orozco: reflexión y despojo - Revista de la Universidad de México

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JORGE ALBERTO MANRIQUE
OROZCO:
REFLEXIÓN Y DESPOJO
A escasos cinco a ños d e su muerte José Clemente Orozco
tr a baj ó en los frescos de la iglesia de Jesús. El proyecto quedó inconcl uso, pero lo q ue realizó entre 1942 y 1944 ocupa
un sitio primigenio en la producción del artista. Treinta
años de u na sorprende nte ca r rera de artista profesional,'
veint e de ellos tr abajando sobre el muro, que para él era la
má xima exp res ión de la pintura , le habían dado una capacida d y una libertad para mover se en su medio verdaderamente ad m ira bles . La iglesia de Jesús resume, como en un a
n ue z, las gra ndes cua lida des de Orozco, recoge lo que su trabaj o pict óri co ha bía ido exponie ndo en el discurso de su obra
ant eri or .
Despu és d aquel la ob ra cum b re que es el Hospicio Cabaña s y lueg o d ios enca rgos de Jiquilpan y de la Suprema
Co rte d Ju sti ia , en d onde el ca rác ter oficial de la encomie nda le daba un pie forzad o para el tema (por más que él
ha ya hec ho 'a la , como siemp re, de mo verse con una ab soluta libert ad fr nt a l tem a ), los frescos de la iglesia deJesús se
no ' p rese nta n como I reposo del guerrero. Descansar haci ndo a dobe ' . P ro ha y en ellos un como relajamiento que
I perm ite a l arti ta d j a rse ir con un a inmensa soltura.
El I lospicio aba ñas , siendo lo q ue es, implica ba de parte
d I pint or una i .rta rigide z por la misma idea de grandeza
qu e derivaba d la magn itud del sitio, y su propuesta de una
reflexi ón lilosófi a a l mi smo tiempo abierta y de carácter
uni tario. Aqu í ha y una soltu ra ma yor , y por lo tanto un
ree ncuent ro má s consta nte con su propia experiencia pasad a . La i!-( Iesia man ieri sta de P érez de Castañeda , con su nave
gen ero same nte a mplia, tien e un a simplicida d que le permitió a l a rt ista desarrollar una com posición más desahogada y
tota l, co mo un rantinuum , sin la compa rtimentación a que la
b usca da reomc tría del ed ilicio d e Tolsá lo había forzado .
El tem a de l Apocalips» por otra parte parece coincidir en
modo impresio na nte co n el ca rácter de la obra orozquiana.
Le dio un pie q ue pudo glosa r co n la libertad que le era consub st an cial. Texto herm éti co si los ha y, es también extraord ina ria mente ab ierto, co mo di sp aradero de asociaciones de
idea s y fue nte ina gotab le de saltos mortales del pensamiento . Orozco estaba en su me dio .
Aquel espi ritua lismo de la s primeras décadas del siglo, al
q ue Orozco , según ha mo strado Fausto Ramírez, estuvo tan
cercano y q ue a liment a no poca de la temprana iconografía
del a rt ista , q ue no desapar ece del todo en su trabajo posterior, tuvo aq uí un modo particularmente favorable de expresarse. Aq uellos gra ndes guías o sa lva dores de la humanidad,
que van sa lpica ndo su obra , son reflejos selectos de una indefinida ins ta ncia trascen d ent e. El Cristo (borra do por él posteriormen te ) en la Preparatoria , y a hí mismo el héroe dual
Co rr és-M a linch e. El Prometeo de Pomona. Quetzalcóatl en
Da rm outh Co llege. Hidal go en el Palacio de Gobierno de
Guadalajara ; y el hombre inflamado del Hospicio Cabañas.
Todos tr as cienden su especific idad histórica , cua ndo la tienen , para convertirse en lumbreras de un a humanidad que,
necesitándolo s, parece no querer mere cerlos. Tienden su
mano a la co nd ició n humana para rescatarla de su despojo,
y a l se r rech a zados la casti gan dejándola a su suerte. En la
iglesia de J esús ya no son héroe s, sino la propia luz que los
alumb ra , la di vinidad indefinida que dio un pla zo at ando al
demonio, y que a hora lo suelt a para que el hombre irredento
sien ta el rigor de su p rop ia soled ad .
