¿traición a los pobres? «marxismo» en la instrucción

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¿TRAICIÓN A LOS POBRES? «MARXISMO» EN
LA INSTRUCCIÓN DE LA CONGREGACIÓN DE
LA FE
Wird die Sache der Armen verraten? Zum Verstdndnis von Marxismus in der
Instruktion der Glaubenskongregation, Orientierung, 48 (1984) 226-228
Si fuera papa invitaría al prefecto de la congregación de la fe, el cardenal J. Ratzinger, a
dar un paseo por la Roma otoñal. Saliendo del Vaticano el camino nos llevaría primero
hacia el Campo dei Fiori donde, en medio del animado mercado, la estatua del
exdominico y filósofo Giordano Bruno, quemado en la hoguera de la Inquisición el 17
de febrero de 1600, nos traería a la memoria ciertas prácticas condenatorias de la iglesia.
No lejos de allí la Piazza Navonna nos invitaría a un pequeño descanso entrando quizás
en la pequeña heladería de la que era buen cliente el recordado Rahner durante sus
estancias en Roma. Recordando al gran teólogo y teniendo en cuenta las circunstancias
actuales podríamos releer algunos de sus escritos sobre el diálogo entre marxismo y
cristianismo. Robustecidos tanto espiritualmente como intelectualmente con este
refrigerio, podríamos continuar sin dificultades hasta la Via delle Botteghe 4scure, unos
cientos de metros más allá. Aquí dejamos correrla imaginación: un cardenal entra en un
edificio que todo el mundo conoce como la central del PCI; pasados unos primeros
momentos de confusión surge un vivísimo intercambio de preguntas, informaciones y
opiniones sobre el significado actual del término "marxista"; a pesar de las grandes
divergencias, el encuentro termina con una respetuosa despedida -quizás con una
invitación de respuesta-, y, una gran sorpresa, el milagro de un cardenal y prefecto que
pregunta.
La reciente instrucción de la congregación de la fe sobre la "teología de la liberación"
muestra claramente que este paseo no ha tenido lugar y que para que se produzca el
milagro debemos esperar todavía mucho tiempo. Sí nos muestra, en cambio, una forma
de lectura del marxismo, que, -dicho sea con mucha precaución- ni evita la polémica
partidista, ni dice si se refiere a Marx, a Lenin, al materialismo dialéctico o simplemente
a la práctica política de la Unión Soviética. Veamos más de cerca a qué clase de
"ideología marxista" se refiere, de la que la teología de la liberación habría tomado
tantos "préstamos acríticamente".
Reproche de partidismo
Los principales reproches de la instrucción pueden resumirse de la forma siguiente: la
auténtica aunque obscura percepción de la dignidad humana, tal como se explicita en el
deseo de liberación es pervertida en "ciertas ideologías" porque implican el uso de la
violencia y una ética deshumanizadora. Esto proporciona a la congregación la "certeza...
de que estos desvíos ideológicos tan profundos... conducen necesariamente a traicionar
a los pobres".
La particular dureza de tales expresiones exige necesariamente no pararse en las
cuestiones de menor importancia. Considerado desde una teoría del conocimiento, la
instrucción presenta el marxismo como una "mezcla híbrida" que trabaja con un "apriori
ideológico" sin atenerse a la realidad que quiere describir. Ciertamente hay algunas
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"analogías" entre los análisis de la teoría marxista y la situación social de América
latina, pero con el análisis marxista más bien "se impide el análisis exacto de las causas
de la miseria". Pero siga mos. ¿Dónde están las causas? La instrucción no da respuesta a
esta cuestión. Sólo dice que el marxismo emplea métodos falsos, que el cambio de las
estructuras no lleva necesariamente el cambio del hombre y que "la fuente de toda
injusticia está en el corazón del hombre ".
La crítica del método se centra en la palabra "partidismo": análisis, crítica y práctica
político - revolucionaria forman - un conjunto y como tal destruyen toda pretensión de
expresar la verdad objetiva. Desde un punto de vista formal, semejante perogrullada se
deja refutar difícilmente, pues verdadero sería aquello que aprovecha al partido, al
estado, a la clase, etc. Pero un concepto semejante no lo encontramos en Marx. Este
parece incluso haber intuido la posibilidad de críticas posteriores cuando en el epílogo a
"El capital" escribe: "La investigación debe apropiarse de la materia concreta, analizarla
en su desarrollo y descubrir su estructura interna. Sólo terminado este trabajo puede
describirse el verdadero movimiento. Si se consigue esto y por tanto se logra una
reproducción ideal de la materia, bien puede dar la impresión de que se trate de una
construcción a priori".
