigar” lo relativo al incidente de Georgia, no ha podido dejarme
más que con los temores más grandes (...). Se dice que era necesaria la
unidad del aparato ¿De dónde han partido estas afirmaciones? ¿No será de
ese mismo aparato ruso que (…) hemos tomado del zarismo, habiéndonos
limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético? (…). Nosotros
llamamos nuestro a un aparato que en realidad nos es aún ajeno por
completo y constituye una mezcla burguesa y zarista (…). En estas
condiciones es muy natural que la “libertad de separarse de la unión”, con
la que nosotros nos justificamos, sea un papel mojado incapaz de defender
a los no rusos de la invasión del ruso genuino, chovinista, en el fondo un
hombre miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso
(...). Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas
y los afanes administrativos de Stalin (...). Se plantea ya un importante
problema de principio: cómo comprender el internacionalismo” (V.57,
pp.773-775). Lenin volvió a la carga al día seguinte, 31 de diciembre,
insistiendo: “Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación
opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de
la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña (...). El
internacionalismo de la nación opresora (...) no debe reducirse a observar la
igualdad formal de las naciones, sino también a observar una desigualdad
que de parte de la nación opresora, de la nación grande, compense la
desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien no haya
comprendido esto no ha comprendido la posición verdaderamente
proletaria frente al problema nacional” (V.57, pp.775-776). Ante la
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imposibilidad física de poder defender su propia postura en los órganos del
Partido, Lenin le envía una nota a Trotski, con fecha 5 de marzo de 1923,
en la que, después de advertir que es rigurosamente secreta, dice:
“Estimado camarada Trotski: Querría rogarle a usted muy encarecidamente
que se encargase de defender en el Comité Central del partido la causa de
Georgia. El asunto está encomendado de momento a los cuidados de Stalin
y Dzeryinski, de cuya imparcialidad no puedo fiarme. Antes al contrario.
Si usted quisiera hacerse cargo de la defensa, me quedaría tranquilo”
(V.101, p.506).
Pero el pensar de Lenin iba al epicentro del problema político: a la
dirección del PB. Tal es así que su “Testamento” comenzado el 23 de
diciembre de 1922 empieza precisamente por el CC, proponiendo su
ampliación, y sigue el día 24 caracterizando a los más significativos
dirigentes del CC y, en lo tocante a Stalin y Trotski, los “dos destacados
jefes del CC actual”, dice: “ El camarada Stalin, llegado a Secretario
General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro
que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia (…). Por otra parte,
el camarada Trotski (…) no se distingue únicamente por su gran capacidad.
Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está
demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente
administrativo de los asuntos” (V.57, p.764). Mas Lenin le sigue a dar
vueltas al asunto y unos días después, el 4 de enero de 1923, insiste,
centrándose en la figura de Stalin, de la siguiente manera: “Stalin es
demasiado brusco, y este defecto (…) se hace intolerable en el cargo de
Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma
de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre
que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por
una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más
atento con los camaradas” (V.57, p.765). Esta era una bomba política
contra Stalin, y así la tomó el georgiano que al conocer las notas a través de
las dos secretarias de Lenin, Lidia Fótieva y María Volódicheva, a su vez
pasmadas de espanto político, quedó petrificado. Sin embargo, la diosa
Fortuna vino a sonreír al georgiano ya que Lenin empeoraba por momentos
por lo que estaba claro que no iba a poder acudir al XIIº Congreso del PB y
Trotski, desoyendo pretéritas recomendaciones de Lenin, no atacará ni a
Stalin ni a su política. Que el “Testamento” lo redactó Lenin en un estado
de plena lucidez lo demuestra la anticipación que hace de la lucha que se
dará en el PB entre Stalin y Trotski, por lo que había que “prevenir la
escisión” (V.57, p.765). En este momento no se le pasaba a nadie por la
cabeza que Stalin pudiera sustituir a Lenin, sólo Lenin previó esa
posibilidad: “lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y
Trotski, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir
importancia decisiva” (V.57, p.765). Así fue. Podemos considerar que a
55
estas alturas Lenin ya se había decantado claramente por Trotski. Los
datos son obvios: mientras que pidiera en varias ocasiones que Trotski
fuese nombrado vicepresidente del gobierno soviético, que defendiera en
nombre de los dos en el CC el monopólio del comercio exterior asi como la
cuestión georgiana, ahora pide la destitución de Stalin. Su proceder
evolutivo está claro. Stalin estaba políticamente acabado para Lenin, y este
seguía siendo el líder indiscutible del Partido. De haber vivido más Lenin la
muerte política de Stalin estaba cantada.
El XIIº congreso del PB dio comienzo a mediados de abril de 1923.
Previamente Trotski le hiciera saber a Stalin, a través de Kámenev, que él
no quería que rodasen cabezas y que sólo deseaba una colaboración
honrada entre camaradas. De esta forma, Trotski no hizo uso de la
información que tenía durante el Congreso. Al revés, se mostró distante
ante las críticas que se lanzaron contra la troika, que aquí se hizo oficial, y
se limitó a hablar sobre la planificación económica. Y aún por encima, no
sólo no atacó la burocratización galopante sino que se mostró solidario con
las llamadas que la troika hizo para extremar la disciplina. Trotski no supo
prever la futura lucha en el seno del PB. En lo tocante al partido seguía
siendo un “conciliador”, como en los tiempos en que el POSDR estaba
dividido entre bolcheviques y mencheviques y él se situaba por encima de
las dos fracciones. Su indecisión le impidió presentar su candidatura a líder
del Partido, que en rigor histórico le pertenecía. ¿No se percató que aquí la
lucha entre personas era una lucha entre programas? Es difícil pensar esto.
Seguramente tenía la esperanza de que Lenin se recuperara y tuvo pudor a
presentarse como lo que era, el continuador de la obra de Lenin. Este error
táctico lo pagará caro Trotski y lo que él representa, la revolución. El
Congreso volvió a elegir a Stalin como Secretario General. La nueva
Comisión Central de Control estaría presidida por Kuibishev, aquel que
muy poco tiempo atrás propusiera mostrarle a Lenin un ejemplar de Pravda
falso para acallar sus críticas.
14. Alemania, la revolución fracasada
Si la irreversible enfermedad de Lenin había posibilitado la subida
política pública al poder de la troika, la coyuntura política europea la
consolidará. Al batacazo que sufrieron los comunistas búlgaros en su
propio país se vino a sumar el fracaso de la revolución en Alemania, país
que por su desarrollo científico-técnico y por su enorme masa proletaria su
proceder era determinante para el triunfo de la revolución o de la
contrarrevolución en Europa.
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La Alemania de Weimar está convulsionada por la crisis económica.
La megainflación nos informa vivamente, si una libra esterlina se cotizaba
a 50 mil marcos en el mes de enero del año 1923, en agosto se cotizará a
más de 5 millones. El Estado no tiene fondos, la pequeña-burguesía se
hunde, el nivel de subsistencia de la clase trabajadora baja cada día y el
campesinado almacena vituallas. Debido a la catastrófica realidad
económica la agitación social es continua. La enorme convulsión social
pone a la revolución en el orden del día. Manifestaciones constantes,
huelgas continuas. En el seno de la clase operaria se organizan grupos
armados, las “centurias proletarias”. En los laenders de Sajonia y Turingia
socialdemócratas de izquierda y comunistas forman gobierno. ¿Puede
triunfar la revolución? Puede, en este momento en Alemania hay un
poderoso Partido Comunista (KPD), con más de 200 mil militantes y muy
influyente en la vida social. Además, está asistido por la Internacional
Comunista. Pero los dirigentes del KPD no se sienten politicamente
autosuficientes. Así, su secretario general, Heinrich Brandler, viaja a
Moscú para pedir intrucciones y solicitar que Trotski se traslade a
Alemania para dirigir la insurrección. La troika no lo permite, sólo faltaba
que Trotski volviese como líder victorioso de la revolución alemana. Se
Comisiona a Rádek y Piatakov. Se formula un plan de actuación para
efectuar la insurrección, pero ni los comisionados por la troika ni el mismo
Brandler acreditan en el triunfo. A última hora, el 21 de octubre,
suspenden la insurrección, pero esta se da aisladamente en Hamburgo lo
que posibilita que el gobierno berlinés envie tropas y la aplaste después de
varios días de combate. El desánimo cunde. Otra oportunidad perdida. La
Rusia soviética sigue aislada. En la Alemania de 1923 se vio, en palabras
de Trotski, “una demostración clásica de la manera cómo puede
desaprovecharse una situación revolucionaria excepcional y de importancia
histórica mundial” (V.109, p.16).
15. La troika, una dirección fraccional
La enfermedad sin retorno de Lenin dio impulso a la troika formada
por Stalin, Zinóviev y Kámenev, que junto con Trotski, Bujarin, Tomski y
el ausente Lenin formaban el Politburó del Partido Bolchevique.
Como el triunvirato hacía juntas fraccionales, es decir, se reunía para
decidir a priori, era sencillo que obtuviera la mayoría ya que los otros no
formaban un bloque. De esta manera el proceder de la troika viciaba los
debates. Y todo esto acaecía en una durísima realidad económica que
generaba movilizaciones de la clase obrera y dialéctico malestar en la
militancia histórica del PB.
57
Para combatir las fisuras políticas en el PB nacidas de la prosaica
realidad, la troika propuso la directa represión de los militantes díscolos,
algunos de los cuales calificaban a la NEP como la “Nueva Explotación
del Proletariado”, entre ellos la fracción “Grupo Obrero” encabezada por
los trabajadores Miasnikov, Kuznetsov y Moiseiev, todos ellos miembros
del Partido desde 1905. Otra fracción semejante era “Verdad Obrera”. A su
represión se dedicó Dzeryinski, que era el jefe de la Cheka (GPU) desde su
fundación. En sus indagaciones se encontró con que muchos militantes los
consideraban buenos camaradas por lo que no se prestaban a declarar en
contra de ellos. Ante esta hecho Dzeryinski recurrió al Politburó exigiendo
que todo militante del PB tenía la obligación de denunciar a la GPU a los
díscolos.
Trotski reaccionó de inmediato. Una cosa era utilizar a la policía
política contra los enemigos de la revolución y otra muy diferente era
utilizarla para acallar las críticas en el seno del PB, algo que no tenía
precedentes en la historia del Partido. Así las cosas, Trotski escribió una
carta al CC el 8 de octubre de 1923, que, entre otros decires, aseveraba: “El
régimen actual (…) dista mucho más de cualquier democracia obrera que el
régimen del período más riguroso del comunismo de guerra” (V.24, p.111).
Es más, se diera “un extraordinario deterioro de la situación en el seno del
partido después del XII Congreso” ya que “la burocratización del aparato
del partido se ha desarrollado en unas proporciones inauditas merced a la
utilización del método de selección que lleva a cabo el secretariado” (V.8,
p.242).
Como si esta carta fuese un toque a rebato, al cabo de una semana,
concretamente el día 15, cuarenta y seis membros eminentes del PB le
envían una carta al Politburó. Esta carta, conocida en la historiografía como
“El programa de los 46”, comenzaba así: “ La extrema gravedad de la
situación nos obliga (en interés de nuestro partido, en interés de la clase
trabajadora) a manifestar con entera claridad que continuar con la política
que sigue la mayoría del Politburó amenaza con acarrear a todo el partido
lamentables reveses” (V.17, p.364). Se hablaba sin tapujos de “la
incapacidad de la jefatura del partido, tanto en el dominio económico como
en el de las relaciones internas del partido” (V.17, p.364). Y advertía, “si en
el futuro inmediato no se cambiara radicalmente esta situación, la crisis
económica de la Rusia soviética y la crisis de la dictadura fraccional dentro
del partido asestará rudos golpes a la dictadura de los trabajadores de Rusia
y al Partido Comunista Ruso” (V.17, p.366).
Los 46 pidieron que el CC pusiera este documento en conocimiento
de toda la militancia tal y como establecía la práctica común en el PB. La
troika rehusó ese pretérito procedimento político. Ahora bien, no se podía
dar un simple carpetazo a la Carta de los 46 porque todos ellos eran
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significados cuadros del PB: Preobrayenski, por ejemplo, era junto con
Bujarin el economista más prestigioso del partido; Antonov-Ovseenko era
el principal comisario político del Ejército Rojo; Iván Smirnov fuera el
vencedor de Kolchak; etcétera.
Los triunviros acusaron a Trotski de ser el instigador de la Carta de
los 46 y de ambicionar el poder. Calificaron las internas y claras
manifestaciones de Trotski y de los 46 como un ejercicio fraccional,
contrario a los acuerdos del Xº Congreso (1921). No obstante, la troika se
vio obligada a manifestarse y el 7 de noviembre, por boca de Zinóviev,
prometió restaurar la democracia en el interior del PB. La discusión se
extendió a Pravda, a células del partido, al CC de la Juventud Comunista y
a células del Ejército Rojo.
El 7 de noviembre Zinóviev abre el debate en Pravda reconociendo
formalmente que “desgraciadamente, la mayoría de las cuestiones
esenciales se arreglan de antemano desde arriba” (V.8, p.244). El día 28
interviene Preobrayenski: “Resulta característico que, en la época en que
estábamos rodeados de frentes, la vida del partido revelase mucha más
vitalidad y la independencia de las organizaciones fuera mucho mayor (…).
[Hoy] resulta que no sólo no hemos avanzado ni un paso respecto al
período del comunismo de guerra sino que, por el contrario, hemos
intensificado el burocratismo, la petrificación y el número de cuestiones
que se deciden a priori desde arriba” (V.8, p.246). El 2 de noviembre Stalin
no tiene mejor argumento que decir: “Es necesario poner límites a la
discusión, impedir que el partido, que constituye una unidad combatiente
del proletariado, se convierta en un club de discusiones” (V.8, p.246). El
día 5 el Politburó, para intentar controlar los ánimos, emite una resolución
en la que cínicamente se asume la necesidad de que “el partido debe
emprender una seria modificación de su política en el sentido de una
aplicación metódica y estricta de la democracia obrera” (V.8, p.247).
El 11 de diciembre Pradva publica el artículo de Trotski “El nuevo
curso. (Carta a una asamblea del partido)”. En él hace una reflexión sobre
la necesidad de la osmosis generacional en el seno del partido, sobre el
imperioso requisito de un régimen sano en el interior del partido y un
alegato sobre la base en que debe asentarse el apasionado y consciente
proceder de los jóvenes comunistas: “La inmensa autoridad del grupo de
veteranos del partido es universalmente reconocida. Pero sería un gran
error el considerarla como absoluta. Sólo por medio de una colaboración
activa y constante con la nueva generación, en el marco de la democracia,
la vieja guardia conservará su carácter de factor revolucionario (…). Es
necesario que el partido propicie nuevamente la iniciativa colectiva, el
derecho de crítica fraternal, que tenga la facultad de organizarse a sí
mismo. Es necesario regenerar y renovar el aparato del partido y hacerle
entender que sólo es el ejecutor de la voluntad colectiva (…). La
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renovación del aparato del partido –en el marco preciso del estatuto- debe
tener como objetivo el remplazo de los burócratas momificados por
elementos vigorosos estrechamente vinculados a la vida de la colectividad.
Y, ante todo, es preciso alejar de los puestos dirigentes a aquellos que, ante
la primera palabra de protesta u objeción, levantan contra los críticos las
amenazas de sanciones (…). Nuestra juventud no debe limitarse a repetir
nuestras fórmulas. Debe conquistarlas, asimilarlas, formarse una opinión,
una fisonomía propias y ser capaz de luchar por sus objetivos con el coraje
que dan una convicción profunda y una total independencia de carácter.
¡Fuera del partido la obediencia pasiva que hace seguir mecánicamente las
huellas de los jefes! ¡Fuera del partido la impersonalidad, el servilismo, el
carrerismo! El bolchevique no es solamente un hombre disciplinado; es un
hombre que, en cada caso y para cada problema, se forja una opinión firme
y la defiende valerosamente no sólo contra sus enemigos sino en el seno de
su propio partido” (V.126, pp.89-91).
Se hacen asambleas del partido en Moscú (11, diciembre) y
Petrogrado (día 15) donde los argumentos de Trotski y de los 46 toman
impulso. Todavía salen artículos en Pravda, pero ya su director es
despedido por escribir el 16 de diciembre que “la calumnia y las
acusaciones infundadas se han convertido en las armas de discusión de
numerosos camaradas” (V.8, p.252). Efectivamente, el día anterior Stalin
había acudado a Trotski de “menchevique infiltrado” (V.8, p.251) en el
partido. Se estaba empezando a utilizar por parte de la troika y sus corifeos
la mentira y el insulto como método político. Lógico ejercicio burocrático
porque los argumentos políticos de los que se oponían al proceder de la
troika ya impactaban en el seno del partido. Una muestra, el 11 de
diciembre se celebró una junta de la organización del partido en Moscú en
la Casa de los Sindicatos. Pues bien, allí sólo Iaroslavski, secretario de la
comisión central de control, habló directamente en contra de Trotski y fue
abucheado por la asemblea comunista. El propio triunviro Kámenev
reconoció que “suena bien decir: <Yo estoy de acuerdo con Trotski>”
(V.17, p.314). Efectivamente, la base del Partido veía a Trotski como el
compañero de Lenin.
El 28 y el 29 de diciembre Pravda publica dos artículos de Trotski
que enfatizaban la línea argumental del “Nuevo Curso”. Advierte que “el
partido vive, de alguna manera, en dos niveles: el nivel superior, donde se
decide, y el nivel inferior, que se limita a tomar conocimiento de las
decisiones” (V.126, p.27). Insiste en la denuncia de que “el burocratismo
del período de guerra no era nada en comparación con el burocratismo
actual, que se desarrolló en tiempo de paz” (V.119, p.29).También
reflexiona sobre las fracciones en el seno del partido. Este no es un
problema mecánico sino nacido de la necesidad de la dictadura del partido
para mantener el Estado soviético. Pero al ser el PB el único partido en él
60
se expresan los intereses coyunturalmente contrapuestos de las dos clases
sobre las que se asienta el partido, el campesinado y los obreros. Así,
surgen las contradicciones y, por lo tanto, las fracciones. De esta manera, lo
que se impone es “elaborar la línea que corresponda a la situación real del
momento (…), no basta declarar que los grupos y las fracciones son
perjudiciales para impedir su aparición. Sólo se los prevendrá con una
política justa, adaptada a la situación real” (V.126, p.40). Hay que eliminar
el régimen burocrártico del partido, causa de que las fracciones
coyunturales se enquisten. Pero, advierte, “es indigno de un marxista el
considerar que el burocratismo es sólo el conjunto de los malos hábitos de
los empleados de oficina. El burocratismo es un fenómeno social (…). Sus
causas más profundas son la heterogeneidad de la sociedad, la diferencia de
los intereses cotidianos y fundamentales de los diferentes grupos de la
población. El burocratismo se complica debido a la carencia de cultura de
las masas. Entre nosostros, la causa esencial del burocratismo reside en la
necesidad de crear y sostener un aparato de Estado que una los intereses del
proletariado con los del campesinado en una armonía económica perfecta
de la que estamos aún muy lejos. La necesidad de mantener
permanentemente un ejército es también otra causa importante del
burocratismo (…). El burocratismo en el aparato de Estado y en el partido
es la expresión de las peores tendencias inherentes a nuestra situación, de
los defectos y de las desviaciones de nuestro trabajo que, en ciertas
condiciones sociales, pueden socavar las bases de la revolución” (V.126,
p.53). Señala que “el instrumento histórico más importante para la
realización de todas estas tareas [combatir la contradictoria realidad] es el
partido” (V. 126, p.54), por lo que es absolutamente imprescindible
mantenerlo sano.
El éxito de las tesis de Trotski y de los 46 es tan importante que la
troika echará mano del aparato para decapitar a esta naciente oposición, que
no está organizada como fracción. Se corta el debate en Pravda, se nombra
a eminentes oposicionistas (Ioffe, Rakovski, etc.) como diplomáticos para
alejarlos de la lucha política, se destituye a Antonov-Ovseenko como
comisario político del Ejército Rojo porque las células del ejército votan a
favor de las tesis de la oposición. Asimismo, es destituido en su totalidad el
CC de las juventudes del partido porque estaba a favor de los argumentos
de Trotski y de los 46. Y como colofón, se escoge a dedo a los delegados a
la XIIIª Conferencia del PB para darle la puntilla a la naciente oposición.
La XIIIª Conferencia da comienzo el 16 de enero de 1924. En ella el
triunvirato prepara y hace aprobar una resolución en la que denuncian a
Trotski y a los 46 como una “desviación pequeñoburguesa del leninismo”
(V.24, p.130). Ante este brutal ataque de la troika refrendado por el
aparato del partido algunos oposicionistas, que vieran como en los debates
previos muchos militantes se posicionaban con ellos, se desmoralizan. Es
61
más, habrá militantes que incluso lleguen al suicidio, como Lutovinov,
Evguenia Bosch y Glazman, entre otros. Esto nos informa que la
degeneración que se estaba a dar en el partido era literalmente insoportable
para algunos militantes.
16. La muerte de Lenin
Así estaban las cosas en el PB mientras Lenin agonizaba. El 18 de
enero Trotski, que por enfermedad ya no había podido asistir a la
Conferencia, parte por prescripción médica para el Mar Negro en un
intento de reponerse de unas extrañas fiebres que no lo dejan. Al llegar a
Tbilisi el día 21 recibe una contundente noticia: ¡murió Lenin!
Efectivamente, Lenin muriera ese mismo día 21 a las 18,50 en Gorki.
Inmediatamente Trotski se pone al habla con Stalin y le comunica su
intención de regresar ipso facto a Moscú. Stalin le dice que el entierro se
efectuará al día seguinte, el 22, y que por lo tanto no le daría tiempo a
volver. Era una mentira calculada ya que el entierro de Lenin se celebrará
el día 27. La ausencia de Trotski le pareció anormal a propios y ajenos.
En Tbilisi le piden a Trotski que diga unas palabras sobre la muerte
de Lenin. Se pone a escribir aunque se siente incapaz y necesita estar solo.
No obstante, redacta unas líneas en las que su orfandad política queda
diáfanamente reflejada: “Ya no existe Lenin. No tenemos ya a Lenin
(…).Ya no existe Vladímir Ilich. El partido ha quedado huérfano (…)
¿Cómo seguiremos adelante? (…) Camaradas, hermanos, Lenin no está ya
con nosotros ¡Adiós, Ilich! ¡Adiós, jefe nuestro!” (V.78, pp.544-545). Al
poco continuaba viaje a la ciudad de Suchum, en la costa del Mar Negro.
Su sentir, su estado de ánimo, nos lo trasmite a la perfección el propio
Trotski: “En Suchum hube de pasar días y días tendido en el balcón, con la
cara vuelta al mar (…). La constante sensación de la fiebre se mezclaba con
el pensamiento de la muerte de Lenin, que no dejaba de atenazarme ni un
instante” (V. 101, p.535). Estando allí recibe una carta de la camarada y
ahora ya viuda de Lenin, Krupskaia, que dice:
“Querido Lev Davídovich:
Le escribo a usted para comunicarle que Vladímir Ilich se puso a leer
su libro apróximadamente un mes antes de morir, y lo dejó en el pasaje en
que traza usted la fisonomía de Marx y de Lenin. Me pidió que volviese a
leerle estas páginas, y, después de escuchar la lectura atentamente, él
mismo quiso tomar en la mano el libro y volverlas a repasar.
Otra cosa quería decirle, y es que las relaciones que unieron a
Vladímir Ilich con usted desde el día en que se presentó en Londres,
viniendo de Siberia, no cambiaron un punto hasta la hora de su muerte.
62
Le deseo a usted, Lev Davídovich, fuerzas y salud. Un fuerte abrazo
de N. Krupskaia” (V.101, p.536).
Nos explica el mismo Trotski que el libro al que hace mención
Krupskaia era un pequeño texto donde él trazaba una semblanza de Lenin,
y, en el pasaje citado, una semejanza entre Marx y Lenin. Recordando su
propia comparación, Trotski reafirma su pensar: “Marx y Lenin, dos
figuras tan íntimamente unidas por la historia, y a la par tan diferentes, son
para mí las dos cumbres más altas a que puede llegar el poder espiritual del
hombre” (V.101, p.537).
Mientras, en Moscú se hacían los preparativos para enterrar -nunca
mejor dicho- al indiscutible líder de la revolución. En la víspera del entierro
el Congreso de los Soviets celebró una sesión en memoria de Lenin en la
que hablaron, por este orden, Kalinin, Krupskaia, Zinóviev y Stalin. El
georgiano introdujo una letanía en vez de hacer una reflexión sobre el
camarada fallecido. Así, haciéndose el apocado alumno que aspira a sumo
sacerdote, dijo, al menos por seis veces, “Te juramos, camarada Lenin, que
cumpliremos con honor este mandamiento” (V.17, pp.345-346). Los
“mandamientos” eran, entre otros, “cuidar la unidad de nuestro partido”,
“conservar y fortalecer la dictadura del proletariado” y “robusteceremos y
ampliaremos la unión de los trabajadores de todo el mundo: la
Internacional Comunista” (V.17, pp.345-346). La Historia lo convirtió en
un perjuro.
También se decidió en esta junta cambiar el nombre de Petrogrado
por el de Leningrado, propuesta con la que todo el mundo estuvo de
acuerdo; y conservar el cadáver de Lenin en un mausoleo al lado de las
murrallas del Kremlin, a lo que se opuso tajantemente Krupskaia, oposición
en la que insistió públicamente en una carta en Pravda de 30 de enero, que
reproducimos:
“Tengo que pedirles un gran favor: no permitan que su duelo por
Ilich tome la forma de una reverencia externa por su persona. No le
levanten monumentos conmemorativos, no pongan su nombre a los
palacios, no celebren actos solemnes en su honor, etc; cuando él vivió, todo
esto le tenía sin cuidado y le fastidiaba. Recuerden que en nuestro país hay
todavía mucha pobreza y mucho abandono. Si ustedes desean honrar la
memoria de Vladímir Ilich, construyan jardines de infancia, casas, escuelas,
librerías, centros médicos, hospitales, hogares para los impedidos, etc., y,
sobre todo, pongamos en vigor sus preceptos” (V.17, p.347).
También Trotski, al enterarse de esta decisión, se opondrá
frontalmente: “La actitud respecto a Lenin, que era la que cumplía frente a
un caudillo revolucionario, fue suplantada por el culto rendido al pontífice
máximo de una jerarquía sacerdotal. A pesar de mi protesta, se hubo de
erigir en la Plaza Roja aquel mausoleo indigno y humillante para un
revolucionario” (V.101, p.541).
63
El entierro se celebró el domingo 27 de enero de 1924. El ataúd se
trasladó desde la Casa de los Sindicatos, donde fuera visitado por miles de
personas, a la Plaza Roja, depositándolo en un improvisado monumento
que será sustituido por un mausoleo.
17. Individuo e Historia
Si la sola enfermedad de Lenin había posibilitado el funcionamento
de una troika fraccional y el incremento del burocratismo y del centralismo,
su muerte va a ser catastrófica para el desarrollo de la revolución. ¿Por
qué?, Lenin sólo era un hombre. Para contestar adecuadamente se impone
una reflexión sobre el papel del individuo en la Historia. La persona juega
un papel en el proceso histórico, este papel está condicionado por la
realidad histórica pero no determinado. Un líder político es un producto de
la Historia pero también lo es de su propia individualidad. Historia y
Naturaleza se interrelacionan. La coyuntura es el marco histórico concreto
donde el individuo vierte su propia experiencia y actitudes. Si en una
coyuntura dada la victoria o la derrota de una clase social aún no está
decidida por la relación de fuerzas la personalidad juega un papel vital,
trascendente. Así, de haber vivido Lenin unos años más en buenas
condiciones físicas y psíquicas el rumbo de la Historia podría haber
cambiado. ¿Es esto una exageración? Veamos. Por el pasado proceder de
Lenin es lógico colegir que si hubiese estado en plenas facultades en 1924
tendría aconsejado y apoyado en 1923 adecuadamente a la dirección del
KPD para que esta intentase llevar a la victoria a la clase trabajadora
alemana, aún así la conquista del poder no estaba asegurada. Lo que sí
estaba asegurado es que por el liderazgo que Lenin tenía en el Partido,
ganado en el proceso histórico, Stalin habría sido destituido como
secretario general del PB; que los órganos de dirección del PB bajo la
batuta y la experiencia acrecentada de Lenin habrían sido un dique contra el
arribismo, preservando la pureza política del Partido, y contra los
privilegios, ya que mantendría la escala de salários de los funcionarios sin
despegarse de la de los obreros. El PB hubiera dinamizado su propia
dirección, con lo cual Lenin habría tenido sucesores políticos naturales. El
PB se hubiera dedicado a potenciar el proceder revolucionario de la
Internacional Comunista, lo que hubiese llevado a los Pecés a tener más
influencia en la clase trabajadora de sus respectivos países. El PB hubiese
apoyado todo proceso revolucionário externo (piénsese en la revolución
española, lo que tendría acontecido si la Unión Soviética hubiera mandado
apoyo militar masivo y cuadros revolucionarios), que de triunfar supondría
el fin del aislamiento de la URSS, nuevo impulso político para la clase
trabajadora soviética y, de darse en un país occidental, apoyo técnico para
ayudar y proseguir con una mejor base tecnológica la industrialización y la
64
colectivización, que aún sin apoyo exterior se habrían hecho pero contando
con la participación política de la clase trabajadora y sin violencias
extremas en el campo. Todo esto hubiera supuesto el debilitamiento, la
muerte política, de la casta burocrática porque su consolidación se
asentaba en el aislamiento político y en la miseria material que trajeran la
Primera Guerra Mundíal, la Guerra Civil y el cordón sanitario de los
gobiernos “democráticos”. En aquella coyuntura, en la que se decidía el
avance o la distorsión de la revolución, la muerte de Lenin fue una
casualidad causal. Esto no es hacer ucronía, es hacer una reflexión sobre la
capital importancia de una personalidad dada en un momento concreto del
proceso histórico. El caminar de la Historia procede del hilo causal, y la
personalidad forma parte de él. Trotski hizo, en su autobiografía, la
siguiente reflexión: “¿Le hubiera sido dado a Lenin llevar a cabo la
renovación de personas que se proponía dentro del partido? En aquellos
momentos, indudablemente” (V.101, p.504). Bien, prosigamos con el relato
histórico.
. 18. Un camino diferente
Ríkov sustituyó a Lenin como Presidente del Consejo de Comisarios
del Pueblo, pero no era aquí desde donde se iba a decidir la marcha de la
Rusia de los Soviets. A los pocos días de enterrar a Lenin el Comité Central
del Partido Comunista (bolchevique) Ruso decide ejecutar una campaña de
reclutamiento político, acordada en la XIIIª Conferencia, denominada
cínicamente “Alistamiento Lenin”. Esta “promoción leninista” llevará al
PC(b)R unos 250 mil afiliados, más del 50 por 100 de la militancia del
partido. ¿Por qué calificamos de cínica esta leva? Porque el alistamiento no
se hacía bajo el baremo político de Lenin, que exigía que cada miembro del
Partido fuese un cuadro revolucionário. Y aquí se hacía justo al revés, ya
que estos miles de trabajadores son reclutados por el aparato del partido, no
seleccionados entre los miembros más conscientes de la clase trabajadora,
con el objetivo predeterminado de utilizarlos políticamente por ser una
masa fácilmente manipulable por su bisoñez ideológica y porque le deberán
su ingreso, y las seguridades que esto supone en una realidad material
miserable, al aparato del partido. La degeneración del Partido Bolchevique
se va a acelerar por esta mera aportación cuantitativa. Los cuadros
revolucionarios, bolcheviques, no sólo se verán atacados por el aparato sino
también anegados en una masa amorfa políticamente, lo que acentuará su
sensación de aislamiento. Este proceder reclutador fue hecho con toda la
conciéncia política por el aparato como lo demuestra el decir del aparatchik
Molotov: “En el futuro, el progreso del partido descansará sobre la base de
esta <campaña leninista de enrolamiento>” (V.17, p.353). Trotski, años
después, en su libro “La revolución traicionada”, dirá: “Aprovechando la
65
muerte de Lenin, la burocracia comenzó la campaña de reclutamiento
llamada de la <promoción de Lenin>. Las puertas del partido, hasta
entonces bien vigiladas, se abrieron de par en par a todo el mundo (…).
Políticamente, se trataba de absorber la vanguardia revolucionaria en un
material humano desprovisto de experiencia y personalidad pero
acostumbrado, en cambio, a obedecer a los jefes (…). Al liberar a la
burocracia del control de la vanguardia proletaria, la <promoción de
Lenin> dio un golpe mortal al partido de Lenin (…). El centralismo
democrático cedió su lugar al centralismo burocrático” (V.122, pp.115116).
Se empieza a preparar el XIIIº Congreso del PC(b)R. En una junta
previa se decide que se lea el “Testamento” de Lenin, no en el Congreso
del Partido, como quería Krupskaia, sino en una reunión ampliada del CC a
celebrar el 22 de mayo. El “Testamento” cae como una bomba política
entre la mayoría de los congregados, que desconocían la propia existencia
del texto. Stalin está en apuros ya que a estas alturas su poder, ejercido a
través del aparato, no es todavía absoluto, totalitario. El “Testamento”
demuestra sin paliativos que Stalin no gozaba de la confianza política de
Lenin. ¿Se impone, entonces, seguir la recomendación de Lenin y relevar a
Stalin de la Secretaría General? No, dice Zinóviev, “los temores de Ilich no
se han confirmado” (V.8, p.267). Acto seguido, con el apoyo de Kámenev,
pide, y obtiene, que Stalin conserve la Secretaría General. Trotski, que ya
había regresado a Moscú y estaba presente en la reunión, no dice nada, no
interviene. ¿Por qué? ¿Considera que aún se puede dar a estas alturas,
donde arrecian los insultos, las presiones y las purgas contra los
oposicionistas, una lucha política productiva en el seno del partido? Con la
protesta de Krupskaia, el CC vota por mayoría que el “Testamento” no se
dé a conocer públicamente.
El XIIIº Congreso del PC(b)R se inaugura el 23 de mayo. Si en la 13ª
Conferencia ya se atacara a Trotski y a la desorganizada Oposición
acusándoles de tener “desviaciones pequeñoburguesas” (V.17, p.361),
ahora se ratifica el veredicto y se acrecienta el ataque ya que se pide a
Trotski, por boca de Zinóviev, que se retracte de sus críticas y que confiese
sus errores ante el Congreso. Esta petición era un hecho completamente
insólito en el PB, que no tenía ningún precedente. Krupskaia, en su
intervención, afirma que la petición de Zinóviev es una “exigencia
psicológicamente imposible” (V.24, p.136). Trotski hará una réplica breve
y serena, que le valdrá los insultos de algunos burócratas. En una parte de
su intervención comunica que “ya he dicho que nada sería más fácil que
decir ante el Partido que todas estas críticas y todas estas declaraciones,
advertencias y protestas eran totalmente erróneas. Sin embargo, camaradas,
yo no puedo decir tal cosa porque no la creo” (V.24, p.136).
66
Se cierra el Congreso ratificando lo decidido en la 13ª Conferencia y
el proceder del CC. Trotski es elegido por el Congreso para el CC.
Zinóviev y Kámenev le exigen a Stalin que se excluya a Trotski del
Politburó pero este no acepta. Este comportamiento no era ninguna honesta
mano tendida, como iban a demostrar los inmediatos acontecimentos, sino
un taimado quehacer de un supino maquinador.
Pasaran ya casi dos años de la ultima convocatoria de la
Internacional Comunista, por fin se convoca el V Congreso a celebrar en
Moscú del 17 de junio al 8 de julio de 1924.
El acontecimiento político más importante que se diera a nivel
internacional antes de esta junta congresual fue, sin duda alguna, la
revolución alemana de 1923. Pues bien, nada se hizo desde la dirección de
la IIIª Internacional para sacar lecciones políticas de aquella derrota tan
trascendente para el futuro caminar de la Rusia soviética y de Europa
entera. No se reconoció que la mayor parte de la culpa de la impresentable
dirección en la fracasada revolución fuera del Comité Ejecutivo de la
propia Komintern. Al revés, se le echa toda la culpa al CC del Partido
Comunista Alemán (KPD). No obstante, militantes como Rádek y el
italiano Bordiga critican a la dirección de la IC. En vano, para la troika,
liderada formalmente a nivel internacional por Zinóviev, que seguía siendo
el presidente de la IC, lo importante era “bolchevizar” la Komintern.
Como ya sucediera en el caso del “Alistamiento Lenin”, se imponía
el cinismo conceptual ya que la denominada “bolchevización” de la IC no
era otra cosa que el sometimiento de la IIIª Internacional a los dictados de
Moscú. De ahora en adelante, la IC ya no sería el Estado Mayor de la
Revolución, como siempre quisieron Lenin y Trotski, sino un instrumento
para la defensa de los intereses de la naciente casta burocrática soviética.
Así, cuando verdaderamente finiquitaba el período bolchevique de la IIIª
Internacional la troika decía que la “bolchevizaba”, ironías de la Historia.
Para esta “bolchevización” era imprescindible eliminar a los críticos
y descalificar a Trotski, hasta entonces su teórico por excelencia y uno de
sus máximos líderes. La descalificación vino a través del insulto político.
Para este menester Zinóviev utilizó a la joven militante alemana Ruth
Fischer que calificó a Trotski, Rádek y Brandler de “liquidadores
mencheviques” (V.8, p.271). A la vez, Trotski fue desposeído de su puesto
en el Comité Ejecutivo de la IC, que pasó a ocupar Stalin. La IC estaba
muerta como instrumento revolucionario de la clase trabajadora.
La casualidad quiso que la Editorial del Estado tuviera prevista para
octubre de 1924 la publicación del tercer volumen de las obras de Trotski,
dedicado a 1917. Trotski va a prologar este texto con su folleto titulado
“Lecciones de Octubre”. En este escrito descalifica indirectamente el
67
quehacer pseudobolchevizador que la troika efectuara en el V Congreso de
la IC. Dice Trotski: “En estos tiempos se ha hablado y escrito con
frecuencia respecto a la necesidad de bolchevizar la Internacional
Comunista. Se trata, en efecto, de una tarea urgente, indispensable, cuya
proclamada necesidad hácese sentir de modo más imperioso aún después
de las terribles lecciones que el año pasado nos diera en Bulgaria y
Alemania. El bolchevismo no es una doctrina, o no es sólo una doctrina,
sino un sistema de educación revolucionaria para llevar a cabo la
revolución proletaria. ¿Qué significa bolchevizar los partidos comunistas?
Significa educarlos y seleccionar en su seno un personal directivo, de modo
que no flaqueen al venir el momento de su Revolución de Octubre” (V.109,
p.84). Sin embargo, lo más importante de este texto era que por vez
primera se acometía un análisis de las etapas de la Revolución Rusa de
1917 y de los procederes que se dieran en la dirección del PB. Todo esto se
decía con el objetivo de que el Octubre Bolchevique pudiera servir de guía
para la acción a futuras generaciones revolucionarias.
Al analizar el comportamiento de la dirección bolchevique se ve que
una parte de ella no había estado a la altura de los acontecimientos
revolucionarios, ni antes de la insurrección, a la que llegan a denunciar
públicamente, ni después de la conquista del poder, cuando querían pactar
con los enemigos de la propia toma del poder. Partiendo del análisis de un
hecho histórico concreto, Trotski explica como se debe comportar una
auténtica dirección revolucionária. Con la lectura del texto se hace obvio
que Zinóviev y Kámenev, dos de los componentes de la troika que gobierna
el Estado Soviético en ese momento, no estuvieran a la altura de las
obligaciones que imponía el proceso revolucionario ya que no habían
tenido voluntad política para conquistar el poder ni para conservarlo. Y
ambas cosas las documenta Trotski citando por extenso textos coetáneos a
los hechos de la autoría de Zinóviev y Kámenev. De esta manera, los dos
triunviros no aparecen como unos avezados revolucionarios dignos
alumnos de Lenin sino como unos timoratos políticos opuestos a Lenin.
Stalin no era mencionado por la sencilla razón de que en Octubre estuviera
en segunda línea, lo que le ponía a salvo de la crítica.
La crítica implícita al presente en el texto continúa, si la revolución
alemana de 1923 fracasó fue porque el Partido Comunista Alemán (KPD)
no tuvo la dirección adecuada. Ahora bien, el CC del KPD había sido
asesorado por el Comité Ejecutivo de la IC, del que Zinóvieve era
presidente, sin olvidar que la troika no tomara en consideración la petición
de los comunistas alemanes de que Trotski fuese a Alemania a dirigir la
insurrección.
El texto de Trotski se publica en octubre. Al principio reina el
silencio, pero apartir del 12 de noviembre el aparato desencadena una
68
campaña de tal magnitud que poco menos que lo sepulta. Cientos de notas,
artículos y protestas se publican con cadencia diaria contra Trotski. Los
triunviros entran públicamente en liza en noviembre con unos artículos
cuyos títulos por si mismos ya son suficientemente clarificadores de lo
planificado del ataque y de la línea divisoria que se quiere trazar entre
Lenin y Trotski: “Leninismo o Trotskismo”, de Kámenev; “Trotskismo o
Leninismo”, de Stalin; y “Bolchevismo o Trotskismo”, de Zinóviev. En
ellos se acusa a Trotski de revisionista, de liquidador del leninismo,
etcétera.
Pero el ataque a Trotski no se detiene aquí. Se le saca el polvo y el
contexto a los fuertes debates políticos que hubo en determinados
momentos entre Lenin y Trotski. Se desentierran textos de antes de la
revolución donde Lenin y Trotski polemizaron con ardor verbal. De esta
manera, Trotski queda convertido en un antileninista visceral que osara
insultar a Lenin. Pero hay más, se comienza a reescribir la Historia: el
papel de Trotski en la Revolución de Octubre no fuera tan importante... Era
el inicio de la falsificación de la Historia, que andando el tiempo eliminaría
a Trotski de los textos escolares, de las películas sobre Octubre e inclusive
de las fotografías históricas.
La tralla fue terrible, Trotski había recibido el ataque combinado del
aparato; pero por si esto fuera poco, el CC advierte el 17 de enero de 1925
que hay que “continuar con la empresa de desvelar el carácter
antibolchevique del trotskismo (…) e introducir en los programas de
enseñanza política la explicación de sus características pequeño-burguesas”
(V.8, p.277). La lucha contra el “Trotskismo” ya era oficial.
Como colofón, Trotski es destituido del cargo de Comisario de la
Guerra a comienzos de 1925, no sin cierto temor por parte de algunos de
los gobernantes soviéticos, que habían manifestado en conversaciones
internas el temor de que Trotski pudiera utilizar el Ejército Rojo para dar
un Golpe de Estado. Lo que no podían entender aquellos que se estaban
alejando de las tradiciones revolucionarias de Octubre, fue lo mismo que,
años después de estos hechos, no comprendían las personas que
insistentemente le preguntaban a Trotski por qué se dejara descabalgar del
poder, cuando la respuesta es muy sencilla: porque el objetivo estratégico
para un marxista es construir el socialismo, y esto sólo se puede hacer
apoyándose en la clase trabajadora y no en el ejército, por muchas
tradiciones revolucionarias que este tenga. Así, Trotski no estaba interesado
en ser el Napoleón soviético, sino en esperar por la clase trabajadora, en
que esta recuperase el ánimo, el entusiasmo y el impulso perdido por culpa
de las derrotas de la revolución fuera de la Rusia Soviética y de los fracasos
materiales y políticos que traían estas derrotas a la propia Rusia de los
Soviets. Trotski lo explicará a la perfección en un artículo fechado el 12 de
69
noviembre de 1935: “Es indudable que hubiera sido posible dar un golpe de
estado militar contra la fracción de Zinóviev, Kámenev, Stalin y compañía
sin la menor dificultad, sin siquiera derramar sangre; pero eso sólo hubiera
servido para acelerar el ritmo de la burocratización y el bonapartismo
contra los cuales luchaba la Oposición de Izquierda” (V. 125).
Con la intención de neutralizar políticamente a Trotski, la troika va a
nombrarlo, en mayo de 1925, presidente de tres comités técnicos: Comité
de Concesiones, de Explotaciones Electrotécnicas y de la Dirección
Científico-Técnica de la Industria. Trotski se pone a estudiar sobre
química, hidráulica, visitar laboratorios, ojear experimentos, elaborar
estudios comparativos entre la economía soviética y la mundial, lo que le
permite demostrar estadísticamente el atraso soviético; cotejar el proyecto
de la construcción de la central hidráulica sobre el Dnieper , que le lleva a
perdirle estudios a especialistas soviéticos, alemanes y estadounidenses;
echarle una mirada al imperialismo norteamericano y afirmar lo que será
una obviedad años después, los EEUU “pondrían a Europa a vivir de
raciones norteamericanas y luego le dictarían su voluntad. Después de
ocupar el lugar de Gran Bretaña como el taller y el banco del mundo, los
Estados Unidos también estaban ocupando el lugar de Gran Bretaña como
la primera potencia naval e imperial del mundo (…). Estamos entrando en
una época de desenvolvimiento agresivo del militarismo norteamericano”
(V.24, p.203). Así, Trotski no se para, estudia, da charlas y...espera.
