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dijous, 19 de gener de 2012
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dossier “riña de gatos”
biografia
(Barcelona, 1943) Novelista español. Tras
graduarse en derecho (1966), ejerció como
pasante, asesor jurídico y traductor fijo en
la sede de las Naciones Unidas, en Nueva
York, entre 1973 y 1982. Posteriormente
trabajó para la misma organización en
Europa, residiendo en su ciudad natal
durante la mitad del año.
Debutó en la literatura con La verdad
sobre el caso Savolta (1975), novela que
impresionó vivamente al ambiente literario
(obtuvo el Premio de la Crítica) y que tuvo
también una calurosa acogida entre el
público: la verdadera protagonista era la
ciudad de Barcelona, conmocionada por las
tensiones revolucionarias de los años 19171918, en la cual se mueve una variopinta
tipología de personajes caricaturescos,
presentados según los cánones de la novela
policíaca que, en un habilísimo "pastiche",
fagocita también esquemas estructurales y
lingüísticos de otros géneros narrativos,
desde los antiguos tópicos de las novelas de
caballerías a los estereotipos más modernos
de la literatura de consumo.
Sus personajes originales y disparatados deambulan por un escenario de
contrastes, donde se entremezclan los atentados anarquistas con las lujosas fiestas
de la alta burguesía catalana. El autor se sirve del marco histórico para desplegar
una elegante ironía que enfatiza el carácter tragicómico del relato. Con esta obra, el
autor se acercó al área estética de los novísimos, rechazando una excesiva
caracterización específicamente española.
Por el contrario, su segunda novela, El misterio de la cripta embrujada (1979),
representó una forma de intensificación experimental más divertida. Situada en
época contemporánea, el autor maximizó la parodia de la novela negra hasta
convertirla en una farsa. El laberinto de las aceitunas (1982) conservaba una
ambientación similar, siendo la tercera variante de un peculiar género detectivesco
que derrama su humorismo y su particular desencanto en la exasperada imitación
de rigurosas investigaciones aplicadas a enigmas risibles. Ambas son historias de
crímenes y misterio que comparten como protagonista a un demencial detective y
esconden bajo su argumento un componente de crítica social.
La ciudad de los prodigios (1986), protagonizada por Onofre Bouvila, un
anarquista que medra hasta las cimas del corrupto poder económico, es un reflejo
de la vida barcelonesa del período entre las dos Exposiciones Universales de 1888 y
de 1929. Eduardo Mendoza volvió en esta narración a su particular forma de
entender la novela histórica, original y comprometida, retratando una vez más la
sociedad barcelonesa de la época. En el pasado de un espacio urbano conocido, el
autor excava y recupera nuevas identidades, inmersas en una especie de crónica
activa y heterodoxa. Con su consumado oficio de narrador, exorciza, mediante
múltiples mecanismos de manierismo de la mímesis literaria, cualquier posible
condescendencia a las languideces del sentimentalismo.
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dossier “riña de gatos”
En La isla inaudita (1989) es un empresario de la Ciudad Condal quien se desplaza
a una romántica Venecia para vivir una historia de amor. En cambio, Mendoza
explota directamente el recurso humorístico en Sin noticias de Gurb (1990),
delirante diario personal de un extraterrestre que rastrea la pista de un congénere
desaparecido en la Barcelona actual. Le siguieron El año del diluvio (1992) y Una
comedia ligera (1996), dos de sus pocas obras ambientadas fuera de la capital
catalana.
En La aventura del tocador de señoras (2001) retoma como protagonista al
maníaco detective de la cripta embrujada; en El último trayecto de Horacio Dos
(2002) relata una historia irónica que transcurre durante una expedición espacial; y
en Mauricio o las elecciones primarias (2006) el autor elige por primera vez la
Barcelona posterior a la transición como escenario de una novela. Este último título
lo hizo merecedor de la sexta edición del premio de novela Juan Manuel Lara.
Ha publicado asimismo la guía Barcelona modernista (1989), en colaboración con
su hermana Cristina y, en lengua catalana, la pieza de teatro Restauració (1990).
Posteriormente publicó las novelas El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008) y
Riña de gatos. Madrid 1936 (2010), ambientada en la capital de España durante los
días previos a la Guerra Civil española, que mereció el premio Planeta.
Extret de:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mendoza_eduardo.htm
Premsa
ENTREVISTA: EDUARDO MENDOZA Ganador del
Premio Planeta 2010
"La Guerra Civil ha de ir ya al trastero"
Pregunta. A los 35 años de la aparición de su referencial y premiada La verdad
sobre el caso Savolta obtiene el Planeta. No está mal el triple salto...
Respuesta. No hay que darle muchas vueltas. Sí, esa novela fue importante para
mí y parece ser, dicen, para las letras españolas de los setenta, pero las cosas son
como son; hubo un componente de oportunidad: si hubiera salido en 1973 o en
1977 quizá no hubiera tenido el impacto que logró; por otro lado, presentarse al
Planeta tiene hoy otras lecturas a las de hace unas décadas, han cambiado mucho
las cosas: cuando empecé, escribir era un vicio solitario y elitista, ahora es un
trabajo, una profesión que incluso se enseña; yo no conocía a un solo autor, hoy
salen por televisión y forman parte de la red social, lo que tiene un punto de
peligrosidad, de tentación egocéntrica y narcisista que, por edad y capacidad, a mí
no me afectará.