Desgraciadamente muchos seguidores de Marx no le han sido fieles en este punto; pero
incluso el mismo concepto leninista de partidismo resalta la necesidad de crítica de la
mezcolanza entre objetividad e intereses burgueses. La instrucción romana exige por el
contrario como ideal una ciencia social, libre de todo juicio de valor y puramente
descriptiva cuando es de todo el mundo conocido que semejante ideal es pura ilusión.
Podemos recordar que en los debates de fundamentación de la ciencia sociológica de los
años sesenta se hacía una parcelación de conceptos muy a gusto del consumidor. Por
una parte: clase, crítica, revolución, capital, etc. y por otra: capas sociales, conflicto,
empiría, imparcialidad, etc. Actualmente se está de acuerdo en que ha habido y hay
todavía sociedades en las que la lucha de clases es el elemento determinante y otras más
diferenciadas, como es el caso de Europa y USA, que ya no pueden ser descritas
apropiadamente según el modelo de las clases sociales y por la oposición entre trabajo y
capital.
La congregación de la fe querría sustituir el concepto de lucha de clases por el de
"conflicto social grave entendido empíricamente", pero olvida que con ello cae
vergonzosamente en un estadio ya largamente superado. El tono anticomunista del
documento nos acerca menos a una discusión sobre el conocimiento de la realidad que a
las formulaciones propagand ísticas propias de la época de la guerra fría (no es de
nuestra incumbencia determinar quién ha sido el responsable del paso de una época de
diálogo a una de confrontación).
Prehistoria e historia
Constantemente se repite la frase de "lucha de clases" (quizás sienta la congregación
tanta alergia a esta palabra porque la misma teología de la liberación ve posible dentro
de la iglesia una oposición entre jerarquía y base; quizás sería mejor que hablara de
"conflicto social grave"). Según la congregación, el marxismo afirma que la historia es
una historia de lucha de clases, donde el "poder de los ricos domina a los pobres". Así
cada revolución conlleva la caída del poder dominante y la implantación de uno nuevo.
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Tomado como principio general, "esta concepción de verdad significa la necesidad de la
violencia y como tal un "amoralismo" insuperable. Y ello supone también borrar la
diferencia entre el bien y el mal.
También aquí trabaja la congregación con verdades a medias. Nunca ni la más simplista
versión del marxismo ha hablado de un eterno retorno de la violencia sino que distingue
siempre entre una "prehistoria" (un dominio insuficiente de la naturaleza, desarrollo de
las fuerzas de producción, y dominio de clase, despotismo, etc. como derecho del más
poderoso) y la "auténtica historia" que debería seguirle y en la que ni la necesidad
natural ni la violencia social podrán impedir a los hombres la organización de su propia
historia y el reparto de los bienes. En la época burguesa la productividad alcanzó cotas
de bienestar general hasta entonces insospechadas y la Ilustración desarrolló el concepto
de derechos humanos, es decir la universalización de la libertad y la justicia. "Lucha de
clases" no dice en principio nada más que exigencia de aplicación de los derechos
humanos a una clase sistemáticamente oprimida y que exige estos derechos no solo
formalmente sobre el papel, sino también materialmente.
Marx, que en realidad no creía en la eficacia histórica de la sola moral, dio gran valor al
análisis de la oposición de clases y su dinámica porque en este proceso veía la verdadera
fuente de las crisis económicas: con moral o sin ella, a la larga no se podría funcionar.
Cómo sería, en concreto, el desencadenamiento de la lucha de clases, quedó abierto.
Engels, p.e., dio por buena, a finales del s. xix, la vía parlamentaria más allá del
Reichstag de entonces -con creciente mayoría del SPD (partido socialista alemán). De
ninguna manera se puede hablar de una preferencia por la violencia sanguinaria. El
ejemplo de la revolución rusa y más todavía la era Stalin producen gran horror. Pero,
¿dónde predica la teología de la liberación el estalinismo? Ni el marxismo soviético
aprueba, como el fascismo o regímenes análogos latinoamericanos, el poder y el terror
como valores en sí.
