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Un inconsciente entre leyes y clases (*)
An unconscious between laws and classes
Enrique Acuña
Analista practicante de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
Director de enseñanzas de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata
Director de la revista Conceptual -estudios de Psicoanálisis- y Revista virtual Analytica del SurInterlocutor de la Delegación Posadas del Instituto Oscar Masotta
E-mail: [email protected]
Resumen: El artículo demuestra las consecuencias de una nueva metáfora jurídica sobre la
clínica psiquiátrica en la sustitución que supone la nueva Ley de Salud Mental implementada
en la Argentina, tanto como los efectos de las clasificaciones de los Manuales estadísticos
(DSM). Propone que más allá de la máxima “derechos humanos para todos” es preciso
considerar el excedente de un sujeto del inconsciente y su presentación por el síntoma como
arreglo en cada caso singular. Tanto la aplicación de leyes y el uso de las clases son puestas
en tensión, situando la interfase entre el campo de la Salud mental y el psicoanálisis.
Palabra clave: Psicoanálisis – Inconsciente- Ley de salud mental – Clasificaciones DSM.
Abstract: The article shows the consequences of a new legal metaphor for the psychiatric
clinic in replacing representing the new Mental Health Act implemented in Argentina, as well
as the effects of statistical classifications Manuals (DSM). It proposes that beyond the maxim
"human rights for all" should be considered over a subject of the unconscious and its
presentation by the symptom as in each singular case basis. Both law enforcement and the use
of classes are put under tension, placing the interface between the field of mental health and
psychoanalysis.
Keywords: Psychoanalysis – Unconscious - mental health Law - DSM classifications.
(*)
Versión resumida de la clase dictada por Enrique Acuña sobre la ley de Salud Mental en el
marco del Seminario “Psicoanálisis, Clínica y Actualidad” de la Carrera de especialización en
psicología jurídica del Colegio de Psicólogos de La Plata. 7 de julio de 2012. Texto
establecido por Inés García Urcola. Brevario por Christian Gómez. Versión completa en:
www.apmweb.org.ar.
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CliniCAPS, Vol 8, nº 22 (2014) – Artigos
Entre dos
Un joven practicante del hospital público, sentado en posición de escuchar a su
paciente, decía estar dividido entre dos exigencias: la de un código que enmarca la nueva ley
de Salud Mental y la tabla clasificatoria a la que debería referirse como Manual Estadístico
(DSM). De ese modo, el practicante indeciso entre leyes y clases, testimoniaba de su
inconsciente que lo indicaba como sujeto de un síntoma.
Entre estas dos exigencias nominativas se podría investigar la inter-fase que existe
entre dos discursos, el discurso jurídico y el discurso de la clínica. Hay un tercer modo de
abordaje de estos dos campos que implica al psicoanálisis. Esta tercera vía es un método que
supone saber leer el conflicto en relación al Ideal que lo sostiene, su clínica permite investigar
aquello que excede al campo de la salud mental y que es el campo del goce.
Lo que sale del campo de la salud mental es lo que no encaja con el Ideal que se
propone como norma de bienestar de muchos, a veces opuesto al de cada uno. Se sabe que la
Salud Mental es una llamada a mantener el Orden público. Este orden responde al Derecho y
a aquello que se ofrece como paradigma actual de un derecho -humano- para todos. Es decir
que la Salud Mental apela a establecer un Orden público como un bienestar confundido con el
Bien común, y esto se prescribe con una cierta jurisprudencia.
La Salud Pública no deja de pensarse en otra interfase que es la del campo de la
ciencia y particularmente de una técnica, que es la medicina, y el campo del Derecho.
Medicina y Derecho se sustituyen recíprocamente, organizando el Ideal normativo de lo que
se propone como el Bienestar en una sociedad.
