LOST 7x10: La Traición Carlos y Ana Belén http://proyectounfinaldignoparalost.blogspot.com/ Fecha de Publicación: 29 de mayo de 2011 3 7x10: La Traición — ¿. . . Quién eres?— Dijo Ana Belén confusa al notar la familiaridad con la que le habló la mujer— ¿Te conozco? — Me llamo Cristina — dijo ella — Pero tú hace mucho tiempo me llamabas Neith Ana Belén se sentía extraña, el rostro de aquella mujer se le sugería familiar, pero estaba segura de no haberla visto en su vida. No en esta. Ana Belén buscó respuestas en la mirada de Ben, pero él parecía tan confundido como ella. — No. . . te recuerdo — Ni siquiera Ana Belén sabía que eso era cierto — ¿Éramos amigas? — No, no precisamente amigas — Dijo Cristina que parecía melancólica — pero debimos haberlo sido. — Entonces. . . — ella no entendía. — Fuimos engañadas, forzadas a enfrentarnos. Pero ha llegado la hora de nuestra venganza — ¿Engañadas? ¿Por quién? — Ana estaba extrañada — Por un perverso ser, que hoy te ha llamado amiga — Cristina dirigió su mirada a Ben — ¿Cuál es el nombre que ha escogido? — Carlos — respondió Ben — Carlos. . . , ¿Perverso ser? — A pesar de la conversación que acababa de tener con Carlos, sus sentimientos hacia él distaban mucho del odio. Ella lo apreciaba mucho. — Te haya dicho lo que haya dicho, No has de creerle. — Lo mismo me ha dicho él — Ana dio sentido a las últimas palabras de Carlos — Él acabó con tu vida en la isla por sus malditas convicciones. No dudó en acaba con vuestro amor por ellas. — ¿Nuestro amor? — Si, ¿No te lo ha contado? Tú y él erais pareja en la época en la que nos conocíamos. Tú y él vivísteis en la estatua. Pero no dudó en matarte cuando dejaste de serle útil. 4 — Pero eso. . . no puede ser, eso es maquiavélico. — Por lo que sé, No me extrañaría que hubiese sido el propio Maquiavelo en persona. Ana se petrificó recordando su conversación con Carlos — ¿Y por qué tengo que creerte a ti?— Dijo Ana Belén — Sólo escúchame. No pretendo más. — Te escucho — Concedió Ana Ana se sentó en una silla dispuesta a escuchar lo que tenía que contarle aquella mujer. —o— El consejo se había reunido aquel día de manera extraordinaria para solucionar de una forma definitiva el problema. Sentados a la mesa estaba el viejo Seth, Neith, Jnum y Heket. Seth era la cabeza visible de lo que podía llamarse el gobierno de la Isla. Aunque realmente el poder de decisión se reservaba al consejo, en caso de empate, su voto era el que decidía. Seth había sido un respetado político en la vida anterior a las grandes guerras y sus dotes le habían valido para crearse los suficientes apoyos para permanecer en el gobierno. En Seth recaían los poderes legislativos y judiciales. Neith era la general en jefe de los ejercitos. Durante las grandes guerras había mostrado su valía y fuerza. Neith era temida y respetada en toda la isla por su firmeza a la hora de actuar. Aunque Jnum era militar a las órdenes de Neith, había tomado relevancia como científico al ser el elegido para diseñar el cuerpo de los humanos. Fue entonces cuando Jnum se convirtió en la mano derecha de Neith y el ministro de la ciencia de facto. Él atesoraba todo el conocimiento científico que quedaba tras las grandes guerras. Heket no pertenecía al consejo de forma permanente, pero había sido invitada a la reunión. Las ideas de Heket iban a ser tomadas en cuenta para tomar la decisión más adecuada. — Has de saber, Heket, que tu relación con Jnum no va a suponer ninguna ventaja ni handicap en esta reunión — Comenzó Seth — El tema a resolver es complejo, y es la mejor solución la que ha de reinar, nada más. 5 — No esperaba otra cosa de este organismo — Contestó Heket — Como ya debe saber, Jnum y yo defendemos ideas diferentes, y, hasta ahora, lo hemos resuelto de forma civilizada. — Me alegra oír eso. — Respondió un sonriente Seth — Proceda a exponer su versión. — El problema que yo veo con el modelo actual de control a los humanos es que vamos a romper su capacidad de aprender de manera natural. De este modo, si en algún momento dejase de existir ese control, correríamos el riesgo de que no estuviesen lo suficientemente maduros; justo cuando atesorasen un poder demasiado grande llevaríamos a su fin y con él, posiblemente, el fin de la vida en la tierra. — Si les llevamos correctamente, quizá algún día sean capaces de sobrevivir solos. Si no lo hacemos cometerán los mismos errores que nosotros. Y si consiguen un poder superior al nuestro moriremos con ellos. Y con nosotros morirá cualquier esperanza de salvación.— Contestó Jnum — Pero no podemos controlarlos durante toda la vida. Son almas como nosotros, de hecho, hace algún tiempo ocuparon cuerpos como los nuestros. ¿Lo que estamos haciendo no es engañarles? ¿No es engañarnos a nosotros mismos? — Contestó Heket — Como mando del ejercito — Replicó Neith — No puedo estar más de acuerdo con el coronel Jnum. Dejarles crecer sin control será un problema para nuestra seguridad. — ¿Y quiénes somos nosotros para interponer nuestra seguridad a la de ellos? — preguntó Heket — ¿Cuándo os vais a dar cuenta que nosotros somos ellos? — ¿Y cuándo te vas a dar cuenta, Heket, que el hombre aún no es capaz de dominar los sentimientos? — Volvió a hablar Jnum — la misma avaricia, el ansia de poder o el odio fuera de control son incluso más nocivos que lo que nos llevó a destruir nuestra civilización. — Sin embargo, la alegría, el amor, las ganas de vivir.