El cazador oculto

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El cazador oculto: la escritura y el acto
Mercedes Olcese*
Publicado en Revista Notas sobre adolescencia, Número 1, año 2004.
En el año 1951 se publicó The Catcher in the Rye (El cazador oculto o El guardián entre
el centeno1), novela con la que el norteamericano J. D. Salinger se transformó en un escritor de
culto. Desde entonces, distintas generaciones de adolescentes han -hemos- disfrutando de la
lectura de un libro que puede ser apreciado por públicos muy diversos, y se han identificado con
su protagonista, encontrado reflejados en él, quizá sin saberlo, sus conflictos inconscientes.
Se trata de una "novela de iniciación" -lo que de entrada nos remite a acto, a pasaje, y por
lo tanto, a producción de subjetividad-, y ya desde su primer párrafo se inscribe en esa tradición
aunque marcando sus diferencias:
Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací,
cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás
puñetas estilo David Cooperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero,
porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a
hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. (...)
Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles
de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan
débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco.
Y escuchemos también algunas frases del último capítulo:
D. B. (el hermano mayor escritor al que se refiere también al comienzo del libro) me preguntó
qué pensaba de todo lo que les he contado. No supe qué contestarle. Si quieren que les diga la
verdad, no lo sé. Siento habérselo dicho a tanta gente.
Como vemos, la novela está escrita en primera persona, y hay una apelación directa al
lector. Además, es breve la distancia entre las experiencias que se van a contar y el momento de
la escritura; el narrador, Holden Caufield, tiene dieciséis años al momento de suceder los hechos
que va a relatar y sólo diecisiete al referirlos.
Se aclara también que no se va a hacer como en las novelas clásicas de este tipo, como
David Cooperfield, que relatan toda la vida del protagonista, es decir, que no va a ser algo así
como lo que se llaman "novelas de educación", donde se cuenta la niñez y la juventud de una
persona y se refleja su crecimiento personal. Es más bien una especie de anti-novela de
educación.
En un sentido análogo, aunque anunciando que no va a hablar de ello, está presente la
cuestión del origen y de la familia (hay una referencia directa a "lo que pensarían" los padres de
lo que él escribe, y una referencia muy fuerte a los hermanos: D.B., el hermano mayor; Allie, el
hermano muerto, y Phoebe, la hermana menor, de diez años).
El tono irónico y el humor invitan a la complicidad y señalan una mirada crítica hacia el
mundo adulto, aunque el protagonista no deja de transmitir el dolor, la soledad y la sensación de
vacío que lo acompañan.
Como se ve en el párrafo citado al final -y a lo largo de toda la novela-, la de Holden es
una ironía de adolescente, que oculta su preocupación por la verdad y su desencanto con las
falsedades del mundo adulto.
Y las peripecias que relata con despreocupación aparente, tocan su ser profundo, dejando
la marca de un verdadero rito iniciático.
Hagamos un breve recorrido por esos días en Nueva York, como para entrar en el clima
de la novela.
Luego de que lo echan de Pencey, un colegio privado en el que estaba pupilo, ya que le
iba mal en casi todas las materias, Holden se va del colegio, no sin intentar consolar a un maestro
por haberlo reprobado. Como no quiere llegar a su casa antes de que termine el curso, ya que
tendría que enfrentar a sus padres con la noticia de su expulsión, se va a Nueva York, ciudad en
la que vive, pero en vez de ir a la casa paterna, se queda deambulando un par de días por la
ciudad.
Dentro del aluvión de cosas que le suceden, se aloja en un hotel que resulta estar lleno de
"maníacos sexuales", recibe en su habitación la visita de una prostituta, Sunny (y luego una paliza
del chulo), baila con tres tristes chicas provincianas en un bolichón de mala muerte, se encuentra
con Luce, un amigo que había sido su preceptor en otra escuela, e intenta revelarle lo que le pasa,
pero no lo logra, invita a una amiga al teatro y también trata de confesarle sus dudas
existenciales, ante su escucha atónita. Anda borracho por el Central Park, visita de noche su casa,
sigilosamente, para hablar con su pequeña hermana Phoebe, la única que lo entiende. Visita a
Antolini, un ex profesor de literatura, que lo trata con afecto y comprensión, aunque luego
Holden lo descubre acariciándole la cabeza en la mitad de la noche, por lo que huye temiendo
que sea homosexual. Toma la decisión de fugarse de Nueva York, aunque luego cambia de idea y
resuelve volver a su casa, con su hermanita.
