EL PROFESOR DE SECUNDARIA: Aproximación teórica a su labor

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EL PROFESOR DE SECUNDARIA:
Aproximación teórica a su labor profesional
No parece complicado para cualquier docente reconocer las deficiencias del
sistema educativo y de su labor, aunque sólo sea de una manera intuitiva y poco
organizada. Este artículo pretende ofrecer una exposición teórica fundada en
autoridades de la didáctica y la educación en cuanto a temas esenciales como las
características del profesor, sus funciones, la concepción del proceso de enseñanzaaprendizaje y la resolución de sus problemas.
Admitiremos que la sociedad, repleta de cambios y nuevos desafíos, puede
plantear retos difíciles para el mundo docente, pero especialmente para la
Educación Secundaria Obligatoria y el Bachillerato. Así, nos encontramos que el
profesorado de esta etapa educativa intenta aportar un significado en su actividad
directa diaria que en muchas ocasiones deriva en un desajuste profundo con la
realidad. Convendrá situar, al margen de apoyos administrativos, qué situación es la
que ocupa el docente y cuál debe ser su función como profesional de la enseñanza.
En la actualidad, la figura del profesor debería ser ejemplo de compromisos éticos y
formadores, pero al mismo tiempo, hay otros requerimientos que se esperan de un
buen profesor y que, a veces, se reconocen intuitivamente o se olvidan. Podría
decirse que el profesorado requiere no sólo el conocimiento de la materia que
imparte, sino un gran dominio de muchas otras habilidades y cualidades enunciadas
como aporte teórico por diferentes autores, las cuales exponemos a continuación.
Caracterización del profesorado
Entendemos que el profesor es aquél que se dedica profesionalmente a la
educación y lo hace por propia vocación y libre elección. Además, posee los
conocimientos necesarios y tiene la preparación adecuada para llevar a cabo la
enseñanza formativa. Por ello, consideramos que el profesor es quien, con su
voluntariedad profesional y a través de la educación actúa sobre un alumnado
concreto con el propósito de orientarlos en su formación. En otras palabras, el
profesor es el profesional que, “poseyendo el don natural o adquirido, preparación
específica, autorización necesaria y la responsabilidad de la educación
intencional y sistemática, se dedica a ella como medio de realización personal y
subsistencia” (Lerma, 2000). No debemos olvidar que educar es, sobre todo,
suscitar el máximo desarrollo del espíritu humano, porque la esencia del acto
educativo consiste en la valorización de la vida, individual y socialmente
considerada.
La actuación del profesor se encuentra condicionada por su idiosincrasia,
su pensamiento y su desarrollo personal. Por esta razón, han surgido
investigaciones que fundamentan el conocimiento que deberían poseer los
profesores como profesionales de la docencia. Estos estudios establecen el
siguiente perfil para el docente actual (Perales y Cañal, 2000):


El profesor debe conocer en profundidad la materia que imparte.
El profesor debe estar abierto a la innovación didáctica y comprender
la importancia de la metodología para la realización de su labor docente.

El profesor debe poseer conocimientos fundamentados sobre el
aprendizaje de las ciencias y las letras.

El profesor debe conocer los criterios de selección y secuenciación de
contenidos aplicables a su materia.

El profesor debe conocer procedimientos que le permitan planificar su
proceso de enseñanza.

El profesor debe ser capaz de dirigir las actividades de los alumnos
en el aula (y fuera de ella, tutorías, trabajos…).

El profesor debe adoptar una perspectiva formativa de la evaluación,
concibiéndola más como un instrumento de aprendizaje que como una mera
repetición de los contenidos expuestos en clase.

El profesor debe ser capaz de investigar e innovar didácticamente,
utilizando los recursos obtenidos de esta retroalimentación, para mejorar el
proceso de enseñanza-aprendizaje.

El profesor debe ser capaz de desarrollar actitudes y prácticas
docentes más colaborativas, críticas y autónomas.