— contestó Heket — Esas contrapartidas son las que necesita el hombre para ser capaz de dominar él solo su mundo. Controlándoles no les daremos la capacidad real de crecer por sí mismos, y los haremos a nuestra imagen y semejanza, con nuestros mismos temores y problemas — ¿Cuántas civilizaciones vas a tener que destruir para darte cuenta de que solos no van a poder hacerlo? — Argumentó Jnum — Ellos mismos han inventado la religión, buscan repetidamente la figura de 6 un dios que les ayude. Realmente quieren ser controlados. Seamos su dios, protejámosles de ellos mismos. — ¿Y qué pasa si ellos no quieren ser protegidos? — Heket no entendía el empecinamiento de Jnum — ¿Acaso les hemos preguntado? Jnum iba a contestar a Heket cuando Neith tomó la palabra. — Creo que las posturas ya están claras. No perdamos más tiempo — Neith dirigió su mirada a Seth — Es tu decisión. Somos dos a uno, y tu voto empatará y decidirá. Seth se levantó y empezó a pasear por la sala pensativo. Jnum estaba tenso. Deseaba una decisión que él consideraba inteligente. Heket estaba esperanzada en la decisión que ella consideraba correcta. Seth miraba a los dos debatiendo consigo mismo. — Heket tiene razón — Dijo Seth al fin — Custodiaremos la caja pero no la controlaremos. Las palabras cayeron como una losa en el alma de Jnum, que apretó las manos con fuerza y bajó la cabeza. Heket tenía sentimientos encontrados. Mientras sentía una inmensa alegría por conseguir lo que ella llamaba la liberación de los humanos, a la vez se sentía triste por su amado. Heket puso la mano en el hombro de Jnum. Jnum no se movió, ni dijo nada. — Jnum, ¿Aceptas mi decisión? — Seth quería una confirmación de la boca del abatido humanoide — La acepto. . . , pero, no la comparto. — Gracias por tu comprensión — Agradeció Seth — Para que el proceso de eliminación del control de la caja no afecte a los humanos, no se producirá hasta dentro de un año. Eliminaremos el control paulatinamente. Jnum será en el encargado de liderar ese proceso. — Seth intentó premiar a Jnum para que se sintiera mejor, pero no lo consiguió. Jnum no respondió. — En fin, si me necesitais estaré en mi despacho — Dijo Seth mientras salía por la puerta. Neith le siguió sin decir nada 7 Heket se acercó a Jnum — ¿Estás bien, cariño? — Dijo ella todo lo dulcemente que pudo — No — dijo él rotundo. Giró la cabeza y dirigió una fría mirada a Heket — Necesito estar solo Heket no se atrevió a decir más y tras darle un beso en la mejilla lo dejó solo en aquella habitación, embebido en sus pensamientos. —o— En el remanso del río a la entrada de la gruta de la caja, Carlos explicaba al grupo cuan complicada era la situación. — Estamos en grave peligro. — Comenzó Carlos — No quiero engañaros. Esta no es vuestra guerra, así que si no queréis seguir conmigo, sólo tenéis que marchar. — ¡Y que nos coja el humo negro! — Gritó David — El humo negro no es lo que ha de preocuparos. — Dijo Carlos — Si veis una espesa niebla blanca, entonces estaréis muertos. Un terrible sentimiento recorrió al grupo. — Aún así no me fío nada de ellos, creo que estamos más seguros contigo — Dijo Ana Navarro. Los demás asintieron. — El ser que ha llegado es una mujer. No os dejéis engañar por su aspecto. . . es terriblemente poderosa. Antiguamente, se la consideraba la diosa de la guerra. — Continuó Carlos — Su forma de ataque es una densa niebla blanca, de la que tomé la idea para crear el humo negro. — ¿Tú creaste el humo negro? — Preguntó David sorprendido — Sí, pero eso ya no tiene importancia. Lo importante es que si veis esa forma huyáis, no podrá cogeros a todos. — ¿Y entonces. . . qué se supone que vamos a hacer? — volvió a preguntar David. 8 — Ella, como todos, tiene puntos débiles. Estoy ideando un plan, en cuanto lo tenga, lo pondremos en práctica. Ahora de momento, resguardémonos en la gruta. Allí estaremos seguros, de momento El grupo, con el susto aún en el cuerpo, siguió a Carlos hacia la luz, que se veía a través de la gruta. — Entonces, eso de que cuando morimos vemos una luz, ¿Es ésta? — preguntó Jose Enrique — No, eso es producido por la falta de oxígeno en el cerebro. En el traslado del cuerpo a la caja no se siente nada, o al menos. . . eso dicen.— Contestó Carlos El grupo llegó por la gruta a una cascada. Utilizaron una cuerda y bajaron uno a uno por ella. Un poco más adelante había una estructura con una especie de tapón de piedra detrás del cual salía una brillante luz. — ¿Eso es la caja? — Preguntó Zoe — No, la caja está justo debajo de esa estructura. — ¿Entonces, para qué sirve? — Pues empezó siendo un elemento decorativo, pero resultó ser un excelente eliminador de insectos. Todos se dirigen a la luz. . . y de ahí no pasan. — Dijo Carlos — Pero cuidado, no os acerquéis, que nadie toque el. . . No le dio tiempo a acabar la frase, justo en este momento Abel pisó sin querer uno de los bordes, un suelo milenario erosionado por el paso del tiempo, y entonces un trozo de roca se desprendió provocando que la pierna del joven tomara contacto con la luz. Inmediatamente, una onda electromagnética alcanzó de lleno a Abel, que empezó a gritar roto de dolor. — ¡¡¡¡Abel!!!! — exclamó Carlos corriendo al rescate y asustando de veras al resto de compañeros Abel se sujetaba a la roca tratando de mantener el resto del cuerpo fuera de la fuente, mientras gritaba y convulsionaba por la tremenda descarga electromagnética. — ¿Qué coño es eso? — José Enrique se llevó las manos a la cara, paralizado por el miedo 9 — ¡¡No le toquéis!! —ordenó Carlos apartando con