La continuación de la NEP está consolidando el capitalismo en el
campo, impidiendo el despegue industrial y agudizando las contradicciones
sociales, realidad que se verá reflejada en los órganos de dirección del
PC(b)R. La agricultura sigue estando muy atrasada, pero con el agravante
de que los kulaks (campesinos ricos en la realidad soviética) generan el 60
por 100 de los productos agrícolas puestos en el mercado, poseen el 50 por
100 de las tierras de labranza, tienen el 60 por 100 de la maquinaria
agrícola y son los patrones de los más de 5 millones de agricultores pobres
que están obligados a alquilar su fuerza de trabajo para sobrevivir,
recibiendo salarios inferiores a los que había antes de la guerra. Por lo
tanto, los kulaks controlan el campo económicamente y necesitan el control
político. La industria está obsoleta y esto impide que la clase trabajadora
crezca a nivel numérico y político. En la ciudad se impone el intermediário
y el funcionario. En la Rusia de los Soviets está germinando la restauración
del capitalismo.
Dos fornidos economistas, Evgueni Preobrayenski y Nikolai Bujarin,
que en el pasado trabajaran teóricamente en común produciendo el manual
marxista “ABC del Comunismo”, y que hoy representan la izquierda y la
derecha del partido en el campo económico, se van a enfrentar
radicalmente. Preobrayenski clama por la necesidad de la industrialización
70
para salir del atraso económico. Dado que la Rusia Soviética es un país
atrasado, la industrialización se tendría que efectuar a través de la “ley de
acumulación primitiva socialista” que subordina el campo a la ciudad y el
consumo a la producción. Para esto es imperioso planificar y centralizar la
economía. En este período la escasez de artículos de consumo y la
burocratización son dos peligros continuados y será función del partido su
control. Es imprescindible atravesar esta etapa de transición lo más aprisa
posible para pasar a disfrutar de las ventajas de una economía socialista,
base de la solidaridad y de la democracia.
Bujarin califica este programa de “monstruoso”. Se opone
vehementemente a él. Considera que motivando y controlando la
acumulación privada se pondrá al kulak y a la pequeña-burguesía al
servicio del socialismo. Por lo tanto, lo que es imprescindible es quitarle
trabas al kulak para que produzca y acumule. Hay que darle prioridad al
consumo sobre precios de mercado. Estas tesis se harán públicas en su
sonado discurso en el Teatro Bolsoi en abril de 1925: “Debemos decir a los
campesinos, a todos los campesinos: Enriqueceos, ampliad y desarrollad
vuestras granjas y no temais que se ejerza limitación alguna sobre vuestra
actividad” (V.8, p.286).
El PC(b)R va a avalar en la práctica las tesis de Bujarin, aunque lo
llame a la moderación verbal, con una serie de medidas como la
autorización para contratar fuerza de trabajo, créditos para maquinaria
agrícola, disminución de los impuestos, precios de mercado para los
productos agrícolas... Pero esta política pone en pie de guerra a los obreros
de Leningrado, la ciudad donde hay más concentración proletaria, que
sienten como se encarece su cesta de la compra, y como la falta de materias
primas para los astilleros y para muchas fábricas acrecienta el paro obrero,
ya elevado. En 1925 de los 90 mil afiliados con los que cuenta allí el
PC(b)R, en cifras redondas, el 72 por 100 son obreros. Leningrado es el
feudo de Zinóviev, aquí él controla el aparato y no Stalin. Zinóviev
trasladará a los organos de dirección del partido la presión de la base
obrera. En palabras de Trotski: “en su lucha por sobrevivir, los líderes de la
oposición se vieron obligados a adaptarse a la conciencia de clase del
proletariado de Leningrado” (V.19, p.69). Es el comienzo de nuevas
alineaciones políticas.
El ataque de Zinóviev a las tesis de Bujarin se hacen cada vez más
contundentes hasta desembocar en la denuncia pública a través, sobre todo,
de dos opúsculos imprentados en septiembre de 1925, “El leninismo” y “La
Filosofía de la Época”. En estos textos ataca a la NEP, porque, dice, supone
el retraso de la revolución y el peligro de su degeneración, además de
condenar la “teoría del socialismo en un solo país” ya que “la empresa de
los comunistas consiste en consolidar la victoria en su propio país
71
abriendo, al mismo tiempo, camino a los obreros de los restantes países”
(V.8, p.291).
Precisamente, la primera divergencia en el seno del CC del PC(b)R
que Zinóviev y Kámenev tuvieran con Stalin fuera a respecto de una
propuesta para proclamar la “teoría del socialismo en un solo país” que el
Secretario General trajera, en abril de 1925, para incluir en la próxima
Conferencia del Partido. Zinóviev y Kámenev se opusieran, y a pesar de
que se aprobó un texto de compromiso el enfrentamiento ya era un hecho.
A estas alturas el Politburó estaba formado por Ríkov, Bujarin,
Tomski, Stalin, Zinóviev, Kámenev y Trotski. Stalin se apoya ahora en los
tres primeros, que son la derecha del partido, para preparar el XIVº
Congreso del PC(b)R y poder enfrentar a la organización del partido en
Leningrado, la fortaleza de Zinóviev. Kámenev ya había sido neutralizado
en Moscú.
En la elección de delegados para el Congreso los stalinistasbujarinistas y los zinovietistas emplearán el mismo método: cada fracción
elige en sus feudos exclusivamente a sus propios delegados. Pero como la
fracción gobernante tiene el control del aparato en todo el Estado, excepto
en Leningrado, y las votaciones se hacen con un criterio apriorístico,
independientemente de los “argumentos”, el resultado del Congreso ya
está decidido.
El XIVº Congreso del PC(b)R se inaugura el 18 de diciembre de
1925. El enfrentamiento entre las das fracciones va a ser contundente y
tendrá a Trotski como espectador atónito.
Zinóviev, Kámenev, Krupskaia y Sokólnikov van a pedir la
restauranción de la democracia en el seno del partido. Se denuncia que el
aparato, y no los argumentos, es lo que cuenta. Se critica abiertamente a
Stalin. Kámenev dice con rotundidad: “Nos oponemos a crear la teoría de
un <líder> (…) nos oponemos a la formación de un líder. Nos oponemos a
que la secretaría combine en la práctica tanto la política como la
organización, y a que se coloque por encima de los organismos políticos
(...). Lo que tengo que decir, he de decirlo hasta el final. Porque se lo he
dicho más de una vez a un grupo de delegados del partido, es por lo que lo
repito ahora en el congreso: He llegado a la conclusión de que el camarada
Stalin no puede realizar la función de unir al órgano supremo
bolchevique” (V. 19, p. 146).
Krupskaia, citando el pasaje de “El Estado y la Revolución” en el
que Lenin advierte que a veces en la Historia los revolucionários después
de muertos son adulterados y convertidos en iconos, está diciendo con
franqueza que se está manipulando la obra de Lenin. Además, delante de la
mayoría mecánica del Congreso advierte: “En la historia de nuestro partido
72
ha habido Congresos en los que la mayoría estaba equivocada. Recordemos
por ejemplo el Congreso de Estocolmo” (V.8, p.297). Zinóviev va a atacar
la NEP y la “teoría del socialismo en un solo país”. Apoyándose en citas de
Lenin afirmará: “La victoria final del socialismo es imposible en un solo
país (…). Habrá de decidirse a escala internacional” (V.8, p.298).
Trotski, que sin saberlo asiste por última vez a un congreso de lo que
fuera el PB, está un tanto perplejo. Zinóviev y Kámenev, los que han
pedido una y mil veces su expulsión del Politburó y del propio partido, los
que inventaran el “Trotskismo” como una doctrina anti-leninista, en fin,
estos ahora se están enfrentando directamente a Stalin, reclamando la
democracia obrera y denunciando la NEP y el “socialismo en un solo país”.
Trotski no sube a la tribuna, no obstante las bases políticas para un
acercamiento con los zinovietistas están dadas. Será cuestión de tiempo.
La mayoría stalinista-bujarinista de este Congreso queda
perfectamente reflejada en la votación del informe final que presentan
Stalin y Molotov: 559 votos a favor y 65 en contra. Se comprende que en el
nuevo CC los zinovietistas pierdan poder.
En este Congreso se acuerda retocar el nombre del partido para
adecuarlo a la realidad constitucional del Estado Soviético: Partido
Comunista (bolchevique) de la URSS. Una formalidad
.
19. Socialismo en un solo país
Hagamos un receso narrativo para echarle una breve ojeada a esa
“teoría del socialismo en un solo país” sobre la que se comienza a debatir.
La primera formulación que hizo Stalin de esta “teoría” data de octubre de
1924. Nació para oponerla a la “revolución permanente” de Trotski, que
este formulara en su obra “1905” y que el triunfo de la propia Revolución
de Octubre confirmara, pero que en su contexto histórico trajera alguna que
otra pendencia con Lenin, al que posteriormente acusarán de hacerse
“trotskista” a través de sus “Tesis de Abril”. Por lo tanto, la “teoría del
socialismo en un solo país” era al comienzo un apoyo táctico más en la
lucha de la troika contra el “trotskismo”, en la campaña por convertir a
Trotski en un anti-leninista. Pero lo que había nacido por motivos de
estricta utilidad coyuntural se iba a convertir andando el tiempo en una
pauta de conducta del Estado Totalitario construido por el stalinismo. Así,
esta “teoría” estaba aquí en sus comienzos y se desarrollará en el contexto
de la lucha contra la Oposición hasta conseguir el sello oficial del proceder
stalinista en política internacional en la relación clase trabajadora
planetaria/ estado soviético. La susodicha “teoría” afirmará que sí se podía
construir el socialismo en un país rodeado por el capitalismo, por lo que la
73
revolución mundíal ya no era necesaria para la Rusia soviética. Por lógica
deducción vendrá la defensa de la “patria socialista” como el único
proceder útil de la clase trabajadora a nivel mundial para la casta
burocrática soviética.
La “teoría del socialismo en un solo país” le venía de perlas a la
naciente casta burocrática soviética que basaba su poder usufructuario en
la consolidación del Estado Soviético y no en la extensión de la revolución.
Además hacía de Trotski un aventurero y un pesimista. Aventurero porque
lo único que deseaba era continuar la guerra por el mundo adelante.
Pesimista porque negaba que el socialismo se pudiese construir en una
URSS aislada. De esta manera, el “socialismo en un solo país” se
transformó en la teoría de paz y orden, del statu quo, de la “optimista”
burocracia soviética. Stalin le daba a la burocracia lo que necesitaba,
incluso la justificación teórica de su contrarrevolucionario proceder.
20. La Oposición de Izquierda
Retomemos el hilo narrativo. Concluido el Congreso, la fracción
dirigente ataca rápida y decididamente a la organización leningradense. A
comienzos de enero de 1926 una delegación del aparato del partido llega a
Leningrado y con la excusa de que los zinovietistas amañaran las
elecciones de delegados al Congreso, lo cual era cierto, pero era lo mismo
que había hecho el aparato central, sólo que a mayor escala, destituye a la
redacción del periódico Leningradskaia Pravda, y con amenazas como
perder el puesto de trabajo o finiquitar la carrera burocrática, según la base
social a la que se dirigen, son eliminados los zinovietistas del aparato del
partido en Leningrado, y hasta el propio Zinóviev pierde su puesto de
secretario del partido en Leningrado y también el de presidente del Soviet
de Leningrado, la Comuna del Norte. El aparatchik Sergei Kírov toma su
lugar. Zinóviev quedaba desposeído de su poder organizativo.
Será en abril de 1926, después de una sesión del CC, cuando
Zinóviev y Kámenev tendrán una reunión con Trotski. Van a reconocerle
que fueron ellos los que orquestaron la campaña política para eliminarlo
del poder, los que inventaron el “Trotskismo”, y que así lo reconocerán
públicamente. También le dicen que Stalin sólo desea el poder y que
utilizará para defenderlo cualquier método excepto el debate alrededor de
las ideas. Le manifiestan la creencia de que la Nueva Oposición va a tener
un éxito político inmediato, a lo que Trotski responde que la batalla será
larga y dura. La Nueva Oposición tendrá renombrados cuadros políticos,
entre ellos la mayor parte de la vieja guardia bolchevique: 10 de los 18
supervivientes del CC bolchevique de Marzo do 1919, de los que forma
parte la propia Krupskaia. Pero la fracción stalinista-bujarinista cuenta con
74
el dominio del aparato, con una amplia mayoría en el CC y en el Politburó,
que desde el XIV Congreso tiene nueve miembros, de los cuales siete son
de ellos: Stalin, Bujarin, Ríkov, Tomski, Kálinin, Molotov, Voroshílov,
Zinóviev y Trotski. En números, la Nueva Oposición contará con un
máximo de 8.000 militantes, de los 750 mil afiliados que tiene el partido.
La creación de la Nueva Oposición no se organiza sin dificultades ya
que hay muchas heridas personales que cerrar, no obstante los acuerdos
políticos de base posibilitan el entendimiento. Esta naciente oposición
pasará a autodenominarse “Oposición de Izquierda”. Será la izquierda del
PC(b) de la URSS. Después de un viaje de Trotski de seis semanas a Berlin
para intentar curarse de esa fiebre que no lo deja, la “Oposición de
Izquierda” va a dar la última batalla por cambiar el rumbo político del
partido y de la Rusia soviética.
La “Oposición de Izquierda” hace su presentación oficial en julio de
1926, en la junta que el CC celebró entre los días 14 y 23. Trotski da
lectura a la “Declaración de los 13”, que es una reiteración de los
principales argumentos de la vieja oposición y un esbozo del programa de
la nueva oposición. Esta declaración política se hace en “defensa del
proletariado” y, por lo tanto, es contraria a los intereses del kulak, del
nepista y de la burocracia. Afirma que hay que tomar medidas inmediatas
como la subida de los salarios del proletariado industrial, exención de
impuestos al campesino pobre, reducción de impuestos al campesino medio
y subida de los mismos para los kulaks y para la burguesía intermediaria
(nepistas). Si esto es necesario ya, también es imprescindible acometer
rápidamente la colectivización de la agricultura y la industrialización. La
colectivización se tiene que llevar a cabo de manera gradual, apoyándose
en una política crediticia y en el desarrollo de la industria. La
industrialización será la base en la que se sustente el Estado Soviético a
nivel económico y social, ya que la riqueza industrial posibilitará el
despegue material y acrecentará el papel social y político de la clase
trabajadora. También aborda la descalificación de la “teoría del socialismo
en un solo país” porque no es posíble construir aislados el verdadero
socialismo, ni es de recibo pensar que no se van a dar otros procesos
revolucionarios en el mundo. Después de criticar la creación del Consejo
Sindical Anglo-Soviético (1925), por ser una alianza con la reformista
dirección de las Trade-Uniones que sólo traicionará a la clase trabajadora
inglesa como ya puso en evidencia el boicot que esta dirección le hizo a la
huelga general en Inglaterra en mayo de 1926, declara que la Oposición
quiere llevar esta lucha programática en el seno del partido y en
colaboración con todos sus sectores.
Las discusiones fueron tensísimas, Dzeryinski murió de un ataque al
corazón al poco de intervenir contra la Oposición. La fracción gobernante
75
rechazó totalmente las propuestas de los oposicionistas y acusó a la
Oposición de formar una fracción. Expulsó al oposicionista Ossovski por
defender públicamente la necesidad de crear otro partido, el Partido, y
expulsó a Zinóviev del Politburó. A la Oposición no le quedaba otra
solución que recurrir a la base del partido y a la clase obrera. En septiembre
de 1926 Trotski, Piatakov, Rádek, Smilgá, todos ellos líderes de la
Oposición, acuden a la célula de los ferroviarios de Riazán-Ural. Esta
célula obrera votó a favor del programa oposicionista: democracia en el
partido, aumento de los salarios industriales, reforma fiscal que grave al
kulak y exima al campesino pobre... Prende la esperanza en la Oposición y
la alarma en el aparato. Cuando unos días después comparecen líderes
oposicionistas en la célula de la fábrica de aviones Aviopribor el aparato
todavía no consigue impedir que Trotski hable ante los obreros. Sin
embargo, el aparato contraataca con expulsiones por la base para
amedrentar a los trabajadores, organiza grupos para romper los actos de la
Oposición a través de abucheos y agresiones y se apropia
demagógicamente de algunas consignas de la propia Oposición. De ahora
en adelante este será el método. Así, en la mítica fábrica Putilov Zinóviev
apenas consigue hablar y la Oposición sólo obtiene para sus tesis 25 votos
contra los 1.375 que recaudan las tesis oficiales.
Si por el momento el gansterismo del aparato no puede romper todos
los actos oposicionistas, sí lleva la división a su seno. La izquierda de la
oposición considera que el PC (b) de la URSS ya no es el Partido, es el
caso, por ejemplo, de los grupos “Centralismo Democrático” y
“Oposición Obrera”, en los que figuran militantes bolcheviques tales como
Shliápnikov y Medvédiev. La derecha, con Zinóviev y Kámenev a la
cabeza, estima que hay que recular en todo ante el aparato para evitar la
expulsión. El centro, que lidera Trotski, adopta la posición de no ceder
programaticamente en nada delante del aparato pero se niega a crear otro
partido ya que de momento considera que hay que resistir en el seno de la
organización. La división política de la recién nacida Oposición es un
hecho.
Trotski al ver que Zinóviev y Kámenev están a punto de derrumbarse
políticamente decide inclinarse por negociar una tregua con el aparato. Así,
el 4 de octubre de 1926 da comienzo la negociación con la fracción
dirigente. Si bien es cierto que los seguidores de Trotski y Zinóviev no
ceden en nada a nivel programático, también es cierto que para no ser
expulsados aceptan la imposición de Stalin de desmarcarse de la izquierda
oposicionista y de no actuar como fracción. La Oposición sufría una
derrota política contundente: se quedaba sin una parte de sus partidarios y
maniatada en su proceder militante. En palabras de Trotski: “La oposición
no tuvo más remedio que emprender la retirada. El día 16 de octubre
76
firmamos una declaración en la cual, después de decir que teníamos por
ciertas nuestras opiniones, y que nos reservábamos el derecho a luchar para
imponerlas dentro de los cuadros del partido, nos comprometíamos a
abstenernos de todos cuantos actos pudieran entrañar el peligro de una
escisión” (V.101, p.557-558).
21. Stalin, sepulturero de la revolución
Mas el intento de la Oposición por obtener un respiro no dio
resultado. Stalin, tomando como excusa la publicación del “Testamento” de
Lenin por el New York Times el 18 de octubre, va a atacar frontalmente a
la Oposición en la decimoquinta conferencia del partido.
La XVª Conferencia del PC (b) de la URSS se celebró desde el 26 de
octubre hasta el 3 de noviembre. Previamente, el día 25, se dió una
tormentosa reunión del Politburó, en la que participaban también bastantes
miembros del CC, en la que al presentar Stalin las tesis que defendería en la
Conferencia contra la Oposición, a la que calificaba de “socialdemócrata” y
a la que le exigía que se retractara de sus decires y haceres, Trotski contestó
acusando a Stalin de desleal y de ser el candidato a ejercer de “sepulturero
de la revolución” (V.24, p.276-277). Al día siguiente el CC expulsaba a
Trotski del Politburó y a Zinóviev de la presidencia de la IC.
Empezaba pues la Conferencia con un enfrentamiento absoluto entre
las partes. El 1 de noviembre Stalin presenta su informe. Su intervención
duró tres horas y en ella acusó a la Oposición de cometer fraccionalismo y
de ser unos superindustrializadores. Concluyó exigiendo la capitulación
política de los oposicionistas.
Kámenev, frío ante los abucheos con los que es obsequiado por la
mayoría de los conferenciantes, después de defender su alianza política
con Trotski para caminar en la defensa y construcción del socialismo, no
está nada profético cuando asegura que “¡No vivimos en la Edad Media!
(…). No podéis quemarnos en la hoguera” “(V.24, p.278-279).
Acto seguido Trotski sube a la tribuna. Los conferenciantes,
expectantes, guardan silencio, callan. El tribuno de la Revolución de
Octubre habla sereno. El hilo argumental es nítido. Decir como está
verdaderamente la realidad no es derrotismo, exigir impuestos al kulak no
es ser socialdemócrata, querer construir el socialismo en la URSS aislados
del mundo es un imposible, pensar que la clase trabajadora europea no va a
luchar por derrocar al capitalismo es inimaginable. Una y otra vez la
presidencia de la Conferencia le concede la prolongación de su turno de
77
palabra. Sigue a decir: “Si no opinásemos que nuestro Estado es un Estado
proletario, si bien con determinadas deformaciones burocráticas, es decir
un Estado que es preciso aproximar más a la clase obrera a pesar de ciertas
falsas opiniones burocráticas; si no creyésemos que estamos emprendiendo
una edificación socialista; si no opinásemos que existen en nuestro país
recursos suficientes para desarrollar en él una economía socialista; si no
estuviésemos convencidos de nuestra victoria completa y definitiva, es
evidente que nuestro lugar no estaría ya entre las filas de un partido
comunista. Mas aquel que crea que nuestro Estado es un Estado proletario
con un cierto número de deformaciones burocráticas, que provienen de la
presión del sector pequeño-burgués y del cerco capitalista, aquel que esté
convencido de que nuestra política no garantiza suficientemente una nueva
repartición de los recursos nacionales, debe luchar con los medios que le
ofrece el partido”(V.8, p.328). Pero ojo, advierte que la deslealtad política
en el seno del partido lleva a la creación de fracciones y a la escisión.
Cuando Zinóviev sube a la tribuna es recibido con un rugido
desaprobador que no cesará durante toda su intervención, absolutamente
lacrimógena.
Fue un Bujarin atípico, dada su agresividad y cinismo, el que ejerció
de martillo de herejes. Él, que no tardaría en ser masacrado por la fracción
stalinista, fue el encargado de vilipendiar a la Oposición. Elogió a Stalin
como el líder comedido y se burló de la serenidad con que Trotski se
dirigiera a la Conferencia. De Zinóviev y de Kámenev simplemente se rió
groseramente, acusándolos de estar totalmente sometidos a Trotski.
La fracción dirigente anuncia la defección de Krupskaia de la
Oposición, conseguida por Stalin, posiblemente bajo chantaje, para restarle
credibilidad política a los oposicionistas. La conferencia ratificó la
expulsión del Politburó de Trotski y Zinóviev, que eran miembros de pleno
derecho, y de Kámenev, que era suplente. La Oposición quedaba sin
representación en el máximo órgano político del partido. La derrota
política de la Oposición en el seno del PC (b) de la URSS era un hecho
incontestable y fue trasladada mecánicamente a la IC por estar ésta ya
sometida por entero al aparato moscovita. El aislamiento organizativo de la
Oposición era absoluto.
22. La revolución china
En palabras de Trotski, “el invierno de 1926 a 1927 fue un alto en la
campaña” (V.101, p.558) en la lucha de la Oposición. En la primavera se
reanudará la batalla política alrededor de la revolución china.
78
El Partido Comunista Chino se había fundado en julio del año 1921
en Shanghai. Entre sus fundadores se encontraba Mao Tse-tung, que no
será el líder del partido hasta la Larga Marcha (1934-1935). Era por
entonces una organización diminuta que pasó a formar parte del
Kuomintang, un frente patriótico interclasista liderado por Sun Yat-sen
(1866-1925) que tenía por objetivo político liberar a China de la
depredación de las potencias imperialistas e instaurar un régimen
democrático-burgués.
El nacionalista Sun Yat-sen y el bolchevique Adolf Ioffe firman un
acuerdo en enero de 1923 por el que la Rusia de los Soviets se compromete
a apoyar la revolución nacional-democrática china. Así, el Politburó
manda a Borodin a China como consejero permanente del Kuomintang y
con él marchan cuadros militares bolcheviques y, al mismo tiempo,
oficiales chinos van a Moscú a recibir entrenamiento militar, entre ellos
estará Chang Kai-chek, el futuro sucesor de Sun Yat-sen al frente del
Kuomintang. Por aquel tiempo el PCCh debía tener tan sólo unos
trescientos militantes. Pero a raíz del Movimiento del 30 de mayo de 1925,
que comenzó en protesta por el asesinato de un obrero chino a manos de un
capataz japonés y que continuó y se extendió por China adelante en forma
de manifestaciones y huelgas por culpa de la matanza que en la primera
manifestación de protesta hizo la policía de Shanghai, va a crecer mucho en
militancia y en influencia social. En esta nueva coyuntura, en la que el
PCCh moviliza por si mismo a masas sociales y crea organizaciones
obreras, es cuando la dirección del partido le propone a la IIIª Internacional,
por boca de su líder Chen Tu-hsiu, salirse del Kuomintang. El Comité
Ejecutivo de la IC se opone. Stalin y Bujarin, que le ocultaban a la
Oposición información sobre las peticiones de los comunistas chinos y
sobre las noticias provenientes de China, afirman que como la revolución
china es democrático-burguesa y la burguesía china es “objetivamente
revolucionaria” (V.8, p.339) el PCCh no puede salirse del Kuomintang.
Pero no sólo la IC, siguiendo las directrices de la fracción dirigente del
partido comunista ruso, le impide al PCCh que abandone las filas del frente
popular chino sino que, aún por encima, asocia el Kuomintang a la IIIª
Internacional y hace de Chang Kai-chek, el futuro matador de obreros y
comunistas, miembro asociado del Comité Ejecutivo de la IC. A todo esto
Trotski contestará afirmando que es una aberración.
En marzo de 1927 estalla en Shanghai una huelga general que por el
impulso y el entusiasmo de la clase trabajadora se transforma en
insurrección. Si el día 21 se proclama la huelga general el 22 ya está la
ciudad en manos de la clase trabajadora. Por directrices de Moscú el PCCh
entrega la ciudad, el más importante enclave colonial en China, al ejército
de Chang Kai-chek que el 12 de abril desata una brutal represión sobre la
79
clase trabajadora y sobre el PCCh ilegalizando las organizaciones obreras y
asesinando a miles de proletarios y comunistas chinos. Como escribirá más
adelante el delegado de la IC en Shanghai, Voitinski, “hemos dejado pasar
un momento histórico extraordinariamente favorable. El poder estaba ya en
la calle y el partido [comunista ruso] no ha sabido hacerse con él, o lo que
es peor, no quiso hacerlo, tuvo miedo de hacerlo” (V.8, p.340).
Efectivamente, el partido de Stalin tenía pánico a la revolución, lo que será
una constante histórica.
Trotski había remitido una carta al CC del PC (b) de la URSS ya el
31 de marzo en la que preguntaba por qué no se lanzaba la consigna de
formaciones de soviets y por qué no se impulsaba la reforma agraria dado
el poderoso movimiento de masas que se estaba experimentando en China.
El 3 de abril escribe un artículo, que el Politburó se niega a publicar, en el
que afirma que someter al PCCh, que tenía por entonces una base militante
y social fundamentalmente obrera, en rehén del Kuomintang supone
traicionarlo. El día 5 escribe que Chang Kai-chek prepara un Golpe de
Estado y que sólo la formación de soviets puede pararlo. El día 12, cuando
se está dando la matanza de obreros y comunistas en Shanghai, de la que él
todavía no tiene noticias, replica a un artículo aparecido en Pravda del ex
menchevique Martínov, convertido ahora en fervoroso stalinista, que
alababa al Kuomintang y defendía la “teoría de las dos etapas”, es decir,
que primero se daría la revolución democrático-burguesa y después, en un
tiempo histórico indefinido, la socialista. Trotski rechaza de plano tal
planteamiento político, el Kuomintang no llevará a la revolución china a la
victoria porque, como escribirá posteriormente en Almá-Atá, “el desarrollo
ulterior de la revolución china no puede efectuarse más que por medio de la
lucha del proletariado chino, arrastrando a cientos de millones de
campesinos pobres a la conquista del poder. La solución de los problemas
fundamentales, burgueses y democráticos, conduce necesariamente en
China a la dictadura del proletariado” (V.102, p.300). Por lo tanto, “la tarea
vital que consiste en realizar la alianza entre los obreros y los campesinos
pobres incumbe directa y exclusivamente, en China, al Partido Comunista.
Su cumplimiento es una de las condiciones del triunfo de la tercera
revolución china (V.102, p.309).
Empiezan a llegar informaciones de lo sucedido en China. Stalin y
Bujarin le restan importancia. Ante las insistentes críticas de la Oposición,
y aprovechando la mala relación entre el gobierno británico y el soviético
por culpa del allanamiento por la policía inglesa de las oficinas de la misión
comercial soviética en Londres, Stalin lanza la calumniosa consigna del
“frente único que va desde Chamberlain hasta Trotski” (V.24, p.311) a lo
que Trotski contesta afirmando que “nada ha facilitado tanto la labor de
80
Chamberlain como la falsa política de Stalin, especialmente en China”
(V.24, p.311).
Para intentar salir del paso, la dirigente fracción stalinista-bujarinista
le pide a los comunistas chinos que se adhieran a la “izquierda” del
Kuomintang, a lo que Trotski responde que eso sería un nuevo error.
Cuando la “izquierda” del Kuomintang también reprime a los comunistas
chinos y a sus bases sociales, el propio representante soviético, Borodin,
tiene que huir de Wuhan, donde estaba instalada la sede de la “izquierda”
del Kuomintang, Stalin propone, para salvar políticamente la cara, un giro
ultraizquierdista: la insurrección de Cantón, justo cuando la correlación de
fuerzas estaba a favor de la burguesía y no de la clase trabajadora. Como no
podía ser de otra manera, a pesar del heroísmo desplegado por la clase
trabajadora la insurrección de octubre en Cantón, ejecutada por los
enviados rusos Lominadze y Neumann, fue un estrepitoso y cruento
fracaso.
Stalin y Bujarin se ven en la necesidad de censurar las noticias
provenientes de China ante el completo fracaso de sus tesis políticas. En
sectores de la Oposición renace el optimismo, infinidad de camaradas,
entre ellos muchos jóvenes, van a ver a Trotski pensando que las acertadas
tesis de la Oposición en la cuestión china iban a llevar a la Oposición al
triunfo político dentro del partido. Trotski se ve en la obligación de rebajar
esas quiméricas expectativas. Él mismo relata en su autobiografía: “Había
muchos camaradas jóvenes que creían que aquel descalabro tan evidente de
la política de Stalin no tenía más remedio que llevar al triunfo a la
oposición. En los días que siguieron al golpe de Estado de Chang-Kai-chek
hube de echar muchos jarros de agua fría por las febriles cabezas de mis
amigos jóvenes y de algunos que ya no lo eran. Hice todo género de
esfuerzos por demostrarles que la oposición no podía incorporarse sobre la
derrota de la revolución china, que la confirmación de nuestros pronósticos
nos valdría, acaso, mil, cinco mil, diez mil afiliados nuevos, pero que para
millones de gentes lo importante y lo decisivo no eran los pronósticos, sino
el hecho de que el proletariado chino hubiese salido derrotado. Que
después del descalabro de la revolución alemana en el año 23, después de
la derrota con que se había liquidado la huelga general inglesa del 26, este
nuevo revés experimentado en China no haría más que confirmar a las
masas en su desengaño respecto a la revolución internacional. Y que
precisamente este desengaño era la fuente psicológica de donde manaba la
política estalinista del reformismo nacional” (V.101, p.559).
81
III. LUCHANDO PARA EL PORVENIR
23. El programa de la Oposición
Si el fracaso de la revolución china consolidaba objetivamente a la
burocracia el debate sobre la misma allegó a la Oposición nuevos
militantes por la validez de sus tesis. Por lo tanto, se imponía un
enfrentamiento decisivo.
La fracción dirigente, liderada por Stalin y Bujarin, echó mano del
aparato para reprimir a una renovada Oposición. Por la base expulsó y
despidió a la militancia obrera. Por la cúspide trasladó a los cuadros de la
Oposición a lugares distantes para quebrar su dirección. Si Rakovski ya
estaba de embajador en Paris se van a reunir con él, para una supuesta
misión, Piatakov y Preobrayenski. A Antónov-Ovseienko se le envía a
Praga, y se manda de embajador a la Italia fascista a Kámenev. Otros
cuadros son esparcidos por Asia y Siberia. Un caso de estos fue el de
Smilgá, líder de la flota del Báltico durante la Revolución de Octubre. A
Smilgá lo traladaba el aparato a Jabarovsk, en la frontera con Manchuria.
A estas alturas la Oposición ya estaba encrespada por la represión
que se ejercía sobre su base y por la separación de sus cuadros dirigentes.
En este clima psicológico la despedida que los oposicionistas le hacen a
Smilgá en la misma estación del tren se convierte en un acto multitudinario
de protesta de la Oposición. Así, en esta Manifestación de la Estación de
Iaroslav de junio de 1927, se van a reunir miles de personas. Tanta es la
muchedumbre y tanta la furia acumulada que se impone que los dirigentes
de la Oposición hagan uso de la palabra. En aquel mitin improvisado
intervienen Trotski y Zinóviev. A pesar del tono moderado de sus discursos
el aparato va a acusar a la Oposición de comportamiento anti-partido.
Stalin solicita la expulsión de Trotski y Zinóviev del Comité Central.
En junio, en la sesión de la Comisión de Control del CC, Trotski interviene
en respuesta a esta petición. Hace un canto al optimismo revolucionario,
ataca con contundencia teórica la falacia política que supone el “socialismo
en un solo país”, critica el régimen stalinista imperante en el partido por ser
nefasto para la revolución, y se ve obligado a reivindicar su propia Historia
de revolucionario marxista por culpa de las calumnias que sobre él está
vertiendo el aparato. Recogiendo la analogía que hizo un miembro de la
fracción dirigente entre la revolución francesa y la rusa, pregunta en base a
qué etapa del proceso revolucionario se va a fusilar a los oposicionistas,
82
con lo que se desata un barullo notable en la sala. Camino de concluir su
intervención hace hincapié en la imperiosa necesidad de la Revolución
Mundial para que el verdadero socialismo triunfe: “No podemos vencer
más que como parte integrante de la Revolución internacional. Es menester
durar hasta la revolución internacional, incluso si esta tarda varios años. A
este respecto, la orientación de nuestra política es de una importancia
decisiva. Si nuestro curso revolucionario es justo, nos consolidaremos para
varios años, consolidaremos la Internacional Comunista, avanzaremos por
el camino del socialismo y llegaremos a este resultado si la revolución
mundial nos lleva a remolque de la Historia” (V.113, p.124).
Para finalizar lanza una advertencia sobre el camino catastrófico que
la fracción dirigente está tomando y sobre cuyas implicaciones la casta
burocrática jamás se puso a cavilar y que el proceso histórico convirtió en
cruenta y trágica realidad: “Planteáis, además, la cuestión de nuestra
exclusión del Comité Central. Todos nosotros seguiremos trabajando donde
podamos y como simples miembros del Partido. Pero esto no puede
resolver la cuestión. Deberéis avanzar aún más en vuestras deducciones. La
vida os obligará a ello. Sería preferible que os detuviérais antes y que
modificáseis el curso político” (V.113, p.125).
Por ahora el CC no expulsa a Trotski y a Zinóviev de su seno. La
fracción dirigente todavía alberga dudas del paso a dar. Pero Stalin tiene
esta vez prisa porque se acerca el XVº Congreso del partido y no puede
permitir que la Oposición exponga allí sus tesis ya que airearía la
hecatombe táctica e ideológica de la fracción dirigente. Fracción que ya
tiene fisuras en su interior por culpa de la NEP ya que su derecha la quiere
profundizar, pero la denuncia de la Oposición es una clara advertencia de
que por ese camino se va directo a la restauración del capitalismo. Para
darse tiempo en la lucha contra la Oposición de Izquierda, Stalin hará
retrasar la convocatória del Congreso un mes, de noviembre a diciembre.
La Oposición se prepara para el Congreso. Elabora su programa y le
pide al CC que lo dé a conocer al conjunto del partido como era
estatutariamente preceptivo. El programa de la Oposición se denomina “La
Plataforma de la Oposición”, su elaboración estaba concluida en el mes de
agosto. El programa consta de doce capítulos. En él se hace una defensa
tajante de la clase trabajadora y del Estado proletario, cuestiones que están
indisolublemente relacionadas. Así, se aboga por el mejoramiento de las
condiciones materiales de existencia del proletariado urbano, de los
jornaleros agrícolas y del campesinado pobre, que constantemente están
disminuyendo mientras que se acrecientan las de los nepistas, burócratas y
kulaks. Además, se hace hincapié en la defensa de los derechos laborales
de la mujer trabajadora y de la juventud obrera. Al mismo tiempo se exige
que sea la clase trabajadora la que se ponga al frente del Estado, que se
respete en la práctica la independencia de los sindicatos y que se restaure la
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democracia en el seno del partido y de los Soviets. Que se elabore un plan
económico siguiendo las directrices que Lenin dio cuando afirmó: “Sólo
podremos considerar garantizada la victoria del socialismo sobre el
capitalismo y su perdurabilidad cuando el poder del Estado proletario (…)
reorganice toda la industria sobre la base de la producción colectiva en gran
escala y la técnica más moderna” (V.127, p.33). En esta base teórica se
apoyan los oposicionistas porque entienden que “toda la política de nuestro
partido debe basarse en este principio, presupuesto, impuesto, industria,
agricultura, comercio interior y exterior, todo en fin. Esta es la base
fundamental de la Oposición. Este es el camino del socialismo” (V.127,
p.33). Efectivamente, esto es imprescindible tanto para convertir a la clase
trabajadora en clase dirigente del Estado soviético, como para incrementar
el nivel material de las masas populares, como para crear la base
industrializadora que permita la defensa militar de la Unión Soviética. El
programa también reclama la finalización de la política chauvinista en el
interior del propio Estado Soviético. Critica tanto la torpeza política de la
fracción dirigente, que lleva a la derrota política a la clase trabajadora una y
otra vez, el caso de China es paradigmático; como su deslealtad política,
que en vez de debatir utiliza la calumnia y la represalia contra los
oposicionistas. Pide la unidad del partido, oponiéndose a la escisión y
exige la renuncia de la política oportunista y de zigzag de la dirección del
partido.
El CC no sólo se negó a publicar y a distribuir entre la militancia del
partido el programa de la Oposición sino que además prohibió su impresión
y difusión. Entonces la Oposición decidió publicarlo y distribuirlo
clandestinamente. Consigue imprimir unos 12 mil ejemplares de su
programa en una imprenta del Estado; celebra mítines y reuniones
clandestinas con obreros en Moscú, Leningrado y otras ciudades y consigue
cinco o seis mil firmas para su programa. El aparato responde montando
una provocación. La noche del 12-13 de septiembre la GPU asaltó la
imprenta donde se estaba confeccionando el programa de la Oposición
deteniendo a varios oposicionistas y a un agente de la propia policía
política, Stroilov, ex oficial del general blanco Wrangel. La “detención” de
este agente de la GPU sirvió para acusar a la Oposición de conspiradores
contrarrevolucionários en la prensa, donde se anuncia que se desarticuló un
complot anti-soviético. El viejo bolchevique Mrachkovski, que dirigía la
impresión clandestina es detenido y expulsado del partido. Preobrayenski y
Serebriakov, que asumen públicamente la responsabilidad política de la
impresión del programa oposicionista, son expulsados del partido. Siguen
otras expulsiones de oposicionistas. La Oposición consigue que el director
de la misma GPU, Menyinski, reconozca que toda la operación fue una
provocación. Aún más, el propio Stalin la reconoce al mismo tiempo que la
justifica.
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Mas a pesar de las calumnias vertidas en la prensa y de que la
fracción dirigente hace aprobar demagógicamente la jornada de siete horas
y la semana de cinco días en el Comité Ejecutivo de los Soviets para
restarle apoyos a la Oposición, el 17 de octubre en Leningrado el CC
organiza una manifestación en la que la muchedumbre en vez de saludar a
la dirección oficial del partido va a saludar a los líderes de la Oposición que
estaban encaramados en un camión, fuera de la tribuna oficial. Mientras en
la Oposición renace la esperanza, Stalin decide presionar para conseguir la
expulsión del CC de los líderes oposicionistas.
24. La eliminación de la izquierda
El Comité Central del PC (b) de la URSS está de junta desde el 21 al
23 de octubre. Stalin pide la expulsión de Trotski y de Zinóviev del CC. La
sesión del CC del día 23 estuvo marcada por el comportamiento soez de los
stalinistas y bujarinistas y por el discurso político de Trotski, que tuvo que
ser protegido por los suyos ya que durante su intervención desde las filas de
la fracción dirigente le tiraron a la cabeza libros, vasos y hasta un tintero.
Trotski, además de contestar con ironía el zafio comportamiento de la
dirección (“Vuestros libros no pueden leerse, pero aún pueden servir para
ser arrojados a la cabeza de la gente”, (V.8, 354)), va a levantar una
contundente denuncia contra la dirección del partido donde “la brutalidad y
la deslealtad han crecido a tal punto que se han convertido en perfidia
criminal (...). Queréis excluirnos del Comité Central (...). La fracción
directora que excluye del Partido a centenares y centenares de los mejores
militantes, de obreros bolcheviques inquebrantables; la pandilla del aparato
que se atreve a excluir a bolcheviques como Mratchkovski, Serebriakov,
Preobrayenski, es decir, a camaradas que podrían constituir por sí solos un
Secretariado del Partido con una autoridad y una mayor preparación, más
leninista, que el actual Secretariado; la fracción Stalin-Bujarin, que
encarcela en la Prisión Interior de la GPU a admirables militantes como
Nechaev, Stykhold, Vassiliev, Schmidt y tantos otros; la fracción del
aparato que se mantiene violentando al Partido, ahogando su pensamiento,
desorganizando a la vanguardia del proletariado, no sólo en la URSS, sino
en el mundo entero; esta fracción, completamente penetrada de
oportunismo, que ha arrastrado tras de sí y sigue arrastrando todavía a los
Chang Kai-chek, Feng Yu Siang, Wan Tin Wei, Purcell, Hichs, Ben-Tillet,
Kussinen, Smeral, Peper, Heinz-Neumann, Rafés, Martinov, Kudratiev y
Ustrialov no puede tolerarnos a nosotros en el Comité Central ni siquiera
un mes antes del Congreso (…). El objetivo inmediato de Stalin es: dividir
al Partido; dividir a la oposición; acostumbrar al Partido a los métodos de
agotamiento físico; constituir equipos de reventadores fascistas, de
hombres que trabajan a puñetazos, a pedradas; meter a la gente en la carcel.
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En estos métodos se ha detenido momentáneamente, el curso staliniano
antes de ir más lejos. Pero su camino está trazado (...). Es la voz de
Termidor. Los peores burócratas, corrompidos por el Poder, cegados por el
odio, preparan esta política termidoriana con todas sus fuerzas (...).
Nosotros le decimos abiertamente al Partido: la dictadura del proletariado
está en peligro (...). El oposicionista excluido sigue y seguirá sintiéndose
miembro del Partido. Puede arrancársele por la violencia el carnet del
Partido al verdadero bolchevique-leninista; pueden serle retirados,
momentáneamente, sus derechos de miembro del Partido; pero no por eso
dejará nunca de cumplir sus obligaciones de miembro del Partido (…).
Tenemos en mano la clave del bolchevismo, y no seréis vosotros quienes
nos la quitéis (…). Le disputaremos la Revolución de Octubre a la política
de Stalin, cuya esencia puede ser expresada en algunas palabras:
Amordazamiento del núcleo proletario; fraternización con los
conciliadores de todos los países; capitulación ante la burguesía mundial.
Excluidnos, pues, del Comité Central” (V.113, pp.149-157). Y termina su
último discurso ante el CC con una afirmación superadora del estricto
marco coyuntural: “La oposición es invencible (…). Excluidnos. No por
eso impediréis las victorias de la oposición. Estas victorias serán las de la
unidad revolucionaria de nuestro Partido y de la Internacional Comunista”
(V.113, p.158).
Trotski y Zinóviev son expulsados del CC. El 4 de noviembre la
dirección de la Oposición decide participar en los actos conmemorativos
que se van a celebrar el 7, día del X aniversario de la Revolución de
Octubre. La Oposición participa en las manifestaciones con sus propias
consignas: “Que se cumpla el Testamento de Lenin”, “Abajo el kulak, el
nepista y el burócrata”, “No a la escisión, viva la unidad del partido
leninista”. Pero el aparato está muy alerta para que no se repitan adhesiones
como las que se produjeran en la manifestación leningradense del 17 de
octubre. Así, en Leningrado se retiene a Zinóviev y a Rádek con la excusa
de que pueden sufrir un atentado mientras se controla la marcha de los
oposicionistas. En Moscú, cuando Trotski llega en coche a la manifestación
un soldado de las milicias dispara contra su automóvil y un bombero
borracho sube a su estribo y después de escupir insultos rompe el cristal de
una de las ventanillas de un puñetazo, mientras a los manifestantes
oposicionistas se les arrancan a golpes las pancartas. La presión gángsteril
del aparato se mostraba claramente.
