Cuña y red. Estrategias para el cambio CUÑA Y RED Estrategias para el cambio Accesibilidad, simplicidad, velocidad, tres elementos indispensables en nuestra época para elegir los modelos teóricos que subyacen a las decisiones estratégicas de los terapeutas. Así comienza el resumen presentado para este congreso. Nada más cierto, en mi criterio y el de mis colegas más allegados, cuando de abordaje clínico se trata. Debería ahora agregar otro sustantivo que define absolutamente nuestro tiempo, DIVERSIDAD. A medida que la comprensión de nuestra realidad se ha tornado compleja nuestras explicaciones se van esmerando, para poder contemplar cada vez más facetas, sutilezas, requerimientos, etc. en nuestros consultantes. Los modelos tradicionales se someten a nuevos desarrollos. Los aportes de otras ciencias son aprovechados para dar cuenta de los fenómenos psíquicos, tal el caso de la cibernética o la física cuántica. Los pormenores (o por mayores si me permiten el neologismo) del campo sociocultural, como la globalización o la comunicación satelital y/o virtual que pasaron a ser parte de lo cotidiano nos plantean una humanidad impensable a principios del siglo, al anterior me refiero. Quiero decir, que para dar respuesta al sufrimiento humano, y esa en parte es nuestra labor, no basta saber los modelos teóricos adquiridos en nuestra formación sino que ellos mismos deben ser actualizados a la vida presente y adecuados en tiempo y forma, para que su efectividad sea aprovechada por la población sin correr el riesgo de desvirtuar su estructura científica que lo hace confiable, medible y transferible de un profesional a otro. No estoy hablando de una intervención por mera vocación, intuición, creatividad más o menos felizmente efectiva que cualquier persona oportunamente ubicada en determinado contexto, puede brindar. Estoy hablando de la flexibilidad que el terapeuta y el modelo que domina deben tener a fin de poder incluirlo en el devenir de su quehacer profesional y le permita, a la vez que logros rápidos y efectivos, seguir ejerciendo su profesión, pertenecer a una red profesional y poder trasmitir sus reflexiones, como yo ahora lo hago con Uds. Al reflexionar sobre los fracasos terapéuticos, o sobre la búsqueda de nuevas alternativas para evitarlos me encontré, varias veces en este más de cuarto siglo evaluando cambios, búsquedas, nuevos y diversos aprendizajes. Estos no sólo quedaron plasmados en una árida enumeración curricular sino en formas de abordar la tarea clínica, o en combinaciones entre los elementos adquiridos que me resultaban muy efectivos a a l hora de diagnosticar, intervenir, enseñar o supervisar. Estas dos últimas tareas, además me obligaron a sistematizar mi forma de ensamblar lo incorporado desde las fuentes teóricas y casuísticas, en especial cuando la consulta tenía que ver con una familia o un menor. No obstante, esta forma de pensar la conflictiva suele resultar útil, como telón de fondo, aunque la situación que motiva la consulta sea individual y no sólo vincular. Volqué en una improvisada encuesta lo que acabo de contarles. Mostraré mis propias respuestas y me gustaría que Uds. hicieran lo propio en algún rincón de esta actividad. Pueden compartirlo o no con sus colegas. Aquí lo más importante es que tengamos un diálogo fluído con nosotros mismos. Por lo menos sabemos que si nos decimos la verdad y nuestras correcciones, modificaciones, y por qué no, transgresiones al modelo dogmático, fueron realizadas con un objetivo ético sin dañar a nadie y produciendo mejoría, no nos juzgaremos ni censuraremos. Mi respuesta, después de más de 20 años de clínica, es que amplié algunos criterios acerca de la aplicación del modelo psicoanalítico (por ejemplo el de resistencia); focalicé de otra manera al paciente y su problemática ampliando cada vez más el contexto en el que estaba inmerso (vínculos, familia, familia extensa, etc.); reconsideré las intervenciones (señalamientos e interpretaciones, desafíos, provocaciones, reencuadres, construcción de la realidad, contraparadojas) de acuerdo a la problemática y al momento del proceso terapéutico en que me hallaba; incorporé recursos técnicos (visualizaciones, escritura y lectura, tareas, etc.); me adentré en los efectos que la virtualidad y la globalización producían en mi vida para comprender el esfuerzo adaptativo que conlleva este salto generacional entre padres e hijos o entre discípulos y maestros. 