el brazo a Claudio y Emily justo cuando se disponían a agarrar a Abel Sólo Carlos podía tocarle en aquel momento, era muy peligroso que alguno de sus compañeros lo hiciera. Agarró con fuerza los brazos de Abel y lo lanzó fuera de la estructura poniéndole a salvo. El joven electrocutado jadeaba asustado mientras el aire volvía a sus pulmones. Tenía todo el pelo de punta y algo chamuscado, el pantalón deshecho y quemaduras en su pierna. — ¿Qué me ha pasado? — preguntaba aturdido — Tranquilo Abel — contestó Carlos infundiéndole calma, mientras posaba sus manos suavemente sobre la quemadura — Ha sido un accidente, pero todo está bien, no debes preocuparte Abel se retorció por el dolor al contacto con las manos de Carlos, que se habían vuelto brillantes, pero enseguida notó un efecto balsámico en ellas, y el dolor se fue mitigando. El grupo contemplaba la escena con estupor, seguían sin dar crédito a lo que estaban viviendo en la isla. Cada momento parecía más increíble que el anterior. Zoe acercó su boca a la oreja de Juan para susurrarle. — Ahí lo tienes. . . Clark Kent de día, y. . . — le dijo Zoe para rebajar la tensión de un Juan boquiabierto Carlos ayudó a levantarse a Abel, le pasó el brazo por su hombro izquierdo para que caminara apoyándose en él, y con su mano dio paso para que Guillermo se acercara e hiciera lo propio, colocándose en el lado derecho para ser el otro apoyo de Abel. Tras el incidente reanudaron la marcha. —o— Jnum estaba trabajando hasta tarde en la caja. Últimamente lo hacía mucho. Heket no se atrevía a decirle nada. Ella sabía que era importante para él. Aunque no lo aprobaba, ella sabía que Jnum necesitaba aprovechar tanto tiempo como fuese concedido para ayudar al mundo, o al menos, así pensaba él. Heket decidió llevar una infusión estimulante a Jnum aquella noche en la caja. Cuando entró en el centro de control, quedó maravillada con la 10 brillante luz que salía del artilugio. Su amado se encontraba trabajando en uno de los puestos que rodeaban al repositorio de las almas. Se encontraba tan absorto en sus pensamientos, que no la oyó llegar. — ¿Quieres tomar algo, cariño? — Heket le acercó la taza — No te había oído llegar — Jnum se sobresaltó — Muchas gracias — Jnum aprovechó su inesperada parada para estirar las espalda, maltrecha por tantas horas sentado ante el control. — Trabajas demasiado. — dijo ella con toda su buena intención — deberías dejarlo por hoy. — No — Jnum torció el gesto — hay mucho que hacer y me quedan pocos meses para prepararlo todo. Heket no tuvo valor para replicarle. Se sentía culpable por aquello. Heket prestó atención a la pantalla del puesto de control, y observó que estaba realizando diversos cambios relativos a las condiciones meteorológicas de la zona oriental de lo que se llamaba el mar mediterráneo. — ¿Qué es lo que estas haciendo? — Preguntó ella — ¿Ahora? he empezado una tormenta para esta noche en el mar Egeo, a la altura de la isla de Lesbos. — ¿Y eso? ¿Qué sentido tiene? — preguntó ella curiosa. — Hay un humano que no quiero que salga con su barco esta noche. — ¿Qué es lo que ha hecho? — No es lo que ha hecho, sino, lo que podría hacer. Jnum empezó a manejar el control y de repente una imagen de un hombre joven salió en la pantalla. — Es guapo, ¿Quién es? — Dijo Heket — Se llama Paris. Es un principe de una pequeña provincia del mar Egeo. Ahora mismo se encuentra en la isla de Lesbos, pero cuestiones de negocios le llevan a Mikonos. Y me interesa retrasar su llegada allí. — Contestó él — ¿Y. . . por qué es tan peligroso que llegue ahora? 11 Jnum de nuevo manipuló la consola y una bellísima mujer apareció en la pantalla — Por ella. Nunca deberán encontrarse. Ella está ahora mismo en Mikonos. Saldrá de allí en una semana. Si retengo a Paris en Lesbos cuarenta y ocho horas más, no se encontrarán. — Dijo él. — Pues a mí me parece que hacen buena pareja. — Tienes buen ojo para esas cosas. De hecho, están hechos el uno para el otro. — Contestó Jnum — Según mis cálculos, no ha existido una pareja con una compatibilidad igual en la historia del hombre. — Entonces. . . , ¿Por qué truncas su destino? — dijo ella extrañada — no tiene sentido. Deben encontrarse. — Ella es Helena, la cuñada del rey de Esparta. Si se fuera con Paris, estallaría una guerra de proporciones impredecibles. Los espartanos son bastante inestables y poderosos. — A lo mejor te equivocas — No me equivoco — dijo él con una seguridad impactante — hay que impedir que se encuentren. Es mi decisión. Heket asintió en silencio haciéndole creer que estaba de acuerdo con él. Sin embargo ella no pudo quitarse de la cabeza esa historia. —o— El grupo continuó por la gruta y bajó por unas escaleras de caracol hasta llegar a un pasillo un piso por debajo de donde estaba el ’antimosquitos’, como lo había bautizado David. En el largo pasillo había varias puertas. Carlos fue a la última de ellas y entró seguido de todo el grupo. Por fin habian llegado a la caja. Una brillante luz de la estructura de la caja. Todos quedaron absortos mirando la impresionante luminaria desde la puerta. Mientras los demás miraban la estructura, Carlos se acercó a ver una extraña estructura que había en la pared. Una serie de poleas y ruedas dentadas iban desde un potenciómetro que había en uno de los puestos de control, hasta una gran rueda que parecía un timón estaba que incrustada en la pared. El mecanismo parecía permitir mover el actuador del puesto de control desde la rueda que estaba incrustada en la pared. 