El fracaso movilizador oposicionista y la expulsión de Trotski y
Zinóviev del PC (b) de la URSS el día 14 de noviembre, así como la
expulsión del CC de Rakovski, Evdokímov, Smilgá y Kámenev va a
escindir definitivamente a la Oposición. Es en este clima cuando se da el
suicidio del viejo revolucionario marxista Adolf Abramovich Ioffe, el día
16. Trotski recibe la noticia por teléfono a través de una voz anónima que
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le comunica que el fallecido le dejó una carta. Inmediatamente se traslada a
la casa de Ioffe. Ya había llegado la GPU. La carta no aparece por ningún
sitio, se apropiara de ella la policía política. Tuvo que esperar a recibir una
copia de la misma. Era una carta de camarada a camarada:
“Querido Lev Davídovich:
(…) ha llegado el momento en que es necesario poner témino a esta
vida. Bien sé que la opinión predominante del partido es contraria al
suicidio (…). Si me encontrara en buen estado de salud tendría fuerzas y
energía para luchar contra la situación creada en el partido; pero en el
estado en que me encuentro no puedo tolerar una situación en que el
partido presta su mudo consentimiento a la exclusión de usted de sus filas
(…). En este sentido, mi muerte es una protesta contra los que han
conducido al partido a tal situación (…).
Querido Lev Davídovich, estamos unidos por diez años de trabajo en
común, y creo también que de amistad personal, y esto me da derecho a
decirle en este momento de despedida lo que juzgo en usted una debilidad.
Jamás he dudado del acierto de su opinión, y bien sabe que desde hace más
de veinte años, incluso desde la cuestión de la “revolución permanente”, he
estado siempre a su lado. Pero siempre me ha parecido que le faltaba a
usted la inflexibilidad, la intransigencia de Lenin, su resolución de
continuar la tarea solo a ser preciso por el camino que él indicaba, seguro
de una mayoría futura, seguro del futuro reconocimiento unánime de la
justeza de ese camino. Siempre ha tenido usted razón políticamente,
empezando desde 1905, y frecuentemente le he dicho que yo mismo le he
oído reconocer a Lenin que en 1905 no era él quien estaba en lo cierto, sino
usted (…). Pero frecuentemente usted ha renunciado a su certera posición a
favor de un acuerdo, de un compromiso cuyo valor ha sobreestimado. Eso
era un error. Vuelvo a repetirle que políticamente ha estado siempre en lo
cierto, y que ahora lo está más que nunca. Algún día lo comprenderá el
partido y la historia se verá obligada a reconocerlo (…). Usted está en lo
cierto; pero la seguridad del triunfo de su opinión estriba precisamente en
una intransigencia estricta, en la más severa rigidez, en la denegación de
todo compromiso, cosas que constituían siempre el secreto de los triunfos
de Ilich (…).
P.D. Le he escrito esta carta durante la noche del 15 al 16 (…)
Adiós, querido Lev Davídovich. Sea fuerte. Necesita serlo y ser
enérgico también. Y no me guarde rencor”. (V.127, pp.175-180).
A buen seguro que esta carta influyó positivamente en Trotski, que lo
ayudó a continuar una lucha que se volvería titánica.
El entierro de Ioffe se celebró el día 19, que a pesar de ser laborable
por decisión de la fracción dirigente, fue un acto multitudinario que
atravesó calles y plazas de Moscú hasta llegar al cementerio de
Novodevichi donde la muchedumbre comunista barrió el muro policial que
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quería impedir el paso al camposanto. Trotski, despidiendo al camarada
dijo: “La lucha continúa. ¡Que todos permanezcan en su puesto! ¡Que nadie
lo abandone!” (V.24, p.353). Mas Zinóviev y Kámenev enseguida
comenzaron una retirada que se iba a convertir en derrota total. Así, el 27
de enero de 1928 Pravda publicará una carta con su firma donde atacan al
“trotskismo”, para ellos era el comienzo del fin.
En diciembre de 1927 se celebra el XVº Congreso del PC (b) de la
URSS. Este congreso del aparato expulsó del partido al conjunto de la
Oposición. El 12 de enero de 1928 la GPU le comunica a Trotski que iba a
ser deportado a Almá-Atá por contrarrevolucionário.
25. En el destierro: Almá-Atá
La GPU le informa a Trotski que la partida para el destierro será el
día 16 de enero de 1928 a las 22,00 horas. No obstante, como en esa fecha
se concentraran miles de personas en la estación para despedir a Trotski,
inclusive había mucha gente tumbada en la vía para impedir la salida del
tren, la policía política decide cambiar el día de partida y darle a Trotski
una fecha falsa. Así, se anula el viaje y se le comunica al viejo
revolucionario que la nueva salida será para el día 18, pero la GPU se
presenta de improviso en el domicílio de Trotski, que se encontraba en la
casa de su camarada Beloborodov, el día 17. Sacan a Trotski en brazos, ya
que él se niega a ir por su propio pie, lo meten en un coche y lo llevan a la
desierta y acordonada estación de Kazán.
El día 25 Trotski, su mujer Natalia y Liova, el hijo mayor de ambos,
llegan a Almá-Atá, en kazajo Almati. Almá-Atá, hoy en día capital de
Kazajstán con el nombre ruso de Astana y Akmola en kazajo, era entonces
una pequeña población donde a la falta de las infraestructuras más
elementales como la electricidad y el auga corriente en las casas se le
sumaba la peste y la lepra. Sin embargo, en sus alrededores había
abundante pesca y caza y ya que Trotski gustaba mucho de practicarlas
aquello al menos era un motivo de alegría.
Trotski se volcó en el trabajo político inmediatamente. Como Stalin
también lo privara de la ayuda de sus dos secretarios, Posnanski y Sermux,
este último viajara de incognito hasta la propia Almá-Atá pero enseguida
sería detenido por la GPU, fue su hijo Liova quien hizo de secretario. Los
Trotski vivieron tres semanas en una fonda, después pudieron trasladarse a
una casa porque Trotski se lo pidió a Moscú insistentemente a través de
telegramas.
En Almá-Atá Trotski no sólo hubo de dedicarse al trabajo político,
también tuvo que ejercer de traductor. Fue así porque la pensión que le
pasaba el Estado no daba ni para cubrir los gastos mínimos de su espartana
vida material. Gracias a que el camarada Riazánov era el director del
88
Instituto Marx-Engels de Moscú, Trotski se puso a traducir para dicha
institución el “Herr Vogt” de Marx y a cotejar la traducción de otros textos
de los padres del marxismo. De esta manera, él y los suyos pudieron
soportar los gastos básicos y los derivados de la extensa correspondencia
con los camaradas de ideas y destierro, correspondencia que alcanzaba un
volumen notabilísimo ya que se carteaba con los principales dirigentes
políticos, Rakovski, Rádek, Preobrayenski, Smilgá, Beloborodov, Smirnov
y otros, y cada vez era mayor el número de oposicionistas desterrados.
El pan no sólo estaba escaso y caro en Almá-Atá, en toda la Unión
Soviética ocurría lo mismo. Esto no era el producto de una mala cosecha
sino del acaparamiento de los kulaks. Estos no querían vender los
excedentes agrícolas al precio fijo que estipulaba el Estado, que además no
les ofrecía las mercancias industriales deseadas. El acaparamiento creó una
situación de emergencia ya que las ciudades podían quedar desabastecidas.
El fantasma del hambre podía materializarse. Esta realidad generó
enfrentamientos en el interior del CC del PC (b) de la URSS. Eliminados
del partido los oposicionistas de izquierda, la lucha se daba ahora entre dos
fracciones: la bujarinista y la stalinista, la “derecha” y el “centro”. Los
primeiros eran claros defensores de dejar hacer a los kulaks. Estos eran los
que más producían y, por lo tanto, los que más poder e influencia tenían
entre el campesinado. Realmente, estaba en juego la propia existencia del
Estado soviético. La restauración capitalista de continuar por este camino
era mucho más que una hipótesis teórica, una certeza.
En esta coyuntura Stalin giró a la izquierda, aunque al comienzo
tímidamente. Ya en el mes de febrero Pravda incluía titulares como “El
kulak levantó la cabeza” y el aviso de que los kulaks cada vez tenían más
fuerza económica, más poder en el mercado soviético. Este giro supuso el
principio del fin para la fracción bujarinista, que irá perdiendo poder en el
aparato del Partido y del Estado al ir siendo destituidos muchos de sus
cuadros, y una cuña en el seno de los oposicionistas desterrados ya que
algunos empezaron a pensar que Stalin iba a llevar a la práctica el
programa industrializador de la izquierda.
La oposición de derechas, la única oposición que quedaba en el
interior del Politburó y del CC, tenía en Bujarin a su teórico. En la Pravda
del 10 de septiembre sacó un artículo intitulado “Notas de un economista”
donde argumentaba que “el ritmo máximo de desarrollo industrial no se
conseguirá arrancando todos los años la mayor cantidad posible de recursos
al campesinado para invertirlos en la industria. El ritmo permanente óptimo
se obtendrá a partir de una combinación en la que la industria crezca
apoyándose en una economía en rápido crecimiento” (V.8, p.369). Pero
estos argumentos no tranquilizaban a la naciente casta burocrática que se
daba cuenta de que su caída sería un hecho si se profundizaba por un
camino que llevaba a la restauración del capitalismo. Eso sí, Bujarin lanza
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una advertencia completamente acertada cuando afirma que “los
funcionarios están dispuestos a elaborar cualquier tipo de plan” (V.8,
p.371) para conservar el poder. Efectivamente, Stalin iba a demostrar
enseguida la validez de esta reflexión. Por lo pronto, su primera medida
administrativa fue hacer aprobar que el partido requisase productos al
campesinado pero afirmando que “la NEP es la base de nuestra política
económica y seguirá siéndolo durante un largo período histórico” (V.8,
p.367) para al poco tiempo llevar a cabo una brutal colectivización,
concretamente a partir de diciembre cuando anuncia en la Pravda del día
27 “Al diablo con la NEP” (V.8, p.390).
Por el momento, el giro a la izquierda de Stalin no fue la
colectivización en masa por decreto sino una serie de medidas para frenar a
los kulaks. Entre esas medidas estaba requisar los excedentes de grano con
la contundencia que fuese necesaria e imponer un precio fijo al pan. Los
miembros del aparato que no acatasen las órdenes con celeridad serían
destituídos sin miramientos. Este empírico giro a la izquierda fue suficiente
para que algunos oposicionistas desterrados flaquearan, para que estimasen
que se podía renunciar a la lucha política contra la fracción stalinista, que
ya era a todas luces la dominante, con tal de participar desde el aparato en
la lucha contra el poder del kulak, poder que como oposicionistas
denunciaran en su día.
Cuando Trotski se enteró por la correspondencia con sus camaradas
de este estado de ánimo entre bastantes oposicionistas llamó al apoyo
crítico al viraje de Stalin pero insistiendo en que un verdadero giro a la
izquierda sólo se podía sustentar en la libertad de discusión, en la existencia
de democracia en el seno del partido. No fue precisamente así como
planteó Stalin la cosa. Al revés. Stalin tocó a nivel individual a miembros
de la oposición de izquierdas. Este proceder le dio rápidos resultados ya
que eminentes oposicionistas como Piatákov, Antonov-Ovseienko, Safárov
y, posteriormente, Rádek, Preobrayenski, Smirnov y Smilgá, tiraron la
toalla y se entregaron con armas y bagajes a Stalin. Más adelante, a finales
de julio de 1929, Trotski hará la siguiente reflexión sobre la defección de
estos cuadros revolucionarios: “La capitulación de Rádek, Preobrayenski y
Smilgá constituye en cierto modo un hecho político relevante. Demuestra
hasta qué punto se ha desgastado la gran generación heroica de
revolucionarios a la que correspondió pasar por la guerra y por la
revolución de Octubre. Tres viejos revolucionarios pertenecientes a la élite
se tachan así, por su propia voluntad, del mundo de los vivo” (V.8, p.377).
La deserción de estos antiguos líderes del proletariado del campo de
la revolución no deja a la
oposición restante en un estado de
homogeneidad política. Los radicales estiman que el Estado y el partido ya
están irremediablemente perdidos. Trotski se opone decididamente a esta
estimación y a sus consecuencias prácticas: fundar un nuevo partido y
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renegar del Estado soviético. La oposición de izquierdas apenas llegada al
destierro ya estaba dividida y parte derrotada.
El día 9 de junio muere en Moscú Nina, la hija menor de Trotski y
Alexandra. Su salud se había deteriorado hasta el extremo cuando llevaran
a la cárcel a su marido, un militante comunista. A posteriori Trotski recibió
una carta que su hija pequeña le había enviado, este retraso era producto de
la censura. Era hija y camarada, y así la lloró su padre. Su muerte sucede
justo cuando Trotski está preparando dos documentos políticos para enviar
al VIº Congreso de la IIIª Internacional, que se iba celebrar en Moscú
desde el 17 de julio al 1 de septiembre. Estos dos documentos, datados en
el mes de julio, son “Carta al VI Congreso de la Internacional Comunista”
y “Crítica del programa de la Internacional Comunista”. Posteriormente
añadirá otros dos documentos más, “La cuestión china después del VI
Congreso”, fechado también en Almá-Atá el 4 de octubre del mismo 1928,
y “¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?”, sin fecha. Todos estos
textos se conocen en la actualidad por el título genérico de “La
Internacional Comunista después de Lenin”.
Pasaran cuatro años desde la celebración del Vº Congreso de la IC,
retraso que nunca se diera en tiempos de Lenin. Esto ya indicaba el nuevo
papel político que para Stalin cumplía el Komintern. Trotski lo percibió
con meridiana claridad. La nueva etapa de la IC se asentaba en la “teoría
del socialismo en un solo país”. De la nueva doctrina “puede y debe
deducirse, a pesar de todas las declaraciones solemnes del proyecto de
programa, una política de colaboración con la burguesía del exterior”
(V.102, p.142), por lo que “la tarea de los partidos de la Internacional
Comunista toma entonces un carácter secundario: proteger a la URSS de
las intervenciones, y no luchar por la conquista del poder”, de esta manera
“su papel fundamental de herramienta de la revolución mundial pasa
inevitablemente al último plano” (V.102, pp.142-143). Trotski advierte
insistentemente que sin la victoria de la revolución proletaria mundial no
se construirá el socialismo en la URSS por lo que es imperiosa la extensión
de la revolución por otros países para que el socialismo triunfe. Señala
claramente la causa profunda de los grandes problemas económicos,
políticos y culturales de la Unión Soviética: “La causa fundamental de la
crisis de la Revolución de Octubre reside en el retraso de la revolución
mundial, tras una serie de graves derrotas del proletariado” (V.102, p.48).
Si el texto de Trotski es un ataque diáfano a la aberración política y
económica que es para un marxista la “teoría del socialismo en un solo
país” no por eso deja en el olvido la tesis de Bujarin del “socialismo a paso
de tortuga”: “La dialéctica revolucionaria e histórica ha sido sustituida por
una utopía reaccionaria, la de un socialismo de migajas que se edificaría
sobre una base técnica inferior, que se desarrollaría <a paso de tortuga>
dentro de los límites nacionales, y que no tendría otra relación con el
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mundo exterior que el miedo a la intervención” militar. (V.102, pp.127128). Y formula una pregunta cuya respuesta hizo veraz la Historia,
cuarenta años después de su muerte: “¿Puede ocurrir –y en que caso
preciso- que la productividad de nuestro sistema social se retrase cada vez
más con respecto a la del capitalismo? Porque, a fin de cuentas, eso llevaría
ineluctablemente al derrumbamiento de la República socialista” (V.102,
p.131). Y continúa Trotski utilizando el método díaléctico: “Pero intentar
responder al problema de la competencia entre dos sistemas nos lleva ya a
la arena de la economía y la política mundiales, es decir, a la arena en la
que actúa y decide la Internacional revolucionaria (y no una República
soviética que viva para sí misma y reclame de vez en cuando la ayuda de la
Internacional)”. (V.102, p.131).
Con lógica díaléctica Trotski demostró que ni la fracción bujarinista
ni la stalinista son marxistas. Pero no es sólo Trotski quien llega a esta hoy
en día obvia deducción sino que también saca esta conclusión por entonces
la burguesía internacional al identificar a Trotski como el auténtico
enemigo de clase: “importante –escribe Trotski- es el juicio formulado por
la burguesía sobre las tendencias de la lucha en el seno del Partido
Comunista de la URSS y la Internacional Comunista: la burguesía no tiene
ninguna razón para tergiversar o disimular nada en esta cuestión. Y sobre
este punto hay que decir que todos los órganos de cierta seriedad, autoridad
e importancia del imperialismo mundial, a ambos lados del océano,
consideran a la Oposición como su enemigo mortal: en el curso del período
transcurrido, o bien han manifestado una simpatía interesada y prudente
ante toda una serie de pasos de la dirección oficial, o bien han expresado el
consejo de la liquidación completa de la Oposición, su destrucción total
(Austen Chamberlain –un secretario británico de Asuntos Exterioresexigía incluso fusilamientos) era la condición indispensable para la
<evolución normal> del poder soviético hacia el régimen burgués. Incluso
de memoria (…) se pueden citar numerosas declaraciones de este tipo:
boletín de información de la industria pesada francesa (enero de 1927),
memoria del informador de los ministros y millonarios americanos,
apreciaciones del Times, del New York Times y de Austen Chamberlain
reproducidas en numerosas publicaciones y en particular en el diario
americano The Nation, etc.” (V.102, pp.40-41). Como el mismo Trotski
señala, “estos juicios revelaban de manera demasiado clara la naturaleza
revolucionaria de la Oposición” (V.102, p.41).
Las tesis de Trotski parece que tuvieron más divulgación entre los
515 delegados al VIº Congreso que lo que deseaba el aparato. No obstante,
los delegados estaban ya muy filtrados. Pero que ese filtro no funcionó a la
perfección lo demuestra la asistencia de delegados como James P. Cannon,
que de vuelta a los EEUU fundará allí la Oposición de Izquierdas, sacará el
18 de noviembre de aquel mismo año 1928 el primer número del periódico
92
“The Militant” y se convertirá en uno de los líderes del Partido Socialista
Obrero (Socialist Workers Party) de los Estados Unidos. Trotski no estaba
solo.
La lucha política de Trotski, a pesar de estar aislado a tres mil
setecientos kilómetros de Moscú, continuaba con insistencia por lo que a
buen seguro era el punto de referencia para los miles de oposicionistas que
estaban siendo represaliados por el sistema. A finales de 1928 entre 6.000 y
8.000 oposicionistas de izquierda fueron deportados o encarcelados.
Trotski, que duda cabe, tenía masa militante, y cada vez más. Por eso Stalin
decidió actuar sin miramientos. Cortó el correo entre los oposicionistas
deportados, de tal forma que en el mes de octubre Trotski dejó de recibir
prácticamente correspondencia. Trotski protestó con una carta a Moscú por
el “bloqueo postal” al que lo tenían sometido. Ante este proceder, el 16 de
diciembre el agente de la GPU Wolinski, enviado directamente desde
Moscú, le entrega a Trotski en mano un ultimátum político en el que se le
exige que ponga fin a su actividad política y que de no hacerlo se deberá
atener a las consecuencias. Trotski contesta al ultimátum a través de una
carta al CC del Partido y a la presidencia de la Internacional Comunista,
donde se niega en redondo a hacer tal cosa ya que “renunciar a toda
actuación política equivaldría a deponer las armas” (V.101, p.590), algo a
lo que no está nada dispuesto. Además, señala que “sólo una burocracia
corrompida hasta el tuétano podía exigir de un revolucionario semejante
renuncia (a seguir actuando políticamente al servicio del partido y de la
revolución internacional), y sólo unos renegados despreciables podrían
aceptarla” (V.101, pp.593-594). Se reune el Politburó y Stalin plantea que
Trotski tiene que ser expulsado de la URSS. Los dirigentes de la fracción
bujarinista: Ríkov, Tómski y el propio Bujarin, se opusieron. Otro miembro
más se opuso, posiblemente fue Kuibishez. Los demás miembros del
Politburó en ese momento eran Stalin, Molotov, Kalinin, Rudzutak y
Voroshilov. Esta mayoría del Politburó, galvanizada por Stalin, vota a
favor de la expulsión. Sólamente quedaba comunicárselo a Trotski. El día
20 de enero del año 1929 el policía político Wolinski, que se había
quedado en Almá-Atá para recibir instrucciones del centro, le comunica a
Trotski que el día 18 la GPU había decretado que sea expulsado de la
URSS.
26. Prinkipo, comienza el exilio
El 22 de enero de 1929 Trotski, acompañado de su mujer y de su hijo
mayor, es metido por la GPU en un autobús hasta Pichpek (Frunze) donde
cogerán el tren con rumbo desconocido. Durante el viaje, los agentes de la
GPU le informan que su destino es Turquía, concretamente Constantinopla
93
(Estambul). Trotski se opone y los policías piden instrucciones a Moscú,
que después de doce días, que pasan en una estación perdida, ratifica la
orden.
Trostki había pedido poder ver a su hijo menor, Sergei, le fuera
concedido, y se incorporara al grupo. El tren los lleva a través de
Kazajstán, sur de Rusia y Ucrania hasta Odesa, a orillas del Mar Negro, a
donde llegan el 10 de febrero por la noche. En el puerto, que estaba
rodeado de policías, lo esperaba el desierto barco “Ilich” que de
madrugada partiría para el exilio. Antes de partir se despide de su hijo
pequeño, ya no lo volvería a ver, Stalin lo hará asesinar. Pero no sólo de su
chaval más joven se despidió, también de la Rusia soviética en la que no
volvería a poner el pie. El 12 el barco atraca en Constantinopla. Una vez
que los guardas fronterizos turcos suben a bordo, Trotski les entrega una
nota de protesta dirigida al presidente turco Kemal Pachá en la que
comunica que viene aquí por la fuerza y no por propia voluntad. Algunos
días después, el presidente turco, a través del gobernador de
Constantinopla, le hace saber a Trotski que no será recluido en Turquía y
que podrá permanecer en el país el tiempo que estime y que se podrá ir
cuando lo desee.
Padre, madre e hijo fueron trasladados por la GPU al consulado
soviético en Constantinopla. Trotski inmediatamente se sumerge en la
lucha. Había que combatir políticamente y, además, ganarse la vida.
Escribe a camaradas de Europa. Algunos le contestan enseguida como fue
el caso del matrimonio francés Alfred y Marguerite Rosmer, de cuya
amistad gozará hasta el final. Contaba con 1.500 dólares que le entregara la
GPU en el barco. Establece contactos con periódicos occidentales con el
doble objetivo político/económico. Publica artículos explicando las luchas
políticas en el seno del partido en periódicos tales como el New York
Times y el Daily Express. Era el pretexto que estaba esperando Stalin. Al
momento hizo que publicaciones soviéticas y afines afirmaran que Trotski
se había vendido a la burguesía imperialista. El clima en el consulado
soviético se enrareció y los Trotski abandonaron el 5 de Marzo el
consulado para traslardarse al Hotel Tokatliyan y después a un apartamento
y, ya por fin, a finales de abril se van a vivir a una casa alquilada en la Isla
de Prinkipo (Isla de Príncipes), la mayor de un pequeño archipiélago del
Mar de Mármara, por entonces a hora y media de Constantinopla en barco
de vapor.
Desde su arribada a Constantinopla, Trotski batalló por conseguir un
visado en un país de Europa, o en los Estados Unidos, porque Turquía
estaba alejada del teatro político de operaciones y porque, además, en
Constantinopla había muchos rusos “blancos” emigrados que podían ser
una perfecta tapadera para un atentado de la GPU, si no lo realizaban ellos
mismos.
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Cuando la GPU le dijo a Trotski que en Alemania no le daban
visado, no lo creyó. Él mismo había leído en un periódico de Berlín que el
presidente socialdemócrata del Reichstag, Paul Lobe, había manifestado en
un discurso público que “nada tendría de particular que llegásemos incluso
a brindar al señor Trotski un asilo de libertad en nuestro país” (V.101,
p.600). Pero como iba a comprobar enseguida, este era un decir exento de
de honradez, vulgar retórica. Así fue, ipso facto Trotski le telegrafió a Lobe
para comunicarle que por sus palabras había pedido el visado en el
consulado alemán. Un abogado socialdemócrata tomó la iniciativa de
gestionar en la propia Alemania el visado. Al comienzo se trataba de que
Trotski aceptase ciertas restricciones de movimiento en Alemania para
conseguirlo. Sólo era una manera de dar largas. No hubo visado.
Tampoco le otorgaron visa los gobiernos del Ducado de
Luxemburgo, el estadounidense, el austriaco, el holandés, el noruego, el
checo, el inglés, el francés y el español. El español ni respondió. El
gobierno francés simplemente dijo que estaba en vigor la orden de
expulsión dictada en 1916. El caso inglés fue un ejercicio de puro cinismo.
Trotski recibió en Prinkipo (Buyuk Ada, en turco) en mayo la visita del
laborista Sidney Webb que le dijo que haría todo lo posible pero que los
conservadores eran un gran obstáculo. El Partido Laborista gana las
elecciones en mayo y Ramsay MacDonald forma un gobierno en el que
Sidney obtiene plaza de ministro. Trotski envía un telegrama. El gobierno
laborista le niega el visado, por cierto, con gran alegría para Winston
Churchill que calificaba a Trotski de “Ogro de Europa” y “odre de
maldad” (V.25, p.31), claro que previamente Trotski ya le dijera al futuro
premier en un artículo periodístico que no entendía nada de nada de Lenin
ya que “Lenin pensaba en términos de épocas y de continentes, Churchill
piensa en términos de fuegos artificiales parlamentarios” (V.25, p.31).
Unos años después, en 1937, Churchill hizo una semblanza de Trotski
donde cada palabra respira un profundo y continuo odio de clase, aunque
no puede evitar mostrar un explícito reconocimiento al invencible militante
comunista. Advertir que como representante bien consciente de la
burguesía señala que Lenin veía a Trotski “como su heredero político”
(V.12, p.142). Recordar que a Churchill le dieron el premio Nobel de
literatura también por esta joya anti-comunista.
Con Trotski en el exilio, Stalin atacó a fondo a la fracción
bujarinista. El rompimiento con la Oposición de Derechas da comienzo en
febrero de 1929 cuando Stalin pide a la Comisión de Control una
investigación de la conversación sostenida entre Bujarin y Kámenev.
Efectivamente, en el verano de 1928, con Trotski en Almá-Atá, Bujarin se
acerca a la casa de Kámenev para tratar de llegar a un acuerdo con la
Oposición de Izquierdas por su intermedio. Bujarin llegara a la conclusión
de que Stalin “es un intrigante sin principios que todo lo supedita a sus
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ansias de poder” (V.8, p.374). Para él está claro a estas alturas que con
Stalin no hay debate posible ya que “altera sus teorías según la necesidad
que experimente en determinado momento de eliminar a uno u otro” (V.8,
p.375). También le dice a Kámenev que Stalin tiene adversarios como
Ordyonikidze, Tómski: que cuando está bebido le dice en el oído a Stalin
que “nuestros obreros pronto pronto empezarán a dispararle a usted, ya lo
verá” (V.24, p.404), y el mismo jefe de la GPU, Iagoda. Llegadas las
noticias a Trotski contesta que él consideraría la posibilidad de colaborar
con el único objetivo de restaurar la democracia en el partido.
De esta conversación, y posteriores contactos, revelada en panfletos
por oposicionistas de izquierda en Moscú, Stalin le pedía ahora cuentas a
Bujarin. Este la reconoce como cierta y ataca la burocratización de un
aparato donde ningún secretario regional fue electo por la base, y demanda
la reducción del ritmo previsto para la industrialización.
En abril, en una sesión del Comité Central y de la Comisión de
Control, Stalin ataca directamente a Bujarin. Los hechos se desencadenan.
En junio Tomski es destituido de la dirección de los sindicatos. El 3 de
julio Bujarin es expulsado de la Presidéncia de la III Internacional y de su
Comité Ejecutivo, para ser expulsado del politburó del partido al poco
tiempo. El 26 de noviembre la Oposición de Derechas capitula ante Stalin
haciendo “autocrítica”: a partir de aquí ya son cadáveres políticos. Stalin
gira ya definitivamente a la “izquierda”: iba a poner en marcha la
colectivización forzosa y la industrialización acelerada.
¿Por qué da Stalin este giro a la izquierda si a él poco o nada le
interesa la teoría y el debate? Trotski, ya en México, lo explicará a la
perfección en la biografía inacabada de Stalin: “El crecimiento de las
relaciones burguesas amenazaban no sólo la base socialista de la propiedad,
sino los cimientos sociales de la misma burocracia. Puede haberse sentido
inclinada a repudiar la perspectiva socialista de desarrollo a favor de la
pequeña burguesía; pero a ningún precio consentiría en repudiar sus
propios derechos y privilegios para beneficiarla. Esta contradicción es la
que condujo al durísimo conflicto entre la burocracia y el kulak (…).
Defender la nacionalización de los medios de producción y de la tierra es
ley de vida o muerte para la burocracia, pues tal es el origen social de su
posición dominante” (V.124, pp.286-288).
Ante esta nueva coyuntura la mayor parte de los dirigentes de la
Oposición de Izquierdas en el destierro van a capitular definitivamente. En
abril de 1929 Preobrayenski escribe una epístola intitulada “A Todos los
Camaradas de la Oposición”. En ella afirma que los oposicionistas de
izquierda se deben reintegrar en el partido para defender el giro a la
izquierda de Stalin. Este será el hilo conductor para justificar la
capitulación de todos los oposicionistas política y moralmente derrotados.
No obstante, Preobrayenski no se hace ilusiones de las condiciones que van
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a encontrar al reingresar en el partido ya que aceptar la militancia en esta
ocasión será como llevar “una pesada cruz” (V.25, p.76). En mayo viaja a
Moscú. Teoricamente va a negociar el reingreso en el partido, en la
práctica va a firmar su capitulación política. En junio, siguiendo la estela de
Preobrayenski viajan a Moscú Rádek y Smilgá. Al mes siguinte catorce
oposicionistas deportados más anuncian su rendición. Otros comienzan a
“negociar”. Empiezan haciendo lo que se convierte en práctica habitual:
piden la vuelta de la democrácia en el partido y el retorno de Trotski a la
URSS para al final aceptar la rendición incondicional.
Los que se arrodillaban ante el aparato de Stalin no eran personas
menores. Al revés, habían sido grandes luchadores sociales y altos cuadros
revolucionarios. Si Stalin estaba interesado en reintregrarlos formalmente
al partido era precisamente por estas cualidades pretéritas ya que así
desarmaba políticamente a la base oposicionista, que pasados los años
serían millones, y, aun por encima, utilizaba sus conocimientos técnicos y
organizativos para el proceso industrializador. La excusa que ponían todos
estos desertores del campo revolucionário era que debían participar en la
ejecución del Plan quinquenal, que al fin y al cabo era de ellos porque la
Oposición de Izquierdas fue la que había señalado su imperiosa necesidad
si no se quería ver la restauración del capitalismo en la Unión Soviética.
Tomaban una parte por el todo para autoexcusarse. Cuando Trotski en
Prinkipo conoció esta ondonada de deserciones calificó a los oposicionistas
de “capituladores de la tercera hornada” (V.25, p.79), y dijo “ellos afirman
que las diferencias entre Stalin y la Oposición casi se han esfumado.
¿Cómo explican entonces el furioso carácter de las represalias?” (V.25,
p.79). Hizo hincapié en el axioma de que “el régimen interno del Partido es
para el marxismo un elemento irremplazable de control sobre la línea
política” (V.25, p.80).
Entre los desterrados todavía había líderes históricos que mantenían
erguida la bandera. Los lideraba Kristian Rakovski, que afirmaba que
“nosotros luchamos por todo el programa de la oposición” (V.25, p.82). Sin
embargo, el desasosiego estaba instalado en sus filas. Una manifestación
pública de este desasosiego fue la “Carta Abierta al Comité Central” que
firmaron quinientos de ellos. Cuando Trotski recibió este documento en
diciembre se solidarizó públicamente con el pero en una comunicación
privada a Rakovski le dijo que “ni un paso más allá” (V.25, p.85).
Rakovski aguantó a pie firme hasta 1934. Delante de su capitulación
Trotski escribirá el 10 de marzo de 1934: “Tomamos nota de la declaración
puramente formal del viejo guerrero” (V.125).
Trotski se pone a trabajar para organizar la Oposición de Izquierdas.
Su criterio político y táctico es muy claro, lo explicita en un artículo de
marzo de 1929: “El programa es, mejor dicho, debe ser, el criterio más
importante. Este criterio será más preciso en la medida que cada grupo,
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independientemente de las fuerzas con que cuenta en la actualidad, sea
capaz de sacar conclusiones políticas justas de las luchas actuales. Me
refiero en primer término al programa nacional. Porque si la Oposición no
interviene constantemente en la vida del proletariado y en la vida del país,
se convertirá inexorablemente en una secta esteril (…). Sin embargo, es
necesario elaborar al mismo tiempo un programa internacional de la
Oposición, que sirva de puente hacia un futuro programa de la
Internacional Comunista (…). El instrumento para elaborar el programa
internacional debe ser una publicación internacional de la Oposición, que al
principio aparezca mensual o bimensualmente. Esta es hoy la tarea más
impostergable y apremiante” (V.125). Contacta con militantes de diferentes
países europeos. No son personas y grupos ideologicamente coherentes
pero tienen en común que no están subordinados a la burocrácia moscovita.
Francia es donde cuenta Trotski con más partidarios potenciales: Alfred
Rosmer, Raymond Molinier, Pierre Navije, Gerad Rosethal, Pierre Monatte
y Boris Souvarine son una muestra de militantes con influencia en el
movimento obrero francés. También contacta con Leninbund en Alemania,
con Maring Sneevliet en Holanda, con Van Overstraeten en Bélgica,
etcétera. Del Estado español, Andreu Nin era por entonces un seguidor. Los
camaradas franceses Alfred y Marguerite Rosmer llegan en mayo a
Prinkipo. Al poco llegan otros camaradas franceses. Comienzan a debatir
sobre la posibilidad de fusionar a los díscolos del stalinismo en Francia. A
pesar de las dificultades, en julio de 1929 saldrá el “Biuleten Opozitsii”
(Boletin de la Oposición), editado en su primera etapa en Paris, que será el
portavoz oficial de Trotski. En agosto ve la luz el jornal “La Verité” (La
Verdad) y en 1930 se creará la Liga Comunista francesa.
Dentro de los esfuerzos organizativos de Trotski estaba el no perder
el vínculo con los oposicionistas que resistían en la Unión Soviética. Para
contactar con ellos y obtener información de lo que ocurría en la URSS,
Trotski se valía de simpatizantes entre el cuerpo diplomático y comercial
soviéticos, y en la misma GPU. Un caso sonado entre la policía política
soviética fue el de Iakob Blumkin. Este seguía trabajando en la GPU a
pesar de manifestarle a la dirección sus simpatías por la Oposición de
Izquierdas. Estas simpatías tenían causa en el pretérito, cuando Blumkin,
siendo agente de la Cheka, pero como miembro convencido de los
eseristas de izquierda, asesinó al embajador alemán en Moscú, conde
Mirbach, por no estar de acuerdo con la Paz de Brest-Litovsk. Detenido fue
llevado ante Trotski y este le hizo comprender el error político que suponía
aquel acto terrorista. A pesar de que el gobierno soviético llegó a notificar
su fusilamiento a las autoridades alemanas, Blumkin siguió trabajando para
el Estado soviético. Blumkin, que ahora trabajaba en la sección de
contraespionaje, visitó a Trotski en Prinkipo en el verano de 1929, con el
que conversó durante varias horas. Quedaron en que él llevaría un mensaje
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para los oposicionistas desterrados y que se encargaría de hacer entrar
clandestinamente el “Biuleten” en la URSS. A su regreso a la Unión
Soviética fue arrestado y fusilado. Fue el primer caso de un miembro del
partido pasado por las armas por oposicionista, todo un precedente: Stalin
quería dejar bien claro lo que le iba a suponer a un funcionario soviético
colaborar con Tróstki. Cuando lo llevaron al paredón alzó la voz para
gritar: “Viva Trotski” (V.25, 91), grito reivindicador que pronto se iba a
hacer muy familiar en la Rusia de Stalin
27. Viaje de ida y vuelta
El giro a la izquierda que impone Stalin a través del aparato a finales
de 1929 lleva a la Unión Soviética a una realidad social completamente
nueva. La colectivización forzosa va a eliminar al kulak como clase pero a
costa de sumir al campo soviético en un caos indescriptible. No disponer de
tiempo, de maquinaria agrícola y de productos químicos para el campo
imposibilitaba que la colectivización se hiciera gradual, sólidamente. Al no
poder el Estado soviético favorecer a un sinfín de granjas colectivas con
maquinaria, productos, creditos, exenciones e inversiones el conjunto del
campesinado no podía ver enseguida las mejoras en la productividad y en
las condiciones de existencia que traería la colectivización del agro. Como
la colectivización se hará de prisa y corriendo y por la fuerza no sólo se
opondrá a ella el kulak sino también muchos sectores del campesinado
medio. Si es cierto que en 1931 el 51 por 100 de las famílias campesinas se
encontraban agrupadas en koljoses, y un año después será el 61%, también
es cierto que, según las propias estadísticas oficiales, entre 1929 y 1934 se
perdió el 55% de los caballos, el 40% de los bovinos, el 55% de los cerdos
y el 66% de las ovejas. Es decir, millones y millones de cabezas de ganado.
A esto añadirle la quema de campos y el desplazamiento de más de 10
millones de personas. El resultado: hambre brutal en el campo y
racionamiento espartano en las ciudades.
La industralización a marchas forzadas era la otra cara de la misma
moneda. Se crean infinidad de infraestructuras, fábricas, presas. Se
incrementa la producción de carbón, de hierro, de electricidad. En fin, la
URSS aumenta un 250 por 100 su producción industrial. Esto se hace
sometiendo a la clase trabajadora a unas condiciones de vida durísimas:
bajos salarios, inflación galopante, alimentación mínima, alargamiento de
la jornada, introducción del trabajo a destajo. En 1933 el 75% de los
obreros van a destajo, el 20% de los trabajadores reciben el 40% del total
de los salarios. Por si esto no fuese suficiente, desde el otoño de 1930 se
van a ir emitiendo por el gobierno soviético una serie de decretos que
culminarán en la Carta Obligatoria de Trabajo de septiembre de 1932. Si a
esto le añadimos que protestar puede acarrear la perdida del trabajo y de la
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vivienda y que cambiar de tajo es casi un imposible, podemos decir que el
obrero soviético se asemeja a un siervo de la fábrica. La cosa llegará a tales
extremos que los sindicatos no podrán ni discutir las normas de trabajo
fijadas por la dirección de la empresa.
De esta nueva realidad económico-política Trotski tendrá un
conocimiento directo a través de un memorándum que Iván Smirnov le
hará llegar en el otoño de 1931. En febrero el hijo mayor de Trotski, Liova,
se traslada a Berlin para cursar estudios y para ocuparse allí del trabajo de
la Oposición. En el mes de julio se va a encontrar en una calle berlinesa
con Smirnov, oposicionista derrotado por Stalin pero no fiel a él. Acuerda
con Liova mandarle a Trotski un análisis pormenorizado de la situación
económica y política que atraviesa la URSS. Así lo hará, por un
intermediario llega en el otoño a Prinkipo el memorando, que será la base
de un número del Boletín de la Oposición.
Para Trotski la colectivización y la industrialización eran necesarias
desde tiempo atrás, pero no por decreto. Trotski resumió de forma
magistral la manera de medir la vida de las masas en el socialismo: “la
situación económica del país es el nivel de vida de los trabajadores y el
papel que ellos desempeñan en el Estado” (V.25, p.103). Por eso era
imprescindible la centralización de la economía por arriba por técnicos y el
control de la misma por abajo por la clase trabajadora. Instó a que la
colectivización por la fuerza se detuviese para que se hiciera gradualmente,
organizando granjas colectivas que con la ayuda técnica y financiera del
Estado se convirtieran en modelos de productividad y sirviesen así de
ejemplo real para el conjunto del campesinado. Trotski no negaba la
necesidad de la colectivización y de la industrialización, sino que como
pionero teórico de las mismas exigía que se hicieran con luz y taquígrafos
para corregir errores y evitar de esta manera esfuerzos innecesarios de la
clase trabajadora y del campesinado. Esto sólo se podía efectivizar con una
vida democrática plena en el seno del partido y no a través de la infabilidad
del Secretario General.
Estos decires de Trotski no eran meras reflexiones teóricas de un
exiliado ya que el Boletin entraba clandestinamente en la Unión Soviética y
tenía curso entre gobernantes (el propio Stalin era asiduo lector) y
administradores del Estado y más de uno consideraba correcto lo que se
decía al final del propio memorando: “dada la incapacidad de la dirección
actual para salir del callejón sin salida económico y político, aumenta
nuestra convicción de la necesidad de reemplazar la dirección del partido”
(V.8, p.443).
Stalin respondió al batallar político de Trotski retirándole la
ciudadanía soviética el 20 de febrero de 1932. Era un intento más de aislar
al viejo revolucionário de la URSS. Esto le era más que necesario a Stalin
que se veía obligado a reprimir hasta a su propia fracción para poder
100
convertirse en el amo indiscutible y gobernar exclusivamente a través del
aparato, sin crítica ninguna. Pero para convertirse en dictador también
necesitaba reescribir la Historia de la Revolución de Octubre y del Partido
Bolchevique. Someter a los historiadores a los deseos del aparato suponía
que la historiografía se tendría que acomodar a las necesidades
coyunturales del propio aparato y de su máximo representante, Stalin. Así,
primero había sido necesario afirmar que Trotski no había cumplido un
papel político relevante en la Revolución de Octubre y en la Guerra Civil,
después simplemente se le borró de la Historia y ahora había que afirmar
que Stalin fuera el líder nato de todo el proceso revolucionario para poder
convertirlo en jefe infalible en el presente. La lógica del proceso le imponía
a Stalin que para ser el dueño y señor del aparato tenía que ir borrando de
la Historia y de la realidad a todos sus oponentes. De esta forma, la
mecánica del proceso era la eliminación física constante de todo adversario
real o potencial.
Trotski se exasperaba por no poder salir de Turquía, anhelaba
acercarse al corazón de Europa ya que consideraba que allí se iba a
dilucidar el futuro político del viejo continente. Vio una oportunidad en la
invitación que le cursaron estudiantes daneses para que diera una
conferencia en Copenhague sobre la Revolución Rusa. El gobierno
socialdemócrata de Dinamarca consintió un visado de ida y vuelta, aunque
Trotski no perdía la esperanza de poder alargar su estancia.
El 14 de noviembre de 1932 Trotski, en compañía de su mujer y de
tres secretarios, sale de Constantinopla rumbo a las costas danesas, donde
llegó el día 23. La espectación que despertó su visita fue grande. En el
puerto lo esperaba una muchedumbre, en parte potencialmente contraria
porque provenía de la movilización de los estalinistas. No obstante, a la
arribada de Trotski el instinto de clase debió serenar a más de un
trabajador. Al poco de llegar, un miembro de la familia real danesa, el
príncipe Aage, lo acusó de ser el asesino del zar y de su familia, y la
embajada soviética protestó por su visita. El 25 dio la conferencia en
alemán, delante de unas dos mil personas. Fue desgranando la Revolución
Rusa cuyo estudio acababa de concluir en Prinkipo. Esta intervención está
filmada, se ve a un Trotski apasionado, vehemente.
Trotski aprovechó su estancia para verse con camaradas de diversos
países, y así celebrar una informal reunión internacional. Como era de
esperar, solicitó la ampliación de su visa. Le fue denegada, como también
se le denegó el visado para Suecia. Por lo tanto, no le quedaba más remedio
que iniciar el viaje de vuelta. El 2 de diciembre sale en barco de
Copenhague. Cuando llega al puerto de Amberes, repleto de policías, no le
dejan desembarcar ni por un momento. Sigue viaje a Dunkerque, de allí a
Paris adonde llega el 6. De la capital francesa a Marsella, aquí la
gendarmería lo quiere meter por la fuerza en un barcucho de carga. Solicita
101
la visa de transito por Italia y el gobierno de Mussolini se la concede.
Fueron hasta Venecia y desde allí por tren a Brindisi, donde cogieron el
barco que los llevó de vuelta a Turquía. El día 12 desembarcaban en
Prinkipo.
