karl jaspers - Gaceta de Psiquiatría Universitaria

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COMENTARIO DE LIBROS
Karl Jaspers:
la comunicación como fundamento
de la condición humana
Autor: Hernán Villarino
Editorial: Mediterráneo, Santiago, 2008, 372 páginas.
(Rev GPU 2009; 5; 1: 29-32)
César Ojeda
“Como la libertad se halla en el origen de nuestro obrar y
de nuestra conciencia de ser, lo que el hombre sea, no sólo
es contenido de saber sino de fe. Cómo el hombre tenga
certidumbre de su ser humano, es un rasgo fundamental
de la fe filosófica”.
K. Jaspers
E
l Dr. Hernán Villarino ha escrito un gran libro, entre
muchas otras razones porque ha centrado su revisión
y discusión del pensamiento de Jaspers en el corazón
mismo de su filosofía: la comunicación Existencial. “El
hombre sólo puede advenir a sí mismo –dirá Jaspers–
en la comunidad de destino con los otros”1. Karl Jaspers
es tal vez uno de los filósofos más finos y delicados del
pensamiento contemporáneo. A pesar de ser habitualmente considerado dentro del movimiento “existencialista”, su obra no tiene los trémulos desgarramientos de
Kierkegaard o la mirada somática de Merleau-Ponty o
el atrapamiento de Heidegger en un lenguaje ontológicamente inepto o la desesperanza nihilizante de la
ontología de Jean Paul Sartre. Basta con mencionar la
belleza de los conceptos de “fe filosófica” y “comunidad de destino” para comprender el carácter amoroso
del pensamiento de Jaspers, conceptos que se anudan
sin esfuerzo con las ideas de libertad y trascendencia.
1
Esencia y crítica de la psicoterapia. Compañía General Fabril
Editora S. A., Buenos Aires, 1959.
Además, este filósofo alemán parece estar siempre mirando hacia el lugar en el que habitan los otros, aquellos
que nos hacen parte de sus vidas y que se intersectan
con la nuestra. No obstante, ese “alrededor” es aún mucho más amplio e indescriptible y sólo puede ser mirado
de reojo, pues se trata de un alrededor trascendente que
nos envuelve como un manto de sentido, denominado
por él lo “circunvalante” (das Umgreifende): aquello que
contiene y acoge al ser humano y al mundo.
Jaspers desarrolló gran parte de su obra filosófica después de habérsele prohibido hacer docencia en
su casa universitaria (Universidad de Heidelberg) y de
publicar por cualquier medio. La razón: su esposa Gertrud Mayer, a la que Jaspers amaba profunda e incondicionalmente, era judía. Corrían los tiempos del Tercer
Reich y de la segunda guerra mundial. Karl y Gertrud
resistieron estoicamente el riesgo de ser detenidos y
asesinados, y mantuvieron el compromiso de quitarse
la vida si eran víctimas de la GESTAPO. Pero sobrevivieron. Paradojalmente, después de haber vivido en disposición para la muerte, terminada la guerra la administración estadounidense de la Universidad resultó en
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Karl Jaspers: la comunicación como fundamento de la condición humana
una profunda transformación de la conciencia existencial de Jaspers. No pudo resistir la pérdida del sentido y
de la profunda universalidad que había caracterizado a
Heidelberg desde tiempos remotos, y verla ahora administrada con el pragmatismo propio de un Mac Donald.
Para Jaspers la tradición alemana se había perdido con
Hitler y, la Universidad, con la administración de los recién llegados. Si nada quedaba allí para él, decidió emigrar a Suiza, específicamente a Basilea, donde murió en
el año 1969.
El libro que nos ofrece el Dr. Villarino tiene como
fuente prácticamente todos los escritos de Jaspers traducidos al castellano, además de una extensa bibliografía complementaria. Consta de nueve capítulos, de
los cuales destacan los dedicados a la comunicación
Existencial, a la historicidad y libertad de la Existencia,
y, luego, varios referidos al concepto de límite aplicado
al saber científico, histórico y psicológico. Villarino llega
entonces de manera natural a lo que Jaspers denominaba, precisamente, situaciones límite, como el sufrimiento, la muerte, la lucha, la culpa y el acaso. Estas situaciones son necesarias para llegar a la conciencia absoluta
y a la evidencia del ser. Esto último ocurre siempre en
el aperplejante borde de nuestra condición finita: el
no saber, el vértigo, la angustia, la conciencia moral, el
amor, la creencia y la fantasía. Finalmente, el autor nos
conduce con mano experta por el problema Existencial
de la fe filosófica, las cifras y la trascendencia.
