Tema 11. La Guerra Civil

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Tema 11. La Guerra Civil (1936-1939)
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La sublevación militar
La sublevación militar se inició en Melilla el 17 de julio de 1936. Poco después, Franco
volaba de Canarias a Marruecos y se ponía al frente del ejército de África. El jefe militar de
Melilla, el general Romerales, fiel a la República, fue fusilado, acusado por los golpistas de
rebelión militar. La misma pena fue aplicada por el general Mola al jefe de la división orgánica
de Burgos, el general Doménec Batet, fusilado el 18 de febrero de 1937. De hecho, esta acción
se repitió a menudo con los mandos militares y civiles que se mantuvieron fieles a la República
y se negaron a colaborar con los golpistas. El 18 de julio se alzó en Sevilla el general Gonzalo
Queipo de Llano y, durante la noche del 18 al 19, el general Mola y otros jefes militares
declararon el estado de guerra en el resto de España.
Sin embargo, la insurrección militar fracasó en Madrid, en Barcelona y en gran parte de
España. El 20 de julio el país quedó dividido en dos. Los rebeldes habían triunfado en la
España rural (Castilla, Aragón, Galicia, Navarra, Álava, norte de Extremadura y parte de la
Andalucía occidental, además de Mallorca e Ibiza, Canarias y el protectorado de Marruecos). El
resto del país se mantuvo fiel a la República, que conservaba las ciudades más importantes y
las zonas industriales. En el territorio republicano quedaron algunos enclaves rebeldes como
Oviedo y Gijón, la Academia Militar de Toledo y el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. Las
tropas africanas, además, habían quedado frenadas en el estrecho de Gibraltar, donde la
Armada, que se había mantenido mayoritariamente al lado de la República, les cerraba el paso.
También quedaron divididas las fuerzas armadas y las del orden público. De los efectivos del
ejército regular, 90.000 quedaron en la zona gubernamental y 120.000 en la sublevada, entre los
que figuraban los 47.000 hombres del disciplinado y profesional ejército de África. La oficialidad
apoyó mayoritariamente la sublevación. En la flota, la oficialidad de Marina de guerra optó
prácticamente en bloque por la sublevación, pero el levantamiento de las tripulaciones contra sus
mandos dejó los barcos del lado de la República. La aviación, poco importante, quedó igualmente
dividida. El 51% de la Guardia Civil y el 70% de la Guardia de Asalto permanecieron fieles a la
República.
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La internacionalización del conflicto.
La guerra española se convirtió desde sus inicios en una cuestión de política internacional de
gran importancia y en un doble sentido: por su repercusión en las relaciones internacionales y por
la intervención extranjera en ella en apoyo de sublevados o gubernamentales. Francia, Gran
Bretaña, Italia, Alemania y la Unión Soviética fueron las cinco potencias que desempeñaron el
papel esencial en la política internacional relacionada con la guerra de España. Méjico y EE.UU
tuvieron alguna intervención en el conflicto.
Por otra parte, la guerra civil española conmocionó a todo el mundo occidental. La prensa
americana y europea dedicaba mucha atención a la guerra. En general, la opinión pública
mundial se inclinó hacia la república democrática frente al fascismo.
• La política de No-intervención.- El temor a que la guerra en España complicara aún más
las difíciles relaciones con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, llevó a Francia y Gran
Bretaña a procurar el aislamiento del conflicto español. A esta táctica obedeció el acuerdo general
sobre la No-Intervención, al que se sumaron veintisiete países de Europa, y el establecimiento de
un Comité de No-Intervención con sede en Londres. La creación de este organismo fue una
iniciativa británica a la que se vio arrastrada Francia para no quedar aislada frente a la a la
amenaza hitleriana. Por ello, aún cuando el jefe del gobierno del Frente Popular, León Blum,
acogió en principio la petición de José Giral de ayuda de armamento, la posición francesa cambió
pronto de signo ante la actitud británica, que evolucionó desde una política de neutralidad
benévola a una clara inclinación hacia Franco, por temor al peligro soviético.
• La ayuda internacional.- La política de No-Intervención no significó en manera alguna que
los contendientes no recibieran ayuda exterior. Los acuerdos fueron continuamente conculcados.
Las potencias fascistas nunca fueron amonestadas, mientras los barcos soviéticos siguieron
llegando aunque a veces con dificultades por el patrullaje italiano en el Mediterráneo. Francia
toleró también, más o menos, el paso de armamento por su territorio.