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dossier “riña de gatos”
P. No había tocado la Guerra Civil, ¿por qué ahora?
R. Es un tema que fui a buscar por todo lo de la Ley de Memoria Histórica. Me
interesaba ver cómo era la Guerra Civil antes de la Guerra Civil, cuando nadie sabía
que lo acabaría siendo, cómo se fue haciendo día a día, ver la dimensión del
desconcierto, de la ignorancia de lo que podía pasar y constatar cómo la escalada
de discursos acabó condenando a la gente a hacer cosas que quizá no querían o no
sabían... Y así te das cuenta de que esa desgracia la movieron generales borrachos,
seudofascistas sin ideas claras, revolucionarios que no sabían ni lo que era la
revolución...
P. El joven inglés despistado que llega al Madrid de la primavera de 1936 para
tasar un cuadro se cruza con José Antonio Primo de Rivera. ¿Por qué él y no el
ambicioso Franco o el estrafalario Queipo de Llano?
R. Porque fuera de hagiografías de la época, tiene poca bibliografía y es un tipo
interesantísimo, muy representativo de la época: un personaje muy corto de luces
y perfectamente irresponsable, de fácil manipulación; los historiadores coinciden en
que era un memo, pero sobre él se creó la columna vertebral de un país durante 40
años, lo que dice poco de ese país.
P. ¿Qué tal lo del revisionismo histórico sobre ese periodo?
R. ¡Ah, no! Lo de 1936 lo tengo muy claro: la culpa en una pelea la tiene quien la
empieza; no valen excusas de que es que el otro hizo antes tal... Y quien la empezó
fue un cabroncito bajito que todos conocemos.
P. ¿Qué ha de hacer la sociedad española con esta guerra?
R. Pues hallar su punto justo entre el olvido y una presencia constante pero no
como la que desean y para lo que desean algunos. Ha de estar junto a la batalla de
las Navas de Tolosa y la conquista de Granada, ha de colocarse en su lugar y eso
comporta, con todo respeto, que parte de su sitio sea ir ya al trastero. Entre otras
cosas, para evitar la trivialización del tema y que se llegue a lo de ahora, cuando ya
vale cualquier relectura del hecho.
Extret de:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Guerra/Civil/ha/ir/trastero/elpepicul/20101
017elpepicul_5/Tes
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dossier “riña de gatos”
“Riña de gatos”
Anthony Whitelands, 34 años, especialista en arte español, liado con una casada de la que
desea deshacerse, se deja caer en el peligroso Madrid de 1936. Ha de tasar la colección del
duque de Igualada, quien aparentemente necesita liquidez para ponerse a salvo de una temida
revolución. El peritaje lleva al inglés a hacer un descubrimiento sensacional: un Velázquez
desconocido, y además un desnudo, con la misma modelo que la Venus del espejo. En
paralelo, se narran las peripecias de José Antonio Primo de Rivera y sus compañeros
falangistas, a los que Whitelands acaba conociendo.
¿Es una novela tanto más rica cuantos más tramas y tonos despliega? Sí, siempre y cuando su
artífice los sepa cohesionar. Anoten: en Riña de gatos hay una crónica de época, una
kunstroman, una intriga de espionaje, la radiografía de una ciudad, un ejercicio de otredad y
una pintura costumbrista de cuño casi galdosiano. ¿Alguien da más? Y todas esas líneas se
complotan y trenzan en una progresión narrativa impecable, a ritmo siempre molto vivace, con
giros vodevilescos y continuos sobresaltos, como si la electrizante situación del Madrid previo a
la Guerra Civil arrojara a sus actores a vivir la vida a la máxima presión.
Eduardo Mendoza nos mete en ese avispero de la mano de un extranjero, un inglés experto en
pintura española y que comparece en la capital requerido por una familia de aristócratas
deseosa de vender su colección y ponerse a recaudo fuera del país. Lo que en principio debía
ser un mero peritaje da pie a un sinfín de vertiginosas aventuras en las que el protagonista se
ve envuelto sin comerlo ni beberlo. A través de su mirada foránea, inteligente y flemática,
pulsamos el tenso impasse que atravesaba el Madrid de los primeros meses de 1936 y, en una
auténtica espiral, nos asomamos a sus cafés y figones, entramos en un palacete de la
Castellana, asistimos a mitines, nos personamos en un mísero burdel, nos colamos en los
despachos de la embajada británica o de la temible Dirección General de Seguridad, y hasta
oímos –tras los cortinajes- las conspiraciones de tres generales golpistas.
Esperpento madrileño
Eduardo Mendoza, en fin, orquesta todos estos materiales con una destreza consumada y
consigue dar a este preludio de la guerra fratricida un aire de pantomima, de alocado
esperpento. No es sólo por el elenco de secundarios: mujeres en mantillas, tullidos, enanos y
una anciana desdentada que masculla “¡Churros, aguardiente y limoná!”. Es también por el
enfoque que en todo momento se imprime a la trama: un registro de enredo, de farsa desatada,
de coups de thêatre que, no por prodigados, menoscaban la verosimilitud de la fábula. En Riña
de gatos, por último, hay que decir que Madrid sale evocada maravillosamente. De lo que
resulta que el más barcelonés de nuestros escritores, sin caer en el tipismo, ha sabido palpar
como pocos ese fluido alegre y desenvuelto que desde hace siglos emana la Villa y Corte.
Extret de:
http://www.que-leer.com/tags/critica-del-libro-rina-de-gatos-madrid-1936
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