Esta historia es relatada por su protagonista desde el hospital en el que está internado, para
reponerse de todo lo que le pasó.
Vamos a remarcar varias cuestiones de esta novela.
Holden Caufield es un adolescente, se diría, rebelde. Pero algo muy fuerte en él, y que
podría considerarse el corazón de su rebeldía, es su sensación de que nada tiene sentido, de que el
mundo creado por los adultos -no sólo los adultos- es hipócrita y falso. 2
La noche en que Holden va de incógnito a su casa y tiene una conversación nocturna con
su hermana, ésta le pregunta qué le "gustaría ser", y le sugiere la posibilidad de ser abogado,
como el padre. A esto responde Holden:
Supongo que eso no estaría mal, pero no me gusta. Me gustaría si los abogados fueran por ahí
salvando de verdad vidas de tipos inocentes, pero eso nunca lo hacen. Lo que hacen es ganar un
montón de pasta, jugar al golf y al bridge, comprarse coches, beber martinis secos y darse
mucha importancia. Además, si de verdad te pones a defender a tíos inocentes, ¿cómo sabes que
lo haces porque quieres salvarles la vida, o porque quieres que todos te consideren un abogado
estupendo y te den palmaditas en la espalda y te feliciten los periodistas cuando acaba el juicio
como pasa en toda esa imbecilidad de películas? ¿Cómo sabes tú mismo que no te estás
mintiendo? Eso es lo malo, que nunca llegas a saberlo. 3
Si en el mundo de los adultos la mentira es la regla y es imposible distinguir la verdad de
la falsedad, incluso en uno mismo, ¿para qué crecer? ¿para qué aspirar a formar parte de ese
mundo, como lo hizo por ejemplo su hermano D. B., que es escritor y se fue a vivir a Hollywood?
A Holden, la prostitución y la falsedad del mundo le resultan intolerables; y las mismas están en
un registro diferente a las mentiras fantasiosas que se siente compelido a inventar, sólo porque sí,
y sin saber por qué, por ejemplo, cuando se encuentra con la madre de un compañero del colegio
y finge ser otro. Hay algo de lo lúdico que se acerca más al disparatar y a las mentiras inventadas
de los niños, que no se orientan a la búsqueda de ningún prestigio social. Y sin embargo, son una
especie de caricatura de éstas. Holden, aunque diga de sí mismo que es "el mentiroso más
fantástico que puedan imaginarse", se mantiene más cerca del plano de las fantasías infantiles que
del mundo adulto, y en todo caso, estas mentiras funcionan como una manera de protegerse ante
la mirada de los otros.
En el encuentro que Holden tiene con Antolini, su ex profesor de literatura, éste le suelta
una serie de consejos, explicaciones y, en fin, verdades de borracho, que son, uno diría, tomando
el punto de vista de Holden, de lo más verdadero que aparece dicho en boca de un adulto en el
libro. O también podría decirse que se trata de pensamientos que están en sintonía con lo que le
está pasando al protagonista. Pero hay un destiempo manifiesto: a Holden le duele la cabeza, está
agotado, no se puede concentrar; el profesor está sumergido en una inspiración etílica y como
dice Holden: "se disparó", y él no intenta pararlo.
Además, Holden se despierta en medio de la noche y siente la mano de Antolini en su
cabeza, con lo que se asusta pensando que el profesor puede ser un "pervertido" homosexual,
situación con la que dice haberse encontrado en muchas ocasiones en los colegios a los que ha
ido. Huye despavorido pero no parece guardar rencor hacia su profesor, conservando incluso un
papel donde éste le escribe algo para que luego lo lea con atención.