Desde el primer momento, los sublevados contaron con la ayuda de Italia y de Alemania en
aviones para transportar las tropas del ejército de África a la Península. Por el contrario, la
República siempre tuvo problemas para su abastecimiento de armas en los países amigos.
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Las ayudas al bando sublevado se materializaron en la Legión Cóndor alemana (unos 6.000
hombres) y el Corpo de Truppe Volontarie italiano (40.000), más pequeños contingentes de
combatientes portugueses e irlandeses (Los Viriatos y la Legión de San Patricio); en cuanto al
material, los sublevados recibieron 600 aviones, 111 carros y 737 cañones de Alemania y 759
aviones, 150 carros y 1000 cañones de Italia.
En el campo republicano la ayuda extranjera se concretó en las Brigadas Internacionales
(40.000 hombres) y en 648-1100 aviones, 300-347 carros y 1186-1500 piezas de artillería, según
las fuentes.
Es de todas formas un hecho evidente la superioridad aérea de los sublevados en
escenarios y acciones fundamentales, como la guerra en el Norte o la batalla del Ebro, y su mayor
eficacia artillera. En su conjunto, las aviaciones alemana e italiana fueron mucho más eficaces que
la rusa. En definitiva, Franco construyó un ejército mucho más eficaz que el republicano, mucho
mejor armado con esa ayuda, tenía infinitamente más mandos profesionales y una tradición militar
más efectiva.
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Etapas y desarrollo de la guerra.
3.1 Los primeros meses de la guerra (julio-diciembre de 1936): guerra de columnas.
• El avance hacia Madrid.- El primer objetivo militar de los insurrectos, de acuerdo con
sus planes, era Madrid. El general Mola envió allí columnas desde Pamplona. Mientras tanto, el
ejército de África había conseguido atravesar el estrecho de Gibraltar con la ayuda de la
aviación de Mussolini. Una vez en la Península, Franco entró en Córdoba y en Granada y,
desde Sevilla, se dirigió a Madrid por Extremadura, que ocupó a pesar de la defensa
encarnizada que opusieron los republicanos en Badajoz. Pero, cuando llegó a las cercanías de
Madrid, la eficaz defensa de la capital le obligó a detenerse. No obstante, el gobierno de la
República se trasladó a Valencia por motivos de seguridad. En septiembre, el general Mola
ocupó Irún y San Sebastián, mientras las tropas concentradas en Galicia, donde había triunfado
el alzamiento, llegaron a Oviedo (donde el coronel Antonio Aranda resistía el sitio a que lo
sometieron los obreros asturianos) y rompieron el cerco republicano.
• Las columnas republicanas.- Las milicias catalanas que se dirigieron hacia el frente de
Aragón ocuparon algunas poblaciones, como Bujaraloz, Pina de Ebro, Caspe y Alcañiz, pero
fueron frenadas en Huesca, Zaragoza (objetivo inicial de la columna Durruti) y Teruel. La
desorganización y la falta de preparación de estas columnas republicanas explican, en parte, su
debilidad. También fracasó la expedición catalana a Mallorca y a Ibiza (agosto-septiembre de
1936), formada por 8000 voluntarios dirigidos por el capitán Alberto Bayo, que tenía como
objetivo conquistar las islas en poder de los militares sublevados.
3.2 La segunda fase (enero de 1937-noviembre de 1938): guerra de frentes.
• Las batallas de envolvimiento a Madrid.- Durante la segunda fase de la guerra, las
tropas insurrectas intentaron de nuevo conquistar Madrid mediante unas maniobras para
cercarla, primero por la carretera de La Coruña, después por el valle del río Jarama y, por
último, por el norte de la provincia de Guadalajara. Pero no lo consiguieron. Ante la
imposibilidad de ocupar la capital, Franco decidió centrar su ataque en lo que restaba de
Andalucía en manos republicanas e intentar acabar con las resistencias en Asturias y el País
Vasco. Málaga y otras ciudades andaluzas cayeron rápidamente (enero-febrero de 1937).
• El frente norte.- Tras el fracaso de las tropas franquistas en las batallas del Jarama y
Guadalajara a comienzos de 1937, en marzo el general Mola, con importante colaboración del
ejército italiano y de la aviación alemana de la Legión Cóndor, inició una decisiva campaña
militar en el frente norte. Tras el bombardeo de Gernika en abril de 1937, Bilbao cayó en manos
del ejército franquista en el mes de junio. Los batallones de gudaris del ejército vasco se
rindieron en Santoña, negándose a prolongar la resistencia.