Comentar este libro no es tarea fácil, pero sí grata, puesto que cada uno de los capítulos abre universos completos de sensibilidad intelectual y afectiva. El
autor usa el idioma de una manera inusualmente rica,
pero a la vez sutil y refinada, lo que sumado a su capacidad de penetración conceptual nos conduce con
precisión y belleza por los senderos de una de las obras
filosóficas más hermosas que hayan sido jamás escritas. Por lo mismo, intentaremos poner de manifiesto
tan sólo un aspecto, justamente el que da nombre a
la obra: la comunicación existencial. Esta elección, sin
embargo, tiene que ver con la reaparición, en el ámbito psiquiátrico y psicológico-clínico, de lo que se ha
denominado orientación intersubjetiva o perspectiva
relacional en clínica y psicoterapia. El buen éxito de
esta perspectiva se debe, probablemente, a que ha
despertado el ansia dormida de reencontrar al otro
entre quienes nos dedicamos al oficio de psiquiatras y
psicoterapeutas. Ese otro, como tal, se había perdido en
las perspectivas científicas dominantes en las décadas
de 1970 y 80. La ciencia utiliza metodologías en tercera
persona, dirigiéndose al otro como un objeto de estudio e intentando, desde sus orígenes en el positivismo
de Comte, eliminar la subjetividad del observador con
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el fin de acceder y poseer el objeto (el otro) descontaminado y puro. Tal pretensión, que toma como modelo
a la ciencia empírica en su sentido más estrecho, no se
hace cargo de ninguno de los temas humanos esenciales, como la conciencia, la libertad y la trascendencia2.
LA COMUNICACIÓN EXISTENCIAL
El ser humano es en tanto se comunica: “nadie se basta a sí mismo y en la soledad la vida se torna insípida
e insoportable” (p. 53). Pero esta comunicación tiene,
por así decirlo, estratos. Hay una comunicación práctica, empírica, mediante la cual ocupo un lugar preciso
en mi red de relaciones, lugar que me hace ser este padre, este amigo, este profesional y este esposo que soy,
y donde nadie puede ocupar, estrictamente, mi lugar.
Ese vínculo tiene mis medidas y mis medidas se deben
a esos vínculos. Necesito de los demás y soy en algún
grado responsable de ellos y no sólo de mí mismo. Es a
partir de la necesidad de los otros que se entra en comunidad con ellos y se da nacimiento a la cohesión social. Por ello, por tener su fundamento en la necesidad,
esta comunicación está normada: están normados el
matrimonio, la paternidad y la maternidad, los vínculos
laborales y todas las relaciones sociales.
La comunicación existencial, en cambio, trasciende
la existencia empírica pues es “estrictamente personal”
aunque, tal vez, debiéramos decir, estrictamente interpersonal. Se trata del sí mismo en tanto para otro sí
mismo, en el cual cada uno, mediante una mutua creación puede, precisamente, ser ese sí mismo. Esto ya no
responde a la necesidad práctica sino a la libertad. Pero
no estamos hablando de “la” libertad en un sentido genérico sino de la libertad siempre encarnada en cada
persona y ejecutada en la comunicación Existencial con
otro: “yo sólo soy yo mismo cuando el otro es y quiere ser sí mismo y yo con él” (p. 55). La comunicación
Existencial deriva de la libertad y, por lo mismo, es no
condicionada ni forzosa ni objetiva, y es allí donde me
constituyo junto al otro. No obstante, ¿qué tienen en
común los seres humanos que les permite comunicarse unos con otros de manera personal y libre? Jaspers
usa aquí una expresión que ha ido perdiendo sentido
al extinguirse el siglo XX: los seres humanos tienen en
común la verdad.