1 Cuña y red. Estrategias para el cambio Así, habiéndome formado en un esquema netamente psicoanalítico, psicodinámico aún sería más pertinente decir, debí agregar conceptos de la Teoría de la Comunicación humana, de la Teoría General de los Sistemas, de las escuelas que estudian los nuevos Paradigmas, como la Programación Neurolingüística o el Construccionismo. Por ello, haciéndome eco de la denominación usada por la Lic. Silvia Quaglia prefiero, hoy, llamar a mi línea de trabajo: INTEGRACIONISTA. Es mi intención presentar una posible forma de ordenar el material que nos aporta el paciente de acuerdo a una sistematización de los datos llamado estilo de configuración familiar. Tomándome la licencia de simplificar para u l ego poder diversificar, según los requerimientos individuales de cada caso (amplia gama existente entre los extremos), polarizaré la información obteniendo así dos categorías posibles, congruentes con las observaciones de varios autores a lo largo del tiempo y a lo ancho del planeta. Configuración familiar A Configuración familiar B Estas configuraciones se definen por la peculiar relación que guardan los miembros de la familia intra e inter sistémicamente. Es decir, selecciona a las familias según el estilo de agrupabilidad de cada persona con los otros miembros de la familia y con los sistemas externos a la misma, es decir, el contexto de pertenencia. También se observan claras diferencias en las respuestas a los cambios, en la distribución y el ejercicio de las funciones jerárquicas, en el estímulo o censura de la dependencia o la autonomía de los miembros jóvenes, en el tipo de comunicación que predomina (complementaria o simétrica), en la clase de vínculo destacado (el de sangre o el de opción). Diversos autores han observado la relación existente entre estas patologías y las configuraciones familiares de pertenencia. Lo mismo ocurre con mi práctica clínica y la de mis colegas, con los que reflexionamos acerca de estilos de intervención para ser eficaces dentro de las posibilidades que ofrece nuestro entorno. Por ejemplo las problemáticas de la psicosis, la estructura psicosomática, los trastornos por inmadurez, en definitiva, aquellas patologías que están relacionadas con el proceso de duelo y diferenciación, pertenecen mayoritariamente a la configuración Tipo A. ( Ver anexo 3) En cambio las que están relacionadas con conductas antisociales, violencia, soledad, es decir, las que adolecen o son el resultado de dificultades en la integración y permanencia en un vínculo, suelen tener historias del Tipo B.(ver Anexo 4) Intentar dar a estas familias o individuos pertenecientes a estas configuraciones la misma solución sería un error. La forma de intervenir pertinente para una es lo opuesto a lo que la otra necesita. Las familias a predominio de configuración Tipo A son renuentes a comunicarse con el exterior. Cualquier elemento ajeno al sistema amenaza su identidad. El mayor esfuerzo que realiza es mantener la homeostásis, es decir detener el proceso de crecimiento, la morfogénesis, porque todo crecimiento implica cambios. Los cambios son una amenaza en sí mismos. Pero la consulta demuestra a su vez que detener ese cambio ya resulta tan amenazador como el cambio mismo. El sistema, familia, paciente, se hayan frente a un dilema es decir, encerrado en una paradoja. El terapeuta se verá encerrado en la misma paradoja. Si intenta ayudar al paciente para que se destrabe, se diferencie, encuentre el camino de su propia identidad, será vivido como una amenaza pues introduce lo prohibido o en el mejor de los casos, lo más temido. Si no intenta