• Las batallas de diversión.- El gobierno republicano desencadenó ofensivas en otros frentes
a fin de aliviar la presión en el Norte. Este fue el caso de la batalla de Brunete, en el frente de
Madrid, y de la batalla de Belchite en el frente de Aragón, en las que los éxitos iniciales
republicanos no alcanzaron la debida explotación posterior.
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• La caída del frente norte.- Cuando acabó la batalla de Belchite, el ejército de los
sublevados del Norte reanudó la lucha por Santander, ahora también desde Reinosa. En diez días
se llegó a la capital donde se hizo un inmenso acopio de prisioneros.
En Asturias, los atacantes emprendieron una doble acción por la costa y por los puertos del
interior. Tras dos meses de fuertes combates en las sierras y puertos de la región, la resistencia
se desploma y el día 21 se ocupaba Gijón, último foco de resistencia, con lo que toda la cornisa
cantábrica con sus recursos energéticos e industriales quedó en manos de los franquistas.
• La batalla de Teruel.- Durante el mes de diciembre de 1937, las tropas republicanas
lanzaron una ofensiva contra Teruel, que ocuparon el 8 de enero de 1938. Pero en febrero,
después de una batalla sangrienta, las tropas franquistas volvieron a recuperar el control de la
ciudad. Poco antes (el 31 de octubre), el gobierno de la República se había trasladado de
Valencia a Barcelona.
• El frente de Aragón.- En marzo de 1938, el ejército de Franco comenzó una ofensiva
contra el frente de Aragón, situado entre los Pirineos y el Ebro. El 3 de abril, Franco ocupó las
primeras plazas catalanas, incluida Lérida. El 15 de abril, las tropas insurrectas llegaron a
Vinaroz, al norte de la Comunidad Valenciana, en la margen derecha del Ebro, con lo que la
zona republicana quedaba dividida en dos.
• La batalla del Ebro.- El ejército republicano, reorganizado por Vicente Rojo, preparó una
ofensiva en la zona del Ebro para volver a unir el territorio republicano. El ataque, dirigido por el
coronel Juan Modesto y otros mandos militares procedentes de las milicias comunistas, como
Enrique Líster, comenzó durante la noche del 24 al 25 de julio. La batalla del Ebro se prolongó
durante meses y en ella se produjeron muchas bajas en ambos bandos. Se disputó palmo a
palmo el terreno con ofensivas y contraofensivas de los dos ejércitos. Tras tres meses y medio
de duros combates, el 16 de noviembre el gobierno republicano dio por terminada la operación.
Las bajas de cada bando en la batalla rondaron los cincuenta mil hombres, y el ejército republicano
quedó desorganizado y mermado decisivamente. En esta cruenta batalla la República había
perdido la posibilidad de cambiar el curso de la guerra.
3.3 La última fase: la ocupación de Cataluña, la rendición de Madrid y la rendición final
(diciembre de 1938-1 de abril de 1939)
El 23 de diciembre de 1938, Franco dio la orden de iniciar la ofensiva final contra
Cataluña por Tremp y Serós. Si bien en Tremp el ejército republicano logró resistir una semana,
en Serós se derrumbó rápidamente y se produjo una auténtica desbandada. El ejército de
Franco fue ocupando toda Cataluña: el 15 de enero de 1939 entró en Tarragona; el 26, en
Barcelona, y el 4 de febrero, en Girona. El 9 de febrero llegaba a la frontera francesa. El
gobierno republicano, el vasco y el catalán pasaron la frontera junto con miles de personas que
huían.
El 28 de febrero de 1939, Manuel Azaña dimitió como presidente de la República y no fue
sustituido por nadie; no obstante, Juan Negrín, jefe del Gobierno, volvió a Valencia en avión
para dirigir la resistencia de la zona republicana. Pero ya no había nada que hacer, en parte por
el golpe de Estado del coronel Segismundo Casado, jefe de defensa de Madrid, que pretendía
una paz negociada con los golpistas. Sin embargo, Franco únicamente admitió la rendición sin
condiciones. El 28 de marzo, las tropas franquistas ocuparon Madrid. Las otras ciudades de la
zona republicana se entregaron sin resistencia: Jaén, Ciudad Real, Albacete, Valencia y Murcia.
La última ciudad que ocupó el ejército franquista fue Alicante, el día 31 de marzo. El 1 de abril
de 1939 la guerra había acabado.
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La evolución política de las dos zonas.
