Lecturabilidad, público y crítica de cine: La pica busca Flandes

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Lecturabilidad, público y crítica de cine: La pica busca
Flandes. | FANNY ZAMUDIO
LECTURABILIDAD, PÚBLICO Y CRÍTICA DE CINE: LA PICA BUSCA FLANDES
Fanny Zamudio
“El crítico debería ser, en general, el intermediario entre el autor y el público, explicando al
segundo las intenciones del primero, dando a conocer al primero las reacciones del segundo,
ayudando a uno y a otro a ver más claro.”
François Truffaut
El Apuntador cumple 10 años como espacio de crítica, difusión y registro de las artes escénicas
en el Ecuador y, en estos últimos años ha dedicado un espacio necesario para el cine nacional
y las artes audiovisuales: una década de existencia sostenida que en el ambiente cultural de
Ecuador equivale a un siglo; un trabajo realizado con rigurosidad, calidad, profundo sentido
estético, sensibilidad, vocación pedagógica y constructiva, provocando debate abierto y, a
pesar de ello, sin perder amigos. Hacer crítica, apostarle a la reflexión caminando a salvo en
los finos hielos de la aprehensión artística es un oficio que, sin lugar a duda, merece
celebración.
No es sencillo plantearse, desde ningún punto de vista, una publicación que se convierta en
referente de reflexión y crítica de arte porque es un oficio muy peligroso para la salud social del
corresponsal, tanto más peligroso mientras más reducido el ámbito de lo artístico y el espacio
de la creación. El mito del crítico como personaje que detesta o es detestable, o del intelectual
de la cultura que construye su propio escenario sobre los huesos sacrificiales de los artistas
define, en muchas ocasiones, la percepción de que quien ejerce la crítica sea, por principio,
enemigo del arte.
En el caso de la reflexión sobre cine ecuatoriano, las cosas se complican un poco más porque
la propuesta cinematográfica y audiovisual ecuatoriana está en construcción y,
consecuentemente, también lo está el oficio periodístico que le corresponde. El mismo debate
está atrapado en el circuito que lo anima, girando, además, sobre los intríngulis del sistema y la
industria, con más frecuencia que sobre la estética, la propuesta o el contenido. Si lamentamos
que haya poco público para la producción nacional, lo hay aún menos para los circuitos de
reflexión, diálogo y debate. La contraposición de ideas es prácticamente endógena ente
realizadores y gestores y pocas veces aparece el público cuya voz se resume básicamente a
cortos e intensos debates de redes sociales y al periodismo de cultura.
En los todavía escasos foros de debate abierto surgen los elementos más interesantes para
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dinamizar la reflexión. En un reciente debate en FLACSO CINE, organizado por CNCINE y el
Apuntador, cuyo tema fue ¿Qué le falta y qué le sobra al cine ecuatoriano?, aparecieron por
sobre los temas recurrentes criterios directos con respecto al rol de la crítica, que considero
sumamente interesantes para que el trabajo periodístico encuentre su lugar constructivo en el
ecosistema de las artes audiovisuales.
Un criterio desde la perspectiva del realizador fue que la crítica debe ser rigurosa y
especializada para superar la mera apreciación. Otra opinión, desde la perspectiva del gestor
cultural, es que hay una urgencia de crítica pedagógica, que se convierta en herramienta para
mejorar las capacidades de lectura del público.
En cuanto al primer criterio, es evidente que un buen trabajo de crítica empieza por diferenciar
el género y ser fiel a lo que se propone, sea crítica, reseña, artículo, reportaje o publirreportaje.
Una vez establecida la diferencia, es indispensable ubicar los elementos fundamentales de
cada género, reconocer los mínimos necesarios de una propuesta, investigar, relacionar todas
las partes adecuadamente y ejecutar el trabajo con prolijidad, buen discurso y sin concesiones.
En otras palabras, la crítica debe seguir un proceso similar al que se espera del realizador de
cine ecuatoriano.
A la crítica le corresponde el análisis del producto neto, es decir, la película, y ese enfoque
parte necesariamente de una apreciación, de una reacción del público y del crítico, que es
solamente espectador con patente de tinta. Esa reacción no es otra cosa que la síntesis del
trabajo del realizador.
Más allá de las circunstancias particulares de la película, más allá de las condiciones generales
del mercado y de la incipiente industria, más allá del escaso debate, el realizador debe estar
dispuesto a la crítica. Sea positiva o negativa, la formulación de una apreciación tiene valor.
Neófita o especializada, la opinión del observador debe ser motivada, buscada e incorporada a
la proyección misma del creador y tan válida es esa apreciación si proviene de la academia
como si llega de un taburete del improvisado cine barrial. Trágico es solo el destino del arte que
no suscita nada.
Respecto al segundo criterio, la demanda de pedagogía del arte es, en mi opinión, una visión
más acertada del rol de la crítica. La apreciación sustentada, formulada como análisis, con
parámetros y referencias de comparación, es requisito de la aproximación periodística y
editorial. Aporta al creador sin duda, pero su función particular es la de aportar herramientas
para la lecturabilidad y apreciación integral del producto artístico y, por otro lado, debe
diferenciarse de la crítica académica que es elemento de una formación más profunda y de la
construcción de teoría. Por ello abunda en los parámetros de interpretación simbólica o estética
y, en general, no se refiere a un producto sino a un fenómeno.
Argumento mi defensa de la apreciación como aproximación válida al arte ante su Némesis: la
interpretación; en primer lugar, porque acotados al tema de cine ecuatoriano, en el momento
actual, el sujeto cine, el sujeto público y el sujeto análisis están aún en construcción, cada uno
lidiando con sus limitaciones y cuyo único punto de encuentro posible es la acción - reacción.
Y, en segundo lugar, porque la interpretación del arte tiene tantos límites como la apreciación
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pero es mucho más peligrosa: “En una cultura cuyo ya clásico dilema es la hipertrofia del
intelecto a expensas de la energía y la capacidad sensorial, la interpretación es la venganza
que se toma el intelecto sobre el arte.” (Sontag. S. “En contra de la interpretación” Contra la
interpretación y otros ensayos Seix Barral, Barcelona, 1984)
Esto no quiere decir que la construcción de pensamiento, la crítica y las artes en Ecuador, entre
ellas el cine, no puedan y deban coexistir reflexivamente. Lo que significa es que hacen falta
nuevos enfoques y dinámicas del debate; tener capacidad de identificar problemáticas,
asumirlas y abordarlas de cara al público. No es útil parapetarse en la incomprensión esperada
de lo que se presume un “cine de autor”, como no es sana una reflexión que camufla la
percepción estética en la interpretación referenciada. No es sano replegarse a la
condescendencia de las fallas en la industria. Como tampoco contribuye una crítica que reseña
parcamente, ni mucho menos una que aplaude el esfuerzo aunque no guste del resultado.
En el ejercicio periodístico la crítica es la intermediación didáctica. Es más que una reseña
porque supera la simple descripción y su construcción está pensada en dimensión, lenguaje y
referencias para el espectador. Establece una apreciación y la justifica pero, sobre todo,
provoca, toca puntos sensibles y hace, a veces, odiosas comparaciones; porque el rol de la
crítica en tiempo real es despertar el debate, cargar de tinta la antipática Pica y señalar a
Flandes.
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