La conferencia que diera en Copenhague le había permitido a Trotski
exponer en público las reflexiones que sobre la revolución rusa de 1917
vertiera en su “Historia de la Revolución Rusa”. Esta es la obra histórica
de Trotski por excelencia, un clásico de la historiografía marxista. Si en su
autobiografía, “Mi vida”, que también concluyó en Prinkipo, Trotski se ve
obligado a reivindicarse a sí mismo y aporta una serie de datos vitales para
el historiador, en la Historia de la Revolución Rusa hace un analisis
pormenorizado del proceso revolucionario, de las clases sociales en lucha,
de las diversas etapas y del método político marxista que posibilitó llevar a
la clase trabajadora a conquistar el poder por primera vez en la Historia
Universal. No se puede entender adecuadamente la Revolución Rusa sin
leer esta obra.
En enero de 1931 Zina, la hija mayor de Trotski y de Alexandra
Sokolovskaia, llegara a Prinkipo con su niño Vsevolod Volkov, al que
llamaban Seva, que era fruto de su matrimonio con Platón Volkov,
deportado en Siberia por orden de Stalin. Era una mujer sensible, debilitada
y desestabilizada por la muerte de su hermana y por la represión que caía
sobre su madre y su marido. Después de pasar un tiempo con su padre en
Prinkipo, fue a Berlin en octubre con el objeto de recibir tratamiento
psiquiátrico, aunque ella no estaba muy de acuerdo. Su salud mental la
derrotó de manera definitiva. Posiblemente la noticia de que jamás podría
volver a la Unión Soviética, ya que la privación de la ciudadanía a Trotski
también alcanzaba a sus familiares, fue el golpe final. Saber que no podría
ver más a su madre, al hijo que allí dejara y a su marido fue definitivo.
Desesperada, se suicidó el 5 de enero de 1933. Se encerró en su
apartamento berlinés y abrió el gas. El día 6 llega a Prinkipo el telegrama
con la trágica noticia. Trotski y Natalia se encerraron durante varios días en
su habitación cuya puerta sólo se abría para pedir una taza de té. A los días,
Trotski salió encanecido.
28. Contra el nazismo
La República de Weimar (1919-1933) está en el año 1930
brutalmente sacudida por la crisis económica. Para muestra un botón, el
paro real estaba en unos cinco millones de personas. Esta coyuntura
económica tenía un marco político que nada ayudaba: el Tratado de
Versalles, que no era más que el pálido reflejo de la necesidad que tenían
las burguesías de Inglaterra y Francia de frenar la expansión de la
burguesía alemana. En realidad, sólo en la revolución o en la
102
contrarrevolución estaba la salida. O una revolución que pusiera la
economía al servicio de la clase trabajadora, que en alianza con la Unión
Soviética consolidaría el socialismo en la URSS y en la propia Alemania,
lo que supondría un toque a rebato para otras revoluciones, por ejemplo en
el Estado español; o por contra, una contrarrevolución que sometiera a la
clase trabajadora a los designios expansionistas de la burguesía alemana, lo
que conllevaba el aplastamiento sindical y político de la clase trabajadora.
Ante esta coyuntura, la dirección de la Internacional Comunista va a
señalar, con una torpeza táctica absoluta, a la socialdemocracia como el
principal enemigo de la clase trabajadora. Así, por boca del nuevo
presidente, Manuilski, dirá en julio de 1929: “La socialdemocracia irá
quitándole progresivamente a la burguesía la iniciativa de la represión
contra la clase obrera (…). Se hará fascista. Este proceso de conversión de
la socialdemocracia en socialfascismo ha empezado ya” (V.8, p.450). No
contento con esta estúpida declaración política, afirmará que “en muchos
países capitalistas intensamente desarrollados el fascismo será la última
fase del capitalismo, previa a la revolución social” (V.8, p.450). En un
alarde de idiotez suprema para alguien que se dice marxista, venía a afirmar
que el triunfo de la contrarrevolución precedería al triunfo de la revolución.
Increible. Es abecé que en un proceso revolucionario triunfa la revolución o
la contrarrevolución, por lo que es imposible que la derrota de la revolución
sea el prólogo de su victoria. Esta línea política, que suponía el suicidio
colectivo para la clase obrera alemana, la mantendrá la dirección de la IIIª
Internacional hasta el final.
El 14 de septiembre de 1930 se celebran elecciones al Reichstag
(Parlamento) que con una participación del 82% del electorado, le dan 6,4
millones de votos al Partido Nazi (DNSAP, Partido Obrero
Nacionalsocialista Alemán). Era un incremento brutal de los votos nazis en
comparación con los que obtuvieran en las elecciones de 1928. Así,
pasaban del 2,6% al 18,3%. El avance era espectacular. Aún así, el SPD
(Partido Socialdemócrata Alemán) obtenía más de 8,5 millones de votos y
el KPD (Partido Comunista Alemán) 4,6 millones. Es decir, los partidos de
la clase obrera alemana tenían el doble de votos. El pero, no sólo estaban
divididos sino que estaban enfrentados.
Trotski desde Prinkipo dará la voz de alarma. A partir del 26 de
septiembre, y hasta el final, hilvanará una serie de artículos donde someterá
a una crítica severa el desnorte político de las direcciones de la IC y del
KPD. Así, en el artículo “El giro de la Internacional Comunista y la
situación en Alemania” señala como principio que “la primera cualidad de
un partido revolucionario es saber mirar cara a cara la realidad” (V.117,
p.14). Informa que “la gran burguesía alemana, hoy, vacila; esta dividida”
entre buscar la salida a través de “la terapéutica socialdemócrata”, lo que
supone pactos sobre la legislación social y los salarios, es decir, disminuir
103
la tasa de explotación de la fuerza de trabajo; o a través de “la intervención
quirúrgica fascista”, que supone someter al látigo a la clase trabajadora.
Indica Trotski que “las vacilaciones de la gran burguesía entre la
socialdemocracia y el fascismo son el síntoma más evidente de una
situación prerrevolucionaria” (V.117, p.14). Y advierte, “para que la crisis
social pueda desembocar en la revolución proletaria es indispensable,
aparte de otras condiciones, que las clases pequeñoburguesas se inclinen de
forma decisiva del lado del proletariado. Esto permite al proletariado tomar
la cabeza de la nación y dirigirla. Las últimas elecciones revelan una
tendencia en sentido inverso (…). Bajo los golpes de la crisis, la pequeña
burguesía ha basculado, no del lado del proletariado, sino del lado de la
reacción imperialista más extremista, arrastrando a capas importantes del
proletariado (…). El crecimiento gigantesco del nacionalsocialismo refleja
dos hechos esenciales: una crisis social profunda (…) y la ausencia de un
partido revolucionario” (V.117, pp.14-15). Y alerta: “la revolución
proletaria ha sufrido globalmente en estas elecciones una grave derrota, que
evidentemente no es decisiva (…). Puede convertirse en decisiva, e
inevitablemente lo hará, si el partido comunista no es capaz de valorar su
victoria parlamentaria parcial en relación con esta derrota <preliminar> de
la revolución, y de sacar todas las conclusiones necesarias (…). La
subestimación del fascismo por la dirección actual del partido comunista,
puede llevar a la revolución a una derrota todavía mucho más grave para
muchos años (…). El curso de los acontecimientos puede, en un futuro muy
próximo, hacer resurgir en Alemania, a un nivel histórico nuevo, la
contradicción trágica entre la madurez de la situación revolucionaria, por
una parte, y la debilidad e insuficiencias estratégicas del partido
revolucionario por la otra” (V.117, p.16).
Para Trotski es vital que el KPD esté “cotidianamente a la escucha en
profundidad del proletariado y de los trabajadores en general” porque “sólo
un partido que tenga por todas partes decenas de millares de antenas, que
recoja sus testimonios” podrá orientarse adecuadamente. Pero si esto es
imprescindible no es suficiente. El Partido tiene que tener una vida interior
sana para poder hacer análisis verdaderos por lo que para el KPD es
indispensable “el cambio del régimen del partido (...). El partido debe
escapar de esa atmósfera hipócrita, convencional, en la que se silencian los
males reales y se glorifican los valores ficticios, en una palabra, la
atmósfera perniciosa del stalinismo”. Una vez hecho esto el partido tiene
que ejecutar una política de “frente único”. Pero advierte, esta política
“ofrece al partido comunista enormes posibilidades. Pero la condición del
éxito estriba en el abandono de la práctica y la teoría del
<socialfascismo>”. Por lo tanto, “deberemos, inevitablemente, concluir
acuerdos contra el fascismo con las diferentes organizaciones y fracciones
socialdemócratas, planteando a sus dirigentes condiciones precisas ante las
104
masas”. Señala que hay que “volver a la política de frente único tal como
fue formulada por Lenin y aplicada siempre por los bolcheviques, y muy
particularmente en 1917”. Insiste, hay que llevar “una política de
acercamiento con la mayoría de la clase obrera alemana y el frente único
con los obreros socialdemócratas y sin partido contra el peligro fascista
(…). El partido comunista debe llamar a la defensa de las posiciones
materiales e intelectuales que la clase obrera ha conquistado ya en el estado
alemán. Lo que está en juego es la suerte de las organizaciones políticas y
sindicales, de su prensa, de sus imprentas, de sus clubs y sus bibliotecas. El
obrero comunista debe decirle al obrero socialdemócrata: <La política de
nuestros partidos es inconciliable; pero si los fascistas vienen esta noche a
destruir el local de tu organización, yo vendré en tu ayuda con las armas en
la mano. ¿Prometes tú acudir en mi ayuda en el caso de que ese mismo
peligro amenaze a mi organización?>. Ésa es la quintaesencia de la política
del período actual. Toda la agitación debe ser desarrollada en este espíritu”
(V.117, pp.24 –26).
La dirección de la IC y del KPD no tomaron en consideración el
mensaje de Trotski. Al contrario, en agosto de 1931 los nazis quieren
derrocar al gobierno socialdemócrata del Lánder de Prusia a través de un
plebiscito. El KPD en vez de llamar a la clase obrera a votar a favor del
gobierno socialdemócrata, una vez formuladas las necesarias críticas a su
proceder, pide el voto en contra lo que en la práctica suponía una alianza
con los nazis. Para ocultar esta alianza en los hechos el KPD le da al
referendo el nombre de Plebiscito Rojo. El referéndum fue favorable a los
socialdemócratas. La dirección del KPD se cubría de oprobio a los ojos de
la mayor parte de la clase trabajadora.
Trotski va a criticar este necio proceder político. El 25 de agosto
escribe: “Los errores del partido comunista alemán sobre la cuestión del
plebiscito figuran entre los que se volverán más claros a medida que el
tiempo pase y terminarán por entrar en los libros de texto de la estrategia
revolucionaria como ejemplo de lo que no se debe hacer. En la conducta
del comité central del partido comunista alemán está todo equivocado (…),
la burocracia stalinista embarcó a los trabajadores revolucionarios en un
frente único con los nacionalsocialistas contra la socialdemocracia”
(V.117, pp.39-40).
Un ejemplo más de que la dirección del KPD iba totalmente a la
deriva está en que en vez de lanzar sus proprias consignas frente a los nazis
utilizan lemas tomados de los propios nacionalsocialistas. Una muestra, y
no menor, es la consigna de “revolución popular” que empleaban los nazis.
En vez de enfrentarla con la consigna marxista de “revolución socialista”
utilizan la nazi: “Es difícil para uno imaginarse una capitulación más
vergonzosa en los principios que el hecho de que la burocracia stalinista
105
haya sustituido la consigna de la revolución proletaria por la de revolución
popular” (V.117, p.45).
La bancarrota táctica e ideológica de la dirección del KPD es
absoluta. Trotski dice: “la burocracia stalinista se esfuerza cada vez más
por actuar contra el fascismo con sus propias armas, borrando los colores
de su paleta política e intentando gritar más fuerte que él en la subasta del
patriotismo. Estos no son los métodos de una política de clase con
principios, sino los de la competencia pequeñoburguesa” (V.117, p.45).
Trotski explica que “esta infame competencia con el fascismo” tiene la
causa en la <teoría del socialismo en un solo país>: “Hay varios años, la
Oposición de Izquierda advirtió que la teoría <auténticamente rusa> del
socialismo en un solo país llevaría al desarrollo de tendencias
socialpatriotas en otras secciones de la Comintern (...). El partido
comunista alemán, en un breve período, ha sido introducido en la esfera del
socialpatriotismo (...). El referéndum rojo no cayó del cielo: surgió de una
degeneración ideológica avanzada del partido” (V.117, pp.47-51).
La crisis económica y política proseguía en Alemania. En marzo y
abril de 1932 se celebran Elecciones Presidenciales. Los socialdemócratas
en un alarde de ceguera política pedirán el voto para el viejo reaccionario
Hindenburg. Los comunistas presentan candidato propio, Thaelmann. El
resultado de que los partidos obreros no votaran a un candidato común fue
la victoria de Hindenburg, y que Hitler obtuviera más de 11 millones de
votos en la primera vuelta y más de 13 en la segunda. El candidato
comunista no llega a los 5 millones en la primera ronda y baja a 3,7 en la
segunda. Hinderbung fue electo con algo más de 19 millones de votos.
El 30 de julio se celebran Elecciones al Reichstag. Por vez primera el
Partido Nazi consigue ser el partido más votado: 13.745.000 votos. Pero no
sólo eso, consigue más votos que el SPD (7.959.700) y el KPD (5.282.600)
juntos. Era el resultado del pánico de los líderes socialdemócratas a la
revolución socialista y de la imbecilidad política de la dirección estalinista
que convirtiera al SPD en el principal enemigo de la clase trabajadora en
vez de insistir en los hechos en un frente único con los obreros
socialdemócratas.
La estulticia política de Stalin sólo iba a la par de su ceguera.
Impedía la política de frente único con la socialdemocracia imposibilitando
el triunfo de la revolución socialista y no veía que su derrota llevaría a la
guerra con la Alemania nazi, lo que no era un secreto ya que el líder
nacionalsocialista se encargaba de decirlo a diario.
Trotski explicaba y explicaba. Ya en abril dijo que “Hitler en el
poder significaría la guerra (...) contra la Unión Soviética” (V.117, p.190).
Era esta una deducción díaléctica: “Para que sea posible una intervención
[contra la URSS], se precisa un gran país, altamente industrializado y
además continental, que pueda y quiera asumir la carga principal de una
106
cruzada contra la Unión Soviética (…). Un vistazo sobre el mapa político
de Europa muestra que sólo una Alemania fascista podría encargarse de
esta tarea. Más aún, una Alemania fascista no tendría otra elección (…).
Una guerra entre el Estado hitleriano y la Unión Soviética sería inevitable;
y eso a corto plazo. Las consecuencias de esa guerra serían incalculables”
(V.117, pp.191-192).
En una entrevista que Trotski concedió en mayo sintetiza su
posición. Veamos:
“Pregunta. ¿Cree usted inminente la toma del poder político por los
nacionalsocialistas?
Respuesta. Sí, creo que si las organizaciones más importantes de la
clase obrera alemana prosiguen su política actual, la victoria del fascismo
estará asegurada casi automáticamente, y en un espacio de tiempo
relativamente breve (…).
P. ¿No considera usted como el deber urgente del momento que
socialdemócratas y comunistas, dejando de lado sus diferencias de
principio, creen una organización común de lucha?
R. Sí, creo que el partido comunista debe proponer un acuerdo de
lucha al partido socialdemócrata y a la dirección de los Sindicatos Libres,
de la base a la cumbre (…), el frente único de la clase obrera contra el
fascismo debe tener un carácter completamente concreto, práctico y
combativo (…).
P. ¿Estaría usted dispuesto a trabajar por semejante organización en
su persona y con su nombre?
R. Por supuesto (...). La cuestión del destino de Alemania es la
cuestión del destino de Europa, de la Unión Soviética y, en gran medida,
del de toda la humanidad durante un largo período histórico (…).” (V.117,
pp.193-194).
Hindenburg, que había sido electo presidente con el apoyo de los
socialdemócratas, le va a dar la puntilla a la República de Weimar. Obliga
al canciller Bruning, que hiciera un tímido intento para ilegalizar a las
tropas de choque nazis, a que dimita el 30 de mayo para al día siguiente
nombrar canciller a Franz von Papen que destituirá por decreto al gobierno
socialdemócrata de Prusia, un gobierno que resistiera un referendo naziestalinista era ahora derribado sin lucha.
Un cierto cansancio de las masas, de uno y otro signo, se adivina en
las Elecciones al Reichstag de noviembre de 1932. Los nazis pierden dos
millones de votos, el SPD y el KPD pierden entre los dos 1,7 millones. No
obstante, la contrarrevolución iba en línea recta a la conquista del poder por
la vía legal por falta de obstáculos. Así, el 30 de enero de 1933 Hitler es
nombrado canciller. Trotski explica por qué la burguesía le da el apoyo
definitivo a Hitler: “La época de Bismarck ha pasado a mejor vida. La
Alemania actual no surge de las victorias, sino de la derrota (…). El
107
capitalismo decadente no produce ningún beneficio, no abre ninguna
perspectiva. El único cemento que une a las clases poseedoras es su miedo
a los obreros (…). La investidura de Hitler con el poder servía un doble
objetivo: primero, embellecer a la camarilla de propietarios con los
dirigentes de un <movimiento nacional>; segundo, poner a las fuerzas de
combate del fascismo a la disposición directa de los propietarios. No fue
con el corazón ligero que la poderosa camarilla superior pactó con los
hediondos fascistas. Detrás de los advenedizos desenfrenados hay
demasiados, demasiados puños; y en eso reside el aspecto peligroso de los
aliados camisas pardas; pero en eso mismo está su ventaja fundamental, o
más exactamente, su única ventaja. Y ésta es la ventaja decisiva, puesto que
ésta es una época tal que no hay otra forma de garantizar la propiedad que
mediante los puños. No hay manera de prescindir de los nazis” (V.117,
pp.258-259).
Pero todavía ahora Trotski dice que hay tiempo para enfrentar a la
bestia nazi: “La toma del poder por Hitler es indudablemente un golpe
terrible para la clase obrera. Pero esto no es todavía una derrota decisiva o
irremediable. El enemigo, que podía haber sido aplastado mientras sólo se
esforzaba por llegar al poder, ha ocupado en la actualidad toda una serie de
puestos de mando (…), queda un trecho no pequeño entre el ministerio
encabezado por el canciller fascista y la victoria completa del fascismo.
Esto significa que el campo revolucionario todavía dispone de tiempo.
¿Cuánto? Es imposible de calcular de antemano. Sólo las batallas pueden
medir su duración” (V.117, p.260).
Trotski repasa lo que es el proceder miedoso de la socialdemocracia
en la sociedad burguesa y el quehacer ruin estalinista en el proceso
revolucionario: “Cuando la burguesía la llama al poder, la
socialdemocracia vota a favor del régimen capitalista. La socialdemocracia
tolera (soporta) a cualquier gobierno burgués que tolere a la
socialdemocracia. Pero incluso cuando es completamente excluida del
poder, la socialdemocracia sigue sosteniendo la sociedad burguesa,
recomendando a los obreros que reserven sus fuerzas para batallas a las que
jamás está dispuesta a llamar. Al paralizar la energía revolucionaria del
proletariado, la socialdemocracia proporciona a la sociedad burguesa una
oportunidad de sobrevivir bajo condiciones en que no puede vivir mucho
tiempo, convirtiendo así el fascismo en una necesidad política” (V.117,
p.260).
Sobre la línea política estalinista dice: “Durante los pasados dos o
tres años de avance fascista, la política de la burocracia stalinista no ha sido
más que una cadena de crímenes [políticos] que salvaron literalmente al
reformismo, y con ello prepararon los éxitos subsiguientes del fascismo”
(V.117, p.261).
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A pesar de los miedos y errores de las direcciones socialdemócratas
y estalinistas, se pregunta: “¿Es posible el viraje? A eso se reduce la tarea
en el momento actual (…). Sólo el desarrollo y la agudización del
antagonismo entre nacionalsocialistas y socialdemócratas puede sacar a los
comunistas de su aislamiento, tras todos los errores cometidos, y abrir el
camino hacia la revolución (…). El camino para ello es a través de la
política audaz de frente único (…). La política audaz de frente único es, en
este momento, la única base correcta incluso para la campaña electoral”
(V.117, pp.262-263).
Los nazis se van consolidando en el poder gracias a la apatía de la
dirección socialdemócrata y a los errores de la estalinista. Así, los
nacionalsocialistas pueden jugar al ataque. El asalto a la casa de Karl
Liebknech y el incendio del Reichstag son dos episodios que ilustran que el
terror nazi se va imponiendo socialmente. En esta coyuntura política se
dan, el 5 de marzo, las últimas Elecciones al Reichstag. Los 17 millones de
votos a los nazis indican, sin lugar a dudas, su fuerza creciente, pero los 12
millones de votos a las dos organizaciones obreras también señalan que la
clase trabajadora alemana no habría sido derrotada con facilidad, ni en esta
coyuntura, si las direcciones del SPD y del KPD la hubiesen llevado a la
lucha.
La dirección del SPD no reacciona. La del KPD está aislada. Unos y
otros continúan su viaje sin retorno al pricipicio. Todavía el 1 de abril la
dirección de la IC tiene la desvergüenza de declarar que “la política que
lleva a cabo la dirección del partido comunista alemán, encabezado por el
camarada Thaelmann, era absolutamente correcta antes y durante la toma
del poder por el fascismo” (V.8, p.457). No hay peor ciego que el que no
quiere ver. Fuera del reino de la metafísica, los nazis aplastan los partidos,
los sindicatos, los periódicos y las asociaciones de la clase obrera alemana.
La contrarrevolución había triunfado. La próxima batalla revolucionaria se
dará en el Estado español.
29. En Francia
Después de la derrota de la clase trabajadora alemana, Trotski va a
matinar en las implicaciones políticas de este trascendente hecho. La
primera conclusión que tira en el artículo de 14 de marzo de 1933,
intitulado “La tragedia del proletariado alemán”, explícita ya en escritos
anteriores, es culpar de la derrota a la dirección estalinista de la
Internacional Comunista. Trotski afirma que si “el proletariado más
poderoso de Europa, por su lugar en la producción, su peso social y la
109
fuerza de sus organizaciones, no ha ofrecido ninguna resistencia desde la
llegada de Hitler al poder y sus violentos ataques contra las organizaciones
obreras (…), si el proletariado se encontraba impotente, desarmado y
paralizado en el momento de su mayor prueba histórica, la culpa directa e
inmediata recae en la dirección de la Comintern posleninista. Esa es la
primera conclusión que hay que extraer de inmediato” (V.117, pp.285286).
Mientras Trotski perfila la contestación política global que el
proceder de la burocracia estalinista merece, a primeros de julio llega a
Prinkipo la noticia de que las autoridades francesas dejaron sin efecto su
decreto de expulsión vigente desde 1916. Efectivamente, gracias a las
diligencias de Maurice Parijanine, traductor de obras de Trotski al francés,
el gobierno galo de Daladier no pone ningún problema a que Trotski resida
en Francia. Inmediatamente comienzan los preparativos para el viaje. El 12
de julio uno de los secretarios de Trotski, Jean van Heijenoort, va al
consulado francés de Estambul para obtener los visados de Trotski y
Natalia, lo que consigue sin dificultades.
Precisamente a estas alturas Trotski perfilará el nuevo proceder
táctico que va a tomar contra la política estalinista: la creación de una
nueva Internacional. Este renovado quehacer es argumentado en su artículo
del día 15, cuyo título ya es bien ilustrativo: “Es necesario construir nuevos
partidos comunistas y una nueva Internacional”. Comienza explicando que
hasta ahora la Oposición de Izquierdas se había fijado la tarea de reformar
la IC. Pero desde el triunfo de la contrarrevolución en Alemania y su
justificación por la casta stalinista el proceder reformista de la Oposición
era inviable, imposible. No era suficiente con la catrástofe sino que aún por
encima “la dirección de Moscú no sólo ha proclamado como infalible la
política que garantizó la victoria a Hitler, sino que también ha prohibido
toda discusión sobre lo ocurrido” (V.117, p.328). Ante el nuevo giro táctico
que va a adoptar aclara: “Lo más peligroso en política es quedar atado por
la propia fórmula que ayer era adecuada, pero que hoy está despojada de
todo contenido” (V.117, p.328). Así, de ahora en adelante “en toda nuestra
labor subsiguiente, es necesario tomar como punto de partida el
hundimiento histórico de la Internacional Comunista oficial” (V.117,
p.329). Efectivamente, esta será la demarcación, la inflexión, del quehacer
táctico de Trotski. Pero ya en este mismo momento aclara lo que será en él
una constante hasta su muerte: “La existencia de la Unión Soviética, a
pesar de la avanzada degeneración del Estado obrero, sigue siendo aun
ahora un hecho de inconmensurable significación revolucionaria” (V.117,
p.331). Así, Trotski defenderá apasionadamente el carácter histórico
progresista del Estado soviético a pesar de su brutal deformación. La
Historia se encargó de darle la razón, hoy es sabida la catástrofe política y
social que trajo el derrumbe de la URSS y de todos los demás regímenes de
110
“socialismo real”. Él siempre procedió con una gran perspectiva histórica,
pero entendía la resistencia que iba causar su inmediato quehacer:
“Indudablemente, en las filas de las organizaciones stalinistas se
encuentran comunistas sinceros, que recibirán con recelo e incluso con
indignación nuestra nueva orientación. Algunos tal vez sustituirán
temporalmente un sentimiento de simpatía por el de hostilidad. Pero es
necesario no guiarse por consideraciones personales y sentimentales, sino
por criterios de masas” (V.117, p.330). Era hora, pues, de ir preparando el
camino para crear nuevos partidos comunistas y una nueva internacional. A
esto le dedicará un pertinaz esfuerzo.
El 17 de julio Trotski, en la compañía de Natalia, de tres secretarios,
van Heijenoort, Rudolf Klement, Sara Jacobs y el camarada Max
Shachtman, parte desde Constantinopla con destino a Francia. Veía así
cumplido un apasionado deseo: acercarse al corazón de Europa para poder
luchar en el epicentro de la batalla. No lo iban a dejar los gobiernos
“democráticos”, como comprobará enseguida. El “Bulgaria”, el barco en el
que viajaban, hace escala en el Pireo, en Catania, en Nápoles. No obstante,
Trotski permanece en su camarote. Una semana después de su partida, el
día 24, el barco se detiene en alta mar frente a Marsella. Una lancha, en la
que viene su hijo mayor, Lev Sedov, en compañía de gendarmes, los recoge
y los desembarca en una villa de pescadores, Cassis, cerca de Marsella.
Estaban en Francia. Comenzaba el periplo europeo. Lejos estaba de prever
que México sería su destino final. No hubo tiempo para alegrías, la prensa
de derechas y la stalinista protestan por su estadía. Desde Cassis van a ir en
coche hasta Burdeos y desde allí hasta Saint-Palais, en la costa atlántica,
donde un camarada francés Raymond Molinier alquilara una casa aislada, a
orillas del Atlántico, rodeada de un amplio jardín. “Les Embruns” (Las
Brumas), donde se instalan el día de su llegada, el 25, es como se llama
este primer domicilio en territorio galo. Comienzan esta nueva etapa con
mal pie, se declara un incendio en la casa. Fue casual, no intencionado
como pensaron en un primer momento. Trotski se va a refugiar en un coche
y no es reconocido por nadie. Anonimato obligado. Aquí residirán hasta
octubre. En este intervalo Trotski va a recibir muchas visitas de
camaradas, simpatizantes y amigos. No menos de 50 personas pasaron por
la casa de Las Brumas. Entre ellos representantes de las organizaciones
alemanas KPD y SAP (Sozialistische Arbeitpartei), del británico
Independent Labour Party, del holandés Partido Socialista Independiente,
entre otros. Muchas de las visitas tenían relación con la conferencia que a
finales de agosto se iba a celebrar en París con el objeto de debatir la idea
de una nueva Internacional, la Cuarta. También en Las Brumas recibió a
André Malraux, que en un paseo por la orilla del mar se puso metafísico y
le dijo a Trotski: “Hay algo que el comunismo nunca podrá vencer: la
muerte” (V.128, p.62), a lo que contestó Trotski: “Cuando un hombre ha
111
cumplido la tarea que se le ha dado, cuando ha hecho lo que quería hacer,
la muerte es sencilla”. (V.128, p.62). Malraux, que se vinculará enseguida
con el stalinismo y a posteriori con el gaullismo, escribirá la novela “La
condición humana” que Trotski ensalzará en carta a un editor
estadounidense en un decir que nos amplía lo que le contestó a la orilla del
mar al propio Malraux: “Sólo un gran propósito sobrehumano, por el que el
hombre esté dispuesto a pagar con su vida, le da sentido a la existencia
personal. Tal es la significación final de la novela, que está exenta de
didacticismo filosófico y es de principio a fin una verdadera obra de arte”
(V.25, p.250).
A pesar de las numerosas visitas recibidas, se pudo mantener la
incógnita sobre su paradero por lo que las autoridades francesas no
pusieron pegas para que Trotski se trasladara más cerca de París. Después
de unas variadas excursiones, Trotski se mudó a Barbizon en noviembre, a
unos pocos kilómetros al sudeste de París. Tenía la esperanza de trabajar
con cierta tranquilidad. Había pensado en elaborar una “Historia del
Ejército Rojo” pero ante la petición de un editor se pone a redactar una
biografía sobre Lenin, de la que apenas pudo concluir el comienzo.
Trotski quería que sus partidarios estuvieran ligados a la clase
trabajadora. Así, cuando el 6 de febrero de 1934 se dio un levantamiento de
las organizaciones de la extrema derecha contra el gobierno Dalaier, que
llegaron a asaltar la Cámara de los Diputados, socialistas y comunistas se
unieron por la base y así, juntos, fueron a la huelga general que salvó al
gobierno francés. Este hecho de frente único por la base que tanto
recomendara Trotski en Alemania seguro que lo hizo meditar. Será en junio
cuando Trotski le propondrá a sus camaradas franceses que entren en la
SFIO (Section Française de l´Internationale Ouvrière), el Partido Socialista
francés dirigido por León Blum. Era el “giro francés”, el comienzo de la
táctica del “entrismo”. Táctica que hay que entenderla en su contexto
exacto, en una coyuntura donde los pecés enarbolaban la bandera de la
Revolución de Octubre porque el Estado soviético era para la inmensa
mayoría de los comunistas de base la patria de los trabajadores. La
consigna ya suscitó muchos debates y escisiones entre los marxistas
franceses en aquellos momentos. Cuando se extendió esta consigna al
Estado español, que los trotskistas entraran en el PSOE, no fue tenida en
cuenta por buena parte de los seguidores de Trotski, que andando el tiempo
participarán en la fundación del POUM.
En febrero le llegó la noticia de la capitulación de Rakovski, el líder
moral de la Oposición de Izquierda en la URSS. Esto tuvo que causarle un
profundo dolor, aunque no podía saber los pormenores de la resistencia de
este viejo y sólido revolucionario. Escribió, “Rakovski era virtualmente mi
último contacto con la vieja generación revolucionaria. Después de su
capitulación, no queda nadie” (V.25, p.258). Trotski sólo se refería a los
112
integrantes de la vieja guardia ya que en los campos de concentración de la
Rusia de Stalin Trotski tenía, posiblemente sin saberlo, miles de
seguidores. Muchos lanzarán el “¡Viva Trotski!” cuando los manden al
paredón. El “Viejo” no estaba tan aislado como podía parecer. Esto lo sabía
bien Stalin, por eso masacrará a sus seguidores para terminar ordenando la
muerte del propio Trotski. El asesinato de Kírov será el pistoletazo de
salida.
Una casualidad hizo que la polícia local se enterase de la estancia de
Trotski en Barbizon. El 12 de abril por la noche un secretario de Trotski,
Rudolf Klement, venía de Paris con correspondencia. Viajaba en moto, las
luces no estaban bien y dos gendarmes lo pararon y como la
documentación de la motocicleta no estaba a su nombre lo llevaron a la
comisaría donde descubrieron una correspondéncia en varios idiomas, el
ruso entre ellos. Estaba claro, Trotski residía en Barbizon. La gendarmería
local se puso al habla con el procurador de la República, Melun. A éste un
funcionario le dice que Trotski poseía una visa que le permitía residir sólo
en Córcega. Esto era falso, Trotski tenía un visado que le posibilitaba
afincarse prácticamente en cualquier parte de Francia. Mas el procurador
acepta la información del funcionario. Se decide realizar una pesquisa en la
residencia de Trotski, la villa “Ker Monique”. Enterados los periódicos, se
desencadenó una campaña de prensa en la que se pedía que Trotski
regresara a Córcega, donde nunca estuvo. En esta campaña también
participó el Ministerio de Propaganda nazi dirigido por Goebbels que
difundió la “noticia” de que Trotski estaba preparando una insurrección.
Para el nuevo gobierno francés estos hechos son una excusa perfecta para
cancelarle la visa a Trotski. Este gobierno estaba presidido por Gaston
Doumergue. Su Ministro de Estado era el mariscal Petain. El Ministro del
Interior era Albert Sarraut que tenía por consigna: “El comunismo, he aquí
el enemigo” (V.7, p.748). El 16 de abril este gobierno democrático decide
anular el permiso de residencia de Trotski. Deciden expulsarlo, aunque de
momento no tienen donde echarlo. Gran cantidad de gente empieza a
concentrarse alrededor de la casa que habita Trotski por lo que éste se ve
obligado a comenzar un peregrinar semiclandestino por la geografía
francesa: Lagny, Chamonix, La Trouche, Saint-Pierre-de-Chartreuse,
Grenoble, Lyon hasta ir a parar a Domène, donde residió un tiempo antes
de pasar por Paris camino de Noruega.
En la primera quincena de julio de 1934 ya estaba Trotski en
Domène. Fue a vivir en la casa de Laurent Beau, maestro en el propio
Domène. Como se sintió aquí Trotski lo sabemos a la perfección por su
propio decir : “Nuestra vida aquí difiere muy poco del encarcelamiento”
(V.25, p.255).
113
30. El asesinato de Kírov
Estaba Trotski en Domène cuando le llegó la notícia de que Sergei
Kírov, el jefe del PC(b) de la URSS en Leningrado y cuadro de gran estima
entre la casta burocratica, había sido asesinado. Efectivamente, a las cuatro
y media del 1 de diciembre de 1934 Kírov se dirigía a su despacho del
Instituto Smolni cuando un joven comunista, Nicoláiev, le da un tiro en la
nuca. Kírov muere en el momento. ¿Cuál fue la causa del asesinato?
Nicoláiev había sido expulsado del partido, su mujer era secretaria de
Kírov, Kírov era amado por la burocracia del partido. Así, ¿fue asesinado
por venganza, por celos o por qué pesaba mucho en el aparato? No está
claro, lo que sí está claro es que su muerte desencadenó unas purgas de
una virulencia inimaginable. Tanto fue así que en el plazo de unos pocos
años toda la vieja guardia bolchevique y miles de autenticos comunistas
serán aniquilados. A ellos les seguirán supuestos saboteadores, espías al
servicio del nazismo, y traidores a la revolución.
Stalin va a acusar a Trotski, Zinóviev y Kámenev como instigadores
del crimen. Hay quien tiene la certeza que la muerte de Kírov le será de
gran utilidad a Stalin. Bujarin le dice a Ilya Ehrenburg. “¿Comprendes lo
que eso significa? Él ahora podrá hacer con nosotros todo lo que quiera”
(V.66, p.470). Ríkov le dice a su hija: “Han matado a Kírov en Meter. Es la
señal del desencadenamiento del terror” (V.66, p.470). Más por extenso se
explica Trotski en un artículo del día 28: se prepara “un intento
conscientemente falso de implicar en el asesinato de Kírov a individuos y
grupos que no tienen ni pueden tener nada en común con el acto terrorista
(…). [Es] un hecho que el grupo burocrático dirigente no se inclina en lo
más mínimo a considerar el crimen de Nicolaev como un fenómeno
accidental y aislado, un episodio trágico. Por el contrario, este acto reviste
para ellos una importancia política tan excepcional que no vacilan en
construir una amalgama que los compromete, ni en poner un signo igual
entre los actos terroristas y cualquier tipo de oposición, descontento o
crítica. El objetivo de la maniobra es bastante evidente: aterrorizar
completamente a todos los críticos y opositores, esta vez no con la
expulsión del partido, no privándolos de su pan cotidiano, ni siquiera con la
prisión y el exilio, sino con el pelotón de fusilamiento. Stalin reacciona
ante el acto terrorista de Nicolaev redoblando el terror contra el partido”
(V.125).
¿Por qué la fracción dirigente de la casta burocrática tiene que ejercer
constantemente la represión? Por su papel contradictorio de explotadora de
la clase trabajadora, usufructuando la riqueza que esta genera, y de dique a
la restauración del capitalismo, al tener que mantener la estatalización de la
economía para poder perpetuar su status. Trotski, en el mismo artículo del
28 de diciembre, lo explica a la perfección: “la burocracia soviética explota
114
despiadadamente, en función de su propia dominación y prosperidad, su rol
de control y regulador de las contradicciones sociales y su lucha preventiva
contra la reconstitución de las clases. Concentra en sus manos todo el poder
y, a las buenas o a las malas, consume una enorme parte de la renta
nacional. De este modo logró alejarse tanto de la masa de la población que
ya resulta imposible controlar sus actos o sus ingresos (…). Una clase
económica dominante presupone un sistema de producción y propiedad que
le es peculiar y propio. La burocracia soviética no es más que el reflejo de
la etapa transicional entre dos sistemas de producción y propiedad, el
capitalista y el socialista. Este régimen transicional no puede tener un
desarrollo independiente. El rol de la burocracia soviética sigue siendo
dual. Sus propios intereses la obligan a resguardar el nuevo régimen
económico creado por la Revolución de Octubre contra los enemigos de
dentro y de fuera. Esta tarea es históricamente necesaria y progresiva (…).
[No obstante] los instintos posesivos y el espíritu de casta privilegiada de la
burocracia soviética (…) paralizan cada vez en mayor medida su tarea
progresiva. El avance de la industria y la incorporación de la agricultura a
la esfera de la planificación estatal complican extraordinariamente las
funciones de la dirección de la economía. Sólo se puede lograr un
equilibrio entre las distintas ramas de la producción, y sobre todo una
proporción correcta entre la acumulación y el consumo nacional, con la
participación activa del conjunto de la población trabajadora en la
elaboración de los planes, que debe tener libertad para criticarlos y la
posibilidad de remover de sus cargos a toda la burocracia (…). La
burocracia se saca de encima las dificultades provocadas por sus errores
descargando sus consecuencias sobre los hombros de los trabajadores. Las
crisis parciales convergen hacia la crisis general, que avanza y se expresa
en que la economía sigue rezagada y la inmensa mayoría de la población
continúa viviendo en la pobreza, pese a la titánica energía desplegada por
las masas y a los grandes éxitos tecnológicos. Así, la situación peculiar de
la burocracia soviética, producto de causas sociales muy definidas,
conduce a una contradicción cada vez más profunda e irreconciliable con
las necesidades fundamentales de la economía y la cultura soviéticas. En
estas condiciones la dictadura de la burocracia (…) se traduce en una
permanente crisis política. La fracción stalinista se ve de continuo obligada
a destruir totalmente los <restos> de viejas y nuevas oposiciones, a recurrir
a métodos cada vez más violentos y poner en circulación amalgamas cada
vez más emponzoñadas. Al mismo tiempo, esta fracción se eleva por
encima del partido e incluso de la propia burocracia. Proclama
abiertamente el principio puramente bonapartista de la infabilidad de un
líder eterno. De aquí en adelante, la única virtud que se le reconocerá al
revolucionario será la fidelidad al dirigente. Los agentes de la Comintern
115
trasladan a sus secciones extranjeras esta desmoralizante y servil filosofía
de la burocracia” (V.125).
Así, a través del análisis de Trotski, el proceder de la burocracia
soviética queda explicado como un quehacer que viene dado por su
necesidad de perpetuarse y no por la característica criminal de un solo
hombre. De esta forma, la personalidad de Stalin sólamente explica porqué
él representó tan bien las necesidades de la burocrácia soviética, pero no
explica el proceso histórico. El desarrollo del proceso histórico nunca lo
captó el empirista Stalin, mientras que Trotski, aplicando el método
dialéctico, se adelanta a los propios hechos históricos previendo de
antemano la necesidad de las matanzas que la fracción stalinista y su líder
iban a efectuar en el inmediato futuro, sin poder imaginar su espantosa
brutalidad ya que la perspectiva permite prever las líneas generales de un
fenómeno pero no su realización concreta.
Trotski no podía seguir en Francia, donde estaba imposibilitado para
ejercer su trabajo político. Además, pende sobre él la espada del gobierno
francés, a ver si lo va a deportar a una de sus colonias. Por todo esto el
entorno de Trotski va a intentar conseguir el visado en otro país europeo.
En Noruega venía de ganar las elecciones el Partido Laborista, que forma
gobierno. Se le pide la visa. El 8 de junio de 1935 Jean van Heijenoort, un
secretario de Trotski, llega a Domène con la noticia de que el gobierno
noruego había concedido el visado. Después de alguna que otra vacilación
del propio gobierno noruego, el día 13 la visa noruega para Trotski era una
realidad; tenía una validez de seis meses. Desde París, a donde se
trasladaran ya el día 10, van a tomar el tren de las 00,15 del día 14 para
Amberes. Viajan Trotski, Natalia, Jean Rous y Heijenoort.
31. Noruega
El 14 por la mañana llegan a Amberes y el 15 por la tarde parten en
el barco “París” para Oslo, adonde arriban el día 18. Al principio van a
residir en un hotel pero tan pronto como el día 23 pasan a compartir la casa
del matrimonio Knudsen, en Wexhall, una aldea a unos setenta kilómetros
al norte de Oslo. Konrad Knudsen era diputado socialista en el parlamento
noruego. En aquella casa van a gozar de paz hasta que se desencadenen los
acontecimientos. Al comienzo todo va sobre ruedas, miembros del
gobierno y del Partido Laborista lo agasajan. Inclusive sale una entrevista
en el periódico del partido avalada por el propio Ministro de Justicia.
Trotski principia una de sus obras más importantes “La revolución
traicionada”, que la concluirá el 4 de agosto de 1936, aunque no se editará
hasta un año después, ya en México.
“La revolución traicionada” es una obra imprescindible a nivel
teórico. En ella defiende los logros de la revolución a la par que explica y
116
critica el nacimiento de la casta burocrática. Ya vimos antes que para
Trotski la burocracia soviética no es una nueva clase social sino una casta
parasitaria que usufructúa una parte importante de la riqueza nacional que
genera la clase trabajadora. En este texto lo va a dejar muy claro. Explica:
“Las tentativas de presentar a la burocracia soviética como una clase
<capitalista de Estado>, no resiste la crítica. La burocracia no tiene títulos
ni acciones. Se recluta, se completa y se renueva gracias a una jerarquía
administrativa, sin tener derechos particulares en materia de propiedad. El
funcionario no puede transmitir a sus herederos su derecho de explotación
del Estado. Los privilegios de la burocracia son abusos. Oculta sus
privilegios y finge no existir como grupo social. Su apropiación de una
inmensa parte de la renta nacional es un hecho de parasitismo social”
(V.122, p.219). Claro, con esta dirección el régimen soviético no puede
perdurar eternamente. Así, Trotski plantea tres hipótesis: primera, que haya
una revolución política en la URSS conducida “por un partido
revolucionario que tenga todas las cualidades del viejo partido
bolchevique” (V.122, p.221), lo que supondría la restauración de la
democracia en los soviets y los sindicatos y el reparto de la renta nacional,
es decir, el resurgimiento de la revolución socialista. Segunda hipótesis,
que un partido burgués derrumbe a la casta soviética dirigente, lo que
equivaldría a que se restaurase la propiedad privada de los medios de
producción. Tercera hipótesis (ojo, ahora es cuando sus pensares nos
parecen hoy proféticos ya que conocemos la caída de la URSS.
Recordemos que lo que viene fue escrito en el año 1936), la burocracia
continúa a la cabeza del Estado: “La evolución de las relaciones sociales
no cesa. Es evidente que no puede pensarse que la burocracia abdicará a
favor de la igualdad socialista. Ya desde ahora se ha visto obligada, a pesar
de los inconvenientes que esto representa, a restablecer los grados y las
condecoraciones; en el futuro, será inevitable que busque apoyo en las
relaciones de propiedad (…). Los privilegios que no se pueden legar a los
hijos pierden la mitad de su valor; y el derecho de testar es inseparable del
derecho de la propiedad. No basta ser director de trust, hay que ser
accionista. La victoria de la burocracia en ese sector decisivo crearía una
nueva clase poseedora” (V.122, p.222). ¿Qué pasaría si cayese la Unión
Soviética? Trotski afirma: “La caída del régimen soviético provocaría
infaliblemente la de la economía planificada y, por tanto, la liquidación de
la propiedad estatalizada (…). La caída de la dictadura burocrática actual,
sin que fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, anunciaría,
también, el regreso al sistema capitalista con una baja catastrófica de la
economía y de la cultura” (V.122, p.220). Hoy sabemos que fue esto
exactamente lo que acaeció. Trotski volvía a predecir el futuro gracias a su
extraordinario dominio del método dialéctico.