4.1 La evolución de la España republicana.
4.1.1
La revolución y represión
• El alzamiento militar que dijo falsamente querer aplastar la revolución inexistente dio lugar,
paradójicamente, a una revolución verdadera. Por todas partes surgieron poderes populares, y
autónomos, tanto a nivel municipal como regional: Comité Central de Milicias Antifascistas
(Cataluña); Comité Ejecutivo Popular (Valencia); Comité de Salud Pública (Málaga); Junta de
defensa (Guipúzcoa); Comité Provincial (Asturias); etc.
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Esos poderes autónomos emprendieron, en bastantes sitios, una obra de revolución social
consistentes en incautaciones, intervenciones y colectivizaciones de propiedades privadas; control
político de la producción y los servicios (agua, teléfonos, banca y ferrocarriles) e intervención de las
finanzas.
Cataluña, Levante, parte de Aragón y de Castilla La Nueva fueron los escenarios
fundamentales de este cambio social y político que se desencadenó en estos primeros momentos
de la guerra, aunque el fenómeno se extendió un poco por todas partes del territorio republicano.
El caso más amplio fue el catalán, donde la colectivización llegó a la industria y a los servicios. En
la zona de Aragón dominada por el anarcosindicalismo, y donde impuso su autoridad el Consejo
de Aragón, destacaron las colectivizaciones agrarias, llegándose a la supresión de la moneda y a
formas cercanas al comunismo libertario.
La actitud ante la revolución generó divisiones insalvables en el campo republicano: para los
anarcosindicalistas y el POUM, la derrota de la sublevación era inseparable de la revolución social;
para los comunistas, los socialistas moderados y los republicanos, la revolución social era el
principal obstáculo para conseguir la victoria.
• Al inicio de la guerra, las víctimas de la represión (unas 60.000) que se produjeron en la
zona republicana lo fueron generalmente al margen de toda ley, de forma explosiva e incontrolada,
y como resultado de una erupción de odio de las poblaciones tradicionalmente subordinadas en lo
social y en lo económico. Fue habitual la práctica de los paseos, la muerte de muchas gentes sin
formalidad legal previa alguna, el asesinato a causa de la significación política de la víctima o por
su posición social.
En Madrid destaca el asalto a la cárcel Modelo por la multitud, después de que la ciudad
fuera bombardeada, produciendo varias decenas de asesinatos. También tuvo una gran
significación el elevado número de víctimas del clero producto de asesinatos y represiones (7.000
eclesiásticos y 3.000 miembros de Acción Católica).
Las prácticas descontroladas fueron siendo superadas con la creación de los Tribunales
Populares, mediante los cuales se intentó someter a procedimientos penales reglados el delito de
desafección. La Justicia Popular inevitablemente será una justicia de guerra, atenta a la defensa
del régimen contra sus enemigos, aunque con procedimientos regulares y siempre como justicia
civil.
4.1.2
La evolución política.
• El gobierno de José Giral.- El primer gobierno de guerra, formado el 19 de julio con solo
representantes de los partidos republicanos, fracasó prácticamente en todos sus objetivos y fue
progresivamente más criticado a medida que la guerra era cada vez más desfavorable para la
República. Era claro que las fuerzas que defendían la República, las organizaciones obreras, no
podían permanecer más tiempo fuera del gobierno.
• El gobierno de Largo Caballero.- El 4 de septiembre de 1936 se constituyó un nuevo
gobierno republicano presidido por Francisco Largo Caballero, con representantes del PSOE, de
los partidos republicanos, de Esquerra Republicana de Catalunya, del Partido Comunista y del
PNV. En noviembre, se incorporaron cuatro ministros anarcosindicalistas.
El gobierno de Largo Caballero recuperó los poderes del Estado. Desaparecieron
prácticamente todas las juntas y comités siendo sustituidas por unos Consejos Provinciales,
presididos por los gobernadores civiles e integrados por representantes del Frente Popular y de los
sindicatos. Se reanudaron las reuniones periódicas de las Cortes y las atribuciones gubernativas
pasaron todas al gobierno central. Las Cortes aprobaron el Estatuto autonómico del País Vasco,
con José Antonio Aguirre como lendakari.
En el plano militar, a finales de septiembre, se dio un paso trascendental, contra la posición
de los anarcosindicalistas: la militarización de las milicias. Ese sería el comienzo de la creación de
un nuevo Ejército Popular, en el que tendría un gran protagonismo el Quinto Regimiento de
Milicias Populares, creado por el Partido Comunista.