Fr ente a esos héroes que transportan la chisp a de una instancia tr a sced en te , y qu e aun desoído s hacen posible la persistencia d e un mundo qu e de otro modo se hundiría en su
auto des trucc ió n, Orozco opone las gentes dol ida s en trance
de desamparo. Hombres y mujeres disminuidos que se revuelven en e l a ba ndono, semiperdidos en la ca re ncia de todo
bien material , que buscan cas i a ciegas la lu z que los guí e.
No sólo su cue rpo está flaco y enca nij a do, sino que su de-
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Cúpula del Aud itor io de la Universidad. 1936-39. Guadalajara. Jalisco. M éxico.
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samparo es más grave por ser de! orden del espíritu. Una
casi no humanidad que sin embargo sí es la humanidad. Son
los indios enflaquecidos y sin dioses de la escalera en la Preparatoria. O e! campesino que se cubre las manos con desesperanza, o los obreros que ciegamente pelean entre sí, o los
pordioseros escupidos a la puerta de la iglesia, en otras partes del mismo edificio . Es la multitud desnuda y casi informe
de la Universidad de Guadalajara. Los sujetos del ritual despiadado de! mundo prehispánico en el Hospicio Cabañas.
La masa ciega de Jiquilpan. Los hermanos que matan traicioneramente a sus hermanos en la Catarsis del Palacio de
Bellas Artes. Pero esta humanidad deshumanizada y dolida
es capaz, al toque de la luz de la conciencia, de levantarse sobre su propio despojo y aunque todavía sernicegada pedir su
pedazo de pan y su pedazogíeespacio propio y su ped azo de
vida propia. En Pomona no todos reniegan de Prometeo; algunos se vuelven a.recibir su beneficio. En la Universidad de
Guadalajara levantan amenazantes los puños frente a los líderes corruptos y los leguleyos despiadados. Entre matanzas
bárbaras son capaces de mirar la antorcha de Hidalgo en el
Palacio de Guadalaj ara .
En la iglesia de Jesús la furia del demonio desatado y las
plagas que derraman los informes j inetes aplastan despiadas
a una hum anidad desposeída ya de su propia condición.
Suma de toda la pa vorosa visión de Orozco acerca de esta
raza desolada, hierros, púas, máquinas de destrucción machacan los despojos de seres qu e fueron hombres. Pero también allá arriba, a los lados de la ventana del coro, dos figuras , vencidas, casi vacía la una, compendio del dolor de todos, no acaban de derrumbarse y, alumbradas por ese poco
de luz que se filtra tan difícilmente, hacen un esfuerzo por erguirse en la esperanza.
Entre el héroe portador de luz y ese pueblo miserable que
a ratos se revela furioso' tentaleando el camino, e! discurso de
Orozco coloca a la verdadera raza demoníaca . Para el paria
embrutecido por el alcohol , para el hambriento que asesina
a su hermano por un pedazo de pan, para e! ciego que no ve
la luz, el sordo que reniega de su concien cia, o la muchachita
que se gana un trago en el burdel, Orozco tiene siempre,
pese al feroz trato que les impone, una mir ada de piedad.
Ese rasgo de piedad dolida está presente en la flaqueza de los
indios de San Ildefonso y es buena parte, antes, del tema verdadero de Las casas de lágrimas. En un toque de extremos, de
esa obscuridad absoluta puede salir el incendio de la luz . El
hombre en llamas del Hospicio Cabañas no es sino uno de
los sufrientes del círculo bajo de la cúpula que ha sido tocado
por e! fuego.
Para la raza demoníaca no hay piedad alguna . Toda la furia desbocada del pintor se vierte sobre ella. Sus nombres
son infinitos. Burgueses que en medio de sus come!itonas
ríen , abrazados a una justicia prostituta, de la embriaguez
de los desposeídos. Mochos que se ufanan de su acceso a un
dios bizco a su medida y patean con desdén a los miserables.
Líderes que blanden serruchos para arengar a los muertos
de hambre y chuparles los últimos restos de jugo . Payasos
que hacen malabarismos con signos sagrados y profanos; jerarcas eclesiásticos que urden tranzas entre las sombras. Demagogos irredentos, ministros de inj usticia . .. Para ellos sólo
cabe el fuego purificador. Son ellos los qu e desvían al hombre de su camino, los que If tapan t~da ~a luz . En el Apocalipsis
de la iglesia de Jesús es el demonio mismo, que toma todos
los rostros en su forma informe, e! que ha recibido licencia de
oprimir y medrar para su gasto.