Pero cuando se argumenta de una forma tan simple como hace la instrucción romana, el
tan difícil tema de la violencia en política no forma parte del debate. La instrucción usa
el concepto de lucha de clases de forma que está más de acuerdo con sus finalidades
apologéticas que con el estado de la discusión. Así el lector se pregunta extrañado si
esta Congregación tiene conciencia de que con su tesis condena de "amoralismo
político" también a todo el proceso de emancipación del movimiento obrero, pues
también él fue o es todavía lucha de clases.
¿Materialismo ateo?
Otras objeciones contra el marxismo dicen: ateismo, negación de la persona humana, su
libertad y sus derechos. Ciertamente, la violación de los derechos humanos en la Unión
Soviética y los países satélites son un escándalo terrible. Los Gulags y sus
substituciones actuales nos llevan más bien a la conclusión de que el experimento del
socialismo en la Unión Soviética ha sido en gran parte un fracaso. A este mismo
resultado se llega usando incluso categorías marxistas. Dicho de otra forma: la
instrucción romana con su imprecisa concepción de marxismo sugiere que la teoría
marxista, la práctica soviética y la teología de la liberación se hallan más o menos
relacionados de una forma necesaria.
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Mientras la iglesia a mitades del s. xix hacía grandes esfuerzos por anular los resultados
de la revolución francesa, Marx criticaba ya el rebajamiento del hombre a simple objeto
o a pura fuerza de trabajo en el proceso de acumulación de capital, que "el hombre fuera
reducido a simple mercancía", es decir que se produjera la fundamental "negación de la
persona humana, sus derechos, su libertad"... Cuando la congregación de la fe cree
poder dispensarse de un uso más diferenciado del concepto de marxismo el lector se
preguntará de nuevo extrañado: ¿hasta qué punto la sucesora de la Inquisición merece
ser tomada en serio cuando se presenta como la sacrosanta defensora de la libertad
humana?
También en el tema "ateismo" hay que diferenciar. No hay duda de que Marx era un
librepensador como muchas cabezas clarividentes de su época, pero él nunca ha
propagado el ateismo como tal, sino que más bien ha intentado mostrar cómo era
posible explicar la subsistencia de una religión que desde el punto de vista filosófico y
científico era totalmente anacrónica. Con su conocida tesis del opio del pueblo afirma
Marx que la compleja irracionalidad del conjunto social es la causante de deseos
irracionales a su vez de consuelo y justificación. "Materialismo" significa para él que un
análisis científico de , la naturaleza y la historia puede y debe ser llevado a cabo sin
ayudad de la metafísica, la especulación o la religión. Esto no es tan claro como muchos
marxistas creen, pero tampoco tan falso como creen muchos teólogos. Con todo no deja
de ser totalmente cierto que el " ateismo " no se encuentra "en el centro de la
concepción marxista", como afirma la instrucción romana. La actividad propagandística
atea del leninismo y la postura antieclesial de muchos partidos comunistas, que
ciertamente los ha habido, no son más que uno de muchos caminos de interpretación.
No se podrá acusar de perseguir a los cristianos a E. Berlinguer o a G. Marchais como
tampoco a Che Guervara o a S. Allende, ni incluso a Honecker o Kadar, para no citar
más que algunos nombres. Todos los estados comunistas establecen en sus
constituciones la libertad religiosa, aunque también es cierto que pocas veces se
esfuerzan mucho en garantizar su aplicación. El ateismo de la tradición marxista es hijo
de la Ilustración y la fe en el progreso. Hoy día, en que estas tradiciones se hallan en
período de autocrítica, hay que saber distinguir muy claramente entre los conservadores
dogmáticos de las centrales y los procesos diferenciadores que se producen en la
periferia. Y esto vale igualmente para todos los sistemas cerrados. Puede que haya en
América Latina un anticlericalismo decidido (incluso de signo marxista), pero los
disparos contra el obismo Romero no procedían ni de un marxista ni de un teólogo de la
liberación.
Cuestión de palabras o lucha por la realidad
Uno llega pronto a tener la impresión de que en la instrucción se hace referencia a los
nuevos y sorprendentes desarrollos sociales y políticos (así como las teologías que los
acompañan) en tono puramente defensivo, es decir, con argumentos que sólo
aparentemente son válidos. Así, p.e., pregunta la instrucción cómo es posible que las
tesis marxistas ejerzan una influencia tan grande entre los pueblos del tercer mundo y
responde: " La toma de conciencia de las injusticias va acompañada de un Pathos que
toma su lenguaje del marxismo presentándolo además de forma equívoca como un
lenguaje "científico". Dejando de lado este tono de reproche -poco después se remite de
forma hiriente a la doctrina social de la iglesia-, la instrucción se ve obligada a constatar
que los conceptos marxistas son tan atrayentes porque resultan ser especialmente
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apropiados para la formulación de unas relaciones de dependencia hasta ahora
difícilmente posibles de describir. Es fácil de suponer que a los campesinos bolivianos,
a los parados de las favelas les sea bastante indiferente si la pretensión de científico se
cumple o no, pero que saben distinguir muy bien si su situación es descrita de forma
apropiada o no. Y justamente esto último interesa ante todo a la teología de la
liberación.