117
Tan sosegado se sentía Trotski en Wexhall que hasta pensó en
continuar con la biografía de Lenin. Mas, el Hombre propone y la Historia
dispone. Dos acontecimientos de gran magnitud histórica se iban a dar casi
al unísono: el comienzo de la Revolución española y el primer juicio de
Moscú. Él iba a estar maniatado, no podrá participar verdaderamente en
estos procesos. Aunque Trotski pensó en ir a Barcelona, inclusive de
manera clandestina, en la revolución no podrá intervenir. Escribirá
artículos y comunicados a los que no se le sacó verdadero provecho por
culpa de las desavenencias que tenían él y Andreu Nin, al que la casualidad
histórica acababa de poner en solitario al frente del POUM ya que el otro
líder de la organización, Joaquín Maurín, había sido detenido por los
fascistas y pasaría toda la revolución y la guerra en la cárcel. Tampoco iba
a poder actuar con libertad de acción contra las viles acusaciones que se le
lanzaban desde Moscú porque el gobierno noruego lo va a maniatar. Será
su hijo mayor, Liova, que está en Francia, quien dé respuesta a las
calumnias stalinistas a través del “Libro Rojo”.
32. La revolución española
El Golpe de Estado del 17-19 de julio de 1936 dado por los militares
reaccionarios y fascistas trajo lo que quería evitar: la Revolución.
El 17 de julio comienza el pronunciamiento de los militares
desafectos a la IIª República en Melilla, Ceuta, Tetuán y Larache. Cuentan
los sublevados con la parte más profesional y salvaje del ejército,
compuesto por la Legión (lumpens de cualquier parte) y por los Regulares
(cuyos tabores están formados por marroquís alienados por los
colonizadores) acostumbrados a obedecer y a matar. De inmediato, la clase
trabajadora de estas colonias españolas se opone a la sublevación, pero
dado su corto número y la falta de apoyo peninsular es derrotada
militarmente a pesar de resistencias aguerridas como la de Larache, donde
los trabajadores resisten más de un día la embestida del fiero ejército
colonial. La obsesión del líder del ejército colonial, general Francisco
Franco, va a ser pasar este ejército a la península porque sin él el Golpe de
Estado estaba abocado al fracaso. La ineptitud del gobierno republicano, la
falta de un liderazgo revolucionario centralizado y las ayudas de nazis y
fascistas le posibilitarán el paso del Estrecho.
Mientras el Golpe de Estado se desarrollaba el gobierno republicano,
presidido por el incapaz Santiago Casares Quiroga, no sólo no hacía nada
real, material, para enfrentarlo, sino que aún por encima impedía la
distribución de armas a la clase obrera en el conjunto del Estado bajo la
reaccionaria amenaza de que quien tal cosa hiciera sería fusilado. Pero los
acontecimientos se aceleran y Casares Quiroga dimite absolutamente
desbordado por los sucesos. No obstante Azaña, presidente de la República
118
y tan indeciso con los insurrectos como Casares, intenta la conciliación con
los militares sublevados y para este fin le pide a Martínez Barrio que forme
gobierno. ¿Por qué este proceder tan vacilante en una situación tan
extrema? Porque los políticos republicanos le temen más a la clase
trabajadora que a los militares, a la revolución que a la contrarrevolución.
Cuando este proceder llega a la calle, la clase trabajadora en Madrid se
dirige por miles hacia la Puerta del Sol gritando “traidores, traidores” y
“armas, armas”. Ante la imposibilidad gubernamental de pactar con los
militares alzados – porque estos se niegan – es nombrado José Giral jefe
del gobierno. Este republicano comprende la imprescindible necesidad de
armar a la clase trabajadora, como se está pidiendo desde las
organizaciones obreras, si se quiere enfrentar el Golpe de Estado, por lo
que decreta la entrega de armas a los trabajadores – que ya se estaban
organizando en milicias a través de sus sindicatos y partidos.
La indecisión del gobierno republicano y la carencia de un plan
insurreccional en las organizaciones de la clase obrera, que siempre fueron
a remolque de los acontecimentos, impidieron que la clase trabajadora
enfrentara política y militarmente a los fascistas allí donde estos no
demoraron el Golpe de Estado. La conjunción de estos tres factores
posibilitó que el pronunciamento triunfase en Galicia, Extremadura,
Castilla-León, Teruel, Huesca, Zaragoza y una parte de Andalucia, a pesar
de la decidida resistencia de la clase trabajadora como testimonian casos
bien conocidos como los de Sevilla y Vigo. Sólo en casos como en Álava y
Navarra se puede entender el éxito de la sublevación de los fascistas por el
apoyo social, y a la credulidad obrera hay que anotar que Oviedo y
Zaragoza se perdiesen para la causa republicana. Pero no todo estaba
perdido. Básicamente armada y un poco coordinada, la clase trabajadora
derrota en toda la línea a los fascistas en el resto del territorio.
El 19 de julio, la clase obrera en Barcelona, donde se decide el
destino de toda Catalunya, le asesta una derrota total a los militares
sublevados. Tampoco aquí Companys, el presidente de la Generalitat,
quería entregar armas a la clase trabajadora, pero el proletariado las había
requisado donde había podido: buques del puerto, cuarteles, armerías. La
orden que tenían los militares sublevados en Barcelona era la de converger
sobre la Plaza de Catalunya. La clase obrera no permitió tal encuentro
porque le fue dando la batalla a los militares y fascistas allí donde los
encontraba. No obstante, las columnas de sublevados que consiguieron
llegar a la Plaza de Catalunya ocupando el Hotel Colón y el edifício de
Telefónica fueron inmediatamente rodeados por un mar de trabajadores que
tomaron los enclaves al asalto, con la ayuda de militares, guardias de asalto
y guardias civiles leales a la República. En la mañana del lunes 20 el
general Goded, que había venido desde Mallorca para dirigir la sublevación
y, al parecer, uno de los mejores estrategas militares de los alzados, viendo
119
que la insurrección obrera había abortado el alzamiento militar y que la
capitanía general, donde se encontraba, estaba sitiada y bombardeada, se
rinde. La mayoría de los oficiales insurrectos fueron fusilados en el lugar
mientras Goded fue conducido a la Generalitat desde donde radió su
derrota. No obstante, aún otras instalaciones militares debieron ser tomadas
al asalto perdiéndose más vidas de trabajadores, entre ellas la del militante
anarquista Francisco Ascaso. Catalunya estaba en poder de la clase obrera.
En Madrid, la clase trabajadora estaba en huelga general desde el día
18. En las calles se levantan barricadas. Patrullas de obreros armados
comienzan a recorrer la ciudad. A pesar de las fuerzas militares que había
en la capital del Estado, los militares sublevados comandados por el
general Fanjul, no sólo no pudieron conquistar la capital sino que
sólamente pudieron convertir en parcial bastión el Cuartel de la Montaña,
ya que también alojaba la disensión. La clase trabajadora, apoyada por
algunos militares, guardias de asalto y aviadores leales a la República,
lanzó un ataque en masa y tomó el cuartel, pagando un elevado precio en
vidas. Casi la totalidad de los sitiados fueron pasados por las armas allí
mismo, a excepción de Fanjul y algunos oficiales que fueron apresados.
Los obreros se repartieron las armas de los vencidos. Madrid quedaba en
las manos de la clase trabajadora.
En el País Vasco, excepto Álava, fue la decisión da clase obrera y la
lealtad del PNV a la República lo que permitió que no triunfase la
sublevación militar. En Valencia, los militares no salieron ni de los
cuarteles porque se vieron rodeados por la clase obrera cuyas
organizaciones levantaron un comité revolucionário denominado “Comité
Ejecutivo Popular”. Santander y Asturies, con la excepción de Oviedo,
también quedaron en poder de la clase trabajadora.
A día 21, el Golpe de Estado como tal había fracasado ya que sólo
una parte del território peninsular estaba en manos de los golpistas.
Comenzaba la Revolución y la Guerra.
El Estado republicano se había derrumbado, tanto en la zona fascista
como en la zona revolucionaria. Allí porque las fuerzas reaccionarias lo
desmantelaron, aquí porque la clase trabajadora lo sustituyó. En el territorio
en manos de la clase obrera, ésta construyó una estructura propia de poder
a través de comités de base para enfrentar todo tipo de necesidades:
militares, de transporte, de producción, de educación, de subsistencias. El
poder republicano, el Estado de la IIª República, sólo existía formalmente.
Así, el gobierno de José Giral estaba en Madrid pero su dependencia de la
clase obrera era absoluta. Aquí, en la nominal capital de la República, la
clase trabajadora se expresaba mayoritariamente por medio del PSOE, de la
UGT y de la CNT; el PCE sólo adquirirá fuerza real a posteriori, gracias a
la medida ayuda stalinista y a plegarse a los dictados de Moscú.
120
Barcelona era el Petrogrado de la Revolución española. En ella los
grandes edificios, oficiales o privados, y los hoteles estaban ocupados por
los partidos y sindicatos de la clase trabajadora. Sus comités habían
organizado la producción, la enseñanza, las patrullas, las milicias. Casi
todas las iglesias fueran incendiadas, la catedral era una excepción y
permanecía cerrada al culto. Aquí las organizaciones dominantes de la
clase obrera eran las anarquistas CNT y FAI, los comunistas del POUM y
los estalinistas del PSUC. De estas organizaciones salían los representantes
de los comités y los líderes de la clase trabajadora.
En la zona “republicana” el poder real, de base, estaba en los
comités. El poder productivo (fábricas, cooperativas, colectivizaciones),
educativo (enseñanza), policial (patrullas, detenciones, fusilamientos),
jurídico (juicios sumarísimos), militar (milicias), de infraestructuras
(telefonía y transportes). En fin, todo el poder. Estos comités estaban
formados y dirigidos por la clase trabajadora. Las diversas organizaciones
obreras estaban representadas en función de su influencia social real,
aunque también se le permitió en algunos comités una representación a los
partidos republicanos, a pesar de que
su presencia social era
comparativamente escasa. Pero si el poder práctico, real, de base, le
pertenecía exclusivamente a estos comités; si estos comités eran la
manifestación del poder en todas las esferas de la vida real, este poder era
fragmentario porque ninguna de las organizaciones obreras mayoritarias,
la CNT en Catalunya y el PSOE en Madrid, tenía un plan revolucionario,
un programa que soldase los comités para convertirlos en el embrión del
Estado obrero. Las organizaciones proletarias fueron siempre a remolque
de los acontecimientos. Fue al calor de los sucesos cuando la clase
trabajadora creó los comités necesarios tanto para la continuación de la
vida cotidiana como para enfrentar a los fascistas. Pero las direcciones de
las organizaciones obreras no estuvieron a la altura de la coyuntura
revolucionaria porque no fueron capaces de llevar a la clase trabajadora a la
conquista del Estado socialista, y eso que los obreros ya lo estaban creando
empíricamente por la base. Las direcciones y líderes del PSOE, UGT, FAI
y CNT, no supieron que hacer con la revolución. El POUM no supo que
hacer en la revolución. Esto llevó a la paulatina restauración de la
estructura del Estado republicano, que resurgió de las cenizas por la
incapacidad política de las direcciones de las organizaciones proletarias.
Cuando el 21 de julio una representación de las organizaciones
obreras se presenta en el Palacio de la Generalitat en Barcelona, es recibida
por un Companys que reconoce su absoluta insignificancia política al no
tener el poder social de la calle. En esta tesitura, le pregunta a los
representantes de la clase trabajadora que ya que han vencido y como todo
está en su poder qué hace él, si les es útil. Los representantes de los
obreros en vez de mandarlo para casa, a él y a la sombra de gobierno que
121
representa, le permiten seguir siendo el presidente de la Generalitat. Craso
error permitir la existencia nominal de un gobierno de la pequeñaburguesía en vez de afianzar el de la clase obrera, como se verá en el
inmediato futuro. El liderazgo político de la clase obrera en Barcelona, y
por extensión, en Catalunya y en buena parte de Aragón, era detentado
fundamentalmente por la CNT y la FAI. Así, uno de sus líderes, el faísta
Diego Abad de Santillán dirá que pudieron tomar mil veces el poder pero
que no lo quisieron hacer. Aquí está implacablemente demostrada la
profunda torpeza política que presidía la dirección del anarcosindicalismo
en Catalunya. La carencia de la más mínima perspectiva revolucionaria, de
no tener ni idea de qué hacer con el poder, de ser incapaces de construir un
Estado obrero, posibilitó la supervivencia de unas estructuras políticas
republicanas que fueran en todo impotentes para parar el Golpe de Estado
de las reaccionarias clases dominantes españolas pero que podrán emerger
de las cenizas por la increible estulticia de los “líderes” obreros. Líderes
que crearon un Comité Central de las Milicias Antifascistas de Catalunya
donde dejan entrar a sectores políticos de la pequeña-burguesía, además de
dejar en pie a la moribunda Generalitat. La derrota política estaba servida
por este camino, aunque tardaría casi un año en venir gracias a la energía
revolucionaria de la clase trabajadora. El POUM no tenía una influencia
social en Catalunya equiparable a la CNT, pero cometió un error táctico
gravísimo al entrar en el Gobierno de la Generalitat porque con ello dejó
escapar la oportunidad de ser un punto de referencia político para las
propias masas de la CNT que una y otra vez verán traicionados sus
profundos deseos revolucionarios por la dirección de la CNT sin tener
ninguna referencia política de masas hacia donde girar. Dejar de ser esta
referencia fue el gran error político del POUM.
Pero el PSOE no le andaba a la zaga a la CNT-FAI en la carencia de
una estrategia revolucionaria. Esto no era producto de falta de energía
revolucionaria por parte de la clase obrera. Al revés. Ella consolida los
poderes locales, zonales, es decir, el poder de base, el poder real. Así, en
Valencia forma un Comité Ejecutivo Popular que derrota a los regimientos
facciosos, que aquí habían retrasado su sublevación, y se impone
políticamente a una Junta Delegada republicana que quería detentar el
poder. En Asturies, un sinfín de comités controla el poder de base, mientras
que el Comité de Guerra, producto del acuerdo entre anarquistas y
socialistas, se instala en Gijón. En Santander también manda un Comité de
Guerra. Mientras en Málaga el organismo político rector es el Comité de
Salud Pública. En Aragón el Consejo de Defensa, mayoritariamente
anarquista, detenta todo el poder. Caso aparte fue el País Vasco, donde el
PNV fue capaz de mantener el Estado republicano. Excepto este caso, toda
la zona “republicana”estaba en las manos de la clase trabajadora. Pero la
122
perspectiva revolucionaria de las “direcciones” de las organizaciones
obreras seguía siendo nula.
El PSOE tenía un líder obrero socialmente notable, Largo Caballero.
Era querido y respetado por una gran parte de la clase trabajadora. Hombre
honrado, carecía de la preparación política necesaria para elaborar una
estrategia revolucionaria, aunque intuyó la necesidad de consolidar el
proceso revolucionário. La falta de preparación en la política revolucionaria
lo convirtió en jefe de un gobierno burgués y no proletario. El 4 de
septiembre de 1936 dimitía el gobierno de José Giral y se constituía el
gobierno presidido por Largo Caballero. La importancia social de Largo
Caballero se ve claramente en el hecho de que fue elevado a la presidencia
del gobierno republicano por todos los que no lo soportaban, pero que sí lo
necesitaban. Así, Indalecio Prieto, que encarnaba la derecha del PSOE, y el
embajador de la URSS, Marcel Rosenberg, que representaba los intereses
de la burocrocia stalinista, tuvieron que apoyar su designación a la jefatura
del gobierno. ¿Por qué? Por la influéncia que Largo Caballero tenía sobre
una buena parte de la clase trabajadora. Influencia que provenía del apoyo
que la clase obrera le otorgaba porque lo consideraba, con razón, como uno
de los suyos. Esta, y no otra, fue la razón por la que elementos
antisocialistas no se oposuieron a elevar a la presidencia del gobierno
republicano al socialista Largo Caballero. Esto demuestra que el poder real
estaba en las manos de la clase obrera. Pero que un líder obrero se
convirtiese en presidente de un gobierno democrático-burgués sólo podía
consolidar el Estado burgués. Efectivamente, el gobierno republicano se
legitimaba ante la clase obrera al tener al frente del ejecutivo a un líder
obrero. Consolidación que se reforzará con la entrada de la CNT en el
gobierno republicano el 4 de noviembre. García Oliver, Federica
Montseny, Juan López y Juan Peiró fueron los ministros anarquistas. Así
quedaba ratificada la absoluta bancarrota política del anarquismo ibérico
que no había querido tomar el poder para la clase obrera pero que sí
colaborará en un gobierno de la pequeña-burguesía democrática. El
programa de este gobierno era “ganar la guerra”, después vendría la
revolución.
Si el 4 de septiembre se formó un gobierno republicano
frentepopulista en Madrid presidido por Largo Caballero, el 26 del mismo
mes los revolucionários en Catalunya le permitían al nominal presidente
catalán, Companys, la formación de un gobierno de la Generalitat,
presidido por Josep Tarradellas, en el que figuraban representantes de todos
los partidos y sindicatos proletarios. Era el comienzo del fin de la
revolución. El 1 de octubre el Comité Central de las Milicias Antifascistas
se integra en el Gobierno de la Generalitat, el 9 del mismo mes un decreto
de la Generalitat disuelve todos los comités locales y el 12 de diciembre el
POUM es expulsado del gobierno de la Generalitat por presiones del
123
PSUC. Así, las organizaciones obreras en vez de consolidar el poder
revolucionario creando a través de los comités de base una sólida estructura
estatal socialista y poner en marcha un programa de gobierno que
consolidase la socialización del poder que se daba por la base, legitima el
renacer del Estado republicano, es decir, del Estado democrático-burgués.
Estado que ni servía para construir el socialismo ni para enfrentar a los
militares sublevados ya que las “democráticas” Francia e Inglaterra no
podían ser sus valedores porque un triunfo político-militar del Estado
republicano sobre los fascistas volvería a poner en el orden del día la
revolución. Por eso, Francia e Inglaterra en vez de apoyar al renacido
Estado republicano crearon el cínicamente denominado “Comité de No
Intervención” que lo único que hizo fue posibilitar la descarada ayuda nazifascista a los militares insurrectos, mientras que cortaba la ayuda de las
“democracias” al gobierno republicano. ¿Y la URSS? ¿No mandó
material bélico al gobierno republicano? Sí, mandó material bélico, pero
con cuentagotas y previo pago. Como sabemos a estas alturas del relato, en
el año 1936 la burocracia stalinista estaba sólidamente instalada en la
URSS. Ella le tenía tanto miedo a la revolución como las democracias
occidentales porque de triunfar el proceso revolucionario en el Estado
español habría puesto en el orden del día la revolución socialista en Europa,
lo que de producirse vendría a descabalgar del poder a la casta burocrática
stalinista. Por eso, la URSS condicionó su ayuda militar a que se
constituyese un gobierno frentepopulista que sólamente luchase en pro de
la legalidad republicana (burguesa) y no por la revolución socialista. Para
garantizar el éxito de su política envió cuadros que guiaron políticamente al
PCE e instaló a su policía política para eliminar a los auténticos
comunistas, como era el caso de los militantes del POUM y sus juventudes
comunistas (JCI), y a la izquierda del movimento libertario.
El gobierno del Frente Popular se dedicó a consolidar los aparatos de
poder del Estado republicano. Así, se reconstituyó la policía, por medio de
un Consejo Superior de Seguridad, separándola de la clase obrera ya que se
les prohibió a los carabineros y a los guardias civiles pertenecer a un
partido o a un sindicato. Se transforman las milicias revolucionarias en un
ejército clasista: ahora se reclutan los soldados a través de ortodoxos
llamamientos a quintas para cumplir un vulgar servicio militar y no por
intermedio de los partidos y sindicatos de la clase obrera; se restablecen los
grados militares y el saludo militar (aún fuera de los cuarteles); se pone de
nuevo en vigor el antiguo código de justicia militar; se le quitan los
nombres políticos a las columnas.
La clase obrera no pudo contestar adecuadamente este quehacer
restaurador del poder republicano porque dicha restauración venía avalada
por la participación de sus organizacioness políticas en el gobierno
frentepopulista. Aún así, en la base de la CNT y en el POUM se dio una
124
franca oposición a todas estas medidas ya que se entendió, acertadamente,
que sólo se podría ganar la guerra consolidando la revolución. Esta
oposición de las bases cenetistas y de los poumistas se manifestó
abiertamente en las Jornadas de Mayo en Barcelona, capital de la
revolución. La tensión acumulada entre el gobierno y las bases militantes
de la CNT y del POUM estalló el lunes 3 de mayo de 1937 con el incidente
de la Central Telefónica. Los estalinistas del PSUC, con el aval de
Companys, quisieron tomar por las armas la Central Telefónica, que estaba
desde el comienzo de la revolución en poder de un comité CNT-UGT. No
sólo fue imposible la toma del edificio sino que además la clase obrera en
Catalunya se puso espontáneamente en huelga. Barcelona se cubrió de
barricadas. Las calles de la capital de la revolución volvían a estar
directamente en poder de la clase obrera. Sólamente el jueves 6 de mayo se
volvió al aparente statu quo anterior ya que una vez más la CNT llamó a la
retirada de la lucha a sus militantes y el POUM se plegó a la consigna. Fue
el canto del cisne de la revolución. Las Jornadas de Mayo trajeron la
consolidación definitiva del Estado republicano. La revolución estaba
definitivamente perdida. Quedaba la puntilla. El estalinista PCE, con los
ánimos renovados, pide en el seno del gobierno republicano, del que forma
parte, la disolución del POUM y la detención de sus dirigentes. Largo
Caballero se niega y los ministros de la CNT lo apoyan. Pero tal es la
presión sobre el viejo socialista y tal es el cambio en la relación de poder
(la clase obrera ya estaba sometida políticamente al Estado republicano)
que Largo Caballero tiene que dimitir. El 17 de mayo de 1937 se anuncia la
formación del gobierno Negrín. En él no participarán ni la UGT ni la CNT.
El asesinato de Andreu Nin y el proceso contra los dirigentes del POUM
fue la guinda contrarrevolucionaria. La revolución era cosa del pasado, en
el futuro esperaba la derrota.
33. Trotski, Nin y el POUM
El POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), se creara en
Barcelona el 29 de septiembre de 1935 en una reunión entre representantes
del Bloc Obrer i Camperol y de la Izquierda Comunista. Sus líderes más
conocidos eran Joaquín Maurín (del BOC) y Andreu Nin (de la IC).
Maurín nunca había gozado de la confianza de Trotski, que llegó a
calificarlo de “charlatán provinciano” (V.103, p.207). Nin, en cambio, fue
su camarada, traductor y miembro de la Oposición de Izquierdas.
En abril de 1921 un Pleno Nacional de la CNT envía una delegación
a la Rusia de los Soviets, al IIIº Congreso de la Internacional Comunista.
En ella va Andreu Nin. Allí, ante la imposibilidad del retorno a Catalunya,
por correr peligro su vida, va a ser nombrado miembro del secretariado de
la Internacional Sindical Roja (Profintern), cuyo secretario era Losovski.
125
Como agente de la Profintern estuvo en varios países europeos, entre ellos
Alemania e Italia. Estaba precisamente en este último país cuando le llegó
la noticia de la muerte de Lenin. Nin fue durante su estancia en la URSS el
guía de los catalanes y españoles que acudían a la Unión Soviética por
razones políticas. Así, cuando Francesc Macià fue a Moscú en octubre de
1925 en petición de ayuda para llevar a cabo un levantamiento armado en
Catalunya, Nin le hizo de traductor. Nin contempló la lucha de fracciones
que se estaba dirimiendo en el Partido Bolchevique. Nunca simpatizó con
Stalin y terminó por incorporarse a la Oposición de Izquierdas, lo que le
acarreó la expulsión del secretariado de la Profintern y del Sóviet de
Moscú, para el que fuera electo en 1922. Cuando desterraron a Trotski a
Almá-Atá, Nin mantuvo correspondencia con él, incluso le envió un libro
de arte con murales de Diego Rivera, que, casualidad de la Historia,
terminará siendo el anfitrión de Trotski en México. Imposibilitado para
ejercer un trabajo político en la Unión Soviética, quería regresar a
Catalunya pero las autoridades moscovitas no se lo permiten hasta que Nin
escribió una rotunda carta al CC del partido por la que fue expulsado de la
URSS. De esta manera, en septiembre de 1930 Nin, con su mujer, Olga
Tareeva, y sus dos hijas, Ira y Nora, salen de la URSS. Ese mismo mes
llegaba a Barcelona y se ponía a trabajar de traductor para ganarse la vida.
Desde Barcelona Nin mantuvo una extensa correspondencia epistolar
con Trotski, hasta el año 1933, en el que rompieron políticamente. Trotski
le pedía información de la realidad en el Estado español y le hacía
sugerencias políticas. Nin era por entonces miembro de la Oposición de
Izquierdas, sección española, que en 1932 se va a transformar en la
“Izquierda Comunista”. La IC y el Bloc van a impulsar la creación de la
Alianza Obrera, cuyo éxito mayor se dará en Asturies en 1934 ya que
pasarán a formar parte de ella el PSOE, la UGT, la CNT y el PCE. Será
precisamente a raíz del Octubre asturiano cuando Nin, entre otros, estime
que es necesario crear un “partido revolucionario” (V. 98, p.41).
A partir de junio de 1934 Trotski a través del “giro francés” va a
proponer seguir la táctica del “entrismo” en los partidos socialistas. Esto
conectó con las propuestas de algunos miembros de la propia Izquierda
Comunista, que se terminaron yendo al PSOE. Pero la mayoría de los
integrantes de la Izquierda Comunista, que serían alrededor de unos 50 en
toda Catalunya y unos 800 en el conjunto del Estado, permanecieron en la
propia IC. En septiembre de 1934 su órgano, la revista “Comunismo”,
publicó un editorial en el que se decía que había que manter “la
independencia de la vanguardia del proletariado”, posición que se afirmaba
haber “aprendido de nuestro dirigente [Trotski], aún a riesgo de tener que
hacer una parte del camino separados de él” (V.1, pp.372-373). El fracaso
de la revolución asturiana va a reafirmar el sentir de la mayoría de la
Izquierda Comunista de construir el embrión del partido marxista en el
126
Estado español. Nin y Maurín hablarán ya de esta necesidad a finales de
1934.
A comienzos de 1935 se convoca una reunión donde participan,
además de la IC y el Bloc, Unió Socialista de Catalunya, Partit Catalá
Proletari, Partit Comunista de Catalunya y Agrupación Catalana del PSOE.
Al final sólo el Bloc de Maurín y la IC de Nin llegan a un acuerdo. Nace el
POUM porque, como se dice en el documento de su Comité Ejecutivo de
febrero de 1936, que podemos considerar como el Manifiesto Fundacional
del POUM: “sin partido revolucionario de la clase trabajadora, no es
posible la victoria de la revolución socialista. El fracaso de la insurrección
de Octubre, en nuestro país, fue debido, en primer lugar, a la falta de ese
partido” (V.76, p.2). Afirma que el POUM nace con el “objetivo capital”
de conseguir “la unidad revolucionaria de la clase trabajadora, premisa
indispensable para el triunfo de la revolución democrático-socialista en
nuestro país” (V.76, p.2). Que la creación del POUM fue un acierto nos lo
dice su rápido crecimiento: si en julio de 1936 contaba con unos 6.000
afiliados (la mayoría del Bloc), en diciembre de ese año ya tenía entre 30 y
45.000 mil. Asimismo, contaba con seis periódicos diarios, varios
semanarios, la Editorial Marxista, y se estaba extendiendo por el conjunto
del Estado: Galicia, Madrid, Asturies, Extremadura, País Vasco, Santander.
También contará con unas dinámicas juventudes, la Juventud Comunista
Ibérica (JCI).
Que el nacimento de el POUM fue un acierto táctico nos lo ratifican
los datos que acabamos de dar. Ahora bien, ¿la dirección del POUM estuvo
a la altura de las circunstancias revolucionarias? Es aquí donde se deben
encuadrar las críticas políticas de Trotski. Cierto es que Trotski empleó a
veces un lenguaje innecesariamente descarnado, que hirió muchas honradas
sensibilidades y que no ayudó a sumar adeptos. Una crítica que le formula
Trotski al POUM es su participación en la coalición del Frente Popular, que
en Catalunya se denominaba “Frente de Izquierdas”. Aquí Trotski no contó
con información suficiente sobre el exacto proceder del POUM porque si
bien su crítica general al significado del Frente Popular es impoluta desde
la óptica de la defensa de los intereses de la clase trabajadora, no supo que
el POUM lo había subscrito críticamente. De no haberlo firmado corría el
riesgo de quedarse aislado de la clase trabajadora que veía el frentismo
como la manera de sacar a los miles de sus presos a la calle gracias a la
amnistía. De tal manera fue así que la misma “apolítica” CNT no sólo no se
opuso a que su base votase al Frente Popular sino que conocidos militantes
suyos pidieron el voto. El deseo de unidad de la clase obrera era claro.
Había que participar en las elecciones a través de la coalición
frentepopulista pero criticando el programa político del Frente Popular, ya
que no era el programa que defendía los intereses de la clase trabajadora. Y
así lo hizo el POUM.
127
Cuando en julio de 1936 se dio el Golpe de Estado que trajo el
comienzo de la Revolución, el POUM cometió un error político de enorme
trascendencia para el inmediato futuro: entrar en el Gobierno de la
Generalitat. El POUM no supo tener la paciencia revolucionaria necesaria
para criticar y criticar públicamente la entrada de las organizaciones
obreras en el gobierno pequeño-burgués de la Generalitat. Aquí no podía
haber concesiones ya que la entrada de una organización obrera en un
gobierno pequeño-burgués sólo fortalace a la pequeña-burguesía, como
sucedió. Las críticas de Trotski fueron severísimas, como no podían ser de
otra manera desde la óptica marxista. En el propio POUM la decisión no
fue unánime, mucho menos en sus juventudes, la JCI. Esta decisión
impidió que el POUM se convirtiese en un punto de referencia para la base
militante de la CNT, mayoritaria en Catalunya. Así, cuando se dieron las
Jornadas de Mayo de 1937, en las que el proletariado barcelonés se echó
espontáneamente a la calle para parar la contrarrevolución orquestada
desde el Gobierno de la Generalitat, el POUM no pudo jugar un papel
dirigente y su proceder se puede calificar de timorato o de querer y no
poder. El POUM pagó con el asesinato de Nin y de otros camaradas, con su
ilegalización y con el proceso a su dirección, sus propios errores políticos.
En la revolución sólo existe la victoria o la derrota. Ahora bien, el POUM,
a pesar de todos sus errores políticos tácticos, fue, en palabras de Trotski
“la organización política más honesta de España” (V.104, p.148). Erró
pero no traicionó.
Estaba Trotski en México cuando le llegó la noticia de que los
stalinistas habían asesinado en junio a Nin. El 8 de agosto de 1937 hizo la
siguiente declaración: “Nin es un viejo revolucionario incorruptible.
Defendía los intereses del pueblo español y combatía a la burocracia
soviética (…). A pesar de mis divergencias con el POUM, debo reconocer
que, en la lucha de Nin contra la burocracia soviética, la justicia estaba
enteramente de su lado. Se esforzaba por defender la independencia del
proletariado español contra las maquinaciones diplomáticas de la camarilla
que ocupa el poder en Moscú. Se negó a colaborar con la GPU para
arruinar los intereses del pueblo español. Ese fue su único crimen. Ese es el
crimen que ha pagado con su vida” (V.104, p.69-70). Y Trotski no se
dedicaba a hacer obituarios formales. Nin era un camarada suyo porque
deseaba apasionadamente el triunfo de la revolución socialista. Trotski lo
criticó rudamente cuando consideró que sus errores tácticos
le
imposibilitaban a la clase trabajadora avanzar. La discrepancia no estaba en
el objetivo a conquistar sino en como conquistarlo. No entender esto es no
entender la relación Trotski-Nin.
34. El Primer Proceso de Moscú
128
Era el 15 de agosto de 1936, Trotski y Knudsen estaban de excursión
en una isla desierta de un fiordo del sur de Noruega. En un transmisor
escucharon la noticia de que en Moscú se acababa de anunciar que
Zinóviev, Kámenev y otros catorce miembros del partido iban a ser
procesados por terrorismo y traición. Además se decía que Trotski era el
director de los acusados y que estaba mandando desde Noruega terroristas
a la URSS. Regresaron a toda prisa a Vexhall. Trotski se puso
inmediatamente a rechazar aquellas viles acusaciones. Dio la explicación
íntima del proceso: “Stalin está montando este proceso con el fin de
reprimir el descontento y la oposición. La burocracia gobernante considera
toda crítica y toda forma de oposición como una conspiración” (V.25,
p.303). El 19 y el 20 de agosto siguió por radio la información sobre el
proceso, los decires surrealistas del fiscal y de los acusados. La razón, la
lógica, eran prostituidas. Los diálogos entre el fiscal Andrei Vishinski y
Grigori Zinóviev se asemejaban a una conversación de tarados. Zinóviev
reconocía ser un pérfido, un traidor, un-cualquier-cosa menos una persona.
Era el comienzo del Primer Proceso de Moscú, que se celebró del 19 al 24
de aquel mes de agosto. Zinóviev era el encausado de más renombre, pero
estaban también otros ex bolcheviques bien conocidos: Kámenev, él y
Zinóviev fueron íntimos colaboradores de Lenin en el exilio. Iván Smirnov,
que había dirigido la derrota del general blanco Kolchak y que perteneciera
al Consejo Militar Revolucionario que presidiera Trotski, el creador del
Ejército Rojo y el primerísimo tribuno de la Revolución de Octubre y al
que ahora denunciaban como “el organizador de este bloque terrorista
contrarrevolucionário” (V.25, p.306), por boca de Bakáiev, un jefe de la
Checa durante los años heroicos de la guerra civil. En total eran dieciséis
encausados, que fueron fusilados una hora después de pronunciarse la
sentencia, el 24 de agosto. El acusador de todos estos ex militantes
revolucionarios era el ex menchevique Andrei Vishinski cuyo papel en la
revolución fue de ausente. Él era el látigo de Stalin, su fiscal general desde
1935.
Trotski se pone a responder todo aquel infamante andamiaje,
concede una extensa entrevista al periódico de los socialdemócratas suecos,
Arbeiderbladet, que se publica el día 21 y que presenta con el titular
“Trotski afirma que las acusaciones de Moscú son falsas” (V.25, p.307).
Prepara declaraciones para la prensa de diferentes países, quiere explicar el
por qué de los procesos y defender el honor de los revolucionarios. Pero en
esta lucha también va a entrar en liza el gobierno socialdemócrata noruego,
maniatando, aislando a Trotski, impidiéndole que se defienda. Primero le
exige que firme una declaración en la que se le pide que se abstenga de
intervenir directa o indirectamente, de manera oral o por escrito, en las
cuestiones políticas de otros países. Venía a ser una petición calcada de la
129
que hiciera presentar Stalin en Almá-Atá. Trotski rechaza una de la misma
forma como había rechazado la otra, con desprecio. La policía noruega le
puso entonces bajo arresto domiciliario. De esta manera, Trotski quedaba
imposibilitado para hacer frente al torrente de calumnias que provenían de
Moscú. Ahora Moscú no sólo contaba con el inmenso poder de su Estado y
de sus amigos y plumíferos del orbe para divulgar a los cuatro vientos la
calumnia sino que además el democrático gobierno de Noruega
amordazaba a Trotski. Stalin no quería ni tan siquiera un combate desigual,
por lo que presionó sobre el gobierno noruego para que hiciera callar a
Trotski. Si Trotski seguía en el uso de la palabra peligraba el comercio con
la URSS. Los negocios son los negocios, y el gobierno noruego maniató a
Trotski, lo recluyó en la casa impidiéndole toda actividad pública.
El día 28 Trotski comparece en los juzgados de Oslo para testimoniar
sobre un asalto que unos seguidores del pro nazi noruego Quisling, que
pasará a la Historia como prototipo de lacayo nacional vendido a Hitler,
hicieran a la casa donde estaba alojado. El interrogatorio se tornó en un
ataque contra el agredido y no en un intento de descubrir el por qué del
proceder de los asaltantes. Resultó que quien violara las leyes fuera Trotski
y no los asaltantes pro nazis que le robaran algunos papeles. A
continuación, la policía noruega condujo a Trotski al Ministerio de Justicia
donde el propio ministro le presentó a Trotski un documento para que este
lo firmara en el cual se volvía a recoger la esencia de la petición que ya le
formularan el día 26 dos policías mandados para tal fin. La petición era
similar: que se abstuviera de toda actividad política y que sometiera toda
su correspondencia a la censura. Trotski le respondió al ministro Trygve
Lie con desprecio, cómo se atrevía a hacerle tal petición a un
revolucionario. Por qué entonces el propio ministro hizo de periodista en la
primera entrevista que Trotski concediera en Noruega si esto contravenía lo
acordado. Le preguntó al ministro si el gobierno de Noruega, delante de las
peticiones de la prensa pro nazi, iba a permitir que unos esbirros de Hitler
le dijeran lo que tenía que hacer. Y sentenció: “Este es vuestro primer acto
de capitulación frente al nazismo en vuestro propio país. Pagaréis por ello.
Os sentís seguros y en libertad de tratar a un exiliado político como os
venga en gana. Pero el día está cerca -¡recordadlo!- el día está cerca en que
los nazis os expulsarán de vuestro país, a todos vosotros junto con vuestro
Pantoffel-Minister President” (V.25, p.312). Efectivamente, esto ocurrió
cuando Hitler invadió Noruega. El método le permitía ejercer de profeta.
La contestación del ministro fue incrementar los rigores de la reclusión de
Trotski deportando a sus dos secretarios y colocando guardias en el interior
de la casa del matrimonio noruego que acogiera a Trotski para que éste no
pudiera ni comunicarse con ellos. Como todo este proceder no era ni tan
siquiera legal, el ministro consiguió que el rey noruego firmara el 29 de
octubre un decreto único para aplicárselo en exclusiva a Trotski. Así, el 2
130
de septiembre ordenó el traslado de Trotski y Natalia a Sundby, una aldea
a 36 kilómetros al sudoeste de Oslo. Allí lo encerró en una casa con veinte
policías. Nadie tenía permiso para entrar, excepto sus abogados, el noruego
y el francés. Tenía que someter su correspondencia a la censura y solicitar
un permiso para obtener un periódico. Se le prohibió hasta pasear fuera de
la casa. Inclusive se le llegó a prohibir escuchar la radio. Trotski intentó
eludir aquella reclusión demandando ante los tribunales noruegos por
difamación a un nazi y a un stalinista que en la prensa noruega repitieran
las acusaciones que le hacía el fiscal Vishinski en Moscú. El abogado
noruego formuló la demanda y cuando ya el juzgado iba citar a Trotski
intervino el Ministro de Justicia y suspendió los trámites. Pero esto todavía
no era suficiente para el democrático gobierno noruego, también le impidió
demandar a alguien en el extranjero.
Trotski le escribe a su hijo Liova: “el ministro de Justicia ha
confiscado todas mis cartas importantes relativas a mi defensa personal.
Ahora me enfrento a calumniadores, ladrones, bribones… y estoy
completamente indefenso. Debes obrar por tu propia iniciativa y enterar de
esto a todos los amigos” (V.25, p.315). Liova se puso manos a la obra. El
fruto más importante de su quehacer fue el “Libro Rojo de los Juicios de
Moscú”, donde rebatía por extenso las falsificaciones del primer proceso de
Moscú. En un artículo de 20 de febrero de 1938 Trotski contará lo que
sintió cuando recibió el primer ejemplar: “¡Qué don tan valioso fue para
nosotros (…) el libro de León, la primera respuesta aplastante a los
falsificadores del Kremlin! Las primeras pocas páginas, me acuerdo, me
parecieron deslucidas. Se debía a que en ellas sólo se trataba de reafirmar
una apreciación política ya hecha con anterioridad, sobre la situación
general de la URSS. Pero a partir del momento en que el autor se hizo
cargo de un análisis propio del juicio quedé completamente absorto. Cada
capítulo que leía me parecía mejor que el anterior” (V.125).
Mientras tanto, en Francia se había formado una comisión
investigadora sobre este primer juicio en Moscú, presidida por el abogado
francés de Trotski, Gérard Rosenthal. Pero fue en el Estado español donde
las denuncias contra el proceder del Kremlin le dolieron más a este. Se
estaba en pleno proceso revolucionario y el Comité Ejecutivo del POUM,
por iniciativa de Andreu Nin, rechazaba públicamente, en su periódico “La
Batalla” del 28 de agosto, los fusilamientos de los viejos bolcheviques y las
calumnias a Trotski: “Somos socialistas revolucionarios, marxistas. En
nombre del socialismo y de la clase obrera revolucionaria protestamos
contra el crimen monstruoso que acaba de perpetrarse en Moscú (…).
Trotski es, para nosotros, al lado de Lenin, una de las grandes figuras de la
Revolución de Octubre y un gran escritor socialista revolucionario.
Injuriado, perseguido, le expresamos nuestra solidaridad revolucionaria, sin
ocultar por esto nuestras discrepancias con algunas de sus apreciaciones”
131
(V.1, pp.401-402). Justo lo contrario de lo que decían las publicaciones del
PSUC y del PCE, que justificaban el cínico y criminal proceder de Stalin e
injuriaban a los verdaderos comunistas, los militantes del POUM.
Para Trotski Noruega era una prisión. Tenía que escapar de ella.
Aunque Trotski no quería dejar Europa, porque era el teatro de
operaciones, la realidad se imponía y partidarios y amigos estaban
intentando conseguir un visado para México. En estas peticiones a Lázaro
Cárdenas, el Presidente de México, también participó un emisario de
Andreu Nin cuando este ejercía de Consejero de Justicia en el Gobierno de
la Generalitat. El Presidente de México le concedió asilo a Trotski. El Viejo
no pudo evitar cierta aprensión debido a que el Ministro de Justicia
noruego le dijo que tenía que embarcar ipso facto para México. Y aunque
Trotski le pidió que primero lo pusiera en libertad, que le permitiera
arreglar sus asuntos y comunicarse con sus amigos y con el gobierno
mexicano obtuvo un no rotundo por respuesta. Por fin, el 19 de diciembre
de 1936, Trotski y Natalia son embarcados en el petrolero “Ruth” en
compañía de una escolta policial, que cuenta entre sus filas con el nazi
Jonas Lie, que se encargó de manter aislado a Trotski aún en mitad del
Atlántico, no le permitían ni escuchar la radio. Era el último proceder
democrático que el gobierno noruego ejercía sobre el viejo bolchevique.
México era el destino, el final del camino.
132
IV. EL FINAL DEL CAMINO
35. México
Era el 9 de enero de 1937 cuando Trotski y Natalia entraban en el
Golfo de México a bordo del petrolero Ruth y atracaban en Tampico,
ciudad mexicana en la desembocadura del río Pánuco. Una barcaza se
acercó para recogerlos y desembarcarlos en el puerto. Allí estaban para
recibirlos Frida Kahlo, la compañera de Diego Rivera, George Novack, que
en una cena con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt le
había pedido el visado para Trotski y ante la sorpresiva petición dijo que
tenía que consultar con el Departamento de Estado, que nunca lo otorgó.
También estaban el camarada Max Shachtman y el general mexicano
Beltrán, en representación del presidente Lázaro Cardenas. Este puso a
disposición de Trotski su tren privado “Hidalgo”, nombre con claras
connotaciones revolucionarias porque es el de aquel cura que el 16 de
septiembre de 1810 hizo repicar la campana de la iglesia de Dolores, el
“grito” que comenzó la lucha para liberar a la nación mexicana de la
imperialista España. Entraron todos emocionados en el tren y se pusieron a
cantar corridos de la revolución mexicana y otras canciones
revolucionarias. Trotski y Natalia debieron pensar que estaban en otro
mundo. Efectivamente, así nos lo dice el mismo Trotski: “Saliendo de una
atmósfera desalentadora y de cansadas incertidumbres, encontramos en
todos lados atención y hospitalidad” (V.11, p.22).
Diego Rivera, el más grande de los muralistas mexicanos, puso a
disposición de Trotski y Natalia su “Casa Azul” del barrio federal de
Coyoacán, en la Avenida Londres. Una residencia que Natalia describió
como “una casa azul de un solo piso, un patio lleno de plantas, unos
salones frescos, colecciones de arte precolombino, cuadros en profusión”
(V.11, p.23). Aquí iban a vivir hasta mayo de 1939.