Me interesa tomar algún párrafo del diálogo-monólogo que Antolini tiene con su ex
alumno para pensar el intríngulis que estaba atravesando Holden:
-Me da la sensación de que avanzas hacia un fin terrible. Pero, sinceramente, no sé qué clase
de... ¿Me escuchas?
-Sí.
-(...) Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que al que
cae no se le permite llegar nunca al fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase
de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno
algo que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo caso dejaron
de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera. ¿Me sigues?
-Sí, señor. 4
El tema que se bordea es el de la caída inminente.
Si la adolescencia puede pensarse como un pasaje, ligado al renacer pulsional propio de la
pubertad, ese pasaje comporta el riesgo de una caída. La iniciación sexual, a la que en ciertos
tiempos y lugares le dan un marco los ritos de iniciación, es el paradigma del acto; como dice
Hesíodo: "A los jóvenes corresponden los actos."
Al acto es inherente el arrojo, la apuesta, pero para arrojarse hay algo en la otra orilla que
tiene que poder esperarse, que aunque no se sepa qué es, tiene que tener su atractivo, sino sería
simplemente tirarse a un precipicio como el que menciona Antolini, que habla de otro atractivo:
por la nada y el vacío (la pulsión de muerte).
"¿Te has hartado alguna vez de todo?", pregunta Holden a su amiga Sally, que luego de
oír su discurso de desilusión en que manda todo al diablo, le responde que "no entiende una
palabra" de lo que él está diciendo. Y al final de esa conversación desencontrada, el mismo
Holden se pregunta por "el numerito" que montó, descreyendo de su propio dolor, aunque aclara
que habló con sinceridad.
En Holden nos encontramos con una búsqueda que se abandona de antemano, porque no
hay nada que se pueda encontrar. Un proyecto, aun como fantasía, importa en cambio la
posibilidad de poder imaginar algún futuro en el que esté presente lo deseante, y probablemente,
que se puedan incluir de alguna manera ciertas marcas o ideales familiares o sociales. Al menos
por oposición, o incluso por odio. Pero Holden no odia a nadie,5 salvo en la mencionada
conversación con Sally, que es también el único momento en que se le ocurre un futuro:
escaparse sin más y en ese momento de Nueva York con Sally, con sus ciento ochenta dólares.6
Pero ella en seguida señala lo absurdo de su idea, y él pierde su precario entusiasmo para
deprimirse nuevamente.
Al mismo tiempo, "pasar al acto", sea en un proyecto de vida, sea al jugarse en una
relación amorosa, implica necesariamente el encuentro con el desencuentro, cuyo paradigma es el
desencuentro sexual.
Así las cosas, Holden no querría crecer. Hay un elogio, una idealización de la niñez y la
inocencia, representada en su amor por Phoebe y por el mundo de los niños.
El título del libro The Catcher in the Rye, se refiere justamente a esto. Cuando Phoebe le
pregunta qué le gustaría ser, él responde lo siguiente:
Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles
de niños. Y ellos están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al
borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto
empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me
gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una
tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.7
Holden podría ser a la vez el guardián, y el niño que está al borde de un precipicio. El
precipicio, la sensación de que una caída puede ser inminente, está presente en toda la novela.
Volviendo al pasaje que se realiza en la adolescencia, es como si Holden nos dijera que es
mejor seguir siendo siempre niños, que el riesgo de caer es demasiado grande, y que detrás de ese
pasaje no hay nada, al menos nada que valga la pena, ya que el mundo de los adultos es pura
falsedad. Que sólo los niños entienden y escuchan. Y dice también que sabe que esto es una
locura, que no es posible seguir siendo siempre niño, pero igual, no hay otra cosa que quiera.
Es como si quisiera situarse al borde de donde podría realizarse el acto, e impedirlo. Pero
puede pensarse que el acto que no se ha realizado no deja por ello de estar presente, y tiene en
potencia sus riesgos. En vez del acto como iniciación sexual, en relación al encuentro amorosa,
que implica a su vez encontrarse con el desencuentro sexual, Holden idealiza el acto suicida, en
tanto acto logrado, donde no hay compromiso con la falsedad del mundo adulto, aunque
podríamos agregar, en otro sentido de la palabra compromiso, la falta de compromiso con la vida.