12 — Esto ya no servirá — Carlos rompió en mil pedazos la estructura de una patada. — ¿Que se supone que hace este actuador? — Preguntó Máriam curiosa — Pues sirve para mover la isla, De hecho esta rueda solo la mueve en el espacio. . . — Carlos se quedó pensativo— Esto fue con lo que conseguí huir la última vez justo. Detrás de esa pared está la zona de exclusión. Si mueves esta rueda. La isla se mueve, pero tú sales de la isla. En fin, ahora ya no tiene sentido. — ¿Y no podemos huir con esto? — Dijo Ana — No, por dos razones principales — Contestó Carlos— la primera porque este sistema solo permite que salga uno a la vez. Y dos, porque ahora ya saben donde lleva. Estoy convencido que los esbirros de aquella de la que huimos nos están esperando al otro lado. Tras la explicación de Carlos todos suspiraron desesperanzados Después de enseñarles la sala y los puestos de control, permitió a los miembros del grupo asomarse a la caja — Esto es lo más bonito que han hecho los habitantes de la Tierra — Dijo Carlos con la mirada perdida entre las almas. El grupo asintió — Creo que debemos ir a descansar, las habitaciones que habéis visto a lo largo del pasillo son las alcobas de la guardia. Coged una habitación para cada dos, y mañana nos vemos. Va a ser un largo día. Los miembros del grupo le hicieron caso, y en un momento se encontró sólo en la habitación. Estaba feliz, no le importaba nada, había retornado a casa. —o— Heket no solía salir de la isla, pero necesitaba hacerlo por ellos. No podía quitarse de la cabeza la idea de que dos personas que podrían disfrutar del amor a un nivel superior no lo hiciesen. Estaba a punto de traicionar la confianza de su amado, pero la ocasión lo merecía. Paris aún estaba en Mikonos, tomaba vino con sus ministros en una de las tabernas costeras de la isla. Heket vestía una capa larga con capucha y esperó fuera de la taberna a que el principe saliera sólo un momento para abordarle. Paris tardó un par de horas, pero al final salió hacia el puerto para atender ciertos asuntos en el barco. 13 — Hola Paris — Saludó con seguridad Heket — ¿Quién eres? — Dijo el principe con soberbia — ¿Cómo osas dirigirte a mi directamente? ? — No deberías hablarme así — Dijo ella con una tremenda seguridad, mientras se quitaba la capucha y mostraba su rostro— Sé muchas cosas sobre tí. El rostro de Heket le resultaba familiar a Paris. — ¿Te conozco? — Paris estaba confuso — Me llamo Heket, aunque vosotros me conocéis como Afrodita El rostro de Paris se tornó blanco como la cal. Tras unos segundos de pánico. El príncipe se arrodilló en señal de respeto. — Espero sepa perdonar a un pobre mortal — Dijo Paris realmente apurado — No pasa nada Paris, levántate — Ordenó — ¿ Qué es lo que vuestro humilde siervo puede hacer? — Dijo Paris — Sólo quiero que me contestes a una pregunta. Si te diese a escoger entre ser el rey más poderoso, el guerrero más fuerte, o el hombre más amado. . . ¿Cuál sería tu decisión? Paris se quedó pensativo, pero no tardó mucho en exponer su decisión — Me siento afortunado con mis súbditos y no necesito más poder. Confío en mis soldados y no necesito mas fuerza. Desearía con toda mi alma tener una reina a mi lado que me amase más que a nada en este mundo Heket no pudo ocultar su alegría al escuchar la respuesta. Paris había pasado la prueba. — Una buena respuesta, Paris. Ahora escúchame con atención. Irás a Esparta y te alojarás en casa de Menelao, Hermano del Rey Agamenón. Allí conocerás a Helena de Esparta, esposa de Menelao, de la que te enamorarás perdidamente y ella de ti. Ella es mi regalo para ti. 14 — Pero. . . Me pides que rompa una pareja, una unión feliz — dijo él contrariado — Un hombre que se precie no puede llevar a cabo semejante ultraje — Te aseguro que no hay un signo de dicha en ese matrimonio — respondió Heket segura de sí — Paris y Helena están destinados a encontrarse y conocer el verdadero amor, uno al lado del otro. Ella es la mujer que te completará, y tú eres el hombre que la completará a ella. — No sé cómo pagar por tal regalo — dijo él emocionado — Sed felices. Ese será el pago por el regalo. — Contestó Heket Y sin mediar más palabra Heket se dio la vuelta y tomó el camino de nuevo a la isla, segura de haber hecho justicia, sin notar las consecuencias de su acto, pensando que el amor debería prevalecer por encima de todo. Por su parte, Paris partió hacia Esparta. En busca del regalo de una diosa. —o— Ana, que había escuchado en silencio la historia de Cristina, la interrumpió de repente — Un momento. . . ¿Paris? ¿Helena? Me estás diciendo que yo provoqué la guerra de Troya. — Sí y no — contestó Cristina — Explícate — Jnum te hizo hacerlo. Él te conocía más que nadie. Conocía cómo funcionaban tus sentimientos. Y sabía que tú no podrías evitar ayudar a dos personas que el destino iba a unir. Era inevitable que lo hicieras. — Si eso fuese cierto, ¿Qué ganaría Jnum al comenzar esa guerra? — preguntó directamente Ana — Era justo lo contrario de lo que él quería. — Déjame continuar la historia y lo entenderás. 