A este ambiente general vino a sumarse Frida Kahlo, mujer
hermosa, culta y apasionada. Para ella Trotski no debió ser sólo ese eslavo
maduro de ojos azules de mirada profunda y porte viril, sino también el
mítico tribuno de la Revolución de Octubre y el férreo creador del Ejército
Rojo. Para él Frida debió suponer las renovadas ganas de vivir, de sentirse
aún joven y deseado. Se cruzaron notas y cartas en presencia de Natalia y
Diego Rivera en un proceder que nos indica una ondonada de pasión
frenética, primeriza. ¿Consumaron sexualmente su pasión? No lo sabemos,
pero ojalá por ellos ya que el amor apasionado es la forma suprema de
133
goce. Lo que sí sabemos es que la aventura amorosa de Trotski trajo una
pequeña crisis a su matrimonio. Natalia resultó herida aunque Trotski se
reafirmó en el amor y la pasión que sentía por ella. Además, el deber
político que él se había impuesto no permitía continuar la aventura. Las
augas volvieron al cauce consumido este desborde.
No todo era color de rosa, el Partido Comunista de México (PCM) y
la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) eran bastiones
stalinistas y gracias a su importancia social tenían un importante peso
político en el país. Desde el principio estuvieron en desacuerdo con la
decisión de Cárdenas, por lo que recibieron a Trotski como “el jefe de la
vanguardia de la contrarrevolución” (V.25, p.326). Además, a México, por
su carácter de país hospitalario con los luchadores anti-fascistas, arribaron
con todo tipo de facilidades colaboradores y agentes de la GPU. Había,
pues, que proteger a Trotski, esa fue la primera preocupación de sus amigos
y camaradas.
Al poco de estar instalado Trotski se daba en Moscú el segundo
proceso, durará una semana, entre el 23 y el 30 de enero. Son acusados
diecisiete miembros del fenecido Partido Bolchevique. Las acusaciones son
tan delirantes, surrealistas, como en el primer juicio. Entre los acusados
están Piatákov, Rádek, Sokólnikov... que son presentados como unos
peleles de Trotski y que tenían como objetivo derrocar por la violencia el
poder soviético para restaurar el capitalismo. Eran el “centro trostkista
paralelo”. (V.10, p.24). Su jefe, Trotski, era un agente de Hitler. Trece de
los encausados son condenados a muerte y otros cuatro a prisión. Allí serán
enviados Rádek y Sokolnikov por diez años, pero en mayo de 1939 unos
reclusos les machacarán la cabeza ante la indeferencia de los guardias. Pero
la inquina de Stalin no termina aquí, de hecho los procesos no son más que
la punta del iceberg de la gigantesca y brutal matanza de opositores. Esta
alcanza hasta a los propios stalinistas, tanto es así que un íntimo seguidor
de Stalin, Ordyonikidze, se suicida el 18 de febrero después de que le
fusilen a su hermano.
Sabemos por Natalia como les impactó a ella y a Trotski esta espiral
de calumnias y violencia: “escuchábamos la radio, abríamos la
correspondencia y los periódicos de Moscú y sentíamos que la locura, el
absurdo, el ultraje, el fraude y la sangre nos inundaban por todas partes”
(V.25, p.329). Trotski se aprestó a la lucha, aquí no estaba maniatado como
en Noruega. Así, la víspera de finalizar el segundo proceso, el día 29, retó
públicamente a Stalin. Qué pidiera la extradición. Él se entregaría
voluntariamente si una sola de las acusaciones que se le hacían fuera
verdad: “Estoy dispuesto a comparecer ante una Comisión de Investigación
pública e imparcial con documentos, datos y testimonios (…). Declaro que:
si esa Comisión decide que soy culpable en el mínimo grado de los
crímenes que Stalin me imputa, me comprometo de antemano a colocarme
134
voluntariamente en manos de los verdugos de la GPU (…). Pero si la
Comisión certifica -¿me escucháis?, ¿me escucháis?- que los procesos de
Moscú son un fraude consciente y premeditado, no pediré a mis acusadores
que se coloquen voluntariamente frente a un pelotón de fusilamiento. ¡No!
¡La eterna deshonra en el recuerdo de las generaciones humanas será
suficiente para ellos! ¿Me escuchan los acusadores en el Kremlin? ¡Les
arrojo mi desafío al rostro y espero su respuesta!” (V.25, p.330). No la
hubo porque de darse, de haber pedido Stalin la extradición, se tendría que
celebrar un juicio fuera de la URSS y Stalin sabía que Trotski lo convertiría
en una tribuna pública desde donde denunciaría sus crímenes. Mas el Viejo
no se conformó con la callada por respuesta y se puso a trabajar para
organizar un tribunal que lo juzgase. Quería dejar limpio para la Historia su
honor de revolucionario. Su hijo, camaradas y amigos no estaban muy de
acuerdo porque aquello supondría un enorme esfuerzo y consideraban que
no era necesario, pero Trotski insistió y el proyecto se llevó a cabo. De esta
manera, en marzo se formó una comisión de investigación que se
encargaría del proceso. Estaba formada por Alfred Rosmer, Otto Ruhle,
Wendelin Thomas, Carlos Tresca, Suzanne La Follette, Benjamin Stolberg,
John R. Chamberlain, Edwar Ross, Carleton Beals y Francisco Zamora. La
presidía el filósofo estadounidense John Dewey, de aquí el nombre con que
se conoce a la comisión.
La “Comisión Dewey” sesionó del 10 al 17 de abril, en la “Casa
Azul”, protegida para la ocasión por la policía mexicana. John Dewey
afirmó, antes de inaugurarse las sesiones, que “nuestra función consiste en
escuchar cualquier testimonio que el señor Trotski tenga a bien
presentarnos, interrogarlo y presentar los resultados de nuestra
investigación al pleno de la Comisión de la cual formamos parte” (V.25,
p.340). Dewey invitó a la embajada soviética y a los Partidos Comunistas
de México y los EEUU a participar en el interrogatorio a Trotski. No
obtuvo respuesta.
Las sesiones se dieron en general en un buen clima pero esto no evitó
los enfrentamientos ideológicos por la diferente concepción del mundo
habida entre algunos de los interrogadores y Trotski. Así, John Dewey
entendía que el stalinismo era una prolongación, no una deformación, del
bolchevismo. Trotski, por el contrario, afirmó que el stalinismo existía
porque la revolución no se había extendido fuera de la Rusia soviética.
Dewey le preguntó a Trotski: “Quisiera saber qué razones nos permiten
pensar que la dictadura del proletariado, o lo que sea, no degenerará en
dictadura del secretariado” (V.11, p.33). La respuesta fue: “La fórmula es
excelente, pero debo contestar que aunque hoy la dictadura del secretariado
domina Rusia, es un progreso importante si la comparamos con la dictadura
del zar. Además, la dictadura del secretariado es provocada por el atraso del
país y su aislamiento. Los países más civilizados, menos aislados,
135
conocerán entonces una dictadura más sana, más democrática y mucho más
corta” (V.11, p.33).
Para los colaboradores de Trotski este proceso significó una ardua
tarea. Cientos de documentos fueron desembalados, traducidos y
explicados a la Comisión. Asimismo, Trotski se impuso hablar en inglés
para tener un contacto directo con la comisión. De esta forma, Trotski se
privó del poder de su oratoria ya que el inglés lo hablaba muy mal pero era
el idioma que entendían todos los integrantes de la comisión. No obstante,
errores de vocabulario y de sintaxis no fueron obstáculos para que él
explicara su actividad política de revolucionario a lo largo de los años
porque la verdad florece incluso entre las equivocaciones formales. Trotski
resumió sus argumentos el día 17, en la última audiencia pública de la
comisión. Después de exponer el método obligatoriamente contradictorio
de los procesos de Moscú por estar construidos en la mentira, concluye su
exposición con una apasionada declaración: “La experiencia de mi vida, en
la que no han escaseado ni los triunfos ni los fracasos, no sólo no ha
destruido mi fe en el claro y luminoso futuro de la humanidad, sino que,
por el contrario, me ha dado un temple indestructible. Esta fe en la razón,
en la verdad, en la solidaridad humana, que a la edad de dieciocho años
llevé conmigo a las barriadas obreras de la ciudad provinciana rusa de
Nikoláiev, la he conservado plena y completamente. Se ha hecho más
madura, pero no menos ardiente” (V.25, p.346).
La comisión emitió su veredicto pasados unos meses, el 12 de
diciembre. Sentencia que Trotski y su hijo Liova son inocentes de los
cargos que les imputan desde Moscú. Trotski había conseguido su objetivo,
restaurar su honor de revolucionario ante un tribunal. No obstante, los ecos
del proceso fueron pequeños en la Europa convulsionada por la Guerra
Civil española y por el ascenso del fascismo, pero allí quedaba ante la
Historia. No es casual esta insistencia de Trotski, es un proceder propio de
un revolucionário que trabaja no sólo para el presente sino también para el
porvenir. Así se comprende la semejante insistencia de los comunistas del
POUM por reivindicar su esencia de revolucionarios en el juicio que los
stalinistas forzaron en Barcelona en octubre de 1938. Para los
revolucionarios el don más preciado es la verdad.
36. Más horror stalinista
El mariscal Mijail Tujachesvski era detenido el 22 de mayo de aquel
1937. Al poco se procede a la detención de otros altos mandos militares.
Todos ellos formarían parte de un supuesto “complot militar-fascistatrotskista” (V.66, p.545). Además, se les dice que son unos espías al
servicio de la Alemania nazi y del Japón imperialista. Son procesados y
fusilados. Esto era un brutal ataque directo a la seguridad del Estado
136
soviético. Todos ellos tenían experiencia bélica ganada en la Guerra Civil y
un gran nivel teórico. Bajo la dirección de Tujachesvski el alto mando del
Ejército Rojo es teóricamente el más avanzado de Europa: diseña, antes
que nadie, batallas de carros de combate y la utilización de los tanques
como punta de lanza de los ejércitos en lo que denominaron “batallas
profundas” (V.75, p.35). Los militares soviéticos crearan su primer cuerpo
mecanizado en el otoño de 1932, tres años antes que las primeras divisiones
blindadas alemanas. Los paracaidistas del Ejército Rojo habián hecho ya su
primer lanzamiento en masa en el año 1936, mucho antes que los alemanes.
Trabajaran por tener una infraestructura que posibilitase una poderosa
fuerza aérea, y se iba por el camino correcto. Stalin no contento con atacar
a la élite del Ejército Rojo, continúa con la purga en los cuadros
intermedios, en la oficialidad. La salvaje purga de Stalin se puede resumir
en números: asesinó a 3 de los 5 mariscales, a 14 de los 16 comandantes de
ejército, a 60 de los 67 comandantes de cuerpo, a 136 de los 199
comandantes de división, a todos los comisarios adjuntos de defensa y a
todos los comandantes de distrito militar, a 35.000 oficiales, la mitad de
los que tenía el ejército. Stalin debilitó de tal manera al Ejército Rojo que
este no sabrá oponerse al ataque nazi lo que le supondrá a la URSS la
perdida de millones de vidas, el derrumbe de una grandísima parte de sus
infraestructuras e industrias y la perdida temporal de buena parte de su
territorio europeo. Toda una catástrofe social y económica producida por la
parasitaria casta burocrática encabezada por Stalin. La aniquilación del
cerebro y de la columna vertebral del propio Ejército Rojo era una
demostración empírica más de que la casta gobernante ya era un cuerpo
parasitario en la sociedad soviética. En la Segunda Guerra Mundial el
pueblo soviético derrotará al ejército nazi a pesar de esta casta burocrática.
El 4 de septiembre se descubre el cuerpo sin vida de Ignace Reiss
cerca de Lausana, Suiza. Había sido asesinado. Reiss era jefe de una
sección del servicio secreto soviético de espionaje en Europa. Delante de
tanta purga, de tanta violencia sin sentido, se acercó a las tesis de Trotski y
se puso en contacto con este a través de Liova. Informó que Stalin
pretendía aniquilar físicamente a los trotskistas también fuera de la URSS y
de que la GPU tenía espías en su seno. No sólo narró la brutalidad con la
que la GPU conseguía las confesiones sino que también contó que los
jóvenes comunistas no se sometían al régimen de la burocracia. El 18 de
julio mandó desde París una carta a Moscú en la que comunicaba que
rompía con el stalinismo y se adhería a la Cuarta Internacional.
El aviso de Reiss, que Stalin quería exterminar a los trotskistas, no
cayó en saco roto. Militantes trotskistas comenzaron a sentirse seriamente
preocupados por la seguridad del hijo mayor de Trotski, Lev Sedov, Liova
para los camaradas y “El Niño” para la GPU. Tanto fue así que llegaron
cartas a México pidiendo que Liova fuera sacado de París. Liova dirigía la
137
edición del “Boletín de la Oposición” en ruso, era punto de referencia para
los que huían del stalinismo y hacía mil encargos de Trotski. No obstante,
no se relacionaba demasiado con los trotskistas en Francia, que muchas
veces andaban a la greña. Confiaba decididamente en Étienne Zboroswski,
que era un agente de la GPU. Liova llevaba una vida de mucha tensión y de
privaciones materiales por lo que no es de extrañar que enfermara. Lo que
es difícil de comprender es cómo fue a parar a una clínica privada
regentada por exiliados rusos cuando los trotskistas franceses contaban con
simpatizantes entre eminentes médicos. La cuestión es que fue a esa clínica
en la compañía de su compañera Jeanne y de Étienne. Así, el 8 de febrero
de 1938 ingresaba en la clínica para que lo operasen de apendicitis. Lo
operan aquel mismo día sin complicaciones. Sin embargo, cuatro días
después Liova deambula desnudo y semi-inconsciente por la clínica. El
médico francés que lo operara no se explicaba lo que le ocurría al
muchacho. Lo vuelven a operar. Ahora en vano. Muere el 16 de febrero,
tenía 32 años.
Cuando llega la noticia a Coyoacán Trotski está en Chapultepec, en
la casa de un simpatizante por temor a un atentado. La noticia la recibe Jan
van Heijenoort, que se la oculta a Natalia y va en busca de Diego Rivera
para recoger a Trotski. Diego le da la noticia a Trotski, que pregunta si la
sabe Natalia. Inmediatamente parten los tres en coche a Coyoacán. Allí
Trotski y Natalia se cierran en su habitación durante días. Lo que sintió
Trotski por la muerte de su hijo mayor se puede entrever en sus escritos. En
el artículo del 20 de febrero queda expuesta con argumentada claridad que
Liova no era sólo su hijo sino que también era su camarada. Un camarada
íntimo por decisión propia y no por ser el hijo de Trotski. Un camarada que
estando en la URSS se fue a vivir fuera del Kremlin y que se negaba a
utilizar los coches oficiales de los gobernantes soviéticos. Un camarada
imprescindible en el destierro y en el exilio gracias a su variadísimo
trabajo, incluso político-literario cuando Trotski estaba impedido como fue
el caso del “Libro Rojo de los Juicios de Moscú”. Tal era el nivel de
camarada que tenía Liova para Trotski que este afirma que “nuestra
solidaridad ideológica se había hecho carne en nosotros” (V.125). Liova
era un camarada porque “era fiel a sí mismo, sirvió a la causa de los
oprimidos sin vacilaciones. De las manos de la naturaleza y de la historia
salió como un hombre de temple heroico” (V.125). La GPU sabía bien a
quien hacía morir. Liova no era sólo un hijo de Trotski, era un comunista
con una experiencia tan directa de la Revolución de Octubre y de la
burocracia soviética que lo hacían un militante marxista formidable. Un
militante así que, aún por encima, fuera el hijo de Trotski y, por lo tanto, su
heredero ideológico era demasiado. Había que acabar con él. Claro, Trotski
también sintió dolor de padre: “Junto con nuestro muchacho ha muerto lo
que quedaba de joven en nosotros. Adiós, León, adiós querido e
138
incomparable amigo. Tu madre y yo nunca pensamos, nunca esperamos
que el destino nos fuera a imponer esta terrible tarea de escribir tu
obituario” (V.125).
El horror stalinista continúa. Del 2 al 13 de marzo se da el tercer
proceso de Moscú. Es el último. Ahora bien, los denominados procesos de
Moscú no son más que una pálida muestra de esa represión brutal que se
conoce como la “Iejovchina”, por ser Iejov, el sustituto de Iagoda al frente
de la NKVD, el máximo organizador, y que liquidó a toda la vieja guardia
bolchevique. Este último proceso es el de los 21: Bujarin, Rakósvski,
Ríkov, Krestinski...e Iagoda, el antiguo jefe de la NKVD. Las acusaciones
que se vierten sobre los acusados son las típicas (espionaje, terrorismo,
sabotaje) más otras novedosas como querer provocar la guerra contra la
URSS y su partición. Añadir, que a Bujarin lo acusan de intentar asesinar a
Lenin en 1918. En fin, como nuevo absurdo es mayor que el anterior. De
los 21 acusados 18 son condenados a muerte, entre ellos Bujarin.
El 7 de abril de 1930 el Politburó creara en el seno de la GPU una
dirección de los campos de concentración rebautizados como “campos de
trabajos correctivos”, el GULAG. El sistema de campos de trabajo adquiere
una gran dimensión, contará casi con 2 millones de internados a finales de
1940. Pero en ellos los bolcheviques-leninistas (trotskistas) se organizan y
exigen condiciones de trabajo, de alojamiento y de comida. Entonces
Stalin, en 1936, agrupa a los opositores de izquierdas en los gulags de
Kolima y Vorkuta para controlarlos. En uno de ellos, en el de Vorkuta, en
la República de los Komi, en los Urales polares, que tendría unos 100 mil
reclusos, los trotskistas habían protagonizado en el pasado huelgas
victoriosas pero a finales de marzo y a comienzos de mayo de 1938 el
régimen stalinista los va a masacrar. Serán fusilados sistematicamente hasta
exterminarlos, a un ritmo de 30 o más por día. Cuando los verdugos los
llevan a la tundra por grupos para fusilarlos marchan cantando la
Internacional y muchos de ellos mueren al grito de “¡Viva Trotski!”
37. La IV Internacional
Como ya sabemos por las páginas precedentes, Trotski en julio de
1936 tenía completamente asumido la necesidad de crear una nueva
internacional por la bancarrota ideológica que sufre la IIIª al propiciar que
la pequeña-burguesía y el lumpem-proletariado dirigidos por los nazis
derrotaran sin lucha a la clase trabajadora alemana, la más poderosa de
Europa. No obstante, Trotski desde que saliera de Prinkipo apenas había
tenido un momento de respiro. Ya en México pudo retomar la idea gracias,
también, al apoyo de los trotskistas estadounidenses cuyo Socialist
Workers Party (SWP) iba a ser la sección más importante de la IV
internacional. Para concretar su organización se desplazaron a México
139
dirigentes del SWP, tales como Cannon y Shaschtman. En Coyoacán
discutieron con Trotski el programa. Además, Cannon era un firme
partidario de fundar ya la nueva Internacional, en lo que coincidía
plenamente con Trotski. Este iba a escribir un artículo, fechado a 29 de
agosto de 1937, donde daba las claves ideológico-políticas de la perentoria
necesidad de la nueva Internacional: “Las épocas reaccionarias como las
que estamos viviendo no sólo desintegran y debilitan a la clase obrera y su
vanguardia, sino que también rebajan el nivel ideológico general del
movimiento y retrotraen el pensamiento político a etapas ya ampliamente
superadas. En estas circunstancias, la tarea más importante de la
vanguardia es no dejarse arrastrar por el flujo regresivo, sino nadar contra
la corriente (…) aferrarse a sus posiciones ideológicas (…), la única
manera de preparar un nuevo y enorme avance cuando se produzca el
siguiente ascenso de la marea histórica” (V.125). El 31 de mayo de 1938
ante las dudas de un camarada, que eran las dudas de bastantes otros,
Trotski argumenta: “nuestra Internacional es aún joven y débil. Pero esta
no es razón para renunciar a nuestro nombre. En las sociedades civilizadas
una persona lleva el mismo nombre en su niñez, madurez y vejez, este
nombre se funde con su individualidad (…), <pro> parece ser una
expresión de <modestia> política. A mi me parece expresión de indecisión
y de falta de confianza en sí mismo. Un partido revolucionario que no está
seguro de su propia significación no puede ganarse la confianza de las
masas” (V.125). Trotski hará una concisa reflexión al método doctrinario
por el que se debe guiar la nueva internacional el 11 de octubre, y volverá a
hacer hincapié en la firmeza programática siete días después, el 18. El día
11: “La nueva Internacional no se puede crear por medio de encíclicas.
Cada paso adelante debe ser el resultado de la investigación científica, de la
crítica abierta y de la discusión colectiva” (V.125). Explicitado la esencia
del método, insiste el día 18 en la fortaleza ideológica: “Ahora es necesario
permanecer fieles a nosotros mismos y a nuestro programa. No es fácil. Las
tareas son tremendas, los enemigos innumerables” (V.125).
El Congreso Constituyente de la IV Internacional se celebró el 3 de
septiembre de 1938 en la localidad francesa de Périgny, cerca de París.
Estuvieron presentes veintiún delegados que representaban núcleos
organizativos en once países del orbe. Los delegados polacos consideraron
que las fuerzas y la coyuntura no eran las adecuadas para fundar
formalmente la nueva Internacional. Se votó, y 19 delegados decidieron
proclamar en este mismo momento la Cuarta Internacional contra el
parecer de 3 delegados que votaron en contra. Nacía la IV Internacional. El
desarrollo de esta Internacional va a estar absolutamente mediatizado por la
novedosa realidad post-bélica, que Trotski no podrá analizar porque lo
asesinaran. El Estado soviético, a pesar de su brutal represión interna, de su
ceguera política con la Alemania nazi y de haber desarmado a su propio
140
ejército en vísperas de la guerra, terminará reforzado políticamente por el
triunfo militar sobre el IIIº Reich y por la creación de las “democracias
populares”. Esto posibilitó que la URSS mantuviese formalmente la
bandera de la Revolución de Octubre, que nutriera económica y
políticamente a los pecés y que fuese, así, para millones y millones de
trabajadores la “patria socialista”. A esto añadir, que la reconstrucción de
Europa traerá toda una época de desarrollo del capitalismo occidental
donde el reformismo jugará un papel político muy importante ya que las
plusvalías eran grandes y los empresarios podían atender las
reivindicaciones económicas y sociales de la clase trabajadora. Esta
realidad postbélica tan novedosa va a obstaculizar el trabajo político de los
trotskistas que sin la dirección del Viejo se van a escindir en varias
ocasiones. No obstante, la IV Internacional dará importantes
organizaciones de masas y conocidos líderes, aunque esto ya corresponde
al estudio de la Historia de la IV Internacional.
38. Tambores de guerra
El 29 de septiembre de 1938 se reunían en Munich los primeros
ministros de Inglaterra, Neville Chamberlain, y Francia, Edouard Daladier,
con Adolf Hitler y Benito Mussolini. Los presidentes de las democracias
liberales iban a ceder en todo a las peticiones de Hitler, presentadas por
Mussolini: incorporar los Sudetes checoslovacos al IIIº Reich y atender las
reivindicaciones polacas y húngaras sobre otros territorios checoslovacos.
El Pacto de Munich se firmó el día 30, y se le comunicó a los
checoslovacos, a los que se les impidiera participar en la conferencia. A
partir de aquí el reparto de los demás territorios en poder del Estado
checoslovaco será cuestión de días. Polónia ocupó Teschen, y Hungría la
parte meridional de Eslovaquia. Además, eslovacos y rutenos pidieron la
independencia. ¿Por qué los gobiernos “democraticos” de Francia e
Inglaterra cedían tanto ante Hitler? Francia porque seguía la estela de
Inglaterra, ya que era incapaz de enfrentarse sola a la Alemania nazi.
Inglaterra quería pactar con Hitler, aún a costa de hacerle muchas
concesiones en el este de Europa, donde no estaba su espacio vital ya que
este radicaba en las colonias. Además, los gobernantes británicos le tenían
pavor a la revolución mundial, y de aquí su miedo al futuro papel de la
Unión Soviética. No podían comprender que la burocrácia soviética sólo
aspiraba a mantener el statu quo porque tenía pánico a perder sus
privilegios. Sobre estos miedos se asentó la expansión primeriza del IIIº
Reich.
¿Qué dijo Trotski públicamente sobre el Pacto de Munich? ¿Y qué
decían en la intimidad los representantes políticos del capital británico y
francés? Trotski escribe en un artículo del 10 de octubre: “Inglaterra y
141
Francia arrojaron a Checoslovaquia en las fauces de Hitler para darle algo
que digerir durante un tiempo y postergar así el problema de las colonias”
(V.125). Lo mismo que escribiera el conocido historiador de la burguesía
británica Arnold J. Toynbee ya en 1936: “No cabe duda de que un sector
considerable de la opinión británica, que incluía a varios partidarios del
gobierno en la Cámara de los Comunes, veía favorable a los intereses del
Imperio Británico abandonar Europa oriental a su suerte, si así podía
archivarse la cuestión de una redistribución de territorio colonial” (V.13,
p.312). Continúa Trotski: “el acuerdo entre las Cuatro potencias, si alguna
vez se concreta, llevará a nuevas crisis que no se harán esperar mucho
tiempo. El imperialismo se encamina inevitable e irresistiblemente a una
nueva división del mundo, más adecuada al cambio en la relación de
fuerzas (…). Sólo un idiota irrecuperable puede creer que los antagonismos
imperialistas mundiales están determinados por la irreconciliabilidad entre
democracia y fascismo. De hecho, las camarillas gobernantes de todos los
países consideran la democracia, la dictadura militar, el fascismo, etcétera,
como distintos medios para someter a sus pueblos a los objetivos del
imperialismo” (V.125). Trotski, al criticar el proceder de la burocracia
soviética, dice y concluye: “En 1933 Stalin intentó, antes que nada, hacerse
aliado de Hitler. Pero Hitler rechazó su mano tendida, ya que, para hacerse
amigo de Inglaterra, se presentaba como el hombre que salvaría a Alemania
y Europa del bolchevismo. En consecuencia, Stalin se dio a la tarea de
demostrarle a la Europa capitalista que Hitler no le hacía falta, que el
bolchevismo no entrañaba ningún peligro (…). Con estas maniobras
baratas Stalin no se ganó la amistad ni la confianza de nadie. Los
imperialistas se acostumbraron a no caracterizar una sociedad por las
declaraciones de sus <dirigentes>, ni siquiera por su superestructura
política, sino por sus bases sociales. En tanto en la Unión Soviética se
mantenga la propiedad estatal de los medios de producción protegida por el
monopolio del comercio exterior, los imperialistas, incluso los
“democráticos”, continuarán considerando a Stalin con tanta desconfianza
y con tan poco respeto como la Europa monárquico-feudal consideraba al
primer Bonaparte (…). El único obstáculo en el camino de la guerra es el
temor a la revolución que sienten las clases propietarias” (V.125).
Efectivamente, este miedo está perfectamente reflejado en el diario de
Oliver Harvey, secretario de Anthony Eden, ministro de Asuntos Exteriores
británico: “Una guerra traería consigo cambios sociales profundos y
desconocidos –tanto si vencemos como si somos derrotados [ya que lo que
importa en último extremo es la propiedad de los medios de producción]- y
ninguna guerra es la solución –véase 1914 [trajo la Revolución de
Octubre]. Por lo tanto, ganemos tiempo y evitemos la lucha a cualquier
precio excepto si se trata de un interés británico vital (…). [Las] clases
acomodadas del Partido [Conservador] (…) creen que los nazis en general
142
son más conservadores que los comunistas y los socialistas: cualquier
guerra, independientemente de su resultado, destruiría a las clases ociosas
acomodadas y por eso desean la paz a cualquier precio” (V.13, p.303).
Escuchemos ahora lo que le dijo, en mayo de 1938, el ministro francés de
Asuntos Exteriores, George Bonnet, al embajador nazi en París, conde von
Welczeck: “cualquier arreglo”, entre la Alemania nazi y la Francia
democrática, es preferible a la guerra “pues en ese caso toda Europa
perecería y tanto los vencedores como los vencidos serían víctimas del
comunismo mundial [de la revolución]” (V.13, p.300).
A pesar de los miedos la realidad se impone: la guerra entre los
países capitalistas es inevitable porque sólo a través de la fuerza pueden
llegar a un nuevo reparto del espacio vital, de las materias primas y de los
mercados. En un artículo del 4 de noviembre, Trotski lo explica con tanta
apriorística lucidez que nos obliga a citarlo por extenso: “Chamberlain
proclamó que el Acuerdo de Munich inauguró <la paz en nuestra época>
(…). La explicación [de este decir] está en que los que guían el destino del
mundo, especialmente en Europa temen enfrentarse con el futuro (…).
¿<Paz en nuestra época>? [Imposible. ¿Por qué?]. Recapitulemos el abecé.
La esencia de la crisis del mundo actual está condicionada por dos
circunstancias fundamentales. Primero, el capitalismo clásico del libre
cambio se transformó en capitalismo monopolista y superó hace tiempo las
fronteras del estado nacional (…). El segundo factor histórico es la
desigualdad del desarrollo económico, político y militar de los distintos
países. Se ha detenido el avance de los primeros países capitalistas como
Inglaterra y Francia. Los de desarrollo capitalista más reciente, como
Alemania, Estados Unidos y Japón avanzaron un largo trecho. Como
consecuencia de esta radical y febril alteración de la relación de fuerzas
cada vez hay que modificar con más frecuencia el mapa del mundo. El
Acuerdo de Munich no cambió nada estas condiciones básicas (…). Los
fundamentos económicos actuales de [Inglaterra y Francia] no se
corresponden en absoluto con el tamaño y la riqueza de sus imperios
coloniales. Por otra parte, la economía alemana logró restablecer su
dinámica, temporalmente paralizada por el Tratado de Versalles, y
nuevamente comienza a romper sus fronteras. No nos referimos
específicamente a Italia porque la guerra y la paz no está en sus manos.
Hasta que Hitler llegó al poder, Mussolini se quedó quieto como un ratón.
En la lucha por la supremacía mundial, está destinado a cumplir en lo
sucesivo el rol de satélite. Inglaterra y Francia temen cualquier catástrofe,
ya que no tienen nada que ganar y todo que perder. Por eso el pánico las
lleva a hacer tantas concesiones. Pero las concesiones parciales sólo les
garantizan breves respiros, sin eliminar ni debilitar la fuente fundamental
de los conflictos. Como resultado del Acuerdo de Munich, las bases
alemanas en Europa se ensancharon mientras que las de sus opositores se
143
estrecharon (…). Se podría hablar con alguna justificación de <la paz de
nuestra época> si las exigencias de materias primas y mercados del
capitalismo alemán quedaran satisfechas con la incorporación de los
<hermanos de sangre> de Alemania o con su influencia creciente en el
centro y sur de Europa. Pero de hecho, la incorporación de la región del
Saar, Austria y los Sudetes estimula las tendencias agresivas de la
economía alemana. El imperialismo alemán busca en el plano mundial la
solución de sus contradicciones internas. No es casual entonces que el
general von Epp, el futuro ministro de las futuras colonias, siguiendo las
instrucciones de Hitler plantee, inmediatamente después de abierta la <era
de paz>, la exigencia de que se le devuelvan a Alemania sus antiguas
colonias (…). Todo esto suena demasiado infantil, sí no a burla. Antes de la
guerra mundial las colonias de Alemania eran insignificantes (…). Por lo
tanto, recuperar sus viejas posesiones ultramarinas no resolverá ninguno de
los problemas del capitalismo alemán. Los viejos trozos de terreno colonial
de los Hohenzollern no le sirven a Hitler más que de puntos de apoyo para
su lucha por las <verdaderas> colonias, es decir, por la redivisión del
mundo. Pero ésta exige la liquidación de los imperios británico y francés
(…). ¿Y entonces? De ningún modo se puede decir que Alemania presente
sus exigencias a un ritmo lento y paciente. Aun si Inglaterra y Francia
decidieran liquidarse a plazos, la ofensiva alemana cobraría nuevas fuerzas.
Más aún, Estados Unidos no podría permanecer pasivo ante una ruptura tan
evidente del <equilibrio de fuerzas> en el mundo. Al coloso
norteamericano no le hace ninguna gracia la idea de encontrarse enfrentado
a una Alemania dueña de las colonias y de las principales rutas marítimas.
Por eso utilizará todo su poder para empujar a Alemania y Francia a la
resistencia, no a la conciliación. Y mientras tanto Konoye, el príncipe de
Tokio, proclamó la necesidad de <revisar todos los tratados en pro de la
justicia>, es decir, en pro de Japón. Es muy difícil que el Océano Pacífico
sea durante los próximos diez años una fuente de paz. En los buenos viejos
tiempos, solamente Inglaterra pensaba en términos continentales. Y
pensaba lentamente, con una perspectiva de siglos. Actualmente todos los
estados imperialistas aprendieron a pensar en esos términos. Y los plazos
ya no son de siglos, sino de décadas o de años. Este es el verdadero carácter
de nuestra época, que después de la reunión de Munich sigue siendo la de
un desenfrenado y violento imperialismo (…). El estado de la economía
alemana exige a Hitler poner en juego lo más pronto posible su fuerza
militar. Por otro lado, el ejército necesita una postergación; es un ejército
nuevo, y no todo en él está coordinado y ajustado a las proporciones
adecuadas. Pero la contradicción entre estas dos exigencias no se puede
medir en décadas sino en uno o dos años, tal vez en meses (…). No caben
dudas de que pronto la frase de Chamberlain <paz en nuestra época>
adquirirá [una] amarga connotación irónica. Por nuestra parte, analizamos
144
el futuro con los ojos bien abiertos. Europa, y con ella toda la humanidad,
marcha hacia la guerra” (V.125).
39. El Pacto nazi-soviético
Las relaciones entre Trotski y Diego Rivera se deterioraran. La causa
habría que buscarla en el diletantismo político de Rivera y en la ortodoxia
marxista de Trotski. Diego era un genio como artista pero sin la disciplina
y el rigor necesarios para el trabajo político, como se pondrá en evidencia
en el futuro inmediato con su acercamiento al PCM después del asesinato
de Trotski. Por el contrario, Trotski en cuestión de principios era
intransigente. El incidente formal que puso la relación entre ambos en el
disparadero fue una carta que Diego escribió para André Breton en la que
acusaba a Trotski de dar un golpe de estado en la redacción de una revista
mexicana nombrando el secretario. Lo paradójico es que en la reunión en la
que se decidió este nombramiento asistió Rivera, y no dijo nada. Además,
un artículo de Rivera fue presentado como una carta a la redacción y este
hecho el pintor lo achacó a Trotski, que no tenía nada que ver. Enterado de
la carta, Trotski le pide a Rivera que le escribiera otra a Breton aclarándole
aquellos dos puntos. Diego se negó y las relaciones se tornaron tensas. Se
rompieron cuando Diego se puso a hacer política por sua propia cuenta, sin
contar con la organización a la que formalmente pertenecía. Trotski estaba
viviendo en una casa de Diego por lo que se imponía encontrar una nueva
morada. En marzo uno de los secretarios de Trotski, van Heijenoort,
localiza una casa de bajo alquiler, que no está en muy buen estado pero es
espaciosa. La alquilan y la arreglan. El 5 de mayo de 1939 Trotski se
traslada a la nueva vivienda, conocida como la Casa de la Avenida Viena,
también en Coyoacán. Como había rumores de que la GPU la pudiera
comprar a través de sus emisarios fue Trotski quien la compró, después de
pedir dinero prestado. También se hicieron algunas obras para reforzar la
seguridad de la casa ante una potencial agresión stalinista.
En el mes de agosto Trotski tuvo una alegría personal por partida
doble. Sus amigos Alfred y Marguerite Rosmer venían a visitarlo y traían a
su nieto, Seva (Esteban Volkov). No obstante, la dinámica política
prebélica no daba para muchas alegrías. Desde el pasado mes de marzo se
venía especulando en la prensa con la posibilidad de un pacto entre Stalin y
Hitler. El día 6 de aquel mes Trotski escribió un artículo donde explicaba el
método político en el que se tenía que basar un Estado obrero para pactar
con un Estado capitalista: “Un acuerdo con una nación imperialista –al
margen de si es fascista o democrática- es un acuerdo con esclavistas y
explotadores (…). Es imposible decir categóricamente que los acuerdos
con los imperialistas no se pueden permitir en ningún caso; sería lo mismo
145
que decir que en ninguna circunstancia un sindicato tiene derecho a llegar a
un arreglo con el patrón (…). Mientras el estado obrero permanezca
aislado, son inevitables los acuerdos episódicos de uno u otro tipo con el
imperialismo. Pero debemos entender claramente que la cuestión se reduce
a aprovechar los antagonismos entre los dos bandos de potencias
imperialistas, y nada más. No cabe discusión alguna sobre la posibilidad de
disfrazar tales acuerdos con consignas que reclamen ideales comunes,
como por ejemplo la <defensa de la democracia>, consignas que sólo
significan el más infame engaño a los trabajadores. Es esencial que los
obreros de los países capitalistas no se vean atados en la lucha de clases
contra su propia burguesía por los acuerdos empíricos firmados por el
estado obrero” (V.125).
De esta forma tan pedagógica, Trotski explica que el problema no es
que un Estado obrero se vea obligado a pactar coyunturalmente con un
Estado capitalista, el problema reside en que el Estado soviético es “un
estado obrero degenerado y putrefacto (…) [por lo que] cualquier acuerdo
de la camarilla del Kremlin con una burguesía extranjera se dirige
inmediatamente contra el proletariado del país con el cual concluye el
acuerdo (…). El rasgo fundamental de la política internacional de Stalin en
los últimos años ha sido este: negocia con el movimiento obrero lo mismo
que con petróleo, manganeso y otros bienes (…). Stalin considera las
secciones de la Comintern de los distintos países y la lucha de liberación
nacional de las naciones oprimidas como cambio menudo en sus tratos con
las potencias imperialistas (…). El acuerdo entre Stalin y Hitler no alteraría
esencialmente en nada el rol contrarrevolucionario de la oligarquía del
Kremlin. Sólo serviría para poner al descubierto este rol, hacerlo resaltar
más nítidamente y acelerar el colapso de las ilusiones y las falsificaciones”
(V.125).
En un artículo posterior, del 11 de marzo, Trotski insiste en la
manera de proceder de la casta soviética: “La camarilla bonapartista quiere
vivir y gobernar. Cualquier otra cosa es para ella una cuestión de
<técnica>. En realidad, los métodos políticos de Stalin no se distinguen de
ninguna manera de los de Hitler” (V.125). ¿Está a decir Trotski que no hay
diferencia entre la Alemania nazi y la Rusia soviética? No. Trotski aclara la
cuestión con meridiana claridad: “Está de moda actualmente en los
superficiales círculos radicales meter en la misma bolsa a los regímenes de
Alemania y la URSS. Esto no tiene sentido. En Alemania, a despecho de
todas las <regulaciones> estatales, existe un régimen de propiedad privada
de los medios de producción. En la Unión Soviética la industria está
nacionalizada y la agricultura colectivizada. Conocemos todas las
deformaciones sociales que produjo la burocracia en la tierra de la
Revolución de Octubre. Pero sigue en vigencia la economía planificada
146
sobre la base de la propiedad estatal y la colectivización de los medios de
producción” (V.125).
Trotski da así las claves políticas para poder situarse a favor del
Estado soviético y contra la casta burocrática, relación díaléctica que no
van entender algunos “trotskistas”, por lo que Trotski insistirá más adelante
profundizando en el argumento. Stalin y Hitler son dos bestias
infrahumanas pero sus Estados no juegan el mismo papel para la clase
trabajadora, que en último extremo es lo trascendente para Trotski.
No deja de recordar el viejo revolucionario el cinismo político de
Stalin, que tantas veces denunciara: “Durante los últimos tres años Stalin
llamó agentes de Hitler a todos los compañeros de Lenin. Exterminó a la
flor y nata del Estado Mayor. Fusiló, dio de baja y deportó a treinta mil
oficiales, todos bajo el mismo cargo de ser agentes de Hitler o de sus
aliados. Después de haber desmembrado el partido y decapitado al ejército,
Stalin ahora postula abiertamente su propia candidatura para el papel
de…principal agente de Hitler” (V.125).
Efectivamente, el 23 de agosto Molotov y Ribbentrop firmaban en
Moscú el Pacto de No Agresión nazi-soviético, en presencia de Stalin. Éste,
en la recepción que se organizó por la noche para celebrar el pacto, dijo en
un brindis: “Conozco el cariño que la nación alemana siente por su Führer.
Me gustaría, pues, beber a su salud” (V.66, p.616). En otro brindis dice:
“Por Heinrich Himmler, el hombre que ha traído orden a Alemania” (V.75,
p.134). Por si esto no fuera suficiente también le dirá en un aparte a
Ribbentrop que “el gobierno soviético se toma este pacto muy en serio.
Puedo dar mi palabra de honor de que la Unión Soviética no engañará a su
colega” (V.66, p.616), y no era un decir táctico sino la ratificación de que
se disponía a cumplir lo pactado al dedillo, como lo demostrarán las
continuas remesas de materias primas que facilitarán el quehacer bélico
nazi. La parte pública del tratado era de no agresión, los apartados secretos
señalaban un reparto del espacio situado entre las fronteras de los dos
Estados. Para Hitler era un aplazamiento, para Stalin un acuerdo en firme.
40. Comienza la guerra
El 1 de septiembre de 1939 las tropas del IIIº Reich invaden Polonia.
Era el pistoletazo de salida de la Segunda Guerra Mundial. La conquista del
espacio vital para el desarrollo del capitalismo alemán era el objeto de la
agresión bélica nazi, la única opción para lidiar con los otros Estados
imperialistas. El mantenimento del statu quo era el objetivo de la política
de la casta burocrática stalinista, una utopía ridícula en una coyuntura
convulsa al extremo. Los líderes nazis acreditaban en su propia fuerza para
trastocar las relaciones intraimperialistas. La casta soviética no podía
147
confiar en sus obreros y campesinos, a los que pisoteaba, por lo cual el
miedo a la guerra era el producto del pánico stalinista a la revolución.
Trotski sigue a insistir en las claves del proceder de la casta
burocrática y de sus implicaciones políticas. Así, ya el 2 de septiembre
afirma: “Lo que determina la política interna del Kremlin es el interés de la
nueva aristocracia en mantenerse, su odio al pueblo, su incapacidad de
conducir una guerra. Cualquier combinación internacional reviste algún
valor para la burocracia soviética en tanto la libera de la necesidad de
recurrir a la fuerza de los campesinos y los obreros armados (…). El pacto
germano-soviético es una alianza militar en todo el sentido de la palabra,
pues sirve a los objetivos de la guerra agresora imperialista. En la guerra
anterior la derrota de Alemania se produjo fundamentalmente porque no
recibía materias primas de la [Rusia zarista] (…). Las ventajas inmediatas
que obtiene el Kremlin de la alianza con Hitler son bastantes concretas. La
URSS queda fuera de la guerra. Hitler elimina de su programa inmediato su
campaña por una <Gran Ucrania>. Japón queda aislado. Como
consecuencia de la postergación del peligro de guerra en la frontera
oriental, tal vez hasta llegar a un acuerdo con Japón [efectivamente, el día 5
de septiembre la URSS y el Japón firman un acuerdo en Moscú que
interrumpe el enfrentamiento que sostenían en la frontera manchú; el 13 de
abril de 1941 la URSS y el Japón firman un pacto de no agresión]. Más
aún, es bastante probable que, a cambio de Polonia, Hitler le deje a Moscú
las manos libres respecto a los estados del Báltico fronterizos con la URSS
[así fue, esto estaba previsto en los apartados secretos del pacto]. Sin
embargo, aunque las <ventajas> sean grandes, son, en el mejor de los
casos, pasajeras; la única garantía es la firma de Ribbentrop en un <pedazo
de papel>” (V.125). Garantía que caducó el 22 de junio de 1941, cuando la
Wehrmacht invadió la Unión Soviética.
En base a los acuerdos secretos del pacto nazi-soviético, el 17 de
septiembre la URSS cruza la frontera oriental de Polonia y el 30 de
noviembre invade Finlandia. A pesar de que el Ejército Rojo dispone de
una superioridad militar abrumadora no es capaz de doblegar al ejército
finlandés hasta marzo de 1940. Esta campaña demuestra que el ejército
soviético carece de mandos competentes, no sólo tardó meses en vencer a
un adversario muy inferior sino que además sus bajas fueron infinitamente
superiores a las del ejército finlandés. La bancarrota operativa del Ejército
Rojo salta a la vista, lo que dará impulso al plan nazi de invadir la Unión
Soviética. El 12 de marzo el gobierno finlandés firma la rectificación de
fronteras a favor de la URSS.
La invasión de Finlandía produce estupor en general e indignación
entre los sectores de la izquierda. En un artículo fechado el 13 de marzo
Trotski enjuicia el proceder soviético: “[Stalin] comenzó una guerra
vergonzosa, sin perspectivas claras, sin preparación moral ni material (…).
148
Durante dos meses y medio el Ejército Rojo no conoció más que la derrota,
el sufrimiento y la humillación. No se había previsto nada, ni siquiera el
clima (…). El hecho de no haber obtenido el brillante triunfo prometido
sobre un adversario más débil constituyó en sí mismo una derrota (…).