Qué hay de nuevo en la Ley
El siglo XXI ya fue testigo del pasaje de las políticas de regulación de los cuerpos; es
lo que Michel Foucault llamó biopolítica, una práctica de las reglas para interpretar los casos
que dependerán de la estadística y de la aplicación de normas sobre una masa poblacional
determinada. De modo que se puede definir la biopolítica como aplicación de acciones
concretas sobre poblaciones ampliadas. Giorgio Agamben complejiza el concepto a partir de
dividir dos versiones de la vida: zoe y bios. Una vida de cada cuerpo en su mundo de placeres
y la otra regulada por el aparato jurídico en la vida pública. Pero esta vida incluye la muerte, y
no solo biológica sino la muerte civil cuyo paradigma es la situación de excepción. Esta toma
forma en la figura del “campo de concentración” donde se priva por segregación a la persona
de todo derecho ciudadano en democracia. Entonces el orden público para todos tiene una
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excepción contemplada por el Derecho que implica que el universal afirmativo está
agujereado por un particular negativo, donde hay al menos una excepción al derecho.
El debate y la aprobación de la Nueva Ley de Salud Mental en la Argentina tiene
varios puntos interesantes de conflicto. Por un lado los significantes amo que debe abolir y
que se consolidaron en la época de la pérdida del Estado de derecho en las dictaduras
militares: encierro, judicialización y medicalización. Por otro, la aplicación en la clínica de
cada caso.
Son también modos de tratar el problema de la locura, basados en ciertas
articulaciones entre las prácticas de salud y las acciones legales. En salto normativo
progresista, se trata de una nueva “ficción jurídica”, es decir discursos útiles por su eficacia de
crear una realidad en lo social. De este modo una ley de salud mental tiene efectos reales
sobre los lazos sociales, a partir de algunos casos, permitiendo o no la existencia de un decir
que supone el inconsciente freudiano.
El ciudadano que puede padecer la locura adquiere así derechos basados en un
principio social. En el primer punto de esta Ley está planteado el problema de una escansión
histórica que considera a la locura no como “enfermedad” sino como “construcción social”.
En términos conceptuales del ser transforma el punto de vista positivista (la mirada médica)
por la de un relativismo social, que diluye la causalidad psíquica. El contexto que determina la
verdad de un hecho clínico como es la enfermedad, sería ahora un ambiente jurídico. Luego,
se habla de “sufrimiento mental” y no de síntomas y signos de enfermedad. Se trata entonces
de un “padecimiento” que disuelve lo específico de la descripción psicopatológica de la
clínica.
Este verdadero desplazamiento es una metáfora donde se sustituye el fundamento
clínico por el del sujeto del derecho. Dice:
La presente ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud
mental de todas las personas y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas
personas con padecimiento mental que se encuentran en territorio nacional,
reconocidos en los instrumentos internacionales de derechos humanos (...). (Ley
Nacional de Salud Mental Nro. 26.657)
Observamos ahí dos escansiones: el paradigma Derechos humanos para todos, que
sustituye aquel de Salud para todos y luego una apelación a la convención internacional por
sobre la tradición local.
(...) reconocidos en los instrumentos internacionales de derechos humanos, con
jerarquía constitucional, sin perjuicio de las regulaciones más beneficiosas que para
la protección de estos derechos puedan establecer las provincias y la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
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Entonces, esta nueva ficción jurídica en tanto ficción útil, no es mera apariencia,
cambia la significación del sujeto con respecto a “tener” o identificarse a un síntoma y lo
reduce a un hecho social llamado “locura”. No se trata solo un de cambio semántico, sino del
pasaje a otro campo de la autoridad de las decisiones de aquello que es un juicio ético: el
diagnostico médico por la situación jurídica.
Hay al menos cuatro discursos que Jacques Lacan ordenó como Amo, analítico,
histérico, del analista, discursos diferentes a enunciados descriptivos del hecho social, que
sirven para ordenar quién decide el destino de un caso clínico. Una ficción útil es un medio
por el cual alguien dice que esta realidad existe. Cuando una ley es enunciada ya existe, más
allá de su implementación real. Hay ese décalage entre lo que ella prescribe y la realidad de
sus alcances.
Toda escansión de saberes supone un cierto avance, o un “progreso”. Por ejemplo ya
no se dice enfermedad mental, ahora se habla de sufrimiento. La salud mental ya no es más un
problema de bienestar físico, psíquico, social. Es un derecho para todos, en tanto derecho
humano, que está construido por un proceso histórico y social. O sea que se trata de la
construcción social que desde Searle supone que quien decide la verdad de un acontecimiento
es el contexto pragmático de las leyes sociales.
