el orgullo

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ENSEÑANZAS PARA COMPARTIR EN EL PEQUEÑO GRUPO
Lección # 171
“EL ORGULLO”
INTRODUCCIÓN:
Es un reto muy fuerte hablar del orgullo. Porque el orgullo nos toca a todos.
Orgullo es exceso de estimación propia que nos hace sentir mejor que los demás.
Este fue el caso del general sirio Naamán, quien vivió en los días del profeta israelita
Eliseo. Naamán era un hombre valiente y apreciado por el rey. En cuanto a lo material
este hombre tenía todo lo que su alma deseaba. Pero Naamán tenía dos problemas
bien serios: era leproso y también orgulloso.
Su búsqueda de una cura le llevó a viajar hasta Samaria, creyendo que Eliseo le
concedería una audiencia personal. Pero no fue así, sino que el profeta envió a su
servidor con instrucciones de que Naamán se bañara siete veces en el río Jordán.
Naamán se sintió ofendido por la forma que lo trataron y el consejo que se le dio. ¿Por
qué no había salido el profeta y le había hablado personalmente, en vez de enviar a su
servidor? Además, los ríos de Damasco son mejores que el Jordán. Este hombre
estaba enojado porque su problema era el orgullo. ¿En qué acabó todo?
Afortunadamente para Naamán, triunfó el consejo más sabio. “Por lo cual él bajó y
empezó a sumergirse en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del siervo de
Dios; después de lo cual su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.”
(2 Reyes 5:1-14.)
En ocasiones se consiguen grandes beneficios con simplemente un poco de humildad.
LO QUE HACE EL ORGULLO
El orgullo nos lleva a la crueldad, al abuso y al menosprecio. Porque los orgullosos
piensan que los demás valen menos.
¿Ha tenido que tratar alguna vez con una persona que intentara a propósito hacerle
sentir insignificante? ¿Tal vez fue su jefe, su supervisor o quizá un pariente quien le ha
mirado por encima del hombro y le ha tratado con absoluto menosprecio? ¿Qué
opinión tiene usted de esa persona? ¿Le atrajo su personalidad? seguro que no. ¿Por
qué no? Porque el orgullo levanta barreras y corta la comunicación.
El orgullo hace que las personas rebajen a su prójimo, de modo que ellas siempre
parezcan superiores. Quienes tienen tal actitud rara vez dicen algo bueno de los
demás. Siempre hacen algún comentario despectivo. Por ejemplo: “Sí, puede ser
verdad, pero tiene tal problema o cual defecto”.
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El que es orgulloso se toma el crédito a asimismo por algo que Dios ha hecho. El
orgullo toma la gloria que solo le corresponde a Dios y nos la da a nosotros mismos. El
orgullo es en esencia una auto-adoración. Este fue el caso del rey Nabucodonosor,
quien se atribuyó la gloria que le pertenecía solamente a Dios, por lo que tubo que
pasar por algo muy fuerte como consecuencia de lo que había hecho y lo que había
dicho (Daniel 4:30-33) Este rey no reconocía que Dios le había dado todo.
La Escritura también nos dice, “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de
la caída la altivez de espíritu” (Proverbios 16:18). Dios aborrece el orgullo de los
hombres, y también detesta a aquellos hombres que lo poseen: “Los insensatos no
estarán delante de tus ojos;
Cuando no entendemos que todo lo que tenemos proviene de Dios, aun nuestros
talentos, le estamos dando lugar al orgullo. Es por eso que debemos entender que
cualquier cosa que hayamos hecho en este mundo, no habría sido posible si Dios no
nos hubiera permitido realizarla. Es por eso que debemos darle la gloria a Dios,
porque sólo Él la merece.
REFLEXIÓN Y CONCLUSIÓN:
Hoy en día, mucha gente no se salva por el orgullo que hay en ellos. El orgullo no les
permite venir a Cristo. Para ellos es mejor tener honor ante los hombres, que
humillarse ante Cristo. El hombre orgulloso piensa que es suficientemente bueno para
salvarse por sí mismo y no necesita de Cristo.
Este fue el problema de Naamán. El dijo: Yo no puedo caer tan bajo. Meterme al río
siete veces es una tontería.
También hoy día hay muchas personas que caminan con la arrogancia de creer que
no necesitan a nadie, y que todo lo que tienen lo han obtenido por su propio esfuerzo,
se atribuyen la gloria para asimismo, como hizo el rey Nabucodonosor.
Pero lo bueno de esto es que el Señor no se resiste a dejarnos así como estamos, en
su misericordia siempre busca la forma de ayudarnos.
Para Dios poder sanar a Naamán y a Nabucodonosor tuvo que tratar con el orgullo
que había en ellos. Pero ellos tuvieron que hacer su parte, y ¿cuán era su parte? Su
parte era humillarse delante del Señor y dejar el orgullo. Cuando hicieron eso Dios los
sanó.
Así también quiere el Señor hacer con nosotros si queremos ser sanado del orgullo.
solamente hace falta que nos humillemos delante de Él. Debemos entender que Dios
resiste a los soberbios, pero da gracia a los humilde (1 Pedro 5:5-6).
Sería bueno que pensemos en esto que hemos escuchado y comencemos a hacer
con los demás como queremos que hagan con nosotros.
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