Anticipo que el lector puede detenerse aquí, pues
“la” verdad parece resonar en nuestros oídos contemporáneos como una creencia tozuda acerca de algo,
2
Para una ampliación del tema de la conciencia, ver Editorial de GPU, Nº 4, Vol. 4, 2008
César Ojeda
como la pretensión arrogante de estar en lo cierto. No
obstante, en la primera mitad del siglo XX, época en la
que Jaspers escribe, la palabra verdad reservaba aún
cierto prestigio y había recorrido muchos siglos como
lo buscado por distintas formas del pensar. Pero Jaspers
advierte que la verdad raramente comparece en la vida
de los hombres, pues se oculta, se deforma y se manipula en la búsqueda de satisfacer necesidades prácticas, como ocurre en los litigios jurídicos. ¿Hay algo más
usual que la negación de la verdad del otro? ¿Cómo entonces puede haber comunicación existencial? Villarino
nos conduce al lugar en el que Jasper trata acerca de
la verdad: su Filosofía de la Existencia3 y su monografía
titulada Nietzsche 4.
Distingue el filósofo alemán cuatro niveles para
hablar de la verdad. La primera es la verdad como “validez general”. Las tres alturas de un triángulo se cruzan
en un punto, diría Husserl, y eso no depende de quién,
cómo o dónde se ejecute el pensamiento que a esa conclusión arribe. La segunda es la verdad de la existencia
empírica, la de todos los días, y que no es ni puede ser
concluyente. Al revés, se muestra desgarrada y contradictoria, y por lo mismo sometida a litigio y a pruebas.
¿Es verdad lo que dice el testigo, el acusado o el fiscal?
La tercera, la verdad del espíritu, tiene el carácter de totalidad y le otorga sentido, puntos cardinales y prisma a
mi existir. Tal vez el ejemplo más profundo de esto sean
las religiones y todas las cosmologías.
Pero, ¿cuál es la verdad de la Existencia, esa que
tenemos en común? Responder esta pregunta requiere
intentar expresar quiénes somos. De partida, no somos
sólo una presencia objetiva y, por lo mismo, susceptible
de ser estudiada por las ciencias: “el hombre es siempre
más de lo que se sabe de él” –dirá Jaspers5. En tanto
vivos somos cambio y devenir, pero además, cada uno
es posibilidad de ser. Como dirá Heiddeger, fuertemente comunicado e inspirado en Jaspers6, nuestra temporalidad parte del futuro e inunda nuestro presente y
nuestro pasado. Las posibilidades siempre estarán allá,
en aquel lado en el que se dejará de ser, en el preámbulo de la línea que pondrá fin, en cada caso, a nuestra
Existencia. Por lo mismo, no somos sólo presencia, sino
tiempo, lo que significa que nuestro ser es histórico. Este
ser histórico sostiene a todas y cada una de nuestras
Jaspers, K. Filosofía de la Existencia. Planeta, Madrid,
1984
4
—— Nietzsche. Sudamericana, Buenos Aires, 1962
5
Ver ref. 1
6
Correspondencia. Jaspers K, Heidegger M. Síntesis, Madrid, 1990
3
acciones, sostiene a las verdades empíricas, a las de validez general y a las espirituales. Sin embargo, la verdad
de la Existencia no es nunca una posesión, puesto que,
el poder ser, no es un objeto dado y menos concluido.
Además de estar sostenido en un futuro abierto y a la
vez finito, me capto a mí mismo (estoy abierto a mi ser
–dirá Heidegger) y, en ese sentido, soy. Dice Villarino
explicando este punto: “Yo no sólo tengo un cuerpo, un
carácter, impulsos, metas, habilidades, etcétera, sino
que sé que los tengo, pero sé que los tengo porque eso
es lo que soy y en virtud de lo cual actúo…” (destacado
mío) (p. 59)
Sin embargo, estamos anclados en nosotros mismos como punto de referencia para el mundo que
constituimos. Es decir, somos perspectiva, punto de
vista y, como hemos señalado en otras partes, sesgo.
¿No interpretamos el mundo de manera diferente y
muchas veces contradictoria? ¿Cómo leemos los actos
culturales y creemos en esto o aquello, si no es sobre
la base de una perspectiva? Y las perspectivas son
múltiples y dependientes: no ve el mismo mundo un
budista que un católico, ni ve el mismo hecho político un neoliberal que un socialdemócrata. El sesgo es
inevitable e impulsa narrativas de diversa naturaleza.