cambio alguno, no estará desempeñando su función terapéutica, y además el sistema no registrará mejoría sino empeoramiento, porque ya dijimos que el síntoma es un pedido de ayuda, es la señal que avisa que no se puede seguir teniendo el reloj detenido. ¿ Qué hacer, entonces? Algo posible es usar en estos casos una intervención del tipo ni de afuera ni de adentro del 2 Cuña y red. Estrategias para el cambio sistema. Suena paradojal. Lo es. Pero no hace más que estar en consonancia con algo que todas las personas vivieron, sintieron, si han sobrevivido a su condición de bebé. Con mejor o peor resolución, al pasar por la construcción del psiquismo, hubo algún objeto que representó a la madre, pero no lo fue. Un espacio del como sí, de juego, donde la simbolización surgía producto de la complejización de la fantasía. Estoy hablando en este momento desde el modelo de D. Winnicott, quien se ocupó vastamente de los objetos y espacios transicionales. ¿Cuál es ese objeto transicional a incluir en ese sujeto, individuo o familia, que sea lo suficientemente confiable, “familiar”, como para no expulsarlo resultando tranquilizador y a la vez esté diferenciado del sujeto sin por ello, ser una amenaza para el sistema, porque en verdad no reviste las características de un objeto de la realidad, con finalidad y características propias?. Ese objeto, que puede prestarse en el vínculo, en la transferencia a un “como sí” es el terapeuta. No digo sus intervenciones, que por supuesto deben ser pertinentes. Digo su persona, su ser, su existencia. Es otro, que sin embargo no lo es, pues allí la única investidura posible, la que puede ejercer, es la de terapeuta elegido. Desde una cibernética de segundo orden, pasa a ser una parte del sistema. No es ajeno al mismo. Pero al mismo tiempo es algo nuevo, diferente. Su sola inclusión prepara y anticipa para el cambio, necesario, inminente, pero evitado a toda costa con el alto costo del síntoma. El terapeuta es la Cuña que marcará una diferencia. Será la marca posible sobre la que podrán apoyarse las cadenas de diferenciaciones posteriores. Si el terapeuta puede introducir esta cuña, esta marca, su función primordial ha sido realizada en estas patologías. Lo demás será una cuestión de tiempo, de proceso terapéutico. Pero después de esa intervención ya nada será lo mismo. Las configuraciones de tipo A necesitan esa marca y es el terapeuta quien con maestría, delicadeza y decisión puede hacerlo. ¿Por qué él? Porque pertenece al para sistema, y desde allí puede hacer algo que desde adentro del sistema no podría. Si estuviera absolutamente afuera, no se lo permitirían hacer. La aplicación de los principios implícitos en el desempeño profesional ( secreto profesional, que marca una alianza con el sistema, o los principios éticos que sancionan la involucración emocional o genital con los pacientes, lo protegen de ser vivido como una amenaza exogámica). Estos son sólo dos ejemplos que muestran que el profesional, aún viniendo del exterior debe guardar las mismas reglas que los miembros de la familia. En esto es igual, no propone cambios. En otros aspectos todo lo contrario, por ejemplo: sus razonamientos, sus aportes, y la vivencia de que todo lo que es externo no resulta necesariamente dañino, producen el cambio en las creencias, muchas veces mantenidas por generaciones. Bien, ahora me ocuparé de las problemáticas que pertenecen a configuraciones del tipo B. Es obvio, que aquí, la intervención CUÑA, no causaría ninguna mejoría, simplemente porque no hay dónde inscribirla. Los pacientes de esta categoría, adolecen de dispersión y soledad. Su problema no es la pertenencia excesiva, sino la no pertenencia. Hoy sabemos que las personas con pobreza de relaciones interpersonales de calidad afectiva suficientemente buena, sufren, enferman, se retraen libidinalmente, buscan consuelo en adicciones, o descarga en conductas asociales, o ambas cosas a la vez, pues la una potencia a la otra. Su calidad de vida y de quienes los rodean no es buena y su