15 Ana Belén mantuvo el silencio mientras Cristina continuaba con su relato. —o— La guerra de Troya había empezado. Jnum mantenía la calma mientras oía a los habitantes de la isla gritar a la entrada de la caja. Todo el mundo echaba la culpa a Heket. Generaciones quedarían perdidas por culpa del exceso de confianza de la maestra de arquitectura, o al menos eso pensaban ellos. Los pocos que estaban de acuerdo con Heket habían tomado la caja. Mientras tanto, decenas de ciudadanos de la isla aguardaban fuera encolerizados y vociferaban consignas en favor del control de la caja. Jnum y Neith llamaron al ejército para intentar controlar a los habitantes de la isla. Neith miraba a Jnum con otros ojos, ella estaba segura que todo había sido una estrategia urdida por él, y eso, lejos de parecerle mezquino, no hizo otra cosa que aumentar su respeto por él. — Tenemos que proteger a Seth y tomar la caja — Ordenó Neith a todos los soldados. — Nos separaremos en dos grupos, el primero irá a la caja a protegerla y con ella a Heket. Corren rumores que se ha encerrado en ella. Ese grupo irá comandado por Jnum — Neith dirigió su mirada al Coronel. — has de tomarla sin provocar víctimas — No habrá problema — dijo él con seguridad — Yo comandaré al resto que iremos a proteger a Seth, que ahora se encuentra en el templo. Varios ciudadanos le culpan por haber votado en contra del control. Hay que evitar el linchamiento ¿ Entendido? El grupo asintió seguro — Pues no perdamos más tiempo, ¡Empezad los preparativos! Los grupos empezaron a formarse, y mientras tanto Neith se acercó a Jnum — ¿Todo esto es por tí? — preguntó ella — No sé a qué te refieres — Tú has hecho que ella lo provocase — Neith no podía ocultar su satisfacción 16 Jnum pintó una leve sonrisa en la boca — No sé por qué piensas eso. . . ese no era el plan. — ¡Bien Soldado! — dijo ella, que interpretó las palabras de Jnum como una ironía — me siento orgullosa de ti. Cumpliré mi parte del plan. — Que tengas suerte — dijo Jnum que no corrigió a Neith — Tú la necesitarás más que yo — Dijo Neith con suficiencia En ese momento, Jnum se separó de Neith, y guió a sus soldados que se dirigían a tomar la caja. —o— De noche, en de los aposentos de descanso, los muchachos trataban de relajarse, dormir un poco y recobrar fuerzas para el siguiente día. María M. y Abel compartían habitación; alumbrados por la tenue luz de una antorcha anclada en la pared, reposaban acostados en el suelo sobre un reconfortante y cálido lecho de pieles. Parecían sentirse a salvo, cobijados en aquel aposento subterráneo. María fijó la mirada en el techo y trató de ordenar sus pensamientos — Todo lo que nos ha ocurrido estos días es de locos — asentó la joven — ¿Quién va a creerse esta historia? Naufragar en la isla. . . Viajar en el tiempo. . . Escapar de unos maniáticos asesinos y de un monstruo de humo. . . La historia de Carlos. . . todo lo de Máriam. . . Son cosas increíbles Abel, fuera de la realidad. Parece que estemos viviendo una pesadilla. — Trata de calmarte y no pensar demasiado — Abel la abrazó con ternura dejando que María apoyara la cabeza sobre su pecho — Ahora no es momento de cuestionar nada, si no nos volveremos locos, porque esto es imposible de procesar. Tenemos que concentrar las fuerzas en salir vivos de aquí, escapar de esta condenada isla, y regresar a casa. Después ya tendremos tiempo de hacernos mil preguntas y asimilar lo que ha pasado. María respondió con una mirada limpia y agradecida. Acarició el pelo ensortijado de su amigo, divertida por cómo le había quedado tras su experiencia electromagnética. Abel le devolvió la sonrisa, más relajado, y entornó los ojos mientras ella seguía acariciando su cabello. 17 — No puedo comprender por qué estamos aquí — Susurró María mientras Abel mantenía los ojos cerrados buscando el sueño — Sólo puedo pensar en nuestros amigos, los que dejamos en el barco. Ellos no sobrevivieron pero nosotros sí — Su voz se quebró, y las lágrimas aparecieron — ¿Qué sentido tiene esto si ellos ya no están? No puedo evitar sentirme mal pensando que muchos de nuestros amigos están muertos. . . algunos murieron en el barco. . . y otros aquí en la isla — María estaba atormentada, se venía abajo por momentos, consciente de la situación tan dramática, y lloraba de amargura — Nosotros seguimos vivos, ¿por qué? No podemos sentirnos felices por estar aquí a salvo, no nada es justo. Estamos 30 años por delante en el tiempo. . . Si regresamos a casa, ¿dónde estará nuestra familia? No dejo de sufrir pensando en los míos, y en que nuestros amigos nunca volverán. No volveremos a verles — María se deshacía en lágrimas — No es justo Abel, ¿por qué hemos de vivir nosotros, y ellos no? No puedo considerarme afortunada ¿Qué sentido tiene? Entonces Abel abrió los ojos, con semblante serio miró a María y, tras unos segundos de duda, finalmente respondió — Tiene mucho sentido. . . Porque tú debes vivir — las palabras de Abel inquietaron a María — Saldrás con vida de esta isla y regresarás a casa. La joven se apartó de Abel, intranquila por la actitud de su amigo: rostro muy serio, mirada fría, hierático, tono de voz grave, sentenciando con cada palabra. — Debes sobrevivir María. . . — prosiguió el enigmático Abel — Porque tendrás que salvar a Chus. Serás tú quien lo haga. — ¿Qué estás diciendo Abel? — la joven empezó a asustarse — ¿Por qué me dices eso? Sabes que Chus está muerta. Murió en el barco junto al resto — Volverás a casa. . . y le salvarás la vida — continuó Abel como si estuviese en trance — ¡Abel! — alzó la voz María zarandeando a su amigo — ¿Qué te ocurre? Entonces Abel pareció despertar, recobrando de nuevo su mirada cálida, mirando a su alrededor aturdido, un tanto despistado, y después a una María desconcertada. 