Caricaturista de hora temprana, al punto de que su pri-
mer crítico, J osé J uan Tab lada lo ide ntifica por "SI' oficio,
Orozco mismo record a ba q UI' .. En 1921 todos los pin tores
mu rales mexican os obje taro n mi ad misi ón en Sil círculo.
Orozco, dijeron , por nin gún motivo es un pint or, sino un ca ricaturista . .;" Aunque aba ndo na rla la carica tura periodística en la medid a en qu e se afincara su act ividad exi tosa como
pintor, Orozco nun ca aba ndo nó los rec ursos expres ivos que
lo ca rica turesco le pr oporciona ba. El " ca rgar" los ra sgos de
un dibuj o o una pint ur a (que ese es el sentido origi nal de la
expresión: rit ratto caricato, ret rato ca rga do) fue siem pre expediente par a hacer explicita una intención . Por eso provoca
risa , porque di stors iona con un propósito . Lo extrao rdina rio
en Orozco es la gran noved ad de atrever se a lleva r lo ca ricaturesco a los muros. Lo hizo en época tan temp ran a como en
la escalera y el segundo nivel de corredores de la Preparatoria . Esos rasgos car gad os rea pare cen co nsta nteme nte en su
obra para manifestar la ind efensión del hom bre desval ido y
reducido a despojos de hom bre. Aparecen co mo contra punto, en oposición a las formas manifiestament e heroicas que
dignifican a los seres eje mplares: Corté s-Malinch e, Prornetea , Quet zalcóatl , Zap at a, Hid algo.
Pero la sañ a de la pintura ca rgada de Orozco se ceba con
ma yor encono en aquellos seres des viadores de la hum anidad, personificad ores de la perfidia y del lado negat ivo del
hombre : en los mocho s de la prepa ratoria, en los generales
chorreando estrellas de Darmou th, en los líderes de GuadaIajara , en los tinterillos del palacio deJust icia . Ahí la caricatura se convierte en sangrienta .
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· En el Apocalipsis Orozco desarrolla y conce ntra la capacidad de su pincel carga do a l pintar el int<:rminable dol or ?e la
humanidad dejada a m anos de! demonio. Pero lleva ma s ~e­
jos su rudeza imaginativa al descri bir al pr opio demonio,
primero a ta do y después suelto, en formas qu e parecen la
quintaesen cia de lo caricaturesco. T ambién en la gra n puta
que ca ba lga la bestia bermeja de siete cabezas.
.
La cues tión de las prostitutas es todo un cap ítu lo en la
obra de O rozco. Salvo en Las casas de lágrimas, en donde hay
la sátira mordiente, pero también m uy explícita me nte un a
ternura no cont enida, la puta se fue convirtiendo en su obra
en un símbolo de esa prostitución gen eralizad a que corroe la
esen cia de lo humano. T oda una " putología " se despli ega en
su s cuadros y en su obra mural, en donde ha captado los ra sgos má s distintivos de las m ujeres de alq uiler de ba rrios degr ad ados como el viejo Dos de Abril o Las Vizca ínas . Entre .
todas son especialmente las dos inmensas muj er es que sirven
de cim iento a la batalla frati cida de la especie humana en e!
Pal acio de Bellas Artes. Pero la gran mere tr iz de la iglesia de
J esús pa rece, derrama nd o la copa de la conc upiscencia, la
suma de todas la s a nter iores .
En veinte años de activi da d mura lística la ma nera de hace r re;didad sob re la superficie de los edificios su reflexión de
la vida , ('SO q ue se suele llam ar el estilo de un pinto r, est uvo
suje to a un a modifica ción consta nt e. Entre sus gra ndez as
ma yores eSI¡\ ésa : el hech o de qu e sin ning ún temor , el a rtista SI' p ru eb a co nsta nteme nte y va ha cia la búsq ueda de a lgo
d('sco noc ido. Nunca sati sfecho -la sa tisfacción parece aje na
a su u-rnpcramcnto >- Orozco no ha ce ja má ~ ac ademia de si
mismo. Su arte par ce si mpre un a rt e del despojo, y sim ult án r u m c n te d el enriq u 'ci miento. Cad a nueva a dq uisición en
su m .u u-ra de pint ar es rá pida me nte aba ndona da , co mo una
a ra dura <jUI' pudiera restarl e legitim idad. No ha y más legitim idad <jUI' la qu e va adqu irie ndo d ía con dia, obra con obra,
t ra zo co n tra zo.