Todas las narraciones son, en algún sentido, verdaderas
y, a la vez, relativas. Desde mi entender, éste es el punto
nodal desde el que surgen todas las controversias humanas: ¿darwinista o creacionista? ¿Neoliberal o marxista? ¿Psicoanalista o terapeuta conductual cognitivo?
La verdad Existencial contestaría: la interpretación del
mundo es siempre una verdad y un error al unísono, es
apariencia, es doxa (opinión) como gustaban decir los
filósofos griegos clásicos. El problema es que mientras
más se avanza en un punto de vista y en una interpretación, más pronto aparece lo incomprensible. El conocer,
en definitiva, se topa siempre con la pregunta de Leibniz: ¿por qué hay entes (mundo) y no más bien nada?
El problema es que no puedo salir de la interpretación,
estoy siempre sumido en alguna. La pregunta es entonces: ¿cómo advierte el ser humano su sesgo? ¿Por qué
duda? Reaparece aquí, engrandecido, el maltratado
Descartes: la duda es siempre epistemológica, y la certeza es siempre ontológica, es decir, estoy cierto de mi
existencia, de mi ser abierto y libre en sus posibilidades
venideras. Todo lo demás puede ser engañoso. El saber
ontológico no es un conocimiento, ni menos un conocimiento de las cosas y el mundo, sino que surge desde lo
incomprensible, de lo que está más allá de todo saber
objetivo, y que, a la vez de constituirlo, lo detiene. Un
límite, más allá del cual está siempre lo circunvalante,
lo que nos contiene y hacia lo cual trascendemos mediante lo que Jaspers denomina la fe filosófica. Esta fe
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Karl Jaspers: la comunicación como fundamento de la condición humana
es lo que me orienta. Pero me orienta como un poder
ser y no como algo que ya esté allí determinado. “En
tanto la fe anticipa el ser que soy y me impulsa a serlo, es la fuente de mi constante conversión en lo que
yo soy; la raíz del renacimiento y palingenesia en que
consiste la Existencia, es el impulso para mi transformación en lo que quiero y debo ser en virtud de mi poder
ser” (p.62) Mis posibilidades se abren por medio de mi
propia actividad y nunca se completan: nada precede a
mi actividad y, mi esencia, me la doy haciendo. En este
punto aparece el otro, ese que siempre ha estado allí,
pero que a veces pareciera ilusoriamente esfumarse y
pasar inadvertido. “La verdad de la Existencia, que es
devenir, sólo puede ser si se comunica” (p.66). Pero,
¿quién es este otro con el que me comunico Existencialmente? No es el otro como fuente de gratificación,
simpatía o de un buen negocio, sino ese otro con el cual
llego a ser yo mismo, ese otro que me regala esa posibilidad sin yo merecerlo, ese otro que puede ser cualquier
ser humano. Naturalmente no se trata de abandonar el
mundo y sus afanes concretos, y de buscar relaciones
sublimes con un otro especial, sino de algo que ocurre en medio de la vida cotidiana, con el otro cotidiano.
Mediante la comunicación existencial así establecida se
produce un mayor grado de esclarecimiento (Erhellung)
y autoesclarecimiento (Selbsterhellung).
En nuestro oficio Jaspers orienta no sólo la psicopatología sino también los fundamentos de la comunicación terapéutica, que no es más que un modo de
la comunicación Existencial. La persona que consulta
puede ser considerada como un acontecer biológico
o natural, científicamente aprehensible, pero también
como libertad. Es en este último plano donde se establece el vínculo terapéutico, aquel que hace posibles
todas las formas de psicoterapia7. Terminamos este comentario con la sensación de haber podido continuar
reflexionando acerca de cada uno de los capítulos del
libro del Dr. Villarino. Con eso expresamos nuestro entusiasmo por obras bien escritas, bien pensadas y que
encantan la experiencia humana.
7
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Ver Ojeda C. Karl Jaspers: filosofía y psicoterapia. GPU
2008; 4; 3: 291-295
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