Stalin se asustó ante el peligro de una intervención de Inglaterra y Francia
(…), y se retiró. La trágica aventura acabó en una paz bastarda (…). Es
cierto que Rusia consiguió algunas ventajas estratégicas, ¡pero a qué
precio! Se ha socavado el prestigio del Ejército Rojo, se perdió la confianza
de las masas trabajadoras y los pueblos oprimidos de todo el mundo. En
consecuencia, se debilitó la situación internacional de la URSS en lugar de
fortalecerse” (V.125).
Con la agresión a Finlandía la URSS corrió el peligro de verse
atacada por los futuros aliados, Inglaterra y Francia. Los Estados Mayores
de esos países hicieron planes no para contener a Hitler sino para ayudar a
Finlandia y para apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso. El
ataque de Hitler en la Europa Occidental, que comenzó el 10 de mayo de
1940, y que tenía como objetivo la conquista de Francia, que capituló el 22
de junio, paralizó este potencial proceder, pero también le metió miedo a
Stalin porque la fulgurante victoria de los ejércitos de Hitler en el Oeste
dejaban a la máquina bélica nazi en disposición de atacar a la URSS. Al
amparo de la marcha triunfante de la Wehrmacht en el Oeste, la Unión
Soviética va ocupando Letonia, Lituania y Estonia, a las que al poco
tiempo convertirá en repúblicas de la URSS: el 21de julio a Letonia, el 3 de
agosto a Lituania y el 6 de agosto a Estonia. Pero estos incrementos
territoriales no se podían convertir en triunfos estratégicos militares porque
el Ejército Rojo estaba acéfalo. Ahora que el triunfo nazi estaba
consolidado y que la invasión de la URSS es cuestión de poco tiempo, es
imprescindible librarse ya de Trotski. Stalin teme que la guerra traiga
consigo la revolución, cuyo portaestandarte es Trotski. Éste ya señalara
perfectamente su proceder político en multiples ocasiones, atacar a Stalin y
defender la URSS. Proceder que el viejo revolucionario volverá a ratificar
públicamente en el artículo del 13 de Marzo: “Considero que el principal
peligro para la URSS en la actual situación internacional lo representan
Stalin y la oligarquía que él encabeza. La lucha abierta contra ellos, a la
vista de toda la opinión pública mundial, es para mí inseparable de la
defensa de la URSS” (V.125). Trotski ahora estaba aislado pero la guerra y
la revolución podrían acabar con este aislamiento. Había que matarlo ya.
41. La naturaleza del Estado soviético
Para un sector de los seguidores de Trotski el proceder del gobierno
soviético hace de la URSS un Estado indefendible desde la óptica de los
intereses políticos de la clase trabajadora. Su degeneración es máxima. Ya
149
no tiene nada de progresista, dicen. Sin embargo, Trotski insistirá en sus
escritos, una y otra vez, sobre el carácter históricamente progresista del
Estado soviético, a pesar de su aberrante superestructura política.
La tentación de ver la Historia en blanco y negro y no en todos los
colores del arco iris impulsa a más de uno. Este proceder también se instaló
entre algunos seguidores de Trotski. Así, el Viejo tuvo que insistir en el
argumento de que la defensa de la URSS no era la defensa de su casta
burocrática. Concretamente, en una parte del estadounidense Socialist
Workers Party, la sección más importante por entonces de la IV
Internacional, no se entendía el dialéctico proceder de Trotski: defender la
URSS y atacar a su gobierno. Por eso el sólido revolucionario tuvo que
reiterarse en sus argumentos. El 12 de septiembre de 1939 le remitía una
carta a James Cannon en la que le comunicaba: “Querido Jim: Estoy
escribiendo un estudio sobre el carácter social de la URSS en relación con
el problema de la guerra” (V.105, p.7). Efectivamente, en aquel primer
artículo, intitulado “La URSS en guerra” empezaba preguntando “¿Es
posible, una vez concluido el acuerdo germano-soviético, seguir
considerando a la URSS como un estado obrero?” (V.105, p.9). Y pasaba a
la explicación: “El tratado con Hitler no es sino un dato más del grado de
degeneración de la burocracia soviética, y de su desprecio por la clase
trabajadora internacional, incluido el Comintern, pero no la base para una
revaluación de nuestra concepción sociológica de la URSS (…). Si
consideramos a la burocracia soviética como una <clase>, debemos
reconocer inmediatamente que no se parece a ninguna de las clases basadas
en la propiedad que hemos conocido en el pasado. Frecuentemente
llamamos <casta> a la burocracia soviética, tratando de simbolizar así su
carácter cerrado, su gestión arbitraria y la altanería de su estrato dirigente
(…). Un órgano social (y esto son las clases, incluidas las clases
dominantes) sólo puede comprenderse como el resultado necesario del
desarrollo de las necesidades de la producción (…). La justificación
histórica de toda clase dominante consiste en afirmar que el sistema de
explotación que capitanea lleva al desarrollo de las fuerzas productivas a un
nuevo nivel. Fuera de toda duda, el régimen soviético ha dado un gran
impulso a la economía. Pero la fuente de este impulso fue la
nacionalización de los medios de producción y la planificación económica,
y no el hecho de que la burocracia usurpara el mando de la economía. Por
el contrario, el burocratismo, como sistema, ha sido el peor enemigo del
desarrollo técnico y cultural del país (…). Durante algún tiempo, esto
estuvo oculto por el hecho de que la economía soviética tuvo que dedicar
dos décadas a asimilar la tecnología y la organización de la producción de
los países capitalistas avanzados (…). Pero cuanto más se desarrolla la
economía y experimente demandas más complejas, más insoportable es el
obstáculo del régimen burocrático. La aguda y constante contradicción
150
entre ambos elementos conduce a constantes convulsiones políticas y a la
eliminación sistemática de los elementos más creativos en todas las esferas
de actividad. De este modo, antes que la burocracia haya conseguido
producir una <clase dominante>, ha entrado en contradicción
irreconciliable con las exigencias del desarrollo. La explicación de esto
debe basarse precisamente en el hecho de que la burocracia no es el
portador de un nuevo sistema económico peculiar e imposible sin ella, sino
un parásito que crece en un estado obrero. La oligarquía soviética posee
todos los vicios de las antiguas clases dominantes, pero carece de su misión
histórica (…). Las dos condiciones de la omnipotencia de la burocracia –el
atraso del país y el entorno imperialista- tienen, sin embargo, un carácter
temporal y transitorio y deben desaparecer con el triunfo de la revolución
mundial (…). La revolución mundial suprimiría la amenaza exterior, que es
otra de las causas de la burocratización. La eliminación de la necesidad de
gastar una parte enorme del producto nacional en armamento elevaría aún
más el nivel cultural y de vida de las masas” (V.105, pp.10-12).
Es muy común que ante un fracaso político coyuntural la pesimista
fracción pequeño-burguesa de una organización de izquierdas se instale en
la angustia existencial. Así, la deformación de la dirección del Estado
soviético sumió a más de uno de los “seguidores” de Trotski en el
pesimismo y fue para algunos la excusa perfecta para alejarse de la lucha
política en pro del socialismo. Trotski explica: “La crisis de la sociedad
capitalista, que tomó un carácter manifiesto en julio de 1914, produjo,
desde el primer día de guerra, una profunda crisis en la dirección del
proletariado (…). El proletariado de los países avanzados todavía no ha
sido capaz de producir una dirección a la altura de las tareas históricas de
nuestro tiempo. El ejemplo de Rusia nos revela, sin embargo, que es
posible (…). Los desilusionados y aterrorizados pseudo-marxistas de todo
tipo responden (…) que la bancarrota de la dirección <refleja>
simplemente la incapacidad del proletariado para cumplir su misión
histórica (…). Todos ellos –ultraizquierdistas, centristas, anarquistas, por
no hablar de los stalinistas y los socialdemócratas- cargan el peso de sus
propios errores sobre las espaldas del proletariado” (V.105, p.17).
La Historia es la gran maestra. Ni un científico-social tan genial
como Marx pudo pensar que el primer intento de conquistar el socialismo
se daría en un país con una base capitalista atrasada. Ni la impresionante
profundidad análitica de los dos más grandes líderes revolucionarios de la
clase trabajadora, Lenin y Trotski, pudieron prever que el primer Estado
Obrero de la Historia Universal iba a ser derrotado por su degeneración y
no por las armas bélicas del capitalismo. Trotski, porfiado reflexionador del
caminar histórico, dice: “La Revolución de Octubre no fue un accidente.
Fue un anticipo del futuro (…). Esperábamos la caída del Estado soviético,
no su degeneración (…). La degeneración ha de acabar necesariamente en
151
caída al llegar a un determinado punto [recordemos que esto lo escribió en
el ¡año 1939!]. Un régimen totalitario, sea del tipo stalinista o fascista,
puede ser, esencialmente, un régimen temporal y transitorio (…). Un
régimen totalitario es capaz de suprimir las contradicciones sociales
durante un tiempo, pero es incapaz de autoperpetuarse” (V.105, p.18). Qué
“profético” suena este decir a los ciudadanos que sobrevivieron a la
Segunda Guerra Mundíal. Qué “proféticos” le parecerán a las generaciones
del siglo XXI que se vayan asomando a la ventana de la Historia. Pero
estos decires no tenían nada de profecías, eran, sencillamente, producto del
genio dialéctico.
Ver, comprender, la realidad inmediata es el mejor anticipo de
futuro. Trotski insiste: “¿Qué defendemos de la URSS? No precisamente
aquello en lo que se parece a los países capitalistas, sino en lo que se
diferencia (…). La propiedad estatal. Sólo en este sentido defendemos a la
URSS (…). Los trabajadores soviéticos deben defender la propiedad estatal
no sólo contra el parasitismo de la burocracia, sino también de todo tipo de
tendencia hacia la propiedad privada (…). La política exterior es la
continuación de la política interna. Si en política interna consideramos que
la defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre implica una lucha
a muerte con la burocracia, debemos hacer lo mismo en política exterior
(…). Si Hitler gana la guerra, empezará por devolver a los capitalistas
alemanes todo lo expropiado (…). Hoy Hitler es amigo y aliado de Stalin;
pero en cuanto consiga una victoria en el Frente Occidental con la ayuda de
Stalin, volverá sus armas contra la URSS” (V.105, pp.20-21). Por lo tanto,
en el caso de guerra entre dos sistemas totalitarios como la Alemania nazi y
la Rusia soviética no se puede ser imparcial. Trotski lo expresa claramente:
“Supongamos que Hitler dirige sus armas hacia el Este y ocupa los
territorios en que se encuentra ahora el Ejército Rojo. En esas condiciones,
los partidarios de la IV [Internacional], sin cambiar para nada su actitud
hacía la oligarquía del Kremlin, serán los primeros en el frente porque
considerarán que la tarea más urgente del momento es la resistencia frente a
Hitler (…). Esta clase de <defensa de la URSS> es diferente, tan diferente
como el cielo de la tierra, de la defensa oficial que se está haciendo bajo el
slogan <¡Por la Patria! ¡Por Stalin!>. Nuestra defensa de la URSS se lleva
a cabo bajo el slogan <¡Por el socialismo! ¡Por la Revolución Mundial!
¡Contra Stalin!>” (V.105, p.25).
Dado que el objeto del marxismo es diagnosticar para actuar
socialmente, Trotski concluye este artículo dando una recomendación
táctica a sus camaradas: “Debemos formular nuestros slogans de forma que
los trabajadores vean claramente lo que estamos defendiendo de la URSS
(propiedad estatal y economía planificada) y contra quien dirigimos nuestra
lucha sin cuartel (la burocracia parasitaria y la Comintern). No debemos
perder de vista ni por un momento el hecho de que para nosotros la
152
destrucción de la burocracia soviética está subordinada a la preservación de
la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS” (V.105,
p.26).
Max Schatman era el camarada más relevante de la minoría disidente
del SWP. Trotski, al final de una breve carta, le dice: “Los camaradas están
indignados por el pacto Hitler-Stalin. Es natural. Quieren tomarse la
revancha con Stalin. Muy bien. Pero hoy no estamos preparados para
destruir el Kremlin inmediatamente. Algunos camaradas se conforman con
una satisfacción puramente voluntarista: le quitan a la URSS el título de
Estado Obrero, como le quita Stalin a un funcionario caído en desgracia la
Orden de Lenin. A mí esto me parece, querido amigo, un poco infantil. La
sociología marxista y la histeria son absolutamente irreconciliables”
(V.105, p.28). En otra carta, Trotski le insiste: “La defensa incondicional
de la URSS significa, simplemente, que nuestra política no está
determinada por la hazañas, maniobras o crímenes de la burocracia del
Kremlin, sino solamente por nuestra concepción de los intereses del estado
soviético y de la revolución mundial” (V.105, p.47). Posteriormente, ya en
un extenso artículo, dedicado al conjunto de la organización, Trotski hace
una síntesis pedagógica: “¿Qué significa <estado obrero degenerado> en
nuestro programa? (…). 1) los rasgos que, en 1920, eran <deformaciones
burocráticas> del sistema soviético, se han convertido en un régimen
burocrático independiente que ha devorado los soviets; 2) la dictadura
burocrática, incompatible con las tareas internas e internacionales del
socialismo, ha introducido, y sigue introduciendo, profundas
deformaciones en la vida económica del país; 3) sin embargo, el sistema de
economía planificada, sobre la base de la propiedad estatal de los medios
de producción, se ha conservado básicamente, y sigue siendo una conquista
colosal de la humanidad. La derrota de la URSS por el imperialismo
significaría no sólo la liquidación de la dictadura burocrática, sino de la
economía planificada; el desmembramiento del país bajo esferas de
influencia diferentes; una nueva estabilización del imperialismo, y un
nuevo debilitamiento del proletariado mundial” (V. 105, p.146). En fin, no
nos queda más remedio que volver a llamar la atención sobre la capacidad
“profética” del método dialéctico en manos competentes. Esta cita tiene
fecha del 24 de enero de 1940.
La mayoría del SWP, liderada por James Cannon, se posicionaba con
las tesis de Trotski. El partido estaba preparando su congreso y Trotski
pone énfasis en la necesidad de la libertad de discusión y nada de
expulsiones. También hace otra recomendación más de dialéctica táctica:
“cada delegado elegido por su sección debe tener derecho a sopesar todos
los argumentos expuestos en el congreso y a votar según le dicte su juicio
político, y si, después del congreso, no es capaz de convencer a su
153
organización de lo correcto de sus apreciaciones, ésta debe privarle
consecuentemente de su confianza política” (V.105, p.39).
No todos sus seguidores entendieron este sencillo análisis,
entendiendo por sencillo la síntesis de lo complejo y no el simple, vulgar,
ramplonismo. En el SWP se terminó por dar una escisión de aquellos que
consideraban que la URSS era del todo indefendible. Crearon un nuevo
partido que al poco también se escindió. Pero no fueron los únicos que se
desnortaron por culpa de la stalinofobia. A la muerte de Trotski, su propia
inseparable compañera, cuyo apoyo emocinal fuera tan trascendente para
Trotski, la camarada Natalia, perdió la orientación política al negarle a la
URSS el carácter que tenía de progresista y que tanto defendiera su
hombre. En la misma onda se situó un espíritu revolucionario como
Manuel Fernández Grandizo (Munis), miembro que fuera de los
Bolcheviques-Leninistas del Estado español. Más allá del paraguas político
protector de Trotski, Julián Gorkin, valeroso militante del POUM en la
revolución española y estudioso clarificador del entramado que llevó al
asesinato de Trotski, terminó haciendo el objeto de su existencia luchar
contra la superestructura de la URSS sin defender sus conquistas históricas,
lo que le llevó a buscar aliados en el Aparato Ideológico de los EEUU. No
es fácil ser “profeta”.
42. El método marxista
Ante el despiste ideológico y político que generó el proceder del
gobierno soviético entre las filas de los propios seguidores de Trotski, éste
se vió en la necesidad de defender la utilidad social del materialismo
dialéctico. De su aplicación a la política lo hizo en una serie de artículos,
algunos de los cuales acabamos de citar, que están recogidos bajo el
genérico título de “En defensa del marxismo”. De su aplicación a las
ciencias sociales ya se dedicara antes, en un breve texto que lleva por título
“¿Qué es el marxismo?”. Hacer hincapié en que estos decires los elaboró al
final de su vida, en los años 1939-1940, cuando su intelecto estaba en la
cúspide creativa.
La necesidad política de reverdecer entre sus seguidores los
argumentos que lleven a comprender que la dialéctica es el estudio del
movimiento de la naturaleza, de la sociedad y del pensar, práctica de
imprescindible
dominio para una correcto quehacer partidario
revolucionario, hizo que elaborara una “Carta abierta al camarada
Burham”, datada el 7 de enero de 1940. Éste camarada era miembro de la
minoría del SWP, minoría que terminará escindiéndose por propia
voluntad. En ella va a reflexionar sobre la dialéctica aunque el camarada
citado sólo quería discutir “cuestiones concretas”, como si para hacer esto
fuese suficiente el vulgar empirismo. Dice Trotski: “La dialéctica,
154
permítame recalcarlo una vez más, es la lógica de la evolución (…).
Conozco sólo dos sistemas lógicos dignos de atención: la lógica de
Aristóteles (lógica formal) y la lógica de Hegel (dialéctica) (…). Las
formas del pensamiento lógico se desarrollan en nuestro proceso de
adaptación a la naturaleza (…). Una doctrina filosófica correcta, esto es, un
método de pensamiento adecuado, es de importancia tan significativa para
un partido revolucionario como un buen almacén es importante para la
producción (…). El materialismo dialéctico no es, por supuesto, una
doctrina eterna e inmutable. Pensar lo contrario es, precisamente, traicionar
el espíritu de la dialéctica. El desarrollo futuro del pensamiento científico
creará una doctrina más profunda en la que el materialismo dialéctico no
será más que un elemento estructural. Sin embargo, carecemos de base para
suponer que esta revolución filosófica se produzca antes que la decadencia
del régimen burgués, sin mencionar el hecho de que no nace un Marx todos
los días, ni todas las décadas. La misión, a vida o muerte, del proletariado
de hoy consiste en rehacer el mundo de arriba abajo, no en reinterpretarlo
de nuevo. En un futuro próximo, podemos esperar grandes revolucionarios
de acción, pero no un nuevo Marx. La humanidad sólo sentirá la necesidad
de revisar la herencia cultural del pasado cuando haya sentado las bases de
una cultura socialista, y entonces la sobrepasará ampliamente, no sólo en el
campo de la economía, sino también en el de la creación intelectual (...).
[Que el manejo de la dialéctica es trascendente para el correcto desarrollo
de un partido revolucionario radica en que] la experiencia histórica
demostró que la mayor revolución conocida en la historia no la dirigió el
partido que empezó poniendo bombas [el narodni] sino el partido que
empezó con el materialismo dialéctico [el bolchevique] (…). Lenin siempre
explicaba a los enamorados de las <tareas políticas concretas> que nuestra
política es de principios, y no coyuntural; que la táctica está subordinada a
la estrategia; que, para nosotros, el contenido principal de cada campaña
política es guiar a los trabajadores de los problemas concretos a los
generales, para enseñarles el verdadero carácter de la sociedad moderna y
de sus fuerzas fundamentales (…). Sólo es posible una discusión fructífera
sobre <cuestiones concretas> si establecemos previamente, con toda
claridad, las premisas de clase de las que partimos (…). Toda discusión
seria lleva de lo particular, incluso accidental, a lo general y fundamental
(…). El carácter dialéctico de la discusión procede del hecho de que su
curso objetivo se determina por el conflicto vivo entre tendencias opuestas,
y no obedece a ningún plan lógico predeterminado. El carácter materialista
de la discusión se debe a que refleja las presiones de las distintas clases
(…). La política del partido tiene carácter de clase. Es imposible llegar a
establecer una orientación política correcta sin un análisis de clase del
estado, los partidos y las tendencias ideológicas. El partido debe condenar,
como vulgar oportunismo, el intento de establecer políticas en relación a la
155
URSS de incidente en incidente e independientemente de la naturaleza de
clase del Estado soviético” (V.105, pp.87-110).
El trabajo intitulado “¿Qué es el marxismo?” fue la introducción que
elaboró para el libro-resumen que el economista marxista Otto Rühle hizo
de “El Capital” de Marx. En este texto hace una síntesis tan clara del
materialismo dialéctico aplicado a las ciencias sociales (materialismo
histórico) que convierte la exposición en una joya pedagógica. Trotski va
explicando la importancia del método de Marx para comprender la
causalidad de los fenómenos sociales: “Mientras las realidades del proceso
económico son el trabajo humano, las materias primas, las herramientas, las
máquinas, la división del trabajo, la necesidad de distribuir los productos
terminados entre los participantes en el proceso de trabajo, etc., las
categorías como <mercancía>, <dinero>, <jornales>, <capital>,
<beneficio>, <impuestos>, etc., son únicamente reflejos semimísticos en
las cabezas de los hombres de los diversos aspectos de un proceso
económico que no comprenden y que no pueden dominar. Para descifrarlos
es indispensable un análisis científico completo (…). Quienquiera que no
haya razonado, siguiendo los pasos de Marx, la naturaleza esencial de la
mercancía como célula básica del organismo capitalista, estará incapacitado
para comprender científicamente las manifestaciones más importantes de
nuestra época (…). [Marx considera al hombre] como un eslabón natural en
el proceso evolutivo de la naturaleza material; a la sociedad como la
organización para la producción y la distribución; al capitalismo como una
etapa en el desarrollo de la sociedad humana. La finalidad de Marx no era
descubrir las <leyes eternas> de la economía. Negó la existencia de
semejantes leyes. La historia del desarrollo de la sociedad humana es la
historia de la sucesión de diversos sistemas económicos, cada uno de los
cuales actúa de acuerdo con sus propias leyes (…). Marx no estudia en “EL
Capital” la economía en general, sino la economía capitalista, que tiene sus
leyes específicas propias (…). Los fenómenos objetivos del capitalismo
fueron formulados antes de que la ciencia comenzara a pensar seriamente
sobre ellos. Hasta hoy en día la mayoría preponderante de los hombres
nada saben acerca de las leyes que rigen la economía capitalista. Toda la
fuerza del método de Marx reside en su acercamiento a los fenómenos
económicos, no desde el punto de vista subjetivo de ciertas personas, sino
desde el punto de vista objetivo del desarrollo de la sociedad en su conjunto
(…). Para la ciencia económica lo que tiene un significado decisivo es lo
que hacen los hombres y cómo lo hacen, no lo que ellos piensan con
respecto a sus actos. En la base de la sociedad no se hallan la religión y la
moral, sino la naturaleza y el trabajo. El método de Marx es materialista,
pues va de la existencia a la conciencia y no en el orden inverso. El método
de Marx es dialéctico, pues observa como evolucionan la naturaleza y la
sociedad, y cómo la misma evolución es la lucha constante de las fuerzas
156
en conflicto (…). Las leyes que rigen las diversas esferas de la economía
capitalista –jornales, precios, arrendamiento, beneficio, interés, crédito,
bolsa- son numerosas y complejas. Pero en último término todas proceden
de una única ley descubierta por Marx y examinada por él hasta el final: es
la ley del valor del trabajo, que es ciertamente la que regula básicamente la
economía capitalista” (V.120, pp.24-26).
Trotski alerta que no todas las clases sociales están interesadas en
una comprensión científica del desarrollo de la sociedad: “La lucha de los
trabajadores contra los capitalistas obligó a los teóricos de la burguesía a
volver la espalda al análisis científico del sistema de explotación y a
ocuparse en una descripción vacía de los hechos económicos, el estudio del
pasado económico y, lo que es inmensamente peor, una falsificación
absoluta de las cosas tales como son, con el propósito de justificar el
régimen capitalista (…). [¿Por qué? Porque] la lucha de clases no es otra
cosa que la lucha por la plusvalía. Quien posee la plusvalía es el dueño de
la situación, posee la riqueza, posee el poder del Estado, tiene la llave de la
Iglesia, de los tribunales, de las ciencias y de las artes” (V.120, pp.25-26).
Vivimos en la etapa del imperialismo capitalista y, por lo tanto, nos
dice Trotski, “la vida del capitalismo monopolista de nuestra época es una
cadena de crisis. Cada una de las crisis es una catástrofe (…). La lucha por
conseguir mercados, materias primas y colonias hace inevitables las
catástrofes militares. Y todo ello prepara catástrofes revolucionarias (…).
La libertad del comercio internacional es inconcebible sin la libertad de
comercio interno, es decir sin la competencia. Y la libertad de la
competencia es inconcebible bajo el dominio del monopolio (…). La
libertad de comercio, como la libertad de competencia (…) pertenecen al
pasado irrevocable. Traer de vuelta el pasado es ahora la única prescripción
de los reformadores democráticos del capitalismo” (V.120, pp.31-34).
El socialismo será la única manera de racionalizar la vida económica
y social: “Si el propio equipo de trabajo fuese reequipado en base a un plan
socialista unificado, los cálculos sobre la producción podrían ser superados
considerablemente y se podría asegurar a todo el pueblo un nivel de vida
alto y cómodo en base a una jornada de trabajo extremadamente corta (…).
Lo que es indispensable y urgente es separar los medios de producción de
sus actuales propietarios parásitos y organizar la sociedad de acuerdo con
un plan racional (…). Todos los que sean capaces de trabajar deben
encontrar un empleo. La jornada de trabajo debe disminuir gradualmente
(…). Las palabras <pobreza>, <crisis>, <explotación> podrán ser arrojadas
de la circulación. La humanidad podrá cruzar finalmente el umbral de la
verdadera humanidad (…). La abolición de la propiedad privada de los
medios de producción es el primer prerrequisito para la economía
planificada, es decir, para la introducción de la razón en la esfera de las
relaciones humanas, primero en una escala nacional y, finalmente, en una
157
escala mundial (…). Con el ejemplo y la ayuda de las naciones adelantadas,
las naciones atrasadas serán también arrastradas por la corriente del
socialismo (…). Las contradicciones que despedazan a Europa y al mundo
entero encontrarán su solución natural y pacífica dentro del marco de los
Estados Unidos Socialistas de Europa, así como de otras partes del mundo.
La humanidad liberada llegará a su cima más alta” (V.120, pp.34-39). Aquí
están reflejadas las líneas maestras del programa socialista, el objeto de la
lucha política por el socialismo, derrumbar para siempre las bases de la
explotación y de la alienación, el leit motiv del quehacer del propio Trotski.
43. Una biografía inconclusa
Trotski se había puesto a escribir la biografía de Iosiv Visarionóvicht
Djugachvili, bien conocido por el seudónimo de Stalin. Aún inconclusa, se
puede asegurar que es una biografía que quiere explicar al personaje a
través de la relación dialéctica individualidad/proceso histórico. En
coherencia, Trotski hace un repaso de la historia del camino de la
revolución, desde su gestación hasta su deformación. Es en el recorrido
histórico donde busca las claves que expliquen la importancia de Stalin,
que no se puede entender de otra manera. Importancia que no proviene
precisamente de sus dotes intelectuales. Así se explica que una ocasión
Riazanov le dijera: “Déjalo, Koba, no te pongas en ridículo. Todo el mundo
sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte” (V.66, p.247) Otro miembro
del partido, Smirnov, apostillará: “es un hombre completamente oscuro e
insignificante” (V.66, p.247). Kámenev, que lo conocía a la perfección
dirá: “es exactamente un político provinciano” (V.66, p.247). Trotski
afirmará, en una valoración más totalizadora, “tiene sentido práctico,
perseverancia y tenacidad para conseguir lo que se propone. Pero su
mentalidad política no puede ser más limitada, ni más bajo y primitivo su
nivel teórico (…), es la más destacada mediocridad que hay en el partido”
(V.101, pp.532 y 539). Entonces, es imposible pensar que el hombre con
menos dotes para la política revolucionaria de toda la vieja guardia del
Partido Bolchevique pueda conquistar el poder si no es por causas
históricas que favorezcan el encumbramiento de un político tan ramplón.
Trotski explica el objeto de su ejercicio analizador a la perfección en la,
también inconclusa, introducción: “La finalidad de esta biografía política es
mostrar cómo se formó una personalidad de este género y cómo subió al
Poder usurpando el derecho a un papel tan excepcional” (V.123, p.5). Pero
él en la introducción va dando algunas claves que ya las sabe, por el
conocimiento directo que tiene del personaje, aunque quiere precisarlas en
el análisis del proceso histórico: “Stalin tomó posesión del Poder, no
valiéndose de sus cualidades personales [positivas], sino con ayuda de una
máquina impersonal. Y no fue él quien creó la máquina, sino la máquina
158
quien lo creó (…). Stalin no creó la máquina, sino que tomó posesión de
ella. Para esto se necesitaban cualidades [negativas] especiales y de
excepción” (V.123, pp.11-12). Efectivamente, claro que Stalin tenía unas
cualidades negativas excepcionales, tanto que le posibilitaron representar y
controlar al primer gran Estado Totalitario del mundo contemporáneo.
Stalin, fue, como todos somos, un producto de la Naturaleza y de la
Historia. El proceso histórico que trajo el triunfo de la contrarrevolución
explica que destacase en él su naturaleza ruin, mezquina, en dosis
mayúsculas, excepcionales. Así, su carácter envidioso y cínico, pero férreo,
le permitió ejercer el liderato político que necesitaba la casta burocratica
para poder absorber buena parte de las riquezas de la nación. Stalin lideró
el Estado burocrático porque su personalidad era la que tenía los caracteres
negativos más desarrollados para poder hacerlo. Así, el proceso histórico
explica el desarrollo de la concreta personalidad. Cada época histórica
requiere la personalidad adecuada. Asi como la revolución necesita
hombres y mujeres que representen los deseos emancipadores de las masas
trabajadoras, la contrarrevolución necesita individuos que encarnen el
retroceso histórico. Leer la biografía de Trotski sobre Stalin es volver a
repasar el proceso histórico que les tocó vivir juntos a los dos antagonistas;
proceso, que al ser analizado, le ratifica a Trotski lo que personalmente
siente como cierto.
44. Testamento político
Sabedor de que le quedaba poco tiempo de vida y de que era muy
posible que Stalin se adelantara a la factura de la naturaleza, Trotski
redactó su testamento político en febrero de 1940. En él está reflejado el
amor y el reconocimiento al papel de su compañera en su vida personal.
Natalia no fue por casualidad la compañera de Trotski. Hay que tener dosis
mayúsculas de amor a la lucha por un mundo mejor para mantener las
fuerzas incólumes ante el vendaval reaccionario y ayudar al Viejo a
combatirlo. Por eso Trotski dice: “Además de la felicidad de ser un
luchador por la causa del socialismo, el destino me dio la felicidad de ser su
marido” (V.25, p.430).
Su vida estuvo presidida por la lucha política en pro del socialismo.
Por eso él mismo nos dice: “En mi vida personal no hay nada que merezca
de por sí la publicidad. Todo lo que en mi pasado pueda haber de más o
menos extraordinario, hállase asociado íntimamente a las luchas
revolucionarias y recibe de éstas su relieve y valor” (V.101, p.13). Él
estuvo siempre al timón de su proceder, por lo que no tiene nada de lo que
arrepentirse y si un quehacer que legar: “Durante cuarenta y tres años de mi
vida consciente he sido un revolucionario, y durante cuarenta y dos años he
luchado bajo la bandera del marxismo. Si hubiera de comenzar otra vez,
159
trataría de evitar tal o cual error, pero el curso general de mi vida
permanecería inalterado. Moriré siendo un revolucionario proletario, un
marxista, un materialista dialéctico y, por consiguiente, un ateo
irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es menos
ardiente, sino más firme hoy, de lo que era en los días de mi juventud (…).
La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la limpien de todo mal,
opresión y violencia, y la disfruten a plenitud” (V.25, pp.430-431).
45. El asesinato de Trotski
El asesinato de Trotski se gestó directamente en el Kremlin. A
finales de marzo de 1939 Lavrenti Beria, que desde el 8 de diciembre de
1938 está al frente del Comisariado de Interior (NKVD), lleva a la
presencia de Stalin a un joven agente de la NKVD, Pavel Sudoplátov. Beria
le propone a Stalin que Sudoplátov se ocupe de eliminar a Trotski. Stalin
asiente y dice: “En el movimiento trotskista no hay figuras políticas
importantes aparte del propio Trotski. Eliminado Trotski, la amenaza
desaparece. Trotski debe ser eliminado antes de que acabe el año y la
guerra estalle irremediablemente. Como prueba la experiencia de España,
sin la eliminación de Trotski no podemos confiar en nuestros aliados de la
Internacional Comunista” (V.99, p.103).
La operación de asesinar a Trotski recibe el nombre en clave de
“Utka” (Patraña). Sudoplátov pide 300 mil dólares para financiarla, Stalin
se los concede. En comunión con Sudoplátov, coordinará la Operación
Utka el también agente de la NKVD Naum Eitingon, llamado Leonid. De
esta manera, Sudoplátov y Eitingon serán los organizadores en la cúspide
del asesinato de Trotski. Los seguirán en la jerarquía de este trabajo Grigori
Rabinóvitch (el “judio francés”) y Vittorio Vidali (el Carlos Contreras de la
guerra civil española, o el Eneas Sormenti, sicario y organizador de
sicarios). Para ello contarán con los servicios del PC de los EUU y del
PCM, asi como de agentes llegados a México al amparo de la acogida que
el gobierno mexicano le otorga a los refugiados de la guerra civil española.
El primer intento de liquidar físicamente a Trotski se le va a encargar
al pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, miembro del PCM y que
participara en la guerra civil española mandando la Brigada 82, donde se le
conocía por el sobrenombre de El Coronelazo. El atentado vino precedido
de una campaña de prensa brutal en los periódicos controlados por los
stalinistas, tales como el rotativo “El Popular” y la revista “Futuro”. El 19
de mayo de 1940 el propio órgano del PCM, “La Voz de México”, pide la
expulsión de Trotski del país “por su actividad antiproletaria y
antimexicana” (V.7, p.898). Delante de este ataque de prensa Trotski
afirmará con pleno convencimento que “la gente escribe así sólo cuando
está dispuesta a cambiar la pluma por la ametralladora” (V.25, p. 437).
160
A las cuatro de la madrugada del 24 de mayo un comando de unas
veinte personas, disfrazadas de policías unos y de soldados otros, liderado
por Siqueiros, se va a introducir en la Casa de la Avenida Viena de
Coyoacán después de maniatar a los policías que guardan la entrada y de
que un miembro de la guardia personal de Trotski, Bob Sheldon Harte, les
abra la puerta. Penetran en el recinto y se dirigen a los aposentos de Trotski
y Natalia. Hacen más de cien disparos, a pesar de lo cual Trotski y Natalia
salen ilesos por el básico método de tumbarse en el suelo. Sólo el nieto de
Trotski, Seva, resultó ligeramente herido. Que un atentado tan bien
preparado no tuviera éxito hizo sospechar al propio jefe de la policia
secreta mexicana, el coronel Sánchez Salazar, de que aquel acto fuera un
autoatentado, tanto fue así que hasta detuvo a colaboradores de Trotski. La
prensa pro stalinista también escribe en esa dirección. El PCM emite un
comunicado donde afirma que el atentado es en realidad una provocación
del propio Trotski. Sin embargo, el ágil trabajo de la policía mexicana va a
llevar a la detención de varios asaltantes y del propio Siqueiros, que se
había ido a refugiar en el campo.
El clamoroso fracaso lleva a Sudoplátov a la presencia de Stalin.
Éste insiste en que hay que atentar una vez más contra Trotski, por lo que
se aprueba un plan de repuesto. Esta insistencia en matar a un viejo que
está en otro continente, a miles de quilómetros de la URSS, es producto de
la certeza de Stalin del papel que Trotski jugaría como revolucionario en la
revolución que puede desencadenarse por culpa de la guerra. No era el
único que hacía esta valoración. El 25 de agosto de 1939 el embajador
francés Coulondre ya le había dicho a Hitler: “Me temo que al final de la
guerra no haya más que un vencedor: el señor Trotski” (V.66, p.632). Así,
no es ilógico pensar que si Stalin tenía miedo en marzo de 1939 del papel
que Trotski jugaría en una revolución traída por la guerra, este miedo se
acrecentaría el 22 de junio de 1940 con la claudicación de Francia ante el
IIIº Reich, lo que posibilitaba el ataque nazi a la URSS. Este temor a buen
seguro que incrementó las presiones para que se acabase ya de una vez con
Trotski.
¿Cuál era el plan de repuesto? Ramón Mercader del Río. Éste nació
en Barcelona el 7 de febrero de 1913. Era hijo de Pablo Mercader y
Caridad del Río. Su madre, conocida como Caridad Mercader, era militante
del PSUC y agente de la NKVD. El propio Eitingon era su amante. Ramón
siguió los pasos de su madre. Como agente de la NKVD va a conocer en
París, por intermedio de la stalinista Ruby Weil, a Sylvia Agelov. Ramón,
buen mozo, conquista enseguida el corazón de la no muy agraciada Sylvia.
Ésta era una decidida militante trotskista que tenía acceso al propio Trotski,
motivo por el cual se le ordenará a Ramón acercarse a ella. Lo hizo bajo la
falsa identidad belga de Jacson Mornard. Sylvia partió para New York y
hasta allí la siguió Jacson al cabo de unos meses. Le explica a la moza que
161
tuvo que huir de Europa para no combatir y que por eso traía un pasaporte
falso a nombre de Frank Jacson. Al poco, el agente Ramón le dice a la
enamorada Sylvia que le salió un trabajo en México y le propone que ella
vaya a vivir con él, lo que ella acepta gustosa.
La introducción de Ramón en el círculo de la Casa de la Avenida
Viena se hace con parsimonia. Él se limita a acompañar a Sylvia y la espera
fuera de la casa, con el coche. El cauteloso agente se va dando a conocer.
Entra en la casa por vez primera en el mes de marzo, acompaña a Sylvia
que se viene a despedir de Trotski ya que parte para New York. Pero tras el
fracasado atentado de Siqueiros hay prisa en la NKVD. El 28 de mayo de
1940 Ramón franquea una vez más la puerta de la casa de Trotski,
convertida después del atentado en una pequeña fortaleza. La excusa no
podía ser más natural, el matrimonio Rosmer, amigos íntimos de Trotski,
finalizan su visita al viejo revolucionario y parten para Francia. Van a
coger el barco en Veracruz y Ramón se ofrece a llevarlos. Entra para
recogerlos. Casualmente conoce a Trotski. En junio Ramón parte para
New York. Allí Eitingon y Rabinóvitch le darían la orden de matar a
Trotski. Retorna haciéndose pasar por un neófito trotskista, la excusa
perfecta para presentarle al propio Trotski el borrador de un artículo
político. Trotski, para ojearlo, lo pasa a su despacho. Sin saberlo le
propiciaba al agente stalinista ensayar su acto criminal.
La tarde del martes 20 de agosto, Ramón Mercader se presenta en la
Casa de la Avenida Viena. Le trae a Trotski el artículo corregido. Trotski lo
pasa a su estudio. Se inclina para leerlo, lo que aprovecha Ramón Mercader
para sacar de su abrigo un piolet con el que le asesta un golpe brutal a
Trotski en la frente. Éste, en vez de caer derrumbado en silencio por el
impacto, lo que le hubiera permitido a Mercader salir tranquilamente y
huir, da un grito tremendo que alerta a los guardias que entran, apresan y
golpean al terrorista. Trotski sangra a mares por la mortal herida. Natalia lo
acuna en el suelo. Trotski le dice: “Te amo, Natalia”. Ella pone una
almohada debajo de la cabeza y le aplica hielo en la herida. Al poco llega la
ambulancia. Lo trasladan al hospital. Natalia lo desviste para la operación y
lo despide con un tierno beso que él siente porque lo contesta. Entra en
coma. Los cirujanos lo operan. Trotski todavía aguanta horas con vida.
Pero a las 19.25 horas del 21 de agosto de 1940 moría. El viejo León dejara
de rugir.
162
Apéndices
I) Congresos del Partido Bolchevique
A) Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia,
POSDR
1º Congreso (1898): nueve socialdemócratas que
representaban a organizaciones locales de San Petersburgo, Moscú,
Kiev, Ekaterinoslav y a los trabajadores judíos del Bund se juntaron
en Minsk (Bielorrusia), en el piso del ferroviario Rumiántsev, del 1
al 3 de marzo para fundar el “Partido Obrero Socialdemócrata de
Rusia” (explicitando que no se referían a la Rusia étnica y sí al
territorio de la Rusia zarista). Se aprobó un “Manifiesto” del partido
cuyo autor fue el intelectual Peter Struve, un “marxista legal”. En él
se decía que “cuanto más hacia el este se camina en Europa, más
débil, ruin y cobarde es políticamente la burguesía y mayores las
tareas culturales y políticas que debe asumir el proletariado. La clase
obrera rusa deberá llevar sobre su fuerte espalda la carga de
conquistar la libertad política”. Al poco, los congresistas eran
detenidos. Ninguno de los fundadores desempeñó un papel dirigente
en las revoluciones rusas, pero el ejemplo tuvo continuadores.
2º Congreso (1903): se celebró de manera intermitente, por
culpa de la policía, desde el 17 de julio al 10 de agosto, primero en
Bruselas y después en Londres. Este congreso fue posible por el
trabajo preparatorio del grupo Iskra. Estuvo presidido por Plejánov,
el primer introductor y defensor del marxismo en la Rusia zarista.
Asistieron en total 57 delegados, que representaban a cientos de
trabajadores. 43 de ellos disponían de 51 votos y los otros 14
delegados tenían voz pero no voto. Este fue el verdadero congreso
fundacional. Ya representaba a una masa proletaria, sumaba a los
viejos del grupo Emancipación del Trabajo y a los nuevos militantes
que se estaban fogueando en la convulsa realidad rusa. Muchos de
sus delegados participarán en las revoluciones de 1905 y 1917. Se
aprobó por amplísima mayoría el programa, sólo tuvo un voto en
contra. Se pedían reformas democráticas tales como sufragio
universal, libertad de asociación y prensa, jornada de ocho horas,
prohibición del trabajo infantil, seguros de vejez e invalidadez,
prohibición de las multas a los obreros en las fábricas y algunas
reivindicaciones para los campesinos. No se hacía alusión a la
163
conquista del socialismo por razones tácticas. El debate sobre el
artículo primero de los Estatutos enfrentó a Lenin y Mártov. El
primero quería militantes y al segundo le era suficiente con afiliados.
Lenin perdió la votación, 28 votos en contra. Mas los delegados del
Bund se retiraron del congreso porque la mayoría no reconocía al
Bund el derecho exclusivo para representar al proletariado de origen
judío. Como los delegados del Bund votaran en contra de la
redacción de Lenin este se encontró con la mayoría. Lenin propuso,
por razones de operatividad política, reducir a tres los miembros de
la redacción de Iskra (Mártov, Plejánov y Lenin), retirando de ella a
viejas glorias. La propuesta tuvo 25 votos a favor, 2 en contra y 17
abstenciones. No obstante, Martov rechazó participar en la redacción
de Iskra. Aún más, la minoría (mencheviques) se retiró del congreso.
La mayoría (bolcheviques) nombró el Comité Central, pero la
posterior defección de Plejánov y la salida de Lenin de la redacción
de Iskra terminó dejando al CC y a Iskra bajo la batuta de los
mencheviques. El POSDR estaba temporalmente escindido. Por
entonces esto no se veía como definitivo. Trotski, que participó en
este congreso, estará durante años a favor de la unificación. De
hecho, los congresos de 1906 y 1907 fueron unitarios.
3º Congreso (1905): Se efectuó en Londres desde el 12 hasta
el 27 de abril. Asistieron 38 delegados, 14 de ellos con voz pero sin
voto. Este fue un congreso exclusivamente de los bolcheviques; en
rigor, el primer congreso bolchevique. Los mencheviques
organizaron una conferencia en Ginebra. Este congreso se dio al
calor de la revolución, por lo que la cuestión de la insurrección tuvo
mucha importancia. Esta se tenía que hacer con el apoyo de las
masas y organizadamente ya que nada tenía que ver con un golpe de
mano, putsch, dado por unos pocos iluminados tal y como en el siglo
XIX hacían los blanquistas y sus seguidores en el XX. También se le
prestó mucha atención a la cuestión agraria, cuestión esta de vital
importancia porque la inmensa mayoría de la población era
campesina y los eseristas sus representantes políticos. Se produjo un
choque de Lenin con los “hombres del comité” (komitechiki), que
haciendo un trabajo organizativo clandestino imprescindible para el
partido estaban acostumbrados al ordeno y mando y no le daban
entrada a los obreros en los comités del partido. El congreso eligió
un nuevo comité central y decidió sacar un nuevo periódico semanal,
“Proletari”.