En los primeros frescos de la Prepa rato ria, los q ue destruyó l'l m ismo (con la excepción de la .\/alem idad ), y en Omni ( / ( I/(/( / dI' la Casa de los Azu lejos, se impone una monumenra lid.u l premedi ta da, de ind uda bles resonan cias mi gue!ange1escas . Los gra ndes de sn udos tien en una solidez escultó rica , csta lJk cida por un cuidadoso modelado y la rotunde z de
un a línca definiti va. Dibujante de extr ao rdina ria habilidad ,
pa rece empe ñado en contradeci rla como un rec urs o para ca la r m ás profu ndo en su lectura de la realid ad . Ya en la segu nd a versión del primer corredo r de la Prepa ratoria se
abandona aquella intención de lo macizo; a hora es la superposición de co lores delicad ament e a plicados, y un dibujo
mu y fino per o mu cho más volá til lo que suste nta las figur as.
Aq ue llas man os inefabl es, aq uellos rostros profundos, a q uellos cue rpos ya a menudo distors iona dos.
En el Pr omrtro el pr'lCeso sigue . El tor so del héroe es monumen ta l. pero su estruct ura a base de pinceladas ca da vez
má s lib res lo hace como pe net ra do aire. La New Schoo l,
Darmouth, son pasos a dela nte en el proceso de desp ojo. En
la Universida d de G uadalajara se sie nte más esa tra nsforma c ión qu e va llevando a l a rtista a vola tilizar las figuras a través de un a pincela nda violenta, llen a de ca rga expresiva. En
el pala cio de Gobierno la feroc ida d de trazos con qu e se compone la gra n figura de sproporcion ad amente monument al
del H ida lgo ince nd iario de la esca lera seña la cierta mente un
pu nto cu lmina nte. Pero Orozco no se detiene a hí. Su ensa ya rse co ntinua mente en el muro va más adela nte en el H osp icio Caba ñas ; a hí pu ed e verse có mo se fuer za consfa ntement e a sa lta r las tra ncas de su pro pio estilo. Un desp ojo
más : a ba nd ona la composición por medio de la superposi-.
ción de colores contrasta dos y se ajusta a una gama sorprendent em ente restringida. Jiquilpan, la Suprema Corte, son
hitos de ese proceso ; casi dibuja con los pinceles sobre e! muro .
La iglesia deJesús es e! punto más alto en esa carrera incesa nte de Orozco por desprenderse de lo que pudieran entender se como cua lida des del buen hac er pic tórico. De esa a ctitud de desprendim ien to qu e lo lleva a rehacer un estilo en
ca da obra. H a llegado a l punto, parece que tena zm e nte perseguido por él, de encontrarse frent e a las bó vedas en una especie de virg inidad . Toda su ejecutoria anterior está ahí,
pero sólo co mo rastro, como cicatriz, como despojo de las
bat all as pa sada s. En esa gra n liber tad compositiva; en esa
enfebrec ida suma de traz os violent os, Orozco reinventa a
O rozco . Se ensaya fre nte a la superficie blanca co m o si no
tu vier a detrá s nada q ue conse rvar.
O rozco reflex ion a con la pluma y el pincel. La reconstrucción cons ta nte de un estilo en él es la reconstrucción constante de su reflexionar sobre la condi ción humana. En la medida en q ue ésta se hace más profunda, se hace sim ultánea men te me no s explícita. Una pintura, d ijo, "es u n poem a y
nad a más ". Como el poema no existe si no po r las palabras,
su reflexión, su poema no existe sino por la realidad de formas y colo res . No es la ilustración de una idea : es la idea
misma que se co nstr uye en la superficie del cuadro o del muro. Su aba ndo no co nsta nte de un estilo es la m a nera ú nic a de
enco ntra r la legitimidad de la form a.
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