El loco ya no queda definido por su exclusión sino que es posible darle al individuo
como ciudadano su capacidad de “inclusión social”. O sea que lo que está prohibido es
inhabilitar, y esa exclusión no es del sujeto sino de la persona libre. En esta capacidad
atribuida en potencia a todo ser libre, que tiene que ver con la libertad como naturalizada,
también lo que se positiviza es la legalidad.
Esto concierne a la clínica del síntoma en la medida que surgen problemas de
diagnóstico frente a problemas como el consumo de drogas que se generaliza en la “adicción”.
Si se considera que las adicciones no son exclusivamente una cuestión de legalidad y punición
encasillada en la figura del “toxicómano”, sino con otra más amplia que hace a la sociedad
como potencialmente consumista.
Otro cambio importante es el poder de la decisión. La ley abre un nuevo campo hacia
un saber basado en la inter-disciplina, un equipo de especialistas que, como en el Comité de
bioética sueña con un saber decisivo desde la suma de conocimientos especializados.
Queda así aparentemente superado el diagnóstico médico-psiquiátrico. Se pone en
juego el problema de las clasificaciones y la internación como posible privación de la libertad.
El ejemplo en una internación psiquiátrica, de la peligrosidad para sí mismo o para terceros.
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En la ley aparece “el riesgo cierto e inminente” en lugar de la peligrosidad que rápidamente
suponía el encierro, el aislamiento.
En cuanto a la “evaluación” de un caso como tratamiento, esta nueva ley plantea
algunos parámetros: cada tantos meses es posible una evaluación hecha por el juez, por el
paciente tomado ahora como sujeto activo en el procedimiento de la curación por una autoevaluación y luego en menor peso, por el equipo interdisciplinario. Aquí lo que está en juego
es la ideología de la evaluación. Antes, era externa al enfermo y suponía el conjunto jurídicomédico. La evaluación hecha por el equipo interdisciplinario supone una intervención
periódica de ese equipo, sobre todo basada en la posibilidad de que el enfermo se autoevalúe
periódicamente.
Observemos la serie de sustituciones que hacen a la metáfora jurídica: el “sufrimiento”
por la Enfermedad mental; Derecho por el bienestar biopsicosocial construido; la capacidad
de inclusión y lazo en lugar de “Inhabilitar en exclusión”; “Adicción” antes que
ilegalidad/punición; el saber de la interdisciplina por sobre el Diagnóstico psiquiátrico y sus
clasificaciones; el “riesgo cierto” mejor que la peligrosidad; los Derechos a los bienes y a la
evaluación antes que la Judicialización/medicalización del manicomio.
Celebramos ese avance normativo basado en “el desmontaje del aparato represivo” de
las técnicas curativas, pero sin embargo debemos considerar que existe un excedente que va
más allá de la máxima que nos refugia en los “derechos humanos para todos”: captar al sujeto
en su singular apelación al síntoma donde cada caso será único en la manera de arreglarse con
su sufrimiento. Ahí el psicoanálisis como operación sobre el Ideal extrayendo el goce,
sobrepasa lógicamente a la metáfora paterna de lo jurídico.
Nosotros des-clasificamos
En la Argentina actual un síntoma de la salud mental es el problema de la aplicación
de la nueva ley de Salud Mental y otro es usar las clasificaciones a partir de la estadística
(DSM). Si captamos estos dos paradigmas como manifestaciones sintomáticas que puede leer
el psicoanálisis en el campo de la salud mental, existe este sujeto dividido en cada discurso,
que implica, así como hace la ciencia, un retorno de lo rechazado en quien ejerce e interpreta
con su propia tabla de la Ley: el médico, el jurista, el agente social. Ellos también son parte de
la operación de nombrar o etiquetar ese excedente.