Por último, el profesor debe ser capaz de cambiar sus concepciones y
prácticas docentes sin aferrarse a falsos dogmatismos.
Además, podría decirse que ser educadores hoy en día supone un reto a
muchos niveles. Según Salazar Montoya (2005), los formadores son educadores
protagonistas en un tipo de aprendizaje mediado y reflexivo. Aquí cabe destacar el
perfil necesario, adecuado o ideal, para el ejercicio de la docencia:
· Un docente deberá ser vocacional: Le debe gustar lo que hace, debe
encontrar sentido a su labor. Debe realizar su trabajo, no como una actividad
cotidiana y rutinaria, sino como una continua vivencia y experiencia renovadora. El
sentido vocacional de este trabajo, lejos de quitar méritos a esta labor, la enriquece
enormemente. Añade, además, que cualquier desarrollo laboral que no sea fruto del
sentido vocacional del mismo, se convierte en un “tormento” para cualquiera, siendo
que, de esta forma, lejos de enriquecer y hacer crecer a las personas, las
empobrece y las dirige hacia la única recompensa que les queda: la satisfacción
pecuniaria.
· Un docente debe ser también, ante todo, un profesional. Cualquiera a
quien le guste algo, si no está cualificado, si no es un verdadero profesional, lejos de
enriquecerse y enriquecer, suele abortar el desarrollo lógico de todos los que de él
dependen. Es por esto que lo profesional sin lo vocacional supone la carencia de
“alma” y lo vocacional sin lo profesional sería quedarse sólo con el espíritu
perdiendo la consistencia y el cuerpo.
· La tercera cualidad que destaca la denomina vivir en el día. Por lo general,
vivimos en una estructura de escuela heredada del siglo XIX. Los profesores,
también por norma general, están ubicados en estructuras docentes del siglo XX o
anteriores. En ocasiones no se recapacita sobre el hecho deben educar y formar a
alumnos del siglo XXI. Con este preámbulo, es muy fácil llegar a la conclusión de
que un docente de hoy en día no sólo debe estar al día, sino que debe ser
consecuente con el futuro inmediato de sus educandos y “estar en el día”, o sea,
deberá prepararse y adelantarse a lo que los alumnos vayan a necesitar en su futuro
profesional y personal.
Concepción del proceso de enseñanza-aprendizaje
El aprendizaje ha de concebirse como el proceso de construcción por parte
del sujeto que aprende de conocimientos, habilidades y motivos de actuación que se
produce en condiciones de interacción social, en un medio socio-histórico concreto
sobre la base de la experiencia individual y grupal y que lo conduce a su desarrollo
personal. Según González Maura (2000), esta “concepción de aprendizaje plantea
ante todo el reconocimiento del carácter activo del estudiante en el proceso de
construcción del conocimiento, su desarrollo en condiciones de interacción social,
así como el hecho de que se aprenden no sólo conocimientos y habilidades sino
también valores y sentimientos que se expresan en la conducta del hombre como
motivos de actuación”.
Es necesario que la enseñanza –también la universitaria– sea concebida
como un proceso de orientación del aprendizaje del estudiante por parte del profesor
que propicia las condiciones y crea las situaciones de aprendizaje en las que el
estudiante obtiene conocimientos y consigue las capacidades que le permiten actuar
de manera responsable y madura. Esta concepción de enseñanza reconoce al
profesor como un orientador del estudiante en ese proceso . El profesor no es la
figura autoritaria y tradicional que impone al estudiante qué es lo que debe aprender.
“El profesor orientador del aprendizaje es un guía que conduce al estudiante por el
camino del saber sin imposiciones, pero con la autoridad suficiente que emana de su
experiencia y sobre todo de la confianza que en él han depositado sus alumnos, a
partir del establecimiento de relaciones afectivas basadas en la aceptación, el
respeto mutuo y la comprensión” (Pineda et al., 2007).
Además, en este ámbito, Alfonso Palazón propone un nuevo modelo en
educación, similar al de algunas experiencias educativas anglosajonas. En este
modelo, “el alumno es el centro de la acción docente: la evaluación de su trabajo,
sus horas de estudio, de prácticas, trabajos en grupo, tutorías, serán el eje de
actuación con el alumno, quedando así relegado a un segundo plano la figura del
profesor, pasando a ser un guía, orientador en la información relevante y en la
búsqueda de bibliografías relacionadas con el estudio pertinente; todo esto implica la
presencialidad y la implicación en su propio proceso educativo por parte del alumno”
(Palazón, 2005).
Problemas que encuentra el profesor en la educación actual
La educación ha sufrido grandes cambios a lo largo de la historia y
especialmente en el siglo XX y comienzos del siglo XXI. A pesar de que no se han
olvidado las metas fundamentales que persigue, podría decirse que ha habido un
constante cambio paralelo a los cambios sociales, políticos y económicos de cada
sociedad, y que en algunas ocasiones esto ha desarrollado áreas de conflicto, ha
aumentado la heterogeneidad del alumnado en muchos aspectos y los
conocimientos requeridos.
Es interesante indicar la dificultad a la que gran parte del profesorado debe
hacer frente en relación con la amplia diversidad del alumnado. Actualmente, los
profesores encuentran estudiantes muy distintos, existen estudiantes responsables e
interesados junto con otros apáticos, aburridos o poco motivados. Este aspecto hace
que muchos profesores se planteen si enseñan de un modo eficaz y si los métodos
educativos que siguen son adecuados.
En este contexto, uno de los mayores problemas con las que el profesor
actual se encuentra es el relacionado con los cambios introducidos a través de las