18 —o— Después de relatar la toma de la caja por parte del ejercito de Jnum, y cómo se produjo la muerte de Heket, Ana Belén permaneció callada, sin saber qué decir — Él te traicionó — Dijo Cristina— tienes que odiarle — No puede ser, él no es así. Nunca lo ha sido. — Ana se negaba a creer lo que le estaba contando Cristina — Te estás equivocando. Yo, o la persona que fui en mi vida anterior, hubiese actuado igual aunque él no me hubiese forzado. — De eso se trata. — Todo eso no son más que suposiciones — Dijo Ana — ¿Te dijo él directamente que lo había hecho así? Nunca te lo confirmó ¿Verdad? Cristina mantuvo un momento de silencio. — Bueno. . . Quizá no te lo he contado todo. . . — Terminó diciendo Cristina — Tú dirás Cristina se removió incómoda en su asiento antes de continuar con su relato. —o— Tras dejar caer el cuerpo ya sin vida de Heket a la caja, Jnum se enjugó las lágrimas con su brazo aún concentrado en lo que había hecho. En aquel preciso momento, una voz familiar le despertó del sueño. — ¿Qué es ese líquido que te sale de los ojos? Jnum giró la cabeza y vio a Neith en la puerta. Los guardias la habían dejado pasar sin rechistar. Nadie en su sano juicio en la isla intentaría llevarle la contraria a tan poderosa mujer. 19 — Es una solución salina de lubricación. Se llaman lágrimas — Dijo Jnum sin darle importancia a la llegada de Neith — ¿Lágrimas? Me temo que tienes algún error de diseño, tu solución de lubricación se ha desbordado — No — Jnum pintó media sonrisa en la cara — El exceso de lubricación es utilizado por los humanos para demostrar que se sienten afligidos — ¿Afligidos? Te sientes afligido por lo que acabas de hacer. Jnum se quedó pensativo por un momento — Lo cierto es que no — respondió seco Jnum mientras se acercaba a la posición de Neith — Y entonces ¿Por qué las lágrimas? — Siguió preguntando Neith — Lo he hecho para que ella se sintiera mejor, para que no se sintiera traicionada — ¿Y qué importa eso? Probablemente no la vuelvas a ver Jnum llegó hasta Neith y se fundió con ella con un pasional beso en los labios. Tras unos instantes, separaron sus bocas y quedaron abrazados mirándose a los ojos — Aún te queda mucho que saber sobre los sentimientos — Jnum tenia una abierta sonrisa en la boca — No sé si me terminan de gustar. Es extraño — ¿No te sientes más poderosa? — Preguntó Jnum — Sí, sobre todo cuando practicamos ese ritual del sexo — Neith se mordía los labios de placer recordando ciertos momentos con Jnum — Pero al mismo tiempo, me siento débil, siento cierta dependencia de ti. Mi mente me dice que no eres de fiar pero no puedo dejar de sentirme atraída por ti. Es extraño. — No te preocupes, soy de fiar — Jnum guiñó un ojo — Seguro que Heket pensaba lo mismo — Lo de Heket no tenía futuro. Nuestras ideas no eran compatibles. Es lo mejor que podíamos hacer. Ella ahora será feliz sin sentir el control y. . . , si has hecho lo convenido, yo podré dedicarme a lo que he de hacer. Mantener el control. 20 Neith metió la mano en un pequeño bolsillo de su traje y sacó una brillante y minúscula luminaria. — Aquí la tienes. El alma de nuestro antiguo lider, Seth — dijo Neith — Ahora el control será tuyo Jnum recibió el alma con una gran sonrisa pintada en su boca, luego se acercó a la caja y la dejó caer. Mientras Jnum y Neith la veían confundirse entre las demás almas Neith habló. — ¿Sentías por Heket la debilidad que yo siento por ti? — ¿Por qué te preocupa saberlo?— Preguntó Jnum Extrañado — Porque desde que me inyectaste los sentimientos, algo dentro de mí no quería que tú y Heket mantuvieseis cualquier tipo de relación. Tenía un gran dolor interno cuando os veía haciendo el ritual de juntar los labios — Besarse — corrigió Jnum — Lo que sea. Y no quieras imaginar lo que sentía cuando os imaginaba practicando el ritual del sexo; mis ganas de arrancarle el alma aumentaban.— Neith abrazó a Jnum y puso su cabeza sobre el pecho del hombre — Y deseo que tú tengas la misma sensación conmigo — Pues no te preocupes, que esa sensación es mutua.— susurró Jnum mientras le besaba la cabeza. — Neith se sintió feliz — Es extraño. Tengo la impresión que estos sentimientos no van a hacer más que minar mi capacidad de lucha. Van a ser una carga. — Si sabes utilizarlos, es una gran herramienta. Si alguien te hace daño de algún modo. El odio multiplicará tu capacidad de lucha por encima de tu potencial estándar — Supongo que tienes razón. Todo será acostumbrarse. Sin embargo, aquí, contigo, siento que tengo un punto débil. Tengo la guardia baja. Es extraño. — No pienses en eso. — Dijo Jnum — A partir de ahora todo será diferente. Todos tus sentimientos serán positivos Una Neith sonriente se abrazó con más fuerza a Jnum que tenía una extraña sonrisa pintada en la cara. Así permanecieron un buen rato 21 —o— — ¡Me traicionásteis los dos! — Ana consideraba que el relato de Cristina no podía ser falso. No omitía detalles de su traición, pero aun así Ana no podía creer lo que estaba oyendo. — ¿Por qué habría de creerte entonces? — Sabes que lo que estoy diciendo es verdad — dijo ella — yo fui tan engañada como tú. — Pero. . . tú te quedaste con él. Yo fui la engañada. ¿Por qué le odias entonces? Cristina se sintió amarga por dentro. Todavía se sentía estúpida cuando lo recordaba. Ella, la poderosa Neith, había sido derrotada por alguien como Jnum. No podía creerse a si misma. — Eso. . . , vino después — habló Cristina — No tengo ganas de hablar de ello — Después de todo, creo que merezco saberlo. ¿No te parece? Cristina se resistía a pensar en ello, pero Ana tenía razón, y al final accedió a sus pretensiones. — Está bien, te lo contaré. —o— Jnum se encontraba encerrado en su laboratorio trabajando. El trabajo de control aquellos dias era muy activo. Cuando Neith entró en la sala, Jnum no reparó en ella. Él seguía absorto en sus fórmulas y ecuaciones. De repente Jnum notó la presencia de la mujer y se dio la vuelta. — Neith — Dijo Jnum sin alterar su voz — que te trae por aquí — ¿Lo vas a hacer? 