En su capítulo noveno la instrucción combate con todas energías estas posturas poco
ortodoxas. Afirma que la teología de la liberación se deja llevar por teorías y no por los
hechos ya que habla de clases y no de capas sociales (qué tipo de terminología
sociológica es el correcto, ¡lo determina también Roma!)... Y se insiste en la "lucha de
clases". Su uso por la teología de la liberación es atacada por dos razones. La primera es
el "inmanentismo historicista" que implica. Con este trabalenguas se quiere indicar que
el "reino de Dios y su realización" no deben ser confundidos con la autosalvación y la
lucha política de liberación.
Dado que la instrucción no aporta ninguna prueba debemos recurrir aquí a los
principales teólogos de la liberación. Pero ni Boff, ni Gutiérrez, ni Segundo, ni Sobrino
emplean expresiones semejantes. Eso sí, todos ellos afirman que "reino de Dios" no es
ningún concepto puramente espiritual, como se desprende -aunque para los oidos
romanos el tono y el énfasis puedan resultar nuevos- de la determinación de la relación
natura/gracia.
La segunda objeción contra el uso del concepto de clase presenta un argumento
ciertamente curioso. A través de la "politización de las verdades de fe" se excluye del
amor cristiano a la "clase de los ricos"; en la celebración de la eucaristía la "preferencia
de los pobres" conduce a confundir "de forma desastrosa a los pobres de la Escritura
con el proletariado de Marx"; "De esta forma se pervierte el sentido cristiano de la
pobreza". Estas frases hay que releerlas más de una vez: a la mujer de ,los slums, que
aborta en situación desesperada, se le niegan los sacramentos; en cambio a un Pinochet,
Somoza o Duvalier se les ha preparado y se les prepara solemnes celebraciones, aunque
todo el mundo sabe que tienen las manos manchadas de sangre. ¿Falta al amor cristiano
un campesino cuando considera al latifundista, que ni le deja morir ni vivir, como
puesto en lugar falso en la celebración de la eucaristía? ¿Debe la viuda del que ha
muerto en la sala de tortura abrazar como hermano al asesino de su marido?
Son claras las razones que tiene la instrucción para mantener el modelo sociológico de
las capas sociales: Si hiciera uso de la terminología más clara de clase plantearía
cuestiones muy espinosas para la celebración de la reconciliación en las comunidades
particulares. Se trata de dificultades reales que de ninguna manera pueden ser superadas
con el recurso a faltas de una "antropología materialista" o a la "fuente de toda injusticia
en el corazón del hombre". Con una fórmula ya conocida procede la instrucción como si
unas reglas idiomáticas y una terminología más suaves fueran suficientes para superar
en gran parte la profunda escisión social. Es ésta una buena forma de reactivar la crítica
marxista de la religión.
Por otra parte Marx nunca pidió el aniquilamiento físico del enemigo de clase. Como
individuo, éste le parecía a Marx más bien poco interesante. El enemigo de clase puede
ser simpático, culto, sensible a la injusticia, etc. Sólo una cosa no puede: deshacerse del
papel social que le viene impuesto por la estructura de su clase sin al mismo tiempo
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traicionarse a sí mismo. Y los teólogos de la liberación no dejan de subrayar esta
diferencia, que el catecismo alemán llama diferencia entre pecado y pecador.
La congregación describe como "vergüenza de nuestro tiempo" el hecho de que
"naciones enteras sean mantenidas bajo condiciones deshumanizadoras en esclavitud,
mientras se proclama libertad". Como se desprende del contexto, la frase se refiere a los
estados comunistas. De esta forma los teólogos aparecen como los idiotas útiles de
Lenin en la sovietización de América latina, siendo las comunidades de base cuadros
involuntarios. El lector avisado habrá podido leer en otras partes expresiones muy
parecidas.
Tradujo y extractó: JOSEP CASTANYÉ
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