La incómoda visita de la fragata HMS Montrose Juan Velit Cuando el canciller peruano Rafael Roncagliolo manifestó, por medio de un comunicado, que la cuestionada visita de la fragata británica HMS Montrose, había sido suspendida pero no cancelada no tenía la más mínima idea del embrollo político mediático en el que iba a ingresar. La decisión ministerial se enmarcaba, como lo dijo el canciller, “en el espíritu del compromiso de solidaridad latinoamericana asumido durante la reunión de cancilleres de la Unión de Naciones Sudamericanas”. De donde se colige que la determinación peruana tenía la santidad de un acuerdo al ser absolutamente concordante con el organismo de integración regional. Hacía muy pocos días, 17 de marzo, en la reunión de cancilleres realizada en Asunción, Paraguay, se consideró por consenso dar el apoyo solidario al reclamo argentino de soberanía sobre el archipiélago Las Malvinas, que ocupa Gran Bretaña desde 1833. El reclamo argentino, a decir de su presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no es sólo por una causa de “pura integridad o de mera soberanía territorial sino que obedece a una causa conceptual, vital, una causa que engloba convicciones muy profundas más allá de la historia, geografía política y defensa de recursos naturales”. A esta tesis se adhiere toda América del Sur en el entendido que gran parte de sus países han vivido la hora oscura del colonialismo y han sentido en su propia dignidad lo que es la expoliación de sus riquezas y que su territorio sea ocupado por potencias extranjeras. Para abundar en el esquema argumental, se tiene que considerar que el 26 de julio del 2011, con ocasión de la toma de mando del presidente Ollanta Humala se celebró en Lima una Cumbre de UNASUR donde se ratificaron acuerdos sobre soberanía e integración. Posteriormente el canciller Roncagliolo anunció que el Perú asumiría la presidencia pro tempore de UNASUR y que además nuestro país organizaría en octubre del presente año una reunión cumbre en Lima donde, añadió, “el presidente Ollanta Humala reforzará nuestro compromiso con la integración regional”. Por ello es un absurdo diplomático manifestar que Torre Tagle había dado un traspiés o que el canciller había tenido un “papelón” en estos aciagos episodios. El Perú dio un paso calculado y de acuerdo con compromisos pactados con anticipación. La decisión no sólo era jurídicamente legítima sino que también se enmarcaba en planteamientos principistas e históricos de la política internacional de nuestro país. Más aún el canciller luego expresaría que la decisión peruana es acorde con la “solidaridad latinoamericana y los legítimos derechos de la República Argentina en la disputa de soberanía sobre las islas Malvinas, Georgia del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes”. A partir de estos comunicados se ingresó en un espiral de enredos donde cada cual tuvo su cuota de responsabilidad. Los errores que se nos pueden endilgar son de articulación y de insuficiencia informativa al legislativo y a algunos actores políticos. No vamos a desenredar la madeja ni vamos a citar los pormenores que han sido suficientemente abordados por los medios de comunicación y explicados por los expertos internacionalistas de acuerdo a su posición y mejor entender. Pero ciertamente la actitud británica tuvo una intención provocadora, en la medida que conociendo los acuerdos de UNASUR de buscar una solución pacífica a la controversia poniendo énfasis en desmilitarizar el tema, envía una fragata de guerra, la HMS Montrose, con 183 tripulantes para que patrulle las aguas regionales y realice una visita protocolar a nuestro país. A pesar de que existían algunos antecedentes que dificultaban la decisión peruana como que nuestra Armada de Guerra había realizado maniobras conjuntas con la Royal Navy, el país adoptó una resolución principista. Evidentemente con la presencia de la fragata inglesa se estaba militarizando el escenario del Atlántico Sur con el agravante que esta unidad de la clase 23 y equipada con el sistema de lanzamiento vertical de misiles Sea Wolf y torpedos antisubmarinos portaba también un helicóptero Lynx, tenía un mensaje críptico que no era muy difícil de descifrar. Se tenía información que desde noviembre último, la Montrose patrullaba la región Atlántica, especialmente entre las Malvinas y las Sandwich y que desde hacía algunos días Londres había anunciado que la fragata sería reemplazada por la HMS Dauntiess que es de superior envergadura y mayor capacidad de fuego. Con estos antecedentes y con la información respectiva en la reunión de UNASUR en Asunción se acordó que “En conocimiento de la comunicación emitida por fuerzas militares británicas acerca del desplazamiento de la fragata HMS Montrose al Atlántico Sur por un periodo de seis meses” se reitera “El rechazo a la presencia militar británica en las islas Malvinas , Georgia y Sandwich del Sur”, es decir no podía ser más explicito y puntual el documento que fue, además, firmado por todos los cancilleres. Pero hay un acontecimiento que acerca más a nuestras dos naciones. El 8 de febrero del presente año, el presidente Ollanta Humala envía una carta a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner diciendo “Mi gobierno respalda la aspiración argentina para lograr un entendimiento pacífico con el Reino Unido a través del diálogo y la negociación y compartimos su preocupación por el incremento de la presencia militar en las islas”. Esta carta de apoyo del Perú fue la única, de las cientos que recibió el gobierno argentino, en ser subida al sitio web de la Casa Rosada, lo que la hace pública y se tiene entendido que los británicos la conocían. Alguien por ventura podía dudar de la posición adoptada por el Perú. Imaginemos cómo se hubiera presentado nuestra nación a asumir la presidencia pro tempore de UNASUR si hubiéramos aceptado en nuestro primer puerto a la fragata inglesa. Sin embargo una pregunta flota en el ámbito diplomático, porqué se infló tanto el desaguisado y cuál fue la intención británica en insistir en los errores de articulación de Torre Tagle. A pesar de que nuestro país preparaba el viaje a Londres del ministro de economía Luis Miguel Castilla con un grupo de empresarios en busca de socios comerciales, de que Gran Bretaña es el segundo país con mayor inversión en nuestro país y que el Perú ha pasado la página de que un grupo de argentinos liderados por Carlos Menem le vendieron armas al Ecuador en pleno conflicto del Cenepa, con el agravante de que el país gaucho era uno de los garantes del Protocolo de Paz Amistad y Límites de Río de Janeiro, lo cierto es que alguna información no ha sido suficientemente procesada en este delicado episodio. Finalmente debemos entender que la verdad es la primera baja en las contiendas políticas.