22 Jnum se dio la vuelta despacio y sorprendido — Una pregunta muy directa — Respondió Jnum — No te pega estar celosa — ¡No estoy celosa! — casi gritó Neith — Mantén la calma — contestó Jnum — Sabías que esto iba a ocurrir Neith bajó la mirada. — Lo sabía, pero tú hiciste que doliera. Es tu culpa, no la mía. Exijo una compensación. — ¿Y cuál es esa compensación? — Que no lo hagas — Neith contestó firme — Eso. . . No es posible — Respondió Jnum que volvió a sus ecuaciones Neith permaneció en silencio unos segundos — Lo tenías planeado desde el principio — Reprochó la mujer — Nunca te mentí — Respondió Jnum que se volvió de nuevo — nunca te dije que esto sería para siempre — ¡Me utilizaste! — ¡Tanto como tú a mi! De repente las manos de Neith se dirigieron hacia Jnum y se deshicieron formando una niebla blanca que empezó a rodear el cuello del hombre. Jnum no modificó el gesto de su rostro. — ¿Vas a matarme? — Preguntó Jnum con una alarmante seguridad Neith mantuvo el silencio durante unos segundos tras los cuales volvió a materializar sus brazos — Debería — Dijo Neith con gesto serio De repente Neith sintió una impotencia extrema que le hizo romper en un millon de lágrimas. La mujer se llevó las manos a la cara asustada y las separó totalmente mojadas. Jnum se apiadó de Neith se acercó a ella y la abrazó cariñosamente. 23 — No me puedo quedar, pero, no te puedo impedir que vengas conmigo. A Neith se le iluminó la cara — Eso. . . ¿ Es una opción?. . . — Dijo ella — Nunca te vi capaz de abandonar la isla, por eso ni te lo planteé. Neith se recordaba feliz en la isla desde siempre. Incluso antes de conocer a Jnum, le resultaba muy complicado pensar siquiera en la posibilidad de abandonarla — Tú. . . ¿Quieres que me vaya contigo. . . ? — Neith se enjugaba las lágrimas — Hemos sido muy felices juntos. ¿Me estás preguntando si quiero seguir siendo feliz? Neith sonrió. Ella no quería salir de la isla, pero haría lo que fuera para no perderle. — Te acompañaré donde vayas . Jnum pintó una gran sonrisa en su cara y acercó sus labios a los de Neith fusionándose en un apasionado beso — Hay una cosa que no entiendo. — Dijo Neith — Después de todo lo que has hecho por llegar a donde estás. ¿Por qué lo vas a dejar? Jnum suspiró. — Necesito una vacaciones. Esto ha sido demasiado estresante. Además, dejaré un grupo de personas al mando de la caja. Una de ellas esperaba que fueses tú, pero me alegro que no te quedes. Neith abrazó a Jnum. Y él le correspondió con un cariñoso beso en la frente. —o— 24 Guillermo, que se había quedado una habitación individual sin cama, trataba de descansar en su cámara, tumbado en el suelo sobre el lecho de pieles, estirando las piernas y cruzando sus manos por detrás de la nuca para apoyar la cabeza y relajarse. En ese momento, la entrada del aposento se abrió y apareció Emily, cerrando la puerta tras de si. — Hola — saludó un sorprendido Guillermo — ¿Qué haces aquí? ¿Ana te ha echado de la habitación? Emily se mantuvo en silencio, de pie, con la espalda apoyada en la puerta, mirando fijamente a Guillermo, muy seria. El joven se incorporó ligeramente, un poco inquieto. — ¿Ha pasado algo? — volvió a preguntar Guillermo Entonces Emily, sin mediar palabra, se acercó con decisión y en un arrebato se sentó a horcajadas encima de un Guillermo alucinado. Acercó su rostro al del joven, haciéndole recostarse del todo, y le susurró — Yo tenía una vida. . . una vida que no era ésta — Emily hablaba muy cerca de la boca de Guillermo, mirándole fijamente. Él no podía articular palabra — Ben me arrebató mi verdadera existencia, mi verdadero yo. Veo cómo me miráis, me habláis y actuáis hacia mí, pero no puedo corresponder esas acciones porque todo está borrado y no puedo reconoceros. Quiero recuperar mi vida. . . saber cómo es ser Máriam. No deseo una vida prefabricada, de diseño. Quiero recuperar mis recuerdos, saber lo que pensaba, y lo que sentía. . . — Emily sentenció con firmeza — Quiero saber qué se siente siendo ella. Acto seguido Emily besó a Guillermo con tanta fuerza que pareció quitarle todo el aire. Jamás había besado a alguien con semejantes ganas y entrega. Guillermo la apartó con brusquedad tras unos segundos, tratando de recobrar el aliento y rebajar sus propias pulsaciones — Espera. . . — Guillermo la frenó — Tú no eres Máriam. Eso lo sabes. Sois personas completamente distintas, Carlos lo aclaró todo, y nos lo explicó bien. Máriam está muerta. Emily hizo caso omiso, acercó su boca a la de Guillermo, tumbándose completamente sobre él. 25 — Ella murió, así es. Y ahora compartimos el alma y el mismo cuerpo, todo por el capricho de mi padre — replicó una resentida Emily — Así que, no puedes afirmar que somos completamente distintas. . . cuando en realidad somos la misma persona habiendo crecido en lugares diferentes con gente diferente —Guillermo atendía el discurso de Emily con cada vez menos fuerzas para resistirse. Ella continuó desafiándole- El incidente del barco te arrebató lo que más querías, y gracias a la isla lo has recuperado. ¿Vas