En cuanto a la sexualidad, si bien Holden está muy interesado en "las chicas", nos cuenta
que es virgen, aunque ha estado en muchas ocasiones a punto de debutar. ¿Qué lo detiene?
Seguramente unas cuantas cosas... pero algo que insiste es su preocupación, su pena por lo que le
pasa a los otros:
Si he de serles sincero les diré que soy virgen. De verdad. He tenido unas cuantas ocasiones de
perder la virginidad, pero nunca he llegado a conseguirlo. Siempre en el último momento
ocurría alguna cosa. Por ejemplo, los padres de la chica volvían a casa, o me entraba miedo de
que lo hicieran. (...) Casi siempre, cuando ya estás a punto, la chica, que no es prostituta ni
nada, te dice que no. Y yo soy tan tonto que le hago caso. La mayoría de los chicos hacen como
si no oyeran, pero yo no puedo evitar hacerles caso. Nunca se sabe si es verdad que quieren que
pares, o si es que tienen miedo, o si te lo dicen para que si lo haces la culpa luego sea tuya y no
de ellas. No sé, pero el caso es que yo me paro. Lo que pasa es que me dan pena. La mayoría son
tan tontas, las pobres... En cuanto se pasa un rato con ellas, empiezan a perder pie. Y cuando
una chica se excita de verdad pierde completamente la cabeza. No sé, pero a mí me dicen que
pare, y paro. Después, cuando las llevo a su casa, me arrepiento de haberlo hecho, pero a la
próxima vez hago lo mismo.8
Además de Phoebe, con quien Holden habla es con su hermano Allie, que está muerto, y
por lo tanto sigue siendo un niño que no crece y no se corrompe, como sí lo ha hecho su otro
hermano, D. B., a quien sin embargo Holden no deja de amar. ¿La desilusión profunda de Holden
tiene alguna relación con la muerte misteriosa de su hermano?
De hecho, hay varias referencias a la muerte y en particular al suicidio, por un lado el
propio, y luego en un momento muy particular, que es cuando su hermana Phoebe le pregunta
qué cosas le gustan a él, ya que parece que no le gusta nada. No le resulta fácil responder, aparte
de Allie, su hermano muerto, las monjas con las que charló en la estación y estar con Phoebe,
recuerda a alguien que le gustaba, James Castle, un chico que conoció en un colegio, y que se
suicidó tirándose por la ventana para no desdecirse acerca de algo que había dicho sobre un
matón de colegio, ante una banda de compañeros que le dieron una tremenda paliza. Murió por
mantener sus ideales, por no traicionarse a sí mismo. Nuevamente, aquí puede ubicarse la
idealización del acto suicida, como forma de ser fiel a sí mismo.
Dado el halo de misterio que rodea al autor de El cazador oculto, quien desde la década
del 70 desapareció de la vista del público y dejó de publicar, es tentador pensar la relación entre
Holden y Salinger, por supuesto, tomándolo también como una ficción, sin afán de verdad
histórica. Salinger, en su reclusión, se niega también a crecer y entrar en las falsedades del mundo
adulto, falsedades e hipocresías que en los últimos tiempos llegan a un grado tal que es difícil no
simpatizar con él, ¿quién quiere crecer en este mundo, aun suponiendo que el infantil no sea un
paraíso?
Algo que suelen despertar los adolescentes desencantados como Holden, es una simpatía
que se traduce en atracción por el vacío, punto difícil en la dirección de la cura de un adolescente
en esta posición.
El escritor, o en un sentido más amplio, el artista, cuenta con el poderoso recurso de la
sublimación de sus pulsiones, puede ejercer un oficio que de algún modo lo mantiene al margen
del mundo adulto, al menos si lo desea, cuestión que exacerba Salinger. Pero no todos los
adolescentes desencantados son artistas, ¿o es acaso ésta una vía para pensar la dirección de la
cura? El artista suele situarse como excepción, y se le perdona el narcisismo, en la medida que es
condición de la creación, difícil cuestión en la adolescencia, donde el renacimiento pulsional
genera una concentración de libido en el propio cuerpo, que se atenúa en la medida en que se
puede amar a otro. Sin ser el otro, la obra de arte ya no es el propio cuerpo (esta sería toda una
línea a desarrollar, que no voy a seguir ahora).