4º Congreso (1906) : este congreso fue convocado por un
comité central unificado, compuesto de bolcheviques y
mencheviques. Fue pues, el congreso de la unidad de las dos
164
fracciones de la socialdemocracia rusa. Se celebró en Estocolmo
durante el mes de abril. Se decidió la participación en la primera
Duma. Lenin, en un informe sobre el congreso que escribió para los
obreros de San Petersburgo, recomendaba este proceder muy
encarecidamente: “Durante las elecciones a la Duma es obligatoria la
unidad completa de acción. El congreso decidió la participación en
todos aquellos sitios en los que haya elecciones. Durante estas,
ninguna crítica de la participación en las elecciones. La acción del
proletariado debe ser una”.
5º Congreso (1907): Se celebró en Londres del 30 de abril al
19 de mayo. También fue un congreso unitario, el último. Asistieron
a él los grandes cuadros de la socialdemocracia de la Rusia zarista,
entre ellos: Plejánov, Mártov, Axelrod, Dan (mencheviques). Lenin,
Zinóviev, Kámenev, Tomski (bolcheviques). Trotski, que no
pertenecía a ninguna de las dos fracciones. Rosa Luxemburg, el
cuadro más importante de la socialdemocracia polaca. El escritor
Máximo Gorki y, también, un georgiano desconocido que respondía
al seudónimo de Ivanov y que pasará a la Historia como Stalin.
Asistieron 336 delegados que representaban a unos 77 mil militantes.
El congreso debatió sobre la Duma, los sindicatos, la lucha
guerrillera, el quehacer en el ejército, la crisis económica y la
organización, entre otros apartados. Un punto de muchísima
importancia fue la actitud ante los partidos burgueses. Aquí estaba el
epicentro del proceder político a ejercer en la futura revolución, que
la Historia traerá en 1917: ¿la revolución la lideraría la burguesía o el
proletariado? Para los mencheviques la clase trabajadora sería la
fracción izquierda de la revolución liderada por la burguesía, por lo
que el objetivo a conquistar sería el Estado democrático-burgués
donde la clase trabajadora vigilaría para mantener sus derechos
políticos. Para Lenin serían los obreros la clase que lideraría el
proceso revolucionario si sabían atraerse al campesinado, la inmensa
mayoría social. Para Trotski, dado el retraso histórico con el que la
burguesía rusa llegaba al periodo revolucionario, sería la clase
trabajadora la que encabezaría la revolución y una vez conquistado el
poder la propia dinámica del proceso revolucionario le impediría
detenerse en la fase democrático-burguesa viéndose obligado a pasar
a la lucha por el socialismo. Las divergencias teóricas llevaron a que
en la práctica mencheviques y bolcheviques caminaran por separado
aunque este congreso unitario no podía, por su propia composición,
dilucidar la cuestión de una vez por todas. Esto le correspondería a la
propia Revolución, el irrefutable juez.
165
6º Congreso (1917): se inauguró el 26 de julio. Hacía años ya
que las dos fracciones de la socialdemocracia rusa, bolcheviques y
mencheviques, iban por separado. Separación que el propio proceso
revolucionario estaba ensanchando ya que los mencheviques, en
coherencia con su visión de que aquella era una revolución burguesa,
se negaban a darle el poder a los Soviets, donde eran mayoría, y
apoyaban al Gobierno Provisional. Como la rama bolchevique se
había visto incrementada por el grupo de los “meiraiontsi”, con
cuadros políticos tales como Trotski, Lunatcharski y Ioffe, esta
reunión congresual se denominó “Congreso de la Unificación”. Fue
presidido por Mijáilovich Sverdlov. Como a raíz de las Jornadas de
Julio Lenin y Zinóviev tuvieran que huir a Finlandía y Trotski,
Kámenev y otros líderes bolcheviques estaban presos, el congreso no
tomó verdaderamente ninguna decisión. Stalin, que se encargó de la
ponencia política, simplemente cubrió el expediente y no se entró a
debatir la propuesta de Lenin que consistía en retirar la vieja
consigna de “todo el poder a los Soviets”, visto que ese Sóviet de
mayoría menchevique y eserista se apoyaba en el Gobierno
Provisional y en el Ejército para represaliar a los trabajadores y
soldados petrogradenses y perseguir a los bolcheviques, por la nueva
consigna de “todo el poder a los comités de fábrica”. Si la coyuntura
era confusa para el propio Lenin, que pensaba que los Soviets
estaban perdidos para la revolución, cuanto más para un congreso sin
dirección política. Así, este congreso, celebrado en pleno proceso
revolucionario, no tomó ninguna decisión política trascendente. Los
134 delegados que votan al nuevo Comité Central le otorgan 133
votos a Lenin, 132 a Zinóviev, 131 a Trotski y a Kámenev. Stalin
sale electo en séptimo lugar por número de votos. De los 21
integrantes del CC Lenin es el más viejo con 47 años, 11 miembros
están en el abanico de los 30-40, tres tienen menos de 30 y el más
jovén es Iván Smilgá con 25 años. A partir de ahora este partido será
conocido popularmente como “el partido de Lenin y Trotski”.
B) Partido Comunista (bolchevique) de Rusia,
PC(b)R
7º Congreso (1918): se reunió en Petrogrado del 6 al 8 de
marzo. Asistieron 104 delegados. Lenin presentó el informe político,
que él mismo denominó “un bosquejo de nuestra revolución en
conjunto”, el informe do CC, la discusión del programa, y las
resoluciones sobre la Paz de Brest-Litovsk y el cambio de nombre
del partido. Así el congreso ratificó el Tratado de Brest, que había
estado a punto de producir una escisión en el partido, considerado
durísimo, muy humillante pero necesario. En coherencia con lo que
166
propusiera en sus Tesis de Abril, Lenin defendió la necesidad
política de que se cambiase el nombre al partido. El congreso votó a
favor y a partir de aquí la organización se denominará “Partido
Comunista de Rusia y, entre paréntesis, bolchevique”.
8º Congreso (1919): se celebró en Moscú del 18 al 23 de
marzo. Lenin abrió la asamblea comunista afirmando que “las
primeras palabras en nuestro congreso deben ser dedicadas al
camarada Yákov Mijáilovich Sverdlov” y proponiendo “que
honremos su memoria puestos en pie”. No era un homenaje nada
baladí, formal. Sverdlov, que acababa de morir por una epidemia de
fiebre, era el gran organizador natural del partido, “poseedor de una
memoria extraordinaria, inverosímil”. Tanto era así que Lenin
volverá a recordar su memoria aún un año después, en el noveno
congreso, diciendo: “Nuestro partido acaba de vivir el primer año sin
Y.M. Sverdlov (…). Nadie como el camarada Sverdlov sabía
coordinar el trabajo político con el de organización, y nosotros
hemos tenido que hacer el intento de remplazar su trabajo personal
por el de un organismo colectivo”. No hay que ser adivino para
percatarse de lo mucho que Lenin lo echaba de menos. Su muerte va
a ser una casualidad causal para Stalin, aunque esto no lo sabía ni él.
Esta defunción hará que en el Pleno del CC se cree el Buró Político
(Politburó), al que pertenecerán Lenin, Trotski, Kámenev, Stalin y
Krestinski, más el Buró de Organización y el Secretariado, que
estaría encargado de coordinar el trabajo político con el organizativo.
Krestinski asumirá el papel de coordinador, por lo que será miembro
de los tres organismos. Esta función la asumirá Stalin en el año 1922.
La cuestión de los especialistas militares en el Ejército Rojo
soliviantaba los ánimos de muchos, tanto es asi que algunos
congresistas llegaron a las manos. Lenin se posicionó a favor de
ellos, que era reafirmar la política de Trotski, que estaba en el frente,
y el congreso los ratificó. Sobre la cuestión nacional, Lenin fue tan
explícito como siempre, afirmó que “todas las naciones tienen
derecho a la autodeterminación” y que querer “sustituirla por la
autodeterminación de los trabajadores es totalmente erróneo, porque
semejante manera de plantear las cosas no tiene en cuenta las
dificultades, la vía tortuosa que sigue la diferenciación en el seno de
las naciones”. Lenin hizo muchísimo hincapié en la cuestión agrária.
Insistió en la relación que el partido tenía que llevar con el
campesino medio con el que había que “llegar a establecer una
alianza sólida” que la política del partido tenía que ser “incorporarlos
de una manera paulatina y metódica a la labor de la construcción
socialista. El partido se plantea la tarea de apartarlos de los kulaks,
de atraerlos al lado de la clase obrera, mediante una solícita
167
preocupación por sus necesidades (...) y nunca con medidas
represivas”. Se ratificó la creación de la Internacional Comunista,
cuyo informe presentó Zinóviev, su presidente. La “revolución
proletaria en Hungría” fue un estimulante para el congreso, mas
Lenin ya advertía que “las dificultades de la revolución húngara son
inmensas, camaradas. Este país, pequeño en comparación con Rusia,
puede ser estrangulado por los imperialistas con mucha mayor
facilidad”. Lenin clausuró el congreso comunista con un decir
optimista e internacionalista: “por duras que sean las pruebas que
tengamos que afrontar aún, por grandes que sean las calamidades que
pueda causarnos todavía la fiera agonizante del imperialismo
internacional, esa fiera morirá y el socialismo vencerá en el mundo
entero”
9º Congreso (1920): también se celebró en Moscú. Su
desarrollo se dio entre el 29 de marzo al 5 de abril. En el discurso de
apertura de Lenin ya se señala lo esencial que van a debatir los
congresistas: la edificación económica. Esta tarea es mil veces más
compleja que la guerra. Se da una discusión sobre la pertinencia de la
dirección colectiva o de la dirección unipersonal de las industrias.
Lenin hace hincapié que en esta coyuntura se impone la personal.
Recuerda a todos que eso ya había sido aprobado por el Comité
Ejecutivo Central de los Soviets de Toda Rusia en 1918 y cita
pasajes de un folleto suyo para refrescar la pretérita argumentación:
“Hay que aprender a conjugar la democracia de las discusiones
públicas de las masas trabajadoras, que fluye briosa con el ímpetu de
las aguas primaverales desbordadas, con la disciplina férrea durante
el trabajo, con la subordinación incondicional a la voluntad de una
sola persona, del dirigente soviético, en las horas de trabajo”. Esta
línea de conducta es la que aprueba el congreso. Se crean ocho
ejércitos de trabajo, uno de ellos rehará kilómetros y kilómetros de
vía férrea. No obstante, el “comunismo de guerra” una vez que acabó
la guerra civil no es de recibo. El próximo congreso tendrá que hacer
frente a esta realidad. Lenin se muestra preocupado por la salud
política del partido, en el que entraran miles de militantes a través de
la Semana del Partido, que se organizara por mandato del congreso
anterior: “debemos decir que el inmenso número de militantes de
nuestro partido alcanzado y realizado –inmenso en comparación con
los congresos precedentes- infunde algunos temores. Existe el
peligro, completamente real, de que el rápido crecimiento de nuestro
partido no haya marchado siempre al nivel de nuestra labor educativa
de esta masa para cumplir las tareas actuales. Debemos tener en
cuenta en todo momento que este ejército de 600.000 hombres debe
ser la vanguardia de la clase obrera (…). Nuestra tarea durante el año
168
próximo, después de los brillantes éxitos en la guerra, consiste no
tanto en ampliar el partido, sino en la labor interna, en el sentido de
desarrollar su composición (…). Hay que conseguir a toda costa que
esta vanguardia proletaria, este ejército de 600.000 mil miembros,
esté a la altura de las tareas que recaen sobre ella”
10º Congreso (1921): se celebró en Moscú, del 8 al 16 de
marzo. Lenin en su informe al congreso va a hacer hincapié en que la
guerra civil había obligado a dedicar todo el esfuerzo de la arruinada
economía a vencer a los blancos y a sus aliados. Esto trajo enormes
distorsiones que ahora había que corregir. La insurrección de
Kronstadt, “contrarrevolución pequeñoburguesa que presenta la
consigna de la libertad de comercio”, era un producto de la
catastrófica situación económica que el poder soviético no podía
enfrentar por culpa de la guerra. Lenin va a proponer tres medidas
concretas para enfrentar la inmediata realidad: sustituir el “sistema
de requisa” por el “impuesto en especie” para posibilitar el
incremento de la arruinada pequeña propiedad campesina, otorgarle
“concesiones” a grandes empresas capitalistas para que exploten las
materias primas soviéticas con el objeto de tener capital para poder
comprar bienes de equipo para industrializar el país y, por último,
exige la rotunda “unidad” del partido para efectuar todo este trabajo.
La sustitución de la requisa por el impuesto en especie, tema al que
por su importancia Lenin le dedica una intervención monográfica, es
imprescindible porque en la Rusia soviética la inmensa mayoría de la
población está compuesta de campesinos medios. Era el final del
“comunismo de guerra” y el comienzo de la NEP.
Las
“concesiones” no van a tener aplicación porque el gran capital
internacional no aceptó la jugada soviética. La llamada a la unidad va
precedida de un ataque político a la denominada “oposición obrera” a
la que Lenin califica de pequeño-burguesa. Afirma que existe
relación ideológica entre la “oposición obrera” y la contrarrevolución
pequeño-burguesa, mas insiste en integrar en el trabajo político del
partido a los elementos “sanos” de dicha oposición. El congreso
prohibe las fracciones, “se trata –en palabras de Lenin- de una
medida extrema. Espero que no tengamos que emplearla”
11º Congreso (1922): se reunió en Moscú desde el 27 de
marzo al 2 de abril. Fue el último congreso del PB al que asistió
Lenin. Era el primer año de la NEP y Lenin en su informe político va
a insistir en la incapacidad de la mayoría de los miembros del
partido como gestores. Afirma: “En el transcurso de este año hemos
demostrado con entera claridad que no sabemos administrar. Esta es
la lección principal. O el año próximo demostramos lo contrario, o el
169
Poder soviético no podra existir”. Llama a aprender el “abc” de la
gestión. Es una crítica feroz al burocratismo y una llamada a poner a
administrar a los que saben, bajo la dirección política del partido.
Este análisis descarnado debió llevar el pánico a los cuadros de la
burocracia. Era el primer año de paz y Lenin los sacudía. Temblaron,
en una realidad económica completamente arruinada la perdida del
trabajo en la administración suponía la perdida de los privilegios que
iban relacionados con el cargo. En una sesión se discutió la
“Declaración de los 22”, carta firmada por veintidós militantes de la
antigua “Oposición Obrera” que enviaran al Comité Ejecutivo de la
IC el 26 de febrero. En ella denuncian atentados a la democracia en
el seno del PB. De los delegados, 227 votaron en contra de las
alegaciones de los oposicionistas y 215 votaron a favor de una
moción que exigía “un cambio de actitud respecto a los disidentes”.
La votación nos indica que los delegados eran soberanos y que
votaban en conciencia. El PB estaba vivo políticamente. El 4 de
abril, el CC electo en el Congreso elige a Stalin como Secretario
General del Comité Central.
12º Congreso (1923): se dio en el mes de abril. Este congreso
inaugura un hecho que se revelará catastrófico para la vida
revolucionaria del partido: el Secretariado, controlado por Stalin,
designa al 83% de los delegados. Así, el aparato por vez primera
controla al partido, y no a la inversa. No obstante, los saludos
remitidos al congreso, y leídos desde la presidéncia del mismo,
agasajaban mayoritariamente a Lenin y Trotski, en ellos apenas se
mencionaba a Stalin. De esta manera quedaba claro el sentir de la
base, mas por la cúspide la “troika” (Zinóviev, Kámenev y Stalin)
controlaba el desarrollo del congreso, tanto que si bien Lenin,
irreversiblemente enfermo, ya dictara el “Testamento”, donde se
pedía que se retirara a Stalin de la Secretaría General, el congreso
nada sabrá de él. El informe político en nombre del CC, que siempre
hiciera Lenin, va a correr a cargo de Zinóviev. Trotski había
rechazado hacerlo. Trotski se mantenía en segundo plano por pudor
ante la falta por enfermedad del líder natural del partido mientras el
triunvirato ejercía entre bastidores. Ante la ausencia de Lenin, a
Zinóviev no se le ocurrió otra cosa que señalar que cualquier crítica a
la línea del partido “es ahora, objetivamente, una crítica
menchevique”. Las críticas al triunvirato, que reconoció su existencia
sin pudor, vinieron por parte de integrantes de la “Oposición
Obrera”. Trotski se mantuvo imperturbable, no sólo no participó en
los ataques a la troika sino que se mantuvo distante con los que los
efectuaron, es decir, con su propia base política. Se limitó a hacer un
170
discurso sobre la necesidad de la planificación económica. El PB sin
Lenin al timón hacía aguas.
13º Congreso (1924): se inauguró el 23 de mayo, en Moscú.
Vino precedido por dos hechos. El primero el “Alistamiento Lenin”,
que subordinaba todavía más el partido al aparato ya que entraron
miles de nuevos miembros sin cultura política partidaria. El segundo,
una junta restringida de miembros del partido celebrada la víspera
del congreso. En ella se dio lectura al “Testamento” de Lenin.
Reinaba la consternación. Krupskaia quería que se leyese en el
congreso. Kámenev y Zinóviev salieron en defensa de Stalin. Trotski
permaneció callado. Por 30 votos contra 10 se decidió que el
“Testamento” no se iba a leer en el congreso. Desde antes del
congreso el triunvirato venía atacando a Trotski, tanto es así que
Zinóviev pidió su expulsión del partido, a lo que Stalin hábilmente
se opuso, dando imagen de moderado. No obstante, en el propio
congreso Zinóviev vuelve a atacar a Trotski. Le pide que se retracte
de sus opiniones delante de todo el congreso. Esta era una petición
insólita, ajena por completo a la tradición del partido. Krupskaia
calificó esta petición de “exigencia psicológicamente imposible”,
dicho que el congreso coreó con una ovación. Trotski hará una
réplica moderada a la petición inadmisible de Zinóviev: “Ya he dicho
que nada sería más fácil que decir ante el Partido que todas estas
críticas y todas estas declaraciones, advertencias y protestas eran
totalmente erróneas. Sin embargo, camaradas, yo no puedo decir tal
cosa porque no la creo”. Mientras el desarrollo de la NEP agudizaba
la conflictividad social, en el moribundo PB la casta burocrática iba
consolidando su poder a través de su ínclito representante, Stalin.
Será este el último congreso donde brille la figura de Zinóviev.
Apartado Trotski de la sucesión de Lenin, la troika ya no le será útil
a Stalin.
C) Partido Comunista (bolchevique) de la URSS,
PC(b) URSS
14º Congreso (1925): se juntó en Moscú del 18 al 31 de
diciembre. Fue el congreso que escenificó el divorcio de la troika y
la nueva alianza de Stalin con Bujarin. El enfrentamiento ZinóvievKámenev, éstos apoyados en el aparato del partido en Leningrado, y
Stalin-Bujarin, con el apoyo del conjunto del aparato, fue tan directo,
tan visceral, insultos y abucheos incluidos, que Trotski,
completamente perplejo delante de un enfrentamento que le pilla por
sorpresa, permanece callado. No interviene en el congreso. Quien sí
interviene es Krupskaia, que afirma que al no darse discusión
precongresual en la Pravda el partido no estaba preparado para el
171
congreso y, además, que eran inaceptables los ataques a los
camaradas por exponer sus opiniones. Harta de que se intente
convertir a su hombre en una reliquia cita el pasaje que el propio
Lenin escribiera en su obra “El Estado y la Revolución” donde
afirma que muchas veces en vez de seguir las enseñanzas de los
revolucionarios muertos se les convierte en iconos para castrar su
quehacer revolucionario. La cita era tan procedente que no sentó
nada bien. Se dieron unos debates primerizos alrededor de la NEP y
de la teoría del “socialismo en un solo país”, pero en ellos no estaba
el deseo de percibir la realidad para transformarla, era la excusa para
detentar el poder por si mismo. Lo que encrespó a Stalin y a sus
seguidores fue el contundente decir de Kámenev rechazando el
“líder” mesiánico para el partido: “Nos oponemos a crear la teoría de
un <líder>”. Pero dice más: “He llegado a la conclusión de que el
camarada Stalin no puede realizar la función de unir al órgano
supremo bolchevique”. Los corifeos de Stalin salieron a escena; por
primera vez en la historia del partido había lacayos que alababan al
jefe delante de todo el congreso. Escuchemos a Kuíbishev: “En
nombre de toda la comisión central de control declaro que el
camarada Stalin, como secretario general de nuestro partido, es
precisamente la persona que, junto con la mayoría del comité central
y con su apoyo, ha sabido rodearse de las mejores fuerzas del partido
y ponerlas a trabajar (…). Con base en la experiencia y en el
conocimiento real y efectivo de nuestra jefatura, declaro en nombre
de la comisión central de control que esta jefatura y este secretario
general son los que necesita el partido para ir de victoria en victoria”.
Pero la fracción dominante no se conformaba con elogiar al jefe,
quería eliminar toda disidencia. Así, Iaroslavski predice el futuro de
la oposición: “Estoy convencido de que en el decimoquinto congreso
no sufriremos un espectáculo tan vergonzoso como el que hemos
tenido aquí”. No obstante, aún no llegara ese momento por lo que el
CC también elige para el Politburó a los líderes de la disidencia. Era
una ficción porque para que estuvieran más aislados el Politburó
pasaba de siete a nueve miembros: Stalin, Bujarin, Ríkov, Tómski,
Mólotov, Kalinin, Voroshílov, más Zinóviev y Trotski. Kámenev fue
relegado a “aspirante”. La derrota política de Zinóviev y Kámenev
en el congreso, cosa que se sabía a priori porque los delegados del
conjunto del aparato eran mayoría, privará a Zinóviev del apoyo del
aparato del partido en Leningrado. De ahora en adelante la fracción
gobernante dominará todo el aparato. Sergei Kírov fue nombrado
jefe del partido en Leningrado. Este congreso decidió cambiar el
nombre del partido. Pasaría a ser “Partido Comunista (bolchevique)
de la URSS”, para adecuarse a la nueva denominación del Estado
172
soviético. Este fue el último congreso al que asistieron Trotski y
Zinóviev.
15º Congreso (1927): aunque comenzó el 2 de diciembre, este
congreso estaba previsto para antes. Pero Stalin lo aplazó. Antes
tenía que conseguir la expulsión de Trotski y de Zinóviev del partido
para que no pusieran desde la tribuna del congreso en evidencia su
política exterior (fracaso de la Revolución china) e interior (fracaso
de la política prokulaks). Conseguido esto se celebró el congreso.
Ningún oposicionista tenía derecho a voto. Por la oposición hablaron
Kámenev y Rakovski. E primero ya está psicólogicamente derrotado,
tanto es así que según termina el congreso él y Zinóviev capitularán
ante Stalin. Rakovski defiende las ideas de la oposición como
correctas. El congreso ratifica las expulsiones de Trotski, Zinóviev y
de todos los demás oposicionistas. Se habían acabado los debates en
el partido. Stalin está tan seguro de su control del aparato que hace
distribuir entre los 1.669 delegados el “Testamento” de Lenin. Stalin
es reelegido por unanimidad. El PB dejaba de existir.
173
II) Congresos de la Internacional Comunista
A) Periodo leninista (1919-1924), se caracteriza por
estar al servicio de la revolución mundial
1º Congreso (1919):
se celebró del 2 al 6 de marzo en Moscú, en el
Kremlin. Tomaron parte 52 delegados que representaban a 35 partidos de
30 países. Los bolcheviques estaban representados por Lenin, Trotski,
Zinóviev, Bujarin y Chicherín. Se eligió como presidente a Zinóviev. El
Comité Ejecutivo quedó formado por Zinóviev, Lenin, Trotski, Rakovski y
Fritz Platten. Se decide publicar la revista “La Internacional Comunista”.
Al comezar la sesión Lenin le pedió a todos los delegados que se pusieran
en pie para honrar la memoria de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, “los
mejores representantes de la IIIª Internacional”, que fueron asesinados el 15
de enero en Berlín. Lenin presentó una resolución que hacía hincapié en la
necesidad de la estrutura de los soviets, tanto para la revolución rusa como
para la revolución en occidente.
2º Congreso (1920): se dio del 19 de julio al 7 de agosto, primero en
Petrogrado y después en Moscú. Asistieron más de 200 delegados en
representación de partidos de 37 países. En una coyuntura revolucionaria
(contra-ofensiva del Ejército Rojo al ataque del ejército reaccionario
polaco, revolución en Hungria y continuación del fermento revolucionario
en la Republica de Weimar) se aprueban los estatutos y las 21 condiciones
de ingreso. En estas se hace una llamada a romper con los reformistas y se
caracterizaba, en el punto 12, de esta manera a los partidos adherentes:
“Los partidos que pertenezcan a la IC tienen que estar organizados sobre la
base del centralismo democrático. En el actual periodo de guerras civiles
encarnizadas, un PC está sólo en condiciones de cumplir su deber si se
organiza de la manera más centralizada posible y reina en él una disciplina
férrea, casi militar; si el núcleo central del partido constituye un órgano
fuerte y autoritario dotado de amplios poderes y gozando de la confianza
general de la militancia del partido”.
3º Congreso (1921): se juntó en Moscú desde el 22 de junio al 12 de
julio. Asistieron 600 delegados en representación de partidos de 52 países.
Lenin y Trotski lideran un giro táctico a la derecha, giro que se refleja en el
slogan “¡A las masas!” y que se concretará en la consigna de “frente único”
elaborada por el Comité Ejecutivo, no sin resistencias ya que Trotski y
Zinóviev tuvieron que dar una dura batalla política en el Pleno del Comité
Ejecutivo celebrado del 21 de febrero al 4 de Marzo de 1922, a lo largo de
ocho sesiones y delante de 105 delegados.
174
4º Congreso (1922):
se celebró del 5 de noviembre al 5 de
diciembre. Las sesiones, a las que asistieron 408 delegados, comezaron en
Petrogrado y continuaron en Moscú. Fue el último congreso de Lenin. Se
consolida la táctica de “frente único”, cuyo objetivo era apelar a la unidad
de acción de los trabajadores sin tener en cuenta el partido al que
pertenecieran. Se reforman los estatutos en la línea de darle más poder a los
congresos internacionales y a su dirección.
5º Congreso (1924): 406 delegados sesionaron en Moscú del 17 de
junio al 8 de julio. Es el congreso del interregno. La lucha de los triunviros
contra Trotski se comienza a reflejar en el seno de la IIIª Internacional. En
el debate sobre el fracaso de la revolución en Alemania Zinóviev va a
protagonizar un nocivo precedente: culpar de la derrota a la dirección del
KPD y librar de toda responsabilidad a la dirección de la propia
Internacional. No obstante, la táctica de echarle la culpa a los demás fue
contestada por notorios militantes: Rádek, Clara Zetkin, Bordiga. El
Congreso llamó a la lucha contra el fascismo, aunque la dirección de la
Internacional adelantó otro gravísimo precedente: identificar a la
socialdemocracia con el fascismo. Se reafirma la línea centralista en los
estatutos.
B) Periodo stalinista (1928-1935), se caracteriza por
estar al servicio de los intereses de la casta
burocrática soviética.
6º Congreso (1928):
se dio en Moscú entre el 17 de julio y el 1 de
septiembre. Un primer dato clarificador: este congreso tardó cuatro años en
convocarse. Este no sólo era un hecho totalmente insólito sino también
antiestatutario ya que los estatutos de la IC obligaban a una junta
congresual cada año. Este lapso de tiempo le permitirá a Stalin eliminar a la
Oposición de Izquierda dentro y fuera de la URSS. Trotski estaba
desterrado en Almá-Atá, desde aquí criticará el programa detenidamente.
Los dirigentes de la IC ya no eran revolucionarios, eran funcionarios:
Togliatti, Thalmann... Bujarin fue formalmente el orador más importante
del congreso pero su peso político estaba ya en claro declive. Posiblemente
fue un mensaje subliminal del propio Bujarin la lectura de una carta que en
su día le remitiera Lenin en la que advertía que si se cambiaban los críticos
y capaces por acríticos e inútiles la IC estaba perdida. La IC se propone
como tarea la salvaguarda de la Unión Soviética y no la extensión de la
revolución, esto era el proceder coherente con la “teoría del socialismo en
un solo país”. Mientras, Trotski insistía en la necesidad del proceder
175
internacionalista: “sin la victoria de la revolución proletaria mundial no
construiremos el socialismo”.
7º Congreso (1935): se celebró en Moscú del 25 de julio al 20 de
agosto. Contó con 510 delegados en representación de 65 partidos
comunistas. Trotski se encontraba en Noruega. Entre los asistentes estaban
José Díaz, miembro del CE de la IC, y la Pasionaria, suplente del CE. La
figura central fue el búlgaro Georgi Dimitrov, que traía la aureola de vencer
políticamente a los nazis en el Proceso de Leipzig. Fue electo Secretario
General. La táctica de “frente único” de la clase trabajadora se va a cambiar
por la de “frente único contra el fascismo”, que llevara a los interclasistas
frentes populares, una coalición con las organizaciones de la pequeñaburguesía radical para defender la democracia burguesa, lo que no le
impedirá a Stalin firmar posteriormente el Pacto názi-soviético (23-agosto1939). La desaparición en el papel de la IIIª Internacional se dio en 1943,
Stalin procedió a disolverla.
176
III) Cronología
(1879-1940)
I. El comienzo
1879
26, Octubre: nace Lev Davídovich Bronstein en la aldea de Ianovka
(Ucrania).
1898
Comienzos de año: Lev es detenido y posteriormente condenado al
destierro siberiano. Allí se le conoce por el seudónimo “La Pluma”.
13-15, Marzo: congreso constituyente del POSDR en Minsk
(Bielorrusia).
1902
Verano: Lev huye de Siberia. En el falso pasaporte pone el nombre de
“Trotski”
Octubre: Trotski (La Pluma) llega a Londres y conoce a Lenin.
1903
Julio: se celebra el IIº Congreso del POSDR. Trotski participa en él.
II. La primera revolución
1905
9, Enero: Domingo Sangriento.
Febrero: Trotski llega a Kiev.
Abril: se celebra, en Londres, el IIIº Congreso del POSDR.
Octubre: Trotski llega a San Petersburgo. Se convierte en el líder del
Sóviet.
3, Diciembre: es detenido el Comité del Sóviet con Trotski a la cabeza.
1906
Septiembre-Octubre: juicio al Comité del Sóviet. Trotski defiende la
revolución.
2, Noviembre: el tribunal condena a la deportación a los miembros del
Sóviet.
1907
5, Enero: camino de Siberia.
Febrero: Trotski se fuga.
Abril-Mayo: se celebra el V Congreso del POSDR. Asiste Trotski.
177
1914
28, Junio: el archiduque Francisco Fernando es asesinado en Sarajevo.
1, Agosto: comienza la Primera Guerra Mundial.
4, Agosto: El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) vota a favor del
presupuesto de guerra.
1915
5-8, Septiembre: Conferencia de Zimmerwald.
III. La revolución
1917
13, Enero: Trotski arriba a New York.
Febrero: estalla la Revolución en Rusia.
27, Marzo: Trotski sale de New York hacia Rusia.
3, Abril: Lenin llega a Petrogrado
4, Mayo: Trotski arriba a Petrogrado.
3, Junio: Primer Congreso de los Soviets de Toda Rusia.
Julio: Día 3, insurrección en Petrogrado. Comienzo de la Jornadas de
Julio. Lenin pasa a la clandestinidad. 23, Trotski es detenido.
28-31 Agosto: Golpe de Estado del general Kornílov
23-Septiembre: Trotski es electo presidente del Sóviet de Petrogrado.
Octubre: 10, bajo la batuta de Lenin, el CC del PB decide preparar la
insurrección. Días después el Sóviet de Petrogrado crea el Comité
Militar Revolucionario, presidido por Trotski. 24-25, Insurrección de
Octubre. 25, Segundo Congreso de los Soviets de Toda Rusia. Primer
Gobierno Obrero y Campesino de la Historia Universal, Lenin lo
preside. Decretos de la Paz y de la Tierra.
7-Diciembre: se crea la Cheka
1918
Marzo: 3, se firma el Tratado de Brest-Litovsk. Día 4, Trotski es
nombrado Presidente del Consejo de Guerra. 6-8, 7º Congreso del PB
que ratifica la Paz de Brest.
Abril: Trotski es nombrado Comisario del Pueblo para la Guerra.
Mayo: comienza la Guerra Civil.
30-Agosto: atentado contra Lenin. Se refuerza el Terror Rojo .
1919
15-Enero: asesinato de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg
2-6, Marzo: se funda la IIIª Internacional, la Internacional Comunista.
Abril: las tropas del general Pilsúdski invaden Ucrania.
28-Junio: Tratado de Versalles.
1920
Noviembre: fin de la Guerra Civil.
1921
178
Marzo: Insurrección de Kronstadt. 8-16, Xº Congreso del PB en el que
se decide introducir la NEP.
1922
16, Abril: Tratado de Rapallo.
25, Mayo: Lenin sufre un ataque de apoplejía.
Diciembre: Día 13, Lenin le pide a Trotski que defienda en el CC el
monopolio del comercio exterior. 23, Lenin principia la redacción de su
“Testamento”. 30, nace la URSS.
1923
4, Enero: En un añadido al Testamento, Lenin propone la destitución de
Stalin como Secretario General.
Octubre: 8, Trotski le envía una carta al CC donde critica la
degradación de la democracia en el seno del partido. 15, Programa de los
46. Finales, fracaso del Octubre Alemán.
Diciembre: Pravda publica “Nuevo Rumbo” (Nuevo Curso), de Trotski.
IV. Después de Lenin
1924
21, Enero: Muere Lenin.
Octubre: Lecciones de Octubre, de Trotski.
Noviembre: el triunvirato (Stalin, Zinóviev y Kámenev) desencadena
una furiosa campaña contra Trotski.
1925
Enero: el CC destituye a Trotski del Comisariado de la Guerra.
Mayo: para intentar neutralizarlo, el CC nombra a Trotski presidente de
tres comités técnicos.
18-31, Diciembre: XIV congreso del PB. Ruptura pública de la troika.
Stalinistas-bujarinistas, es la nueva fracción gobernante.
1926
5, Enero: el CC nombra a Kírov reponsable del partido en Leningrado.
Julio: en una junta del CC Trotski, Zinóviev y Kámenev proclaman la
existencia de la Oposición Conjunta. Tensos debates. Dzeryinski muere
de un infarto en plena reunión.
Octubre: 25, en una junta ampliada del Politburó, Trotski califica a
Stalin de “sepulturero de la revolución”. 26, Trotski es expulsado del
Politburó y Zinóviev de la presidéncia de la IC.
1927
Marzo: estalla la revolución china en Shanghai. Por orden de Moscú, el
PCCh le entrega la revolución a Chang Kai-chek que desata una
sanguinaria represión sobre los trabajadores y comunistas. A la
Oposición no se le informa.
179
27-Septiembre: se expulsa a Trotski del Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista.
Octubre: para ocultar su fracaso, la fracción dirigente da un giro
ultraizquierdista y ordena la insurrección de Cantón que es aplastada.
Stalin/ Bujarin censuran las noticias provenientes de China.
Noviembre: 14, Trotski y Zinóviev son expulsados del partido. 16, se
suicida Ioffe.
Diciembre: XV congreso del PC(b) de la URSS. Expulsión en masa de
la Oposición. El PB deja de existir.
V. El destierro: Almá-Atá
1928
Enero: 12, la GPU le comunica a Trotski que el 16 será deportado a
Alma-Atá. 16, concentración de miles de personas en la estación del tren
para despedir a Trotski; la GPU pospone su marcha. 18, la GPU deporta
en secreto a Trotski. 25, Trotski llega a Almá-Atá en la compañía de su
hijo mayor, Liova, y de su mujer, Natalia. 27, Zinóviev y Kámenev
reniegan de Trotski y piden el reingreso en el partido.
9, junio: muere en Moscú la hija menor de Trotski, Nina.
17, Julio: comienza el VI Congreso de la IC. Trotski previamente hace
un análisis del programa al que califica de “colaboración con la
burguesía exterior”.
10, Septiembre: Pravda publica el último artículo de Bujarin, “Notas de
un economista”.
26, Noviembre: el Politburó condena a Trotski por
“contrarrevolucionario”.
27, Diciembre: Stalin anuncia en Pravda: “Al diablo con la NEP”.
1929
Enero: 7, el Politburó vota la expulsión de Trotski de la URSS. 22, la
GPU saca a Trotski de Almá-Atá rumbo a Turquía.
10, Febrero: el tren con Trotski a bordo llega a Odesa. Se despide de su
hijo pequeño, Sergei, al que no volverá a ver. Embarca con dirección a
Constantinopla.
180
VI. Exilio
A) Turquía (1929-33)
12, Febrero: el barco que trae a Trotski atraca en Constantinopla.
5, Marzo: los Trotski abandonan el consulado soviético y se traladan
a un hotel.
Abril: en una junta del CC, Stalin ataca a Bujarin. Finales de mes, los
Trotski se van a vivir a la Isla de Prinkipo, en el Mar de Mármara
Junio: Tomski es destituido de la dirección de los sindicatos.
3, Julio: Bujarin es expulsado de la presidencia y del CE de la IC.
Noviembre: el CC destituye a Bujarin del Politburó. 7, se publica el
artículo de Stalin donde este anuncia la colectivización forzosa. 26, la
“Oposición de Derechas” capitula ante Stalin.
1930
14, Septiembre: Elecciones al Reichstag. Con una participación del
82%, el Partido Nazi (DNSAP) tiene un incremento enorme de votos
alcanzando los 6,4 millones. No obstante, el SPD obtiene 8,5 millones y
el KPD 4,6.
1931
Enero: la hija mayor de Trotski, Zina, llega a Prinkipo con su hijo Seva.
14, Abril: se proclama la IIª República española.
28, Junio: Elecciones a Cortes Constituyentes en el Estado español,
triunfan los republicanos y socialistas. Gobierno republicano-socialista.
Agosto: los comunistas se alían en la práctica a los nazis en el referendo
contra los socialdemócratas en Prusia. El plebiscito es favorable a los
socialdemócratas.
1932
20, Febrero: Stalin hace que se le retire la ciudadanía soviética a
Trotski.
Marzo/Abril: Elecciones presidenciales en Alemania. Socialdemócratas
y comunistas van desunidos; los socialdemócratas votan por
Hindenburg; los comunistas por su propio candidato, Thaelmann. El
Partido Nazi consigue 13 millones de votos. Hindenburg presidente con
19 millones de votos
Noviembre: 14, Trotski sale de Constantinopla para ir a dar una
conferencia sobre la Revolución Rusa en Copenhague. Sólo lleva visado
de ida y vuelta. 23, llega a Dinamarca. 25, da la conferencia, en alemán.
Elecciones al Reichtag, los nazis ganan con 13,7 millones de votos, más
181
que la suma de los votos conseguidos por los dos partidos obreros, SPD
y KPD.
Diciembre: 2, Trotski sale de Copenhague con dirección a Prinkipo:
Amberes-Dunkerque-París-Marsella-Veneza y Brindisi, donde toma el
barco para Turquía. 11, en Turquía.
1933
Enero: 5, la hija mayor de Trotski, Zina, se suicida en Berlín. 30,
Hitler es nombrado canciller.
27, Febrero: incendio del Reichstag.
5, Marzo: últimas Elecciones al Reichstag, los nazis completan la fase
legal de la contrarrevolución: 17,2 millones de votos.Aún así, los votos
del SPD y del KPD suman 12 millones.
17, Julio: Trotski sale de Turquía camino de Francia.
B) Francia (1933-35)
Julio: 24, Trotski llega a Cassis, cerca de Marsella. 25, se instalan en
Saint-Palais, en “Las Brumas”.
Noviembre: 1, Trotski se instala en Barbizon. 19, Elecciones
Legislativas a las Cortes españolas: triunfan las derechas, gobierno
Lerroux.
1934
16 Abril: el gobierno de Gaston Doumerge anula el permiso de
residencia de Trotski.
Junio: Trotski propone el “giro francés”, la táctica del “entrismo”.
Julio: Trotski va a residir en Domène.
Diciembre: 1, Asesinato de Kírov. 6, Stalin inventa un “centro
trotskista-zinovietista” en Leningrado y Moscú. 16, Detención de
Zinóviev.
1935
Enero: 9, La GPU condena a prisión y exílio a 77 miembros de un
supuesto “grupo contrarrevolucionário” de Leningrado. 16, Condena de
5 a 10 años de 19 miembros de un mítico “centro” de Moscú. 17,
Circular de Stalin que ordena el censo de los miembros del partido que
tengan discrepado en alguna ocasión con la dirección.
182
14, Junio: Trotski toma el tren en París hasta Amberes, camino de
Noruega.
C) Noruega (1935-36)
Junio: 18, Trotski llega a Oslo. 23, se instala en la aldea de Wexhall.
25, Julio: Comienza el séptimo y último Congreso de la IIIª
Internacional. En él se decidirá la política de los “Frentes Populares”.
1936
16, Febrero: Elecciones legislativas a las Cortes españolas. Triunfo
del Frente Popular.
17-19 Julio: Golpe de Estado. Comienza la Revolución y la Guerra
civil española.
19-24, Agosto: Primer Proceso de Moscú, el juicio de los 16:
Zinóviev, Kámenev...Los encausados son fusilados (día 24).
Septiembre: 4, Primer Gobierno de Largo Caballero. 26, Primer
Gobierno de la Generalitat.
19, Diciembre: Trotski y Natalia son embarcados en el petrolero Ruth
rumbo a México.
D) México (1937-40)
1937
Enero: 9, Trotski y Natalia desembarcan en Tampico (México). 2330, Segundo Proceso de Moscú. Juicio de los 17: Piatákov, Karl
Rádek...
10-17, Abril: período de trabajo de la Comisión Dewey.
Mayo: 3-6, Jornadas de Mayo en Barcelona: último acto de la
Revolución vencida por la pequeña-burguesía y el stalinismo. 22, El
mariscal soviético Tujachesvski es detenido por “espía”.
Junio: 11, Izvestia anuncia la apertura del proceso a los generales por
“alta traición”. 16, Andreu Nin es detenido, torturado y asesinado por
la GPU.
4, Septiembre: se descubre el cadáver de Ignace Reiss.
12, Diciembre: la Comisión Dewey emite su veredicto: Trotski y
Liova son exculpados de las acusaciones stalinistas.
183
1938
16, Febrero: muere en una clínica parisina Liova, el hijo mayor de
Trotski.
2-13, Marzo: Tercer Proceso de Moscú. El juicio de los 21: Bujarin,
Rakosvski, Krestinski...
Finales Marzo/Comienzos Mayo: ejecutan a los bolcheviquesleninistas del Campo de Concentración de Vorkuta.
Septiembre: 3, se funda la IV Internacional. 29-30, Conferencia de
Munich.
1939
Marzo: por divergencias con Diego Rivera Trotski abandona la “Casa
Azul”.
1, Abril: termina la Guerra Civil española con el triunfo de los
fascistas.
4, Mayo: Litvinov, judío de origen, es destituido como Comisario de
Exteriores, le sustituye Molotov.
23, Agosto: Pacto nazi-soviético.
Septiembre: 1, La Alemania nazi invade Polonia. 3, Inglaterra y
Francia le declaran la guerra a Alemania.
24, Octubre: La URSS y la Alemania nazi firman un acuerdo
comercial.
30, Noviembre: el Ejército Rojo ataca Finlandia.
1940
27, Enero: Trotski redacta su “Testamento”.
11, Febrero: la Unión Soviética y el III Reich firman otro acuerdo
comercial.
Marzo: Finlandia capitula ante la URSS.
24, Mayo: atentado fallido contra Trotski dirigido por el stalinista
David Alfaro Siqueiros.
3-6, Agosto: la URSS se anexiona las Repúblicas bálticas.
20, Agosto: atentado mortal contra Trotski: el stalinista y agente de
la GPU Ramón Mercader golpea la cabeza de Trotski con un piolet.
21, Agosto: muere Trotski, a las 19.25
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A) Película: --El asesinato de Trotsky. Director: Joseph Losey. Guión:
Nicholas Mosley. Actores principales: Richard Burton (en el papel
de Trotski), Valentina Cortese (Natalia), Romy Schneider (Silvia
Agelov), Alain Delon (Mercader). Año de producción: 1972.
NOTA: Hay que decir aquí, que el largometraje de Sergei M.
Eisenstein “Octubre”, filmado en 1927, contenía en el original 3.800 m.
Como Stalin hizo eliminar toda referencia a Trotski, la película se quedó
reducida a 1.600 m.
.
B) Documentales:
• Trotsky (I). Revoluciones. Director-realizador: Patrick Le Gall.
Francia, 1988. Emitido por TVE el 22 de enero de 1999
• Trotsky (II). Exilios. Director: Patrick Le Gall. Francia, 1988.
Emitido por TVE el 22 de enero de 1999
• Asaltar los cielos. Dirección: Javier Rioyo y José L. López
Linares. España 1996. Emitido porTVE el 22 de enero de 1999
• Trotsky y México. Dos revoluciones del siglo xx. Guión y
dirección de Adolfo García-Videla. Coproducido por TV UNAM y
Museo Casa de León Trotsky. México, 2005
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