Adictos a la vida

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LA RIOJA
LA RIOJA
Adictos a la vida
Decenas de toxicómanos consiguen cada año rehabilitarse gracias a la
labor que desempeñan las organizaciones Reto a la Esperanza y Remar
CONCHI AQUESOLO/LOGROÑO
Salir del mundo de la droga no es imposible.
Nadie dice que sea fácil, pero cada día
aparecen nuevos testimonios que demuestran
que, con la ayuda adecuada y sobre todo, con
voluntad, se puede superar cualquier adicción
y llevar una vida normal. En Reto y en Remar
saben muy bien lo que supone este problema
y, sobre todo, cómo tratarlo. Ambas se
instalaron hace una década en La Rioja y
RETO. En el local de la carretera de
desde entonces se han convertido en
Navarra reparan y venden los muebles y
organizaciones consolidadas y lo que es más
antigüedades que les donan los riojanos. /
importante, respetadas por la labor social que RAFAEL LAFUENTE
desarrollan. Su mejor baza es el testimonio de
personas que saben lo que es tocar fondo y que entienden mejor que nadie la
situación en la que se encuentran sus nuevos compañeros. Su experiencia es, sin
duda, el mejor estímulo.
ALFREDO GARCÍA
Responsable de Reto en La Rioja
«Son más los que consiguen salir»
Alfredo García no tiene ningún pudor en relatar su caso. A fin de cuentas no tiene
motivos para avergonzarse. Al contario: se siente orgulloso de haber conseguido
superar su adicción a las drogas. En su caso, la cocaína. Por eso matiza que ser
drogadicto no es algo 'marginal'. «Hay también gente con mucho dinero, porque
hay que tener un nivel más bien alto para permitírtelo. El problema está en saber
reconocerlo y pedir ayuda», relata con normalidad. Él un día lo hizo. Ahora se
encarga de ayudar a otros que, como él, querían recuperar el control de su vida. Su
labor -la de todos- fue reconocida por el Consejo de Ministros, que la declaró
entidad de utilidad pública. «Son más los que consiguen salir que los que recaen.
Eso nos anima a seguir trabajando», justifica.
De raíces cristianas, esta organización nació hace veinte años, y llegó a La Rioja en
1993. Actualmente sus miembros residen en Labraza (Álava), aunque desarrollan
toda su actividad en la carretera de Navarra (frente al cementerio logroñés). Allí
lavan coches, restauran los muebles y objetos que les entregan y los venden al
público. Sus integrantes han tenido que superar diferentes fases: «En primer lugar
está la etapa de desintoxicación, que consiste en pasar quince días aislado con las
ayudas terapéuticas necesarias. A continuación está el proceso de rehabilitación en
el que aprenden un oficio y a convivir con el resto de miembros del grupo, y por
último la reinserción, que es ahora mismo donde se encuentran más dificultades.
Pero no nos rendimos porque, poco a poco, la sociedad va cambiando para darles
una oportunidad». Es muy importante que la persona no esté en contacto con su
entorno habitual. «Para eso tenemos centros por toda España. Hay que salir del
ambiente cotidiano porque es la única forma de 'desengancharse'», añade García.
Su labor llega incluso a otros países. «Nos ayudamos mucho unos a otros. Somos
como una gran familia en la que todos cuidamos de todos», asegura convencido.
FRANCISCO QUINTANA
Responsable de Remar en la Rioja
«Aquí la gente nos ayuda mucho»
Viven y trabajan en el barrio logroñés de Yagüe y se sienten plenamente integrados
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con sus vecinos. Muchos están de paso, pero hacen lo que pueden para
reinsertarse en una sociedad de la que durante un tiempo estuvieron apartados.
Actualmente su comunidad está formada por trece hombres, tres matrimonios y
cinco niños. Cada uno tiene su función y todos colaboran para que el proyecto salga
adelante económica y humanamente. «Recogemos los objetos que nos donan, los
reparamos, los vendemos en las tiendas, repartimos propaganda... hay mucho
trabajo», explica su responsable, Francisco Quintana.
Su mensaje también es de optimismo. «Se puede salir de la droga. Cada uno de
nosotros somos el mejor ejemplo y eso es lo que anima a las personas que llegan
por primera vez al centro», añade. Hay que seguir un proceso completo que
comienza por la estancia en granjas especializadas. «Están en contacto con la
naturaleza y los animales. Es la primera fase de desintoxicación, lo que se llama
'quitar el mono'. Hay que estar entretenido. En los momentos de bajón tienen a su
lado a gente que les escucha y les anima porque han pasado por lo mismo que
ellos», explica el joven.
A continuación se les destina a uno de los centros que tienen por todo el país. El
periodo mínimo de estancia recomendado es un año. A partir de ahí muchos
deciden volver a su lugar de origen para llevar una vida normal, mientras que otros
se incorporan a la organización como monitores. «Somos un movimiento cristiano
evangélico y muchos asumen esa vocación de servicio».
En el caso de La Rioja, Francisco Quintana asegura que están «muy bien vistos»,
algo que no sucede -dice-, en otras ciudades. «La gente nos ayuda mucho y valora
el esfuerzo que realizamos. Saben que detrás hay una buena causa y son bastante
generosos», explica. De hecho se plantean la posibilidad de abrir un nuevo centro
en La Rioja Baja.
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