existencia se acorta. Estos pacientes, acostumbrados desde temprano a autovalerse, aún siendo inmaduros para ello, o que han tenido que sostener a otros, cuando era el tiempo que se hicieran cargo de ellos, no siempre consiguen establecer ligazones fuertes, buenas y perdurables con sus congéneres Quedan así expuestos a un destino de soledad, en un mundo superpoblado. Otra paradoja. De otra índole, por cierto. Si bien es importante diferenciar las razones por las que la persona que estemos tratando ha llegado a este estado de desconexión con su entorno (muertes de familiares, migraciones, catástrofes, estilo de familia de origen, etc.), lo seguro es que el terapeuta deberá funcionar como facilitador de la reinserción del paciente en una red de sostén, pertenencia, de la cual él mismo será la primera conexión. Igual que con la otra categoría, las intervenciones del terapeuta también son necesarias y pertinentes, pero de nada servirán o sólo serán efectivas a largo plazo, si no acompaña las mismas con una contención directa que oriente al paciente en la búsqueda, elección y entretejido de las sucesivas conexiones que lo llevarán a formar su red de pertenencia y referencia. 3 Cuña y red. Estrategias para el cambio Ampliar el mapa de cada persona, ayudarlo a descubrir aspectos de sí mismo congruentes con la realidad que lo rodea y a la que pertenece, construir otra manera de usar su mundo, adoptar las relaciones que ha perdido o de las que ha carecido, desarrollar la idea de que no hay una sola forma de vivir,(que en general es la que la persona no tuvo y añora, pero que es imposible recuperar orecrear), es lo pertinente en estos casos. Cuando el terapeuta decide que está frente a una situación que merece una intervención estilo RED, deberá apelar a los recursos que le aporten otras disciplinas y el ámbito comunitario al que pertenece. El propio terapeuta, deberá convocar su red, aquella en la que se sostiene, de la que se nutre y la que no le permite quedarse solo, (padeciendo probablemente el temido síndrome de burnout) como le ocurre a su paciente. Otra vez, él será el vivo ejemplo de cómo hay que hacer las cosas, esta vez le toca ser el mentor a modelar, no en el sentido de ofrecer su modelo de vida o sus propias elecciones, sino en el sentido de una lectura de segundo orden en virtud de la cual enseña a su paciente que no es omnipotente, que no es quien es por estar solo en el mundo sino todo lo contrario, que es quien es y puede ayudarlo porque sabe pedir ayuda, porque pertenece y permanece en esa pertenencia y esto no significa ni debilidad ni dependencia, aspectos rechazados desde la posición B. Eso es lo que tratará de trasmitirle a su paciente. Juntos irán tejiendo la red, hasta que llegue ese momento, en que al igual que en un tejido de punto, haya que retirar la unión con los puntos suplementarios ( esa hebra de otro color y provisoria) y el paciente y su red queden claramente separados del terapeuta y su propia red. Puede ocurrir que en algún sector estas redes se toquen, pero esto es inevitable ya que ambos, terapeuta y paciente, pertenecen al mismo entramado social. Por ejemplo, podrán cruzarse en un lugar público, o compartir casualmente un espectáculo o una reunión comunitaria. Pero cada uno lo hará desde su particular constelación relacional, estarán contextualizados de manera diferente y esto garantizará la mutua independencia y diferenciación Desde ya que no se trata de adoptar al paciente, (sería llevar al acto una temática que debe resolverse en otro plano). Cuando se trata de la configuración familiar tipo B nuestro objetivo es que al final del proceso terapéutico nos encontremos con dos individuos que habiendo partido de una relación instaurada, por desesperación, sufrimiento o imposición, se hallen, ambos en condiciones de establecer sus enlaces con otros, desde un estado de discriminación y salud. Que haya construído su RED. Si hemos decidido que estamos interviniendo en una configuración familiar del tipo A, además de la desaparición