Pronto comenzaron a surgir problemas en el seno del gobierno. El PCE criticaba
públicamente al jefe del gobierno por su política militar, por su oposición al mando único y por su
inclinación a los sindicatos. Fuera del gobierno, las tensiones surgieron del enfrentamiento entre
comunistas y anarquistas acerca de los objetivos de guerra, de la revolución social y del orden en
la retaguardia. Todo ello estalló (2 de mayo de 1937) cuando la Generalitat ordenó al comisario de
Orden Público la ocupación de Telefónica, que controlaban los anarquistas. La resistencia de estos
desencadenó una lucha armada de extraordinaria gravedad entre anarquistas y poumistas, de una
parte, y comunistas, ugetistas y fuerzas de la Generalitat, de la otra. Barcelona se llenó de
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barricadas y de heridos y muertos (unos quinientos). La situación pudo ser controlada el día 7 de
mayo gracias a la presencia en Barcelona de dos de los ministros anarquistas, García Oliver y
Montseny que, con gran responsabilidad y mucho coste, consiguieron que los anarquistas
depusieran las armas.
Resuelto el caso de Barcelona, la crisis gubernamental se precipitó cuando los ministros
comunistas abandonaron la sesión del consejo el día 13 de mayo. La posición comunista
reclamaba que Caballero dejara el ministerio de la Guerra, disolviera el POUM y cesara al ministro
de Gobernación. Largo Caballero se negó a todo y presentó su dimisión, siendo sustituido por
Juan Negrín.
• El gobierno Negrín.- El gobierno de Negrín se planteó como objetivos básicos la
continuación de la recuperación por el Estado de los poderes paralelos, la culminación de la
formación del Ejército Popular y la búsqueda de apoyos exteriores, especialmente en Francia. Esta
política de Negrín, coincidente con la del Partido Comunista, estaba al servicio de la idea de que la
salvación de la República estaba ligada a una resistencia a ultranza que permitiera enlazar el
conflicto español con el que se veía venir claramente a escala europea a consecuencia del
expansionismo hitleriano.
Esta política entró en crisis como consecuencia de los reveses militares que se sucedieron a
partir de febrero de 1938, con la pérdida definitiva de Teruel y el retroceso general en todo el frente
de Aragón. Frente a la postura de Negrín de continuar la guerra, Prieto y Azaña eran proclives a
negociar un compromiso con el enemigo, ante la imposibilidad de una victoria republicana. Por otro
lado, crecía el cansancio de la población por las privaciones y la guerra y aumentaban las
deserciones en las unidades militares.
El fulminante éxito de las tropas de Franco en Cataluña aceleró la desintegración en la zona
republicana. El 27 de febrero Gran Bretaña y Francia acordaban reconocer a Franco. Azaña
renunció a la presidencia de la República. El 5 de marzo, el jefe del Ejército del Centro, coronel
Casado, se sublevó, según él, para acabar con la jefatura de Negrín y con la preeminencia
comunista y para llegar a una paz negociada. Las conversaciones con el cuartel general de Franco
no concluyeron en nada distinto a la rendición y entrega sin condiciones. Casado, perdida toda
esperanza de paz concertada, ordenó cesar la resistencia, lo que permitió a Franco ocupar todo el
territorio que quedaba y dar por concluida la guerra con el Parte de la Victoria del día 1 de abril de
1939.
4.2 El nacimiento del estado franquista.
4.2.1
El mando único y la unificación política.
El problema de la ausencia de una jefatura carismática de la sublevación, tras la muerte del
general Sanjurjo cerca de Lisboa, fue resuelto creando una Junta de Defensa Nacional, con un
cometido exclusivamente administrativo-jurídico.
Avanzada la lucha, y tras los éxitos obtenidos por las fuerzas del sur, la unificación del
mando de la sublevación se hizo necesaria por motivos militares, políticos e internacionales.
Reunidos los principales generales en los alrededores de Salamanca, los días 21 y 28 de
septiembre, decidieron nombrar a Franco Jefe del Gobierno del Estado Español y Generalísimo de
las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire. Pronto surge el culto a la figura de Franco cuando se
obliga a los medios de comunicación a emplear el lema "Una Patria, un Estado, un Caudillo"
imitando al alemán (ein Reich, ein Volk, ein Führer). La primera ley que Franco firmó fue la que
creaba la Junta Técnica del Estado, organismo administrativo con siete comisiones que
reproducían las funciones de los ministerios tradicionales. La Junta de Defensa Nacional
desapareció. Mola y Queipo de Llano fueron nombrados jefes del ejército del Norte y del Sur,
respectivamente. En 1938 se reforzó el poder del Jefe del Estado con “la suprema potestad de
dictar normas jurídicas de carácter general”.