tecnologías de la información y la comunicación. El cambio de función en la
institución educativa propiciado por las potencialidades de las T.I.C. ofrece como
describe Martínez (1999) implicaciones sociológicas, metodológicas, etc. Pero sobre
todo, lleva consigo cambios en los profesionales de la enseñanza y entre estos, el
cambio del rol del profesor es uno de los más importantes. Aún hoy parece
indudable que el colectivo docente necesita continuar en este proceso de formación
y que la misma existencia de formadores de formadores constituyen un tema clave.
Según González Mariño (2008) “el éxito o fracaso de las innovaciones educativas
depende, en gran parte, de la forma en la que los diferentes actores educativos
interpretan, redefinen, filtran y dan forma a los cambios propuestos. Las
innovaciones en educación tienen ante sí como principal reto los procesos de
adopción por parte de las personas, los grupos y las instituciones”. Obviamente, y
como Rodríguez Izquierdo (2009) nos apunta, “las cosas materiales y la información
son, desde luego, más fáciles de manejar y de introducir que los cambios en
actitudes, prácticas y valores humanos”.
No podemos ignorar los cambios que se avecinan para la institución
educativa en los próximos años y tanto el papel del profesor como los cambios en la
institución, están fuertemente relacionados. Como es bien sabido, los profesores
constituyen un elemento esencial en cualquier sistema educativo y resultan
imprescindibles a la hora de iniciar cualquier cambio.
Además, se suman los conflictos vinculados directamente con la disciplina
en el aula y con la falta de implicación de algunas familias en la educación. Tras la
exposición de estas dificultades, habrá que suscitar un profundo análisis crítico y
social de la situación en la que el profesor se encuentra.
Conclusión
Podemos concluir como función esencial de la enseñanza que se
encomienda a un buen profesor la siguiente: el profesor tiene el deber de motivar y
estimular al alumnado para provocar en cada uno el interés de la propia realización
de sí mismo y el ser responsable de su propia formación. El decursar del
pensamiento pedagógico en el siglo XX, según González Maura (2000) “se
caracteriza por la lucha contra el dogmatismo en la enseñanza, el aprendizaje
memorístico y se dirige al rescate del alumno como sujeto de aprendizaje y al
reconocimiento de sus potencialidades creativas desarrollables en un proceso de
enseñanza-aprendizaje basado en la aceptación, el reconocimiento y el respeto
mutuo en las relaciones profesor-alumno”. Asimismo, el desarrollo pleno del hombre,
objetivo esencial de la educación, no es posible en una enseñanza que privilegia la
estimulación de las capacidades intelectuales al margen y en detrimento, de la
educación de sentimientos y valores. Por esta razón, no se puede concebir la teoría
desvinculada de la práctica. El profesor no debe poseer un papel único y absoluto en
la enseñanza, así como el estudiante no puede ser considerado simplemente como
un elemento pasivo en el proceso de aprendizaje. Para una educación óptima y
exitosa es esperable un balance y una conexión continuas entre profesorado y
alumnado.
Además, consideramos que el profesor tiene un papel fundamental en el
proceso de enseñanza e innovación. Incluso añadimos que es imposible que las
instituciones de educación convencionales puedan sobrevivir o iniciar procesos de
cambio sin contar con el profesorado. Por esta razón, las grandes exigencias van
dirigidas hacia este colectivo. “El docente debe tener amplio conocimiento de la
materia que imparte y en una sociedad dinámica, debe estar constantemente
investigando, o al menos actualizando, sus conocimientos para adaptarlos a las
necesidades del momento presente. Posteriormente, el docente debe pensar en el
método más adecuado para impartir esos conocimientos no tan solo desde un punto
de vista teórico sino también práctico, es decir por medio de actividades, ejercicios,
ejemplos, debates o juegos que de algún modo el estudiante pueda demostrar
activamente su asimilación de un modo útil y entretenido. El docente también debe
ser consciente de exigir unos niveles de logro en función de la capacidad media de
asimilación de conocimientos de sus estudiantes. Esto es muy importante desde un
punto de vista emocional, ya que exigir mucho sin una preparación previa adecuada
conllevaría al desánimo y exigir poco a los estudiantes implicaría un aborrecimiento
peligroso para su progreso” (Carrió Caldelas, 2005).
Por otra parte, el docente debe ser un orientador, es decir una persona que
pueda lograr que los estudiantes se sientan guiados, implicados y motivados en el
proceso de enseñanza-aprendizaje. Entendemos que hay diferentes tipos de
orientación y estilos de impartir los conocimientos, pero por encima de todo se
debería perseguir en la medida de lo posible el interés de los estudiantes por la
educación.
Por último, sería interesante referirse a la labor de los estudiantes. El
alumnado debe ser consciente de que tiene la responsabilidad de participar en la
creación de un futuro mejor participando en la aplicación de sus conocimientos en la
realidad. De este modo, su papel dependerá del trabajo autónomo, el interés y el
esfuerzo, que influirán en el éxito de todo un sistema en el que el profesorado se
alza como gran pilar. Para ello, es deseable y necesario una disposición correcta y
una conducta adecuada por parte del alumnado.
En definitiva, el profesor debe presentarse como un ejemplo de
compromisos éticos, como un formador con adaptaciones constantes y activas, y
como un elocuente transmisor de conocimientos que desarrolla la gran función de
enseñar a aprender a todos los estudiantes que pasan por sus manos.
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