La ciencia se identifica del lado de la verdad, pero es una verdad paródica porque no
solo el filósofo cuestiona el problema de la verdad, el científico mismo acepta que hay una
dimensión de la contingencia, que un tratamiento puede tener efectos paradojales, etc;
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entonces ahí llama al psicoanalista. El caso, lo que cae del paradigma, no siempre tiene esa
condición voluntaria de llamar al Otro, sobre todo en las internaciones (como en los hospitales
en la interconsulta) está dado por esta mediación de la demanda al Otro, que se reduce a veces
a degradarlo a su Necesidad, fuera del deseo.
Es lo observable en ese mediador que veíamos en las figuras del prestador, en las
bodas con un perjudicado. El curador que intercede y dice: el mejor discurso que le conviene
a usted es que ahora lo venga a ver un especialista, un psicólogo o un psiquiatra. Entonces esa
interdicción propia de la metáfora, que también vimos antes como la judicialización del caso,
era una metáfora jurídica sobre lo médico, no sobre el derecho del alienado.
El asunto es que en ese “para-todos” de los derechos humanos está lo que plantea
Jean-Claude Milner cuando dice que hay “lo ilimitado del derecho”, y la aplicación del
derecho que introduce lo limitado de la norma. Quiere decir que tengo un conjunto ilimitado
de elementos, pero una vez que se aplican esos elementos a la realidad de un caso, aparece lo
limitado. Así que puedo sancionar la decisión de que este caso, por ejemplo un diagnóstico,
un caso ya sea psicosis o neurosis, es una decisión que implica la información, el saber, etc.,
pero hay un punto de contingencia que es donde decido que todo ese conjunto ilimitado, sea
para algunos, o sea para ese caso, aplicable.
Hay nuevas formas de presentación de los síntomas a partir de esta legalización. Es
decir, tenemos que estar atentos a que las presentaciones clínicas de las psicosis y de las
neurosis, en los hospitales públicos, en las cárceles, se van a encontrar imbuidos de este
discurso jurídico nuevo acerca de los derechos humanos y la libertad y de su evaluación.
Hay inclusión del significado acumulado en la ley y en las clases en el rostro que
conviene a la histeria, como a las figuras que envuelven lo real. Porque si el síntoma es la
creencia que cada uno tiene de su propio goce, de su propio mal, “yo creo que tengo ese mal”,
y el psicoanálisis lo que propondría, en relación a una ética diferente, es que alguien pueda
convivir con su mal, que sería la acción progresista de nuestra ley. Hay que darle derechos
para que no se haga mal ni tampoco le haga mal a otro en condiciones que no sean el encierro
sino una decisión, abriendo el campo ilimitado de la libertad. Lo interesante es que a partir de
esta ley nosotros vamos a tener presentaciones, incluso de las psicosis, diferentes, donde si
investigamos, vamos a encontrar que siempre están el trasfondo histérico/obsesivo o la
paranoia/esquizofrenia.
La interfase entre Salud mental y psicoanálisis se construye con lo necesario de la
existencia de un síntoma. Y este síntoma se podría escribir como: “más derechos, (derechos
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humanos, nueva ley, etc.), más clases”. Paradójicamente más clasificaciones, en términos de
la pulverización clínica que hace el DSM. Esta es nuestra hipótesis.
Es probable, entonces, que a más derechos, más clasificaciones incluso epidemia de
nuevas clases, leyes, síntomas. Y que, tendríamos que agregar nosotros, ¿es verdad que el
siglo XXI será una época donde, paradójicamente, ante tanto derecho, se pierda el derecho a
la palabra? Y haya solamente derecho a adquirir por el lado de la mercancía, ser un usuario
más que un ciudadano, consumidores y no ciudadanos. Entonces es probable que retorne el
sujeto, el sujeto que se articula entre su propia norma (S1) al goce (a): “hecha la ley, hecha la
trampa”. Es decir, el retorno de la palabra como goce y silencio. Porque es un deseo de otra
cosa que no está en la ley. Es una formulación lacaniana: el sujeto del psicoanálisis es el
mismo sujeto de la ciencia. La densidad oscura que habita como deseo del científico, del
jurista, del trabajador de la Salud mental es factible también de leerse como un inconsciente.-
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Recebido em: 20 de Março de 2016
Aceito em: 21 de Março de 2016
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