sintomática, encontraremos al final del proceso, un sistema que habrá crecido en el sentido de la diferenciación de sus miembros y respecto de su entorno, reconociéndose como una entidad diferente, con tolerancia a los cambios y a las pérdidas. En este caso, la Cuña introducida, habrá sido efectiva si se puede hablar de un antes y un después del encuentro terapéutico. Si esto es así, la tarea se habrá completado. Si además lo hacemos con economía de recursos, y en un lapso breve, nos habremos acomodado a los requerimientos actuales en la aplicación de nuestro saber. Bibliografía Orientadora Abadi, Sonia – Transiciones .El modelo terapéutico – Lumen 1996 Dabas, Elina. Denise Najmanovich. (Compiladoras) REDES. El lenguaje de los vínculos.Paidós 1995 Sluzki, Carlos – La red Social: frontera de la práctica sistémica – Gedisa –1996 Winnicott, Donald – Realidad y Juegos – Gedisa – 1971 4 Cuña y red. Estrategias para el cambio Encuesta para realizar en voz baja Según se tenga: Menos de 5 años de recibido Entre 5 y 10 años Entre 10 y 20 años Más de 20 años X ¿Qué modelo usa o usaba habitualmente para orientarse en la clínica? ¿Ha modificado su Técnica? Psico Dinámico ¿Dentro del mismo marco teórico? ¿Cómo? ¿Agregó otros modelos? ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Cambió definitivamente? ¿Por cual? ¿Por qué? Si Si Si Si Integracionista I Cuña y red. Estrategias para el cambio Paciente, familia y contexto Contexto Familia Paciente II Cuña y red. Estrategias para el cambio Configuración familiar tipo A Denominaciones más frecuentes: centrípeta – aglutinada – retentiva – engaged Características principales: ? ? ? ? ? Fuerte cohesión intragrupo Límites subjetivos poco claros Vínculos aglutinados Poca diferenciación e indiscriminación entre los miembros Distribución rígida de Roles y Funciones ? ? ? ? ? ? Coraza protectora respe cto del exterior Lo ajeno y lo diferente es peligroso y dañino Pensar distinto es una traición al sistema Favorece la inmadurez de los miembros Dificultad para la salida exogámica Los hijos salen tardíamente del hogar o no salen realmente ? ? ? ? ? Estilo de comunicación complementaria Estilo de poder: verticalista y fijo Se premia y estimula la dependencia Se censura y castiga la autonomía La culpa y la pérdida del cariño son las mayores amenazas III Cuña y red. Estrategias para el cambio Configuración familiar tipo B Denominaciones más frecuentes: Centrífuga – dispersiva – expulsiva – desengaged Características principales: ? ? ? ? ? ? ? Débil cohesión intragrupo Ordenamiento inestable, anárquico o caótico de roles y funciones Predomina la diferenciación entre los miembros Límite difuso entre el adentro y el afuera Lo ajeno y lo distinto está exaltado, valorado por sobre lo interno y conocido. El afuera es prometedor. Allí está depositada la esperanza. Se propicia la salida precoz de los miembros. ? ? ? Se exalta y se estimula la individualidad y la autonomía Estilo de comunicación simétrico. Escasa comunicación entre los miembros. No se conoce al otro . ? ? El poder está distribuído en el sistema y/o no se respeta. Se premia la independencia. Se censura y desprecia la dependencia ? La necesidad afectiva, interpretrada como debilidad, es la mayor amenaza. 1 Cuña y red. Estrategias para el cambio Motivo de Consulta: Crisis de angustia – Soledad – Dificultades de integración + + 2 Cuña y red. Estrategias para el cambio Elegir una de las siguientes alternativas: A) Presentar un ejemplo de su casuística que responda a cada una de estas configuraciones familiares B) Haga recortes en su propio genograma de configuraciones a predominio tipo A y tipo B C) Elija un material de la literatura o fílmico que remita a estas configuraciones En la opción que se haya elegido a) Elegir estilo de abordaje y justificar b) Describir las sensaciones personales que moviliza cada configuración c) ¿Cuál es el mayor obstáculo a vencer por el terapeuta? 3 Cuña y red. Estrategias para el cambio Motivo de consulta: Crisis de pánico – Asma + + 41 a 40 a 5a 4