Si en el terreno militar nadie discutía el poder a Franco, en el político las fuerzas que
apoyaron el alzamiento mantenían su identidad y sus aspiraciones propias: Falange Española y
de las JONS, totalitaria y antimonárquica; Comunión Tradicionalista, monárquica y con un
pretendiente carlista a la corona, Javier de Borbón-Parma; monárquicos alfonsinos, junto con
miembros de la CEDA y de Renovación Española, preconizaban el retorno al trono español del
derrocado Alfonso XIII. Para anular estas pretensiones de independencia y con el objetivo de dar
una clara definición política al bando sublevado, Franco decretó, en primer lugar, la militarización
de las milicias (20/12/1936) y con el Decreto del 18 se abril de 1937 creó un Partido Único al estilo
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fascista (Falange Española Tradicionalista y de las JONS), al que llamaba movimiento. El partido
se articulaba en una Jefatura, que recaía en Franco, en la Junta Política y en el Consejo Nacional.
Por otro lado, Franco contó con la alianza de la Iglesia católica. Los obispos españoles,
presididos por el cardenal primado Isidre Gomá, en una carta colectiva que solamente fue
rechazada por el obispo de Vitoria, Mateo Múgica y el cardenal de Tarragona, Francesc Vidal i
Barraquer, calificaron el alzamiento militar como una “cruzada cristiana”, con lo que legitimaban
a los golpistas ante la opinión católica internacional.
4.2.2
La contrarreforma social y la represión.
• La obra contrarreformista comenzó ya desde que se creó la Junta de Defensa y continuará
con los nuevos organismos creados por Franco. La legislación emanada de ellos se ocupó de todo
tipo de cuestiones, desde la contrarreforma agraria, con devolución de fincas a sus antiguos
propietarios, hasta la depuración de funcionarios no afectos, pasando por la derogación de la
legislación laica de la República (matrimonio civil, divorcio, enseñanza laica y coeducación). El 25
de septiembre se prohibían todas las actuaciones políticas y las sindicales obreras y patronales.
En 1938 se promulgó el Fuero del Trabajo, de imitación italiana. En este mismo año
empiezan su andadura, aunque no llegaron realmente a funcionar hasta después de la guerra, los
sindicatos verticales que se llamaban Centrales Nacional-Sindicalistas. Se creó también la
Magistratura del trabajo para regular las relaciones laborales.
• Al inicio de la guerra, la represión se produjo al margen de toda ley, de forma explosiva,
movida por el miedo a la pérdida de sus privilegios por parte de las viejas clases dominantes.
Como en el bando republicano, esta represión espontánea se concretó en la práctica de los
paseos, consistentes en el asesinato de muchas personas, sin formalidad legal previa alguna, a
causa de la significación política de las víctimas.
Al margen de la represión descontrolada, la violencia que siguió al alzamiento militar
obedeció a un plan previo de exterminio y represión cuyo objetivo era arrasar todo lo relacionado
con la República y aniquilar a sus protagonistas, sus familias y sus amigos. Dado que el estado de
guerra fue decretado desde el primer momento de la sublevación, todo tipo de juicio político fue
remitido a la justicia militar. De ahí se dedujo la imposición de un terror sistemático bajo capa
jurídico-militar, en el que el fusilamiento tras juicio sumarísimo fue común, con las leyes de guerra
que se aplicaban a personas que no tenían formalmente otro delito que su oposición a la rebelión o
su militancia en movimientos políticos o sociales opuestos a ella.
Los casos de Navarra, Badajoz, Valladolid, Granada, Málaga y Sevilla fueron
especialmente crueles. Destaca el caso de los fusilamientos de sus defensores tras la toma de
Badajoz por las fuerzas africanas mandadas por Yagüe. El número de muertos de esta acción no
baja del millar. Caso similar fue el de Málaga tras su ocupación por los sublevados en febrero de
1937.
La represión franquista continuó produciendo encarcelamientos y muertes muchos años
después de la guerra civil, hasta que cayó el eje Berlín-Roma. El número total de víctimas de la
represión en la guerra no sería inferior a 100.000. Por su parte, las víctimas de la represión
producidas tras el 1 de abril de 1939 alcanzaron los 300.000 presos, de los que fueron
condenados a muerte y ejecutados unos 50.000.
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