a renunciar a ello? ¿Acaso no me deseas? — Sólo haces esto por venganza — asestó Guillermo — por vengarte de tu padre, y también de Aaron, tu prometido. Piensas que él también conoce toda la historia y nunca te contó la verdad sobre tu verdadero origen. Y ahora deseas hacerles daño. ¿Es eso lo que quieres? Emily le miró con ojos vidriosos, mostrando en ese instante más sentimiento del que había expresado nunca en todos sus años de vida en la isla. — Lo único que quiero es recuperar mi vida. . . la real Sus palabras llegaron al corazón de Guillermo que se estremeció al contemplar a una extraña cuyas facciones, gestos y sonidos conocía de memoria. Guillermo acarició con suavidad el rostro de la joven, limpiando sus lágrimas, y apartando un mechón del ondulado cabello negro que caía sobre su cara. A continuación, Guillermo se dejó llevar fundiendo sus labios con los de Emily, entregándose a un infinito apasionado beso mientras se desvestían el uno al otro dejando paso a la sensualidad, en un gesto que aventuraba una noche carnal y de pasión desatada. —o— Carlos se encontraba en uno de los puestos de control de la caja. Eran ya altas horas de la noche. Todo el mundo estaba durmiendo en las diferentes habitaciones que se encontraban en la gruta. Zoe, que no podía dormir, se levantó y entró en la habitación de control donde se encontraba Carlos. — ¿Qué haces aún despierto? — Dijo Zoe. — Nada. . . No puedo dormir. — ¿Qué haces? — Dijo ella mientras se acercaba al puesto donde se encontraba él. 26 — Controlando que todo va bien en la Tierra — Dijo él — Me ayuda a pensar. Zoe quedó callada durante un rato mirando cómo Carlos manipulaba aquel aparato que le recordaba a un ordenador. — ¿Tan pocas posibilidades tenemos? — preguntó Zoe Carlos dejó lo que estaba haciendo y se dio la vuelta para hablar con ella. — Muchas menos de las que crees. — Las palabras cayeron como una losa en Zoe — ¿Y qué pasará contigo? . . . ¿Qué pasara con nosotros? Carlos suspiró — Si todo sale bien, sólo caeré yo. Ella sólo me quiere a mi — ¿Quién es ella? El humanoide se tomó su tiempo en contestar — Es alguien a quien conocí hace mucho tiempo — Debiste hacerle mucho daño — Digamos que los sentimientos tienen mucho poder en la gente de mi especie. Zoe quedó pensativa, debatiendo si hacer la pregunta que le rondaba la cabeza. Al final, la confianza que tenía con él rompieron sus dudas — ¿Usaste los sentimientos en ti? — ¿Por qué quieres saber la respuesta? Zoe bajó la cabeza y mantuvo silencio — ¿Quieres saber si tengo sentimientos? 27 Zoe levantó la cabeza sorprendida, el rubor llenó sus mejillas. Al final asintió con la cabeza — Hace mucho tiempo investigué un poco con ellos en mí mismo — contestó él — pero ya casi no queda nada de aquello en mi organismo. No tengo sentimientos tal y como tú los entiendes. Tengo momentos aislados sobre todo aquí en la isla. . . recuerda que me viste llorar. . . — Carlos se acercó, cogió las manos de Zoe y le habló mirándole a los ojos— Sin embargo, el concepto de apego, el querer algo con todas mis fuerzas, eso es fuerte en mí. Es la manera de amar que tenemos en mi especie. Si tuviera más tiempo te pediría que fueras mi compañera. Zoe sonrió a Carlos y acercó sus labios a los de él para besarle. — ¿Y no has pensado volver a ponerte los sentimientos? — Preguntó Zoe Carlos bajó la mirada — Es imposible — Dijo él — Es potencialmente muy peligroso — ¿Peligroso? ¿Por qué? — La última vez que investigué con los sentimientos en mi, provoqué la guerra de Troya. —o— La noticia de la salida de Neith de la isla corrió como la espuma. Sin su guerrera en la isla, nadie quería quedarse. Todos decidieron irse. Aquello había provocado muchos dolores de cabeza a Jnum que tuvo que ingeniarse un nuevo sistema de seguridad para que la isla se protegiera sola. Una columna de Humo Negro manejada por un alma sería la encargada de proteger la caja de las manos equivocadas, y realizar el control de los humanos. Jnum hizo una estricta selección para conseguir el alma adecuada. Cuando por fin la encontró, los habitantes estaban preparados para dejar la isla. Todos embarcaron en los barcos que saldrían de la isla y no volverían en mucho tiempo. Jnum acompañó a Neith al bote que la llevaría al barco. 28 — Ve al barco que yo volveré enseguida. He de poner en marcha el sistema de seguridad antes de irme. — No tardes — Dijo Neith antes de darle un beso de despedida. Ya no quedaba nadie en la isla. Todos estaban en los barcos. Sólo Jnum se dirigía a la caja. Neith llegó despacio al Barco. No tenía prisa. Su amado le había dicho que necesitaría una hora para dejar todo a punto. Apenas había subido al barco, cuando un extraño pitido se empezó a escuchar. Los habitantes de la isla se sintieron confundidos. De repente una brillante luz salió de la isla y cegó a todos tripulantes de los barcos. Cuando la luz desapareció, la isla también había desaparecido. Al principio Neith se sintió confundida. ¿Dónde estaba Jnum?, ¿Qué le habría pasado? Segundos después todo cobró sentido para ella. No podía creerlo. Jnum la había engañado finalmente. Había realizado una jugada maestra para echar, de un plumazo a todos los habitantes de la isla, y con ellos a la poderosa Neith. Neith se sentía furiosa, agarró con tanta fuerza la barandilla del barco que la arrancó de cuajo y la lanzó al agua. — ¡Te encontraré, maldito hijo de puta! — La ira abordó el cuerpo de Neith —¡ Te encontraré y ese día desearás no haber nacido! —o—