Dice Julia Kristeva que "la novela sería la obra de un sujeto adolescente perpetuo". Y yo
agregaría que un adolescente perpetuo se asemeja a un niño, en la medida en que el adjetivo de
"perpetuo" niega el carácter transicional de la adolescencia. Podríamos entonces, proponerle a
Holden una alternativa: que escriba, eso sí parece gustarle9.
El artista, en tanto adolescente perpetuo, puede en cierta medida negarse a hacer el pasaje
a la adultez que la sociedad le reclama, pero el arte tiene sus rigores y exigencias que funcionan
como una cierta ley a la que debe ajustarse, y en el cumplimento de esas leyes es como su deseo
se articula con cierta legalidad, que a su vez lo filia, y se produce como sujeto a partir de su obra,
lo que implica una pérdida en relación al narcisismo.
Siempre es necesario un pasaje para la constitución de un sujeto, una discontinuidad, algo
heterogéneo. Ese pasaje se simboliza en general por la iniciación sexual. El artista suele dar a
veces otra vuelta: su salto está ligado a la producción de una obra de arte o literaria. Pero de una u
otra manera hay un arrojarse, y la clínica nos sitúa frente a una dificultad en los casos en que falta
ese arrojo, que suelen estar en relación a alguna cuestión mortífera.
En la novela que comento aquí podría ubicarse algo mortífero en la familia Caufield, que
se muestra en el hermano muerto enigmáticamente y en la presencia de una madre melancólica y
un padre rico pero con quien Holden parece no poder identificarse. Igualmente, Holden muestra
su sufrimiento, se dirige a alguien, de modo que podríamos situarlo en relación al acting out,
malherido, buscando un lugar en el Otro.
Referencias
1
El título de la novela ha recibido estas dos diferentes traducciones en distintas ediciones al castellano.
En la conversación que tiene con su amiga Sally, cuando intenta transmitirle a ella su visión del mundo, lo explica
así:
"-Deberías ir a un colegio de chicos. Pruébalo alguna vez -le dije-. Están llenos de farsantes. Tienes que estudiar
justo lo suficiente para poder comprarte un Cadillac algún día, tienes que fingir que te importa si gana o pierde el
equipo del colegio, y tienes que hablar todo el día de chicas, alcohol y sexo. Todos forman grupitos cerrados en los
que no puede entrar nadie.", Salinger, J. D., El cazador oculto (1951), Buenos Aires, Alianza Editorial, 1991, pág.
143.
3
Ibid., pág. 185.
4
Ibid., pág. 200-201.
5
Más que odiar a los adultos, Holden siente pena por ellos, anteponiendo siempre el dolor de los otros al suyo
propio, a pesar de su evidente sufrimiento personal:
"Desde que murió Allie (mi madre) no anda muy bien de salud. Está siempre muy nerviosa. Por eso me preocupaba
que me hubieran echado otra vez.", ibid., pág. 119.
6
Le dice así: "Viviremos en cabañas y sitios así hasta que se nos acabe el dinero. Luego buscaré trabajo en alguna
parte y viviremos cerca de un río. Nos casaremos y en el invierno yo cortaré leña y todo eso. Ya verás. Lo pasaremos
formidable. (...)" (pág. 144)
7
Ibid., pág. 185.
8
Ibid., págs. 103-104.
9
El gusto por la escritura está presente en todo el libro: en literatura siempre le va bien, sus composiciones son
gloriosas, y la única en particular que aparece mencionada es sobre un guante de béisbol (¿del hermano muerto?),
que no vacila en romper. Sin embargo, Holden no menciona a la escritura como uno de sus gustos. Incluso la novela
esta ficcionalmente escrita por Holden quien, sin embargo, la termina con el consejo de no contar nada a nadie, y
lamentando haber contado lo que le pasó a tanta gente. Esto se ve varias veces en la novela: hace o deja de hacer algo
y luego duda, se arrepiente, falta la certeza que acompaña al acto.
2
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